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¡Quiero matar a mi jefe! por MistiIkki

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Notas del fanfic:

Hola, soy nueva en esta categoría. Espero que la historia que les traigo a continuación les guste y apasione a la vez. Es una bonita y entretenida historia de amor.

 

Quiero poner en manifiesto que esta novela no me pertenece, sino a la autora Judy Kaye. Solo modifiqué unas cuantas cositas. Espero les guste como quedo y no tengan ningún tipo de inconveniente con ello.

Notas del capitulo:

Acá va el primer capítulo donde conoceremos a los personajes de la historia. Un insoportable jefe y su tolerante asistente.

“CAPITULO UNO”

 

 

 

-Tengo un trabajo perfecto para ti.

 

Ian MacLean se sentó enfrente de la mujer que no solo había sido su jefa durante los últimos cinco años sino también su mentora.

 

--Eso es lo que quería oír.

 

Silvia O´Neill, siempre tan sofisticada y tranquila, miró a Ian por encima de sus exclusivas gafas.

 

--Tengo un cliente que está desesperado.

 

--¿Hay alguno que no lo esté?- bromeó Ian.

 

--Este trabajo es así, y nos viene muy bien que lo estén- Ian sabía que “A su Servicio Temporal” era un negocio próspero. Silvia había tenido que trabajar mucho para conseguir ganarse el prestigio de facilitar los mejores profesionales para trabajos temporales. Y a Ian le parecía que tenía mucha suerte por ser uno de sus empleados exclusivos- No te puedes imaginar lo que me alegré cuando me dijiste que querías trabajar esta semana. Ya sé que necesitabas algún tiempo para desembalar tus cosas, pero esta es una cuenta nueva y quiero mandar a mi mejor empleado.

 

--Menos mal que llamé.

 

Ian no había tenido intención de ir a trabajar ese día. Él y su hermana Emma se acababan de mudar a un apartamento nuevo y seguían viviendo entre cajas. Pero aunque le habría encantado poder dedicar algo de tiempo a instalarse, tenía muchas facturas que pagar, entre otras algunos gastos inesperados de la mudanza. No podía permitirse el lujo de tomarse unos días libres, al menos por el momento.

 

--Desde luego- Silvia lo miró con una sonrisa- Hay otro motivo por el que quiero que hagas este trabajo. Es un cliente nuevo y, cuando llamó, le prometí que le ofrecería un servicio excepcional. Por desgracia, la primera persona que le mandé no le gustó, pero me ha dado una segunda oportunidad y tienes que lucirte.

 

--Haré todo lo que esté en mi mano- dijo Ian con aplomo- Pero no puedo creer que te equivocaras con la persona que mandaste. Tienes un talento especial para saber quién es el más adecuado para cada trabajo.

 

--Normalmente puedo permitirme elegir, pero en estos momentos hay verdadera escasez de trabajadores disponibles. Tú eres el único preparado para esta tarea. En realidad tienes más preparación de la necesaria.

 

--¿Es un trabajo de asistente?

 

--Administrativo- rebuscó entre un montón de cartas hasta que encontró la que buscaba- Buscan a alguien para trabajar con el consejero delegado. Veamos…- ojeó la carta y enumeró las tareas- Ayudar a los operadores y analistas a llevar los documentos legales; preparar y distribuir informes financieros; suministrar apoyo administrativo…- miró a Ian- nada que no puedas hacer. Además, es un empleo de remuneración máxima y si haces el trabajo completo, recibirás una bonificación especial. Al parecer ya han pasado por allí cinco trabajadores temporales.

 

--¿Cinco?

 

Silvia asintió con la cabeza.

 

--Afortunadamente solo uno de esta agencia. Así que comprenderás la importancia que tiene que les demuestres que esta agencia no es como las demás. Debo avisarte de que es un trabajo difícil. El consejero delegado con el que vas a trabajar tiene fama de ser un hueso duro de roer.

 

Ian se rio.

 

--Me imagino que si han pasado cinco personas en cinco días, será por algo. Si me pagan bien, puedo aguantar al tipo más insoportable, siempre que sea solo por una temporada. Ya sabes que el trabajo no me asusta.

 

--No hace falta que me lo recuerdes- Silvia miró el reloj- Quieren que estés allí lo antes posible, así que he llamado un taxi- levantó las manos antes de que Ian se quejara- No te preocupes, lo paga el cliente- Ian respiró tranquilo. Normalmente iba en autobús porque no podía permitirse tomar taxis. Silvia le pasó una ficha- Aquí tienes el nombre y la dirección del cliente. Tienes que presentarte ante Jake Campell.

 

--¿Jake Campell?- repitió Ian con un nudo en la garganta.

 

--Sí, es el consejero delegado de la empresa. No te preocupará lo que te he dicho de él, ¿verdad?

 

--No- contestó rápidamente.

 

Tenía el pulso alterado. No podía ser el mismo Jake Campell que él conocía. Tenía que ser una coincidencia. Campell es un apellido bastante corriente y aquel Jake Campell trabajaba en otra empresa. Pero lo que había dicho Silvia sobre “un hueso duro de roer” le parecía sospechoso. El Jake Campell que él había conocido era muy duro de roer aparte de ser un total y completo capullo.

 

--Ha llegado el taxi- dijo la recepcionista asomándose al despacho de Silvia.

 

--¿Conoces al tal Jake Campell?- preguntó Ian mientras Silvia le acercaba el abrigo.

 

--No personalmente, pero he hablado con él por teléfono. No te preocupes, Ian. En todo el tiempo que llevas conmigo solo he oído alabanzas de tu trabajo. Puedes tratar con peces gordos.

 

Ian no estaba muy seguro, dependía de los peces que hubiese en la pecera. Hubo una vez en que casi lo devora un jefe tiburón. Todavía temblaba al recordar la humillación por la que había tenido que pasar…sobre todo porque aquel hombre tenía el mismo nombre que aparecía en la ficha.

 

Mientras iba en el taxi, se intentaba convencer de que no podía ser el mismo hombre. Aquella empresa era muy pequeña y esta era una de las sociedades de inversión más grandes del país. Un hombre tan insoportable no podía ser consejero delegado de una empresa tan prestigiosa. Si lo era, el trabajo iba a ser mucho más difícil de lo que había previsto Silvia. El último hombre al que había ayudado en asuntos económicos era el que lo había echado de su trabajo hace cinco años atrás.

 

 

***

 

 

Jake Campell buscaba en su mesa el billete de avión para acudir a un seminario sobre impuestos en Chicago. No aparecía. Estaba desesperado. Y además, no tenía ayudante. La eficiente Brenda había actuado impulsivamente por una vez en su vida. Estaba tomando piña colada en una playa a la que llamaba su paraíso de luna de miel. Lo que para ella era un placer para él era una tortura. Se pasó la mano por la cabeza, descolgó el teléfono y llamó a Silvia O´Neill.

 

--Soy Jake Campell. Todavía no ha llegado su empleado. Dijo que esta vez mandaría a uno de confianza.

                             

--Está en camino- contestó Silvia con tranquilidad.

 

--¿Piensa tardar un siglo?

 

Silvia suspiró.

 

--Comprendo que la falta de personal es un problema, pero si no gruñera…

                         

--No gruño. Y tengo derecho a esperar que alguien a quien pago un buen salario sea competente.- dijo con otro tono.

 

--Naturalmente, y por eso le mando a nuestro mejor profesional.

                                       

--Si no lo es, tendré que ir a Bahamas a recuperar a mi ayudante de toda la vida, aunque esté de luna de miel- dijo sarcásticamente.

                                        

Silvia se rio al otro lado del teléfono.

 

--¿Debo avisar a esa mujer de que su jefe está dispuesto a terminar con su luna de miel?

 

--No creo que haya dado a nadie el número de teléfono de su hotel.

 

--Desde luego, si es inteligente, no lo habrá dado.

 

Jake se hundió en su butaca y suspiró.

 

--No me puedo creer que se haya ido. Siempre ha antepuesto el trabajo. No es su estilo salir corriendo de repente.

 

Silvia se volvió a reír.

 

--Es la fuerza del amor. Hace que la gente se comporte de la forma más extraña posible. Volverá cuando termine la luna de miel.

 

--Más le vale. No creo que conserve la salud mental si tengo que conformarme con un trabajador temporal durante mucho tiempo.

 

--Créame, este le gustará. Tiene las mejores referencias.

 

--Le doy una oportunidad porque, según usted, la suya es la mejor agencia de la ciudad.

 

--Y lo es. Ya lo comprobará.

 

Jake colgó y miró el correo sin responder que se apilaba sobre su mesa. Lo agarró, lo sacó de su oficina y lo tiró encima de la mesa de Brenda.

 

Se sirvió una taza de café. Lo probó e hizo una mueca. ¿Habría algún trabajador temporal que además de hacer eficientemente su trabajo supiera hacer café? Esperaba que sí, porque no tenía tiempo para ir a Bahamas.

 

 

****

 

 

--El departamento financiero está en la segunda planta- le dijo el guarda de seguridad a Ian mientras tomaba sus datos- Verá la recepción cuando salga del ascensor.

                              

--Gracias.

 

Ian firmó, se puso en la solapa la tarjeta de visitante y subió al segundo piso, donde un enjambre de empleados trabajaba frenéticamente. La tensión de sus caras coincidía con su ánimo.

 

--Un momento, por favor- le dijo la recepcionista. Después de unos segundos, miró a Ian- Al final del pasillo- dijo.

 

Ian se dirigió hacia una mesa donde se sentaba una mujer vestida de rojo, toda ella tan arreglada como sus largas uñas. Hablando con ella había un hombre calvo con un lápiz detrás de la oreja que al ver a Ian, le ofreció la mano.

 

--Soy Freddy Hanson. Y esta es Alicia Crosby.

                                                 

--Yo soy Ian MacLean, de “A su Servicio Temporal”.

 

--Bienvenido- dijo la mujer del vestido rojo con una amable sonrisa- Este es el departamento financiero.

 

--Estupendo- contestó Ian. Con una rápida mirada comprobó que no había mesas libres- Si me dice dónde puedo colgar el abrigo y cuál es mi mesa, empezaré en este preciso momento.

 

--No, usted no está aquí fuera. Su despacho está en la SE.

 

--¿SE?- Ian levantó una ceja.

 

--Sección ejecutiva- Alicia señaló con una uña perfecta una parte de la oficina separada por unas mamparas de cristal.

 

--¡Ah!, entiendo- Ian intentaba parecer jovial, pero, a medida que se acercaba el momento de encontrarse con Jake Campbell, se sentía cada vez más nervioso.

 

--Hay un poco de barullo. No sé si te lo han explicado, pero el motivo por el que buscan a alguien es que la ayudante de Jake se ha escapado para casarse- le comentó Freddy Hanson.

 

--Comprendo, se fue sin avisar. Se levantó y se fue. Por lo que su jefe no está de muy buen humor, ¿verdad?

 

--Veo que lo has entendido- dijo Freddy con una sonrisa compasiva- Si te ladra, intenta no tomártelo como algo personal.

 

--¡Freddy!, lo vas a asustar- dijo Alicia con un chasquido de la lengua. Intentó tranquilizar a Ian- Es verdad que no está muy contento con la situación, pero en el fondo es un tipo correcto. Si eres eficiente, todo irá sobre ruedas.

 

Ian tuvo la impresión de que Freddy iba a rebatir a Alicia, pero se arrepintió en el último instante.

 

--Les agradezco las advertencias, pero como llego tarde, ¿podría alguno de ustedes presentarme?

 

Ninguno parecía muy dispuesto a hacerlo, pero al final Alicia se prestó.

 

Ian la siguió a través de un laberinto de mesas y computadoras hasta lo que Alicia llamó “el sancta sanctorum”. Una vez dentro, todo era brillante y luminoso, la luz entraba a través de unos ventanales enormes que ofrecían una vista preciosa del parque. Tenía todos los servicios imaginables, hasta una pequeña cocina.

 

Alicia se quedó con el abrigo de Ian y este se sentó en una mesa. Había montones de cartas sin abrir y de memorándums.

 

--Lleva fuera casi una semana- dijo Alicia- Jake pensaba que volvería por estas fechas, pero…Ven, te presentaré al que será tu jefe durante un tiempo- Alicia llamó a una impresionante puerta de madera, pero no hubo respuesta- Parece que no está. ¿Por qué no te vas familiarizando con todo mientras yo lo busco?

 

Ian asintió con la cabeza. Fue a la cocina, metió la comida en la nevera e hizo un poco de café. En ese momento notó que le empezaba a doler la cabeza y sacó de su maletín un frasco de analgésicos. Cuando fue a abrirlo la tapa se cayó debajo de la nevera.

 

Ian se puso a gatas para buscar la tapa y, cuando se hallaba en esa posición, oyó que se abría la puerta. Vio un par de zapatos de cuero lustrosos, unos pantalones perfectamente planchados y una chaqueta que cubría una camisa blanca inmaculada y una corbata.

 

A continuación, vio el rostro y tuvo que reprimir una maldición. El hombre tenía los ojos entreabiertos, estaba concentrado en un informe y deambulaba por la habitación, pero era inconfundible.

 

Los peores temores de Ian se habían hecho realidad. Era Jake Campbell. El responsable de que no aprobara aquel curso en el instituto. El que lo había tratado como a un idiota en lugar de como a un becario. El que lo había despedido hace cinco años atrás.

 

Quería desaparecer debajo de la nevera, cualquier cosa antes de que lo viera en esa situación, pero era demasiado tarde.

 

--¿Has perdido algo?- preguntó con el ceño fruncido.

 

Se levantó despacio, se limpió las manos en la tela de sus propios pantalones y lo miró.

 

--Llegué hace unos minutos. Me iba a tomar una aspirina cuando la tapa…- no pudo seguir al ver la cara que lo observaba. Era una mezcla de cautela e impaciencia.

 

--¿No lo conozco?- dijo con voz acusadora.

 

--En realidad, sí nos conocemos. Soy Ian MacLean- contestó mientras le alargaba la mano.

 

--¿Ian MacLean?- lo miraba como a un bicho raro en un microscopio.

 

--Estuve de becario en Davis & Mayers. Usted era uno de los analistas financieros…- dijo de un tirón con la confianza de que la memoria le fallara por un momento.

 

De repente, cualquier esperanza de que eso ocurriera se desvaneció.

 

--¿Qué está haciendo en el despacho de mi ayudante?- dijo con un tono autoritario.

 

Lo normal habría sido acobardarse ante una mirada tan penetrante, pero Ian levantó la cabeza dispuesto a que no lo intimidara.

 

--Soy el nuevo. Creo que necesita un ayudante.

 

--¿Lo ha mandado Silvia O´Neill?- la incredulidad estaba dibujada en su rostro.

 

--Sí- el corazón le dio un vuelco a Ian al mirar a ese hombre moreno y atractivo que lo observaba desde las alturas. Su metro sesenta y cinco de estatura parecía ridículo frente al metro noventa de él. Intentó no encogerse ante sus ojos verdes, pero era difícil mantener la compostura cuando lo estaba mirando de arriba abajo como a un mueble nuevo pero defectuoso- Me han dicho que necesita urgentemente una ayuda temporal…si me dice por dónde empiezo…

                                                                                                                        

Él seguía mirándolo.

 

--Ha habido un error. Yo he solicitado el mejor ayudante administrativo con experiencia financiera que tuviese Silvia.

                   

--Yo soy esa persona- Ian sonrió tímidamente.

 

--¿Usted?- dejó escapar una risa burlona- Si usted es el mejor que puede ofrecer Silvia, entonces me parece que su negocio tiene un problema muy grave.

 

--¿Cómo dice?- Ian respiró hondo para evitar estallar de ira- Si lee mis referencias, comprobará lo que digo.

                                                                                                                         

--No necesito sus referencias. ¿O se ha olvidado de que he padecido su incompetencia en mis propias carnes?

 

Aquellas palabras lo hirieron. Era verdad que había cometido algunos errores cuando estaba de becario en su oficina, pero no era incompetente. Sí, era joven e inexperto, pero también se le acumulaban las obligaciones. Además de ir al instituto y trabajar como becario, tenía otros dos trabajos para poder mantener a su hermana menor.

 

--He adquirido mucha experiencia y formación desde que trabajé para usted- dijo tranquilamente, y enumeró algunas de sus referencias.

 

Él lo hizo callar con una mirada gélida.

 

--No puede esperar sinceramente que lo contrate después de lo que ocurrió la última vez que trabajó para mí. Señor MacLean, usted no es la persona que necesito para el trabajo. No se moleste en instalarse, no se va a quedar- se dirigió hacia su despacho.

 

--Pero necesita ayuda- dijo Ian mientras lo seguía.

 

--No de usted- entró en su despacho y cerró con un portazo.

 

Ian se quedó paralizado. Lo estaban condenando antes de poder demostrar lo que valía. No tenía ningún interés en trabajar para un hombre tan intratable, todavía recordaba cómo lo había reprendido delante de toda la oficina. No había tenido compasión. En esa época, Ian pensaba que ningún becario habría soportado un trato así. Desde el día en que entró en su despacho para decirle que había atascado la fotocopiadora, Campbell siempre buscaba motivos para criticarlo.

 

Trabajar para Jake había sido su peor pesadilla, que terminó el día en que entró en el departamento de personal y recibió un informe por escrito de su rendimiento como becario. “No puedo recomendar que termine su periodo como becario. Debe abandonar su puesto”, decía el informe.

 

Se quedó mirando la puerta. Estaba tentado de darse media vuelta y no volver a saber nada más de Jake Campbell. Sin embargo, algo lo detuvo. No podía dejar mal a Silvia. Era la única persona que había confiado en él. Tampoco podía permitirse el lujo de renunciar a un trabajo tan bien pagado como ese. Pero sobre todo, quería demostrarle que no era el irresponsable que él pensaba. Hacía cinco años lo había despedido por uso indebido del correo electrónico de la oficina. Ian consintió que lo culparan de eso porque creía que no tenía posibilidades de defenderse. Pero ya no era un joven inexperto. Después de tanto tiempo creía que ya no le importaba la opinión que tuviese ese hombre de él, pero no era así. Para Ian era importante que Jake Campbell supiera que se había equivocado.

 

Llamó a la puerta y entró.

 

--Señor Campbell, me gustaría hablar con usted.

 

Pareció sorprendido al verlo entrar, pero, para alivio de Ian, no lo expulsó.

 

Se había quitado la chaqueta y estaba sentado detrás de una mesa caoba enorme. A juzgar por la caída de su camisa, se podía decir que seguía yendo al gimnasio habitualmente. Intentó concentrarse en sus ojos mientras le hablaba.

 

--Sé que hace cinco años cometí algunos errores y lo siento. Pero eso ocurrió hace mucho tiempo. Era joven y sin experiencia. Si mira mi currículum, comprobará que estoy preparado para hacer el trabajo que necesita.

                                                 

--Es posible, pero me temo que no voy a hacerlo- dijo con intransigencia- Reconozco que Silvia O´Neill sabe lo que hace y lo hace muy bien, pero no puedo olvidar su comportamiento en el otro trabajo. No fueron simples errores. Desobedeció una norma muy importante de la empresa. Como dice el refrán, “aunque la mona se vista de seda…” bueno, digamos que no creo que vaya a funcionar.

 

Ian tragó saliva y con ella toda la ira que rebosaba.

 

--Puedo hacer este trabajo, señor Campbell. Si lo duda solo tiene que comprobar cualquiera de mis referencias. ¿No cree que cinco años de trabajo bien hecho me dan derecho a una segunda oportunidad?

                                                  

--Puede ser, pero voy a llamar a Silvia para que me mande a otra persona.

 

--Hágalo, pero le va a contestar que no tiene a nadie disponible.

 

--¿Qué quiere decir? “A su Servicio Temporal” es una empresa de trabajos temporales.

 

--Sí, pero hay escasez de trabajadores. En estos momentos, todos los empleados con preparación están asignados- no quería parecer arrogante y sabía que se había equivocado.

                       

--Existen otras agencias.

 

--Creo que casi ha agotado la lista- dijo Ian descaradamente, sin poder resistirse a la tentación de recordarle que ya había probado a otros cinco trabajadores- Además, mientras hace la solicitud y le encuentran a la persona adecuada, habrá pasado el día. Yo estoy aquí, puedo hacerlo y estoy preparado para empezar.

 

Por un momento pensó que iba a decirle que prefería hacerlo solo, pero recordó que no era un hombre impulsivo. Comprobó que estaba cediendo cuando le preguntó si sabía utilizar una computadora.

 

--Sí, naturalmente- dijo lleno de confianza- y también sé cómo se habla por teléfono. Creo que si no me da el trabajo, va a pasarlo mal. He visto los montones de correo sin contestar sobre la mesa de Brenda y me imagino lo que ha tenido que ser para usted estar una semana sin ayudante- Ian se negaba a rendirse sin dar batalla. No tenía ninguna gana de pasar por la humillación de volver a la oficina de Silvia una hora después de haber salido. Además, era el mejor empleado de Silvia. Quería una oportunidad para demostrar a Jake Campbell que se había ganado el puesto merecidamente. Él frunció el ceño al escucharlo- Depende de usted, despídame si quiere, pero la mesa de Brenda seguirá como está. Si quiere poder volver a su trabajo, contráteme.

 

Era un desafío, un desafío que probablemente el moreno no habría aceptado si no hubiesen empezado a sonar todos los teléfonos a la vez.

 

--Despacho de Jake Campbell, por favor, no cuelgue- Ian, se había acercado tranquilamente al aparato, y había contestado a todas las líneas.

 

Jake alzó los brazos en señal de rendición.

 

--¿Qué puedo hacer? Estoy atrapado. De acuerdo, quédese con el trabajo, pero solo hasta el viernes. Le concedo una semana.

 

--¿Una semana?, ¡Silvia me habló de un mes!- se acordó de la bonificación que recibiría si hacía el trabajo.

 

--Es posible, pero yo le concedo una semana. Si algo sale mal durante ese tiempo, está acabado. ¡Kaput!. No dudaré en hacer un informe negativo de usted.

 

--En ningún momento lo he dudado- dijo Ian tranquilamente.- Ya he pasado por eso.

 

Si esperaba hacerlo sentirse culpable, se había equivocado. Ese hombre parecía no tener sentimientos.

 

--¿Quién ha llamado?

 

Le dijo quién estaba en cada línea y volvió a su mesa, encantado de perder de vista esos penetrantes ojos verdes. Ese arrogante hombre lo había mirado como a un inútil y eso lo molestó más que la punzada de placer que sintió al ver los músculos que se le marcaban por debajo de la camisa. En seguida apartó esos pensamientos. No iba a florar exactamente en ese preciso momento la atracción que sentía por las personas de su mismo género. ¡De ninguna manera! ¡Falta más!

 

Era posible que Jake Campbell se sintiera atrapado, pero conseguiría que cambiase su concepto sobre él. Si tenía el apodo de Ian Maravillas, era por algo.

 

 

 

****

 

 

Jake llamó por el interfono.

 

--¿Podría venir un momento?

 

Al cabo de unos segundos Ian estaba delante de la mesa de Jake.

 

--¿Desea algo?

 

A Jake no le gustaba nada que lo trataran de usted, aunque tampoco quería dar demasiada confianza a Ian.

 

--Tenemos que tratar algunos asuntos- dijo él secamente. Ian acercó una silla y escuchó mientras Jake le explicaba cuáles eran sus tareas- ¿Ha entendido?- preguntó una vez hubo terminado.

 

--Sí, los contratos van al departamento legal y el resto a Alicia, quien hará que sigan su curso correcto.- Ian cambió un montón de informes por otro- He encontrado esto en la mesa de Brenda, me parece que debería echarles un vistazo inmediatamente- Jake miró al joven que pretendía poner orden en su despacho. No podía creer que fuese el mismo que había sembrado el caos en la sociedad de inversión unos años antes. Había cambiado. Y no solo en lo que se refería al trabajo. Con ese traje gris con camisa blanca no parecía el mismo que el estudiante que llevaba pantalones de mezclilla y jerséis de punto que le disgustaban tanto como su incompetencia. También se dio cuenta de la melena dorada que le caían como cascadas sobre los hombros- Si no quiere nada más, volveré a mi mesa.

 

--Por el momento, eso es todo- dijo él, y no le quitó el ojo de encima mientras se marchaba. Cinco años atrás era un adolescente tímido que creaba problemas al intentar no estar en medio. En ese momento, sus andares no denotaban ninguna falta de confianza. Y aguantaba el tipo perfectamente cada vez que se dirigía a él.

 

Sintió cierto arrepentimiento por haberlo despedido. Aunque en aquel momento estaba intentado hacerse con un lugar en la empresa y no podía perder clientes por los errores de otros. Había planeado que al contratar a un becario podría formar a un futuro empleado. Lo que nunca había esperado era que le tocara un becario que se aprovechaba de su acceso a Internet. Era la primera persona a la que había despedido en su vida y le había resultado mucho más difícil al ser un estudiante. Todavía podía recordar la cara de Ian cuando volvió del departamento de personal con el informe negativo que él había redactado. Durante semanas tuvo remordimientos cada vez que veía a un muchacho rubio.

 

Ahora…Había reaparecido y estaba sentado en la antesala de su despacho. Organizaba sus archivos. Contestaba las llamadas. Lo distraía con su pelo rubio, sus ojos azules y su precioso cuerpo esbelto. Se sentía como si acabase de contratar a una complicación.

 

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Bueno, espero en verdad que les haya gustado la trama y me den su opinión si merece la pena continuarla o dejarla ahí. En verdad me gustaría saber sus opiniones. Gracias anticipadamente por haberse tomado el tiempo de leer el primer capítulo. ^_^


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