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Falso Héroe por Levyn

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Notas del fanfic:

~Hola :D quiero aclarar que es probable que la historia sea muy lenta en el sentido de que no habra sentimentalismos entre los personajes en los primeros capítulos, primero porque son muy jóvenes al inicio y No es un fanfic shota y segundo porque personalmente me cagan las historias que van muy rápido en el aspecto romántico.

Esta historia también la he publicado en Wattpad con el usuario RustyKnife.

 

La manera en que nos conocimos no podía haber resultado más singular. No creo en la idiotez del destino, pero si alguna vez lo dudé, fue precisamente el único día.

  Era una tarde de otoño. Llevaba un gorro de lana, un abrigo grueso rojo y mi mochila donde guardaba los cuadernos. La mochila no era necesariamente para los cuadernos, porque podía llevarlos en brazos; era para la comida que pensaba merendarme durante toda la tarde mientras estudiaba. En el camino había comprando lo que me apetecía, en especial cualquier cosa que llevara chocolate.

  Dos horas antes me había fugado del orfanato. Roger, el director del orfanato ya ni se tomaba la molestia de mandar refuerzos para buscarme cada vez que huía, en su lugar cuando llegaba a la Casa lo único que hacía era preguntarme dónde había estado y me mandaba a dormir como si nada. El viejo no era estúpido por lo que si trataba de tenderle trampas al responder no me servía de nada, conocía los alrededores mejor que yo por lo que siempre le decía la verdad. De una forma u otra, nunca iba tan lejos, a lo mucho me alejaba dos kilómetros de la redonda del orfanato.

 

  Luego de alejarme lo suficiente llegué a un parque muy extenso, nunca había estado en él. Estaba casi vacío, se veían pocas personas a lo lejos. Inspeccioné dónde podría estar el espacio más cómodo y acabe cerca de unas bancas un poco desgastadas a lado de un pequeño lago. Del bolsillo de mi pantalón saqué una barra de chocolate y le di unos cuantos mordiscos. Dejé la mochila sobre la banca y antes de sacar mis apuntes probé a imaginar que no había quién me molestara y me fui a dar una vuelta rodeando el lago. Volvería cuándo se me terminara la barra ya que guardaba un par de reservas más. A esa edad no me quería considerar un maniático del chocolate, pero era consciente de que era lo que más amaba en el universo. Por eso en la Casa nunca más volvieron a llevar pasteles cubiertos de chocolate en días festivos, se terminaban muy rápido y mi adicción me delataba.  También por los restos que me quedaban en la manga de la camisa cuando me limpiaba el chocolate de la boca. Me era imposible mentir respecto a ello.

El chocolate se me había terminado, arrugué el envoltorio y lo eché a un envase de basura cercano. Me di la vuelta y creí ver algo moverse en el lugar dónde había abandonado mi mochila. Inmediatamente eché a andar, pero no corrí, pensé que podría ser un animal, o peor aún, un estúpido ladrón y quería agarrarlo por sorpresa. Decidí que era mejor si me le aparecía por detrás, así que me escondí entre los árboles y continué acercándome.

Cuando estuve bastante cerca como para distinguirlo supe que no se trataba en realidad de un ladrón a pesar de que, se estaba comiendo todo lo que acababa de comprar para mi picnic solitario. Era un chico, y no se veía muy bien, estaba desaliñado, despeinado y muy delgado. No sentí la sangre hirviéndome como cuando usualmente alguien toma mis cosas sin mi autorización. Dejé a un lado mi anterior plan y salí de los arbustos sin vacilar y le pregunté secamente:

–¿Qué crees que haces? Eso es mío.

  Sorprendido, giro su rostro hacía mí al escucharme. Se quedó en silencio con ojos suplicantes ante mi expresión dura. Por la incomodidad empezó a hablar.

–Perdóname... tengo mucha hambre y no vi a nadie aquí...  por eso pensé que talv...

– ¿No se te ocurrió que el dueño volvería?

– De verdad no tenía malas intenciones –. aferró la mochila contra su estómago, como si le fuera a salir una boca de la pansa y así tragarse todo lo que faltaba por devorar.

  Le eché otro vistazo. Estaba sucio y parecía que no había cambiado su vestimenta desde hacía días, quizá semanas. Me generó compasión, pero no permití que se notara y seguí actuando prepotentemente. Me acerqué a la mochila e intente arrebatársela y ni siquiera tuve que utilizar la fuerza, él estaba tan débil que, si hubiera jalado un poco más, le habría arrancado los brazos.

–Dámelo.

–Por favor mírame –espetó con la voz quebrada –No he comido en cuatro días enteros y la última vez que lo hice apenas probé un buñuelo…

  No pensaba dejarlo hambriento y no necesariamente quería ser cruel, aunque lo estaba siendo. Tengo defectos horribles y es que me gusta sobreponerme ante la gente, pero no la gente débil, no soy un cobarde idiota, sino a los que me demuestran que luchan por lo que quieren. En este caso ese chico que usaba la miserable fuerza que le quedaba desde su último ayuno. Quería saber hasta qué punto insistiría.

–Estaba tirado afuera de un restaurante –. Se lamentó.

–¿Estás intentando chantajearme? Estás robando, ¿sabes?

  Soltó la mochila, se llevó las manos a la cara y se puso a llorar en silencio, pero ahora era el turno de sus tripas, que me exigían y reclamaban por algo de piedad.

Espere un minuto, dos minutos… y me puse a pensar cuánto habría sido la probabilidad de encontrarme en esa situación. Di un largo suspiro.

–Estoy siendo un idiota. Escucha –. dejé la mochila sobre sus piernas –Es todo tuyo. Siempre lo fue sólo deseaba ver tu persistencia. Lamento lo que te hice sentir. –dije sin cambiar mi tono de voz.

  Se quitó las manos de la cara, observé que estaba muy indignado y humillado. Me levanté hacia el pequeño lago y mojé un pañuelo que tenía en la bolsa trasera del pantalón y volví hacia el chico. Me arrodillé enfrente suyo y le tomé las manos. No hizo ningún ademán de retirarse o alejarme y le limpié las manos con el pañuelo humedecido.

–Me enferma que la gente no se encargue de sus mocosos. Levantó la mirada, estaba fulminándome, pero sólo me hizo reír secamente.

–¿Ahora me odias?

Ninguna respuesta excepto su estómago seguramente maldiciéndome.

  Tomé la mochila para sacar un gel antibacteriano y se lo apliqué en las manos. me daba la sensación de estar limpiándole las manos a un maniquí. No había hecho ningún movimiento, pero ya no estaba fulminándome con los ojos, ahora estaba confundido y veía instintivamente como le volvía a frotar el trapo. Seguía sin ver indicios de que fuera hablarme. Intenté romper su tensión.

–¿De dónde saliste? Estás tan delgado que si ahora mismo viene una ráfaga te devolverá por donde viniste.

  Era una pregunta retórica, esperaba que siguiera enfadado y apartara las manos para llevarse la mochila corriendo y no volver. Ni siquiera para devolvérmela.

–No tengo idea de donde estoy, hui de ese lugar y mi condición actual no es muy diferente a la que tenía ahí.

–¿Qué se supone que es “ese lugar”? ¿Qué estarán pensando tus padres?

Se encogió de hombros y sonrió por un segundo.

–¿Mis padres? No lo sé. –retiró sus manos bruscamente.

Ahí caí en cuenta.

–¿Un huérfano?... – Ni lo afirmó ni lo negó.

  Me senté en la banca, pero no muy cerca. Se tragó su orgullo y comenzó a saquear la mochila nuevamente y comió lo que le faltaba. Esperé a que terminara. No le tomo mucho tiempo comerse las crepas o la fruta y mientras comía desvíe la mirada. Su forma de comer era grotescamente rápida y empecé a sentirme fatal por negarle el alimento a alguien que prácticamente se estaba muriendo.

–Sólo era un lugar como para suicidarse.

  Me hacía gracia cuando la gente usaba el término suicidarse para referirse a situaciones molestas.

–¿Cómo? ¡Ja! Acabas de decir algo detestable. Qué bueno que ya no me puedes darme otra impresión. Eres sólo un mocoso, seguramente tienes mi edad...

–Los encargados no eran estrictamente gente mala, pero la comida no era suficiente y tenía que compartir dormitorio con otros nueve niños y dormir en una cama dura y muy pequeña. No había mucho espacio para recrearse, el aburrimiento te abruma y lo único que se salva de ese absurdo y tortuoso lugar es la educación. Era relativamente buena y lo único que valía la pena. ¿Te imaginas? ¿que niño dice que estudiar es mucho mejor que jugar?

Probablemente la mayoría en MI orfanato, pensé.

–¿Qué creíste que ganarías huyendo?

  Se detuvo bruscamente y empezó a masticar más lento, pensativo.

–Un hogar –sonrió irónicamente –Pero al parecer cada persona está muy ocupada con sus asuntos, ni te voltean a ver aunque estés tirado cerca de un basurero y si lo hacen y notan que los miras desvían la mirada, como si fuera muy vergonzoso que veas que no tienden ni siquiera un miserable pedazo de pan echado a perder... pero me siento mal pensando esto… yo no sé sus condiciones aunque ellos ven la mía… creo que soy un egoísta por haber querido buscar una vida más gratificante y este es mi castigo –. Me miró y se calló por un momento–, ni siquiera sé porque te digo esto.

   Ya podía hacerme la idea de lo que había estado viviendo.

–No estoy de acuerdo – me crucé de brazos –¿Cuánto tiempo llevas desde que huiste?

–No lo recuerdo. Llevaba la cuenta, pero me sentí agobiado. Mira, no fue mucho tiempo y sé que hay gente que está peor que yo, pero mi situación también me hace sufrir…

  Quise darle un poco de confianza. Roger, los profesores y en general todo el personal del orfanato solían decirme que si no podía ayudarme a mi mismo no podía ayudar a nadie más. Eso porque afirmaban que mi comportamiento era de alguien descuidado en aspectos sociales. En Wammy’s House les hablaba a muchos niños, pero ninguno era en realidad amigo mío y Roger decía que la amistad era la cosa más aclamada -pero a la vez la que más se descuida- en este mundo… y más cursilerías. Pero al pasar el tiempo me lo iba creyendo más y más. Ayudar a ese niño podía demostrar que se equivocaban conmigo. Sí, al inicio todo fue un interés personal. Convencerlo de venir conmigo y darle confianza se traducía en empezar una charlatanería.

–Creo que tienes razón. Te refieres a que no es justo… ¿verdad? Sacrificaste lo que tenías por un poco de libertad y esto es lo que ganas. Así lo ves tú. Pero –me puse de pie –Mires a donde mires, libertad y justicia no existe.

–Gracias. No sirves para alentar.

–No estoy tratando de alentarte, aunque el punto tampoco es que te des por vencido siempre se puede iniciar desde cero.

–¿Cómo se supone que quiera iniciar desde cero viviendo en la calle? Preferiría morirme.

–Te has dado más esperanza de vida al comerte toda mi reserva.

–Morir de hambre es muy lento y tortuoso. Tal vez espere a que me arrolle un tren o le robaré a la persona equivocada, como un maleante para que me atrape y me dispare.

  Me hizo cambiar mi semblante a una expresión de disgusto.

–No toleraré que hables así. No tienes ni idea de lo que dices.

–Relájate rubio. No lo digo en serio. Sinceramente ya no sé que hacer. Olvida lo que dije sobre morirme.

  Otro gran silencio nos envolvió. Yo lo miraba a él y él miraba hacia el suelo. Ni siquiera era consciente de que no sabía su nombre.

  Volví a hacer el mismo proceso del trapo húmedo pero esta vez para limpiarle el rostro. No se quejaba, dejó que hiciera lo que hiciera cuando le aparte el cabello de la frente.

–Gracias. Ahora me siento un poco más fresco.

–Dime ¿crees en las coincidencias, el destino, la suerte, el azar o esas cosas?

  Pude notar que empezaba a preguntarse si yo no tenía nada que hacer y posiblemente eso lo hacía sentirse incómodo. Sin embargo, se prestaba a responderme.

–Para nada, sólo alguien que cree tener suerte, creerá en la suerte.

–Ya veo. Entonces alguien que ha vivido con una situación desfavorable por mucho tiempo no creerá en la suerte...

–No sé, aunque si es estúpido pensará lo contrario. Que tiene mala suerte.

–¿Qué opinas sobre que nos hayamos conocido? ¿Ha sido coincidencia?

  Reparó en mí nuevamente casi con gran signo de interrogación encima de su cabello revuelto.

–...Creo que sólo fue una probabilidad.

–Así como también pudo haber sido probable que no nos conociéramos. Que yo me hubiera llevado mi mochila y te quedaras sin comer. Que te fueras a otro lado y yo por otro. Y nunca nos viésemos.

–...Sí, eso pudo haber pasado. Tú tampoco crees en el destino ni coincidencias entonces.

–No, pero me llama la atención esa cosa… ¿cómo le dicen? ley de la atracción. En la que se supone que puedes atraer literalmente algo que llevas pensando mucho y que sabes que puedes obtener y haces lo que sea necesario para que se haga realidad.

–No había escuchado sobre eso. Suena a magia.

–No es su propósito. Al final atraes algo porque haces algo al respecto no es como si te sentaras a pensar en que quieres un juguete y de esa forma lo obtendrás solo por desearlo. Lo llegas a obtener si te pones a actuar además de desear y pensar... Hipotéticamente ¿qué harías para obtener un juguete?

  No me estaba poniendo atención. Parecía divertido al escucharme hablar. Para ese momento sabía que había elegido un tema demasiado incoherente para él.

–¿Siempre haces eso?

–¿Hacer qué?

–Hablar con las personas que ni conoces con tanta familiaridad.

  Siempre había encontrado entretenido hablar con la gente que lucía solitaria en la calle. Los maestros me habían advertido que podía ser peligroso. Que un día alguien se aprovecharía de eso.

–Ahora que lo mencionas, sí.

–Si estás jugando a decir las primeras cosas que se te vienen a la mente, entonces si yo hiciera lo mismo te diría que ojalá hubieras estado conmigo en ese orfanato. Tal vez no hubiera huido.

–¿En serio? No sé que quieres decir con eso.

–Sí… en cuanto a tu pregunta anterior, buscaría la manera de ahorrar... o se lo pediría a alguien, quizá lo robaría… es lo que se me ocurre.

–Exacto. Y deja de pensar en robar ¿Eres cleptómano? Por Dios.

–Lo siento.

–Por cierto, no juego a decir las primeras cosas que se me vienen a la mente. Sí así fuera no tendría sentido, espera a que termine de hacerte las preguntas…

  Era la primera vez que le daba muchas vueltas a un asunto, en realidad quería llegar a una condición en la que él no pudiera negarse a lo que le propondría.

–¿Qué harías si alguien te dice que te buscará un hogar?

–Pues creería que miente y que me quiere abusar de mí.

–Obviamente no te irás con un pedófilo. Usarás la lógica para elegir. Al principio dijiste querer un hogar. ¿Por qué rechazarlo?

No dijo nada, bajó la cabeza y la movía en modo de negación

–Debes saber cuándo hay una oportunidad no la dejes pasar o vivirás pensando: “Rayos ¿por qué no lo hice? ¿por qué no me arriesgue? ¿Por qué no pensé en MI primero?” Si te das cuenta, tu situación te pide a gritos arriesgaste, es decir, ya no tienes nada que perder.

–¿Por qué me dices estás cosas?

–Si dices que no, eres un imbécil. ¿Por qué le mentirías a los demás? Di “Si esto es lo que quería, gracias por notarlo.” No dejas pasar la oportunidad por creer que quedarás bien. En realidad, es estúpido la vida no debería funcionar así.

–Ya entendí –. Estaba mintiendo, me tenía miedo.

–Sí. A todo esto, ¿Dónde está tu hogar?

  Estaba confundido y sus ojos me suplicaban que dejara de actuar raro.

–Creo que me estás tomando el pelo. Hace rato te dije que no tengo, me escape y fue una decisión tonta y me estoy muriendo de hambre. Seré un cleptómano, pero tú tienes amnesia.

–No eres un ladrón, pero eres un mentiroso yo conozco tu casa y podría guiarte a ella ahora mismo.

–¿A qué cosa incómoda estamos jugando...?

Suspire pesadamente, pero me estaba divirtiendo.

–Tengo que ser más directo contigo. –dije, casi con ternura –Estoy diciéndote que te llevare conmigo a casa. Esto es lo que realmente quería decirte en lugar de interrogarte sin sentido.

  Tenía su gracia, me hablaba como si ya me conociera, pero tendía a cohibirse cuando hacía algo amable por él.

–…No… ¿Es una broma? –volvió a taparse la cara.

–¡Demonios, deberías ver lo rojo que estás! – exclamé para desviar su bochorno. Pero fue lo peor que pude haber dicho –¿En serio estás tan sorprendido? pensé que ya lo sospechabas. Por eso te mencione lo de la ley de la atracción, pensé que sería oportuno, al final ni sé si me entendiste, me refiero a que debes haber pasado un tiempo deseando y buscando un hogar. Y debió haber sido desde antes de dejar tu orfanato. No me has contado sobre ello, pero percibo que has hecho lo posible para atraer ese hogar hacia a ti.

–¿Qué eres?

–Oh, pues ni ángel ni hada.

–No quise decir eso. ¿Quién eres? Quiero saber tu nombre.

–Por el momento dime Mello ¿tú quién eres?

–Así que no me dirás tu nombre.

–Lo descubrirás de todos modos. Está bien si me llamas Mello.

–Mello… mello… –repetía– Suena muy dulce para alguien que se expresa muy toscamente. Me llamo Mail.

–Mail, vendrás conmigo. Y no es una pregunta.

Titubeaba, miró hacía el lago y luego empezó a jugar con las manos, que ahora estaban relativamente limpias.

–¿Puedo preguntarte cuántas personas viven contigo? ¿Crees que hay lugar para mí?

–Vaya, en realidad hay muchas personas. Ni siquiera sé el número exacto, la casa es más grande de lo que crees. Pero no te asustes.

–Dormiré en la sala.

–¿Sala? ¿Sala de qué? ¿Cuál de todas?

–No inventes. Debes de vivir en una enorme mansión con todos tus parientes.

  No podía evitar reírme, de repente lo encontré muy inocente e ingenuo

–Quiero ir contigo Mello… pero no quiero llamar la atención, mi apariencia ahora mismo me da mucha vergüenza y no me siento con las fuerzas suficientes para caminar.

–Entiendo, no voy a reprochártelo. Pensaba volver más tarde de todos modos.

–¿Te dejan salir hasta muy tarde?

–No Mail. Yo, me doy escapaditas de vez en cuando. Creo que están tan acostumbrados que ni siquiera llaman a la policía. Además, no venía a dar un paseo, tenía que estudiar, pero ocurrió este pequeño incidente. Menos mal no te comiste mis apuntes.

–Perdón. ¿Qué tan tarde nos iremos?

–Alrededor de las nueve, cuando todos estén durmiendo. –“todos” eran los niños, porque a esas alturas los vejestorios estarían muy ocupados preocupándose porque no volvía– Y ya que estás cansado deberías dormirte. Aquí mismo. Estaré leyendo mientras tanto.

–¿No cenarás? Me comí todo lo que te tenías...

–No hay problema, mañana desayunaré el doble. Lo digo en serio. Y por favor toma en cuenta lo que te dije... no te hagas del rogar, claro que quieres dormir. Considera que tienes a alguien que te cuida ahora mismo, ¿acaso te has sentido seguro todas estas veces que has dormido?

No dijo nada más y se acostó en la banca, lucía algo incómodo porque yo lo miraba, así que me senté en el pasto dándole la espalda. Pero apoyándome en la banca y me puse a estudiar.

  O a fingir que lo hacía, porque no podía dejar de pensar en lo que acababa de hacer. Nunca soy amigable y mucho menos con completos extraños y el hecho de que Mail haya sido alguien con mi misma edad no lo hacía excepción. Me prometí que ese chico no se enteraría de mis intenciones reales.

  Pasaron unas horas y apenas era las siete. ya me estaba dando hambre y Mail empezaba a preguntarme la hora cada veinte minutos. Dormía, se despertaba, me preguntaba y se volvía a dormir, o al menos a cerrar los ojos.

–Has estado sentado en la oscuridad todo este rato.

  Así era. la luz de los faroles más cercanos apenas llegaba hasta donde estábamos nosotros. Había dejado el cuaderno desde las seis porque ya no podía forzar la vista y en su lugar me quedé viendo el cielo nocturno con unas pocas nubes e infinidad de estrellas.

  Me puse de pie.

–Vámonos, ya casi es hora y estoy seguro de que Roger debe de estar arrancándose el poco pelo que le queda porque no he regresado.

 

Notas finales:

:3 Cualquier pregunta dejar review.


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