Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PASSION por Yukino

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

PASSION en Wattpad

Notas del capitulo:

Capítulo 1 en Wattpad

Passion

Fanfic yaoi por Yukino Miyagi

Viktor x Yuuri

Capítulo 1

No te conozco.

 

En el consultorio del Terapeuta, el hombrecillo inquieto iba desesperante de un lado a otro perturbando la paz mental de la secretaria. Ojeaba revistas, miraba por la ventana, se movía constantemente la corbata llevándola del arreglo al desarreglo en un solo movimiento. En pocas palabras era un fastidio total.

La secretaría estaba ya molesta con la actitud del vendedor, que aunque había ido ahí muchas veces antes, en esta ocasión parecía estar tras algo muy grande, cosa que generó desconfianza en la regordeta mujer. Este hombre era el proveedor de lugares tranquilos y paradisiacos que eran una recomendación final para algunas de las terapias que ahí se llevaban a cabo.

—¿Podría usted calmarse? Ya su actitud es desesperante, pareciera que le quiere ofrecer al doctor unas vacaciones en el infierno— dijo algo alterada la mujer que lo veía por encima de sus gruesos lentes —Le dije claramente que hoy en doctor tarda un poco por un problema de salud con su pequeña nieta… Ah y eso es lo otro, me ha sido imposible comunicarme con la pareja que viene a su consulta, no responden a los celulares ni a los teléfonos de contacto, esto es un desastre.

—Por favor no es nada de eso solo que este trabajo me significaría un ascenso importante en mi empresa, si el doctor accede a recomendar este lugar dentro de sus terapias alternas, cada pareja que asista será una sumatoria a mis logros. Los otros doctores que he visitado con este plan han mostrado su sorpresa pero aún así lo analizan, sin embargo el doctor Smith es algo recatado con sus cosas.

—Por eso es el mejor—. Intervino la secretaria, que no entendía cual era el temor del vendedor —Estoy leyendo el folleto y la verdad no es nada diferente a lo que siempre nos trae usted, lugares tranquilos, terapias de pareja, charlas motivacionales… sin embargo no entiendo este término de Swinger del que se habla en la fiesta de cierre de la terapia, seguro es un término que se inventan los psicólogos nuevos para justificar alguna tontería.

El vendedor miró hacia arriba un tanto aliviado que la mujer no supiera el significado de esa palabra y sorprendido además pues al trabajar para un terapeuta sexual, debería conocer ese término. Tenía una pequeña ventaja en eso ya que el folleto no llegaría predispuesto al doctor Smith. El hombre tomó asiento, esperaría y explicaría con sus mejores argumentos los beneficios de ir a ese sitio que estaba promocionando. Ya otros doctores lo habían puesto dentro de sus posibilidades para parejas con este gusto en particular. La mujer se levantó de repente de su silla, acababa de recibir un mensaje del doctor Smith y tendría que ir a la bodega por un expediente muy antiguo que el doctor le estaba pidiendo, según sus palabras.

—Voy a retirarme un momento, asegúrese de no tocar nada, yo me daría cuenta —La regordeta mujer se levantó con dificultad de su silla y salió directo a un pequeño cuarto de archivos un piso más abajo. Según sus palabras caminaría por las escaleras porque sería bueno para su salud.

—Por supuesto que te caerá bien caminar, un día no vas a poder ni levantarte de la cama —murmuró el vendedor asegurándose de no  ser escuchado. Luego se sentó en un sillón con expresión muy pensativa y empezó a ojear de nuevo una revista por novena o décima vez.

De repente escuchó murmullos en la puerta y había un par de personas que discutían. Asumió por supuesto que se trataba de alguna pareja de las consultas del doctor Smith. Era muy gracioso porque aunque parecía que ellos querían mantener la voz baja, los escuchaba todo el piso. Finalmente la puerta se abrió y el vendedor los vio con una sonrisa en el rostro.

—Buen día, soy Viktor Nikiforov y él es mi esposo Yuuri Katsuki, teníamos una cita con el doctor Smith, lamentamos mucho haber llegado tan tarde, quizás aún estemos a tiempo de comenzar algo ¿verdad?

Y ese en la puerta de entrada no era otro más que el pentacampeón del patinaje artístico mundial, el hermoso e incitante patinador ruso Viktor Nikiforov. Tras él, muy sonrojado y apenas con ganas de asomarse estaba su esposo, un joven asiático muy atractivo. El vendedor realmente no sabía muy bien de quienes se trataban pero les hizo seguir para que tomaran asiento y esperaran a la secretaria, no quiso hacer el trabajo de ella por si la regordeta mujer regresaba y le regañaba.

—Por favor tomen asiento, es la primera vez que vienen ¿verdad señor Nikiforov? Lo veo en el rostro sonrojado de su esposo —dijo el hombre sonriendo mientras Yuuri no ocultaba la horrible vergüenza que sentía al estar en un sitio así.

—La verdad sí, vinimos por recomendación de un amigo, nos dijo que el doctor Smith es el mejor terapeuta sexual de la ciudad —dijo Viktor sin ninguna pena al extraño, Yuuri se sonrojó peor y bajó la mirada un tanto molesto— pero se nos hizo algo tarde, yo creo que vamos a tener que agendar una nueva cita ¿Verdad Yuuri?

Yuuri le vio con resignación. La verdad no estaba ni un poco interesado en asistir a una terapia sexual y tener que ventilar sus problemas íntimos con un extraño que les dijera cómo era que debían comportarse en la cama. Odió con su vida cuando Chris se lo insinuó a Viktor, eso quería decir que su amado esposo contaba intimidades a cualquiera. La verdad no era tan así, Viktor y Chris eran los mejores amigos y era común entre ellos que se contaran ese tipo de intimidades. A Chris no le pareció mayor cosa, pero sí que tal vez necesitarían un poco de ayuda de un profesional.

Y todo comenzó, cuando un día simplemente cenaron, se lavaron los dientes y se acostaron en la cama para hacer el amor, pero  el sexo y la lujuria parecía que se habían quedado cenando, porque ninguno llegó a la cama de los esposos. Estuvieron torpes, se acariciaron como siguiendo un manual y finalmente nada pasó. Esa noche se dieron cuenta que quizás habían dejado demasiada pasión en la pista y no guardaron nada para su vida privada. Se habían casado un año atrás y como todo buen matrimonio al inicio no se detenían ninguna noche ante sus deseos, todo iba de maravilla incluso cuando los entrenamientos o las competencias eran extremas. Decidieron vivir un tiempo en Rusia en lo que Yuuri se entrenaba mejor, pero empezó a sentir el acoso y las miradas sobre él por su condición de homosexual y por estar casado con la estrella del patinaje de ese país. Viktor lo entendió totalmente, a pesar de ser la estrella que era, sentía la presión y las malas miradas de algunos directivos. Decidieron mudarse a Canadá y allá encontraron paz y tranquilidad, lejos de los dedos acusadores de la gente del común, pues en ese país no parecían existir ni ser reconocidos, apenas había espacio en el corazón de los canadienses para el rey JJ.

Llevaban viviendo un par de meses en la ciudad más grande de Canadá y todo era normal, hasta que Yuuri pareció ponerse inquieto y esquivo con Viktor. De inmediato el hombre de cabellos cenizos indagó que pasaba pero Yuuri que sabía ocultar muy bien sus sentimientos le decía una y otra vez que nada sucedía que todo se debía al cansancio y la ansiedad por la competencia. Y algo de verdad tenían las palabras de Yuuri, pero también había algo que al parecer no quería decir. Eso fue deteriorando poco a poco la intimidad hasta que llegaron a comportarse como un viejo matrimonio,  amor había por montones pero el sexo estaba escaseando por diversas razones. Algo estaba pasando de fondo con ese par y tenían que tratarlo con alguien que supiera cómo resolverlo, alguien con quien pudieran hablar los dos sin vergüenza. Para Yuuri la propuesta fue una locura, eran muy jóvenes para tener problemas de ese tipo y lo seguía atribuyendo al cansancio físico, pero como siempre, Viktor sentía que Yuuri algo estaba ocultando y que quería taparlo hasta que fuera el fin de sus días, algo muy propio de la cultura japonesa. Fue entonces luego de discutirlo mucho que Viktor tomó el teléfono por fin y apartó una cita, no podría ser tan malo.

 

—¿Sabe usted dónde está la secretaria del doctor? Creo que tendremos que volver luego —preguntó Viktor algo decepcionado.

—Creo que está buscando unos papeles en el piso de abajo. No debe tardar —respondió el hombre sonriendo. Viktor tomó asiento y de inmediato como si su mano se dirigiera sola, tomó uno de los mil folletos que el vendedor había puesto en la mesita de la sala de espera. Lo empezó a leer con atención y sonreía con todo lo que leía. Yuuri que estaba sentado en la silla frente a él, sintió también curiosidad por la expresión de su marido y tomó otro folleto.

—Se ve muy bien —murmuró Yuuri sonriendo —pero parece costoso.

—¡Oh no para nada! —Intervino el vendedor viendo su oportunidad —los precios son los que se manejan como en cualquier paquete vacacional, pero este es especial, esta isla estará destinada esa semana a recibir parejas que quieran tratar sus problemas… ustedes entienden. Estarán atendidos por especialistas y lo más importante fuera de los lugares rutinarios que a veces no alegran la vida. Todo es totalmente voluntario, pueden ir y solo vacacionar pero igual sería una pena desaprovechar la ayuda que se les dará.

Viktor y Yuuri se miraron. La idea les rondaba en la cabeza, necesitaban salir de la rutina en la que estaban metidos y una isla tropical no estaba nada mal, además que ese tipo de sitios ya eran de por sí muy atrayentes para desinhibirse un poco. Algo de licor, un poco de calor y sudor, otro poco de ligereza de ropas y quizás las cosas se solucionarían. Yuuri pensaba de esa forma, Viktor pensaba en que estaría en la playa haciendo el amor todo el día y adoró la idea que fuera solo para parejas y que los terapeutas estuvieran ahí para hacer de Yuuri un mejor amante, porque jamás en su cabeza se cruzaba la idea que él mismo tuviera la culpa de algo. Y ahí estaba el primer problema.

El vendedor siguió haciendo lo suyo, sin mencionar aquella terapia alternativa que se vería en la fiesta de cierre de aquella semana en el complejo vacacional. Viktor parecía muy entusiasta, sin embargo Yuuri creía que debían pensarlo mejor. El de cabellos cenizos a veces odiaba un poco la esa actitud de Yuuri, todo debía pensarse, todo debía esperar un poco, todo debía tomarse con algo de calma… estaba harto. Vio que una de las fechas del folleto estaba muy próxima a llegar, no dejaría ir esa oportunidad, no tenían nada relevante en el patinaje por al menos un mes, pero luego venía en GP y ya sería imposible hacer cualquier plan.

Por fin por la puerta apareció la secretaria que se excusó de mil maneras por la ausencia del doctor. Les iba a agendar una nueva cita, pero Viktor se negó, argumentando que se irían de vacaciones. Yuuri lo miró sorprendido, al parecer y como siempre su esposo había tomado decisiones por ambos, sin que él hubiera sido consultado. Se despidieron amablemente del vendedor y de la secretaria con la promesa de llamar para una nueva cita en cuanto pudieran.

—Ahí va una pareja que será muy feliz —dijo el vendedor a la secretaria con una sonrisa.

—Espero que no haya hecho nada sin la autorización del doctor… —dijo la regordeta mujer — Pero igual espero que les vaya muy bien en sus vacaciones.

El matrimonio Nikiforov-Katsuki salió del consultorio sin sentirse mejor, esperaban poder hablar con el terapeuta y que les empezara a dar luces de lo que debían cambiar en sus comportamientos para que la cama quedara desbaratada. Mientras Viktor iba al timón, pensaba en lo mucho que había esperado y callado para llegar a aquella situación, y Yuuri a su lado, pensaba en lo vergonzoso que era el tener que hablar con un extraño sobre sus problemas sexuales, tener que si quiera pronunciar las partes de su cuerpo lo apenaba tremendamente.

—Deberíamos pensar en ir a esta isla tropical —Interrumpió Viktor por fin ese silencio cómplice de malos augurios —Además, no hemos tenido una luna de miel decente, quiero decir, viajamos mucho es cierto pero siempre gira en torno a nuestra profesión. Esa semana frente a la playa, tomando muchas piñas coladas, aire caliente y no solo el frío de la pista de hielo, pues nos puede servir para estar en otro tipo de ambiente.

—¿Lo crees? —Preguntó Yuuri un tanto inquieto —Yo también lo pensé de esa manera, sería genial estar juntos un largo tiempo pero sin tener que ir a los entrenamientos o las competencias. Disculpa si soné algo molesto, pero es que la idea de ventilar nuestros asuntos frente a otros no es de mi agrado—. Viktor volteó a verlo algo extrañado.

—Yuuri, la idea de ir a esta isla tropical es la de tomar la terapia sexual que ahí nos ofrecen y aparte tener tiempo para nosotros, no quiero dejar de lado la idea de recibir ayuda para nuestros problema en la cama.

—Pensé que la idea había quedado descartada y que iríamos a la playa solo a vacacionar. Necesitamos tiempo para nosotros quizás eso resuelva lo que está pasando —dijo Yuuri un poco angustiado.

—¿Y según tú qué está pasando? Porque yo no tengo la menor idea, solo de un momento a otro empezamos a comportarnos como si lleváramos mil años de matrimonio y tuviéramos que cuidar a los nietos, no me casé para tener la vida sexual de alguien de ochenta años.

El comentario sin filtro dejó a Yuuri entre triste, enojado y frustrado. En pocas palabras todo el problema en la cama era su culpa y no creyó que fuera justo con él. Viktor también de alguna manera estaba haciendo algo «mal» y eso repercutía en su respuesta a la hora del sexo. Y lo peor vino después, porque con eso Viktor quería decir que se había casado solo para tener un buen amante cuando se le diera la gana.

Viktor no había entendido el alcance de sus palabras hasta que Yuuri dejó de hablarle y lo resumió todo con un «haz lo que quieras» que el patinador ruso tomó al pie de la letra. No quiso entender el peso en el alma que le había causado a Yuuri con sus quejas constantes, pero Yuuri pensó por un segundo que para eso sería la terapia, para también culpar de la falta de emoción a su marido y dejó que hiciera todo por su cuenta, las llamadas, las reservas, la lectura del folleto completo aunque no entendió muy bien aquello del evento final de la «fiesta Swinger». No sabía a qué hacía referencia y no le interesaba averiguarlo y Viktor que tampoco tenía idea de qué se trataba, solo tenía en su cabeza hablar con un doctor y quejarse de su esposo.

No se hablaron durante todo aquel proceso, y si lo hacían discutían, no de manera violenta ni con gritos desaforados, pero las palabras hirientes y las ironías no faltaban. Así llegaron al aeropuerto, así subieron al vuelo

Y en cuanto aterrizaron, Yuuri salió corriendo del avión para ir por las maletas, era su costumbre pues tenía un miedo tremendo a que se perdiera alguna de sus valijas. Apenas salió a la puerta un rayo de sol le quemó el rostro y bajó las escalerillas cubriéndose y por poco tropieza y cae. Viktor lo vio desde una de las ventanillas y se echó a reír con las exageraciones de su marido, quién sí esperaba pacientemente para salir, él no se lanzaría del avión como si este estuviera en llamas.

Llegó a las bandejas de las maletas donde Yuuri estaba un poco estresado por que las suyas no aparecían. El proceso era algo lento, no estaban en un país del primer mundo y el calor lo estaba derritiendo, claro estaba que aunque Viktor le dijo muchas veces que vistiera más ligero incluso con una sudadera de entrenamiento, él insistió en irse como si fuera a escalar el Everest, según su criterio, para poder aclimatarse poco a poco, como en un cambio de estación. Viktor volteó los ojos y lo dejó vestirse como se diera la gana, pero ya para ese punto Yuuri estaba por desnudarse. Por fin venían las maletas, Yuuri refunfuñando tomó una de ellas y se la extendió a Viktor con rabia para que la tomara.

—Ah no me digas, ¿ahora soy tu botones? —Dijo Viktor en tono burlón, nada más por molestar a su ya furioso esposo.

—¡Es tu maleta, estúpido! —Hubo un silencio de segundos que los dejó a ambos como paralizados. Yuuri jamás, jamás, había ofendido a Viktor con ningún calificativo, nunca de su boca había salido un insulto por muy molesto que estuviera. Viktor recibió la maleta, y aunque su esposo intentó disculparse sinceramente, Viktor solo sonrió entristecido. Algo en ese momento se había roto, y ya los problemas no se podían cubrir con eufemismos.

Luego de pasar migración, un hombre enorme de piel morena sostenía un letrero con sus apellidos, se dirigieron hacia él y con un impecable inglés les indicó a qué auto debían subir, ya que ellos hacían parte del grupo especial de terapia. Durante el camino no se podía ver el mar y el calor los estaba enloqueciendo. Yuuri intentó tomar de la mano a Viktor, pero este estaba muy herido y la retiró rápidamente. Definitivamente necesitaban hablar de sus problemas con alguien, el amor se estaba viendo afectado.

El hombre enorme detuvo el auto y les indicó que habían llegado, Yuuri y Viktor estaban tan concentrados en sus propias discusiones mentales que bajaron del auto sin darse cuenta al sitio al que llegaban. Solo Viktor levantó un poco la vista mientras Yuuri preocupado por las maletas solo se percató del sitio cuando su marido lo llamó.

—¡Dios mío Yuuri mira esto! —Yuuri se acercó algo fastidiado pero sus ojos castaños no daban crédito a lo que veía: Estaban en el Paraíso. Ninguna otra palabra podría describir la belleza de aquel hotel y eso que apenas era la entrada principal, enormes fuentes de agua cristalina, una Pileta gigante en el centro que se cruzaba por encima a través de un puente, palmeras que hacían el camino como una corte, el edificio de ventanales enormes y cristalinos y al fondo el maravilloso mar que debía quitarles todas las tristezas. Yuuri y Viktor se miraron y sonrieron mientras seguían por toda aquella maravilla a su enorme botones. El moreno les dejó en la recepción que también derrochaba lujo por doquier y se despidió muy amablemente y aunque Viktor intentó darle propina el hombre no la aceptó. Ya en el registro su reservación estaba en perfecto estado y junto con las llaves de la habitación les entregaron su itinerario.

—¿Itinerario? —preguntó Yuuri algo intrigado.

—Sí señor, acá están los horarios en que recibirán las asesorías de los terapeutas, y las distintas actividades en torno a ellas. Cada pareja tiene un horario, les suplicamos ser puntuales para que puedan tener la totalidad del tiempo—. La amable mujer también en un inglés impecable sonreía explicando todo lo que el itinerario indicaba. Las «sesiones» no eran todo el día, la verdad era mayor el tiempo libre que tendrían. Viktor observaba todo a su alrededor y algo en particular se le hizo curioso, así que tuvo que preguntar.

—Señorita, he notado que la mayoría de visitantes son hombres, es más creo que todos… ¿hay alguna razón?

—Sí señor Nikiforov, para tranquilidad de los huéspedes hemos dividido este complejo en secciones, en esta en particular se hospedan las parejas del mismo sexo, hombres y mujeres, quisimos hacerlo de esta manera para que no haya incomodidad con pacientes que quizás sean intolerantes y la fiesta final se lleve en total tranquilidad. Las parejas heterosexuales se ubican al otro lado de la isla en un hotel muy parecido a este. Por supuesto no hay niños al menos esta semana que es exclusiva para las terapias. Sean bienvenidos y esperamos que el estar en esta isla los enamore aún más el uno del otro.

Viktor y Yuuri se miraron y sonrieron. Las cosas ahí se veían muy prometedoras, el servicio excelente y ni qué decir de las instalaciones, hermosas, llamativas y tremendamente incitantes. Yuuri sonreía y tenía ya unas enormes ganas de meterse a esa piscina. Otro botones les indicaba el camino al ascensor, pero justo antes de entrar Yuuri se dio cuenta que dejó unos papeles en la recepción. Les pidió que lo esperaran mientras él regresaba y afortunadamente la recepcionista los tenía ya apartados para enviarlos a su habitación más tarde.

—Es usted muy amable señorita… —Al dar la vuelta para irse tropezó un poco con otro hombre que se disculpó de inmediato por ser tan distraído —No se preocupe, es culpa de ambos.

—Lo siento en serio. Soy Joshua, y asumo que viniste a la terapia de pareja ¿verdad? —El hombre parecía querer entrar en confianza con Yuuri lo más rápido posible, el patinador no lo entendía muy bien pero no quiso ni por un segundo ser grosero.

—Bueno, creo que a eso vinimos todos —Joshua sonrió y Yuuri le correspondió. El desconocido le dijo que se reunieran para cenar él y Viktor por supuesto, y así mismo lo haría él con su pareja. Yuuri le respondió con evasivas y salió corriendo como un cachorrito luego de despedirse, pero el hombre parecía muy interesado en Yuuri, lo siguió hasta que se perdió en la esquina que daba al ascensor y sonrió.

Yuuri Katsuki… pensó para sí aquel que se llamaba Joshua con una sonrisa en los labios. Le había gustado y a diferencia de la pareja de patinadores que ignoraban completamente el motivo de esa fiesta final, Joshua y su esposo sí sabían a qué iban y empezaba a imaginar a Yuuri en sus brazos.

 

*************

Con amor: Yukino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).