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El sol, la estrella, la luna y las nubes por chibibeast

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Notas del fanfic:

Fanfic participante de la actividad “Intercambio Navideño” del grupo de Facebook Escritores y Lectores de the GazettE en AmorYaoi.

Para: Roxanne

Pareja: KAIxRUKI

Advertencia: OMEGAVERSE, Mención de MPREG.

Notas del capitulo:

El pedido de Roxanne fue de FLUFF… esta historia es cualquier cosa, pero no sé si sea fluff xD

¿Por qué soy así? -lloro- Terminé de escribir hoy 23 de diciembre, así que puedo decir que esta historia está recién salida del horno :D

PARECÍA LOCA PELEANDO CON EL WIFI PORQUE ESTABA LENTISÍMO Y NO CARGABA. Por cierto, este fic también está WATTPAD donde hay vídeos e imágenes para se pueda entender mejor.

Aclaraciones:

Orden de los nombres-> Yutaka Tanabe, nombre y apellido (ejemplo).

*Hi no moto = significa “Nacimiento del sol”, es el nombre que se le daba en la antigüedad a Japón.

*obi= cinturón

*seiza = sentado con las rodillas dobladas, el trasero queda posado encima de los talones.

*tant?= espada corta, 50-70 cm.

*taiko= Tambor grande.

*odaiko= tambor de gran tamaño, inamovible (conservado en templos).

*Hachiman= Dios de los samuráis y del tiro con arco, considerado el protector del país del sol naciente.

EL SOL, LA ESTRELLA, LA LUNA Y LAS NUBES

 

Es una luminosa y fresca mañana, en la ciudad de Kyoto, prefectura de Kyoto.

Las calles comerciales están a rebosar de gente, que va y viene de tienda a tienda, realizando compras y preparándose para las festividades del mes de diciembre. Es la primera semana de dicho mes, la emoción de los pobladores se debe al festival pronto a celebrar, una tradición de más de 400 años; imperdible para aquellos arraigados a las costumbres y tradiciones antiguas, a pesar del pensamiento moderno.

A lo largo del año, los japoneses y extranjeros acuden a los distintos festivales tradicionales celebrados en la extensión del país del sol naciente, cada uno ambientado con las respectivas características de la época.

 

 

Un malhumorado hombre camina de un lado a otro dentro de un comercio, buscando entre los estantes de tela, una del color adecuado para reemplazar la prenda anterior que su mascota e hijo destrozaron, usándola como una capa y dejándola atorada en un arbusto espinoso. Hay profesionales encargados de los trajes especiales, pero no quiere molestarles debido a las travesuras de su bebé, prefiere arreglar él mismo el desastre.

—¿Por qué es tan difícil encontrar tonos pastel? —Su voz denota la frustración que siente, su postura tensa no ayuda a dar una imagen relajada.

—Tranquilízate, Takanori. No es para tanto. —Su acompañante le sigue a cada paso. — Podrías tomar esta tela —Señala un rollo con estampado de máscaras fantasmales. —y de igual manera funcionaría.

—¿Cómo te atreves, Yutaka Tanabe? ¿Acaso planeas sabotear el debut de tu hijo? —Indignado, Takanori, voltea hacia su esposo.

—¿No? ¿Tal vez?... Sí. —Suspira derrotado. —Desde el principio, te dije que no quiero que Ryō participe en el festival, todavía es muy pequeño y esta es una gran responsabilidad.

—Siempre he agradecido tu honestidad, cariño. Pero esta vez, debo pedir que guardes silencio. —Coloca el dedo índice sobre los labios de Yutaka y los retira para reanudar la búsqueda. —Ryō está muy emocionado por poder subir al escenario y ser él quien nos asombre, en vez de ser un mero espectador, como ha sido hasta ahora.

—No necesita disfrazarse ni recitar diálogos para que lo mire con estrellas en los ojos. —Camina tras su esposo de cabellos color miel (teñidos), casi ceniza, ayudándole a buscar la tela antes de que empiece a gritar como loco. —Además, Ryō apenas tiene 6 años, debería disfrutar su infancia jugando, no siguiendo un régimen de actuación, que consume casi todo su día.

—Sé que no quieres que le suceda lo mismo que a ti con tu abuelo, pero, entiende, a él le gusta. Nadie lo obliga a leer las obras, a aprenderse las coreografías ni a asistir a las clases de actuación. —¡Al fin! —Como una señal divina, ha logrado encontrar la tela en el color y patrón que tanto ha pedido. Te diré lo que haremos ahora. —Mientras se forman en la fila para pagar, Takanori, ofrece una solución al problema generado en la mente de Yutaka. —Cuando lleguemos a casa, abrazarás a nuestro hijo, te ofrecerás para ayudarle a practicar las líneas de su personaje y a adaptarse en el ambiente público; recuerda que se pone nervioso, cuando la gente lo mira.

—Lo haré, pero creo que él es mejor que yo con la vocalización y la mímica. Soy hábil con las manos. —Saca la tarjeta de crédito de su billetera, al estar frente a la caja registradora.

—Doy fe de ello. —El guiño coqueto que le dirige a su esposo, más sus palabras, causan una tos repentina al joven detrás de la caja registradora.

 

 

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El apellido Tanabe, pertenecía a una familia de guerreros espadachines, que vivieron y murieron por su señor, generación tras generación sirvieron a los altos cargos del mismo pueblo, fuese un Daimyō o Shōgun, eran leales, fieles a su señor hasta la muerte. Los hombres Alfa y Beta, tomaban el lugar que su antecesor ocupaba en el clan, después que este muriera en batalla o por enfermedad. Los Omegas (mujeres y hombres) junto a las mujeres Alfa, algunos eran recluidos en sus hogares y otros eran disciplinados en el entretenimiento para los militares. En el arcaico Hi no moto, los clanes eran compuestos por guerreros procedentes de varias familias, formando, así, un ejército listo para armar filas y salir al campo de batalla, sin chistar, ante el mínimo mando de su líder.

En la actualidad, la familia Tanabe se dedica a transmitir la historia de su ascendencia, mediante la enseñanza de las artes marciales, artes escénicas y artes escritas. Las acciones más relevantes son presentadas en los eventos programados en determinadas fechas. Honu Gakuen-chi, es la academia que honra a sus antepasados, en conjunto con otras academias.

 

 

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El apellido Matsumoto, pertenecía a una familia de acompañantes y sirvientes reales. El alto porcentaje de Omegas jugó un papel importante en la antigüedad, logrando asociarse con clanes de gran renombre y apuntarse como agrupación exclusiva a un minúsculo círculo, consiguiendo, así, protección absoluta frente a los agresores comunes. Los alfas y betas, eran ofrecidos como discípulos a ciertos guerreros —la mayoría, generales— dispuestos a tomarles bajo su tutela.

Actualmente, los Matsumoto tienen un convenio con los Tanabe. Ambas familias se fusionaron hace años, creando un lazo que los une por puro tradicionalismo (y beneficio); siendo este un pacto libre de ataduras sentimentales, los miembros de estas, poco se conocían las caras y sólo mantenían contacto los adjuntos a la academia.  

Sin embargo, el amor no puede evadirse. Yutaka Tanabe (Alfa) y Takanori Matsumoto (Omega), nieto y sobrino de los —actuales— dueños de la escuela, celebraron su matrimonio con ambas partes presentes y procrearon al varón más querido de la actual generación: Ryō Tanabe; quien, a la corta edad de seis años, ha tomado la importante decisión de disciplinarse en el arte del teatro.

 

 

_________

 

 

Tres días previos al “gran día”, Honu Gakuen-chi se encuentra revuelto, las personas mantienen un constante vaivén, en los salones, los jardines, los dōjos, los pasillos. No hay lugar libre de alboroto ni objetos que interrumpan el paso, el bullicio se expande en todas direcciones. Incluso, el sonido de tambores y otros instrumentos se mezclan. 

—Ya me tienen harto. —Se queja un hombre de cabellos negro azulado, sentado el piso del pasillo que da a la salida del edifico. —Saben de memoria cada movimiento que deben hacer, no entiendo la razón de seguir practicando. Hacen lo mismo todos los años, con ligeros cambios.

—Akira, ¿viniste aquí a ayudar o a estorbar? —Reclama Takanori, luego de tropezar con los pies del mencionado y ser rescatado por un joven de mayor estatura, que se encuentra de pie, recostado a la pared; de haber caído, habría arruinado los adornos florales que carga. —Gracias, Kou, tú sí eres útil. —Agradece al de cabellos azabaches con mechones verdes.

Akira Suzuki y Kouyou Takashima (Beta y Omega, respectivamente), son amigos desde la universidad, aunque sus nombres no figuran entre los papeles oficiales, acuden al llamado de sus amigos o se ofrecen voluntarios para tender una mano, si es necesario.

—Ayudamos a limpiar uno de los salones vacíos hace rato y se le trabó la columna. —Dice casi riendo el de mechones teñidos. —Me hubiese gustado que lo vieras paralizarse, poco a poco quedó en el piso, porque intentó levantar el balde que ocupaba para remojar el paño con el que limpiaba las ventanas.

—¿Qué? Mi tía Hinako tiene más fuerza que tú, Akira, y recién cumplió setenta años. —Ahora, sí, dejan escapar las risas.

Avergonzado, Suzuki les ignora, poniéndose de pie y estirando los músculos rígidos de la espalda. Eleva la mirada, nota unas manos alzadas que tratan de llamar su atención y se dirige hacia ellas, sin decir nada a sus amigos. Parece que esta vez no tendrá que cargar objetos pesados, sino reparar una puerta de papel rota.

—Ah, Aki se fue. —Kouyou nota la desaparición del tercero.

—Déjalo. Mejor ven conmigo al salón infantil.

—¿Allí llevas las flores?

—No. —Sonríe travieso, retomando la marcha hacia el destino previsto. —Sólo quiero ver niños con talento, no adultos con el ego hinchado.

—Como si tú no lo tuvieses igual. —Dice burlesco, ganándose un empujón a modo de juego.

—¿Sabes dónde está Yuu? —No es que lo necesite, sólo quiere saber que no anda de vago.

—En el dōjo, supongo.

Una vez dentro del salón, pueden observar el grupo de infantes vistiendo los trajes preparados para la obra de teatro, a dos o tres les hace falta una que otra pieza. Seguramente, están guardadas para que no las dañen antes del día de la presentación.

En el centro del sitio, ubica con la mirada a su precioso hijo, sentado en seiza, acomodando las largas mangas de su vestimenta color cielo para que al levantarse no entorpezcan sus pasos, más de lo que deberían. Revisa que todo esté en orden, antes de mirar alrededor y toparse con la presencia de su progenitor, a quien saluda agitando las enormes mangas superiores. Takanori siente su corazón derretirse, debido a la ternura causada por la adorable imagen que su cerebro se encarga de grabar y archivar para la eternidad. Devuelve el saludo, agregando un guiño y un “Te quiero”, sólo moviendo los labios.

—Aw. Son tan lindos, que me dan ganas de tener uno propio. —El susurro de Takashima le saca de la burbuja de ensueño.

—Ya es tiempo de que los tengas, ¿no crees? —Sugiere, a la vez que salen de la habitación. Quisiera quedarse a ver el ensayo, pero debe cumplir el recado de llevar el adorno a la entrada del edifico.

—Ni loco. Gracias, así estoy bien.

 

 

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En otro salón, Yutaka, se encuentra reunido con el grupo de repercusión, afinando los tambores, repasando la coreografía y asegurándose que los movimientos de sus cuerpos no sean interferidos por lo ajustados o sueltos que son los trajes.

Desde temprana edad, sus padres le animaban a participar en las actividades familiares, ellos fueron los primeros en mostrarle lo divertido que era actuar, bailar y tocar instrumentos musicales. Las artes marciales eran sus favoritas. Le encantaba asistir a Honu Gakuen-chi, después de la escuela primaria y secundaria, pero al entrar a la preparatoria, dejó de ser un pasatiempo y su abuelo lo convirtió en una obligación, sumándolo a los Tanabe atados por las raíces, sin escapatoria de la tradición. Lo único bueno que salió de ello, fue enamorarse del taiko y el haber conocido a Takanori; aquel muchacho adiestrado en la danza, con el don de la palabra y, de vez en cuando, con arranques de diva. Más de una década vertiendo su amor en este caprichoso omega.

El coordinador sopla un silbato para llamar la atención de las personas, quienes detienen lo que están haciendo. No dice nada relevante, sólo da indicaciones acerca del lugar que ocuparán dentro de unos días, la manera en que los tambores serán llegados al templo, además, otros señalamientos y recomendaciones.

No ha visto a su esposo e hijo desde que se separaron para cada quien cumplir con sus deberes, los extraña, aunque estén bajo el mismo techo, el terreno es grande. Una vez finalizada la jornada, no duda en ir a buscar a los tesoros de su vida. Antes, halla a su esposo en el salón de baile, acomodándose la ropa y peinando sus cabellos, luego de, quizás, probarse el kimono que él mismo confeccionó; debió vestirlo porque deben asegurarse que ninguno del grupo presente inconveniente, ya sea en talla o diseño.

Se adentra a la habitación, saluda a los bailarines y hace una ligera reverencia hacia su suegra, que es también la coordinadora de esta sección. Se posiciona frente al de cabellos ceniza, sin decir nada, sin tocarle, sólo viéndolo directo a los ojos, sus miradas conectan y hay vacío a su alrededor.

—Están perdidos en su propio mundo.

—Lucen tan lindos juntos.

—Quisiera que mi marido fuese tan guapo como él.

Los murmullos empiezan a alcanzar sus oídos.

—Muy bien. Hemos terminado por hoy, señores. Pueden retirarse. —Yuko Matsumoto, da la orden, despejando la sala y dándoles privacidad.

Estando solos, Yutaka se prepara para iniciar a conversar, pero es atraído hacia abajo sin aviso, haciendo que sus labios den con los de Takanori; quien, instantáneamente, le besa como si hace mucho tiempo no lo hiciera. La intensidad del beso desciende de a poco, hasta ser un suave roce.

—Wow… —Suspira gustoso, el de cabellos oscuros.

—Sí, wow…

—¿Por qué…? —Todavía parecía embelesado. 

—Sólo quise hacerlo. —Se encoge de hombros y sonríe.

—Estás estresado. —Corrige, notando la tensión en el cuerpo entre sus brazos.

—Mucho. —Afirma, ocultando el rostro en el pecho de Yutaka.

Pasan un buen rato fusionados en un cálido abrazo, hablando en voz baja y dándose breves besos. La atmósfera que les rodea es serena, se sienten cómodos compartiendo un momento íntimo… hasta que un pequeño tornado irrumpe en la sala, llamándolos, choca contra las piernas de los adultos y ríe, sacándoles risas divertidas a ellos, también. Yutaka toma en brazos a Ryō, su amado y cariñoso hijo, quien les cuenta exaltado —típico de un niño— lo genial que estuvo su día. Ahora, el momento, no es sólo mil veces mejor, sino, es perfecto.

 

 

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Ha arribado el tan esperado, ansiado y emocionante día.

¡El festival Ako Gishi-Sai!

 

—Papi, ¿a qué hora nos vamos? Se hace tarde. —Apresura el menor de la casa.

—Pronto, bebé, pronto. —Asegura, Taka, mientras mete recipientes rebosantes de comida dentro un bolso. Los tres están en la cocina.

—Tranquilo, Ryō. Tenemos tiempo de sobra.

—¡No, papá! Le prometí a mi abuelita Yuko que llegaría súper temprano para repasar juntos la rutina de su danza. —Tararea la música y realiza los movimientos aprendidos, los cuales no tendría que saber, ya que no son su área. Da una vuelta, quedando de espalda a ellos.

Tal argumento conmociona a Takanori, detiene lo que está haciendo para voltear a ver a su bebé, dolido. —¿Le prometiste a mi madre…? ¿Y no a mí?

—Mi abuelita dijo que el embarazo te ha vuelto frojo y goldo. —Un sonido raro proveniente de sus padres le hace girar, viéndolos de frente, se oye como si a alguien se le escapara el aire.

—Se dice “flojo y gordo”. —Esta corrección, causa el mismo sonido de antes. —¡Pero no es verdad! —Se apresura, Yutaka, a desmentir. —Tú estás bellísimo, Taka. Sabes que tu madre es bromista y sabía que Ryō repetiría sus palabras…

—¡No, no sigas, Yuta! Estoy herido, mis sentimientos sangran. —Takanori hace lo que todo buen padre haría: armar drama de los errores de sus hijos, haciéndolos sentir mal para que se disculpen y caigan en un abismo de depresión. Científicos lo comprueban. —Traicionado por mi propia sangre, increíble. —Se sienta en una silla del comedor, apartando el rostro y tapándolo con sus manos. Es la señal de la conspiración, para que su esposo le siga el juego.

—Pensé que se pondría en nuestra contra hasta ser adolescente. —Se para tras la silla, poniendo sus manos encima de los hombros del “herido”. —Esto es demasiado prematuro.

—¡No, papi! ¡Yo quiero a los dos, yo los quiero mucho, mucho! —Corre a hacia ellos, abrazándose al torso de Taka, cuyo vientre de dos meses aún no se abulta. —No sé qué es “petamuro”, pero no quiero ser eso.

—Oh, mi amor. —Acaricia la cabecita azabache. —Es mentira, ¿sí? Tu papá y yo sólo estábamos jugando.

—Nosotros también te queremos mucho, mucho. —Se arrodilla al lado del menor. —Fue una tontería, no llores. —pone una mano en la espaldita.

—Papi, toma. —Ambos observan lo que contiene la manito extendida: es una bandita cubierta de dibujos de animales. —Para que ya no sangres. —Aclara, al verlos confundidos. —Le tenía guardada en mi pantalón, está limpia, no la he usado.

—Ow. Es muy tierno de tu parte, mi vida. —Piensa tomar la bandita, pero el niño es más rápido, desabrocha dos botones de la camisa y se la pega en el pecho.

Ambos hombres sienten que podrían morir, gracias a los gestos de este adorable chiquillo.

 

 

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—¡Hey! ¿Estás listo para suicidarte, mocoso?

—¡Sí!

Este recibimiento por parte de Akira, la respuesta de Ryō y las siguientes interacciones acerca de espadas atravesando abdómenes y tripas en el suelo, asustan e intrigan a las personas que esperan en las calles el desfile de los rōnin.

—Takashima, tienes suerte de que el sake sea necesario para entrar en calor, porque si no, ese vaso estaría en el suelo. —Amenaza el omega a su par, debido a que aún es de mañana y él ya se encuentra ingiriendo alcohol. Lo perdona sólo porque la temperatura es lo suficiente baja como para usar abrigo.

—Buenos días, a ti también, Matsumoto. —El otro omega, se aleja, protegiendo su preciado sake. —Suzuki, despídete. Vamos a ver si alguna de aquellas katanas es real, tal vez nos hacen el favor de matarnos.

—Espero que sí. Los veremos en sus puestos, actorcitos.

Beta y omega se pierden entre la multitud de espectadores bulliciosos.

—Ya casi es hora. Vamos a cambiarnos.

—Papá, recuerda que tengo que ir donde mi abuelita Yuko.

Encuentran a la beta dictando órdenes a los subordinados, que arreglan cierta área que sería ocupada durante el día. Luce un kimono color aqua y sus cabellos están peinado de manera sencilla, recogido hacia atrás. La expresión molesta pasa a ser alegre justo cuando su nieto realiza una breve reverencia, a modo de saludo. Se hinca para abrazarlo y darle besos sonados en las regordetas mejillas.

—¿Mi valiente guerrero está listo para asesinar a un funcionario que se comportó mal?

—¡Listo!

Responde tan animado e inocente, que uno puede olvidar lo violento de aquel suceso.

—Bueno, aquí nos separamos. —Yutaka se despide con un beso de su esposo e hijo, hace una reverencia hacia su suegra.

Todos se dirigen a los vestuarios y a maquillaje… ¡El show da comienzo!

 

 

 

El 14 de diciembre es una fecha muy especial,  para conmemorar la historia deLos Rōnin de Akō”, se celebra un festival en su nombre. Esta es una leyenda para personificar el código de honor de los samuráis. El templo Bishamon-dō, en Yamashina, es el anfitrión de esta ceremonia.

De acuerdo a la historia, los samuráis sirvientes de un daimyō del dominio de Akō, quedaron sin señor, cuando Naganori Asano fue forzado a cometer suicidio como castigo por haber agredido a un alto funcionario del emperador, llamado Yoshinaka Kira (Kozuke-no-suke). 47 de los samuráis no podían permitir que tal injusticia manchara el honor de su señor, entonces, después de mantener un bajo perfil y de planear durante años, los guerreros se infiltraron en la residencia de Yoshinaka y lograron asesinarlo, le decapitaron. Luego de llevar la cabeza a la tumba de Asano, estos guerreros se presentaron como los hechores, pero por haber actuado para restaurar el honor de su señor, les fue permitido cometer suicidio, en vez de ser ejecutados; solidificando, así, su rol en la leyenda.

El evento principal del festival Gishi, es un desfile que involucra a los participantes vestidos en ropajes y armaduras tradicionales, caminando a través del vecindario, recreando el día en que los samuráis partieron a Tokyo para vengarse. En medio del viaje, el grupo se detiene delante de diferentes escenarios.

Los rōnin marchan en cuatro filas, distribuidos de 10 a 12, las cintas blancas resaltan sobre las hakama color negro y los pantalones color mostaza, acarrean consigo espadas, lanzas, arcos y flechas. Exacta representación de aquellos que abandonaron este mundo con dignidad.

El público observa atento desde las aceras el avance del ejército rebosante de rabia y deseos de venganza. En la historia, se narra que de Kyoto viajaron a Tokyo, en busca de Kozuke-no-suke. Recorrieron las calles, una de las paradas dentro del templo Bishamon-dō,es la estación de repercusión, donde seis personas tocan formidables tambores, acoplados a un mismo ritmo; generando emoción, animando a la audiencia y transmitiendo aquella energía, mediante los golpes, el agitar de las extremidades y, especialmente, las expresiones faciales. ¿Quién no disfrutaría de un excelente espectáculo, más, sabiendo que quienes están en la tarima lo gozan al cien por ciento?

Los trajes violeta y rojo atraen las miradas, instantáneamente. Vaya que los taiko y el odaiko, tampoco pasan desapercibidos.

Oculto entre la multitud, a Takanori le es imposible despegarse de tal… encantador paisaje… Ah~, paisaje tan pintoresco. Claro, por “paisaje”, se refiere a su alfa. Enérgico como ninguno, expresivo, sonriente, ágil… y todos los adjetivos positivos existentes que se puedan usar para describirle. Ha asistido a cada espectáculo en el que su alfa ha contribuido, desde que le conoció, se enamoró de él estando sobre el escenario y le amó estando afuera. Los brazos fuertes le sostienen con ligereza, las manos toscas le acarician con dulzura, sin lastimarle, siempre cuidadosas. El recuerdo de este poderoso alfa cargando por primera vez a su recién nacido y murmurando el nombre que ambos eligieron, le eriza la piel. Nada podría compararse, jamás, a aquella escena.

En su juventud, podrán haberle comparado al dios Hachiman, mas, Yutaka Tanabe es sólo un ser humano dotado de habilidades excepcionales. Ser comparado a un dios, es una exageración.

Sin embargo, nada le impide comérselo a la distancia ni desear volver a saborear el poder de aquel cuerpo. Es una lastima que el hecho de que miles de personas se recreen la vida viéndole con tanta intensidad, sin él ser capaz de evitarlo.

El vigor de un alfa es abrasador, un conjunto de alfas es incinerador.

 

 

El siguiente acto, es la dramatización de la leyenda, ejecutada por adultos. Esta no le interesa a Takanori, así que se desvía a los jardines, donde hay demostraciones de artes marciales y exhibiciones de distintas materias: pintura, esculturas, etc.

Reconoce cierta voz grave, explicando a través de un micrófono los ataques y las defensas utilizadas en la antigüedad. Yuu Shiroyama, es el encargado de esta área, vestido con un hakama blanco y negro, mantiene el micrófono en una mano, mientras con la otra golpea a su contrincante.

Es entretenido de ver, más, cuando piden un voluntario y Kouyou empuja a Akira, con la maldad que le cabe en su larguirucho cuerpo. El asustado Suzuki no tiene la oportunidad de retroceder, cuando Shiroyama ya lo ha arrastrado hacia el centro del semicírculo que los rodea. Detrás de la manga del kimono, oculta la risa que le genera la caída de Akira, después de ser elevando en el aire e ir a dar contra el césped.

 

 

Faltan unos cuántos minutos para que el kabuki infantil empiece. A diferencia de los shows anteriores, el kabuki se hace bajo techo, dentro de un teatro aledaño al templo.

Tres filas cercanas al escenario son reservadas para los Tanabe-Matsumoto, el resto de los asientos están libres para los invitados. Si bien suman bastantes miembros y muchos ya son integrantes del evento, el debut es el mayor acontecimiento; es lo que define el inicio o el fin de la carrera en este ámbito.

El teatro kabuki se caracteriza por el modo en que los diálogos son dichos, las vocales se alargan, se hacen pausas y los labios son movidos pronunciado puntuadas las sílabas, junto a movimientos corporales lentos y repetitivos. Aparte del maquillaje blanco, están las pelucas simulando los peinados de las épocas en que se basan las historias.

La cortina con el patrón de líneas negro, naranja y verde, se abre, revelando el fondo: árboles y un río pintados en una lona.

La voz del narrador es igual de clara que las voces de los niños, quienes se desplazan como si pertenecieran a la época. Ryō interpreta el papel de Naganori Asano (líder del clan Asano), sus prendas de diferentes tonalidades las capas superiores (gris) e inferiores (celeste), a su cintura va a atado un obi, del que cuelga una corta espada de plástico.

La transición de cabeza, manos y pies, son hechas a la perfección, aunado a la música que les da énfasis a las acciones. La exclamación de las oraciones, es algo que conforme crezcan, pulirán. Son niños, apenas comienzan a adaptarse a este mundo.

«Transcurría el año 1701, cuando Asano agredió al funcionario Kira, estando adentro del castillo de Tokio, produciéndoles heridas superficiales

Los dos personajes yacen sentados en seiza, discutiendo acalorados. Minutos después, se levantan.

—No quieres ser mi maestro en las artes de las ceremonias, ¡pagarás por ello! —grita Asano (Ryō), desenvainando su espada y propinando cortes al torso de Kira.

El daimyō cae al piso, impresionado por lo que acaba de ocurrir, a lo que un sirviente acude a rescatarlo, apresando al furioso samurái.

«No obstante, eso se consideraba una ofensa, no sólo al funcionario, sino, al propio emperador y se “invitó” al noble Asano a pagar con su vida: cometer Seppuku, el suicidio ritual.»

/Cambia escena/

El hakama del deshonroso samurái, ahora, es blanco. Sentado en seiza, una tantō desvainada reposa cerca de sus rodillas, de entre el obi saca una carta.

—Más triste que las flores arrancadas por el viento, una vida es arrebatada en la cúspide de la primavera.

Termina de leer, entrega el papel al que será su verdugo, quien se retira con ella y regresa a los segundos. Asano toma el tantō, lo entierra a su costado izquierdo, traspasando hasta el costado derecho del abdomen en horizontal; al instante, el verdugo, de un tajo corta la cabeza del sentenciado.

En este punto, los instintos de los padres se activan, su interior clamaba subir a rescatar a su cría, alejarle del peligro y desmembrar a cualquiera considerado peligroso. Ellos saben que es falso, ni siquiera hay manchas de sangre en el traje, pero es un reflejo involuntario, el cual se encargan de apagar, antes de perder el control.

«El único arrepentimiento de Naganori Asano, fue no haber asesinado a Yoshinaka Kira. Fue enterrado en el templo Sengakuji, de Edo.  47 fieles samuráis, aun sabiendo que su acción los llevaría a la muerte, se convirtieron en rōnin y juraron vengar la muerte del que había sido su señor.»

Dicha cantidad de guerreros miniatura aparece en escena, alzando sus armas y gritando al cielo como promesa de venganza.

«Un 14 de diciembre asesinaron al alto funcionario Kira y trasladaron su cabeza al templo Sengaku-ji, donde descansaba el cuerpo de su maestro para mostrarle que le habían vengado y su honor quedaba intacto.»

Las espadas de plástico chocan, siendo agitadas en una mímica de pelea mortífera. Atrapan a Kira, le atraviesan la barriga con la espada y le decapitan, metieron la cabeza en saquillo y lo ataron a una lanza, se trasladan al templo. Dan el último grito: ¡EY, EY, HO! ¡EY, EY, HO! ¡EY, EY, HO!

«Tras cumplir su venganza, el emperador les ordenó suicidarse para así expiar su culpa. Ellos obedecieron, conscientes en todo momento de su deber y de que lo que habían hecho debía pagarse con sus vidas.»

El público estalla en aplausos, ovacionando a los pequeños, cuyos esfuerzos no son minimizados ni reciben críticas negativas; al menos, no delante de la audiencia.

—¡Papi, papá! ¿Les gustó cómo lo hice? ¿Vieron cuando lo ataqué? Mis manos temblaban mucho, casi olvido lo que me tocaba decir. ¿Qué les pareció? —Ryō corre hacia ellos, al percatarse que entran tras bambalinas. Habla tan rápido debido a la adrenalina y el nerviosismo, camina sin parar, agitado, apenas respira. De repente, se detiene. Ya no sonríe, lo que preocupa a sus padres. —Lo hice bien, ¿verdad? Ryō hizo un buen trabajo, ¿no es así? —La inseguridad impresa en las tiernas facciones, es una estocada certera al corazón de los adultos.    

—Por supuesto que lo hiciste maravilloso, cariño. —Takanori lo eleva en brazos, ocultando la carita en su cuello y lo mece levemente, mientras desprende su olor omega para calmar los ánimos del pequeño.  

—Estuviste estupendo, allá arriba. Incluso, pudiste leer la carta, ¡recordaste las palabras difíciles! —Yutaka toma la diminuta mano en la suya y besa el dorso de esta, haciendo reír a Ryō.

—Taka, la tía Hinako está al punto de crisis nerviosa porque eres el único que no está formado y sólo quedan un par de minutos para empezar. —Kouyou entre de improvisto llamándoles, lo que toma por sorpresa al staff, todavía organizando la utilería. —¡Felicidades, Ryō! Me gustaría que mi hijo fuese como tú, en un caso hipotético porque no he parido. —Da un gesto de dos pulgares arriba y un guiño. Renueva la risa del mencionado.

—¡Gracias, tío Shima!

—Ya voy, ya voy. —Todos se dirigen al jardín delantero del templo, donde la fila de bailarines espera en la puerta la señal para salir. —Yuta, carga a nuestra futura fuente de ingresos. —El niño pasa a resguardarse en el pecho de su padre.

Los demás se mezclan en la multitud.

Takanori se filtra en la hilera, conoce su lugar, en medio de su madre y su tía. Los kimonos son de dos colores diferentes: rosa y aqua, el obi es a cuadros amarillos y café.

Salen al jardín, donde hacen un círculo extendido y para que no haya inconvenientes, los rōnin se posicionan paralelo a ellos y los espectadores. La música suena, el shamisen marca el ritmo de la coreografía, pausada, elegante, coordinada y grácil. Giran en torno al círculo, ondeando abanicos según la melodía del shamisen.

Los peinados elegidos son sencillos, recogidos hacia atrás, en una moña. Los cabellos ceniza de Takanori y los demás miembros que andan los cabellos teñidos, debieron cubrirlos con pelucas o teñirlos a colores oscuros, para no desentonar con la época y vestimenta del siglo XVIII.

Alelado por la belleza de su omega, el lado alfa de Yutaka se sacude, reteniendo los ronroneos contentos que luchan por escapar de su pecho vibrante; lo que daría por tocarle y bailar con él. Sus pupilas se dilatan ante tal generosa vista de su omega brillando como el mismísimo sol, cegándole, truncándole los sentidos para no centrarse en alguien que no sea él. Ha sido hechizado. Un hechizo indeleble… si existe un antídoto, aléjenlo, destrúyanlo, no le interesa deshacerlo.

Inclusive, si Takanori fuese veneno, bebería hasta la última gota y lamería los residuos. No desperdiciaría tal elixir.

Conocerá cientos de omegas, betas y alfas, mas, elegiría a Takanori… siempre. Quizá, asegurar esto sea una locura, no tiene base para apuntar a ello. En cambio, prefiere pensar en la teoría de realidades alternas, podrían existir unas cuántas en las que, sin importar los sucesos, Yutaka y Takanori se enamoran; podrían ser almas gemelas, aquí, yéndose a la fantasía. Es probable que Ryō no exista en todas, pero le basta tenerlo en esta.

¿Cuándo, cómo y por qué se enamoró? No sabría responder. Puede dar una respuesta al azar y sería acertada, porque lo ama e incluso, mencionar sus defectos cuenta; porque una persona sin defectos es irreal y tonto de creer. Llega a ser molesto la mayoría del tiempo, ha aprendido a aceptarle y convivir en paz.

Siente su boca llenarse de saliva, la sed se apodera de él. El alfa está excitado, quiere poseer a su omega. Intenta suprimir el deseo, no es adecuado en este instante. La danza ni siquiera sugiere algo erótico, es simple celebración de victoria ante el templo Yamashina.

Los abanicos son sustituidos por ramillos de cerezo, continúan danzando, siguiendo las notas. Dan la última sacudida a los ramillos y los aplausos no se hacen esperar.

Ryō se remueve hasta que logra bajar, corre hacia su papi y se sujeta a las piernas, halagándolo.

—Muchas gracias, mi amor. —Se hinca para abrazarle y besarle la coronilla (sin peluca) ya que la carita todavía está llena de maquillaje.

—Disculpen. ¿Podemos tener una fotografía con nuestro nieto consentido?

—¡Sí! —La respuesta es instantánea, así que corre hacia el primer camarógrafo que ve. Justo resuelta ser un primo adolescente, de la familia Tanabe.

Yuko y Hinako Matsumoto, se reúnen con los chicos.

—Yo también quiero una foto. —se queja, haciendo un puchero, el cual es borrado gracias a los
piquitos repentinos dados por Yutaka. —¿A qué viene eso?

—Si no fuese porque ya estás embrazado, te haría otro hijo. —El tono sugerente y el aliento caliente rozando su oreja, le causan escalofríos. Sus mejillas, ya no sólo están sonrosadas por el frío.

—Iugh. Te escuché, puerco. —Yuu se interpuso, separándolos y dedicándoles una mirada incomoda.

—No sé qué habrá dicho, pero si es acerca de sexo, vayan a encerrarse en una habitación que esté a kilómetros del templo.

—Tal vez, tú necesitas una habitación, Suzuki.

—Puede que tengas razón. —Ubica a tres o cuatros ejemplares con los que estaría encantado de ensuciar las sábanas de su cama. Shiroyama nota la mirada significativa lanzada en su dirección, asiente aceptando la propuesta silenciosa.

—¡Takashima! ¿Dónde consigues tanto sake? Apuesto a que has pasado el día bebiendo como pez. —El reclamo de Taka, logra que el mencionado vacíe el vaso de un solo trago.

—¡Déjame! Me congelo.

—¡Oigan! ¡Foto, foto! —Ryō le llama desde lugar donde reposan los taiko.

El mismo chico de antes, que conveniente, lleva consigo una cámara profesional, les indicada subir y acomodarse como les plazca.

Ordenados de esta manera: Kouyou, Takanori, Ryō (adelante), Yutaka, Akira y Yuu.

 

El sol, la estrella, la luna y las nubes.

 

Notas finales:

Me duele todo, pero no me arrepiento de nada.

ROXANNE, ojalá te haya gustado. Me encantan las leyenda de Japón, espero que no te moleste que lo mezclara con el Omegaverse.

Disclaimer: Esta leyenda fue modificada y acortada para poder utilizarla.

Los tres (A/B/O) participan en todos los actos, pues, son acutados y no afectan a la actualidad.

Información; Página1, Página2, Vídeo.


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