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Estaciones por DanyNeko

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Notas del capitulo:

Esto es en realidad parte del Fictober en el que estoy participando.

Pero he decidido subirlo como one-shots o drabbles separados ya que algunos días del mes no son de shipps chicoxchico.

Así que, espero que disfruten los que subiré, el resto, por si quieren leerlo, está en mi Wattpad

 :3 

Ryou no pudo evitar reírse cuando Bakura soltó el tercer estornudo de la mañana.

El yami albino se veía gracioso con el cuello, la barbilla y hasta la boca envueltas en una mullida bufanda a cuadros de color rojo sangre y negro, en especial porque el clima y sus estornudos tenían sus mejillas y nariz enrojecidas.

Ryou realmente deseaba tomarle algunas fotos en ese momento y guardarlas toda la vida. Pero sabía que Bakura no lo permitiría de ningún modo y su ira sería profunda.

—Sí, claro. Búrlate —dijo fastidiado el más alto, rodando los ojos sin mirar a su par.

Ryou le dio mérito porque su voz podría sonar amenazante e incluso tétrica, para cualquiera menos él, aún a través de la abrigadora prenda.

—Lo siento —se disculpó dulcemente, aunque no por ello con sincero arrepentimiento —es tú culpa, eres mala influencia —le guiñó un ojo, empinándose para plantar un beso fugaz en su mejilla.

Bakura agradeció internamente al hecho de que sus mejillas ya estaban coloradas, cuando recibió el sorpresivo ataque de afecto.

Ryou era como un rollito, encantador y esponjoso, y relleno de dulzura.

El yami a veces se preguntaba cómo demonios ellos dos eran almas afines... Luego recordaba lo fácil que el niño podía dominar su magia sombría y complementarla con su aptitud para la magia de luz... Y claro, lo feliz que lo hacía y la facilidad con la que le entregaba su amor.

—Me parece curioso que seas tan sensible al clima cuando los inviernos en Inglaterra eran aún más fríos —mencionó casualmente el de ojos tiernos, sin poder contener otra risilla al sentir que Bakura entrelazaba inmediatamente sus dedos -tan fríos como la escarcha en la acera- con los propios, tras apenas haber rozado su mano.

Un suspiro del contrario creó una pequeña nube con su cálido aliento —tu cuerpo, yadonushi, estaba acostumbrado a ese clima —dijo, como explicación.

Ryou ofreció una pequeña sonrisa de simpatía —pensé que las noches en el desierto eran muy frías.

Bakura sufrió un escalofrío ante la mención de su vida pasada —más o menos —habló superficialmente, encogiéndose de hombros —más que nada en época de lluvias.

Ryou se juntó más al costado de su yami, ya no solo caminando de la mano, sino que abrazó el brazo del más alto y apoyó la mejilla en su hombro.
En respuesta, Bakura se permitió un suspiro complacido.

La suave tibieza del menudo cuerpo de Ryou era muy agradecido, tan agradable como su aroma.

—Se supone que en aquel entonces Egipto no eran tan desértico ¿ne? —inquirió con curiosidad.

El mayor le dio una mirada de reojo, sus labios formaron una sonrisa al distinguir el brillo de infantil curiosidad en los hermosos ojos chocolates que amaba.

Asintió —sí, en realidad había bastante más vegetación, y no se limitaba solo a la ribera del Nilo y a las ciudades —hizo una pausa —a decir verdad, era más sabana que desierto y las zonas pantanosas se convertían en zonas de cultivo.

—Debía ser hermoso —murmuró, deteniéndose un segundo para admirar un pequeño ángel de nieve, impreso en el parque por el que caminaban en ese momento — ¿Qué hay de las estaciones?

Bakura arqueó una ceja, mirándolo y preguntándose porqué el repentino interés luego de darle un rápido vistazo a la figura que había captado la atención de su luz.

—En comparación podrías decir que solo teníamos dos estaciones. La mayor parte del año era verano, evidentemente —cambió su peso al lado contrario del que Ryou le abrazaba— y la temporada de lluvias, cuando desbordaba el Nilo, el invierno.

Se quedaron así un minuto, que a Bakura le supo eterno mientras miraba a Ryou. Este no le devolvía la mirada.

Cuando la brisa sopló con algo de fuerza, agitando sus cabelleras blanquecinas y la bolsa con víveres que Bakura llevaba en su mano libre, los grandes ojos chocolates voltearon a ver a su amado.

— ¿Te gustaría volver alguna vez?

Bakura necesitó unos segundos para procesar y entender aquello.

— ¿A Egipto? —quiso cerciorarse, consiguiendo un asentimiento, a lo que parpadeó un par de veces, aturdido— No... Particularmente —balbuceó un poco, pero recuperó su usual porte— quiero​ decir, no siento añoranza o nostalgia... ¿Por qué preguntas?

Ryou se encogió de hombros —curiosidad.

Bakura frunció el ceño ante esa vaga respuesta, y cuando Ryou pensó que iba a reclamar una explicación más profunda lo vio inclinarse hacia él, y lo siguiente que sintió fueron los dientes del mayor presionando el arco de su oreja suavemente.

Los colores se le subieron al rostro — ¡Ba-Bakura! —chilló con fuerza, soltando su brazo para empuñar las manos a la altura de su pecho.

El mayor se burló abiertamente de su luz, antes de inclinarse nuevamente, está vez para robarle un beso.
Sus labios chocaron de forma brusca pero hallaron ajuste instantáneamente. En segundos estaban bebiendo del otro apasionadamente, las lenguas otorgando caricias ligeras y provocativas.

Bakura aprovechó que Ryou había soltado su brazo para rodear con este la cintura del menor, atrayéndolo posesivamente hasta su pecho, invitándolo a un apretado abrazo.

Ryou rodeó con sus brazos el cuello del ex-espíritu, sintiéndose completamente cómodo en su abrazo y dejando escapar un pequeño ronroneo desde el fondo de su garganta.

Ahora fue Bakura quien soltó una risita al separar sus labios de la deliciosa boca ajena —volvamos a casa rápido, me estoy hartando de este frío —dijo en un tono ligeramente ronco, presionando su brazo para que continuaran su camino de esa manera.


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