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Erfreuliche Folter por EdwardAndLoganx

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Ciertamente, Harry estaba enfermo. No es que tuviese algo tan patético como una simple gripe, mucho menos alguna de las enfermedades graves que asaltaban el mundo mágico. No. Harry estaba enfermo mentalmente, desquiciado. Lo gracioso es que nunca creerían tal cosa del jodido niño-que-vivió.

Su inestabilidad mental la mantenía en secreto. Nadie sabía acerca del culposo placer que sentía cada que Draco Malfoy era humillado, ni tampoco de la maravillosa adrenalina que recorría su organismo cada que estaba en una situación de extremo peligro. Le era divertido ver como personas cercanas a él decían conocerlo muy bien, ¿Qué pasaría si supieran que todo esa fachada de “héroe mágico” no era más que una hermosa mentira? Apostaba que aquellas expresiones llenas de decepción y horror le dejarían un bonito recuerdo.

Sin embargo, su falsedad no era lo peor. Quizá lo que lo hacía mucho más inestable, un jodido y asqueroso enfermo mental en todo su esplendor, era la excitante, apasionante y erótica sensación llamada “dolor”.

Amaba el dolor, cualquier tipo de este. Desde un pequeño pellizco hasta las profundas heridas que terminaban en un completo desastre. En lo más recóndito de su mente, sabía que sería fascinante realizar aquella práctica mundana de los no-mágicos llamada BDSM, pero eso ningún mago debería saberlo. 

Había una clase de dolor que encabezaba su lista de “cosas favoritas”, una de las peores, según aquellos que la sufrieron. Una que, rumoreaban, te dejaba completamente loco. Harry, por supuesto, ya la había experimentado (de hecho, no estaba de acuerdo con lo anterior dicho) y en silencio aseguró que le arrancó uno de los mejores orgasmos de toda su corta y aburrida vida.

La maldición cruciatus.

Desde que Lord Voldemort le lanzó un crucio en aquel cementerio y llegó al tan ansiado clímax, repetidamente se encontraba teniendo erecciones, deseando ser torturado de dicha manera una vez más.

Si lo pusieran a contar con los dedos de sus manos el número de sueños húmedos que tenía gracias al retorcido, siniestro y hermoso recuerdo, indudablemente le harían falta.

Lo anhelaba más que a nada. Ansiaba que el Señor Oscuro lo capturara y le maldijera con su mejor imperdonable durante un buen rato. ¿Qué más daba? Harry ya estaba completamente loco, no había nada que temer.

Repasó suavemente sus labios con su lengua, rió por lo bajo durante unos cuantos segundos. Tomó con extraña fascinación su pequeña daga muggle, la cual compró al inicio de sus vacaciones, pasándola al instante lenta y profundamente por sus piernas.

Gimió, completamente excitado.

Mientras se lastimaba a sí mismo, cerró sus ojos, dejándose llevar por su traviesa imaginación. Una de sus tantas fantasías implicaba a un joven Tom Riddle, como lo había visto en la cámara de los secretos, lanzándole un cruciatus antes de joderlo duramente mientras lo azotaba. Sus manos recorrerían rudamente cada rincón de su cuerpo, jalando cada tanto sus cabellos sin delicadeza alguna. De vez en cuando rasguñaría su piel con saña y mordería fuertemente su cuello con la única intención de marcarlo, para que todos supieran que era suyo.

Tristemente no quedaría satisfecho esa noche.

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A Harry le hubiese gustado decir que su quinto año le encantó (y que le encantaría adquirir una de esas plumas de sangre que Umbridge utilizaba). Le hubiese gustado decir que aquella visión sobre el padre de Ron muriendo fue excesivamente divertida. Hubo tantas cosas que quería decir, pero al final, por la posición en la que se encontraba, no puedo hacerlo.

Después de aquella visión de Sirius estando en el ministerio de magia, comenzó a pensar. Si iba, las posibilidades de que se encontrara con el Señor Oscuro eran altas, y obviamente eso era lo que más deseaba.

Inicialmente iba a ir solo, pero algunos integrantes del “Ejército de Dumbledore” (a los que solía llamar “escuadrón oscuro de idiotas” en su mente) neciamente lo acompañaron. Estuvo tentando a golpearse frenéticamente con su mano, sabía que era una mala idea.

 

— ¿Dónde viste a Sirius? —Hermione preguntó.

 

Potter, a regañadientes, musitó una respuesta. —Por aquí. —Los muchachos lo siguieron silenciosamente. Pronto visualizó la misma puerta de su sueño y sonrió antes de abrirla. Miles de esferas llenaron su campo de visión.

 

Con pereza, comenzó a buscar una fila. 94, 95, 96… Se sentía sumamente decepcionado porque su lindo Señor no estaba ahí. —Harry. —Neville llamó. —Esta tiene tu nombre. —El mencionado frunció su ceño.

 

Curioso, se acercó a la esfera que le señalaban, abrió sus ojos con evidente sorpresa al ver que esta brilló. —Oh, que genial… ¡La quiero!

 

—Harry. —Hermione regañó.

 

— ¿Qué? Tiene mi nombre. Es mía. —La chica rodó los ojos.

 

El que tiene el poder de vencer al Señor Tenebroso se acerca. —La bola comenzó a decir, espantando a todos. Interesado, siguió viéndola. —El Señor Tenebroso lo considerará su igual, tendrá un poder que le falta al Señor Tenebroso, pues uno no puede vivir mientras el otro sobreviva.

 

El niño-que-vivió soltó una pequeña risa. —Definitivamente la quiero.

 

— ¡Harry! —Nuevamente Granger lo sacó de sus pensamientos. Volteó con un ligero puchero en sus labios, mismo que desapareció al ver que un nuevo invitado se sumaba a su aburrido momento.

 

Para su suerte, era un Mortífago. — ¿Dónde está Sirius? —Preguntó, siguiendo su papel de ahijado preocupado. Además, si localizaba a Black localizaría también a su Señor.

 

(En su mente se escuchaba bastante lindo nombrar así a Tom).

 

—Necesitas aprender a distinguir entre los sueños y la realidad. —Susurró la persona previamente desconocida mientras se quitaba su máscara. —Sólo viste lo que el Señor Tenebroso quería que vieras.

 

Harry no pudo evitar mostrarle su decepción a Lucius Malfoy. —Entonces… ¿No está aquí?

 

El rubio se mostró un poco contento. —Evidentemente no. Ahora dame la profecía.

 

— ¿Por qué? —La risa de Bellatrix Lestrange resonó en la habitación.

 

—Oh, lindo y pequeño bebito Potter. —Harry rodó sus ojos ante el tono burlón. Observó como el padre de Draco se mostró un poco extrañado ante eso.

 

Neville gruñó detrás de él, así que volteó para tranquilizarlo con la mirada. — ¿No te has preguntado siempre por qué hay una conexión entre el Señor Tenebroso y tú? ¿Por qué no te pudo matar cuando eras sólo un bebé? ¿No quieres saber el secreto de tu cicatriz? Todas las respuestas están ahí, Potter, en tu mano. Sólo necesitas dármela… Y te lo enseñaré todo.

 

La voz de Lucius era suave, convincente. Si Harry fuese un niño estúpido, hubiera caído al instante. Sonrió. — ¿Y qué pasaría si yo mismo quiero dársela?

 

— ¿Disculpa? —La expresión de Bellatrix era un completo poema. —Tú, maldito sangre sucia, más te vale qué…

 

—Podría romperla... —Harry musitó con dulzura, interrumpiéndola. —… Sólo porque me llamaste así. —Lentamente relamió sus labios, disfrutando de la mirada perpleja de ambos adultos. —Sí, quizá lo soy, pero no es una palabra que me guste escuchar de ti, querida tía.

 

— ¿Tía? —Lucius estaba confundido. Sus ojos se alternaron entre su compañera y el joven, buscando alguna conexión.

 

Potter se encogió de hombros. —Sirius Black es mi padrino, ¿Eso no nos haría, de alguna extraña manera, familia?

 

Esquivó la repentina maldición de Bellatrix con una carcajada. — ¡No te atrevas a llamarme de esa forma, asqueroso sangre sucia!

 

El niño que vivió hizo un puchero con sus labios. Rápidamente fingió que la bonita esfera se le caía de la mano, logrando asustar al par. — ¡Uy! Cada que escucho es palabra mis manos se vuelven resbaladizas. —Los miró con falsa inocencia, acariciando su barbilla y sonriendo dulcemente. —Y no creo que al Lord le guste saber que gracias a ti se rompió, ¿Verdad?

 

—No te atreverías. —Bellatrix murmuró amenazante.

 

— ¿Lord? —Lucius estaba cada vez más confundido. Harry optó por ignorar a su querida tía para responderle al rubio.

 

—Es un Lord, ¿O no? ¿Prefieres que lo llame Tom? ¿O tal vez sería mejor Voldemort? —Rió suavemente. — ¿Cuál de las tres crees que es peor?

 

La mayor carcajeó con fuerza, completamente asombrada, casi maravillada. —El bebito lindo sabe jugar.

 

—Llévame con él. —Ordenó. —Y deja ir a mis amigos.

 

— ¡Harry, no! —Gritó Hermione. — ¡Ahora, chicos!

 

— ¡Desmaius! —Gritaron todos a la vez, despejando el camino. Harry se golpeó la frente con su mano, pensando en que realmente eran unos completos idiotas. Ron se encargó de tomar su muñeca y jalarlo para que corriera. Potter gruñó ante tal hecho.

 

¡Gracias, malditos ineptos! Ahora he perdido la grandiosa oportunidad de ver a mi Señor a solas.


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