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El destino de las almas. por Abyss

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Notas del capitulo:

Será un capitulo dedicado a cada pareja conformada por los santos del signo de Leó y Virgo.

Por el momento y por cosas de la trama en este primer capítulo hice uso de dos Oc, igual intente mantenerme lo más cerca posible del canon en cuanto a la creación del santuario pero la verdad es que no encontré mucho de donde agarrarme. 

Esta historia también esta publicada en wattpad, espero que les guste y lo disfruten. 

Derechos reservados a sus respectivos autores. 

—El día de hoy, tras varios años luchando sin descanso, siguiendo la voluntad de una diosa que descendió del Olimpo para guiarnos hacia la victoria…

Más de cien personas se encontraban reunidas en el lugar, todos frente a la enorme estatua de su venerada diosa, en cuya mano izquierda sostiene el escudo Aegis y en su derecha la pequeña estatua alada que representa a Niké, la victoria. Quien se encontraba hablando frente a todos ellos, era un santo cuyo rango recientemente había sido ascendido, la persona que se haría cargo del santuario creado por y para la diosa, aparte de esperar pacientemente su regreso para la siguiente guerra que tendría que repetirse casi doscientos años después de la primera.

—… Espero, caballeros de la esperanza, que portan la voluntad de nuestra diosa, que me ayuden a alzar el santuario para seguir preparándonos para las futuras batallas que nuestra diosa deba seguir librando por la paz de la tierra. 

Así como lo había sido la tierra alguna vez, el recién creado Santuario de Atenea era un caos, con caballeros rondando de un lado a otro, alzando futuras viviendas, removiendo escombros o buscando al Patriarca para que les pudiera indicar cual seria su labor o algo específico en lo que pudieran ayudar. Durante las continuas guerras, no habían tenido ninguna oportunidad de poner orden, los primeros templos que en su momento se alzaron con tanto esfuerzo, ahora se encontraban siendo reparados una vez más y junto a ellos, la construcción definitiva del santuario se estaba llevando a cabo.

Pero mientras todo ocurría, los principales santos que habían peleado día y noche sin descanso, finalmente podían tener un momento para respirar tranquilos.

— ¿Te parece divertido estorbar en un templo que se encuentra en plena construcción?

—No es como si hubiera mucho más que hacer. Su santidad, el patriarca, no desea darme labor alguna.

—Me pregunto porque sera.

A su alrededor se encontraban diversos materiales de construcción, madera y ladrillo sin cocer; piedra caliza, mármol, terracota y bronce, materiales que incluso ahora se encontraban envueltos y arrinconados, pues los arquitectos aún se encontraban verificando los planos para lo que serían las doce estructuras más importantes, debido a los tiempos pasados, las escaleras que serpentean por la montaña y llevan hacia la estatua de la gran diosa Athena, eran lo único seguro que se había podido construir antes de que su diosa entrará en batalla contra Poseidón, incluso los pocos templos que se irguieron en tiempos de guerra, se encontraban siendo reparados y decorados de la manera que el patriarca siempre había querido, pero por poner primero las batallas y la seguridad de Atenea, se tuvieron que pasar a segundo plano durante un largo periodo de tiempo.

—De todas formas, ¿Qué te trae por aquí, Virgo? 

Alzó la mirada intentando parecer intimidante, observando fijamente a aquel que se encontraba de pie a pocos pasos, de cabello corto y castaño, vistiendo una clámide como siempre. 

—El patriarca me mando a moverte, intimidas y estorbas a los trabajadores —respondió el protector del futuro sexto templo, entrecerrando la mirada al notar una ligera rabia brotar de los ojos de su compañero de armas—, además, este ni siquiera se convertirá en tu templo, será la cuarta casa.

— ¿Y eso a mi que me importa? —contestó mostrando los dientes, acomodándose sobre la piedra caliza que había decidido tomar como asiento—. Yo puedo asentarme donde quiera.

—Levántate ahora, maldito León.

La gente a su alrededor se sintió intimidada ante la repentina aparición de los dos cosmos, aun por más extraño que pareciera, ambos en realidad eran el dúo que mejor se llevaba y cuyas victorias habían dependido de la presencia del otro en el campo de batalla. Compañeros de armas que coincidieron en la vida por medio de crueles guerras y que repentinamente decidieron apoyarse mutuamente, ya que aparte de la diosa Athena, ver al otro respirando después de cada batalla, parecía ser lo más importante para ellos.

Con la única excusa, de que algún día debían de medir su fuerza el uno contra el otro.

—Deja de hacer eso, me pones nervioso. —regaño el santo de la constelación de Virgo, intentando meditar a unos cuantos metros de donde otros compañeros de armas se encontraban entrenando.

—Tu me pones nervioso cada vez que te pones a meditar, y yo no puedo estar quieto como tu. —se quejo el león, totalmente malhumorado al haber tenido que moverse de lugar.

—Hace un rato no parecía que tuvieras problemas con estar sentado encima de material de construcción. Anda León, ven y toma la siesta mientras yo medito.

El santo de oro, cuyo nombre hacía juego con el signo zodiacal que le tocaba representar, gruño una vez más antes de sentarse ruidosamente detrás de su compañero, haciendo que sus espaldas choquen entre sí, lo que ambos deciden aprovechar para que sus respiraciones coincidan y poder relajarse al saber que el otro se encuentra ahí.

—Oí que Acuario está escribiendo una tontería sobre nosotros, algo sobre que lo grabara en piedra a petición de Escorpio y Capricornio, para que generaciones futuras lo encuentren. —comentó desinteresada mente, mientras restregaba su espalda contra la de Virgo, soltando un bostezo en el proceso. 

—Espero que sea sobre la forma que nos desenvolvió en batalla y no por algo más —murmuró entre dientes, echando su espalda hacia atrás para mostrar su incomodidad ante la acción llevada a cabo—. Pensar en lo que podría llegar a escribir, no suena a algo muy confiable.

La última batalla había ocurrido cerca de las prisiones del cabo, ahí donde solían encerrar a los guerreros sirvientes de cualquier otro dios o para los desertores. En un principio, los combates no habían sido tan complicados como años atrás, pero conforme la pelea se iba extendiendo un paso en falso le hizo caer hacia el mar, ignorado por varios, pero siempre vigilado por León que instantáneamente gritó su nombre e intentó correr en su ayuda, siendo detenido rápidamente por el enemigo, guerreros necios que tenían la necesidad de seguir peleando aunque la desventaja fuera obvia. 

Cómo salió del agua y que ocurrió cuando su cuerpo fue tendido en la arena era un total misterio para él, pero los compañeros que se encontraban a su alrededor se negaban a darle la cara y solo uno que otro parecía tener la confianza suficiente, como para soltar una risa nerviosa y decirle lo obvio, que Leo se encontraba claramente preocupado por él. 

—Dice que si prometemos no matarlo, nos va a dejar ser los primeros en leerlo.

—Es hombre muerto. 

Tras aquellas palabras, el silencio finalmente se estableció entre ellos dos, con Leo adormecido debido a la tranquilidad del lugar y Virgo concentrado en el mantra que acababa de empezar, disfrutando de la paz por la cual tanto habían peleado.

—Oye, Argenis.

En un instante se puso rígido al escuchar aquel nombre saliendo de los labios del adormecido León, quien no parecía querer cerrar los ojos para descansar. Aun así se tardó varios minutos en decir algo, consciente de que muy probablemente, por el dia de hoy, no podría meditar tranquilamente.

— ¿Ahora que se te ofrece?

—Atenea a luchado por siglos contra los dioses y varios de nosotros, que ahora nos encontramos disfrutando de la paz, parece como si desde siempre nacimos para pelear por ella —comenzó a relatar León, con los brazos cruzados y hablando mediante susurros— ¿En verdad crees que esta sea nuestra primera vez peleando en su nombre?

— ¿Porqué razón, alguien como tú se cuestionaria eso? —no es la primera vez que lo ha pensado, ser un alma reencarnada desde mucho tiempo atrás, que siempre vuelve para cumplir lo que no logró la primera vez—. No es algo que he pensado en profundidad, la falta de tiempo en meses pasados no me lo ha permitido. 

—Me gusta pensar, que no es la primera vez que estamos juntos —comenta con la voz cansada, probablemente por el sueño que se niega a conciliar hasta terminar la curiosa conversación—. Dime Argenis, ¿Tú crees que podamos estar juntos por la eternidad?

Por un momento cree ser capaz de escuchar la risa de su diosa, mientras su compañero y él se mantienen de rodillas ante ella, con la mirada clavada en el suelo. Una vez más, su santidad se encuentra amonestadolos por el inadecuado uso de palabras en medio del campo de batalla, algo muy común en ellos dos, ya que lo más importante dentro de sus corazones debería de ser la diosa a la cual juraron lealtad eterna, y no ellos dos, como se habían gritado mutuamente en el calor de la batalla.

Pero su justa diosa solo sigue riendo, hasta que finalmente detiene al patriarca y asegura que eso carece de importancia, son humanos ante todo y no seres únicamente destinados a matar, como otros dioses solían considerarlos. Asi que les da libertad de quererse y preocuparse por el otro, porque inconscientemente eso los hace más fuertes, una fuerza que nadie más en la orden había sido capaz de alcanzar como ellos dos.

—Bajé para poner fin a las guerras, no a obligarlos a ustedes, mis valientes guerreros, a renunciar totalmente a su humanidad —habla ella, con sabiduría tiñendo cada una de sus palabras—, si me atreviera a prohibirle algo asi, no podria evitar considerarme igual o peor dios que Ares.

—Pero Atenea…

—En un futuro lo entenderás, mi sabio patriarca, incluso si hiciéramos algo, solo terminaríamos perjudicandolo todo.

Recuerda mientras nota el semblante feliz de León, mientras se dirigen a los campos de entrenamiento, la verdad es que no hay mucho entre ellos, entrenan juntos, de vez en cuando platican y normalmente León siempre encuentra la forma de estar en su mismo campo de batalla. Siempre juntos, porque no verse o sentir al otro es demasiada distracción como para poder pelear.

—Supongo, que podríamos ser egoístas y considerar la posibilidad de estar juntos —es lento el descenso del León a sus espaldas, resbalando con dirección al césped mientras el se encarga a de seguir hablando—. Pero si volvemos, probablemente lo hagamos al servicio de nuestra señora, lo que será nuestro eterno recordatorio de que nunca hay que olvidar que ella es primero en muchas cosas, ¿no crees? 

Un ruido  sordo fue lo que ocasionó el cuerpo del León cuando finalmente chocó contra el suelo, un sonido que la verdad no me sorprendió, pues minutos atrás ya había sentido su lento desliz. 

—Vaya forma de quedarte dormido, León. 

El silencio fue lo único que llegó a sus oídos, ni siquiera fue capaz de escuchar a sus compañeros de armas peleando a la distancia, notando entonces, que ese silencio no era normal. 

— ¿León?

Ahí, a sus espaldas, no había nada más que el cuerpo de alguien que parecía dormir.

Un profundo sueño, que no incluía un suave respirar, ni el tranquilo latir de un corazón. 

Fue entonces que recordó, las dichosas palabras de uno de muchos enemigos con los que se había enfrentado, el quinto santo, quien constantemente peleaba protegiendo su espalda, había nacido para pelear, no para los tiempos de paz.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! 


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