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Las fases de la luna (en el trasero de Remus John Lupin) por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Escrito por amor a la pareja y sin ánimos de lucro.

1.- Cuarto menguante.

 

Sin venir al caso, Remus intuyó que la invitación de James para cenar esa noche (un lunes, cuando la tradición recaía un 99% de las veces en jueves) tenía que ver con razones que no le iban a ser del toda gratas, y así lo confirmó cuando al llegar a su casa vio en el rostro de su amigo líneas de tensión imposibles de disimular.

Teddy abrazó a James de pasada y se dirigió a la cocina para hacer lo mismo con Lily antes de unirse a Harry en su habitación del segundo piso, y atrás se quedó Remus a la espera de las malas noticias que con toda certeza le arruinarían el sabor de boca.

—Hay algo que quiero contarte —dijo James en voz baja—, pero mejor después de la cena.

Deseoso de oponerse a aquella idea porque él era más del tipo de enfrentarse a los problemas como venían y no reservarlos para más tarde, Remus estuvo a punto de abrir la boca cuando en las escaleras apareció Teddy, seguido de Harry, los dos armando ruido con sus juegos infantiles.

A fin de cuentas, la conversación quedó pospuesta hasta después de la deliciosa cena que Lily preparó con ayuda de James y suya, y no dio comienzo sino hasta que los críos ya habían vuelto a subir a la habitación de Harry a proseguir con sus juegos.

—¿Y bien? —Instó Remus a sus amigos a hablar del tema que los tenía reunidos ahí.

—Remus… —La voz de James al otro lado de la mesa puso a éste en alerta—. Erm, prefiero contártelo yo primero antes de que sea demasiado tarde o... Lo que sea. Mejor ahora que nunca.

—No le des tantas vueltas —dijo Lily, dándole un apretón en el brazo para instarlo a hablar.

James exhaló con fuerza y dijo: —Sirius volverá a Londres.

—Oh...

—El mes entrante.

—Ok.

—Y quiere vernos a todos. Ha preguntado por ti en varias ocasiones.

—Mmm...

—Tienes que verlo...

Remus encogió un hombro. —¿Cuánto tiempo estará en la ciudad? Tal vez esté ocupado con un seminario en la universidad, pero puedo mover un poco mi itinerario y conseguir que alguien me cubra un día y-...

—No —le interrumpió James, cuidándose mejor del mensaje que quería transmitirle—. Sirius volverá a Londres —repitió sus palabras de antes—. Regresa para quedarse.

Y en voz baja Remus sólo tuvo una reacción...

—Mierda...

 

***

 

Here I am waking up

Still can't sleep on your side

There's your coffee cup

The lipstick stain fades with time

5 Seconds of Summer - Ghost of You

 

La historia de Remus y Sirius tenía dos maneras de contarse: La versión larga y la corta.

En la larga, habían sido dos buenos amigos en su grupo de cuatro mientras estudiaban en Hogwarts. James era parte de ese grupo, lo mismo que Peter, a quien en la actualidad apenas veían porque trabajaba en Manchester y sólo volvía a Londres en vacaciones y eventos especiales. Lily también había sido parte de su grupo, pero no desde un inicio como amiga suya, y al final como novia de James.

En Hogwarts, habían sido los cuatro mejores amigos en el mundo que compartieran dormitorio durante sus años en el colegio y eran conocidos como los Merodeadores por otros alumnos debido a su tendencia para vagar en el oscuro castillo después del toque de queda asignado por los profesores.

A ojos de terceros, eran un grupo unido, y entre ellos destacaban James y Sirius como una dupla inquebrantable, al grado de llamarse mutuamente hermanos honorarios y comprometerse con el otro a que su primer hijo sería su ahijado. Remus y Peter también pertenecían a ese mismo grupo, pero al ser diferentes a sus amigos (más introvertidos, menos deseosos de tener para sí el reflector de la atención ajena), más veces que no quedaban relegados a un papel secundario.

E incluso así, habían sido mejores amigos entre sí, siempre dispuestos a darlo todo por los demás. Tanto en Hogwarts mientras estuvieron los cuatro hasta su quinto años cuando en vacaciones de Navidad Sirius se mudó a los Estados Unidos con su hermana y su tío Alphard, y luego tres en los años siguientes hasta su graduación en la universidad cuando Peter tomó un camino que lo distanció del resto. Aunque no del todo, nunca del todo pues a pesar de las dificultades mantenían el contacto.

En la versión corta... Remus y Sirius habían pasado de tener una simple amistad a algo más.

El cambio se dio durante las vacaciones previas a su cambio de curso en quinto año. Durante ese periodo Sirius tenía suficientes problemas en casa como para desear pasar ahí el menor tiempo posible, y no sin mucho esfuerzo consiguió que sus padres le otorgaran el permiso de pasar unas semanas con los Potter en su casa de campo.

A la sombra de un árbol de manzanas que los Potter tenían en el jardín trasero, Remus y Sirius habían compartido su primer beso.

Luego habían vuelto a Hogwarts, y durante los siguientes tres meses y medio mantuvieron una especie de relación secreta en donde a mitad de la noche se escabullían a la cama del otro y actuaban con el mayor secretismo para que ni James ni Peter se dieran cuenta de nada.

A escondidas se besaron infinidad de veces, y en otras ocasiones consiguieron explorar con las manos o la boca el cuerpo de su compañero, pero sin llegar demasiado lejos al satisfacer su curiosidad.

Luego a mediados de diciembre la situación en la familia de Sirius se había vuelto insostenible, y aunque él se marchó de ese semestre con una trémula sonrisa prometiendo volver, lo cierto es que no lo hizo.

Poco después de Navidad llamó Sirius por turnos a sus amigos para informarles que las circunstancias en las que estaba inmerso desde nacimiento habían llegado a un punto crítico, y por razones en las que prefería discutir cara a cara en lugar del teléfono, había dejado Hogwarts y él y su hermana Regina se mudarían con su tío Alphard a los Estados Unidos.

Remus había reaccionado con estoicismo y una negación a la realidad tan fuerte, que no había creído que aquellas palabras eran ciertas sino hasta volver en el enero al nuevo semestre y descubrir que la cama que Sirius alguna vez había ocupado, ahora estaba libre de su presencia. No más su baúl a los pies, ni la mesita de noche con unas cuantas revistas de motocicletas, y tampoco la fragancia de su perfume en las almohadas...

Atrás dejó Sirius unas cuantas de sus pertenencias, con toda certeza, olvidadas por la persona encargada de empacar y enviar sus objetos personales por correo, y atrás también quedó Remus, aferrándose a las sobras igual que un náufrago a su única tabla de salvación.

Viejos recuerdos que un día lo significaron todo, y que a la vuelta de los años, se volvieron simples lastres.

 

La misma noche en que James le notificó a Remus que Sirius volvía a Londres, éste regresó a su piso en aparente calma, y tras enviar a Teddy a tomar por su cuenta una ducha para después irse a la cama, se dirigió a la cocina para buscar una de las pocas muestras tangibles de la existencia que Sirius había tenido en su vida hacía tantos años ya.

Bajando una a una las tazas que guardaba en la alacena según el uso que les daba, Remus no pasó por alto que tenía, poco más o poco menos por meses, la mitad de su vida sin ver a Sirius.

Quince años ya desde que ellos tuvieran esa edad y se hubieran visto a los ojos. También que hubieran compartido su último beso...

Catorce desde la última vez que hablaron por teléfono. Y que Sirius prometió volver a Londres apenas tuviera oportunidad.

Trece desde su última carta. Sin olvidar firmas jamás ‘Tuyo, Sirius’ al final.

Doce de una postal que envió desde Francia. Una que Remus partió en dos, molesto porque la distancia era mínima e incluso así Sirius no había hecho un mínimo esfuerzo de contactarlos.

Luego habían tenido un periodo de nula comunicación, donde el único nexo que permaneció indemne fue el de James y Sirius, quienes todavía charlaban regularmente un par de veces al año y habían tomado por costumbre enviarse correos electrónicos. Por James era que Remus había estado al tanto de los pasos de Sirius al empezar varias carreras en la universidad (cada una más dispar que la anterior) hasta que por fin terminó estudiando artes como había querido desde un inicio.

Gracias a James había visto Remus algunas de las obras de Sirius en una revista especializada en arte contemporáneo, y a desconocimiento de su amigo, él había conservado la publicación en la misma caja vergonzosa que contenía las pocas huellas que quedaban de Sirius por el paso de su vida.

—Ah, ahí está —murmuró Remus, al dar por fin con el borde mellado de una taza que guardaba al fondo de la alacena, lejos del alcance de cualquiera que no la buscara con determinación como él lo hacía en esos momentos, y que técnicamente... No era suya.

Era la taza de Sirius, que éste (o quienquiera que hubiera empacado sus pertenencias en el colegio) había dejado atrás al mudarse a los Estados Unidos.

Remus la había recolectado a su vuelta en enero a Hogwarts, y sin lavar siquiera los restos de té que manchaban el fondo, la había conservado entre sus pertenencias como un oscuro secreto del que no quería desprenderse.

Al sostenerla ahora en sus manos y apreciar el asa rota y uno de los lados con una fea melladura en el borde, no pudo evitar pensar en Dora, que por error la había cogido sin su permiso una vez que pasó la noche en su piso, y en su torpeza habitual, había estado a punto de hacerla trizas. Remus había conseguido salvarla y por poco, pero no sin cuarteaduras, y aunque en la práctica la taza ya no servía porque goteaba y lo mejor sería tirarla a la basura de una vez por todas, por más que lo intentó nunca lo consiguió. Lo más lejos que había llegado con esa taza fea era al bote de la basura, y luego tras unos segundos donde el corazón ganaba al cerebro, la volvía a guardar lejos de la vista de cualquiera como el secreto que era.

—¡Papá! —Lo llamó Teddy desde el baño—. ¡Necesito ayuda!

—Ya voy Teddy —replicó Remus, puesto que su hijo ya tenía cinco años, y no le estaba haciendo ningún favor al ayudarlo a bañarse como éste insistía que así fuera.

Dora seguido se lo reprochaba, pero ya que ella había optado por un empleo que nulificaba su labor como madre, más veces de las que no terminaba Remus ignorando sus regaños y haciendo las cosas con Teddy como el instinto le dictaba.

«Pero sigue sin ser sencillo», pensé éste, dejando la taza en la encimera y dirigiéndose al baño para atender a Teddy, que resultó sólo necesitar ayuda para enjabonarse la espalda.

Al final, Remus se limitó a supervisar que Teddy se secara y vistiera adecuadamente, y tras indicarle que se cepillara los dientes, volvió a la cocina para guardar todas sus tazas. Menos una.

Así lo encontró Teddy, que se abrazó a su pierna y declaró estar listo para irse a la cama, pero que quería primero una historia.

—No se me ocurre ninguna, Teddy —masculló Remus minutos después, sentado a la orilla de la cama de Teddy mientras éste le miraba con ojos cansados pero terco en obtener su historia o si no rezongaría.

—Cuéntame la historia del perro y el lobo que eran amigos —pidió Teddy su relato favorito, y Remus no tuvo corazón para negarse a su petición.

Por fortuna, Teddy no tardó en quedarse dormido, y Remus salió de su habitación dejando la puerta entreabierta por si acaso se despertaba más tarde para ir al sanitario.

A su vuelta a la cocina, miró el reloj del microondas y consideró que todavía era temprano para irse a la cama, que aunque le hiciera no se dormiría, así que se preparó un té y utilizó la taza que alguna vez perteneciera a Sirius y se empecinó de beber del borde mellado para recordarse que ciertas cosas no podían volver a ser iguales por más que se forzara a ello.

Sin embargo, las palabras de James y Lily durante la cena le habían calado hondo. Sobre todo James, que ignorante de la relación especial que sus amigos habían mantenido a desconocimiento suyo durante esos últimos meses antes de la partida de Sirius, quería que todos reanudaran la amistad como si ni un día hubiera pasado desde entonces.

Remus no creía siquiera que fuera posible.

Eran demasiados años. Todos ellos habían cambiado. Sus vidas eran diferentes. Había… elementos nuevos, como en su caso una separación (él y Dora nunca se habían casado pero habían vivido juntos por tres años antes de tomar caminos diferentes) y un hijo. Por no mencionar que quizá Sirius no era el mismo que una vez había besado a Remus y declarado que jamás volvería a hacerlo con una chica.

El propio Remus había pasado por una etapa de profunda reflexión acerca de sí mismo y sus preferencias, sólo para descubrir que no era gay como había supuesto en un inicio luego de que Sirius fuera su única experiencia (descartando a una chica que en cuarto año le había robado un beso durante el baile de fin de curso), sino bisexual una vez que se dio la oportunidad de investigar.

En su haber tenía varias novias, relaciones poco formales a las que había accedido porque era lo que se esperaba de él, y un par de aventuras secretas con chicos a los que vio una vez y nunca preguntó su nombre.

Hasta la universidad no se atrevió a salir del clóset frente a sus amigos más cercanos, y aunque a James le tomó por sorpresa que Remus de pronto tuviera un novio con el que había salido en secreto por seis meses y ahora quería presentar al grupo, de su parte sólo hubo aprobación en sus elecciones.

Tal como su relación con Sirius no había funcionado, tampoco lo hicieron sus noviazgos siguientes, y al terminar con Benjy, Remus decidió darle una oportunidad a Dora cuando ya ambos estaban graduados de la universidad y con empleos fijos de tiempo completo.

La presión por sentar cabeza llegó durante la boda de James y Lily, y el juego de imitación se extendió cuando luego de que sus amigos anunciaran que estaban esperando un bebé, él y Dora desecharon las precauciones e hicieron lo mismo.

Sin arrepentimientos por Teddy y lo que su presencia implicaba en su vida, Remus sólo lamentaba haberse precipitado en su decisión, pues a la vuelta de los años su relación con Dora se había deteriorado, y aunque en la actualidad eran civiles el uno con el otro por el bien de Teddy, no por ello dejaba de lamentarse de la situación en la que se encontraba su hijo.

Desde entonces Remus había tenido un par de parejas entre ambos sexos, pero nunca había llegado más allá de la marca de los tres meses y ya se estaba resignando a un futuro en solitario una vez que Teddy se volviera mayor y empezara su propia vida de adulto.

No por primera vez en la velada se preguntó Remus si Sirius tendría a alguien consigo, puesto que James no había mencionado nada al respecto, y mudarse de vuelta a Inglaterra desde los Estados Unidos después de diez años no sonaba del todo como una decisión que haría a la ligera si tenía a alguien especial con quién compartir su tiempo. Remus se había mordido la lengua para no preguntar durante la cena, pero ahora a solas moría por llamarle a James y salir de dudas.

—Y esta es mi señal para irme a la cama —masculló Remus para sí mismo, dejando la taza en el fregadero y con pies cansados dirigiéndose a su recámara.

Esa noche, y las que estaban por venir, el sueño le fue elusivo.

 

Remus juntó tres noches consecutivas de soñar con el viejo dormitorio que había compartido con sus amigos durante sus años escolares. Con Sirius también...

Una pieza central porque se encontraba localizada en una torre del antiguo castillo, con cuatro camas dispuestas de tal manera que apuntaran a cada punto cardinal. James al norte, pues según él era su deber el papel de líder en el grupo. Peter al oeste porque de pequeño había visto El Mago de Oz y había sentido pena por la bruja mala. Sirius al sur porque la estrella que le daba su nombre sólo se podía ver en ese hemisferio. Y Remus al este, porque la idea de un nuevo amanecer era siempre un alivio a cualquier problema.

Excepto que en sus sueños era de noche, y Remus tanteaba por la habitación buscando la puerta que ya no se encontraba en el mismo sitio de siempre. Entre sombras y con inquietud, Remus buscaba a Teddy, y en su lugar se topaba al mismo Sirius de tantos años atrás como si el tiempo jamás hubiera transcurrido para él.

La primera noche, Remus despertó de la impresión. En la segunda se abrazó con fuerza a él. Y en la tercera, Remus pugnó por preguntar por qué se había marchado y a la vez implorarle que no lo dejara, así que en su lugar se dejó mecer en un remedo de baile lento por aquella forma semi-incorpórea a la que podía casi palpar bajo sus dedos y oler de la misma manera que siempre.

Y por primera vez en tres noches, Remus no despertó bañado en sudor y con acongojante sensación de estar a punto de enfrentarse a un terrible destino inminente.

 

El mes previo (que en realidad fueron tres semanas) al regreso de Sirius a Londres, Remus lo vivió en una especie de estupor en donde la parte consciente de su cerebro le recriminaba el tiempo y la distancia transcurridos como razones más que suficientes para mantenerse impertérrito al retorno de un ex que nunca había sido tal porque jamás hablaron de etiquetas para lo que hacían ya tarde en la noche a escondidas tras la privacidad de sus cortinas de dosel. En contraparte, la porción emocional de sí y representada por su corazón lo mantuvo en un estado de perpetuo terror y excitación, en donde al azar no podía esperar ni un minuto más al retorno de Sirius o en su lugar prefería que antes transcurriera una vida, sin puntos medios.

Lily debió de intuir algo en su estado, porque en repetidas ocasiones amagó hablarle de Sirius y de respetar su decisión si no se sentía listo para participar en la fiesta de bienvenida que harían en su honor y a la que incluso asistiría Peter con su esposa y los dos hijos que ahora tenían, pero Remus insistió que estaba bien incluso si su voz se negaba a ser la de siempre para no delatarlo.

James también intervino, pero sus buenas intenciones cayeron en saco roto.

—Estoy bien, James. No sé qué te hace pensar lo contrario. Es Sirius de quien hablamos, y me alegro de que vuelva a Londres.

—Ya, pero... No lo pareces, Remus. En lo absoluto.

En la teoría de James y Lily, Remus y Sirius habían tenido alguna desavenencia en todos esos años que tenían sin mantener una comunicación constante y desde entonces estaban distanciados.

Remus había considerado más de una vez sincerarse con sus amigos y hablar del pasado, de sus verdaderas razones para haber resentido tanto la falta de Sirius en sus vidas y después lo esporádico de su contacto, pero el tiempo transcurrió y creyó que no habría necesidad de revelarse cuando ya todo estaba en el pasado.

Él y Sirius en realidad no se habían separado en malos términos, sólo habían dejado que su amistad menguara conforme pasaban los primeros años de su ausencia en Inglaterra, y aunque James consiguió mantenerse cercano a Sirius a pesar de la distancia, a Remus no le había quedado de otra más que mantenerse discreto en la envidiaba que le provocaba que su amigo fuera el receptor de las últimas noticias de Sirius, y él sólo... Se limitara a enterarse con el resto en su desalentador segundo puesto que bien podía ser el último.

—¿Estás seguro que tú y Sirius no están enemistados? —Preguntó James como último recurso, buscando la verdad en los ojos de Remus mientras lo miraba con absoluta atención—. Porque no importaría si así fuera. Él… Sirius me ha dicho que quiere volver y recuperar su vida, la vida que dejó trunca hace quince años, y eso incluye reunir a la pandilla. A los cuatro Merodeadores. ¿Recuerdas, Moony?

—Ya no somos esos críos de antaño, Prongs —dijo Remus, con todo respondiendo al viejo apodo del que los cuatro tenían uno y era el lenguaje secreto que como amigos habían desarrollado.

Excepto que... Remus recordó de pronto con dolorosa claridad una de las últimas veladas que había pasado en la cama de Sirius (¿o había sido la suya? Tantos años habían transcurrido desde entonces...), donde se habían refregado el uno contra el otro y en labios de Sirius éste sólo había tenido una palabra para Remus: Moony. Repetida hasta el cansancio contra su oído, el húmedo aliento de su boca, los dedos clavados contra su piel, y ahora la angustia de examinar ese recuerdo a sabiendas del final inminente al que se acercaban...

—Sólo respóndeme a esto —dijo James, retirándose las gafas para limpiarlas antes de lanzar su tan temida pregunta—. ¿Ocurrió algo entre tú y Sirius? Algo de lo que los demás no estemos al tanto y eso explique tu comportamiento de las últimas semanas.

—James...

—No tienes que decirme de qué se trata. Sólo... ¿Sí o no, Moony?

Remus consideró mentir y salvar su pellejo, pero incluso eso estaba por debajo en su escala de valores, donde la amistad con James ocupaba un sitio más alto. Así que optó por la verdad que lo incomodaba antes que la mentira que lo arruinaba.

—Sí.

Una simple sílaba, que sirvió de detonante para lo que estaba por venir.

 

—Papá, ¿es verdad que Padfoot y Sirius son la misma persona? —Preguntó Teddy en el desayuno, un par de días antes de la cena con los Potter que estos organizaban como bienvenida a su amigo.

—Así es —respondió Remus, convencido de que era demasiado temprano en la mañana para una charla de ese calibre.

—¿Entonces también es mi tío, como el tío Prongs y el tío Wormtail?

Remus inhaló con fuerza, pues aquella culpa también correspondía a sus padres por no darle hermanos y tener que buscar para Teddy tíos honorarios entre sus amigos.

—Algo así.

—¿Pero lo es o no lo es? —Siempre deseoso de una respuesta clara, Teddy insistió por mayor claridad.

—Sí, Teddy. Ahora, por favor, cómete tu avena —le indicó Remus, pues se hacía tarde y ambos tenían sitios en donde presentarse.

—¿Puedo llamar a Sirius tío Padfoot, papá? —Insistió el niño, plantado en sus trece.

—Ya veremos.

 

Sirius volvió a Londres y trajo consigo familia.

Mientras leía el mensaje de James notificándole de esa última novedad, Remus tuvo una aguda punzada en el pecho al imaginar que Sirius había desembarcado del avión con esposa y al menos un par de críos a cada lado. James nunca le había contado nada similar de su vida, ni tampoco daba la impresión de que fuera el estilo de Sirius, pero tampoco había sido el suyo y ya tenía Teddy cinco años.

Pero no. El resto de los mensajes de James aclararon la confusión, mencionando que Sirius se mudaba a Londres junto con su hermano y que planeaban rentar un sitio para los dos. Mientras tanto, se hospedarían con los Potter.

De buenas a primeras creyendo que la mención de un hermano en Sirius era un dedazo o un simple error del autocorrector, Remus suspiró aliviado de sus propios deseos egoístas para que su viejo amigo no volviera con una pareja y estuvo agradecido de que Regina le acompañara.

Sin hacerse ilusiones de lo que su reencuentro podría significar para ellos, Remus al menos se sentía confiado de poder estrechar la mano de Sirius y fingir una normalidad que en las últimas tres semanas había ensayado hasta el cansancio. Al cuerno con engañarse a sí mismo creyendo que sus sentimientos por Sirius se habían extinguido del todo cuando la simple mención de su nombre todavía le ponía a sudar la palma de las manos igual que si todavía fuera un colegial.

«Con toda certeza, habremos cambiado lo suficiente para ser irreconocibles...», pensó Remus, que incluso en los últimos años se había negado de tener redes sociales para evitar por accidente encontrar una fotografía de Sirius. Por supuesto, James y Lily tenían algunas, pero Remus había declinado ver las más recientes, de al menos los últimos cinco años, así que esperaba que los cambios operados en ambos fueran favorables para ponerle fin a su estúpido enamoramiento de adolescencia.

Claro que Sirius siempre había sido una persona de lo más atractiva con sus ojos grises y lustroso cabello negro, pero quizá algo habría cambiado en los últimos años. Ambos ya tenían treinta, y con toda seguridad no tenían la misma fisonomía que cuando eran estudiantes. Remus se mantenía igual de larguirucho que por entonces, pero ya no era el crío esmirriado al que la ropa le quedaba siempre demasiado grande. Tras una vida difícil porque sus padres no tenían más que lo necesario y Hogwarts sólo había sido una oportunidad para él por su inteligencia y becas, la situación económica de Remus había mejorado considerablemente después de su graduación, y ahora vestía con mejor estilo que nunca.

Para bien o para mal, Remus había heredado de su madre el encanecimiento precoz que ya se manifestaba en las sienes y de su grupo de amigos era el único cuya melena ya tenía una buena porción de cabellos blancos, así que esperaba sorprender (y no de manera grata) a Sirius cuando por fin éste lo viera.

«Que al fin y al cabo no es como si debiera preocuparme», razonó Remus consigo mismo cuando se pasó distraído gran parte del día imaginando escenarios de la cena que tendrían esa noche. «Seguro que él ha cambiado también. Todos hemos cambiado... Sobre todo yo».

Que por un lado tenía a sus canas y a Teddy como cambios significativos, y a su viejo crush jamás superado por Sirius en el otro. No el mejor de los balances, pero tras varias horas de constante inquietud por el futuro inmediato, Remus optó por exhalar un profundo suspiro y tratar de sobrevivir el tiempo restante hasta la cena sin provocarse a sí mismo un síncope.

Por su bien, tomaría un paso a la vez.

 

/*/*/*/* Próximo capítulo: Con comentarios (08-Jul)/Sin comentarios (22-Jul).

Notas finales:

So... Igual que las fases de la luna, este fic tendrá 4 capítulos que espero les gusten :)


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