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Las puertas que no deben abrirse, no pueden cerrarse por BocaDeSerpiente

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Notas del fanfic:

Género: Romance/Family.

Claves: Drarry/soft, fluff, OCs en base a miembros de la siguiente generación. Sigo el canon hasta el punto del Ministerio en quinto año.

Extensión: Diez partes + Dos extras.

Disclaimer: Lo que reconozcan, no me pertenece. Yo sólo juego con estos maravillosos personajes.

—¿Hacia dónde?

La pregunta de Hermione es clara, concisa; a él le habría gustado sentir tanta certeza, mantenerse tan firme, en esa situación. Ellos contaban con él, con su guía, su orientación. A veces, el por qué lo creían el líder era un completo misterio incluso para el propio Harry.

Recorrió a cada uno con la mirada. Eran un grupo pequeño. Ron, Hermione, Luna, Ginny, Neville, él; no contaban con más apoyo.

Se acababan de detener en el noveno piso del Ministerio, el Departamento de Misterios, y una secuencia de puertas móviles, que se intercambiaban en cuanto estaban por elegir una, los esperaba por delante. ¿Y cómo iba a saber por dónde ir?

Quería decirle a Hermione que no era un Vidente. Quería gritar, quería llorar, quería golpear algo. Voldemort podría estar ahí, en alguna parte, o Sirius, o los Mortífagos, ¿cómo sabría que no los estaba llevando hacia una trampa? ¿Cómo sabría que no era él la razón de que algo pudiese ocurrirle a sus amigos?

Debió ir solo. Sabía que tendría que haberlo hecho, pero mientras los chicos esperaban una respuesta, se obligó a asentir y pensar.

Rapidez. Necesitaban moverse.

Era seis, por Merlín, no irían a entrar todos en una, ¿cierto?

No, no lo harían. Estaba decidido.

—Todos elijan una puerta.

—Harry- —Hermione hizo ademán de detenerlo, los demás ya estaban en movimiento cuando ella dio un paso adelante. Él la observó, retándola, invitándola, tal vez hasta suplicando que dijese algo, lo que fuese, desde un "no es por ahí, vamos por aquí" que bastase para llevarlos en la dirección correcta, como un "sí, tienes razón, es una gran idea", que le quitase ese peso helado que tenía instalado en el estómago desde que fueron las pesadillas lo que comenzó a despertarlo, días, semanas, meses atrás.

Cualquier cosa estaba bien.

Pero Hermione asintió y no dijo nada, e hizo lo que le había pedido. Y Harry nunca deseó tanto que no lo hiciese, como en el instante en que vio a sus amigos posicionarse frente a una puerta, sujetar el pomo e intercambiar miradas.

Estaba mal.

Algo andaba malditamente mal.

Él asintió, de nuevo, a la pregunta silenciosa que todos hacían, a sus propias dudas, sus temores. A lo que hubiese detrás de esa puerta.

Uno a uno, se perdieron dentro. Harry terminó frente a la que estaba al fondo, la más alejada de donde se detuvo el grupo cuando se percataron de que las puertas se movían.

Se aferró al pomo como si le fuese la vida en ello, rogó porque fuese la correcta, la buena, la que los llevaría a una salida, a salvo, a una victoria. De nuevo, casi cualquier cosa era mejor que eso.

Empujó. Cruzó.

La puerta se cerró detrás de él, tan pronto como dio un paso adelante. Un escalofrío le recorrió la espalda.

Allí, en medio de una sala redonda, en una superficie hundida que se separaba mediante unos escalones del resto del suelo, estaba un objeto enorme, dorado, aros paralelos que empezaban a girar, tomando velocidad, en torno a algo más pequeño en el centro, que no pudo reconocer. Apenas tuvo la oportunidad de un vistazo. Harry pensó que la silueta le recordaba a un giratiempo; hubo dos giros completos, luego todo perdió consistencia y color, y él fue arrastrado hacia la nada.


Lo siguiente que supo fue despertar sobre una superficie suave y cálida, envuelto en una cobija. Llegó a preguntarse si lo había arruinado de algún modo, y ahora volvía a su tan habitual visita a la enfermería, porque dudaba que de ser capturado por los Mortífagos, su buen amigo Voldemort quisiera mantenerlo con todas las comodidades.

Sí, en definitiva, tenía que estar fuera de peligro.

Se obligó a pestañear hacia un techo que le era desconocido, sintió ganas de frotarse los ojos por debajo de los lentes, pero no había montura presionada contra su nariz ni orejas, ni cristales más allá. Aquello era extraño, ya que podía ver con claridad.

—¿Harry? —Llamó una voz desde alguna parte, masculina, adulta, un poco rasposa. Con un quejido, él se obligó a sentarse, haciendo a un lado la tela, que después notó, era verde. ¿Verde? No sabía por qué ese detalle le causaba un mal presentimiento.

Al recorrer el lugar con la mirada, se topó con un cuarto que tampoco le era familiar; amplio, de paredes blancas con detalles en colores pálidos, lleno de muebles de madera oscura, lustrados y tallados con motivos complejos, que su adormilado cerebro apenas era capaz de procesar. Por la manera en que una luz se colaba por el cristal de una terraza, supuso que era de noche.

¿Qué era ese lugar? ¿A dónde lo llevaron?

Estaba a punto de levantarse, cuando al presionar la mano en la cama, sintió algo.

A alguien.

Se puso rígido enseguida, le llevó unos segundos tomar el valor para girar el rostro en su dirección. No supo qué pensar de la manera en que sintió que el corazón le daba un vuelco y empezaba a latir más deprisa, sólo por verlo.

Había una persona en la misma cama que él, aparentemente sumida en un sueño profundo y pacífico; el cabello rubio, se le veía blanco ante la luz nocturna, desparramado sobre la almohada, y la espalda era una silueta que se le antojó fascinante, de pálida piel recubierta de marcas casi imposibles de distinguir, ya que la cobija que tenía encima, y a la que sujetaba con ambos brazos por delante del cuerpo, no le cubría sino hasta un poco por debajo del nivel de la cadera, revelando el inicio de una curva de la que Harry se forzó a apartar la mirada cuando se descubrió invadido por un cosquilleo inexplicable.

Pero, pensó, distinguía algo raro ahí.

Conocía, de cierto modo, ese cabello sedoso y de ese tono peculiar. Los hombros eran demasiado anchos para ser de una mujer, los brazos mostraban indicios de músculos que eran marcados con sutiles pinceladas, y a pesar de eso, la cintura era lo bastante estrecha para que estuviese seguro de que lo rodearía con un brazo, y bajo la tela, se adivinaban piernas esbeltas, hasta el final de la cobija, de la que sobresalían las puntas de unos pies.

El aliento, que había contenido en algún momento sin darse cuenta, se le escapó en forma de una temblorosa exhalación. ¿Quién era? ¿Qué hacía ahí?

¿Por qué tenía tantas ganas de rodearlo y pegarse a su espalda? Era un impulso que le nacía de ninguna parte y todas a la vez, y frenarlo conllevaba un esfuerzo de voluntad, como si se tratase de una costumbre, de una acción llevada a cabo por pura inercia al verle de ese modo.

¡Harry no se sentía así con nadie! Está bien, sí, llegó a gustarle Cho, ¡pero estaba seguro de que eso ya se le estaba pasando! Y aquel desconocido -porque sólo podía ser un hombre-, en definitiva, no era Cho Chang, a menos que se hubiese perdido de un detalle importante.

—¿Harry? —Repitió el llamado la voz anterior, y él consideró sólo un instante quién podía ser, ya que el hombre a su lado continuaba dormido.

Con una sensación de irrealidad, como la que se siente en medio de un sueño y al saber que es un producto de la imaginación nada más, Harry volvió a mirar alrededor. Distinguió, sobre uno de los dos escritorios, el que estaba más cerca de su lado de la cama y el desordenado, a diferencia del otro, que tenía pergaminos apilados en un orden específico, una luz roja, diminuta, con una forma que no supo reconocer. Y todavía con la cabeza embotada, medio hipnotizado, se deslizó fuera de la cama, y caminó hacia allí.

Llevaba apenas un pantalón de algodón encima, y nada más, y sus pies en contacto con una alfombra que emitía calidez, le hicieron saltar. Le gustaba cómo se sentía moverse sobre ella, admitió mientras avanzaba.

Al llegar a un lado del escritorio, la luz giró en torno a él y se desvaneció al descender y chocar contra un sobre. Uno dirigido a él, con una caligrafía que reconoció enseguida como suya.

"A Harry J. Potter, de 1996", para ser específicos.

¿Era una especie de broma, en el momento más importuno? ¿Se golpeó la cabeza? ¿Le lanzaron un Obliviate y aquello fue lo que llegó a dejarse a sí mismo, antes de recibir el efecto del hechizo?

Con cientos de preguntas arremolinándose en su mente, y todavía adormecido, de una manera que no le permitía llegar a ninguna conclusión, ocupó la silla junto al escritorio, abrió el sobre, y desdobló el conjunto grueso de cuartillas, en páginas de papel muggle, que estaba dentro. Bien, aquello era más raro; no había visto a alguien que usase ese tipo de papel, en lugar de pergaminos, desde su ingreso al mundo mágico.

Comenzó a leer, obligándose a parpadear para alejar una bruma de sueño y el impulso que intentaba guiarlo de vuelta a la cama, a abrazar a ese sujeto que no, él no iba a abrazar, maldición.

"Estimado Harry de quince años:

Hola, soy yo, Harry. O soy tú, más bien, pero mayor. Estoy escribiendo esto en mis ratos libres y a escondidas, intentaré dejarlo a la vista para ti, no puedo prometer nada. Espero no pases horas buscándolo ni grites como loco nada más despertar, de la manera en que yo hice al llegar.

Necesito que te concentres en estas palabras, como si fuesen la solución a todos tus problemas, porque lo serán, al menos durante las próximas horas.

Me llamo Harry J. Potter, tengo casi treinta y cinco años, te harás una idea de en qué época estás (estamos), supongo. Para no hacértelo tan difícil, digamos que cuando tenía quince y estaba en el Ministerio, se me ocurrió la brillante (estúpida) idea de separar el grupo que me acompañaba para que cada quien fuese por su parte y abriese una puerta, y entré a donde no debía. Si hubiese ido con alguien más, la reliquia mágica que investigaban allí, no hubiese hecho nada, pero al reconocerme solo, se puso en funcionamiento.

Aparecí en una casa desconocida, en otro tiempo, con otras personas, y vaya sorpresita que me llevé. Me costó adaptarme, hice un desastre, y a la final, cuando me tocaba marcharme, ser arrastrado por la reliquia de vuelta a mi tiempo, a ese día en el Ministerio, no quería irme, Harry. Yo me enamoré de esta vida que te será mostrada a continuación, de cada detalle, de cada segundo, de sus altibajos.

Nunca quise nada tanto como tener esto que vi ese día, antes o después, y me llevó tiempo, esfuerzo, pero ahora puedo decir que lo obtuve. Soy (somos, serás) la persona más feliz del mundo, aunque ahora no lo puedas entender, aunque no lo veas.

Voldemort ya no está, lo único que puedo decir, sin arriesgarme a abrir una brecha en el tiempo, es que no lo vas a derrotar ese día en el Ministerio, ni el siguiente, ni siquiera un año después. Será un proceso largo y duro, pero no tienes que sentir miedo, porque lo harás bien.

La comunidad mágica ahora está tranquila, la vieja Skeeter todavía habla de nosotros siempre que puede, es un mal del que no creo que lleguemos a librarnos en esta vida.

Te encuentras, en este momento, en una casa a las afueras de Wiltshire, bajo un Fidelius, que sólo deja pasar a amigos y familiares. Sé que ahora no tienes idea de qué lugar hablo, pero lo reconocerás en un futuro cercano.

Te he dejado una serie de instrucciones de lo que es parte de mi (nuestra) rutina diaria, aunque no sé cuánto tiempo te quedes, y algo de información acerca de las personas que te vas a encontrar. Lo más importante que debes tener en cuenta sobre esta vida, es que todavía eres (somos) una figura pública, tenemos tres hijos: James, Narcissa y Lilian, y estoy casado desde hace doce años con Draco Malfoy.

Sí, leíste bien. Te casaste con Draco Malfoy, Harry. Deja de hacer esa cara, sí, la que sé que estás haciendo, porque en realidad no es nada ma…"

Pero Harry no terminó de leer el párrafo, porque las cuartillas se le resbalaron entre los dedos y cayeron al piso. Se quedó tenso sobre la silla, con la boca abierta en un grito silencioso.

De pronto, dejada de lado la bruma que lo envolvía un momento antes, arrastró la silla hacia atrás y se puso de pie, y atravesó corriendo el cuarto para llegar al otro lado de la cama. Y lo vio.

Harry sintió que las rodillas le fallaban, la garganta se le secaba. Era, efectivamente, un Draco Malfoy adulto, con una expresión demasiado angelical para ser él, y ajeno al hecho de que Harry apenas conservaba el aliento, los labios moviéndose en gritos que no terminaban de brotar, porque estaba tan aturdido que ni siquiera podía emitir un mínimo sonido.

Y lo peor de todo, es que desde el centro del pecho, sintió nacer una emoción que lo arrastró igual que una ola, llenándolo de adoración pura. ¡Harry no adoraba a Malfoy! ¡Era Malfoy, por Merlín, ¿en qué mundo loco, en qué ilusión, había sido lanzado?! ¿Era una pesadilla?

Se pellizcó un brazo sin dudarlo, y luego gimoteó, consciente de que el dolor era bastante realista. Después de un largo momento en que se dedicó a observar, todavía incrédulo, a Malfoy, dándose la vuelta, tanteando la cama en busca de algo -en busca de él-, hasta que se resignó a abrazar la almohada que estuvo bajo su cabeza y aun debía portar su aroma, Harry se obligó a controlar el pánico, y aunque el instinto le gritaba que saliera corriendo de esa casa de locos, los pies volvieron sobre sus pasos hacia la ruma de papeles que había dejado en el piso.

Se agachó para revisar las supuestas instrucciones.

"Para empezar…"

"Tu trabajo…"

"Sobre el día a día de los niños…"

"Si Draco se enoja contigo…"

"Si las niñas se molestan…"

"Si Lily llora…"

"Si James se enoja…"

"En caso de visita de Ron y Hermione…"

Todo estaba ahí, preparado para él, con su propio puño y letra. Muchas situaciones, que debían ser comunes, si es que se tomó el tiempo y la molestia de contárselas. Al final, en las últimas cuartillas, había una sección titulada "Preguntas que muy probablemente te hagas, y es mejor que no lo hables con nadie".

La primera era bastante clara, respondía a la circunstancia que veía más inusual en todo aquello.

"Si te preguntas si estoy enamorado de Draco, la verdad es que sí. Muchísimo, más que eso incluso. Lo amo, Harry.

Si tú no te sientes igual cuando hayas llegado al final de este viaje, tal vez signifique que, después de todo, no somos iguales. Y haz el favor de dejar esa cara, la que sé que estás haciendo mientras lees esto, sí, sabes de lo que te hablo."


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