Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mariposas y leones por BocaDeSerpiente

[Reviews - 4]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Género: Romance/Hurt/Comfort.

Claves: Drarry/AU: sin Voldemort. (#2 Serie ¡Cambio de Casa!)

Extensión: 5 partes.

Disclaimer: Lo que reconozcan, no me pertenece. Yo sólo juego con estos maravillosos personajes.

A Harry no le gustaba Draco. Los que decían eso, no sabían de qué hablaban, y nada podía estar más lejos de la verdad.

Lo que ellos tenían era una relación tira y afloja de peleas y bromas pesadas, desde el momento en que casi se agarran a golpes a los once años, en la tienda de Madam Malkin, porque Harry, por accidente, pisó el borde de la túnica nueva de Draco cuando este bajó de la plataforma de medidas, y el otro niño se volvió, hecho una furia, para exigirle una disculpa que no quiso dar, porque vamos, no era para tanto, llevaba como diez túnicas más. Y una cosa llevó a la otra, y de pronto, Lily Potter tenía una mano puesta sobre su hombro para retenerlo, y la dependienta le recordaba a Draco que tenía que ir a buscar a su madre, que estaba comprándole los libros en otra tienda.

Luego un encuentro en el expreso, una burla a su cabello y lentes, y el empujón con que le respondió, dio pie a lo que podría haberse convertido en otra pelea, de no ser por la intervención de un profesor amargado llamado Severus Snape. Por supuesto que el hecho de que el Sombrero Seleccionador viese algo en común en ellos, como para mandarlos a Gryffindor, y los estudiantes no parasen de susurrar acerca del primer Malfoy, sangrepura de una línea que se remontaba a siglos atrás en Inglaterra y Francia, que iba a la Casa de los leones, no cambió nada.

De hecho, la convivencia obligada en el mismo cuarto y las clases compartidas, probablemente, sólo los llevaron a un peor término. Una noche, Harry salía de la ducha, para descubrir que alguien encantó su acondicionador y el cabello se le caía de a mechones, aun consciente de que le crecería mientras dormía, y a la mañana siguiente, Draco parecía dispuesto a maldecir a otro alguien, que untó de grasa algunas de sus túnicas y dejó que el hipogrifo de Hagrid las mordiese, pisase y utilizase de cama.

En su defensa, no era su culpa si Draco ponía a su baúl contraseñas mágicas tan simples como su cumpleaños, que era el cinco de junio. Y no, Harry no lo sabía porque le gustase.

Uno debía conocer al enemigo. Su base de información titulada "Draco L. Malfoy" no era para otra cosa que para saber qué utilizar cuando llegase el momento del contraataque, que siempre llegaba, porque era como si no pudiesen respirar del mismo aire, sin tener el impulso de lanzarse con puños y varitas sobre el otro.

Hermione, su mejor amiga, lo había reprendido infinidad de veces. Tenían castigos casi mensuales, McGonagall los reunió a ambos en más de una ocasión, una vez hablaron con Dumbledore. Incluso su madre le pidió, vía lechuza, que ya dejase de pelear con ese muchacho, que sólo lo ignorase. Que no era para tanto.

Aparentemente, nadie podía entender que sí lo era.

Para Harry, al menos, lo era.

Entonces no era una sorpresa que nada más escuchar un familiar canturreo, levantase la vista de su tarta de melaza e interrumpiese la plática a boca llena de Ron (o este se callase, más bien, con un quejido, porque sabía que desviaría su atención tan pronto como el otro se acercara).

Draco Malfoy se presentó frente a ellos, con su perfecto cabello rubio platinado en una coleta que le caía por encima de un hombro, amarrado por una cinta delgada, y uno de esos trajes negros de pies a cabeza, que le hacían pensar que no tenía idea de lo que era vestirse "casual" en las horas que tenían libres, ni llevar ropa común bajo la capa del uniforme, que en ese momento tenía doblada sobre un brazo. Lo observó sentarse junto a Hermione, que estaba del otro lado de la mesa, y apoyar el brazo que tenía libre, flexionado, sobre la superficie de esta. Supuso que ya había terminado de comer; el conocimiento de seis años de forzada cercanía, le decían que Draco llegaba temprano a las comidas y se quedaba más tiempo del necesario, sólo para infortunar.

—Granger, mi querida Granger —Soltó, con ese tono meloso y falso, que tenía cuando estaba por pedir algo. Y la muchacha debió reconocerlo, porque frunció el ceño y no apartó la mirada del libro que leía entre bocados.

—¿Qué quieres ahora, Malfoy?

—¿Cómo puedes pensar que Draco quiere algo, sólo por acercarse a ti? —Le siguió Ginevra Weasley, que se sentó al otro lado de Hermione, también con un brazo recargado en la mesa, de un modo que los hacía ver casi como un reflejo de gestos (porque del resto, no se parecían en nada) del contrario.

Vio a su mejor amiga resignarse; todo buen Gryffindor sabía que no tenía sentido, por muy tercos que fuesen, en ir contra esos dos cuando estaban juntos. Era como pretender meterse entre los gemelos Weasley, sin consecuencias. Tal vez incluso peor.

—Como Prefecta, debo decirles que, sea lo que sea que tengan en mente, no puedo ayudarles si incumple una norma del colegio —Les recordó, como cada vez que se le aproximaban de esa forma, y como también era común, ellos intercambiaban miradas y sonrisas ladeadas, por encima de la cabeza de Hermione, y en un movimiento sincronizado, se inclinaban más hacia ella a la vez, dejándola acorralada.

—Nosotros sólo queremos un favor —Explicó Ginny, con esa expresión traviesa que parecía copiarle a sus hermanos a veces, y de la que no creía que se percatase—, como amigos, Hers, ya sabes.

La aludida suspiró con dramático pesar.

—¿Qué quieren, chicos?

—Queremos que nos- le consigas —Se corrigió a sí misma— una cita a Draco.

—Con Parvati —Agregó él, con un gesto vago y que podía interpretarse como despectivo. Harry se sintió fruncir el ceño al dirigirle una mirada desagradable.

¿Qué estaba jugando ahora?

Hermione debió pasar por la misma línea de razonamiento, hasta que giró el rostro hacia él, con el entrecejo arrugado.

—Tú no sales con mujeres —Obvió, señalándolo de pies a cabeza. Draco sonrió más, con la cabeza ladeada; le recordaba, inevitablemente, a un animal cazador que acababa de atrapar a su presa.

—No, por supuesto que no. Chicos hasta el final, ese gusto particular no cambia, querida.

—Pero ella no lo sabe —Continuó Ginny, en cambio—, y se nota que babea por él…

—Como todos —Draco soltó una exhalación que pretendía ser exhaustiva, y sólo hizo rodar los ojos a Ron y Harry.

—…así que queremos que tú, Hers, querida —Prosiguió ella, sin prestarle atención—, le digas que Draco quiere verla, en un sitio, a una hora, y eso es todo. Ninguna norma rota, ¿ves?

Ambos sonrieron, con expresiones que podrían haber parecido angelicales a cualquiera que no supiese que fueron los responsables de una bomba de pintura púrpura y olor rancio en el baño de chicas de Ravenclaw (el cómo entraron, o supieron que sus objetivos irían en ese momento, todavía era un misterio), de las plantas mágicas carnívoras y venenosas que atraparon a unos idiotas que se burlaron de Neville y otros Gryffindor, y los enviaron a la enfermería tres días, ni de la mayoría de las bajas y los constantes cambios de miembros en los equipos de Quidditch de las otras tres Casas. Sí, sin duda, no había que fiarse de las apariencias.

Por muy atractivo que fuese Draco, era terrible. Y no, no es que a él se le hiciese guapo, de todos modos. Claro que no.

—Si creen que voy a dejar que le jueguen una de sus bromitas a Parvati, sólo porque no estamos en buenos términos…

—Oh, no, no, no —Draco meneó la cabeza, con aparente diversión, como si la simple insinuación de que ellos le jugasen una broma a alguien, fuese ridícula—. Querida, no es ninguna broma, ella tendrá una cita esa noche, sólo que no conmigo.

—Si necesitas saber —Añadió Ginny, con el mismo tono apesadumbrado y, según Harry, también fingido—, hay un Ravenclaw muy tímido, que nos pidió organizar esto por él. Es todo.

—Promesa de honor —Recitaron ambos al unísono, llevándose la mano derecha al pecho, justo donde tendría que estar el corazón. Hermione soltó un suspiró pesado.

—¿Y desde cuándo, más o menos, juegan a ser Cupido ustedes dos?

—Hers, nosotros sólo hicimos un trato con esta pobre alma tímida y enamorada, y queremos que nos ayudes…

—…a unir sus corazones de una vez por todas —Completó Draco, con un solemne asentimiento.

—¿Qué trato? Dijeron "favor", no trato —Hermione alternó la mirada entre uno y el otro, con el ceño fruncido.

—Bueno, pero es que los favores son eso, ¿no? Tratos. Normalmente, tratos que se dan, a cambio de agradecimiento —Draco hizo un gesto vago, para restarle importancia—. Y nosotros no hicimos más que ponerle otro precio a su única oportunidad viable con Parvati.

La muchacha mantuvo el ceño fruncido y los ojos puestos en su libro por unos segundos, luego volvió a suspirar, se restregó la cara, e hizo un gesto vago para hacerles saber que lo haría.

—¡Perfecto! Los detalles del encuentro —Ginny le tendió, sobre la mesa, un trozo de pergamino doblado, segura como debía de haber estado respecto a que conseguirían su ayuda.

—Sólo prométanme que no van a dañar a la pobre…

—Nada de eso —Ambos negaron—, una cita real, Granger, probablemente la mejor de su vida.

Hermione desdobló el pergamino, le dio un vistazo, y debió encontrar que era un buen lugar y momento para una cita, porque asintió y se lo guardó en la túnica.

—Gracias, Hers —Ginny le dio una ligera palmadita en el dorso de la mano y se puso de pie, guiñándoles a ellos dos, que los miraban de reojo y seguían comiendo.

Draco hizo ademán de levantarse también, pero entonces, como si pudiese percibir la mirada fija de Harry en su perfil, se volteó hacia él y sus ojos se encontraron. Ninguno rehuyó.

—Lindo cabello, Potter —Elevó la mirada hacia este, por un instante, y volvió a sus ojos, con un chasquido de lengua que podría convertirse en un sonido poco decente y no apto para un espacio público, y un guiño, tras el que también se alejó.

Con el ceño todavía fruncido, los observó perderse entre la multitud, hacia la salida del Gran Comedor. Ginny iba del brazo de Draco y charlaban. Conspiraban, de acuerdo a él.

—No deberías hacerlo —Le advirtió a su amiga, que meneó la cabeza.

—Parece real —Comentó, en voz baja, inclinándose un poco sobre la mesa, pues el grupo de chicas Gryffindor acababa de ocupar la mesa, a unos puestos de distancia—, está citada a los rosales, después de la cena y antes del toque de queda de mañana. Incluso le pide que lleve un abrigo y vaya sin sus amigas. Además, desde eso, los dos se toman más en serio los asuntos de parejas, al menos.

Eso, también conocido en Gryffindor como "el día de la colada", fue cuando el idiota ex novio de Ginny la engañó, y al amanecer, se encontraron al chico pegado a la pared de la Sala Común, en una formación dura como una piedra de ropa sucia, hechizada para apretarlo cuando mintiera respecto a por qué terminó así. Les llevó dos días deshacer los encantamientos y bajarlo. Recordaba que Flitwick había dicho que la técnica era espléndida, aunque la utilización, fuese lamentable.

Tuvo que darle la razón a su amiga, como de costumbre. A partir de ese evento, a principio del año escolar, Ginny ya no cambiaba de novio semanal ni tenía citas y escándalos seguido, y Draco había adoptado por costumbre dirigir miradas de desprecio al que notase con intenciones de ese tipo frente a su mejor amiga. Y cuando Malfoy quería, sí que daban escalofríos esas miradas.

Aun así, Harry bufó y se metió a la boca una cucharada enorme de tarta. Masticó sin cuidado, pendiente de la puerta del comedor, en caso de que Draco o Ginny, porque por lo general, verla a ella implicaba encontrarlo a él, volviesen. No ocurrió.

—Tal vez ese chico de Ravenclaw, el del trato ese de Parvati, sea el que Malfoy mencionaba hace unos días —Comentó Ron, de pasada, más interesado en devorar cuanto pudiese, que en lo que sea que ocurriese a su alrededor.

—¿Qué trato?

—Puede ser —Reconoció Hermione, con un asentimiento.

—¿Qué trato? ¿Qué cosa? ¿De qué hablaba? —Insistió, buscando en su base de datos mental, alguno sobre lo que acababa de oír. Pero no lo tenía.

¿Qué? ¿Qué era?

—Oh, fue cuando estabas enfermo, el resfriado —Aclaró ella, y Harry emitió un débil "ah". Sí, ya lo recordaba, faltó a día y medio de clases, por orden de Pomfrey, que no se creía que estuvo jugando Quidditch bajo la lluvia, a comienzos del invierno en Escocia. Gryffindors, decía la enfermera, como si el término fuese la explicación para todo lo que lo llevaba a visitarla, que sí, estaba bastante cerca de serlo—. Draco llegó emocionado a la Sala Común, sabes cómo es, se puso a llamar la atención de todos. Dijo que alguien del colegio, de quien ahora era un buen amigo, le haría un tatuaje, ¿puedes creerlo? Un tatuaje mágico, a varita, el fin de semana pasado.

Harry parpadeó. ¿Qué?

Su base de datos mental no decía nada sobre tatuajes. Ni que a Draco le interesaran, ni mucho menos que considerase hacerse uno.

¿Y quién era ese "buen amigo", de todas formas? Draco no tenía más amigos que Ginny, cualquier Gryffindor lo sabía; la mitad de la Casa, no lo soportaba, y la otra mitad, se quería acostar con él, y ninguna era una base sólida para una amistad.

—¿De qué? ¿Ya se lo hizo? ¿Dónde? —Repasó los últimos días dentro de su cabeza. Compartían cuarto, al fin y al cabo, y aunque Draco era muy organizado con sus turnos para ocupar el baño y nunca se desvestía frente a ellos (en parte, por Ron, que decía que vomitaría de verlo medio desnudo, pero también por Seamus, que por el contrario, era capaz de tener -y se trataba de algo comprobado, en base a experiencia- una erección, si lo veía), tendría que haber notado un dibujo en alguna parte.

Y no era así.

—No sé, no le pregunté —Hermione se encogió de hombros—. La verdad es que se me olvidó, hasta que Ron lo ha mencionado.

—Es que todavía no me creo eso de "buen amigo", nadie lo aguanta —Resopló el otro, y a pesar de que Harry quería mostrarse de acuerdo con su mejor amigo y aprovechar la oportunidad que se le prestaba para quejarse sobre Draco, se mantuvo distraído el resto de la comida, imaginándose dónde y qué se había hecho el muchacho, sin tener idea de por qué le fastidiaba tanto haberse perdido tal detalle para el registro mental que llevaba de su presunto enemigo.


A Draco sí le gustaba Harry. Era simple; de su edad, atlético, amable con otros que no fuesen él, atractivo, y por momentos, hasta divertido. No era tonto, para no reconocer un buen partido cuando lo veía.

Y además, estaba ese tira y afloja que tenían, que lo volvía loco, porque en toda su vida, nadie lo hacía saltar y reaccionar del modo en que lo hizo ese mocoso en la tienda de túnicas años atrás, y en que todavía lo conseguía. Pero, por supuesto que lo que más disfrutaba, el fastidiarlo, era también lo que lo llevaba a esa situación.

—…es que no sé, Gin —Exhaló. Por lo general, un Malfoy no admitía no saber algo, y Draco nunca había sido una excepción a esa regla en particular, pero algunas veces, por un rato, estaban a solas, y podía hablar sin propiedad y sin tomar en cuenta cánones de qué hacer y qué no—, ¿no te diste cuenta de la mirada que me echaba? Lo halagué, por Merlín, su cabello es sexy, pero hace parecer que me mereciera un Avada por pensarlo.

—Creo que Harry piensa que te burlabas de él —Opinó, en tono suave, sacándole un bufido.

Estaban en el dormitorio de chicas de quinto, con la puerta cerrada, el dosel corrido y un muffliato bien puesto, por si acaso. Ginny estaba sentada, con las piernas cruzadas, y la espalda apoyada contra el cabezal de la cama, y Draco se estiraba de lado a lado del colchón, con la cabeza en su regazo. Le gustaba que jugara con su cabello y lo peinara, a pesar de que no le salían bien los amarres en cintas y él tenía que recogérselo por su cuenta después.

Sabía que formaban una rara combinación, él mismo, bajo otra circunstancia, habría rechazado la idea de ser cercano a Ginevra Weasley. Es más, habría maldecido al idiota que lo insinuase, para que fuese llevado a una revisión de urgencia en el área de pacientes mentales de San Mungo.

Pero, para ese momento, no se imaginaba lo que sería una vida sin su mejor amiga.

Para empezar, Draco no se acercaba a los Weasley; eran unos traidores a la sangre, y había un cierto historial de ofensas contra los Malfoy, que lo hacían mantenerse al margen. En primer año, los gemelos intentaron jugarle una desagradable broma que casi lo derriba de la escoba, y él se los devolvió, atorándolos en los retretes de su dormitorio, del que nadie lo vio entrar ni salir. Desde entonces, podía decir que se llevaron bien hasta que se graduaron y les dejaron, a su hermanita y a él, algunos de sus 'juguetes', pero nunca tuvo el mismo tipo de tregua con Percy, el odioso de Percy, que menos mal se graduó incluso antes, y mucho menos con Ronald.

En segundo año, en el expreso, fue que conoció a Ginny. Era una mocosa fea, no iba a negarlo, demasiado ruda para su propio bien, y además, pegada a Harry. No podía evitar la ocasión de molestarlos.

Lo que sucedió fue una maldición mocomurciélago que le dio de lleno, un hechizo zancadilla que le lanzó en respuesta, y la tumbó, subiéndole la falda en medio del corredor del tren, y un castigo cuando todavía le estaba gritando por lo que hizo. McGonagall le dio la charla sobre no fastidiar estudiantes menores (o a nadie, en general), no usar magia para atacar otros estudiantes, y no agredir mujeres tampoco, y cuando Draco le replicó que esa no contaba como mujer, y en el mejor de los casos, sería una niñata, Ginny estalló con una escupebabosas que, por pura suerte, no le dio.

Sin embargo, golpeó a McGonagall. Pensándolo bien, no tenía idea de cómo una niña tan pequeña, que acababa de conseguir su varita prácticamente, se sabía esos dos hechizos, aunque siempre lo atribuyó a efectos de tantos hermanos horribles. Lo que Draco recordaría de ese día sería la expresión de McGonagall, a quien no le habrían arrojado una maldición en años, y su tono entrecortado mientras los caracoles empezaban a salir y ella enrojecía de rabia, asignándoles semanas completas de detención.

Cuando salieron, se miraron por un momento, y estallaron en carcajadas. Draco no se había reído con tanta fuerza en su vida, y cuando se calmaron, estaban sentados en el suelo, doblados, con el estómago adolorido, y el rostro rojo, y en la Torre, nadie se podía creer qué le hicieron a la profesora.

En los primeros castigos, tareas absurdas sin magia y ser arrastrados por el conserje, con sus sermones interminables, intercambiaron otro par de maldiciones por discusiones que ya no sabía de qué se trataron, cuando no se quejaban de su desgracia, se arrojaban objetos al azar o hacían imitaciones estúpidas del hombre. Cuando se dio cuenta de lo que pasaba, era comienzo de diciembre, Ginny se sentó frente a él en la biblioteca para contarle una idiotez que hicieron sus hermanos, Draco le preguntaba si quería venganza, y se sonreían, cómplices.

Después resultó imposible apartarlos, y no porque no lo hubiesen intentado las suficientes veces. Ese era el resultado.

Draco, el único chico de Gryffindor que traspasaba la defensa de las escaleras, porque era cierto que no le interesaban las mujeres, ni por llana curiosidad, y sólo subía para hablar con Ginny en privado, compartía su mayor dilema con ella.

—¿Por qué pensaría que me burlaba? Le dije "lindo cabello", Gin, ¿tú no tomarías eso como un cumplido? Yo amo que hablen bien de mi cabello, para algo lo cuido, está bien que se me reconozca el esfuerzo de vez en cuando.

Ella rodó los ojos.

—¿Viniendo de ti? Pensaría que es sarcasmo —Se encogió de hombros cuando él le dirigió una mirada desagradable—, mi cabello no te gusta, si no eres tú quien lo arregla…

—Es que tú no lo cuidas, no te preocupas lo suficiente y sólo lo dejas ahí, suelto y sin nada, como si fueses uno de tus hermanos.

—…y eso que somos amigos —Siguió, ignorándolo—. Harry, que tiene una peor imagen de ti, pensará que es lo mismo que cuando le dices que sus lentes son del siglo pasado.

—Pero es que sus lentes son del siglo pasado —Puntualizó, de inmediato—, te lo juro, cariño, vi un retrato de un antepasado Black con la misma montura que Potter lleva, y no uno precisamente nuevo.

Drac —Lo cortó, antes de que diese inicio a la sarta de quejas acerca de Harry, que solían tener lugar después de cada intento fallido de acercamiento.

Era lógico. Se frustraba, comenzaba a hablar mal de su aspecto, luego ese comportamiento despreocupado y amable con todos, menos él. Después preguntaba por qué le costaba tanto serlo con él también, y terminaba por lloriquearle y decirse que no tenía sentido que le gustase alguien así. Que no quería que le gustase más.

¿No era suficiente? ¿No se supone que uno cambia, que esas cosas se dejaban atrás? Sólo tenía que mirar a Ginny, apenas quince años, y ya había salido con todos los Gryffindor de su edad y uno de los compañeros de su hermano mayor, sabía que ahora tenía los ojos puestos en un Slytherin, y no parecía cohibida, arrepentida, de ningún modo.

Y luego estaba él, que llegó al tercer año en Hogwarts, listo para ver a su mejor amiga y empezar con las clases optativas, que le entusiasmaban más que el resto, y recibió el primero de los golpes de esa mierda a la que después le pondría nombre de estupidez humana (o enamoramiento, según Ginny), cuando encontró a Harry, varios centímetros más alto, con el cabello aún más largo y desordenado, y un no sé qué en la forma de moverse y su risa, que lo convirtió en una masa de suspiros e incapaz de pensar.

Era ridículo. Ser consciente de que lo era, todavía peor.

Rodó hacia un lado, bajando la cabeza del regazo de la muchacha y acomodándola sobre su brazo, a manera de almohada. No le gustaba seguir esa línea de pensamiento; cuando intentaba racionalizar la situación con Harry, le dolía el pecho, tenía que boquear, y después le daban ganas de maldecirlo.

—Drac —La voz de Ginny se hizo incluso más suave cuando se inclinó por encima de él. Buscó una de sus manos, la sujetó y le dio un leve apretón; si hubiese tenido más energía, se hubiese apartado, pero había algo reconfortante en el gesto, que hizo que la dejase continuar—, ¿estás llorando?

—No —Murmuró, y no lo estaba.

En tres años, golpeado una y otra vez por esa estupidez humana, no había llorado ni una sola vez por Harry. Se sintió como un imbécil, odió ese estado en que lo sumía, se lamentó, fue patético, pasó por una etapa de negación, repulsión, ira. Sin una sola lágrima.

—Ojalá pudiera hacer algo, Drac —Ginny apoyó la frente contra su brazo, ya que estaba tumbado y ella seguía sentada. Jugueteaba con sus dedos, como le era común cuando dejaba que le sostuviese la mano.

Él tomó una profunda bocanada de aire y se giró, para volver a quedar boca arriba. La acción causó que la muchacha quedase medio tendida sobre su pecho y se rio, soltándole la mano y flexionando los brazos para mayor comodidad y mantenerse alzada.

—Mientras lo sigas dejando fuera de tu lista de conquistas, todo bien, eh —Le pinchó la mejilla, Ginny meneó la cabeza con una sonrisa.

—Por Merlín, Draco, no me pondré contra ti por un hombre. Nos peleamos por tareas, capas, Quidditch, nunca por un hombre —Bufó, aunque luego su expresión determinada vaciló un poco, cuando frunció el ceño—. Ni siquiera si es Harry, y es el más lindo del mundo —Se lamentó, dejando caer la cabeza por completo sobre su pecho. Draco rodó los ojos.

—Habrá alguno mejor por ahí.

—Pues vamos a necesitar dos de esos —Al volver a mirarlo, hizo un gesto que los abarcaba a ambos, los labios recitando en silencio "uno para ti, uno para mí", y haciéndolo reír.

—Podríamos salir con gemelos —Ofreció, con una media sonrisa.

—Seríamos cuñados, prácticamente familia —Ella sonrió más, asintiendo—. Es mejor que el que salgas con uno de mis hermanos.

Draco emitió un sonido de disgusto.

—Espero no me imagines con Ronald, o vomitaré aquí mismo.

—Yo pensaba, más bien, en Charlie —Alzó y bajó las cejas, insinuante, y él ladeó la cabeza y se removió en el colchón, sin quitársela de encima.

—Bueno, si me lo pones así…

—¡Draco! —Chilló, atinándole un golpe sin fuerza en el hombro.

—Pero si tú fuiste la de la idea.

—No andas muy dolido por lo de Harry —Bufó, inclinándose de nuevo sobre él—, y yo que pensé que tendría que darte besitos hasta que se te pasase o algo por el estilo.

El sonido de desagrado se repitió.

—No seas asquerosa.

Ginny arqueó ambas cejas. Oh, no, ahí iba otra vez. Era una señal de peligro.

—¿Cómo que asquerosa? ¡Soy tu mejor amiga! —Draco intentó, en vano, escabullirse lejos de ella, pero la tenía semirecostada encima de su cuerpo y no podía— ¡ah, pero si fuese Harry…! ¡Intentarías sacarme el alma por la boca, Draco Dementor Malfoy, te diría!

Y mientras Ginny fingía quejarse, subiéndose a horcajadas sobre él, y lo torturaba llenándole el rostro de besos sonoros, entre manotazos y protestas, alguien lo buscaba en la Sala Común, pero él no tenía forma de saberlo.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).