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Broma de Halloween por Tita Adri

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Notas del fanfic:

Me apetecía escribir algo para esta fecha y aunque es algo precipitado aquí tengo un fanfic sobre Milo.

Puede que se me haya ido un poco de las manos el final pero ando con las hormonas revueltas y una cosa llevó a la otra... En fin, disfrutad de la historia, que aunque breve espero que os guste ^^

30 de Octubre.

23 horas y 18 minutos.

Casa de Tauro.

 

Los cuatro hombres se mantenían en silencio, observando los objetos que descansaban en la mesa, sentados alrededor de ellos Mu, Deathmask, Aioria y Afrodita esperaban la llegada del último integrante de esa reunión. El dueño de la casa se hizo esperar varios minutos más, logrando ceños muy fruncidos en sus compañeros.

 

-¿Todo listo? -preguntó nada más entrar, a sabiendas de que llegaba tarde no quiso malgastar más tiempo disculpándose.

 

Un gruñido por parte de Deathmask le respondió, el resto no tenían muchas ganas de hablar, cada uno perdido en sus pensamientos. Afrodita recapacitaba sobre las consecuencias que esa reunión tendría en el futuro, estaba convencido de que pagarían cara su osadía y empezaba a arrepentirse de haber aceptado la oferta. Aioria saboreaba con anticipación los planes que aún no habían puesto en marcha, disfrutaba tanto de aquello que era el único al que no le importaba esperar. El italiano refunfuñaba por puro aburrimiento, de haber sido por él les habría dejado tirados hacía más de 30 minutos, pero su orgullo le impedía ser el primero en retirarse. Y a Mu le costaba ocultar la sonrisa maliciosa que pugnaba por salir de sus labios, contrario a otros días estaba impaciente.

 

No queriendo demorarse más, guardaron todas las cosas en una mochila que Deathmask cargó con otro gruñido de molestia. Los cinco subieron sin prisas los seis templos restantes, su destino era Escorpio y hasta allí llegaron cobijados por las sombras de una noche sin luna, no tuvieron contratiempos para subir, Saga era consciente de sus planes y les sonrió dándoles ánimos al pasar, Shaka meditaba ignorando a los maleducados intrusos que se marcharon sin siquiera saludar y Dohko estaba de viaje. La casa del escorpión les recibió a oscuras, solitaria y fría, los adornos de la festividad que se aproximaba ya decoraban la sala principal, telarañas caían con gracia desde las vigas más bajas, calaveras y mascaras macabras colgaban en las paredes, calabazas recortadas con muecas esperaban a ser iluminadas y unos cuencos llenos de golosinas se escondían tras algunas columnas.

 

-¿No está?-preguntó Aldebarán preocupado.

 

-Se habrá ido a preparar sus bromitas. -respondió Aioria frustrado.

 

Se miraron entre ellos dudando unos instantes, habían diseñado aquello al milímetro y les faltaba el actor principal. Cansados de ser objeto de burla de Milo, los cinco se habían propuesto ser ellos los que asustasen al griego, todos esos años ansiando venganza por las humillaciones pasadas para que el día que querían tomar venganza el escorpión se escabullese sin que lo notasen. Pero antes de decidir que hacer, escucharon un ruido procedente de las salas privadas. Pese a lo sorpresa inicial, supusieron que se habían equivocado en su primer juicio y Milo realmente estaba allí. Volvieron a escuchar otro ruido que les resultó sumamente extraño. Bastó una mirada que le autorizase para que Aioria caminase en sigilo hasta el ruido. Fueron despacio, silenciosos hasta el gran Tauro, el ruido se escuchaba cada cierto tiempo, al acercase lo identificaron como alguien moviéndose. Y no estuvieron errados.

 

Milo estaba sentado en una silla, les pareció extraño que la silla estuviese en el centro de la habitación, sin una mesa ni nada, solo la silla mirando hacía la puerta. A pesar de estar sentado en ella el griego tenía una postura extraña, parecía tenso, encogido. Sus brazos se estiraban a cada lado de su cuerpo, se agarraba con fuerza al asiento de madera, sus piernas apretadas y apenas apoyadas en las puntas de sus pies, su cabeza echada hacía adelante. Volvió a moverse pero esta vez se le escuchó quejarse. Miraron la escena sin entender nada.

 

Un quejido, un espasmo, y el cuerpo de Milo temblando les preocupo. Vieron como echaba la cabeza atrás, se mordía el labio inferior y una venda ocultaba sus ojos. Ante ese detalle se fijaron mejor en su cuerpo temiendo ver cuerdas alrededor pero no, Milo estaba sentado sin ataduras aunque agarrándose como si estuviese sufriendo. Su respiración era agitada, su rostro contraído y colorado, el sudor empapaba sus cabellos pegándolos a su rostro y más quejidos se escucharon, jadeos que acompañados de temblores hicieron más confusa la situación. El crujido de la madera, sonido que les alertó de su presencia, se hacía constante con cada espasmo que sufría su cuerpo. No supieron como reaccionar.

 

Afrodita fue el primero en adentrarse en el cuarto, su intención era clara, comprobar el estado de su compañero, aquello podía ser muy serio.

 

-No te acerques. -masculló Milo casi sin voz, dejando escapar un gemido al terminar la frase. -No te acerques a mi. ¡Largo! -ordenó con voz autoritaria.

 

Afrodita se detuvo unos segundos, sin estar seguro de su próxima acción, pero volvió a dar un paso adelante, deteniéndose al escuchar un gemido que casi parecía un grito ahogado.

 

-Para.-murmuró Milo. -Por favor, para. -su voz se quebró, las lagrimas empaparon la venda y se inclinó, encogiendo aún más su cuerpo tembloroso, sus manos se aferraban al asiento hasta que sus nudillos se pusieron blancos. -Para ya... por favor...-suplicaba al aire.

 

-Milo ¿qué pasa? -Aldebarán no pudo mantenerse callado, indeciso sobre acercarse o respetar las ordenes del dueño de la octava casa.

 

-¡Que os marchéis! -miró hacía la puerta sin ver realmente, no mientras la venda cubriese sus ojos, pero les dejó bien claro con ese gesto que era a ellos a quienes quería echar de su casa. -¡Fuera de aquí, idiotas!

 

Lo que sucedió después fue confuso, rápido y extraño. Milo empezó a gemir de forma escandalosa, soltando al fin el asiento para agarrase la cabeza y tirar de sus propios cabellos, arqueando la espalda, tras él una figura encapuchada apareció al tiempo que el griego cambió su actitud, era alta, medía casi tres metros y sus ojos brillaban en rojo bajo la capucha, se abalanzó sobre los intrusos pasando por encima de Milo sin tocarle y los gritos de los no invitados se unieron a las quejas del escorpión. Cuatro personas abandonaron la octava casas corriendo despavoridos, olvidando por unos instantes que ellos eran caballeros de Atenea y que no había mal al que no pudiesen derrotar.

 

Las risas de un niño llenaron la habitación mientras el único que no había huido sonreía satisfecho.

 

-Gracias Kiki. Coge unas golosinas y vete de aquí.

 

-Siempre a su disposición, maestro. -se despidió el pequeño aún flotando a tres metros del suelo, dejando caer la túnica y las dos lucecitas rojas al suelo.

 

Mu observó a Milo sin poder borrar la sonrisa de sus labios, la respiración del griego era pesada y su cuerpo parecía haberse quedado relajado. Inclinándose un poco limpió las lagrimas que la tela no pudo absorber.

 

-Cuando se den cuenta de que no estoy entenderán lo que ha pasado, así que tendremos que irnos de aquí. Levanta.

 

Agarró a Milo de un brazo para ayudarle a incorporarse, Escorpio notaba que las rodillas no le sostendrían así que se agarró a la ropa de Mu en un intento de mantenerse en pie. Ambos desaparecieron de allí en un instante.

 

 

 

 

 

Un muro de ladrillos interrumpió la carrera de los cuatro caballeros. Se detuvieron para evitar estamparse, aunque alguno no tuvo tantos reflejos y dio de lleno en la ilusión de Geminis, cayendo al suelo sin gracia alguna al atravesar el falso muro. Afrodita refunfuñó sentándose y sobándose la nariz que no se había roto de milagro. Saga preguntó, en su rostro una expresión entre divertida y sorprendida.

 

-Milo... estaba sufriendo... se quejaba... pero no se levantaba.... y luego esa cosa... nos perseguía... -Aioria intentaba explicar, su respiración acelerada tras la carrera y las manos en las rodillas intentando normalizar su ritmo cardíaco.

 

-¿Y Mu? -preguntó Saga contando a los llegados.

 

Se miraron entre ellos buscando al nombrado.

 

-Habrá desaparecido con su transportación rápida. -dijo Deathmask restandole importancia, pero al mencionarlo todos entendieron al instante quién era el que apareció tan repentinamente. -Será cabrón. Mu y Kiki le estaban ayudando. -enojado volvió a subir las escaleras, dispuesto a darle una paliza a Milo.

 

Para su desgracia no encontraron ni a Milo ni a Mu en ninguna de las doce casas, toda la noche desperdiciada buscando para acabar al amanecer frustrados y enojados al haber sido victimas, un año más, de las bromas del escorpión.

 

 

 

 

 

No muy lejos de allí, mientras los cuatro histéricos todavía corrían escaleras abajo, Mu llegó a su destino cargando con un confuso Milo. Le dejó de pie, para alejarse apenas un par de pasos.

 

-¿Qué has aprendido hoy Milo? -preguntó Mu con sorna.

 

-Que no se apuesta contra Mu. Eres un cabrón. ¿Puedo quitarme ya esto?

 

-Pero si la noche acaba de empezar. Quítate la ropa, cuando estés desnudo podrás quitarte la venda.

 

-¿Y lo otro?

 

-Todavía no.

 

Milo dudó un momento, no tenía ni idea de donde se encontraba pero si Mu estaba tan tranquilo sería un lugar seguro, lejos de sus compañeros. Empezó a desnudarse, dejando caer la ropa al suelo pues no sabía que hacer con ella, podía notar la mirada de Aries sobre él y en silencio rezaba para que se estuviese quietecito. Su miembro dolía horrores, atrapado en un anillo que le impedía eyacular, el roce de la tela de sus pantalones le hizo dar un respingo. Cuando la última prenda cayó al suelo pudo al fin quitarse la venda y el color abandonó su rostro al reconocer el lugar, miró a Mu espantado.

 

-¿Estás loco? -susurró aterrorizado. -¿Qué pasa si nos pillan aquí?

 

-No vendrá nadie. Mi maestro está de viaje y volverá en dos días y Atenea está en Alemania por trabajo. -Mu estaba tranquilo, sonreía con malicia devorándole con la mirada, abandonó la cómoda cama del Patriarca para acercarse a su premio, para besar los carnosos labios de Milo con ansias, no recibió una respuesta pero tampoco le importaba, tardaría poco en salir de su estado de shock para dejarse llevar. -¿No quieres que te ayude? -preguntó rozando con sus dedos la punta enrojecida del miembro.

 

-Estás loco. -afirmó aún reacio a las ideas de Mu, pero el temblor en su cuerpo era claro indicio de lo sensible que estaba.

 

Ampliando su sonrisa Mu se dejó caer de rodillas al suelo, soplando sobre la erección antes de sacar la lengua para apenas rozar una de las marcadas venas, miró hacía arriba, buscando los ojos de Escorpio antes de continuar, y le encontró embobado. A Milo le fascinaban los labios del carnero, finos, sonrosados y dulces, le provocaba un morbo incontrolable ver su miembro desaparecer entre esos labios y no pudo negarse cuando le vio de rodillas frente a él. Estaba sensible, demasiado para lo caliente que era su boca, sin poder resistirse echó la cabeza hacía atrás, dejando escapar un gruñido de placer, notaba las delicadas manos de Mu deshaciéndose del anillo, sabía que duraría muy poco cuando lo quitase y así fue, apenas pudo disfrutar de esa boca un par de veces antes de eyacular sin previo aviso. Mu no protestó por aquello, saboreó cada gota con gula, hasta se relamió los labios.

 

Pero no acabarían tan pronto. Sacando de entre los pliegues de su ropa un interruptor activó de nuevo el vibrador que Milo todavía llevaba dentro, haciéndole gemir de nuevo. Se había divertido mucho activandolo a la distancia pero quería jugar ahora que estaba cerca. Subió el volumen del aparato al tiempo que se incorporaba, agarrando a un tambaleante griego que apenas podía sostenerse sobre sus pies. Le guió hasta la cama, donde le dejó tumbarse solo para poder sentarse sobre él. Lamió el cuello expuesto de Milo, estaba salado por el sudor, era tan excitante tener a Escorpio a su merced, y más aún en esa cama. Una mano en su nuca le obligó a acercarse a la boca del griego, el beso entre jadeos y los tirones en su camiseta le hicieron sonreír. Por lo visto no era él solo quién se impacientaba.

 

-Llevas demasiada ropa. -protestó Milo retorciéndose cuando Mu volvió a presionar el interruptor. -Apaga ya eso. -pidió arqueándose sobre la cama.

 

Mu se quitó la ropa con prisas para acabar en igualdad de condiciones, estaba demasiado excitado para soportar muchos preliminares pero aún así permitió que Milo cambiase de posición, no era la primera vez que hacían eso y al griego le encantaba preparar al carnero, así que con una paciencia que no tenía Mu le dejó hacer, notando esa lengua humedecer su interior, arrancándole jadeos y gemidos de desesperación, pero Milo se estaba tomando su tiempo, introducía los dedos con calma, en un ritmo que estaba enloqueciendo a Aries, como venganza activo al máximo el vibrador, notando como los dedos del griego se crispaban en su interior. Una mirada de advertencia y una sonrisa inocente fue el intercambio que hubo entre ellos antes de que accediesen a una tregua. Mu bajó varios grados las vibraciones y Milo le abrió las piernas dispuesto a penetrarlo.

 

El grave gemido de satisfacción de Mu rebotó en el silencio de la noche asustando al griego. Temeroso de que alguien le escuchase Milo tapó la boca de su compañero antes de empezar a moverse, Mu no puso objeciones, enroscó las piernas en la cintura de su amante instándole a acelerar el ritmo. Poco importaba en ese momento que fuese la habitación del Patriarca, que los aposentos de la diosa estuviesen a escasos metros de allí o que varios caballeros de oro buscasen venganza, en ese mismo instante solo estaban ellos dos, jadeando, gimiendo, moviéndose juntos en una danza ya practicada, satisfaciendo sus más bajos instintos, acallando gritos de placer en la boca ajena, mordiendo la piel a su alcance en plena desesperación, sintiéndose morir al alcanzar el orgasmo.

 

Milo se dejó caer agotado sobre la cama que siempre consideró prohibida. Se quitó el dichoso aparato, notando cierto malestar en esa zona por la constante estimulación y no pudo hacer comentarios ofensivos contra la idea de Mu, la había disfrutado más de lo que nunca admitiría. A su lado un alegre carnero era incapaz de borrar la sonrisa de sus labios, los cuales estaban enrojecidos de tantos besos, hinchados de los mordiscos que no había podido controlar, sus mejillas coloradas le daban un aspecto inocente y dulce que despertaba la lujuria del escorpión.

 

-¿A dónde vas? -preguntó Mu al ver a Milo abandonar el lecho.

 

El griego no fue demasiado lejos, en el montón de ropa que había en el centro de la estancia estaba la venda que antes había cubierto sus ojos, con ella en las manos se acercó a Mu y le cubrió la boca.

 

-No eres capaz de controlar tu propia voz, eso me encanta, pero no hoy.-respondió a la silenciosa pregunta de Mu. -Haz que merezca la pena perder una apuesta contra ti. -susurró lascivo contra los labios amordazados que tanto le gustaban.

 

Cambiaron de posiciones nuevamente, dejando a Mu sentado sobre el regazo de Milo, en esa posición el guardián de la primera casa le dedicó una mirada muy significativa a su amante antes de mover sus caderas de forma sugerente. Esa iba a ser una noche muy larga, aunque la explicación de cómo se había roto la cama del Patriarca resultaría mucho más larga y embarazosa.

 

Notas finales:

Escrito, revisado y publicado el mismo día, no sean muy duros con las criticas porfi XD

Nos leemos!!


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