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por Rukkiaa

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Notas del fanfic:

La serie Charmed pertenece al fallecido Aaron Spelling. Y los personajes de Boku no Hero Academia a Kôhei Horikoshi. Yo escribo esto sin ánimo de lucro.

Es principalmente un BakuTodo (Bakugô seme/Shôto uke) y un par de parejas más que rondan por mi cabecita.

Notas del capitulo:

Hace un montón de tiempo que no me pasaba por aquí. La inspiración me abandonó como nunca antes. Y lo primero que hice al recuperarla fue terminar mi segunda novela de una vez por todas.

Sin embargo, ahora estoy súper motivada con este fic de Boku no Hero Academia xD porque tenía muchas, muchísimas ganas de escribir un fic de ese manga puesto que amo a Katsuki con Shôto. Y se me ocurrió basarlo en la serie ''Charmed'' o ''Embrujadas'' como se le llamó aquí en España. Aunque a diferencia que con mi fic Anatomía de Sabaku No, esta vez me inventaré y manipularé el triple de cosas. Usando sólo lo poco que me interese.

 

1. Los hermanos Todoroki

 

Fuera caía una lluvia tan intensa que Fuyumi se vio obligada a correr hacia la casa. Porque aún con paraguas, el viento provocó que se le mojara la ropa y las bolsas de la compra que traía entre las manos.

En cuanto cruzó la puerta, con alivio, pudo soltar el paraguas y quitarse el empapado abrigo.

–¡¿Natsuo?!

–Arriba—dijo sin más su hermano desde el piso superior. Para segundos después, bajar por las escaleras a su encuentro.

–Siento llegar tarde—se excusó la chica en dirección a la cocina.

–Me muero de hambre. Hoy apenas probé bocado en el museo. ¿Qué tal tu entrevista de trabajo? –preguntó siguiendo a su hermana.

–No fui.

–¿Y dónde estabas?

–Fui a comprar los ingredientes para mi examen de mañana.

–Eres la mejor cocinera del mundo. Seguro que te contratan en un sitio mejor—dijo convencido. Aún así, se le notaba ensimismado mientras Fuyumi sacaba alimentos de las bolsas.

Entonces ella se percató de algo que había sobre la encimera. Una tabla de ouija de madera clara.

–¿Y esto? –cuestionó sujetándola entre sus manos.

–La encontré en una caja del desván. ¿La recuerdas? –Natsuo tomó asiento en un alto taburete.

Fuyumi leyó una inscripción que tenía en la parte trasera.

–''A mis tres preciosos niños. Que esto os proporcione la luz para encontrar las sombras. El poder de tres os hará libres. Con amor, mamá.'' ...Nunca nos paramos a pensar qué quería decir con esto. La verdad...es que ni recordaba la inscripción—dijo en tono triste.

–Deberíamos enviársela a Shôto. Está siempre en la oscuridad. No le vendría mal un poco de luz—soltó Natsuo cogiendo una uva de modo despreocupado.

–Eres muy duro con él.

–Fuyu... Sólo quiero que piense en el futuro. Pasarse el día entero en el trabajo no es bueno, y menos para su vida social.

–Yo creo que Shôto sabe perfectamente lo que quiere hacer con su vida. Que se haya ido de esta casa desde los 18 años mientras que nosotros seguimos aferrados a ella, sólo nos confirma que tiene la cabeza bien amueblada y las cosas muy claras.

–Si esa cabeza la asomara por aquí de vez en cuando, me parecería perfecto. ¿Me haces la cena?

Fuyumi no tardó en acomodar unos ingredientes y ponerse a picarlos.

–¿Recuerdas que hablamos de qué hacer con el cuarto de Shôto? –preguntó Natsuo a su espalda, todavía sentado en el taburete.

–Sé que quieres alquilarla, pero aún no estoy convencida.

–Ganaríamos dinero extra y además, podrían ayudarnos con la limpieza.

–Shôto es el dueño de esa habitación. Él debería decidir qué hacer con ella—Fuyumi se volteó a verle.

–Ya no vive aquí. Ya no es suya.

–¿Y si yo le hubiera insistido para que se mudara aquí de nuevo? –dijo la chica con cara de circunstancias.

Natsuo abrió la boca y los ojos grises incrédulo.

–¿Y lo convenciste?

A la mañana siguiente, el radiante sol había borrado cualquier atisbo de la tormenta que hubo durante la noche. Y fue la tarde de ese mismo día cuando un chico de cabellos bicolor cruzó la puerta con una maleta de ruedas en la mano izquierda, y un transportín con un gato de color canelo en la derecha.

–¡Shôto, bienvenido a casa! –Fuyumi fue la primera en darle un fuerte abrazo, sin apenas darle tiempo para soltar la maleta y al felino.

–Tienes un gato—aclaró Natsuo sorprendido.

–Me aconsejaron que era beneficioso tener una mascota. Dicen que alivia la soledad.

–¿Y les hiciste caso? –esta vez fue el mayor el que abrazó a su hermano.

–Sólo para que me dejaran en paz.

–Me alegra mucho que lo hicieras—Fuyumi fue la que abrió el transportín y la mascota salió disparada hacia el salón.

–Y has conseguido mantenerlo con vida—soltó Natsuo divertido. Su hermano no pareció molestarse por su apreciación aunque había sido para chincharle.

–Los gatos son verdaderamente fáciles de cuidar. Independientes. Lo cual es de agradecer—aclaró el menor. –Se llama Sansa.

Fuyumi volvió a abrazar a Shôto de un modo maternal, con una sonrisa de oreja a oreja.

–¿Por qué decidiste volver a esta casa? –cuestionó Natsuo. Todavía seguían todos en el recibidor.

–Fuyu me llamó llorando porque sentía realmente vacía la casa sin mi. Y me dijo que tú también lo estabas pasando fatal.

De repente, la chica se separó de su hermano pequeño y se alejó hacia la cocina. Aunque ambos notaron su fingida cara de no haber roto un plato jamás.

–Prepararé una cena especial. Por esta maravillosa reunión de hermanos.

–¿Sabes lo que es maravilloso? Que ahora Shôto nos ayudará con las tareas domésticas—dijo Natsuo palmeando la espalda de su hermano y arrastrándole con él al interior de la casa.

Fuyumi era una excelente cocinera, y lo que más le gustaba en el mundo era alimentar a los chicos de su vida. A sus hermanos a los que tanto quería. Por lo que a ninguno le sorprendió que llenara los platos hasta los topes de comida y que aunque todavía les quedaba mucho por comer, no cesara en lo de intentar llenarles los platos de nuevo.

Y a pesar de que Shôto era el que llevaba más tiempo fuera de esa casa. Al que hacía más que no veían y el que más novedades para contar tendría que tener, era Natsuo el que acaparaba la conversación. Shôto nunca había sido demasiado hablador y ambos lo sabían.

Aunque hubo algo que les interrumpió. La ouija que continuaba sobre la encimera y cuyo puntero comenzó a moverse por si solo.

–Desván—leyó Shôto en voz alta en cuanto el puntero se detuvo. Y de pronto se fue la luz.

–¿Desván? De ahí saqué la ouija ayer—aclaró Natsuo. Fuera comenzó a llover con fuerza, igual que la noche anterior.

Fuyumi tenía el rostro ceniciento por el miedo. –Tal vez enfadaste a alguien. No debiste sacar la tabla de ahí.

Los tres se aventuraron en subir las escaleras de su casa. Shôto delante alumbrando con la linterna del teléfono móvil, Natsuo en medio y Fuyumi detrás, enganchada de su brazo.

–Tranquila, no nos va a pasar nada malo—intentó tranquilizar Natsuo.

–En las películas de terror, el que dice eso, siempre muere el primero—musitó ella con voz temblorosa.

–Nadie va a morir—aclaró Shôto. –Sólo subimos a ver qué hay y bajaremos de nuevo.

–Yo te diré lo que hay—dijo Natsuo. –Cajas y más cajas con cosas de mamá y de la abuela. Ni se ve la ventana del fondo. ¡Ah! Y polvo. También hay de eso. Mucho.

Shôto abrió la puerta del desván poco a poco, y en cuanto cruzó la puerta, fuera cayó un rayo.

–¡Vamos a morir! –chilló Fuyumi casi haciendo caer a Natsuo.

–Ya te dije... –Shôto se silenció cuando algunas pila de cajas se apartaron por si solas y les mostraron un atril sobre el que reposaba un libro.

–Vamos a morir—susurró Natsuo dándole la mano a su hermana.

Shôto se acercó al atril. Aquel libro parecía llamarle de alguna manera. Era de portada oscura, grueso y a pesar de su apariencia antigua y descuidada, no tenía encima ni una mota de polvo.

El libro de las sombras–leyó en cuanto pasó la primera página. Entonces pasó a la siguiente y continuó leyendo. –Escucha ahora las palabras de los brujos. Los secretos que se esconden en la noche. Aquí se invocan a los dioses más antiguos. La magia consiste en buscar. En esta noche y a esta hora, invoco al poder ancestral. Concede tus poderes a estos tres hermanos. Dáselo. Queremos el poder. Danos el poder...

–No leas eso, Shôto—Fuyumi y Natsuo seguían bajo el marco de la puerta, temerosos aún de acercarse.

–Parece una especie de conjuro—dijo Shôto tranquilamente volviendo a cerrar el libro. –¿Mamá hacía brujería?

–En absoluto. Lo sabríamos—dijo Fuyumi.

–Volvamos abajo, por favor—concluyó Natsuo.

–Tranquilo. No nos ha dado vueltas la cabeza, ni hemos vomitado puré de guisantes. Estamos a salvo—Shôto le dedicó a sus hermanos una muy leve sonrisa y volvió a encabezar la marcha al piso inferior.

–Yo tampoco me siento diferente—apreció Fuyumi cuando por fin llegaron al salón.

A la mañana siguiente, los tres hermanos se fueron a trabajar. Cada uno a su respectivo empleo. Shôto a su consulta psicológica. Natsuo al museo y Fuyumi a su prueba para chef. Y es allí donde la chica se da cuenta de que es capaz de congelar el tiempo. Y al terminar su turno Shôto, gracias a una premonición, evita el atropello de unos chavales.

Cuando todos se juntaron en casa a la hora de cenar, el tema alrededor de la mesa era lo ocurrido.

–No tenéis poderes especiales. Ninguno—dijo Natsuo pinchando con el tenedor un suculento filete.

–De verdad, vi lo que iba a pasar y lo evité—aclaró Shôto con seriedad.

–Y yo paralicé al chef. Lo cual fue una suerte, porque me faltó un ingrediente y lo pude añadir antes de que probase lo que le había preparado—comentó Fuyumi acomodándose las gafas.

–Shôto, ya le has metido ideas estúpidas en la cabeza a tu hermana mayor—Natsuo, hastiado, soltó un suspiro. –Pásame la sal, ¿quieres? –. Pero contrario a lo que esperaba, el salero se movió solo hacia él deslizándose por la mesa.

Se miraron los unos a los otros, alucinados.

–¿Cómo lo habéis hecho?

–Fuiste tú—Shôto alzó las manos para que viera que no tenía nada en ellas.

–Bastante tengo con lo mío—aclaró Fuyumi. Y reinó el silencio más absoluto en la cocina durante un par de minutos.

–Así que...ahm... ¿Puedo mover las cosas con la mente? –cuestionó algo turbado Natsuo rascándose la cabeza y despeinando sus cabellos blancos.

–Nos he convertido en brujos... –musitó Shôto.

–Tenemos que quitarnos esto. Es peligroso. Quién sabe lo que podríamos hacer. A alguien. A nosotros mismo—la chica palideció.

–¿Bromeas? Esto es la leche. Podemos ser como superhéroes—el mayor se animó.

–No creo que esto sea algo que se pueda deshacer tan fácilmente. Me parece que estamos condenados—dijo el bicolor. Y tan tranquilo dio un sorbo a su vaso de agua.

Por la mañana Fuyumi despertó a sus hermanos, con el libro de las sombras en las manos y los guió al salón.

–Tal parece que estos poderes los hemos heredado. Alguno de nuestros antepasados fue brujo, aunque no sé cual; no conozco todo nuestro árbol genealógico. En el libro dice que las brujas y los brujos pueden ser buenos o malos. Los buenos hacen lo que quieran sin dañar a nadie. Y el objetivo de los malos es matar a los buenos y obtener sus poderes. –Shôto y Natsuo se habían acomodado junto a ella, cada uno en un lado del sofá. –Lo peor es que podría ser cualquiera. Personas normales. Como nosotros... éramos antes. Creo que ahora que han despertado nuestros poderes estamos en peligro. Porque antes estábamos ocultos al resto.

–A mi no me da miedo tener poderes—aclaró el menor.

–A mi tampoco—dijo Natsuo.

–Pues según el libro, nuestros poderes crecerán. Hay que tener cuidado. Aprender a controlarlos y no utilizarlos para beneficio personal. Ahora todo será diferente, pero nos mantendremos unidos—continuó la chica, que aprovechando que estaba en medio de sus hermanos, les dio la mano.

–¿No puedo utilizar mi don ni siquiera para adivinar el número de la lotería? –preguntó Shôto y los otros dos estallaron en risas. –Lo digo en serio...

Continuará...


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