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La Caída de las Flores por AlmaTheBest

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Pasos silenciosos avanzaban por la tarima de palacio. Las puertas abiertas próximas al enorme jardín hacían de su elaborado peinado un par de alas que se movían con cada brisa de aire que se levantaba. Quien la veía se inclinaba, a modo de saludo repleto de un respeto más bien hipócrita. Pero eso no le importaba.


Subaru pronto halló a su más amada persona sentada cerca de un pequeño estanque de agua, debajo de un árbol cuyas ramas gruesas y finas repletas de hojas hacían un relajado sonido que invitaba a la calma. Contempló con sus ojos del color del más hermoso cielo a esa muchacha que iniciaba su adultez disfrutando de la naturaleza que la rodeaba.


Hasta que la vio a ella.


- Subaru-san habéis venido. - Se levantó, acercándose llena de alegría.


- Sabéis que siempre saco un poco de tiempo para vos, Yuri-chan.


Esos breves encuentros siempre eran recordados con sumo cariño y gratitud para Subaru, la princesa de palacio y futura emperadora del país a causa de ausencia de un varón para ocupar el cargo. Pese a que estaba obligada a casarse, Subaru tenía otros planes en mente: ella no iba a ser puesta en un rol secundario. Si ella era la futura emperadora, entonces ella es la que gobernaría su país.


- ¿Queréis sentaros conmigo? - Preguntó Yuri haciendo un ademán. No dejaba de sonreír y Subaru juraba que contemplar esa expresión tan dulce y alegre era como ver un precioso día soleado.


- Por supuesto. Cada minuto a vuestro lado sabed que es para mí algo más valioso que un tesoro codiciado por muchos.


Aquel elegante comentario hizo sonrojar a la joven. La vida en Japón en estos tiempos no era nada fácil. Sobrevivir era el único objetivo de la gran mayoría... era una época donde hasta el deseo más humilde podría significar dar toda tu vida a cambio. Eso era algo que entristecía a Subaru, que era quizá demasiado consciente de la verdadera realidad de su nación.


- ¿Cómo os habéis sentido hoy? - Preguntaba Yuri, una vez sentada después de que su interlocutora lo hiciera antes que ella.


- Aburrida. Odio que no me dejen salir de palacio.


- Vuestro padre tan cuidadoso como siempre. Tened en cuenta que a él le preocupa mucho vuestra seguridad, Subaru-san.


- Imagino que no más que vos por mí. - Sonrió ella.


Yuri volvió a enrojecer, por la vergüenza. Subaru tapó su boca para ocultar de manera educada su risilla, aunque Yuri la escuchó perfectamente. A las dos no les faltaba modales, y a Subaru a la que menos por pertenecer a la aristocracia más alta de su sociedad. Era precisamente esa delicadeza en sus gestos, la majestuosidad ocultada en la belleza floral que poseía y esos ojos tan bonitos lo que hizo que Yuri se enamorase perdidamente de la mujer que tenía al lado.


Y ambas sabían que ese amor era mutuo pero que por el bien de ambas, debía ser ocultado. Puede que de lo contrario un cruel destino condenara sus vidas... y sus almas.


- Subaru-san. - La llamó Yuri entonces, cogiendo la mano de la aludida que la observó, ambas en un afecto palpable. - Sabéis cuánto os aprecio, ¿Verdad?


- Oh querida, claro que sí. - Sonrió ella.


- ¿Podríais... dar un paseo conmigo esta noche?


- Por supuesto. - Sonrió.


Yuri se sintió dichosa. Y reunió el valor necesario para acercarse y rozar esos finos labios. No fue más que un gesto suave que sin embargo derrochaba amor a raudales. Subaru no hizo ninguna acción de rechazo y disfrutó de ese efímero instante antes de que pudiera volver a mirar esos ojos profundos y marrones que brillaban con fuerza. Eso la hizo sonreír.


- Dejadme deciros que... - Puso sus manos en las mejillas de Yuri. - Si el sol no existiese, vos seríais el mío. Mi sol.


- Subaru-san... - Susurró ella antes de no poder reprimir sus emociones y lanzarse con más ímpetu para besar esos labios.


Las dos se fundieron en un cálido abrazo mientras ambas bocas se encontraban mientras sus dueñas disfrutaban del momento en el que también era palpable parte del temor de ser descubiertas ya que como eso ocurriera las dos serían condenadas y sentenciadas a la muerte. Subaru tenía responsabilidades que de una manera u otra no podía eludir pero ella misma ya había pensado una idea para solucionar ese asunto. Más ahora sólo se centraba en Yuri, su sol. La princesa de palacio adoraba aquellos profundos ojos castaños que poseía Yuri, y qué decir de la dulzura de la misma. No por algo era su dama de compañía por excelencia y muchas envidiaban a la joven por su beneficiosa posición social. ¿Quién no querría estar en su lugar?


Tras aquello cayó la noche y las dos permanecieron juntas disfrutando naturaleza de su entorno. No fue hasta que Subaru quiso iniciar con un paseo nocturno bajo el estrellado firmamento que tanto Yuri como ella pudieron seguir compartiendo tiempo juntas, algo que no siempre era posible. Pero fue durante estos instantes que las dos se mostraban más cómplices que nunca la una con la otra. La luna llena fue la única testigo de ese romántico beso y la demostración de ese amor verdadero y a la vez prohibido que se profesaban las muchachas. Una vez más la brisa del aire que soplaba convertía el cabello de Subaru en un par de alas que se movían por sí mismas como si quisieran convertirse en un pájaro completo y surcar el cielo.


- ¿Qué haréis cuando os caséis, Subaru-san?


- No me quiero casar en realidad. Pero el emperador me obliga a hacerlo.


- Tiene que ser muy incómodo el que alguien elija a tu esposo por ti, ¿Verdad?


Subaru permaneció callada unos instantes en los cuales alzó su vista al cielo de forma pensativa. Lució lejos de parecer preocupada. Bajo su atenta observación Yuri juraría que su amada se hallaba relajada, como si el futuro fuera la menor de sus preocupaciones.


- Ya tengo algo en mente para lidiar con ese tema. – Rompió la princesa su silencio calmado y... taimado. – Ningún hombre va a gobernar por encima de mí.


- Pero ninguna mujer ha gobernado Japón hasta ahora...


- Eso habrá que cambiarlo, ¿No crees?


Yuri la observó casi sin entender su mensaje. A Subaru siempre le había parecido injusto que cuando la familia real no tenía un varón obligaran a la heredera casarse sólo para que otro hombre tuviera el poder y ella quedara relegada a un segundo lugar. Era una desigualdad que Subaru no iba a tolerar mientras estuviera viva. Por mucho que su padre tuviera el deseo de hacer lo mismo que sus predecesores, ella no acataría las normas. Sería la primera emperadora de su país, ella lo llevaría por una nueva dirección. Tenía grandes cosas pensadas para ese entonces.


El emperador Kazuo tenía grandes expectativas sobre ella creyendo que sería la típica princesa obediente que no profería queja alguna frente a sus responsabilidades. Este hombre sólo quería obligarla a contraer nupcias con un desconocido al que él pudiera manipular como a un perro y seguir haciendo su santa voluntad. Además para nadie era un secreto las ansias expansionistas del emperador quien hacía cosas realmente cuestionables pero habitualmente bajo la justificación de que todo era por el bien de Japón. Pero Subaru no era ninguna estúpida, ya que ella era quien mejor conocía a su progenitor. El emperador era muy temido por su casi inexistente misericordia y llegaba ser muy cruel y despiadado con sus enemigos. Puede que todas esas muertes también hubieran afectado a la armonía de Japón en sí.


Últimamente abundaban los espíritus malignos y su número crecía y crecía con cada día que pasaba. Habían llegado a tal punto que el emperador Kazuo se había visto forzado a recurrir a los monjes onmyouji para exterminar dichas visitas no deseadas. No obstante aquello parecía que sólo empeoraba el problema ya que en lugar de decrecer era todo lo contrario. La cantidad de demonios no sólo aumentaba sino que también se duplicaba. Es como si esto no fuera a cesar nunca. Muchos onmyouji recomendaron al emperador el tener acceso a la imprescindible ayuda de muchas sacerdotisas poderosas de la región pero Kazuo simplemente puso pegas y no accedió.


Claro que muchos conocían el hecho de que el emperador era un misógino sin remedio. Él nunca aceptaría una realidad en la que una mujer pudiera ser hasta mejor que su persona. Era inconcebible. El hombre lo era todo en este mundo, era quien debía gobernar y mantener el orden. Esa era parte de esa triste y cerrada mentalidad del actual gobernador de Japón a quien no le importaba que su pueblo se estuviera muriendo de hambre y enfermedades mientras sus aristócratas mejorasen su vida pisoteando y humillando de paso a esas personas humildes de clase baja. Subaru entristecía profundamente cada vez que Yuri le contaba algo sobre esto. Y es que como la princesa de palacio no tenía libertad. Muchas veces no podía salir sin permiso e incluso pidiéndolo, su padre se lo negaba argumentando que no vería nada interesante fuera de los sagrados muros de su casa.


Su padre la sobreprotegía de las cosas externas de la gente que no tuviera relación con la realeza o la aristocracia de su sociedad. Subaru sabía que en realidad el emperador yacía temeroso de que ella pudiera adquirir un pensamiento que él pudiera considerar peligroso. Suficiente tenía con hallarse resignado frente a la gran habilidad de su hija en la batalla. No es que Subaru hubiera ido a una guerra pero estaba por encima de cualquier samurai de palacio. Su capacidad para convertir cualquier cosa en un arma era algo que inspiraba respeto entre los de su entorno. Pero Subaru se mostraba como la mujer de modales exquisitos y mansa como el fluir de un río tranquilo que sólo mostraba su peor cara una vez que había causado estragos allá por donde había arrasado.


- Quiero construir un país nuevo que mire la vida desde otro punto de vista. – Habló Subaru caminando al lado de Yuri. Ambas se cogían de la mano.


- Eso suena muy complicado. Ya te he contado cuál es la forma de pensar que tienen...


- Motivo de más para ponerle más ganas. Además... Yuri-chan. – La miró con una cálida sonrisa. – Quiero gobernar esta nación junto a ti. Sólo así podremos ser completamente libres y estar juntas sin que nada ni nadie nos lo impida.


- Subaru-san... - Susurró sorprendida y sonrió con lágrimas en los ojos, por la emoción. – Me encantaría hacer eso a tu lado.


- Será difícil pero superaremos todos los obstáculos... incluyendo al emperador. Pronto sus días como tal acabarán, ya lo verás.


Y es que Subaru tenía los medios para lograrlo ya que Yuri tenía los contactos al conocer a muchísima gente que la apoyaba y la quería por sus buenas acciones tan desinteresadas. Obviamente llegar al poder teniendo a Kazuo como enemigo no iba a ser fácil pero, ¿Qué podía salir mal mientras estuvieran unidas? Evidentemente... muchas cosas. Tantas cosas como por ejemplo el hecho de que ignoraron la presencia de un par de ojos oyendo todo lo que decían y que desapareció enseguida para dar aviso a su señor sobre la conspiración que se estaba llevando a cabo a sus espaldas.


Y aquella fue su condena. Las paredes y hasta los muros que protegían el palacio real tenían ojos y oídos que todo lo captaban. El destino había sido escrito nuevamente. No pasaron ni dos días que pronto ambas se encontraron en el patio principal esperando al emperador que las había enviado a llamar. Subaru tenía un mal presentimiento pero sabía que no podía escapar. Y Yuri estaba asustada al verse rodeada de samuráis.


En cuestión de minutos se presentó el emperador Kazuo vestido con prendas majestuosas, elegantes y hasta presuntuosas. Claramente quería dejar bien patente quién era el que mandaba en Japón aquí y ahora. Sus afilados ojos negros mostraban su creciente enojo dirigido a esas infames mujeres. No iba a tener piedad y eso Yuri lo supo nada más atreverse a cruzar la mirada con él. Su cuerpo tembló como si con eso hubiera sabido que su final estaba más cerca de lo que habría podido imaginar. No iba a haber perdón para ella ni siquiera si lo suplicaba. El emperador Kazuo no iba a mostrar clemencia.


- Tener a una hija tan poco digna es sin duda una deshonra para un padre, ¡Y qué decir para la familia! ¡Tus actos han traicionado a Japón por culpa de esta bastarda!


- Padre os juro que yo no...


- ¡Silencio! ¡Ambas seréis castigadas por vuestros actos impuros! – Miró a uno de sus samuráis y le dio una señal que el otro entendió enseguida y obedeció a su señor sin dudarlo dos veces.


Aquello sucedió demasiado rápido. Subaru contempló cómo aquel color escarlata manchaba el suelo y el precioso kimono amarillo de su sol. Y con sus ojos bien abiertos contempló la muerte de la joven a la que amó en secreto. Una irrefrenable furia la invadió de tal modo que consiguió hacerse con una katana tras robarla hábilmente de un samurai al que mató sin vacilar.


- ¡PADRE! ¡NO OS LO PERDONARÉ JAMÁS! - Gritó encolerizada.


Fue una lucha épica que sin duda sería recordada para la posteridad. Una princesa revelándose contra su padre y las normas de su estricta e inflexible sociedad. Habiendo enfrentado a tantos hombres sin ser vencida hasta que el propio cansancio y las heridas recibidas fueron su talón de Aquiles. Fue la hermosa figura de aquella flor caída lo último que sus ojos tan hermosos como el cielo llegaron a ver antes de que todo terminara para ella.


Sin duda la caída de las flores fue algo que muchos convirtieron en un relato de dos jóvenes que murieron a causa... de un amor sincero pero prohibido.


FIN


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