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K O M O R E B I por Valeria Penhallow

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Notas del fanfic:

Bienvenidos a «KOMOREBI». Este es uno de los fics que he elucubrado a raíz de «DATSUZOKU project», un proyecto mío que se basa en la creación de tramas que giren en torno a palabras de cualquier idioma que no tengan traducción a otro idioma.

«Datsuzoku» es una de esas palabras. Procedente del japonés, significa salirse de la rutina y hacer algo distinto; algo que nos obligue a salir de nuestra zona de confort, y eso es lo que trataré de hacer con estos dos proyectos de fanfic.

DATSUZOKU Project cuenta únicamente con dos fics por el momento: «KOMOREBI» y «FERNWEH», que aún está por escribir. Sin embargo, es un proyecto que personalmente me resulta interesante, así que quizás podrían ir añadiéndose más fics a la lista; de ah´´i el “por el momento”.

Cabe decir que la puesta en marcha de este proyecto no supone en modo alguno el cese de mis otros fics, como “Speak politely to an enraged dragon” o “KakaIru Drabbles”.

¡Espero que os guste!

 

*** En este fic, Kakashi e Iruka tienen edades distintas a las del anime o manga. Esto significa que en este primer cap, por ejemplo, Kakashi cuenta con 25 años e Iruka con 16.

Komorebi. Es una de esas palabras imposibles de traducir a otros idiomas. Significa «los rayos de sol que se filtran a través de los árboles». Y os preguntaréis: ¿qué tiene de especial esta palabra? Nada para vosotros, en efecto; todo para mí, sin embargo.

 

4 AÑOS ANTES...

―Kakashi, voy a destituirte del ANBU― dijo el viejo Hokage, exhalando el humo del tabaco que tan apaciblemente fumaba en pipa. Como siempre, el semblante de aquél sabio era inescrutable, serio, calmado; simplemente imperturbable. Kakashi se quedó donde estaba, con los pies clavados en el suelo, pero su cabeza parecía haber estallado y estar sobrevolando el cielo como una cometa.

―¿Por qué?― preguntó el ninja. Era la primera vez en sus 25 años que cuestionaba una orden. El Hokage sonrió imperceptiblemente, aunque la tristeza que se posó en su mirada era tan notoria como asfixiante. Kakashi tembló; su cuerpo no, porque era el de un soldado, el de un ninja, el de un guerrero entrenado para acatar cualquier orden sin siquiera cuestionarla, sin importar la crueldad de la misma. Lo que tembló fue su alma, que hacía tiempo que se estaba marchitando; su espíritu cada vez más corrompido con constantes pensamientos de sangre, tierra mojada y oscuridad, mucha oscuridad. Lo supo. Kakashi supo entonces porqué el viejo Hokage lo quería fuera del ANBU en cuanto antes. Sarutobi Hiruzen se había dado cuenta de que de Hatake Kakashi empezaba a quedar poco más que una mísera cáscara vacía.

―Porque en ANBU están aquellos que deben protegernos, Kakashi. A todos, a costa de todo y como sea. Ese es el legado que nos dejaron los que estuvieron antes que yo... Un legado triste y decepcionante, si se me permite... Y no quiero participar de él... ―dijo el anciano. El silencio se instauró por completo en la habitación en la que solo ellos dos permanecían. El viejo se levantó de su escritorio, y con pasos sosegados caminó hasta Kakashi. ―Aún no sé cómo voy a conseguir cambiar las cosas, muchacho... Pero sí sé que es lo que no quiero ver en mi guardia, lo que no estoy dispuesto a permitir... Y eso es ver a uno de los mejores efectivos de esta villa convertirse en un demente o tratar de suicidarse.

Kakashi se sobresaltó. ¿Cómo era posible que aquél anciano hubiera sido capaz de ver a través? Hiruzen sonrió apaciblemente, como si lo que tuviera delante fuera un niño incrédulo, en lugar de un asesino de élite.

―Soy viejo, Kakashi. He viso lo que el ANBU puede causar. Se os obliga a cometer verdaderas atrocidades, en ocasiones. Se os obliga a derramar sangre a veces inocente por fines que en la mayoría de los casos ni siquiera se os explican. Se os exige un nivel de sacrificio que solo se puede alcanzar mediante la fe... Vuestra fe en que, sea lo que sea lo que tengáis que hacer y cómo lo consigáis, siempre será por el bien común... Pero la fe se quiebra. Y es entonces cuando se os debe obligar a parar. Porque vosotros creéis que no importa lo que os pase, mientras la villa esté bien y que, aunque vuestros espíritus se rompan, debéis continuar. Pero eso no es cierto. El ANBU es nuestro escudo más pequeño, pero también el más poderoso, el más resistente, el más leal, el más necesario; no puedo permitir, por tanto, que se corrompa... Cuando vuestra fe empieza a tambalearse es necesario que volváis a la villa, a formar parte de sus filas, a las raíces. Es esencial que volváis a los inicios; que recordéis lo que es ser humano.

»Está bien saber suprimir los sentimientos durante una misión, Kakashi; al fin y al cabo, eso es lo que la mayoría de las veces nos mantiene alerta, con vida... Pero una vez la misión ha terminado, es necesario saber cómo volver... Se os da una máscara por dos razones: la más simple de ellas es para que os mantengáis en el anonimato... La segunda es un tanto más intrínseca... La máscara es un símbolo, Kakashi. Sirve para que, en cuanto os la quitéis, dejéis de ver el mundo a través de la frialdad de un asesino; para obligaros a sentir la brisa en el rostro y el calor del sol... Para que seáis capaces de dejar atrás vuestros demonios, porque ellos solo pertenecen al mundo por el que camináis cuando portáis las máscaras... Es una de esas cosas demasiado complicadas de hacer, por eso no todo el mundo logra ser ANBU, por eso sois tan pocos. No se trata tanto de vuestras habilidades, que deben ser como poco increíbles. Se trata de que seáis capaces de cometer monstruosidades por el bien de la villa sin llegar a convertiros vosotros mismos en monstruos. A ANBU no llegan los más fuertes; sino los más cuerdos de entre los fuertes.

»Y Kakashi, temo que estés perdiendo tu cordura... Me aterroriza pensar que el que posiblemente sea mi ninja más leal esté a punto de perder la cabeza por órdenes que provienen ni más ni menos que de mí y del Consejo... Por eso, desde hoy, quedas destituido del ANBU. Entrega tu máscara y tu uniforme. De hoy en adelante, empezarás el KOMOREBI.

Una parte de Kakashi quiso gritar, romper cosas, zarandear al anciano que había ante él, el mismo que había osado quitarle el derecho de proteger a su villa. La otra, sin embargo, lloraba. No sabía por qué, si los monstruos aún seguían allí, susurrándole al oído, intentando atrapar su mano para guiarlo hacia el recoveco más oscuro y solitario. Pero era como si, por primera vez en mucho tiempo, una pequeña luz se abriera paso entre los nubarrones. Quizás no pudiera acallar esas voces hostiles que le hablaban de violaciones, asesinato y suicidio en sueños, de dañar a aquellos a los que debía proteger y que se atrevían a vivir su vida tranquila y apaciblemente como si a costa de ello no hubieran otros que debieran pagar el precio. Pero quizás, solo quizás, pudiera llegar a dejar de escucharlas, a ignorarlas.

No estaba seguro de que le fuera a resultar fácil volver a comportarse como un ser humano funcional, pero quizás un descanso le iría bien.

El KOMOREBI, pensó Kakashi, era un plan que se había ideado para ayudar a los ANBU que habían sido destituidos por problemas psicológicos, para facilitar su reintegración en la sociedad. Para ello se les ofrecía inmediatamente una serie de misiones de rango bajo―medio, para que volvieran a familiarizarse con la villa y sus habitantes. Tras unas semanas, y si progresaban adecuadamente, se les empezaban a dar misiones de rango medio―alto, para que empezaran a socializar más con chunnin y jounin, quizás recuperar amistades rotas por el ANBU o simplemente volver a entrar en contacto con la parte más humana de los asesinos que protegían Konoha.

―Deja de pensar en la palabra «asesino», Kakashi... ―ordenó el Hokage. Kakashi pegó un respingo. El anciano suspiró, cansado.― Los ninja so sois asesinos; sois soldados... es distinto...

La mirada de Kakashi se endureció. No quería escuchar falsedades. Hiruzen miró atentamente, con los ojos fijos en los de su soldado.

―No son lo mismo; vosotros no matáis por placer... Así que nunca te rebajes al nivel de un mero asesino...

Kakashi pudo sentir el peso de las palabras asentarse sobre su conciencia, y de pronto, de todas las voces que gritaban sandeces en su cabeza, una quedó ensordecida. El silencio se instauró de nuevo en la estancia, pero esta vez ya no era uno pesado, cargado de tensión; este era más suave, respetuoso, agradecido.

Sin saber qué hacer ni qué decir, Kakashi hizo una pequeña reverencia para despedirse. Se dio la vuelta y avanzó hacia la puerta. Al Hokage no se le entra ni se le sale por la ventana, logró recordar las palabra de Tenzo a tiempo. Pero cuando estaba a punto de tocar el pomo de la puerta, la voz del anciano le paró.

―¿Sabes quién elaboró el plan KOMOREBI, Kakashi?... Fue Minato. ¿Sabes por qué?... Por ti... Bueno, por ninjas como tú, en realidad... Niños de inteligencia y habilidades asombrosas que, por el bien común, son privados de infancia y convertidos desde jóvenes en armas... Personas que tarde o temprano terminan en ANBU y que podrían terminar enloqueciendo pese a su buen corazón... Minato sabía que llegarías hasta aquí, hasta hoy. Porque solo hay un tipo de ANBU que no enloquece; y ese es el que muere antes. Tú eres demasiado bueno en tu trabajo, Kakashi; Minato sabía que sobrevivirías hasta enloquecer, y de sus tres amados estudiantes, no iba a permitir que el único que le quedaba terminara enloqueciendo, perseguido como un perro, asesinado y enterrado en una tumba sin nombre...

 

__________

 

 

Kakashi llevaba un año ya viviendo como un ninja cualquiera. Tras pasar las dos primeras fases del plan KOMOREBI, ahora quedaba saber si la junta le encontraba lo suficientemente saludable en términos mentales como para pasar a la tercera fase: hacerse cargo de un equipo de genin. La tercera fase, que también era la última, pretendía terminar de integrar en la sociedad por completo al jounin en cuestión, ya que el hecho de hacerse cargo de un grupo de jóvenes ninja se suponía que marcaba la herencia que cada jonin dejaba tras de sí.

Kakashi bufó con resignación por la pastelada que se le acababa de venir a la mente y, sin embargo, no pudo evitar sonreír... Claro, solo a un cursi como el Cuarto se le ocurriría pensar en los niños de la villa como "los rayos de sol que se filtran a través de los árboles"... «Komorebi», como no...

Esa misma tarde, Kakashi recibió la vieja lechuza que entregaba los mensajes más personales del Hokage. El Hokage lo hacía llamar a su despacho para saber el veredicto de la junta. En caso afirmativo, Kakashi estaría haciéndose cargo de tres mocosos, seguramente quejicas y molestos.

Y así fue. Kakashi llegó a la oficina del Hokage, la junta le dijo lo que él sintió como una palmadita en la espalda y después le dieron el informe con información sobre los miembros de su recién estrenado equipo genin. Kakashi hubiera enloquecido, ahora sí, si no fuese por el comodín que le dio el Hokage: como todo capitán jonin, Kakashi podía llevar a cabo una prueba a través de la cual aceptar el equipo o devolverlo a la Academia ninja. Como equipo, los tres chicos eran catastróficos. Con una prueba tan simple como el examen de los cascabeles, el mismo que empleó Minato con él, Obito y Rin, Kakashi averiguó la poca empatía, respeto y solidaridad que los integrantes de su equipo sentían los unos por los otros. No durarían vivos demasiado tiempo. Por supuesto, los descalificó. El Hokage suspiró con pesadez al enterarse de la noticia, aunque ya lo había previsto. Si la junta pensaba que Kakashi aceptaría a cualquiera por deferencia al hombre que prácticamente le había sacado de toda la mierda del ANBU, estaban muy equivocados.

El anciano, pese a todo, sintió un ramalazo de orgullo por Kakashi. Realmente estaba avanzando; otros casos habían aceptado un equipo cualquiera con todas las carencias del universo, con tal de avanzar por la fuerza, con tal de autoconvencerse de que estaban mejor, o simplemente porque, en el fondo, les daba igual, y el resultado había sido demoledor. Que Kakashi fuera consciente de su situación y de la importancia de su rol, que estuviera dispuesto a ser exigente con aquellos a su cargo, demostraba una madurez de la que no dispondría si no estuviera avanzando de verdad.

Sin embargo, después de seis meses y cinco equipos fallidos, el Hokage empezó a desesperar. Justo cuando estaba a punto de partir su pipa favorita con solo la severidad de su mirada, uno de los maestros de la Academia ninja apareció por la puerta acompañado de dos jounin. Por sus caras no podía ser nada bueno.

―Y ahora: ¿qué?― preguntó Sarutobi, sintiendo sus sienes empezando a doler.

―Umino...― gruñó el chunnin. El silencio reinó en la habitación. Tras unos segundos, Sarutobi empezó a reír como un loco. Alto y fuerte, encanándose incluso. Los tres ninja que había frente a su escritorio, con un aspecto totalmente desaliñado y con un humor de perros, con sus chalecos destrozados, varias magulladuras por todo el cuerpo y el pelo chamuscado, no entendieron nada.

 

__________

 

―¿Umino Iruka?

―Sí.

―El conocido como «niño problema».

―Ajá.

―...

―¿No te gusta?

Kakashi miró por encima del informe del informe al anciano Hokage con una cara que avisaba que aquello no le hacía ninguna gracia.

―No estoy buscando esposa, si eso es lo que pregunta...

Kakashi sabía que estaba siendo impertinente, pero Sarutobi sabía que él mismo estaba siendo muy toca―pelotas, así que lo dejó pasar.

―Vamos, Kakashi. El chico tiene problemas, pero no es estúpido...

Y eso Kakashi lo sabía. No podía ser demasiado estúpido un chaval que le había sabido tomar el pelo a la mitad de la plantilla jounin y a toda la plantilla de chunnin alguna vez. Pese al hecho de seguir siendo un genin a los 16 parecía decir todo lo contrario, Kakashi nunca olvidaría la imagen de Gai sin cejas. Fue la primera vez que Kakashi lo vio fruncir el cejo... o bueno, lo habría visto, si hubiera tenido cejas.

El chico parecía tener un don con las trampas y, por lo que decían varias advertencias apuntadas en los márgenes de su grueso expediente, también podría tener alguna habilidad con los sellos y las barreras. Además, que ninjas adultos y de cierto nivel tardaran en dar con él o simplemente atraparlo, denotaba velocidad y agilidad, así como mucha inteligencia. Mmm...

―Empieza a gustarte...

Kakashi ni se dignó a contestar. Comenzaba a conocer a ese viejo de una forma un tanto más personal, y detrás de esa fachada de sabio conciliador había un verdadero hijo de puta cabroncete. Contestarle solo le daría diversión. Así que se esfumó en el aire con un sonoro «puf», aunque no sin ver antes la sonrisa felina que surcaba las facciones del Hokage. Maldito viejo.

―Señor... esto puede terminar muy mal...

―Cállate, Ebisu...

Y como si hubiera dicho "plas, Tobi, plas", el ninja cerró el pico. Quién le hubiera dicho a Ebisu que el hijoputismo se heredaba y que Konohamaru no era tan mortificante por nada. ¿Cómo no? Si tenía el diablo por abuelo. Antes de conocer ese lado del Hokage, Ebisu no había entendido por qué Asuma no se atrevía a presentar a Kurenai a su padre. Ahora, sí. Desde luego, él no tendría el valor de presentarle a sus parejas, de ser su hijo. Aunque, conociendo a Kurenai, fijo que el anciano y ella terminaban incluso haciendo buenas migas. Ebisu temía lo peor. Pobre Asuma.

 

__________

 

 

Por los gritos y el sonido de micro―explosiones, Kakashi adivinó que no podía andar muy lejos de Iruka―desastres―Umino. Había escuchado rumores ya cuando estaba en el ANBU, lo que decía mucho sobre sus "hazañas", ya que los miembros de ANBU solían estar demasiado enfrascados en su propio mundo como para hacerse eco de lo que pasaba fuera de él. Umino había sido una de esas pequeñas excepciones que se había colado a modo de chiste por sus jugarretas contra algunos ninjas. Iruka Umino parecía ser uno de esos chicos que perdieron a sus padres en la guerra y que quedaron al cargo del Estado. Por lo que había leído en su expediente, en la Academia ninja todo eran quejas sobre su comportamiento, sus payasadas y sus bajas notas. Una joyita, en definitiva. Kakashi sabía que el viejo Hokage le había querido castigar por ser un tardón y un pesado, pero no podía evitar que cierto ramalazo de adrenalina le recorriera el cuerpo. El chico parecía un misterio, y a él le encantaban los misterios.

Se posó de un salto sobre uno de los tejados más cercanos al centro de la ciudad y, al cabo de unos segundos, pudo ver dos ninjas persiguiendo a un adolescente que, raudo, surcaba el cielo como si en lugar de saltar, volara. Ah, el famoso Iruka. Definitivamente sí que era rápido. No tardó mucho en perderlos de vista, así que decidió seguirlos. El chico se las apañaba bastante bien; originalidad con las trampas y los bomb―tags no le faltaba, por lo menos. Parecía rápido pensando y aunque era un poco torpe con algunas cosas, Kakashi podía ver potencial. Por qué en la Academia había tantas quejas sobre él, Kakashi se lo podía imaginar. Al fin y al cabo, si podía tomarle el pelo a dos jounin como Genma y Raidou, qué no sería capaz de hacerles a los chunnin de escuela. Pero en lo referente a las malas notas, Kakashi no lograba entenderlo. El chico podía tener una técnica un tanto burda, pero no era nada que no supiera suplir con inteligentes artimañas. Además, en apenas 30 minutos había logrado activar cuatro trampas y dos sellos que les dieron algún que otro problema a los dos jounin que le perseguían. Sin duda, un misterio.

―¡Maldito mocoso, cuando lo pille...!― exclamó Genma. Al principio le había hecho gracia el valor del adolescente, pero después de una hora, la risa había dejado paso a la irritación. ¡Era difícil de atrapar, la pequeña sabandija!

―Cuando lo pilles, andaremos todos con bastón, a este paso...― dijo Kakashi, dejándose ver por primera vez. Los otros dos jounin se sobresaltaron un poco ante su intromisión.

―¿Y tú qué haces aquí?― preguntó un muy malhumorado Genma.

―El anciano me envía... Al parecer, me deja a cargo de Desastres Umino.

Genma y Raidou se miraron entre ellos y, de pronto, sonrieron ferozmente. Si había alguien que quizás pudiera tocarle las narices al maldito Hatake y bajarle de su alto pedestal si quiera un peldaño, ese era Iruka.

―Todo tuyo, entonces...― dijo Genma antes de desaparecer.

―Buena suerte, Hatake, te hará falta...― le advirtió Raidou, que también se esfumó.

Kakashi se quedó allí unos segundos, en silencio y sin moverse. Entonces estiró la mano y tomó un hilo transparente que solo podía verse si le daba el sol y reflejaba. Sacó de su chaleco un tag explosivo de poca potencia y lo pegó a un kunai, que ató al extremo del hilo. A continuación, lanzó con precisión el kunai. No tardó demasiado en escuchar gritos y maldiciones segundo antes de la pequeña explosión.

Unos sonidos de golpes y varios traqueteos entre las ramas que había sobre él, y una figura cayó de culo a sus pies.

―¡¿Pero tú estás loco!? ¡Podrías haberme matado!

―Ah, ¿y tú qué les lanzabas a Genma y Raidou: flores? Porque la últia vez que miré, las flores no hacían "boom".

El crío se le quedó mirando fijamente, como si tratara con un majadero. Kakashi lo miró sin pestañear y con rostro impasible. Los segundos de silencio se convirtieron en minutos. Iruka, sin levantarse de suelo, volvió a mirarlo de arriba abajo.

―Bueno, ¿qué quiere el gran Hatake Kakashi de mí?

―Oh, sabes quién soy...

―Hombre, no tengo por costumbre vivir en cuevas perdidas de la mano de Dios... ―Kakashi se lo quedó mirando de nuevo. Sin pestañear. Dios, lo estaba poniendo de los nervios. – Y dicen que eres un genio... En serio, ¿quién no te conocería? Puedo no ser la oveja más lista del rebaño, pero tengo ojos y oídos, ¿sabes?

Vale, estaba claro que además de dar problemas, el chaval tenía por costumbre tocar las pelotas... Kakashi, por un momento, tuvo la leve impresión de que Iruka tenía cierto parecido con el Hokage...

―Es cierto... No pareces la oveja más lista del rebaño...― espetó el albino. Iruka quiso patearle en la entrepierna. Suspiró internamente. De qué iba todo aquello, no tenía ni idea, pero desde luego, a este paso no iban a llegar a ningún lado. Dando su brazo a torcer, Iruka decidió dejar de intentar buscarle las cosquillas al Ninja copia. Se levantó del suelo y, tras sacudirse un poco el polvo, encaró la situación desde otro ángulo.

―No, pero tú no eres la más explicativa, tampoco... ¿Y bien, vas a decirme qué quieres de mí?

Desde luego, pensó Kakashi, el niño tenía nervio y era descarado, pero también era lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de un callejón sin salida.

―El anciano Hokage quiere que sea tu maestro...

―¿Tú?― Kakashi asintió.― ¿De mí?― preguntó enarcando cada vez más las cejas. Kakashi volvió a asentir.― Mmm, así que finalmente el viejo se ha dado a la bebida... O eso, o no es precisamente tabaco lo que tanto fuma en esa pipa...

Oh, Dios, Kakashi agradeció tener una máscara en ese momento. Definitivamente, el crío tenía una lengua afilada... Y a veces muy divertida. Se aclaró la garganta.

―Mira, seré sincero: esto me hace tanta gracia como a ti, que viene siendo poca y ninguna, pero resulta que alguien tiene que hacer de ti un verdadero ninja de una maldita vez y, al parecer, tu culo empieza a ser demasiado grande para caber en los pupitres de la Academia ninja, así que soy tu gran oportunidad antes de que te den por fallido y te dejen caer en la Academia civil...

Iruka sintió que perdía el color. Así que era cierto... Su peor pesadilla al fin se había cumplido. Apretó los puños y su cara se cruzó de surcos de preocupación y sombras.

―Pues que lo hagan...― dijo en un susurro y con voz extraña, casi como si estuviera reteniendo las lágrimas.

¿Pero qué...? Kakashi sentía como si se hubiera saltado algún capítulo de la novela. Aquella no era una actitud propia de alguien tan problemático y tozudo como Iruka Umino, según las historias que se contaban.

―¿Ya está? ¿Eso es todo? ¿No vas a luchar?― preguntó incrédulo el albino.

―Sí, ya está... Dile al Hokage que siento mucho que todo el mundo haya tenido que perder tanto tiempo conmigo...― dijo Iruka con claro tono sarcástico en la voz, que sonaba rota y con furia contenida.

El chico se dio la vuelta y salió corriendo. Dejando allí plantado a un Kakashi muy confundido. ¿Qué diablos acababa de pasar?

 

 

CONTINUARÁ...

 

Notas finales:

Me gustaría pedir perdón por la enorme  ausencia que os he hecho padecer, no solo en cuanto a actualizaciones o creaciones, sino también en cuanto a responder vuestros preciosos reviews. 

Hasta hace poco estuve cursando mi último año de carrera, y apenas me daba tiempo de escribir. Cuando recibía vuestros comentarios me alegrabais el día, de verdad, porque me instais a mejorar y a seguir esforzándome. Así que pido disculpas por haber desatendido tanto a mis queridos lectores. De hoy en más,  aunque ya nadie lea las respuestas porque sea demasiado tarde, me dedicaré a responder todos esos reviews que entonces no me dio tiempo de responder pese a ser tan importantes para mí. 

 

     


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