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Cosas de adultos ||Sterek|| por Dark_Ness

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Notas del fanfic:

Mientras escribo la segunda parte de Huellas, me di la libertad de hacer un pequeño espacio para traer otro pequeño escrito...

Notas del capitulo:

Es una historia corta. 

Tal vez cinco capítulos a lo máximo.

Era gracioso como las ironías cósmicas existían.

Cuando Derek era pequeño, había una mujer grande sumamente aterradora que iba detrás de él en clases. Derek tenía catorce años, una novia muy tierna y una acosadora de al menos veinte años mayor que él.

A Derek le ponía los pelos de punta cada vez que tenía clases con ella.

Kate lo miraba como si fuera un pedazo de carne andante; algo jugoso y único que tenía probar. Como el plato más caro y exótico en la carta del restaurante de la vida.

Y si un niño se daba cuenta de eso, era sumamente raro.

Sin embargo, las cosas sólo fueron feas en ese momento. Afortunadamente, un profesor de biología se dio cuenta que algo raro pasaba ahí; y como el hombre era un alma buena y pura, no dudó ni un segundo en ponerse en contacto con la policía. Ahí fue la primera vez que vio al sheriff Stilinski, el cual fue su mayor héroe cuando se llevó esposada a la profesora Kate Argent por acoso escolar hacia un menor de edad.

Los detalles fueron pequeños murmullos que Derek no quiso escuchar nunca, por lo que sólo supo lo que le interesaba: que la mujer estaba tras las rejas y que nunca se volvería a cruzar con otro niño en su vida. A partir de entonces, Derek se alistó en la academia policial para servirle a su pueblo y vigilarlo de personas enfermas como lo fue Kate; convirtiéndose así en un agente de la ley que se encargaba regularmente de poner a salvo a las víctimas de cualquier tipo de abuso.

A Derek le asqueban los acosadores.

Y ahora que el sheriff Stilinski estaba a punto de retirarse, las cosas dieron un giro irónico y peligroso.

***

Derek tenía veinticuatro años recién cumplidos; poseía un puesto estable en la comisaría de Beacon Hills y era la mano derecha del sheriff. Se encargaba de patrullar las calles junto a Parrish de siete de la mañana hasta tres de la tarde, ponía en su lugar a los matones y ayudaba a las señoras con las compras cuando estaban muy pesadas.

Derek era como el Superman de Beacon Hills.

Y todos lo amaban por ello.

Incluido el hijo de su jefe. El avispado y astuto Stiles Stilinski.

El chico apenas era un adolescente consciente de sí mismo. Estaba dejando la etapa de la niñez para moldearse con la adultez juvenil; y eso le causaba un realce de aquellas facciones delicadas que quedaron sepultadas bajo montones de grasa infantil.

Derek lo recordaba muy bien como el chico de pálida piel y lunares infinitos. Era un niño tan hermoso, con una inteligencia aguda junto a sentido de la diversión sumamente peculiar; pero inocente e infantil al fin. Era para él como el niño más cercano a los querubines que Miguel Ángel había pintado en la increíble Capilla Sixtina y por ende doblegaba su vigilancia al doble para asegurarle a él —y a niños como él— una vida segura y libre de pervertidos.

Stiles también era muy amoroso.

Pero la diferencia de seis años que tenían les hacía las cosas muy extrañas a veces. Derek entró a trabajar oficialmente a los veinte años a la comisaría, cuando Stiles tenía trece años; y siempre lo vio como el hijo de su jefe al cual tenía que proteger. Era una relación tranquila y sana las que se traían; él por su lado se encargaba de hacer sentir a Stiles como un chico que no estaba solo entre tantos adultos, y a cambio, el preadolescente le hacía sentir joven todavía.

El amor que Stiles le tenía siempre fue inocente y fraternal —o eso entendió Derek por mucho tiempo. Los abrazos que se daban eran de hombre a hombre, igual que las infinitas charlas que establecían en los ratos libres de Derek; y se sentía bien, como un rato entre hermanos de distintas edades que se entendían de una u otra forma a través de las anécdotas. Era un momento tranquilo en donde Derek sentía que el mundo no estaba dañado, que los acosadores de menores estaban lejos y tras las rejas, y que los niños no deberían temer por alguien que iría detrás de ellos.

Pero a veces Stiles se comportaba muy raro. Lo abrazaba más de la cuenta; le daba caricias sutiles que no eran frecuentes entre hombres pero sobretodo, Stiles miraba a Derek cómo Derek miró a Paige varias veces antes de que ella decidiera irse. Eso le ponía incómodo a Derek; porque Stiles era muy joven como para... fijarse en alguien más de esa forma, en especial en alguien como él que era obscenamente mayor.

Sin embargo, el sheriff siempre detuvo cualquier tipo de cosas de manera indirecta.

Siempre llamaba a Stiles cuando éste se acercaba más de la cuenta a Derek. O también lo alejaba pasivamente para que hiciera de ayudante personal con algunos mandados del sheriff. Y eso, por más cobarde que sonara, hacía sentir seguro a Derek. Y un poco incómodo.

Pero es que Stiles tenía trece años; apenas estaba entrando en la vida de secundaria y Derek ya tenía un trabajo e en la vida de secundaria y Derek ya tenía un trabajo en la comisaría en donde se encargaba de vigilar y mantener bajo control cualquier tipo de actividad delictiva.

Y así fue por un buen tiempo.

Pero entonces Stiles cumplió diecisiete años.

¡Oh Dios! Los amados diecisiete.

Ahí Derek finalmente vio el cambio.

Ya Stiles no era el mismo niño que conoció aquella vez, ese que se ocultaba detrás de la figura de su mamá cada vez que iba a la comisaría. Ya no era ese mismo niño tierno que tenía una sonrisa infantil en el rostro. Ahora ya era un hombre.

Eso le hizo a Derek pensar muchas cosas.

Cómo por ejemplo el hecho de que Stiles conseguiría una novia —o novio, Derek no juzgaba— y comenzaría a hacer cosas de chicos grandes. Ya estaba a punto de finalizar la secundaria, y según las charlas que mantenían, iría a la universidad del condado a estudiar medicina. Siempre estuvo entre ser un agente federal o ser un cirujano general; porque sentía que de una o de otra forma salvaría a las personas; y al final, en medio de unas conversaciones que mantuvo con Derek, concluyó que la medicina le ayudaría a salvar una vida a la vez sin necesidad de usar un arma.

En fin. Stiles ya tenía el reloj biológico marcándole el comienzo de la adultez, y Derek sabía que ya no tenía que preocuparse por alguna extraña actividad de Stiles que involucra a Derek.

Y eso le hacía sentirse triste.

Ya no se darían esas charlas largas y peculiares entre los dos, en donde desentrañaban los misterios del cosmos y las teorías estrafalarias de los seres mitológicos. Ya Stiles no volvería a preguntarle sobre temas que no le gustaba hablar con su papá; ni volverían a tener la misma familiaridad.

Ya Stiles sería ajeno a él. Y Derek sabía que la edad le había quitado a un amigo.

Ahí fue cuando Derek comprendió que la vida era tan jodida y estúpidamente irónica. Porque él se alejó de Kate por su acoso; le asqueba todo lo relacionado con las personas que miraban con ojos perversos a los niños —Stiles aún seguía siendo un niño en lo más profundo del corazón de Derek— y trabaja en un puesto que lo hacía ajusticiar a todos aquellos criminales.

Pero ahora él se había convertido en Kate.

Se había enamorado de Stiles cuando comprendió que él ya no estaría más.

***

Esa noche Derek se sentó en la comodidad de su sofá y observó el cielo a través de los grandes ventanales de su loft. Pudo ver la luna, clara y redonda como una hermosa deidad. Ella siempre le calmaba cuando Derek tenía alguna alteración.

Siempre se sentaba frente a esa ventana cuando estaba tenso. El frío pasaba tranquilo por las pequeñas aberturas que los vidrios le permitían tener; lo cual significaba una caricia refrescante en la piel caliente y nervosa de Derek. La noche tenía su propio misterio para todos, dejando al desnudo las pasiones e inquietudes de cada ser que tuviera el placer de verla; y ahora que las nubes estaban dispersas por ahí, Derek respiró.

Esa vez, Stiles se pasó a darle los buenos días. Él tenía un perfume extraño; uno que no había olido en él jamás. Parecía una fragancia masculina muy potente, tanto así, que Parrish arrugó la nariz cuando Stiles pasó frente a él. Stiles no se percató de una marca de beso que se asomaba en su cuello; se asomaba como una vecina chismosa en la palidez de su piel manchada de lunares. Desentonaba como una nota muy alta en una sinfonía coordinada. Y a Derek le revolvió el estómago esa sola muestra de afecto.

Por eso estaba acompañado esa noche en su loft con una botella de whisky. Derek no bebía, puesto que en su tiempo de servicio tenía que estar activo; pero había ocasiones en donde un lujo no venía mal.

Sin embargo, esa vez no fue un lujo. Oh no.

Beber por despecho era la bajeza más miserable en la cual Derek había caído.

Peor que aquella vez en donde desconectó la consola de videojuegos cuando Stiles le estaba ganando en el Mario Party.

Era aún más miserable seguir pensando en un adolescente de diecisiete años que ya había hecho apertura a su vida sexual.

***

Derek se durmió unos minutos después. O tal vez fueron horas.

Su percepción del tiempo se veía tergiversada cuando una botella de whisky entraba en escena.

El frío ni siquiera le despertó; y eso que la temperatura bajaba considerable cuando las horas pasaban. Mucho menos le despertó el ruido de los árboles y las bocinas de la calle.

Pero si se levantó cuando un par de manos suaves le sacudió el cuerpo.

¿Quién, en nombre de Merlín, se atrevía a moverlo cuando estaba soñando con correr con una jauría salvaje de lobos?

Derek se levantó exaltado. Y su respiración pasó de alerta a alterado en menos de tres Mississippi cuando el joven Stiles Stilinski, dueño de su corazón de manera platónica, se hizo visible.

Según el reloj que estaba en la pared, eran las dos de la mañana. Derek recordaba haber llegado a eso de las nueve, comer, bañarse, desempolvar la botella que estaba guardada en una de las vitrinas de botellas y sentarse a beber en soledad ya a las diez y media. Se había dormido más rápido que la última vez que lo hizo, había cinco años.

Por otra parte, Stiles tenía una pinta nueva para él.

Su habitual alegría se veía mellada; como si algún injusto la hubiera golpeado con un martillo hasta moldearla en una sombra de lo que solía ser. Tenía los ojos rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando desde hacía un largo rato; junto a un moretón violáceo en uno de sus ojos. A parte, el labio morado y roto le hacía juego al color hematoma de ese ojo. Pero nada era peor que las marcas que tenía alrededor del cuello.

¡¿Quién había sido el maldito que se había atrevido a tocar a Stiles de esa forma?!

Stiles no dijo nada. Tenía una sonrisa en su rostro carente de felicidad o cualquier sentimiento cálido.

Derek se levantó rápidamente, con todos los vestigios de su aparente borrachera curados al ver el estado de Stiles.

Derek se durmió con la chaqueta del uniforme puesta ya que era muy cómoda. Se la quitó entonces para cubrir a Stiles.

Pero él sólo se aferró al pecho de Derek y lloró silenciosamente.

Sus espamos del llanto retenido estaban causándole un dolor inimaginable a Derek mientras éste lo abrazaba.

Contadas fueron las veces en las que Stiles se mostraba vulnerable frente a él. Cómo aquella vez en donde Derek estaba en casa del sheriff —pedido personal de él— y Stiles se cayó estrepitosamente del árbol que estaba en el jardín, aterrizando con los brazos. Él lloró también por el dolor de su brazo roto, pero sobretodo le pedía que no le dijera nada a su papá. O también estaba aquella vez en donde Stiles hizo una broma terrible en el colegio, y tres de sus compañeros salieron heridos; esa vez Derek respondió por él, y sólo cuando estuvieron ellos dos solos, Stiles se permitió llorar al sentirse culpable por lo que había causado, pidiéndole también a Derek que no le dijera a su padre.

Esa vez, mientras Derek acariaba los cabellos de Stiles y lo abrazaba protectoramente contra su pecho, el adolescente también le pidió una vez más que no le dijera nada al sheriff.

***

Derek nunca había tenido un invitado a dormir en su casa.

Cuando él se independizó de su familia, dejó muy en claro que no quería que nadie invadiera su espacio personal. Él amaba a sus padres, a su mamá con su hermosa sonrisa y a su padre con su carácter fuerte pero amable por dentro; adoraba a sus hermosas hermanas que le hicieron la vida imposible pero sobretodo, adoraba a su familia.

Y eso no significaba que el aguantaría otros veinte años con ellos.

El amor era algo que no podía quitarse; pero la privacidad era algo que él gozó muy pocas veces. Y ahora que era adulto, estaba más que feliz con las reuniones mensuales que se hacían en la casa Hale.

Sin embargo, al no tener nunca ningún huésped, Derek se sentía consternado al tener a Stiles durmiendo bajo su techo.

Porque después de la escena que hubo en la sala, Stiles mostraba renuencia a pasar la noche en ese estado en su casa. En especial en ese momento, que eran las dos y media de la madrugada.

Derek entonces le permitió dormir en su loft, con la condición de que él tendría que decirle que estuvo haciendo y por qué jodidos llegó en ese estado. Stiles accedió muy taciturno; y entonces el anfitrión le indicó en donde estaba el baño para que fuera a refrescarse antes de dormir.

¡Dios! De pasar a estarse lamentando por un amor imposible, a tener a ese amor imposible bajo su propio techo...

Derek era un bastardo con muy mala suerte.

Entonces, un sonido le llamó la atención. Stiles estaba parado en la puerta del baño, con una toalla cubriéndole la cintura; su pecho estaba al descubierto, pero por lo que vio, Stiles tuvo una pelea fuerte. Los moretones se veían en su cuerpo con un tenue violeta, pero afortunadamente no tenía ningún hueso comprometido a una inconveniente fractura.

Verlo ahí parado con el cabello goteando en el suelo le hizo sentir que otra vez Stiles tenía catorce.

Derek le tendió unas prendas que a él le quedaban pequeñas, a lo que Stiles las tomó y se vistió con sumo cuidado. Derek tuvo la decencia de voltearse y darle su espacio al chico.

Cuando finalizó, Stiles no sabía que decir.

Pero era muy tarde para hablar —¿O tal vez muy temprano?—, por lo que Derek despachó al joven a la única habitación que había para que él descansara. Derek dormiría en el sofá grande de la sala.

Stiles en todo ese tiempo desde que salió del baño no miró a Derek a la cara.

***

Pronto su extrañamente cómodo sofá se hundió bajo un peso adicional. Derek estaba seguro que no había aumentado sesenta kilos de repente como para que ese hundimiento se diera, por lo que se despertó otra vez.

Stiles estaba acurrucado como un saco de papas en el costado de Derek. Trajo la sábana que Derek le había dado para dormir y la tendió sobre ellos para que el frío no les diera abruptamente.

Él estaba abrazándolo. Tenía el brazo cubriéndole el amplio pecho mientras que su pierna izquierda lo apresaba con la misma fuerza de una prensa hidráulica las piernas de Derek. Era como estar en una trampa para osos.

Aunque era más peligroso. Podía perder una pierna en una trampa de osos y salir vivo; pero no estaba seguro de siquiera salir de la trampa de carne y hueso que era Stiles en ese momento.

El chico no estaba dormido, pero si estaba más calmado que cuando llegó a la casa. Respiraba uniformemente y las vibraciones de su corazón estaban sólo un poco más aceleradas que la manera promedio.

Tal ves estaba un poco nervioso.

—Te amo, Derek.

Y fue eso lo que finalmente terminó de sellar el destino de Derek.

***

El desayuno era incómodo.

En especial cuando la luz de la mañana se proyectaba tan altivamente sobre los únicos habitantes del loft. La claridad iluminaba con un nuevo enfoque el estado de Stiles; resaltando los nuevos tonos en su piel pálida. El hielo afortunadamente bajó la hinchazón y redujo considerablemente las zonas afectadas a sólo una sombra de lo que realmente eran; ya al fin sus ojos no estaban coloreados con el carmín del llanto, y se podía percibir su mirada avergonzada sin mayor inconveniente.

—Me metí en una pelea callejera —comenzó a relatar Stiles. El cereal con leche que estaba comiendo aliviaba un poco las pulsaciones de su labio roto; la frescura de la leche le refrescaba—. Habían unos tipos siguiéndome desde que salí de la universidad para averiguar algo; y los intersecté en un callejón oscuro.

El color de la cara se le fue a Derek de vacaciones.

—Al parecer ellos querían darme un "agradable" mensaje de parte de un estúpido —Stiles remarcó la última palabra con desdén—; parece que estaba saliendo con su chica...

Derek suspiró con algo de calma esta vez. No era nada más que un ajuste de cuentas romántico entre un desesperado y Stiles.

— ¿Por qué no me llamaste para ir a ayudarte? —Derek preguntó finalmente cuando tuvo la absoluta certeza de que Stiles ya había concluido su historia— Mi deber es asegurar el bienestar de las personas; en especial el tuyo —Derek enrojeció sólo un poco cuando dijo eso último—, pero no puedo protegerte si te vas fuera de mi alcance.

Stiles bajó la mirada hacia su cereal. De repente se había vuelto más interesante las hojuelas de maíz tostadas que flotaban en medio de la leche líquida.

—Quería hacer algo por mí mismo e impresionarte —respondió en voz baja—. Quería hacerte sentir orgulloso.

El hecho de que Stiles quisiera hacer sentir orgulloso a Derek lo dejó con unos desagradables retorcijones en el estómago. Los pensamientos desenfrenados no se dieron a esperar y desfilaron uno tras otro en la activa mente de Derek, resaltando el hecho de que Stiles aún seguía pensando en él a pesar de todo.

—Ya estoy orgulloso de ti, Stiles —respondió un poco quedo. No era mentira; puesto que Stiles tenía méritos por los cuales alegrarse, como ser el primero en su clase junto a la jovencita Martin, y también como haber sido elegido co-capitán del equipo de lacrosse junto a su mejor amigo Scott McCall. Las orejas de Derek se colorearon de rojo—. No necesitas poner tu humanidad en peligro para hacerme feliz.

Stiles dejó de observar el cereal con una vergonzosa rapidez. Su rostro enrojecido esta vez por un rubor bonito atrajo totalmente la atención de Derek. Tenía una expresión soñadora, como si le hubieran comunicado de repente que era el ganador de la lotería local; y eso pulsó más y más en la mente ya de por sí culposa de Derek.

¿Cómo pudo haberse enamorado de ese muchacho que aún seguía siendo un niño en el fondo?

Rápidamente cortó la conexión de miradas y cerró los ojos. Una jaqueca impertinente amenazaba con destrozarle las sienes al mismo tiempo.

—Te amo—repitió Stiles, sacando de sus ensoñaciones a Derek—. Te he amado desde que tengo trece años; y creo que no podré hacer nada para cambiarlo.

Pero esa afirmación se sentía rara. Cómo un comentario dicho sin pensar.

Y no es que como si esas cosas no sucedieran. Era muy frecuente cuando Stiles lanzaba comentarios extraños al aire, en especial en presencia de Derek; como aquella vez cuando estaban caminando de regreso de la comisaría a la casa del sheriff y Stiles le confesó al mayor que su pasatiempo favorito era escurrirse en la sala de profesores y cambiar el café por agua mezclada con tierra del club de jardinería. Eran momentos en donde Stiles se ponía sumamente nervioso en los cuales él soltaba información al azar; y por lo que pudo ver, este era uno de esos.

—Stiles...

—Sé que soy muy pequeño —interrumpió rápidamente el muchacho, como si estuviera nervioso de lo que pudiera decir Derek—; sé que soy el hijo de tu jefe, y sé también todo lo que ocurrió cuando tenías catorce años —esto último lo dijo un poco cohibido—; por lo que quiero que sepas que no tienes que hacer nada con esta información. No estás obligado a nada y mucho menos estoy pidiéndote algo... yo sólo quiero que sepas esto...

Fue mucho más repentino que aquella vez en donde Stiles le confesó que usaba la tarjeta de crédito de Claudia para pedir historietas en polaco por Amazon.

—Yo... debería irme. —se respondió así mismo después de unos segundos en silencio.

Derek quedó en blanco, como si la señal satelital de su cerebro se hubiera desconectado de repente. Y de igual manera, no captó el momento en el que Stiles se levantó de la mesa y desapareció de su vista; tan sólo pudo reaccionar después de escuchar la puerta del loft cerrarse.

Derek dejó ir a Stiles.

No podía sentirse más idiota.

———

 


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