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Amor nuclear por Ghost princess Perona

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Notas del fanfic:

Naruto no es mío...

Notas del capitulo:

Espero que les guste...

“¿Madara?” Hashirama dijo. Acababa de salir de la cafetería del centro comercial cuando vio a la persona que menos esperaba ver en su vida… porque no la había visto en años. Su mejor amigo de la infancia, con quien jugaba en la parte de atrás de la casa del árbol. Aquel a quien jamás había podido olvidar. El otro se volteó, enfocando su vista en él. Esos ojos azabaches seguían siendo los mismos desde su infancia.

“¿Quién eres?” le preguntó, inseguro. Había algo familiar en el hombre que tenía delante, una cosa que no había visto en muchos años… “¿Hashirama?” el moreno asintió, sonriendo. El pelinegro no se lo podía creer, por la cantidad de tiempo que llevaban sin verse. Para confirmarlo, repitió la pregunta. “¿Hashirama Senju?”

“Sí” el hombre se acercó, soltando el café que tenía en la mano. Caminó rápidamente hacia él, feliz de habérselo encontrado. Lo saludó con la mano, recibiendo el mismo gesto de su parte. “¿Cómo has estado?” inquirió, invitándolo a sentarse. Había derramado su café, necesitaba un nuevo con urgencia. “Siéntate, siéntate. Tenemos mucho de qué hablar. No nos hemos visto desde…”

“El accidente, lo sé, no debes detenerte por eso” el Uchiha le respondió, juntando las manos. Una camarera se acercó a preguntarles qué querían beber. Tras irse la chica, continuaron conversando. “Lo superé hace mucho”

“¿Estás seguro?” el Senju recordaba muy bien esa noche, ligeramente preocupado. Habían sido vecinos, compartiendo una misma casa del árbol y jugando juntos, hasta que pasó. Tajima Uchiha había salido con su esposa y tres de sus hijos para no volver jamás. Los arrolló un conductor ebrio, que dejó a los dos únicos niños que se quedaron en la casa huérfanos. Y a Hashirama sin el amigo más importante que había tenido. “Porque a mí también me afectó”

“Lo sé, estuviste llorando a mi lado toda la noche en la casa del árbol mientras mi tía ponía a dormir a Izuna” apartó el pelo de su cara. “Lamento haberme ido sin dejar un número de contacto. En ese momento no me di cuenta de lo mucho que me hacía falta tener tu compañía hasta que la perdí.”

“Estuve buscándote por todas partes”

“Yo también” sus bebidas llegaron en ese momento. “¿Dónde has estado, por cierto? Encontré algo acerca de tu padre, pero nunca de ti”

“No he sido el hijo modelo, aunque tampoco puede decir que está decepcionado de mí” movió la cabeza. “Me negué a ir a la facultad de política de California. Él gritó, pataleó, amenazó, pero no me pudo detener. Fui a Harvard, a medicina… al final aceptó que había hecho lo mejor con lo que tenía.”

“Interesante… ¿te ha ido bien?”

“Me uní a médicos sin fronteras” habló, muy ufano. “He estado en muchos lugares, de América y África sobre todo. Tobirama me dice que estoy loco por ir a esos sitios, que están hechos un polvorín o llenos de enfermedades. Pero a mí me encanta hacerlo. Ver las caras de felicidad de las personas que curo es una sensación increíble.”

“Es impresionante” le concedió, asintiendo. Tomó otro sorbo de moca antes de continuar, disfrutando del parecido que tenían aún a esta edad. “Y más en que ambos escogimos una carrera que nos lleva a muchos sitios”      

“¿Ah, sí? ¿Viajas mucho?” preguntó Hashirama, levantando una ceja. Su expresso yacía abandonado sobre la mesa de la cafetería. “¿A qué te dedicas, a las exportaciones o a vender cosas?”

“Soy una navy SEAL” le reveló el pelinegro, cruzándose de brazos. El moreno sonrió, esa profesión iba tanto con él que inquirió cómo no lo había pensado antes. “Acabo de regresar de mi última misión a oriente medio. Me dieron un tiempo libre y, como Izuna va a ir a la universidad cerca de aquí, decidimos finalmente hacer uso de la casa que nos dejaron nuestros padres” bajó la mirada un poco. “Fue doloroso volver a verla, pero nos hemos acostumbrado.”

“Que bueno” la nostalgia invadió al Senju por un momento. ¿La vieja casa del árbol de Madara estaría todavía ahí? Quizás se pasara por ahí un día de estos. Tal vez ese mismo día, después de todo estaba de vacaciones. “¿Izuna ya va a la universidad? Me sorprende lo rápido que pasa el tiempo. Cuando escucho su nombre todavía pienso en el niño que trataba de hacer mejoras a nuestra casita del árbol.”

“Si, me sorprendió lo rápido que ha crecido. Y ya que mencionas a mi hermano, tus tres diablillos deben haber crecido igual de rápido, ¿verdad?” le dio una mirada retadora. “¿Qué me dices? ¿Tobirama sigue siendo el geniecillo de mamá? ¿Y Kawarama el hijito perfecto?”

“Correcto en ambas. Kawa quiere ser tan perfecto que ha ido a California para formarse y ser el sucesor de papá. Tobi… vaya chico más listo, va a la facultad de metamecánica. Creo que está trabajando en su primer robot.”

“Debes sentirte muy orgulloso de él… de los dos” se revolvió un poco. “Cambiando de tema, sé que ya no somos vecinos ni nada de eso, pero… ¿quisieras cenar conmigo? Mi hermano va a estar fuera hoy por un trabajo de grupo y tengo que revisar la casa del árbol” paró un momento, sin atreverse a mirarlo. “¿Podrías ayudarme un poco?”

“¿Todavía existe nuestra casa del árbol? Porque me encantaría verla de nuevo. ¿Cuánto tiempo pasamos haciendo ese mural?” los recuerdos volvieron a la mente de los dos. Se acordaban de haber pasado muchas noches a la luz de una linterna, rayando con crayones una auténtica obra de arte. “¿Pizza y gaseosa para cenar? La pedíamos todo el tiempo cuando me quedaba a dormir contigo y creí que por los buenos tiempos…”

“Sí, pero esta vez la pagas tú. Mi papá no nos va comprar la oferta especial esta vez y yo no voy a pagar semejante cantidad” le respondió el Uchiha, parándose. Cogió el café antes de retirarse. “Te veo más tarde en la noche”

“Ahí estaré” Hashirama le respondió, tomando un trago más de su expresso mientras veía alejarse a su amigo. Su teléfono sonó unos segundos más tarde, iluminando el número de su hermano en la pantalla. “Hola, Tobirama, estoy teniendo una mañana sumamente agradable y no quiero que ningún desvarío político de papá…”

“Tranquilo, que no te llamo por eso. Ni siquiera estoy en Washington ahora mismo” el albino sonaba sumamente nervioso. “Sólo quiero que llames a Kawa, ¿sí? Entre todas las personas tú eres el único que alguna vez ha logrado hacer que cambie una postura u opinión…”

“¿Qué ha hecho esta vez?” preguntó, rodando los ojos. Y por supuesto, uno de sus hermanos metiéndose en problemas colosales arruinaba su espléndido día. Bueno, al menos tenía tiempo libre por las vacaciones. “Por cierto, no te imaginas a quién me acabo de encontrar hoy. ¿Madara Uchiha? ¿No te dice nada?”

“¿Madara Uchiha? ¿Te has encontrado con ese tipo?” a su padre jamás le agradaron los Uchihas, los encuentros en la casa de su amigo eran furtivos… al menos en lo que a su padre y dos hermanos medianos se refería. Su madre e Itama estaban felices de que tuviera un amigo. “Lo último que supe fue que un borracho se llevó de encuentro a su…”

“Te hablo después, Tobi, que tengo que evitar que mi hermano se convierta en un extremista de algún tipo. Llamaré cuando le haya devuelto la cordura.”

“Espera, no irás a verte con él, ¿verdad? ¡Hashirama! ¡Contéstame!” le colgó antes de que pudiera seguir. El día se le pasó volando, sobre todo con la expectativa de encontrarse con su antiguo amigo de la infancia. Pronto todo estuvo a oscuras, excepto sus faros cuando estacionó delante de la casa de Madara. Justo como decía, la casa del árbol seguía ahí. Tocó el timbre, sosteniendo la pizza. Le abrieron en pocos segundos.

“Hola, ¿alguien pidió una pizza mitad vegetariana con champiñones, mitad peperonni con doble chili?” preguntó. El seal se quedó asombrado. No podía creer que el moreno hubiera recordado exactamente la pizza que solían comer cuando eran niños. “No deberías sorprenderte, fueron los mejores recuerdos de mi niñez.”

“Y esta pequeña los protagonizaba prácticamente todos” el pelinegro le señaló el interior de la casa. Los dos se sentaron a la mesa, cogiendo una mitad de la pizza. Oh, cielos, sabía a infancia. A pura y feliz infancia que creyeron que habían dejado atrás. “Vaya, extrañaba eso. Casi tanto como nuestra casa del árbol”

“Si, realmente quería hacer esto de nuevo” el soldado levantó la vista. A continuación, cogió la gaseosa para aplacar el calor que el picante había dejado en su boca. “De hecho… no necesitaba muchos arreglos en casa… excepto en un lugar. Un lugar donde sólo tú me podrías ayudar. ¿Entiendes a qué me refiero?”

“Creo que sí” los dos salieron de la casa propiamente dicha para ir a su viejo refugio infantil. Estaban algo apretados, demostrando que en verdad habían crecido en ese tiempo, pero estaban ahí. Mirando la vieja foto deslucida en la pared del fondo, en medio de su bonito mural que pintaron juntos un verano. La única parte de la pared que no estaba pintada era… “¿Todavía no has hecho el techo?”

“No podía hacerlo sin ti” levantó unos cubos de pintura negra y uno de fosforescentes brillos plateados y amarillos. “¿Qué tal está tu mano después de tanto tiempo?”

“Tomé cursos de arte en la universidad como optativa” respondió con aire juguetón. “¿Y tú? ¿Has seguido cultivando tu lado artístico?”

“Sé hacer la pintura de camuflaje mejor que nadie” los dos tomaron las brochas, metiéndola en la pintura para empezar con la obra. Como siempre, esto terminó en una guerra de pintura de tamaño colosal. Terminaron el uno encima del otro, manchándose aún más y riendo como niños. “Creo que deberíamos dejar de vernos así. Después de todo, ya no somos unos niños de ocho años.”

“Noooooo” Madara trató de pararse, por lo que Hashirama puso más peso sobre él para evitarlo. “¡Oye! ¿No vas a dejarme salir?” oh, conque de vuelta a los viejos juegos, ¿ehh? “¡Yo también puedo jugar este juego!”

“¡No es justo!” los dos se movieron en el limitado espacio que tenían, tratando de atacarse el uno al otro con cosquillas. Siguieron así hasta que, con el rostro rojo, se desplomaron en el piso. “Esto es lo más divertido que he hecho en mucho tiempo” por fin pudo pararse. “¿Repetimos?”

“Claro” Hashirama hizo lo mismo. “¿Viernes a las ocho? ¿Y cerveza esta vez?”

“Acepto” y ese fue el primer encuentro de sus vidas con un sentimiento que poco a poco fue creciendo en algo más. Siguieron jugueteando como niños por un tiempo más, trepando ocasionalmente a su refugio en el árbol para admirar la obra en la que trabajaron durante mayor parte de su infancia. Fueron días de felicidad sin fin, tres años en los que se hicieron tiempo para verse y encontrarse…

“¿Cómo estuvo tu reunión?” preguntó el moreno, poniendo sobre la mesa de la cocina latas de cerveza. Ya había puesto algo al horno aprovechando que el otro llegaría tarde a su encuentro. “¿Amerita una pizza especial o prefieres probar mi lasaña cacera?”

“Querrás decir lasaña recalentada” repuso Madara, quitándose el abrigo. El otro sonrió. Qué bien lo conocía. Incluso sabía que no podía cocinar. Su amigo le sirvió, inquiriendo con la mirada acerca de la junta a la que acababa de asistir. “Aburrida, la verdad. Aunque me enteré de que quizás tenga que ir de nuevo a Afganistán” dejó su plato sobre la mesa. “Justo en este momento…”

“Dijeron que quizás, no es ninguna certeza” el Senju apartó su comida también de un manotazo también. “Y aún si te ordenaran que fueras, te lo impediría con todas mis fuerzas” le dio una expresión retadora. “Te encerraría en el sótano o te ataría a tu cama…”

“¿Atarme a mi cama? Eso suena muy pervertido, señor acosador” le respondió con la misma cara. “¿Por qué no lo intentas? O mejor aún, podrías tratar de encerrarme en alguna parte. Digamos… ¿en la casita del árbol?”

“Todos nuestros mejores recuerdos tienen que estar ahí verdad” los dos marcharon con su travieso juego al mismo lugar. Se corretearon por el patio como niños, rodaron por el césped, escapando y sujetando, hasta que finalmente Hashirama tuvo al pelinegro contra el piso, manteniendo su peso sobre él. “¿Y ahora? ¿Debería arrastrarte para encerrarte en nuestra casita?”

“Por una vez, creo que la casa grande sería una mejor opción” se besaron. Era tarde en la noche, así que no importaba que lo hicieran fuera. Madara fue el primero en apartarse, susurrando al oído de su ahora novio. “Nuestra cena se está enfriando”

“¿Realmente importa?”

“Importaría si hubiese cocinado yo… pero, como no soy los que se acuestan con otros antes de la veinteava cita…” el moreno entendió la indirecta y se levantó, tendiéndole una mano para ayudarlo a ponerse de pie. “No me tomes a mal, me encantó esa pose, más no me siento listo para… tú ya sabes.”

“Yo tampoco” sí, era mejor esperar. Las relaciones tendían a ser bastante poco duraderas cuando las personas se precipitaban. “Debería… ¿invitarte a una cita? ¿O estas reuniones cuentan como una?”

“No sé, tú dime” los dos se miraron, sintiéndose un poco tontos. ¿Es que jamás habían tenido una cita en su vida? “Ya sé, borrón y cuenta nueva. ¿Por qué no piensas en algo mientras comemos para mostrarme? Algo que sea realmente especial, no un cliché. Los picnics en el campo tampoco cuentan, ya no somos unos mocosos.”

“Awwwww, pero si son increíbles. Pasar un día al aire libre, lejos de las preocupaciones de la ciudad…” Hashirama siguió alabando las bondades del campo. Madara lo apartó de un empujón antes de marcharse a casa. Y no fue la última vez. Su tercera cita, una ida al cine que salió espectacularmente mal, acabó con un airado pelinegro marchándose dando pisotones, expulsando a su novio de su casa por un mes. ¿Excesivo? En su defensa, no fue precisamente su culpa, el Senju idiota debió haberlo pensado mejor antes de llevarlo a ver una comedia romántica entre todas las cosas… pero eventualmente se reconciliaron. Estaban tan conectados que siempre se terminaban por reunir. Además, eran felices juntos. Todos eran felices… antes de que las bombas cayeran del cielo.

Incluso después de años, Hashirama recordaría el día en que vio por primera vez la destrucción que causaran, poco antes de que la Tercera Guerra Mundial destruyera su mundo. Era una noche como cualquier otra, con la frescura del inicio del verano…

“¿Has encontrado el control remoto?” el Uchiha preguntó, en un piyama que cubría poco de su cuerpo. El moreno se había distraído por ese traje unos minutos antes, dejando caer por un agujero del sofá de la sala el dichoso aparato, forzándolo a meter su brazo en un hoyo sucio para recuperarlo. “Voy a hacer café y más vale que cuando vuelva lo tengas.”

“Claro” unos segundos después de que se marchara a la cocina, el mayor ya tenía el mando en sus manos. Estaba a punto de cambiar el canal cuando su teléfono sonó. Lo cogió con ligero fastidio y sin ganas de contestar. ¿Quién lo estaría molestando a esta hora? “¿Aló? ¡Ah, Tobirama!” sonrió, tratando de adivinar la razón por la que su pragmático hermano lo llamaba tan tarde en la noche. “¿Qué pasa? Sueles llamar más temprano”

“¿Estás sentado?” preguntó el albino casi sin voz, obviamente en shock. Hashirama se paralizó, el peliblanco siempre se controlaba, más ahora… ahora parecía que iba a sufrir de un ataque cardiaco de un momento a otro.

“¿Te ha pasado algo? ¿tengo que llamar a urgencias?”

“Sólo… sintoniza las noticias” le pidió el otro, con una tembladera incontrolable. El moreno cogió de nuevo el remoto, cambiando el canal del televisor. Sus ojos se ampliaron cuando vio lo que tenían al aire, una toma aérea de alguna parte en Oriente Medio, con un gran hongo de humo alzándose desde el suelo. Su celular cayó al piso con un sonido sordo. “¿Aniya? ¿aniya, estás ahí?”

“¿Hashirama? ¿Pasa algo?” Madara entró en ese preciso momento, caminando hacia él con preocupación. El televisor estaba en modo silencioso, así que no se dio cuenta al principio de lo que estaba sucediendo… “¿Qué te sucede? ¿Acaso tus…? ¡OH; MI DIOS!” el militar casi se cae de espaldas cuando por fin vio la pantalla, tapándose la boca con espanto. “Dime que esto no está pasando…”

“Yo… yo…” el Senju ganó tiempo para recuperarse recogiendo su teléfono. Tobirama seguía en la línea, así que decidió pedir algunas respuestas. Después de todo, él estaba más enterado que él de los movimientos del gobierno por ser cercano a Butsuma Senju, uno de los principales asesores del Presidente. “Dime que no hemos sido nosotros”

“Aniya”

“Júrame que no ha sido nuestro país en este instante” le pidió, prácticamente suplicando. No quería ni pensar lo que pasaría si fuera su nación la que acababa de comenzar esto. “Júrame en este instante que no hemos sido nosotros y que padre no ha tenido nada que ver con…”

“Lo segundo te lo puedo jurar, pero lo primero…” el albino bajó la cabeza. “Escucha, sólo te lo voy a decir una vez y espero que no se lo repitas a nadie más. Es por el bien de todos, así que no me interrumpas” se notaba que estaba haciendo un soberano esfuerzo por controlarse, así que su hermano cayó, invitando discretamente a su novio a escuchar. “El maletín nuclear fue hackeado. Nadie sabe cómo, más es verdad.”

“Eso no es posible” el seal se apartó, casi cayéndose del sofá mientras lo hacía. “Esa cosa es a prueba de todo, lo diseñaron de esa manera para…”

“Fue un trabajo interno, de eso están seguros. Están revisando a todo el círculo interno. Papá me ha dicho que lo han descartado a él… no sabe en quién confiar en este momento” respiró hondo. “Lo… lo único que te puedo decir a ciencia cierta es que esto no va a acabar bien. Los embajadores no creen en la historia del hackeo” en ese momento sonó la línea fija de la casa, distrayendo la atención del Uchiha. “Se van a regresar a sus países”

“No los culpo” el médico continuó, moviéndose un poco, encendiendo el sonido para ver las reacciones de los otros países. “¿Y… qué va a pasar, Tobi-chan? ¿Te han mencionado algo, aunque sea rumores?”

“Hashi… no va a ser agradable, es lo único que puedo…”

“Hashirama” Madara lo interrumpió, volviendo al cuarto con una expresión de fría determinación que le daba algo de miedo. “Me acaban de llamar del trabajo. Debo presentarme mañana a primera hora en el cuartel” respiró hondo una vez antes de continuar. “Y será mejor que busquen un lugar donde refugiarte lejos de la ciudad.”

“¿Por qué?” del otro lado de la línea, Tobirama también escuchaba ese extraño intercambio. Se encogió sobre sí mismo al prever la reacción de su hermano. “Madara, ¿Qué está pasando?”

“Korea ha interpretado el bombardeo como una demostración de fuerza y ha respondido. Y no sólo ellos, Rusia y muchos otros también. En estos precisos momentos están evacuando el capitolio, la casa blanca… antes de que su ataque llegue a Washington.”

“¿A… ataque…? ¿Pero…?”

“Pensar que lo estábamos pasando tan bien” se dejó caer sobre la mesa, cubriéndose la cara con las manos. “Más hemos vivido para ver el mayor acto de destrucción que podría haberse creado” las dejó resbalar hasta el regazo. “Ha comenzado la Tercera Guerra Mundial y estaremos aquí para verla.”

Notas finales:

Espero que les haya gustado. Es un threeshot que se me ocurrió tras ver la última temporada de los cien. es un poco diferente, pero creo que la disfrutarán. Bueno, estoy pensando en hacer una continuacion, pero he decidido echarlo a la suerte y si quieren, sólo tienen que avisarme. ¡Review!


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