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That blue-eyed boy por ScorpiusMalfoy018

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Notas del fanfic:

Este FanFic es de mi autoría, y a los efectos de comprobarlo, antes de subir capítulos aquí o en Wattpad, lo haré en la página web de Wordpress, la cual es https://thatblueeyedboy.home.blog

Notas del capitulo:

Bienvenidos! Espero que les guste, planeo hacer una historia larga, pero todo depende del impacto que tenga en ustedes, los lectores. Tal vez este capítulo resulte algo aburrido, pero tómenlo como una especie de introducción o prólogo! Y por favor, tengan paciencia :)

La noche previa a asistir al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería por primera vez, Albus Potter no podía dormir. Tal vez una taza de chocolate caliente lo ayudara. Se le escapó una traviesa sonrisa; sabía que eso no lo haría conciliar el sueño, pero cualquier excusa era buena. Se levantó de la cama y, procurando no hacer ruido para no despertar a su hermano James, dejó la puerta de la habitación entreabierta y se dirigió a la planta baja de puntillas, aunque no servía de mucho. Las escaleras del Número Doce de Grimmauld Place chirriaban mucho, y aunque la casa relucía –pues su madre, Ginevra, era una maniática de la limpieza y el orden–, todo lo que contenía era viejo. Su padre, Harry, había heredado de su padrino la propiedad y al elfo doméstico, Kreacher, que era muy respetado en la familia y no quería que se hiciera ningún cambio en el lugar. A su hermana Lily no le hacía ninguna gracia…

 

-Jamás reprocharía que mi cuñadito y mi dulce hermanita me inviten a tomar una copa a medianoche, pero, ¿se puede saber por qué no podía ser más temprano?

 

Albus frenó de golpe. No sabía que sus padres estuvieran despiertos, y mucho menos que hubiera visitas. Había escuchado a su tío Ronald, con su habitual ironía. Seguramente su tía Hermione estaba con él, como de costumbre. Sabiendo que no lo dejarían tomar chocolate a aquellas altas horas de la noche, y sin atreverse a hacer un berrinche delante de sus tíos, giró sobre sus talones, desanimado, para regresar a su habitación, cuando de pronto oyó a su padre decir algo que lo dejó inmóvil:

 

-Estuve con Malfoy.

 

-¡¿Qué?! –esa era su tía Hermione.

 

-¡No hemos hablado con Malfoy desde lo de su juicio! –indicó Ronald, que se oía más alterado que su esposa.

 

-Diecinueve años, ¿no? –preguntó Ginevra, al parecer a nadie en particular.

 

-Vino a mi despacho, completamente desquiciado, pidiéndome que librara una orden de detención para Rita Skeeter. Le pedí que se tranquilizara, pero seguía vociferando que ella es una animaga no registrada, y que debía estar en Azkaban. Luego de gritar un poco yo también, logré que se sentara, se tomara un vaso de whisky de fuego que tengo para estos casos…

 

-Sí, claro. –murmuró Albus, sonriendo: sabía que, aunque muy lejos de ser un borracho, su padre adoraba esa bebida, y ni en su despacho ni en casa podía faltar una botella.

 

-Y me contara qué demonios le sucedía para venir a las once de la noche al Ministerio, perturbando mi tranquilidad y mi cena, y ni hablar del tiempo que hacía que no nos veíamos ni el pelo.

 

-¿Y qué fue lo que dijo? –preguntó Ginevra.

 

-Resulta que, hace unas horas, el hijo de Malfoy tuvo una especie de accidente y lo llevaron a San Mungo. Envié a uno de los muchachos del Cuartel General a que corroborara que todo estaba en orden. Como Malfoy y sus padres están en libertad condicional, cualquier delito, por más mínimo que sea, puede enviarlos a Azkaban. Y las acciones que cometa un menor de edad tienen como responsables…

 

-A sus padres o tutores. –completó Hermione rápidamente.

 

-Exacto. Bueno, todo indica que Skeeter tiene informantes en el Cuartel, porque estaba allí en San Mungo, tratando de averiguar qué había sucedido. Por orden de Malfoy, había un hermetismo total en cuanto al tema, pero los Sanadores que atendieron al niño necesitaban información para poder hacer su trabajo. Y allí es donde Rita entró en acción.

 

-No puedo creer que no me haya enterado de esto. –espetó Ronald.

 

-¡Y si vives en una nube! –lo reprendió Ginevra.

 

-¡Chist! –los silenció Hermione. -¿Y qué fue lo que pasó?

 

-Según Malfoy, desde que es un bebé, su hijo tiene un dominio de la magia fuera de lo común, y un poder mágico impresionante. Me explicó que, por precaución, lo entrena en magia defensiva desde que le compró su varita, y esta tarde el chico insistía para que su padre hiciera más que lanzarle chispas. Finalmente, logró que le echara un encantamiento aturdidor, pero fue demasiado para él. Y, dado que mañana el muchacho se va a Hogwarts, en vez de utilizar un hechizo reanimador, Malfoy aprovechó para llevarlo a San Mungo, donde su cuñada Daphne trabaja como Sanadora Responsable. Así inició todo este lío…

 

-Qué exagerado es Malfoy. Ni siquiera yo enviaría a Rita a Azkaban por filtrar a la prensa algo como esto. –soltó Ginevra, decepcionada; seguramente se esperaba una noticia mucho más rimbombante.

 

-No te apresures, cariño. Parece que Daphne se lleva bien con Skeeter desde sus épocas en Hogwarts, cuando debía cubrir lo relacionado al Torneo de los Tres Magos…

 

-¡Cómo olvidarlo! –exclamó Hermione, y carraspeó. –“La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos…”. –recitó con una voz muy tediosa, haciendo reír a su esposo y cuñados.

 

-Greengrass se negó a darle información a Rita, pero aceptó subir con ella al Quinto Piso de San Mungo para tomar algo. Seguramente no esperaba que Skeeter le pusiera Veritaserum en su taza de té. Así se enteró de la razón por la que el hijo de Malfoy tiene tanto poder para ser tan pequeño: todo está en la sangre.

 

-Sabemos que los Malfoy son tipos poderosos, pero ninguno de ellos ha sido gran cosa. –opinó Ronald con cierto desdén.

 

-No es exactamente la sangre Malfoy la que explica este fenómeno. Parece que, poco antes de ser derrotado y encarcelado, Gellert Grindelwald hizo de las suyas… Él nunca llegó a saberlo, pero tuvo una hija. Chiara Di Lombardi, ¿alguno de ustedes oyó hablar de ella?

 

-Está casada con Adrien Greengrass, el pocionero que… -Hermione calló de pronto. –Pero, entonces… Eso quiere decir…

 

-Sí. Daphne no tuvo hijos hasta el momento, pero sí su hermana Astoria…

 

-La esposa de Malfoy. –indicó Ginny, y soltó un grito ahogado.

 

–¡Ella y su hermana son nietas de Grindelwald! –exclamó Ronald, impresionado.

 

-Así es. Y el hijo de Malfoy, por lo tanto, es su bisnieto y último descendiente.

 

Hubo un profundo silencio en la casa, que apenas era roto por los amortiguados ronquidos de James. Su hermano menor, agazapado en la oscuridad, imaginó que aquella noticia debía haber impactado a los adultos, pero a él no le parecía tan grave que un mago tenebroso pudiera tener una familia. De hecho, por lo que Albus había leído de Grindelwald, había sido un tipo tan terrible como encantador. No todos tenían que aborrecer el amor como Voldemort, ¿verdad?

 

-Según me contó Malfoy, la mujer que tuvo a la hija de ese lunático fue Gianna Di Lombardi, muy conocida por liderar a la oposición italiana contra Grindelwald…

 

-Jamás he oído de ella. –acotó Ronald.

 

-A nadie le sorprende, cállate. –lo silenció Ginevra.

 

-Gianna acabó en Nurmengard poco antes de la caída del régimen. Al parecer, en ese breve tiempo, ella y Grindelwald, lejos de odiarse… Se conocieron mejor. Gianna tuvo a Chiara y, estando en su lecho de muerte, le reveló la identidad de su padre. A Chiara no le pareció bien hacer lo mismo que su madre, así que les arrojó la bomba a Daphne y Astoria poco después, y Malfoy y sus padres lo supieron ese mismo día, pero decidieron que no había necesidad de que el niño tuviera también esa información.

 

-¿Por qué no? –preguntó Ronald, desconcertado.

 

-Malfoy considera que su hijo ya tiene suficiente con el estigma de tener a un padre y abuelo Mortífagos como para agregar a la lista a un bisabuelo que fue un Gran Mago Tenebroso. Por eso guardaron el secreto, hasta esta noche…

 

-Diablos. –espetó Hermione con brusquedad. -¿Y cómo se enteró Malfoy…?

 

-Daphne corrió a decirle ni bien Rita desapareció. La muy maldita hasta se atrevió a sacarle un cabello; seguramente para tener una muestra genética y poder compararla con los restos de Grindelwald. Él murió en Nurmengard, y no me he enterado de que alguien le haya dado cristiana sepultura, así que lo lógico sería suponer que lo que ha quedado de él está allí, en la celda donde Voldemort lo asesinó.

 

-Ahora entiendo el enojo de Malfoy. –dijo Ronald, al tiempo que se oía el tintineo de vidrios que indicaba que alguien se estaba sirviendo más whisky. –¿Y qué sucedió cuando Greengrass le dijo lo que había sucedido?

 

-¿Además de poner el grito en el cielo? Bueno, como no tiene autoridad para allanar o interrogar, decidió acudir a mí. Le dije que, aunque Rita sea una hija de puta –nadie podría discutir eso–, revelar secretos ajenos no es un delito. Insistió con lo de que la encarcele por ser una animaga no registrada, pero Skeeter se le adelantó hace casi dos décadas: el Registro de Animagos tiene toda la información sobre ella desde que finalizó la Segunda Guerra Mágica. Se salvó de ir a Azkaban pagando una elevada multa, y con las ganancias que le dejó la biografía de Dumbledore, no creo que eso la haya afectado demasiado.

 

-¿O sea que no hiciste nada? –le preguntó Ginevra, incrédula.

 

-Lo máximo que podía hacer era encontrar a Rita y explicarle amablemente lo que implicaría para el hijo de Malfoy que se supiera que Grindelwald era su bisabuelo, y que no hay necesidad de que el mundo lo sepa. Fui hasta las oficinas de El Profeta, pero llegué tarde: miles de ejemplares con la primicia ya habían sido enviados a los suscriptos. ¿Qué podía hacer? ¿Quemar los que aún estaban allí? ¿Detener a todo el personal del periódico?

 

Hubo otro silencio, más largo que los anteriores, seguido de más tintineos de vidrios. Suponiendo que aquel era el final de la historia de su padre, Albus se dispuso a regresar a su habitación para tratar de dormir un poco.

 

-Nunca pensé que me compadecería de un Malfoy, ni siquiera de un niño. –escuchó a Ronald decir con voz ronca.

 

-En este momento, Malfoy debe estar contándoselo todo a su hijo. Yo preferiría eso antes que enterarme leyendo el diario, o en el Expreso de Hogwarts. Sería mucho más duro, ¿no crees?

 

-Es verdad. Y por cierto, ¿cómo se llama el vástago?

 

-Scorpius.

 

Albus cerró la puerta de su cuarto y ya no oyó más nada de la conversación. Mientras se deslizaba entre las sábanas de su cama, pensó (no por primera vez) en que él era el único de los doce miembros de la última generación de su familia que calificaba a sus apellidos como una carga. Si bien él, así como los demás, estaba orgulloso de todo lo que los Potter y los Weasley habían hecho, no quería ser reconocido por aquellos logros, sino por los suyos. Lo lógico sería que Scorpius Malfoy tampoco quisiera ser culpado por los errores de sus ascendientes, y se dijo a sí mismo que, dentro de unas horas, debía hallar a ese niño en el tren, pues sería la primera vez en su vida que encontrara a alguien que pudiera entender cómo se sentía.

Notas finales:

La idea es mejorar, por lo cual, tanto si les gustó como si no, dejen su comentario aclarándolo :)


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