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Débil al agua por alex solano

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No solo golpeaba nucas, si tenía la oportunidad, también rompía brazos, piernas y rodillas, asegurándose que nunca vuelvan a caminar.


Ira.


Odio.


Tristeza.


Preocupación.


Miedo.


Amor.


Tantas emociones, tan confusas como los espectros emocionales de los linternas, complejas, interminables, profundas como el basto océano pacifico, profundo y más oscuro.


Hará que laman la punta de sus pies todo aquel que este de parte de la escoria que han raptado a su hijo, a su hermoso y amado hijo.


No habrá vientos que se interpongan, ni tampoco los mares turbios, menos los enormes 7 océanos para encontrar a su avecilla, que ha caído del cielo, atrapado en los tentáculos de la maldad, arrastrado a los abismos oscuros del agua.


Black Manta ha llegado muy lejos, y hará lo que no pudo Arthur, quebrarle los dientes uno por uno.


Tal vez fue demasiado imprudente ir solo, muy fuera de sí, no tan él, pero es tarde para arrepentirse, podría interceptar las comunicaciones fácilmente desde el interior de su base, y no arriesgara su infiltración por algunos refuerzos.


Solo, como en los viejos tiempos.


Y probablemente quiera la satisfacción para el solo, de torturar a Manta con sus propias manos.


Solo fue un parpadeo, en que estaba en Atalaya, para luego estar sumergido en las profundidades del océano atlántico, acoplándose en una pared de cristal que parecía frágil, a 233 pies debajo del agua, cortándola en un circulo con un láser, y estar oficialmente en problemas.


La noche seria perfecta, con las estrellas tan destellantes, fríos diamantes del cielo, la marea tranquila, el olor salado del agua leve, y canto de las ballenas a muchos metros de aquí, lo seria, si no fuera por las circunstancias.


El traje de Batman no podía ser más aterrador ahora con su expresión, húmedo, negro, y feroz. Con el reflejo en el agua de las leves luces de la base chocando con su oscura capa, cual tiburón nadando sigiloso alrededor de sus presas.


¿le asustaba la muerte? La ha engañado tantas veces que ya la considera una amiga, por las numerosas ocasiones que ha sido acompañada por ella en horas, cuando en tierra de vivos fueron solo minutos.


Pero su hijo no se convertirá en el mejor amigo de aquella muerte, no si esta en sus manos, ya paso una vez, y lo perdió, no se repetirá de nuevo, aquella fecha tatuada en lo bajo de su pantorrilla era un recordatorio siempre.


Debió quedarse en la mansión, no irse aquella misión en Luisiana, tan lejos de su hogar, tan lejano sus hijos debajo de sus alas.


Ya era tarde para arrepentirse, y lo supo cuando Tim le informo que Damián nunca apareció en la mañana, después de su patrullaje en solitario por los muelles, buscándolo por cielo y tierra, sin éxito alguno de encontrar alguna pista que les rebele su paradero más cercano, y eso fue hace más de una semana.


Ni el agua estaba fuera de su alcance, percatándose que hubo un borracho cantinero por esos lares, casi llegando a los golpes para sacarle la verdad de lo pudo ver sus desenfocados ojos, entre la bruma y el alcohol, al captor de la avecilla.


Negro, un arpón, agua, submarino.


Black Manta.


-Batman, ¿Qué crees que estás haciendo? – no le pillo para nada de sorpresa, era muy predecible.


Alegrarse por ayuda ahora mismo era todo lo contrario, no causándole más que fastidio.


-voy por mi hijo-murmuro con un deje oscuro en su voz, caminando a paso sigiloso por los pasillos, evadiendo fácilmente las cámaras.


-espera por refuerzos-


-no tengo tiempo mujer maravilla, hare lo que no pudo Aquaman-diviso un guardia, que daba rondas alrededor de las compuertas de un elevador.


-Batman, no hagas algo que puedes arrepentirte-


-ya perdí dos hijos en esta misma manera, no dejare que pase de nuevo- dio pasos ligeros como el aire.


-solo pido tiempo- rogo la amazona.


-algo que no tengo- tapo la boca del subordinado, ahorcándolo con su brazo alrededor de su cuello, desmayándolo por la falta de aire, ocultándolo en un rincón oscuro.


No tenia tiempo para refuerzos, no lo había, cada segundo contaba, cada uno que puede diferenciar de la vida y la muerte.


-Linterna va para allá- corto Diana.


Siguió moviéndose como el mismo rey de las sombras hacia los niveles mas bajos, abriendo las compuertas del elevador y caer libre por el conducto hacia abajo, con el azul oscuro del agua cubriéndolo, y la variedad de peces nadando alrededor, cristal que parecía invisible, un aspecto mágico que, con solo un toque, podrá tocar el agua fría del exterior, cual gota que cae en un estanque, provocando ondulaciones alrededor.


Se detuvo en el antepenúltimo nivel, la zona de detención y laboratorios Black, frenando con sus piernas extendidas alrededor del enorme cilindro, causando fricción y rozamiento suave con las suelas de sus botas de combate adherentes.


Silencioso, algo solitario, y el cambio de guardia no estaba a tiempo de detectarlo, escabulléndose detrás de una columna sobresaliente de una pared de concreto.


La alarma sonó, con los destellos rojos de las sirenas en cada pasillo largo del complejo, y el chirriante sonido que podía despertar a la bella durmiente.


Deben ser los refuerzos.


Se oculto detrás al escuchar el sonido de múltiples pasos en su dirección, pasando el pelotón de hombres armados, parecidos a Ligth, descuidados de sus espaldas del caballero de la noche, directo a las escaleras de emergencia.


La leve luz verde, brillante que podía filtrarse por debajo del agua, a esta increíble profundidad, le hizo suspirar un poco de cansancio, pero también de alivio.


La luz destellante de linterna era como un gran sol, tan brillante y retador, que parece que ni las profundidades del agua, a estas horas de la noche, no eran impedimento de mostrar su resplandor de la esperaba.


Jordán debió armar una buena en la superficie, estaba vaciando los niveles inferiores de la base, en camino a hacerle frente a la liga de la justicia.


Las celdas de detención estaban vacías, una que otra llena de basura o comida en el suelo regada, además de cadenas con manchas de lo que posiblemente seria sangre, y no en una sola, si no en varias, podía escuchar los gritos de resistencia de parte de los prisioneros, o de dolor...


la bitácora no tenía nada de utilidad, pero si las cámaras de vigilancia.


Adelanto la cinta, observando con vista rápida, todo prisionero que estuvo bajo las garras de Manta, jóvenes principalmente, un niño no mas de 10, y su hijo, Robin.


Podría ver algo que no le gustaría, pero el era el dolor mismo personificado en persona.


Robin fue interrogado, como vil criminal, electrocutado, golpeado, resistiendo en mudo los químicos que le inyectaban en su cuerpo, y seguir mostrando esa expresión de superioridad y rebeldía.


Memorizaba cada voz, cada rostro descubierto de sus verdugos, y guardar los deseos ansiosos de pegarles con sus puños desnudos hasta que le sangren los nudillos.


Dicen que el sufrimiento de los hijos, es el infierno de los padres, sintiéndolo en su propia carne, culpándote que esa vida tan joven, esta perjudicada por ti, y eso era cierto.


Apretó los puños con fuerza al verlo aprisionado con cadenas en su celda, apaleado, con sangre manchando su rostro, levemente perdido en su mente por alguna droga administrada, siendo jalado por dos subordinados, sin importarles las condiciones de Robin, arrastrándolo por frio suelo hacia fuera, hace más de 4 días.


Y nada... no hay mas Robin en las cintas.


Black iba a pagar caro.


No tenia mucho tiempo, tenia que encontrar ya antes que todo se complique.


Siguiendo los pasos del video, y con su escáner de calor para no toparse con una sorpresa, pudo toparse con un gran pasillo, directo a una puerta grande de titanio.


Le causaba mala espina, aquí era muy frio, no hablaba solo de la temperatura, si no también de un frio de muerte, espinas de un arbusto de hielo, clavándose en su cuerpo, una leve sensación en su estómago, algún puño que le apretaba su órgano.


Era igual cuando fue corriendo para ir por Jason, la misma sensación cuando vio el cuerpo de Damián en el suelo, con solo una tela blanca en su rostro, casi sin ser consciente aun del sonido de las alarmas, ni de la luz roja que hacia todo más tétrico.


Rogaba, que, por favor, no le hayan arrebatado a su avecilla de nuevo, porque no soportaría la muerte de un hijo, no de nuevo.


Podría pensar que a veces Gotham misma lo matara, en algún callejón de mala muerte, desangrándose y pintar la acera con el color rojo, probablemente con las risas del joker en las lejanías.


Pero también podría ser un desgarre en el corazón, al ver los cadáveres sin las almas de aquellos que ha criado difícilmente, pasando el tiempo ante sus ojos con él, a su lado, y saber, que no volverán nunca.


Los hijos debían enterrar a sus padres, porque era un ciclo natural cuando te haces viejos, o algún suceso desafortunado.


Pero no, el como padre, debía ver la muerte joven de dos hijos suyos, y aunque hayan resucitado, la sensación de una oz rasgándole su alma era inevitable.


Camino sigiloso a la puerta, desarmando el lector de identificación, comenzando a romper códigos.


Tuvo que agarrarse de la pared más próxima al sentir las instalaciones temblar, cual sismo acuático, perdiendo por un momento el equilibrio.


Se llevo la mano a su cinturón, deslizando Batarangs entre sus dedos, afilados que podían cortar las retinas con solo ver.


Acceso concedido.


Con un sonido pesado, comenzó a abrirse la puerta, corriéndose, por un lado, mirando como sorpresivamente una corriente de agua chocaba contra sus pies.


Sabia que antes de poner siquiera un pie, debía estar preparado para lo que sea que vieran sus ojos.


Como primera cosa le recibió una sala pequeña, con números estantes altos como bibliotecas, iluminando cada nivel por tenues luces blancas, solo que, en vez de libros, eran estanques, jaulas y demás que no podía contar.


Raras criaturas, tal vez prehistóricas, o monstruos creados por genética, peces que nunca vio en su vida, morenas con mas dientes del que deberían, pulpos pequeños con una piel tan negra como la noche, cangrejos con espinas por todo el cuerpo, nutrias con escamas, cosas que solo podías ver en una película de terror.


Aun cuando pueden ser aberraciones de la creación, podía ver en sus ojos el sufrimiento de ser monstruos, combinaciones raras e incompatibles de especies entre sí.


Al final le esperaba una entrada sin puerta, con la luz ondeante del reflejo del agua por la pared de color azul, como manantiales dentro de una montaña bajo la luz blanca de la luna creciente.


La corriente de agua parecía nacer de ahí, con el sonido de las gotas cayendo de un gran charco, cuales cloacas y catacumbas del que esta acostumbrado a explorar.


Garras, marca continua de algo siendo arrastrado hacia allí, enterrando una filosas y mortales garras en el suelo, para no ser arrastrado a un probable destino doloroso.


Sea lo que sea, debía ser mortal, al notar algunos charcos de color rosado, teñidos de sangre pura uno que otro.


El olor antiséptico le hizo arrugar la nariz, avanzando con cautela.


Si alguien estuviera aquí, ya hubiera salido enfrentarlo, o siquiera haría ruido, en estas condiciones, el ambiente azarado impedía el sigilo, incluso el, estaba siendo delatado por sus pisadas en el agua.


La alarma sonaba muy tenue desde su lugar, al igual que el combate que estaba desatándose en la superficie, esperaba que Hal les diera una buena, y que siga siendo una buena distracción para buscar a su hijo.


Microscopios, tubos de ensayo, Erlenmeyer, tanques y sangre llenaban el lugar.


Un lavatorio, un gran espacio de forma ovalada, con la mitad teniendo paredes de cristal, más al fondo una gran puerta de bóveda, dándole un aspecto irónicamente pacifico con el hermoso coral a unos metros más, un espectro azul que le daba el color a la sala, y las barras de iluminación semi-blanca en las mesas de trabajo tenues, llenas de muestras, que podían ser un riego siquiera inhalarlas.


No la daba buena espina esto, ni siquiera el esqueleto de pez espada colgado en una repisa.


Esto eran lo que hacían aquí, y era horrible.


Manta con su obsesión de la genética, y formar seres humanos capaces de respirar bajo el agua, aquel elemento que le es impedimento de conquistar el reino de Atlantis, y la basta profundidad con sus misterios del océano.


Se obligo a no tener nauseas, no ahora, no con su mente haciéndole la idea de que les pudo servir su hijo.


Los destello verdes y rojos de la superficie le hicieron reaccionar, volviendo a la búsqueda de lo más importante.


En el centro, en el suelo, había una escotilla mal cerrada, filtrándose la corriente de agua salada. No hace falta ser genio para saber, de quien sea que estuvo aquí, ya se fue por ahí, y posiblemente con sus secretos al ver el revuelo de papeles, y algunos quemados en un cubo.


-bats, es mejor que te apresures, yo solo no puedo contra ellos- pudo escuchar la voz agitada del linterna por el comunicador.


-enterado- corto seco.


Las manchas de sangre seca y coagulada eran su única guía, ante sus mas grandes nervios y miedos, era la única forma de encontrar algo, que podía ser terrorífico teniendo en cuenta que tan retorcida esta la mente de la ciencia y Black.


El enemigo de Aquaman, padre de Aqualad, nunca ha entendido y conformado con la naturaleza del hombre, atravesando limites que no deben ser pisados, para que se haga realidad esa utopía, de esos antiguos seres celestiales, que cayeron del cielo, y vivieron bajo el agua, con tal conocimiento y tecnológica nunca antes visto, y quien sabe que podría encontrar en lo profundo de las fosas marianas.


Incluso para los atlanteanos, sabían que hay limites que no deben cruzar, pero Manta con su gran obsesión por el conocimiento, no le importara que tan lejos llegar.


La puerta que estaba a sus narices parecía mas la de una bóveda, con el rastro de las garras y sangre terminando aquí.


El pasador de identificación estaba roto, chispeando, y podía sentir un aire frio escurrir por una pequeña abertura de la puerta.


No estaba cerrada. Y no sabia si eso era bueno, o muy malo.


Era ridículo detenerse hasta este punto, no le quedaba mucho tiempo, pero no quería arder en el dolor al ver algo desgarrador, y aunque haya visto carnicerías recién hecha a su paso, como padre, el peor de los crimines es ver que le hayan hecho algo tan vil a su hijo.


Ha visto lo aterrador que puede llegar hacer la genética por conseguir respuestas, y el que le hayan hecho algo irreparable a Damián...no podría describir el infierno que sentiría si pasara eso.


Jalo de la manija con fuerza, con el chirrido oxidado de la puerta abriéndose con un poco de escándalo.


Oscuro, negro.


Un cuarto que reina la oscuridad, en que no se podía ver nada mas que el azul del agua al fondo en la noche.


Se sentía con mucho frio, que no le sorprendería ver su propio aliento en el aire, apenas deslumbrando formas y figuras altas, con el sonido del agua moverse.


Encendió su linterna, identificando lo que posiblemente sea de verdad una bóveda, algo grande, pero no tan pequeña, llena de cubos de cristal y peceras enormes en hileras rectas, tal vez unos 14 en total.


Esto no le gustaba.


Estaba buscando a su hijo, no aun pez, pero por alguna razón, sus instintos le gritaban que estaba su heredero mas cerca de lo que creía.


Los primeros tanques estaban vacíos, pero no ayuda que tuvieran dentro cadenas.


el sextavo tanque contenía no algo alentador, una columna vertebral, algo larga para ser de un humano, con una cola larga color anaranjado, que parecía la de un pez dorado de feria.


Apretó los ojos en dolor al ver en el siguiente una jovencita, no mas de unos 16 años, que según en el electro-cardiograma debajo del tanque, estaba muerta, flotando en el agua serena, como feto en placenta, desnudo y con un tubo en su boca quirúrgico, que pudo haberle estado dando aire antes que se agotara el oxígeno.


Pero el pasar de la luz de su linterna por la piel de la chica, le devolvía el resplandor de la luz blanca, como un espejo invisible.


Pudo percatarse que ella le hicieron algo más, en su piel podía observar pequeñas divisiones en casi forma de rompo que sobresalían de la epidermis.


Escamas.


Estos debían ser los progresos de Black, y este es el precio a pagar.


Muerte.


El siguiente fue un chico, no mas de 11 años, con una mutación mucho más avanzada que la anterior, tenia tejidos y membranas entre sus dedos, aunque era un alivio que se registraba unas peligrosas palpitaciones bajas.


Los otros dos sujetos de pruebas fallecieron, uno con espinas como pez globo en todo su rostro, el otro con el rostro deformado en una forma de tiburón.


Aterradores experimentos.


Almas en pena.


Y temió, por que faltaba 5 tanques, y supo para que les serviría Damián, con el horror en sus ojos, en vivo, mostrándole las deformaciones, las mutaciones monstruosas, los cambios que no pudieron soportar los sujetos de prueba.


El décimo, el once, y el doce, personas que murieron por la mutación cruel.


El trece....


La mano le temblaba, la luz de la linterna yacía iluminando el suelo, con el temor de ver algo que quiere.


El 14 estaba muerto, el electro-cardiograma no mostraba ninguna clase de pulsación presente del probable cadáver que debe estar ahí.


El trece estaba vivo.


La linterna fue levantándose de forma lenta en su mano, ahogándose en su propia saliva al ser golpeado por el color esmeralda, azul y jade ante sus ojos.


Una aleta, una gran aleta, larga y delicada por lo delgada que era.


Y a medida que avanzaba el rayo de luz en toda la oscuridad, podía ver una larga cola, decorada con escamas preciosas, manchadas de sangre en una que otra parte.


¿esto que residía aquí seria siquiera humano?


Un ombligo pudo divisar al subir más, parecía la unión y frontera de una parte totalmente acuática con una terrestre, una piel no al 100 humana, si no cubierta con una leve capa imperceptible de escamas color piel, una bronceada, besada levemente por el sol.


Esa cicatriz, esa marca en cruz en costado en su abdomen, la reconocería donde fuera, aun lado de lo que parecía ser alguna clase de branques en el lugar donde residen las costillas.


Damián...


La luz de la linterna iluminaba el dulce rostro de su hijo, que yacía dormido, suspendido en el agua que burbujeaba con suavidad, con un respiradero atado en su boca, su vientre bajando y subiendo, expulsando algunas burbujas de aire por sus branquias.


La cicatriz de hereje, única en el mundo en el pecho de su hijo, fue la ultima prueba que le confirmo, que aquel que tiene al frente, es sangre de su sangre.


-¿q-que te ha hecho?-pregunto a la nada tembloroso, mirando con palidez detrás de la capucha a su hijo de arriba abajo, sintiendo algo que salía y bajaba por su rostro.


Lagrimas.


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