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Krigere por barahime

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Notas del fanfic:

Deseo con toda mi alma que te guste este fic que escribi con todo mi cariño para ti.

Seré sincera, me volví loca al escribirlo. Pero al final tambien terminé amando el tema que me pediste.

Disfruta mucho de este día con tus seres amados.

Te deseo lo mejor del mundo para el próximo año y siempre.

HNY

Notas del capitulo:

Espero haber cumplido con las espectativas del tema que me diste.

Tuve que cortar unas partes para que quedara en 15 mil cerradas, asi que espero aun así, se entienda y haya quedado de tu agrado.

 

Felices fiestas.

 

Mis mejores deseos.

Mie, Japón c. 876.

 

A la edad de diez años Yuu había sido raptado por un knarr, su padre moribundo no lo había podido defender. A leguas se notaba que no eran del lugar, sus largas cabelleras y abundantes barbas eran tan solo algunos de los rasgos que podían apreciar para darse cuenta que contra ellos nada podían hacer.

Ninguno de los presentes en la costa había podido huir, todos sin excepción habían sido asesinados o tomados por aquellos hombres.

Todos los capturados habían sido despojados de sus ropas, sus cuerpos fueron bañados con las frías aguas del mar que aquellos salvajes les lanzaban sin miramientos. Sus ojos ardían bajo la sal del agua que mojaba sus cuerpos, las heridas abiertas escocían mientras sus captores vituperaban la victoria de aquel día. Ninguno entendía nada. Se miraban unos a otros sin saber qué depararía sus vidas de ese día en adelante.

—El jefe quiere que se escojan a los mejores —habló de pronto uno de los guerreros, sin embargo ningún japonés allí presente lograba entenderlo —,  serán entrenados para luchar a nuestro lado de ahora en adelante.

— ¿En serio crees que alguno de ellos podrá luchar a nuestro lado?, míralos, no son más que sabandijas inservibles —contestó otro de los presentes. Y es que a su lado todos ellos no eran más que cuerpos enclenques y prácticamente inútiles.

—El jefe dice que los japoneses pueden ser valientes guerreros, los llamó samuráis —esa había sido la única palabra que los capturados habían entendido hasta ese momento —. Si los entrenamos puede que de verdad sirvan de algo, hemos perdido a muchos de los nuestros en la última batalla.

—No es algo que sea tan fácil, llevará meses hacer que alguno de ellos sirva de algo —siguió otro de los guerreros.

—Lo sé, pero el jefe tiene grandes expectativas, asi que solo escojan a los que crean que valdrán la pena, a los demás llévenlos a los remos a ver cuánto aguantan.

Uno a uno de los hombres raptados fue escogido de acuerdo a su complexión y edad, era de esperar que Yuu fuera desechado al ser tan solo un niño, sin embargo aquello al final fue lo que lo salvó de la muerte.

—Déjalo —soltó de pronto uno de los guerreros de alto mando —, le comenté a Sigurd —quien era el jefe de aquel navío —que había un niño y dijo que lo enviáramos con él, tratará de entrenarlo desde ahora —informó mientras veía con detenimiento al niño que los miraba atemorizado.

A simple vista Yuu no era más que un niño débil, de ojos casi negros como su cabello corto, su piel pálida le hacía parecer enfermo, casi podía ver cada una de las vena que recorrían su cuerpo, sin embargo a ojos de Sigurd era la oportunidad perfecta de crear al mejor de sus guerreros.

 

 

*/*/*/*/*

 

Vestfold, Noruega c. 891.

 

— ¡Aoi! —escuchó su nombre a lo lejos, aun asi en su situación era imposible que hiciera caso. Se agachó en el último momento para esquivar la espada que con fuerza se dirigía hacia él.  Con agilidad lanzó el cuerpo del fornido hombre y lo atravesó con su espada en menos de un minuto.

—No me distraigas cuando estoy a punto de ser asesinado —soltó Aoi mientras sacaba su hoja del cuerpo moribundo que yacía en el suelo —, ¿Qué es lo que quieres? —preguntó enfundando su pesada arma.

—Sigurd quiere hablar contigo, te espera en su tienda —informó aquel hombre.

— ¿Ahora qué quiere? —preguntó molesto. Y es que odiaba que lo interrumpieran cuando estaba en alguna misión. Aquel día había sido mandado a aquel pueblo para arrasar con prácticamente todo, las órdenes habían sido claras, matar a todo hombre y anciano. Sus únicas presas como siempre debían de ser las mujeres que como sirvientas y concubinas les servirían y a los niños que gozaran de buena salud para entrenarlos y hacerlos parte de su “ejercito”.

Aquel hombre que había matado era el último que quedaba con vida en el pueblo, en todo el lugar se podían escuchar los gritos y sollozos desconsolados de las mujeres viudas y niños huérfanos.

—Al parecer algunos hombres de Ingólfur se avistaron en un pueblo cercano a Presterod, Sigurd quiere que vayas a verificar —. Aoi suspiró cansado.

Habían pasado quince años desde que Aoi había sido raptado por los aquellos hombres, que con el tiempo supo se hacían llamar Vikingos, a su muy temprana edad no tenía más que miedo recorriendo sus venas, sin embargo el miedo no fue lo único que experimentó desde su llegada a aquel knarr, fue entrenado mediante golpes, avideces, frio y dolor. Había días en los que deseaba morir y dejar de lado todo aquello que ahora vivía. No entendía nada de lo que aquellos tipos decían, por obvias razones era incapaz de obedecer sus órdenes, lo que le costaba largos días de hambre bajo el calor del inmenso sol y el frio del mar que por las noches recorría su cuerpo.

Poco a poco fue aprendiendo la lengua de aquellos individuos, asi como fue adquiriendo las habilidades de la guerra que todos ahí necesitaban para sobrevivir.

Aren era el nombre del caudillo encargado de enseñarle, todos los días era levantado antes del amanecer y era obligado a entrenar junto con los demás guerreros del campamento. Si no estaban en tierra entrenando y surtiéndose de lo necesario para sus viajes saqueando pueblos y campamentos, estaban en el mar, luchando contra otros drakkar.

A su corta edad había entendido que aquel mundo de barbaros era difícil, no había momento en que hubiera tenido la certeza de que su vida le pertenecía, pues en aquel lugar todo se trataba de guerra, muerte y poder.

Cuando había cumplido un año con ellos ya sabía en su mayoría hablar su lengua, su cuerpo antes pálido y delgado ahora estaba adquiriendo los rasgos de un joven guerrero, y aun con el pasar de los años su piel seguía tan suave como el día que había llegado al drakkar, y eso era algo que sus compañeros usaban en su contra para tratarlo con burlas. Ahora vestía pesadas pieles de diferentes animales, que le cuidaban del frio y de las adversidades del entorno en el que vivía,  sus manos ahora eran ásperas y su cabello  largo era siempre trenzado por las pocas mujeres que a veces estaban en los campamentos, muchas de ellas quedaban prendadas de su belleza, lo que le generaba aún más conflicto entre los revoltosos pues estos no aceptaban que un extranjero pudiera llamar tanto la atención.

Día con día tenía que aprender a ser más fuerte, eso le había quedado claro luego de que el Jefe Sigurd le hubiera dicho que su único objetivo ahora en la vida era el de ser el mejor guerrero. Quince años más tarde, él estaba orgulloso de haber creído en ese niño flaco y desvalido.

Aoi era uno de sus mejores soldados, estimado por muchos y odiado por otros tantos al ser de otra nacionalidad. Sin embargo siempre supo jugar bien sus cartas, podía ser un soldado aguerrido para aquellos que le querían fuera del campamento, asi como un bello joven para los que le miraban con otros ojos y asi obtener siempre una ganancia. Desde muy temprana edad le habían enseñado a cómo moverse en aquel mundo en donde no solo era el más fuerte, sino también el más inteligente quien sobrevivía.

—Está bien, voy para allá —respondió sin ganas, caminó entre los cuerpos sin vida mientras los hombres a su cargo se encargaban de juntar a los sobrevivientes y llevarlos al campamento para decidir qué hacer con cada uno.

Montó su caballo y se dirigió a las afueras del pueblo para tomar el camino más corto a Presterod que era en donde se habían visto a los grupos enemigos, tenía que darse prisa pues el camino no era corto.

Cuando llegó al lugar bufó enojado pues las afueras del pueblo estaban devastadas, buscó en el pueblo si aún quedaba algún enemigo pero no encontró a nadie. A todo galope se dirigió a su campamento para dar aviso a Sigurd.

—Los hombres de Ingólfur estuvieron en Presterod, debemos ir cuanto antes a Tonsberg —avisó Aoi tan pronto llegó al campamento —. Si no nos damos prisa tomaran la capital y será mucho más difícil terminar con ellos. No sé cuántos sean asi que creo debemos llevar al menos a la mitad de nuestros grupos —puntualizó. Los demás guerreros lo miraban con recelo pues odiaban que siempre llegara a dar órdenes como si él fuese el jefe.

—Está bien —respondió Sigurd mientras soltaba un suspiro molesto, no se esperaba que los hombres de su enemigo se atrevieran a atacar la ciudad —. Te encargarás de dirigir a los grupos, saldrán antes del amanecer y necesito que estés atento por si Esben está al mando, si es así quiero que lo traigas con vida —ordenó. Esben era el líder de las tropas de Ingólfur, por lo que les convenía capturarlo con vida y sacarle información sobre su líder —. Los demás quiero que vayan a los drakkar y cuiden las costas, en especial Prestedodkilen y Kaldnesgaten, pues son las costas que tienen acceso a Tonsberg.

—Muy bien —Aoi asintió y dio media vuelta para salir de la tienda de su jefe. Se dirigió a la propia para preparar lo necesario para la nueva misión, el campamento completo se movilizó, cargando a sus caballos con armas, agua y medicinas por si se ocupaban.

Cada uno entró a sus tiendas para tomar sus armaduras y alistarse para la batalla, no sabían cuántos eran los hombres que llegaban de Islandia por lo que estaban a la expectativa, eufóricos y enfurecidos pues odiaban que aquellos bandos enemigos se atrevieran a atacar sus tierras.

El rey Harald  los había desterrado al no estar de acuerdo con su reinado y el nuevo régimen de impuestos, hubo numerosas revueltas para derrocarlo sin embargo aquella vez habían ganado, haciendo que los revoltosos huyeran hacia Islandia. Ahora nada tenían que hacer en Noruega. Sin embargo las constantes guerras en busca del poder y derrocamiento del rey habían costado innumerables vidas, muchos de los guerreros de Sigurd habían perdido la vida defendiendo los pueblos de las costas, aun asi habían sabido ganar y derrotar a todas los grupos opositores, pero Ingólfurseguía atreviéndose a atacar.

Aoi tomó sus armas y colocó su armadura con el ceño fruncido. Odiaba tanto a los islandeses, por culpa de ellos había perdido a muchos de sus amigos, en especial a Aren quien junto con Sigurd había sido su maestro desde que había llegado a Noruega.

—Todo está listo Aoi —le informó su compañero —, esperamos tus órdenes.

—Muy bien,  partiremos en la madrugada para llegar poco después del amanecer, me gustaría caerles de sorpresa y sin la luz del día pero no sabemos cuántos sean y cómo es que vienen —contestó —. Por ahora descansen lo que puedan —el hombre asintió y salió para informar a los demás las ordenes de Aoi.

Ya en la madrugada salió de su tienda, no había podido descansar por la incertidumbre de lo que les esperaba en Tonsberg y se fue hasta su caballo. El negro corcel relinchó dándose paso por el camino rocoso que los llevaría a la capital.

Todos los guerreros siguieron a Aoi a regañadientes, sin embargo siempre con el objetivo de cumplir con su misión.

Cuando llegaron a las afueras de la ciudad confirmaron lo que Aoi les había dicho, todo el pueblo estaba ahora en llamas, no había nadie con vida. Se abrieron paso entre los escombros para llegar lo más rápido posible a la capital pues no podían permitir que Esben la tomara, pues aquello tan solo les traería muchísimos más problemas, no estaban listos ni querían que iniciara una guerra, no tan pronto.

—Démonos prisa —mandó Yuu, quien con furia apretó las riendas de su caballo y guio a sus hombres hacia Tonsberg. No comprendía cómo era que habían llegado hasta allí, lo más normal habría sido que llegaran a atacar Bergen, Haugesun o Stavanger que eran las zonas más cercanas a su propia costa, sin embargo estaban allí.

Mientras más avanzaban a la ciudad más muerte y destrucción se encontraban a su paso, al parecer aquel ataque no solo era una revuelta en contra del Rey, sino que iban con toda la intención de acabar con todo. Cada uno de sus guerreros iba con los nervios de punta, enojados y a la incertidumbre de lo que se pudieran encontrar.

Al llegar a las afueras de Slagenveien  Aoi se detuvo, tenía que pensar muy bien cómo atacar, no podía simplemente llegar a ciegas al lugar. Necesitaban un plan, necesitaban saber a lo que se enfrentaban.

—Tenemos que infiltrarnos para saber a lo que nos enfrentamos, necesitamos saber cuántos son y quienes son los líderes de esta revuelta, si atacamos ahora es posible que nos derroten —aquellas palabras llenaron de frustración a los guerreros. Ellos estaban acostumbrados a atacar y vencer, pero Aoi tenía razón, no podían llegar sin un plan.

— ¿Qué es lo que haremos entonces Aoi? —preguntó uno de sus compañeros más cercanos —, es imposible que no nos reconozcan —dijo con pesar, y es que todos ellos tenían la pinta de un guerrero vikingo, fuertes y musculosos, con sus cabellos trenzados y barbas espesas, a excepción de Aoi, que por su raza era más delgado y lampiño que ellos.

—Deberíamos vestir a Aoi de chica y hacer que se infiltre como una concubina —soltó con burla uno de los guerreros, haciendo burla del físico, demasiado andrógino para gusto de algunos.

Aoi lo miró apretando los dientes, sin embargo sopesó la propuesta, pues hacer uso de su aspecto era algo a lo que recurría en caso de ser necesario, aun asi jamás había llegado al punto de disfrazarse como una mujer para lograr sus objetivos.

Las risas y burlas no se hicieron esperar.

—No digas estupideces —dijo Axe, compañero cercano de Aoi. Miró a éste con nerviosismo pues bien sabía del fuerte carácter de su líder.

—Piénsalo bien —habló de nuevo el fornido vikingo —Aoi tiene una cara de niña, si lo arreglamos, bien podría hacerse pasar como una concubina y el que sea asiático lo hará aún más llamativo. Bien sabemos que Esben es un idiota que haría lo que fuera por tener aún más poder, una jovencita asiática le daría más estatus, ¿no lo creen? —preguntó dirigiéndose a los presentes. Muchos de ellos aún seguían viendo el tema como una burla para su “líder”, pero otros más, los que pensaban, lo veían como una oportunidad para formular un excelente plan de ataque.

—Muy bien —soltó de pronto Aoi, sorprendiendo al vikingo, éste no se imaginaba que el pelinegro aceptara asi sin más su idea —. Lo que dices no es del todo equivocado. Esben es un idiota que siempre ha estado en busca de poder y el gran número de concubinas que ha venido juntando es grande, el porqué de la importancia que le dan en su clan.

—Pero Aoi, es imposible que no te descubran, está bien que a diferencia de nosotros seas menos fornido y grande, pero aun asi no eres una mujer, tu cuerpo tiene músculos, tu voz es grave —acotó  Axe con notable nerviosismo.

—No te preocupes, lo que menos necesito será hablar, asi que haremos uso de esta cara bonita —soltó sin más. Los presentes sonrieron con sorna y  otros más lo miraron con recelo pues reconocían que el valor que tenía su líder era bastante —. Hay que buscar en el pueblo cercano lo necesario para ser una bella dama —sonrió mientras subía de nuevo a su caballo.

Todos estaban a la expectativa de aquel plan, era arriesgado. No sabían si sería posible que Aoi se pudiera infiltrar al campamento enemigo y lograr con ello vencerlos. Solo les quedaba confiar en él por mucho que eso les jodiera.

Al llegar a Slagenveien se adentraron al bosque, no podían verlos cerca de la ciudad pues estaban seguros que los hombres de Esben estarían cuidando los alrededores. Aoi, Axe y otro de los más jóvenes se dirigieron a la ciudad.

Se destinaron a uno de los hostales del lugar, a su paso se encontraron con varios daños al lugar, los sobrevivientes estaban con miedo y la ciudad prácticamente se notaba vacía. Cuando entraron al comercio los presentes los miraron con asombro, a pesar a haberse quitado las armaduras, los lugareños sabían reconocer a los clanes vikingos, pues siempre tenían que estar cuidándose de ellos.

— ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Axe a uno de los hombres que se encontraban tomando en el lugar.

—Los hombres de Esben vinieron a atacar, se llevaron víveres y a algunas de nuestras mujeres, son demasiados y muy fuertes —contestó con recelo.

— ¿Sabes si Esben viene con ellos? —preguntó Aoi sentándose cerca de la barra de aquel lugar.

—Los rumores dicen que sí, instalaron su campamento en Trelleborg, al parecer quieren atacar Tonsberg, muchos dicen que quieren tomarla para amenazar a Harald y recuperar las tierras de las que fueron desterrados en la batalla de Hafrsfjord —. Las palabras del hombre salían con odio de su boca, si bien no todos en Vestfold apoyaban a Harald, la mayoría se había acostumbrado a su reinado y lo único que querían era vivir en paz.

— ¿Sabes cuantos hombres vienen con ellos? —preguntó Aoi.

—Al menos cien hombres entraron por el Fiordo de Oslo, ingresaron desde Husvik y desembarcaron en Presterod en donde saquearon todo. Quienes lo vieron vinieron a avisarnos sin embargo fue demasiado tarde —contó con pesar.

Era común entre los clanes que apoyaban a Ingólfuractuar de esa forma, llegaban sin hacer gran alboroto hasta llegar a sus destinos y arrasar con todo. Sin embargo el hecho de que hubieran acampado en Trelleborg y aun no hubieran atacado Tonsberg era algo que lo mantenía en constante incertidumbre, al final infiltrarse a su campamento era la única opción que tenían para poder ganar aquella batalla.

—Muy bien, necesitamos de su ayuda —Aoi miró al hombre frente al él, sabía que no podía esperar mucho de ellos, pues hombres libres y vikingos guerreros no eran lo mismo por mucho que ambos vivieran en Noruega bajo el régimen del rey Harald.

Si bien ellos como guerreros no eran del todo creyentes en un reinado como el de Harald, les convenían mantener buenas relaciones, pues solo asi podían moverse a lo largo de Europa y conseguir poder entre los pueblos de Noruega, abriéndose pasó a Suecia y Dinamarca. Lo que ellos querían era poder ir y venir sin problemas para asi tener mayor abundancia y prosperidad con el comercio o la venta de armas, entre otros trabajos que algunos ricos les pedían, y por supuesto tener mucho más poder que otros clanes; si bien sus formas no eran las mejores, los lugareños de Vestfold, preferían ayudarlos a dejar que Ingólfurviniera a deshacer la poca paz que ahora reinaba en Noruega.

El hombre frente a él miró a los hombres que lo acompañaban en aquel hostal, ninguno confiaba en los vikingos guerreros, pero por el momento parecía la única opción para recuperar la paz de su ciudad. Asintió para sí mismo y suspiró.

—Está bien —dijo éste casi con pesar —, dinos lo que necesitas.

Minutos más tarde los diez hombres allí presentes sabían del plan de Aoi, muchos no sabían si confiar en él pues en primer lugar  ni siquiera era un Noruego, pero sabían que podían usar sus rasgos asiáticos para poder lograr su cometido.

Una hora después Aoi salía del cuarto de la esposa del dueño del hostal en vestiduras femeninas, todos los presentes quedaron impresionados por su aspecto. Más de uno se quedó sin aire por al menos unos segundos, no podían creer que la persona frente a ellos se tratara del mismo guerrero que había llegado a pedir su ayuda.

Aoi vestía pantalones de lana negros y una blusa de manga larga color gris, el escote de esta llegaba tan solo un poco debajo de sus clavículas dejando los hombros al descubierto, un delantal de lino azul turquesa por encima le cubría todo el cuerpo, dejando a la vista la piel de sus hombros blanquecinos, éste se unía en la parte delantera por un gran broche de bronce con grabados rúnicos y por ultimo un chal de piel de lobo, cubría desde poco más abajo de sus hombros su pecho para ocultar su falta de senos. Aun asi las telas holgadas no le daban un aspecto masculino en lo más mínimo, al contrario, si los presentes no supieran que se trataba de él, su vestimenta solo les invitaba a desear saber qué había debajo de tan estorbosos lienzos.

Su cabello había sido trenzado y anudado en una coleta alta dejando a la vista las partes que tenía rapadas, varios mechones rubios fueron trenzados y adornados con cuentas de hueso y marfil asi como plumas coloreadas de azul adornaban su peinado haciéndolo más salvaje. Su maquillaje era sin duda lo mejor de todo, pues hacia resaltar sus rasgos casi femeninos. La pintura negra surcaba su rostro en grabados delicados y precisos, puntos, líneas y símbolos nórdicos adornaban su rostro haciéndolo una mujer de belleza autentica a ojos de los presentes.

—No lo puedo creer —Axe rompió aquel mutismo en que habían caído, no podía creer que su líder fuera la hermosa mujer que tenía parada frente a él, suspiró con nerviosismo, pues aquel aspecto no solo había despertado interés en él.

— ¿Cómo me veo? —preguntó Aoi, esperaba que el resultado fuera el deseado, aunque por la reacción de los presentes apostaba a que asi era.

—Estás irreconocible Aoi, no puedo creer que seas tú —contestó Axe, los demás presentes tan solo asintieron, la mujer que lo había vestido sonrió satisfecha de su trabajo.

—Muy bien, entonces manos a la obra —dijo Aoi mientras tomaba asiento junto al hombre con el que había estado hablando, los demás se reunieron a su alrededor para consolidar el plan.

—Los hombres de Esben vienen cada cierto tiempo, estos dos días han venido al medio día y al atardecer, vienen por alimentos y a revisar que no haya guerreros que puedan arruinar sus planes, asi que ese sería el momento adecuado en el que puedas salir, alguno de nosotros puede llevarte consigo cuando ellos vengan, en cuanto te vean van a querer llevarte, pues raptaron a todas las mujeres jóvenes de la ciudad, en ese momento puedes infiltrarte. Más tarde Axe y Herel —decía refiriéndose al otro guerrero que los acompañaba —pueden colarse al bosque para que les des la información necesaria y asi ir con tu grupo y atacar.

—Perfecto, entonces eso haremos —dijo por último Aoi poniéndose de pie,  estaba nervioso, no todos los días tenías que hacerte pasar por una mujer e infiltrarte en un campamento enemigo. Ahora su único miedo era el de no ser descubierto.

Al medio día como les habían dicho, aparecieron desde Trelleborg los hombres de Esben, cada uno montaba a caballo y venían armados.

Al llegar frente al hostal descendieron de sus caballos en busca de alimento y agua.

—Venimos por lo de siempre —dijo uno de los hombres con acento Sueco, y es que era normal que los clanes de guerreros vikingos tuviera una gran variedad de razas.

—Cla…ro —con nerviosismo la esposa del dueño se adentró al lugar para preparar lo que le pedían, solo asi los habían dejado con vida.

Minutos más tarde Olson —el hombre que había planeado junto con ellos todo— apareció con Aoi por las escaleras que daban hacia las habitaciones del lugar. Cuando vio a los guerreros hizo amago de querer huir, todo para que creyeran que estaban allí por casualidad. Apenas el líder de aquel grupo vio a Aoi, se lanzó con su daga a detener al hombre.

—Vaya, vaya —dijo con un tono socarrón —, miren lo que tenemos aquí —comentó con gracia a sus compañeros —pero quién diría que todavía quedaban bellas damas en la ciudad —siguió diciendo mientras rodeaba a Aoi por la espalda, éste se hizo pequeño y ocultó su rostro en la piel de lobo que cargaba en los hombros, tenía que interpretar a una pobre jovenzuela a pesar de que por dentro quería matar a cada uno de ellos — ¿de dónde sacaste a esta lindura? —preguntó amenazante el guerrero mientras jalaba a Aoi hacia él.

—Lle… llegué hoy a en un barco mercantil, me vendieron a esta mujer en Rusia, la trajeron desde Japón —declaró el hombre con voz temerosa.

— ¿Japón? —Preguntó con gran curiosidad el guerrero —, jamás he estado en Japón, es un país demasiado lejano —prosiguió mientras tomaba por la barbilla a Aoi, lo miró con curiosidad y gula, delineó sus gruesos labios con su lengua, como saboreando las palabras del hombre a su lado. Jamás había tenido una mujer extranjera bajo su poder y vaya que era hermosa.

—Varios hombres llegaron de una expedición que hicieron por Asia, trajeron varias personas de diferentes localidades, entre ellos bastantes mujeres, a ella me la vendieron por una gran cantidad —comentaba el hombre marcando un gran nerviosismo en su voz, rogando internamente para que los recién llegados le creyeran.

—Es hermosa sin duda —comentó el guerrero soltando el rostro de Aoi quien al instante agachó la mirada, queriéndose encoger a sí mismo — ¿Cómo se llama? —preguntó interesado en la pálida muchacha.

—Yuu… —ese era el nombre que Aoi les había dicho que dijera en dado caso de preguntar. Pronunciar aquel nombre le había traído tantos recuerdos. Pero era el único nombre que se le vino a la mente cuando preguntaron por algún nombre japonés aparte de su apodo y después de todo ninguno sabría que aquel era un nombre masculino. Sonrió con melancolía al pronunciar su antiguo nombre. Hacia tantos años que nadie lo llamaba por él.

—Ivar, deberíamos llevarla con Esben —comentó otro de los guerreros —Aoi sonrió para sus adentros, ahora sabía que el maldito de Esben iba con ellos —de seguro nos dará una gran recompensa por ella —siguió diciendo el rubio guerrero.

—Tienes razón —aceptó.

—No se la pueden llevar —suplico el hombre —, pagué mucho por ella —aclaró.

—Agradece que te dejemos vivo —espetó el mismo guerrero, tomando del brazo a Aoi —eso sería un pago suficiente —. ¿Cuántos años tienes lindura? —preguntó volviéndolo a tomar por la barbilla, sin embargo Aoi no dijo ni una palabra, tratando de alejarse de aquel hombre.

—Ella no te entiende, no habla nuestra lengua, por eso no habla —explicó “su ex dueño”.

—Vaya, mejor asi. No tendremos que escuchar sus suplicas en el camino —. El guerrero sonrió y empujó a Aoi hacia el otro —. Daven —llamó a su compañero —llévala contigo en el caballo, cuidado y le pase algo —ordenó.

Cuando la esposa del dueño del lugar salió con los víveres, partieron.

—Ojalá que todo salga bien —dijo el hombre mientras se dejaba caer en la silla de madera que había ocupado antes —si no lo más probable es que maten a ese muchacho.

 

 

*/*/*/*

 

Mentiría si dijera que no estaba nervioso, por dentro y por fuera sentía su cuerpo temblar y sin embargo trataba de echarle la culpa al galopar del caballo en el que iba montado. Siempre había sido un hombre valiente, audaz, para muchos otros quizás un tonto que no le temía al peligro, pero en aquel momento sabía que llevaba las de perder.

La única arma que llevaba era una daga atada a su muslo y sabía perfectamente que con ello no le ganaría a un hacha o espada.

Suspiró pesadamente, hecho que llamó la atención del hombre que lo llevaba.

—No te preocupes lindura, pronto llegaremos —susurró aquel hombre sobre su cuello, el acto lo impresionó haciendo que temblara visiblemente bajo los brazos del guerrero que sonrió burlón.

—Aunque le hables no va a entenderte —comentó su líder —. La pobre ha de estar muerta de miedo, y con justa razón, no sabe lo que le espera —. Aquellas palabras alertaron a Aoi, rogaba no ser violado de buenas a primeras en cuanto estuviera en manos de Esben y asesinado cuando descubrieran que era hombre —. Démonos prisa.

Minutos después —que para el pelinegro fueron eternos —llegaron al campamento que tenían instalado en Trelleborg, Aoi no perdía tiempo y trataba de abarcar con la vista, disimuladamente, todo a su alrededor, contó a primera vista veinte hombres, pero estaba seguro que no eran todos. Si habían podido arrasar con los pueblos cercanos serian mínimo cien hombres.

—Se tardaron demasiado —habló uno de los guerreros que los recibían, era alto y de cabello rojizo, alborotado en una coleta alta, de barba larga. Robusto como casi todos los vikingos a los que conocía.

—Paramos para traerle un regalo a Esben —dijo el hombre que lo llevaba en el caballo —, mira —tomó su rostro entre su gran mano y lo jaló para mostrársela al otro —, a que es hermosa ¿verdad? —preguntó con una sonrisa socarrona.

Enseguida bajó del caballo y tomó a Aoi de la cintura para bajarlo del caballo. En esos momentos agradecía ser de peso ligero, pues si fuera cualquier otro hombre se sorprenderían por el peso que de seguro tendría. Sin embargo el guerrero lo tomó sin problemas.

Para muchos aquello podría ser una desventaja, pues podrían argumentar que con un simple empujón terminarían con él, sin embargo aquello era de las muchas virtudes de poseía, pues a diferencia de sus compañeros guerreros, él contaba con mayor agilidad a la hora de la batalla, se cansaba mucho menos y se movía rápidamente para esquivar los golpes. Porque a pesar de su contextura, Aoi era fuerte, lo sabían, y las vidas de todos aquellos a los que había matado a lo largo de su vida, lo constataban.

—Pues tendrá que esperar a que llegue porque recién salió a Ringgveien  el knarr que esperábamos llega hoy —Aoi se sorprendió al escuchar aquello, sin duda el knarr estaría lleno de armamento, lo que significa que aquello se convertiría en una guerra, y tenía que encontrar la manera de poder avisarles. En aquel momento Axe y Herel debían de estar ya en el bosque, y solo necesitaba de minutos para dar aviso de lo que los hombres de Ingólfur tramaban.

—Bueno, pues entonces la llevaré con las demás mujeres —Aoi agradeció aquello y caminó siendo jalado por Daven.

—Los demás están en la tienda de Gerd, están hablando acerca de la llegada de Einar —Aoi agachó la cabeza, abrió los ojos sorprendido. Einar era el hermano menor de Ingólfur lo que significaba que no solo los hombres de Esben estaban involucrados en todo aquello —. Traerá consigo a sus hombres, son cien aproximadamente —seguía hablando el guerrero —, se unirán a nosotros en Trelleborg para entrar a Tonsberg, de seguro en estos momentos ya están enterados de nuestra visita y están preparando a su hombres. El armamento que fue a recoger Esben es bastante por lo que las estimaciones es que tomemos la ciudad en menos de una semana.

—Esben y Einar trabajando juntos, no me lo puedo creer —dijo el hombre que lo había secuestrado en el hostal —. Supongo que Ingólfurfue claro al dar las órdenes de amotinamiento.

—Exactamente, Ingólfurno está jugando esta vez, las expediciones que se llevaron a cabo para juntar más hombres no serán en vano y él está dispuesto a todo para recuperar las tierras que Harald nos quitó.

—Perfecto… —Aoi no pudo escuchar más, pues el guerrero que lo llevaba lo jaló impaciente al notar que no se movía.

Caminaron tan solo unos metros hasta que llegaron a una gran tienda. Dentro podía escuchar los sollozos de varias mujeres mientras otro hombre les gritaba que guardaran silencio o las mataría. Aoi apretó los dientes, tan iguales a ellos, y aun asi odiaba aquello.

Lo malo de ser un guerrero vikingo era ser parte de ciertas acciones que no le gustaban, entre ellas el tomar a las personas como objetos de satisfacción. Siempre las mujeres y niños jóvenes, que como él, eran secuestrados para ser parte de sus clanes en la batalla.

—Traigo una nueva —anunció el guerrero mientras abría la tienda y se adentraba junto con él —, es una extranjera asi que no te va a entender nada, pero necesito que le des un cuidado especial pues es un regalo para Esben —el hombre de la tienda lo volteó a ver con curiosidad, tomó su rostro entre sus manos callosas y lo miró de un lado al otro, le dedicó una sonrisa lasciva, Aoi sintió asco.

—Vaya, vaya, una asiática ¿eh? —Soltó su rostro y se lamió los labios — ¿cómo es que llegó aquí? —preguntó curioso y era de esperar, pues no todos los días veías asiáticos en aquella parte del mundo. Casi todos los asiáticos que había en aquellas zonas, como él, habían sido raptados o vendidos como esclavos. Muy pocos corrían con la suerte que él había tenido, pues unos pocos eran entrenados para pelear con ellos.

De los cincuenta hombres que habían raptado aquel día a las afueras de su pueblo, sólo él quedaba con vida. Solo él había sobrevivido a las tantas batallas a las que se tuvieron que enfrentar. Aoi sabía que estaba solo, que era el único entre tantos hombres.

—Un hombre llegó a Presterod, una embarcación le vendió a la mujer —contó —, dice que le costó muy caro, no habla nuestra lengua asi que no nos entiende.

—Bueno pues aquí no será más que otra de tantas, asi que aunque sea para Esben deberá permanecer aquí mientras tanto.

—Muy bien, entonces la dejo en tus manos, iré a reunirme con el mariscal para ponerme al tanto del ataque a Tonsberg —el otro sólo asintió.

—En un rato más los alcanzo —su compañero asintió saliendo de la tienda —. Kaira —llamó a una de las mujeres allí presentes —, cuida de ella —, la joven mujer asintió y tomó a Aoi del brazo para jalarla junto a ella.

El guerrero salió de la tienda y fue entonces que Aoi soltó el aire.

Miró a su alrededor, casi cincuenta mujeres habitaban la tienda, que sin duda era grande para albergar semejante cantidad de personas. Miró a cada una de las presentes, algunas lo miraban con curiosidad, otras más con el miedo que les causaba estar allí.

—Siéntate —pidió Kaira, a sabiendas de que Aoi no le entendería lo tomó de nuevo del brazo y lo empujó levemente sobre un tronco pegado a uno de las paredes de la tienda.

Aoi obedeció las órdenes agachando la mirada, no podía dar indicios de entender su idioma por lo que lo único que le quedaba era ser una marioneta a manos de quien estuviera con él.

—Pobre muchacha, tan linda que es —habló de pronto otra de las presentes, alzó la mirada levemente, la mujer era un poco mayor a Kaira, de cabello cobrizo y cara regordeta —, venir a parar a este país y ahora aquí con estos malditos —el odio se podía percibir en sus palabras, las demás mujeres agacharon la cabeza con pesar.

—Esben la tendrá, la terminara matando una vez esté satisfecho —casi chillo otra de ellas.

—No podemos hacer nada —siguió Kaira —, es el destino que nos ha tocado vivir.

—No es ningún destino, es una maldición —prosiguió la de cabello cobrizo —, esos malditos llegaron a arruinarnos la vida.

Un sollozo se escuchó entre las mujeres, Kaira y la segunda mujer agacharon la mirada apretando con fuerza los puños, una línea dura formaba sus labios pálidos.

No había qué hacer, y ellas lo sabían. Caer en manos de los guerreros vikingos era sinónimo de dolor y muerte. No había más para ellas ahora que estaban ahí.

Las horas pasaron y Aoi sentía que estaba perdiendo el tiempo, no sabía qué era lo que los guerreros hablaban afuera sobre el ataque a Tonsberg. Se estaba desesperando, se puso de pie de un brinco ya muy frustrado por las circunstancias, llamando la atención de más de una. Se odio por aquello.

—De seguro necesita ir al baño, a saber cuánto tiempo tiene esperando —la mujer cobriza se levantó del pedazo de piel que ocupa en el piso —. Ha de ser eso, ¿verdad cariño? —preguntó a sabiendas de que no recibiría respuesta. Aoi la miró mortificado.

En ese instante el soldado de antes entró a la tienda.

— ¿Qué pasa? —preguntó a la mujer.

—Seguramente quiere ir al baño, se levantó de un brinco. Supongo que ya no aguanta.

—Muy bien, llévala. Todas salgan a comer y a lavarse —ordenó. Cada una de las mujeres se apuró a obedecer.

La muchacha tomó del brazo a Aoi y lo jaló hacia fuera conduciéndolo al bosque. Se adentraron en él y lo colocó cerca de un árbol. Por el olor supo de inmediato para que utilizaran el lugar. Sin más la mujer se acuclilló para hacer lo propio. Él abrió los ojos un tanto sorprendido pues jamás había visto a una dama en semejantes condiciones.

Segundos más tarde ella se puso de pie y arregló sus ropas, movió su cabeza señalando Aoi el piso, como dándole a entender que era su turno. Entró en pánico.

—Te dejaré sola si tienes vergüenza —avisó. Y caminó fuera de los arbustos.

Él hizo lo propio pues dadas las circunstancias tenía que aprovechar. Hizo lo posible para ocultarse entre los árboles, batalló con las telas de sus vestidos pero al final había logrado desamarrar el pantalón de lana.

De regreso al campamento notó a todas las mujeres a los alrededores, cada una preparando los alimentos, lavándose en el pequeño riachuelo que había del otro lado del campamento y otras mas tan solo sentadas alrededor de la fogata. Varios de los hombres tenían a una u otra sobre las piernas. Todas ellas con miradas de miedo y asco. Y es que aunque los guerreros no fueran siempre feos, tenían siempre un aspecto asesino.

—Pequeña Yuu —escuchó a Daven que lo había traído en el caballo. Aoi lo miró con cara confusa —. De seguro no me entiendes nada —suspiró cansado mirando al cielo y entrecerrando los ojos —, ¿qué vamos a hacer contigo si no entiendes una mierda? —Se preguntó prácticamente asi mismo, pues sabía que ella no diría palabra alguna —, vamos —lo único que pudo hacer fue tomarla por la muñeca y llevarla hacia la fogata, ya ahí le ordenó a Kaira que cuidara de ella y le diera de comer.

La joven obedeció y acercó a Yuu un plato de aluminio con pedazos de carne. Aoi comió de ello lentamente y con bocados pequeños. Después de todo tenía que aparentar una delicadeza que en él ciertamente no existía.

A lo lejos escuchó murmullos entorno a “ella”, preguntas básicas sobre su estancia en el campamento, el porqué de haberla llevado y cosas de ese estilo, todos quedaron conformes cuando dijeron que era un regalo para Esben y que por ello ninguno la podía tocar, cosa que Aoi agradeció a los dioses.

La noche pronto llegó y las mujeres fueron llevadas de vuelta a la tienda, Kaira y Engla —como se enteró que se llamaba la mujer de cabellos cobrizos —lo acompañaron en todo momento. Cada mujer se acomodó en el suelo sobre las pocas pieles que los guerreros les habían brindado, cubrían sus cuerpos apenas con telas de lana.

Aoi fue acomodado al fondo de la tienda, lo que lo alegró pues podría escabullirse por alguna apertura y buscar a Axe y Herel que lo esperaban en el bosque.

Bien entrada la madruga el campamento estaba prácticamente muerto, todos en su mayoría estaban dormidos y los pocos despiertos estaban al frente del campamento cuidando que nadie los atacara, por lo que salir de la tienda no fue del todo difícil.

Con cuidado de no ser descubierto corrió hacia el bosque, odio las telas del vestido que portaba pues no lo dejaban moverse con facilidad, pero como pudo siguió lo más rápido que podía.

—Aoi —escuchó de pronto que lo llamaban, brincó del susto antes de comprender que quien lo llamaba era Axe, la oscuridad no le permitía verlo muy bien pero al acercarse mas pudo notar sus blancos dientes entre la barba de su rostro, asi como sus azules ojos mirándolo con expectativa —. ¿Qué haz descubierto? —preguntó ansioso mientras lo guiaba a una pequeña cueva en la que se habían escondido. Todo estaba a oscuras pues no podían permitirse ser descubiertos.

—Einar viene a Trelleborg —el simple nombre hizo que sus compañeros se removieran nerviosos en sus lugares.

—No puede ser —susurró Herel.

—Necesito que vayan con Sigurd cuanto antes, tenemos que alistar todo para la batalla, si es posible necesitamos llegar a la costa cuanto antes, preparar los drakkar y los secar si es necesario, porque lo que se viene no será nada pequeño —apretó la mandíbula y los puños demasiado colérico.

— ¿Te quedarás más tiempo aquí?

—Si es necesario hare lo posible por matar a Esben en cuanto me lleven con él —aquello era sin duda un plan a ciegas, pues no sabía a ciencia cierta si tendría la oportunidad de hacerlo.

—Será demasiado peligroso estando tu solo Aoi —Axe se removió angustiado en su lugar, no podía negar que su preocupación por Aoi no era únicamente de compañerismo pero de eso no podía decir nada.

—Lo sé, pero para entonces espero que nuestros hombres ya estén aquí —soltó Aoi mientras echaba hacia atrás su cabeza, estaba cansado y tenía sueño. No había podido dormir desde que partieron de Presterod.

—Entonces debemos partir cuanto antes —Herel se levantó de la roca en la que estaba sentado.

—Deben ser rápidos, nos vemos pronto.

Aoi se despidió de sus compañeros y siguió su camino de regreso al campamento, cuando llegó tuvo que ser aún más cuidadoso, pues se escuchaban voces demasiado cerca de la tienda donde se quedaba.

Con temor a ser descubierto corrió el último tramo y se echó hacia el piso para poder escabullirse dentro de la tienda. Nadie parecía haberse dado cuenta de su ausencia, por lo que suspiró y se dedicó a descansar al menos unas horas.

En el campamento de Sigurd apenas se enteraron de lo que Aoi les informó empezaron a movilizarse.

 

*/*/*/*

 

Mientras tanto a las orillas de Prestedodkilen, Einar arribaba con sus hombres. Esben lo esperaba en la costa sobre su caballo, su miraba altivo y arrogante, provocando una sonrisa al hermano de Ingólfur, sabia perfecto del odio que le tenía Esben pues era el mismo que él le tenía.

Bajó del drakkar de un salto y caminó con altivez hasta llegar frente al caballo que desmontó el otro guerrero.

—Llegaste pronto —Esben lo miró sin inmutarse.

—El viento es atento cuando se trata de guerra —contestó con una sonrisa altiva.

—Y guerra habrá mucha —prosiguió él.

—Parte de mis hombres siguen de camino, no sé si para entonces los hombres de Harald estén aquí, asi que necesitamos llegar lo antes posible a Trelleborg para amotinar Tonsberg y seguir con el plan de mi hermano.

Cada uno de los hombres recién llegados fue bajando de la embarcación. Todos ellos esperando que el knarr en el que venían sus caballos llegara a la costa y anclara para bajar todo lo necesario, armas, víveres, caballos y demás era lo que aquel navío traía consigo.

—Vamos entonces —Esben dio la vuelta y montó su caballo, esperando tan solo a que Einar montara el hermoso caballo blanco que un guerrero le acercaba.

—Gracias Reita, sígueme de cerca —ordenó al guerrero que llevaba su caballo.

—Si señor —asintió con respeto. Esben tan solo miró despectivo el intercambio de palabras, viendo con curiosidad al guerrero asiático que acompañaba a Einar.

Ambos líderes tomaron frente en el camino mientras sus hombres los seguían de cerca.

 

 

*/*/*

 

Aoi se encontraba ansioso, estaba nervioso por lo que pasaría en las costas, lo normal sería que los hombres de Ingólfurllegaran por el mar que daba a Tonsberg y sin embargo estaban llegando de lado de Presterod, aquello no lo entendía, si lo que querían era tomar la capital no entendía por qué llegar del otro. Sus ojos se abrieron menormente al comprender el posible porqué.

El rey Harald vivía en Eik, asi que lo más normal sería llegar allí desde el Fiordo de Oslo, y mandar a la otra mitad de sus guerreros a tomar la capital de Vestfold. Sin duda era lo más probable y lo que les traería la victoria en caso de que vencieran en batalla.

Sabiendo eso estaba peor, porque ahora no tenía a quien dar aviso de aquel posible descubrimiento. Frustrado se levantó del tronco en el que había estado sentado durante casi toda la mañana.

El ruido de los caballos que llegaban a todo galope lo hizo voltear, no pudo evitar ponerse tenso cuando vio a Esben y Einar entrar al campamento acompañado de varios guerreros.

—Hemos llegado —dijo Esben saludando a sus hombres que ya los recibían entre gritos de alegría.

—Señor Einar —saludo Gerd al recién llegado —, es un honor tenerlo con nosotros —decía mientras extendía su mano para saludar al general.

—No seas hipócrita Gerd —sonrió Einar correspondiendo el saludo, todos los presentes sonrieron nerviosos, pues era muy conocido entre todos que a pesar de seguir al mismo líder, entre los clanes no siempre había buenos tratos.

Gerd apretó la mano de Einar con fuerza, segundos después la soltó y lo miró con recelo, sabía que no tenían tiempo para peleas internas por lo que se tragó su enojo y sonrió.

—Vamos, deben descansar un rato para después empezar con los preparativos de Tonsberg —Einar asintió y miró detrás de él en busca de Reita quien a pocos pasos de distancia lo esperaba.

—Vamos Reita —lo llamó, todos supieron que aquel asiático era su mariscal de más confianza.

—Si señor —dijo serio.

—Vaya, otro asiático —dijo de pronto Gerd.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Esben, pues entre sus hombres no había ninguno de aquella raza.

—Señor —le llamó de pronto Ivar, llamando la atención de la mayoría de los presentes —, ayer fuimos al pueblo por provisiones y encontramos a una mujer asiática, muy bella —contó llamando la atención de los generales y por supuesto de Reita —, la trajimos como un obsequio para usted —el guerrero sonrió e hizo señas a Daven para que trajera ante ellos a la muchacha.

Aoi fue arrastrado hasta ponerlo frente a Esben y los demás recién llegados, por dentro moría de nervios, fue bastante su sorpresa cuando delante de él no solo estaban los generales Esben y Einar, sino también ese chico de cabellos rubios y ojos rasgados. No sabía si era un japonés al igual que él, después de todo la raza asiática portaba dicha distinción.

—Pero mira que tenemos aquí —el rubio general sonrió casi con malicia cuando vio a Aoi frente a él.

—Su nombre es Yuu, mi general —Reita quien estaba escuchando aquello y mirando a la chica en cuestión, entornó los ojos con duda, pues bien sabía que Yuu era un nombre masculino, o bueno al menos lo era en Japón de donde él era proveniente.

—Es japonesa señor, no sabe hablar nuestra lengua, pero mire, es hermosa —decía Daven acercando más a la chica a su general.

—Einar, tu chico, de dónde es —preguntó Esben mientras observaba de cerca de Aoi, quien en esos momentos solo atinaba a encogerse en su lugar.

—Japonés, también —Aoi abrió los ojos con asombro.

—Puedes hablarle en tu lengua para saber de ella —solicitó el general a Reita que miraba la escena seriamente.

Einar miró a Reita con fastidio asintiendo a la petición del guerrero, éste camino abriéndose paso entre los curiosos, se plantó delante de Yuu y la miró tratando de ocultar la sorpresa de encontrarse ante la belleza de aquella joven.

— ¿En realidad tu nombre es Yuu? —preguntó en su lengua natal. Aoi abrió los ojos casi con melancolía, hacia tantísimos años que no escuchaba su idioma de origen, sintió de pronto sus ojos cristalizarse y se odio por aquello, cómo era posible, que él, un guerrero de tanta importancia y valía en su clan estuviera al borde de las lágrimas por el simple hecho de escuchar a alguien en su idioma. Reita la miró embelesado.

Aoi asintió agachando aún más la mirada.

— ¿Podrías contarme como llegaste al país? —siguió interrogando. Un nudo se le formo en la garganta ante la pregunta, como contestaría aquello con su voz, cuando se metió en aquello nunca se imaginó que iba a encontrarse con otro japonés en el campamento enemigo.

Con todo el esfuerzo que pudo reunir en aquel momento más el nerviosismo que sentía, logro hablar a pequeños susurros.

Los presentes prácticamente no podían escuchar nada de aquello, el intercambio de preguntas estaba muy por debajo del volumen habitual.

—Llegué en un barco de esclavos —dijo Aoi con dificultad, impresionado de sí mismo al escuchar su voz apagada y aguda.

— ¿Cuántos años tienes? —siguió preguntando.

—Veinticinco…

Asi siguieron a los menos cinco minutos en los que Reita preguntaba y Aoi contestaba.

—Se llama Yuu, tiene veinticinco años y llegó hace unos días en un knarr de esclavos que venía de Rusia donde la vendieron a los traficantes, fue vendida al hombre del hostal en donde la encontraron.

—Bueno, con eso es suficiente por ahora —soltó Esben mientras se alejaba del grupo.

— ¿No la llevará con usted general? —preguntó Ivar.

—Estamos muy ocupados como para hacerme cargo de ella, llévenla con las demás mujeres, que la sigan cuidando y después dispondré de ella —dijo sin voltear dirigiéndose a su tienda.

Aoi suspiró aliviado, tenía tiempo de pensar en cómo atacar a Esben y Einar, asi como de dar aviso a su clan del posible ataque al castillo de Harald.

Poco a poco los hombres se fueron esparciendo por el lugar, Einar se adelantó hacia la tienda de Esben, mientras que Reita se quedaba atrás con Yuu aun a su lado.

— ¿Por qué te haces pasar por una chica? —preguntó de la nada Reita. Aoi se sorprendió e instintivamente caminó de espaldas viéndolo con nerviosismo.

El guerrero lo tomó de la muñeca y lo jaló alejandolose del campamento, esperando que nadie se percatara de ello.

—Contesta —ordenó Reita apretando el agarre en su muñeca.

—No sé de qué hablas —siguió hablando en su lengua, pues podrían descubrir que era hombre pero por ningún motivo que era un guerrero al igual que ellos.

—No te hagas el tonto —Reita sonrió con sorna y empujó a Aoi hasta uno de los tantos árboles que rodeaban el campamento —, si no eres hombre dime qué es esto —diciendo aquello se acercó al cuerpo de Aoi lo suficiente como para meter su mano entre las telas de su vestido. Sintió su mano apretando su pene por encima del pantalón de lana. Gimió sorprendido por aquel acto, asi como por el ligero dolor e incomodidad que aquel agarre le infundía.

—Ahhh —gimió en contra de su voluntad al sentir aquella mano apretar su hombría. Reita lo miró divertido.

— ¿Entonces? —preguntó apretando aún más su agarre.

—Suel… suéltame —dijo entrecortadamente.

—Dime porque te estás haciendo pasar por una mujer y te soltaré —propuso el rubio.

—Era imposible que me dejaran con vida si sabían que era hombre, me tendrían como esclavo —contestó con dificultad tratando de soltarse del agarre, sin embargo el dolor causado por las manos del otro iba en aumento —, si me hacía pasar por mujer al menos podría escapar cuando algún idiota me comprara.

—Una lástima que nuestros hombres te hayan encontrado antes de hacerlo —le dijo Reita mientras aflojaba el agarre, Aoi suspiró aliviado.

— ¿Me vas a delatar? —preguntó Aoi.

—Eres japonés al igual que yo, no puedo traicionar a mi raza. Se perfecto lo que es ser vendido como un objeto cualquiera, a diferencia de ti, fui elegido para ser parte del ejercito de Ingólfur—Reita lo miró con cierta melancolía.

—Gracias —dijo Aoi.

—No agradezcas nada, no estoy haciendo nada por ti. Dejaré que las cosas tomen el rumbo que sea que deban tomar, está en ti saber moverte dentro de este círculo —el rubio lo miró una vez más antes de separarse lo suficiente de su cuerpo. Si era sincero consigo mismo, estaba sorprendido de la belleza de Yuu, su piel pálida y suave a simple vista llamaban mucho su atención. Sus labios carnosos y rosados, su cabello negro como la noche. Movió la cabeza negando al darse cuenta de sus pensamientos —. Regresemos al campamento, no podemos levantar sospechas.

Éste lo siguió a una distancia prudente, no podían verlos tan cercanos o los demás sospecharían de ellos, no precisamente de que fuera un hombre, sino de un posible amorío por ser de la misma raza.

 

Dentro de la tienda de Esben, Einar y él se ponían de acuerdo para el ataque de Tonsberg, esa era su misión. Tomar la capital mientras sus demás hombres se dirigía al castillo de Harald como Aoi había sospechado. Entre todos se pusieron de acuerdo para el ataque, lo harían al mismo tiempo, por lo que necesitaban que los demás hombres llegaran al país, y para eso faltaban aun al menos una semana pues la distancia recorrida era bastante.

Por otro lado en el campamento de Sigurd todos estaban preparándose para la batalla, todos habían cargado los drakkar y secar para atacar a los rebeldes en cuanto llegaran a sus mares.

Herel y Axe estaban preocupados por Aoi por lo que pidieron a su general les permitiera escabullirse de nuevo a los bosques donde estaba el campamento enemigo. El general sabía que era peligroso pero tenía que estar al tanto del bienestar de su soldado, sacarlo de ahí lo antes posible y luchar junto con él para defender sus tierras.

Ambos guerreros se prepararon para partir en cuanto recibieran la orden.

 

En el campamento enemigo todo fluía con normalidad, era como si no se estuvieran preparando para la guerra, pues en esos días los guerreros tan solo estaban esperando la llegada de los demás hombres. Aoi estaba desesperado por no saber aún como escapar del lugar, pues desde la llegada de los jefes los hombres que resguardaban el lugar era mayor.

Y aquello no era todo, su situación en el lugar se estaba haciendo más complicada. Fue un martirio lograr asearse y cambiar sus ropas, tenía que hacerlo a escondidas para que nadie se percatara de ello, era difícil hacerlo solo, pues no sabía del todo como utilizar las ropas que las demás mujeres le brindaban para cambiarse. De vez en cuando cruzaba miradas con Reita que a veces parecía estar al pendiente de cada uno de sus movimientos.

—Debes tener cuidado —dijo aquella tarde Reita mientras él estaba sentado a la orilla del riachuelo lavando su cabello.

Aoi respingó sorprendido, no lo había escuchado llegar.

— ¿Por qué lo dices? —preguntó siguiendo con su tarea.

—Algunos hombres han comentado que te llevaran con ellos si Esben no te toma —aquello lo hizo dejar su actividad.

—No se atreverían, Esben es su jefe —Aoi pasó saliva, no podía permitir que alguno de los guerreros descubriera su identidad antes de poder acercarse a Esben y matarlo.

—Lo sé, pero si nadie dice nada, él no se enteraría —continuo Reita —, ¿por qué no ha escapado? —preguntó de pronto —, si tu deseo es sobrevivir ya te hubieras largado, ¿esperas acaso que te descubran y te maten?

—Claro que no —respondió tratando de secar su cabello con el trozo de tela que venía usando desde que llegó al lugar.

Reita le arrebato la paño y se colocó detrás de él, no entendía porque hacia aquello pero prefirió acallar sus pensamientos. Aoi lo miró a la expectativa y dio un leve respingo al sentir las manos de aquel guerrero pasearse por su cabello para secarlo por él.

Ninguno dijo nada, ambos prefirieron omitir sus pensamientos. Aoi estaba concentrado en sentir la calma de aquel casi masaje. Reita estaba embelesado mirando los hombros descubiertos del pelinegro, todo aquello sin percatarse que cerca del lugar una persona los miraba.

Einar apretó los puños mientras observaba la escena. Sus dientes rechinaron en cuanto se percató de aquello, no podía creer que aquella mocosa estuviera llamando la atención de Reita, su Reita.

Porque asi era como Einar veía a su guerrero, no por nada lo había protegido de todo aquel que quiso menospreciarlo por su raza, dedicó la mitad de su vida en su cuidado y entrenamiento y aunque jamás hubiera hecho algo para hacerle saber a Reita lo que sentía, no permitiría que alguien más lo tuviera.

Minutos más tarde Reita terminó de secar el cabello de Aoi quien se apresuró a trenzarlo.

—Gracias —dijo mientras se encaminaba al campamento. No podía creer aquello, que le pasaba. Podía escuchar el latir de su corazón como si lo tuviera pegado a ambas orejas.

El rubio guerrero tan solo lo observó alejarse, con los pensamientos hechos un caos.

—Veo que te llevas bien con la muchacha —Einar había llegado de pronto hasta donde él estaba.

—No es eso —dijo agachando la mirada —, quizás solo es nostalgia al conocer a alguien de mi país —él mismo trató de convencerse de aquello.

—Espero que asi sea Akira —dijo de pronto tornando su voz seria, el rubio lo miró sorprendido. Pocas veces su jefe le llamaba por su verdadero nombre, casi todas ellas en momentos críticos o de suma importancia. Pasó saliva y asintió.

—No le causaré ningún problema señor —Akira se agachó haciendo una reverencia.

—Más te vale —Einar dio la vuelta y regresó a su tienda.

 

 

Otro día más pasó y con ello los pensamientos tanto de Aoi como de Reita estaban hechos una maraña en sus cabezas, por un lado el pelinegro no sabía qué hacer, no sabía si escapar del campamento e informar a su jefe los planes de Esben y Einar o quedarse allí hasta que lo llevaran con él y tratar de matarlo. Que eso ahora era una espada de doble filo al estar ahora el hermano de Ingólfur. Y el otro volviéndose loco por la reciente atracción que sentía por el otro. No se consideraba un ergi como para tener dichos pensamientos, pero simplemente no podía controlarlo. Y la única manera de saber qué pasaba era simplemente hacer aquello que tanto se negaba a aceptar.

Tragó fuerte y pesado cuando vio pasar a las mujeres que llegaban del riachuelo, recién bañadas y arregladas. Lo que significaba que ahora era el turno de Aoi. En esos días se había dado cuenta que en cuanto la última mujer llegaba a su tienda el pelinegro salía a hurtadillas para caminar lo más alejado posible del campamento y asearse.

Se levantó cuidando de no ser visto y caminó detrás del pelinegro.

Cuando llegó a las orillas del afluente Yuu ya estaba sumergido en aquellas cristalinas aguas. Sintió su rostro arder al ver su figura desnuda caminando por el lugar. Poco a poco se acercó. Lo miró embelesado, su piel en su totalidad era tan blanca y casi perfecta, pues podía apreciar diferentes cicatrices a lo largo de su espalda y piernas, de seguro por la actividad que hubiera llevado hasta ahora para sobrevivir. Su cabello caía cual cascada sobre sus hombros.

Mientras caminaba hasta el pelinegro fue desprendiéndose de sus ropas, dejo caer cada tela al piso quedándose únicamente con las pulseras y collares de piel que normalmente cargaba. Un escalofrió cubrió su cuerpo al sentir el agua, se replanteó sus acciones una vez el agua llego hasta su pene despierto enviándole ligeras olas de placer. Pero negó para sí mismo, ya había tomado una decisión.

A tan solo un metro de él, Yuu frotaba su cuerpo con un pequeño y desgastado lienzo, estaba sumido en sus pensamientos cuando sintió la cercanía de un cuerpo tras él.

Sintió pánico al ser descubierto en tal situación, se giró con miedo hacia la persona detrás de él.

— ¿Reita? — Confundido pronunció su nombre — ¿Qué mierda estás haciendo? —el pánico se había tornado en rabia al darse cuenta de quien estaba a sus espaldas — ¿qué hace…

No pudo terminar la pregunta pues Akira lo tomó por los brazos y lo apegó a su cuerpo, Aoi no podía salir de su asombro, bajo el agua pudo sentir el pene del guerrero contra su muslo, casi tocando su propia hombría.

— ¡Suéltame maldito! —Aoi se retorcía entre las manos de Akira y se sorprendió odiándose al darse cuenta de que la fuerza del rubio era mayor a la de él.

El guerrero no quería hablar, no quería que su voz ahogada en deseo saliera de su garganta por lo que simplemente actuaba para obtener lo que tanto ansiaba en ese momento. El cuerpo de Yuu, bajo el suyo, gimiendo y apretando su falo con aquellas angostas paredes.

Aoi forcejeó aún más hasta que logró zafar uno de sus brazos del agarre del otro hombre. Con fuerza atinó a darle un puñetazo en el rostro y aprovechó aquello para correr a la orilla del riachuelo. Sin embargo Akira fue hábil y lo jaló de un tobillo haciéndolo caer de bruces contra las duras rocas, el pelinegro gimió de dolor al enterrarse las pequeñas piedrecillas en las manos.

El rubio aprovechó para posicionarse sobre él, Yuu no podía creer lo que estaba pasando, tanto tiempo cuidándose de los demás guerreros para que al final fuera Reita el que terminara haciéndole aquello. Se odió asi mismo por no haber desconfiado de él, por cuidarse de todos menos de aquel guerrero en el que había dejado prácticamente su vida.

Gimió asustado cuando sintió al rubio restregarse contra él, podía sentir la dureza que se pegaba a él en constantes embestidas.

—Reita, maldita sea, ¡déjame! —pedía Aoi adolorido. Todas las piedras del lugar se enterraban ahora en toda la parte trasera de su cuerpo y sabia de ante mano que nadie los vería pues había caído entre varios arbustos lo bastante altos para que todo pasara y nadie se percatara de ello.

No podía gritar, pues lo que menos quería era que los otros los descubrieran en tan humillante acto, que en el instante le costaría la vida.

—Guarda silencio —Akira parecía poseído, internamente sabía que aquello estaba mal, pero no podía detenerse.

Acercó su rostro al cuello de Aoi, lamió y besó la extensión de suave piel excitándose aún más, no aguantaba, tenía que tomarlo cuanto antes.

Cuando se irguió para posicionarse entre las piernas de Aoi, se detuvo en seco. Yuu ya no forcejeaba, no le gritaba ni insultaba, tan solo estaba ahí tratando de sofocar sus sollozos con ambas manos. Sus ojos anegados en lágrimas le dedicaron una mirada de pánico. Se odio tanto.

—Lo siento Yuu —dijo posando su frente sobre la del pelinegro, quien bajó sus manos permitiéndose respirar —. Me estoy volviendo loco, perdóname —decía mientras se quitaba de encima y se dejaba caer a su lado.

Aoi se movió rápido del lugar sentándose a su lado, aun a la expectativa de las acciones del otro.

— ¿Por qué lo hiciste? —preguntó colérico.

—No hay momento en el que no piense en ti, desde que te vi me llamaste la atención, estos días me odio al darme cuenta que mis ojos te siguen a todos lados —sollozó de pronto y sintió vergüenza, era un guerrero, no un niñato indefenso —, no soy un maldito ergi y aun asi estoy detrás de ti queriendo poseerte.

Aoi jadeó antes las palabras del otro. Estaba muy sorprendido por la confesión del otro, si bien no era la primera vez que aquello pasaba si era la primera vez  que alguien había llegado asi de lejos.

No sabía cómo actuar, a él le gustaban las mujeres, siempre había gozado del sexo con ellas y de tener a las mejores en su cama. Sin embargo no podía negar que en más de una ocasión se sintió alagado por los cortejos que muchos de sus compañeros tuvieron hacia él, no podía negar que había disfrutado de más de un beso robado o de un toqueteo, aun asi jamás les había dado esperanzas pues al final siempre terminaba rechazándolos. No era un crítico de tales relaciones, pero tampoco estaba a disposición de quien quisiera una con él.

—Solo no te me acerques más —fueron las únicas palabras que había dicho antes de salir casi corriendo del lugar.

Akira se quedó ahí, frustrado.

 

Dos días más pasaron y Aoi estaba en tensión total, ahora que ponía atención se daba cuenta de las constantes miradas que le dedicaba Reita. En ningún momento quería quedarse solo y ahora seguía prácticamente a todas las mujeres del lugar, no quería que algo más pasase entre ellos.

— ¡General! —Los gritos de un hombre en caballo llamaron la atención de todos — ¡General, hemos sido atacados en la costa de Preterosdkilen! —gritaba el hombre. Aoi supo de inmediato que aquella era la señal para salir de aquel lugar, ya no podía perder más tiempo. Sabía de antemano los movimientos que darían los hombres de Ingólfur, sabía que debía dirigir a sus hombres a Eik cuanto antes pues era más importante cuidar del rey que de la capital, que si bien era importante lo era menos que la vida de su regente.

— ¿Qué quieres decir? —salieron corriendo Einar y Esben a su encuentro.

—Cuando llegamos a las costas los drakkar de Sigurd ya nos esperaban, era una emboscada señor, no sabemos cómo se enteraron.

Todos los presentes empezaron a bramar encolerizados, movilizándose y sacando de sus tiendas sus armaduras y herramientas de guerra.

—Debemos partir cuanto antes a Tonsberg y a Eik, tendremos que dividirnos —aquello no era el plan, pero si los hombres de Harald ya habían interceptado sus drakkar, no podrían llegar a Eik tan fácilmente.

—Yo iré a Tonsberg con mis hombres —avisó Esben tan pronto estuvo montado en su caballo —. Tienes que correr a Eik con tus hombres y tratar de llegar al castillo de Harald.

Einar odiaba que le dieran órdenes, pero sabía que tenía que hacer caso en aquel momento. Subió a su caballo y con la mirada buscó a Akira para que lo siguiera. Odio verlo correr hacia Yuu.

—Debes escapar o no sobrevivirás a esto —le decía Reita mientras lo tomaba de los brazos y lo conducía lejos de todos los guerreros. Aoi sintió su garganta cerrarse. No podía simplemente dejar de lado que aquel hombre lo había ayudado a pasar desapercibido. Pues no estaba ciego y había notado que en todos esos días siempre le cuidó las espaldas y peleó con más de uno que quiso acercarse a él.

La vida era tan graciosa, pues ahora él debía correr con sus hombres para regresar y tal vez matarlo.

—Gracias Akira —susurró su nombre mientras apretaba su mano.

— ¿Cómo sabes mi nombre? —preguntó con sorpresa.

—Escuché a Einar hablarte por él —contestó con una sonrisa. Akira no podía más, lo tomó del rostro y no le importó ser visto por alguien más, nadie se detendría a echarle bronca por algo asi, cuando en menos de una hora tal vez estarían muertos, junto sus labios con los del pelinegro que sorprendido no sabía cómo reaccionar.

Podía sentir los labios de Akira moverse contra los suyos, su lengua queriéndose adentrar hasta su boca, sin ya más qué hacer aceptó el contacto. Ambos gimieron cuando sus lenguas se tocaron. El beso se intensificó lo necesario para hacerlos jadear.

—Adiós Yuu —susurró Akira separándose de él.

Corrió hacia los demás que en ningún momento se percataron del hecho, tan solo uno de tantos.

Aoi aspiró hondo después de aquello, su corazón latía desembocado en su pecho y una opresión subía hasta su garganta y se presentaba en sus ojos rojizos. Apretó los puños y salió corriendo de ahí, nadie se dio cuenta de su huida.

Corrió tan rápido como podía, rasgó las largas vestiduras y rogó para llegar lo más pronto posible, su corazón seguía latiendo rápida y dolorosamente en su pecho y trataba de echarle la culpa a la carrera que ahora tenía para poder llegar a su propio campamento.

— ¡Aoi! —escuchó la voz de Axe a lo lejos, entornó sus ojos para buscarlo entre los árboles y sonrió casi aliviado de tenerlo frente a él —. Gracias a los dioses que te encontramos, debemos darnos prisa, la guerra ya está aquí. Nuestros hombres han atacado a los drakkar que llegaron, los demás ya están en Tonsberg desde hace tres días, solo esperábamos la llegada de los hombres de Einar.

— ¿En dónde está Herel? —preguntó al no verlo junto a Axe.

—Se adelantó a Tonsberg para dar aviso.

—Mierda, espero no lo encuentren —dijo con ansias —, Esben y sus hombres van para allá.

—No te preocupes, sabes bien lo escurridizo que es —trató de aliviarlo —, ven hombre, tenemos que apresurarnos a llegar, cámbiate esas ropas —pidió tendiéndole un morral.

—Gracias —tomó el morral y saco todo para cambiarse rápidamente.

—Ten tu espada y casco —Axe le tendió ambos y caminó hacia unos arbustos para traer consigo el gran caballo negro de Aoi.

—Hades, te extrañé tanto —susurró al animal mientras acariciaba su cuello. Acomodó su casco y subió a su caballo para abrirse paso hacia la costa.

Cuando llegaron al lugar todo era sangre y muerte, los gritos de los guerreros eran igual de fuertes que los sonidos de las espadas chocar. La sangre volaba de un lado a otro manchando sus armaduras.

El relinchar de los caballos agonizantes se escuchaba de fondo. Aoi respiró con pesar. Esa era su vida, y se aferró a su espada, tratando de dejar el maldito pensamiento que en todo el camino lo acompañó.

Akira…

En cuanto se adentraron a la pelea, Aoi buscó a sus hombres, la mayoría seguían vivos y peleando.

— ¿En dónde está Sigurd? —preguntó a uno de ellos que a las orillas del mar sacaba su espada del cuerpo sin vida que caía al agua tintándola de rojo.

—En camino  a Eik —respondió —, te espera allá. Aoi asintió y jaló las riendas de su caballo para abrirse paso al lugar.

El camino era más largo que el de Trelleborg a la costa, asi que con fiereza montó a su caballo y lo obligó a ir lo más rápido posible.

Cuando llegó, todo era un caos. La muerte se podía oler en el lugar. Muchos de los hombres de los clanes de Hakkon —quienes eran los que resguardaban el castillo del rey —se encontraban luchando, los podía reconocer por sus cascos de coleta rubia.

A diferencia de los hombres de Einar que portaban cascos de acero sin adornos.

— ¡Aoi! —escucho la voz de uno de sus hombres a sus espaldas —. Por fin estas aquí, debes ir con Sigurd, están a las afueras del castillo, necesita de tu apoyo —avisó el hombre entre jadeos cansados, notaba la sangre escurrir de su boca y frente. Asintió y siguió la marcha.

Cuando llegó todo estaba destrozado. Encontró a Sigurd peleando con Einar cuerpo contra cuerpo, sus espadas sacaban chispas en cuanto chocaban la una contra la otra. Respiró aliviado al ver que no estaba tan lastimado.

— ¡Maldito! —escuchó una voz detrás de él. Uno de los enemigos se acercó a toda velocidad en su caballo, tratando de atravesar a Aoi con su espada. Éste la esquivó sin problemas y atestó la suya en el hombro del guerrero haciéndolo caer de su caballo. Seguido a él más hombres se acercaron, unos a caballo, otros a pie con espadas y hachas, tenía que terminar con ellos pronto y ayudar a su jefe.

Mató uno a uno, primero a los que iban en caballo, tratando de que su propio jaco no saliera lastimado.

Cuando todos cayeron muertos bajó de un brinco de Hades, que escapó del lugar. Aoi sabía que regresaría cuando todo volviera a la calma.

Levantó su espada para defenderse de quienes lo atacaban, esquivaba con facilidad a los pesados hombres y lograba atestar varios golpes a los más delgados. Su respiración se hizo más trabajosa con el pasar del tiempo, el sudor escurría por su rostro y sentía sus ropas pegarse a su cuerpo bajo su armadura. No podía perder más el tiempo, corrió hacia sus atacantes y siguió atestando golpes hasta terminar con cada uno.

Estaba cansado y los brazos le pesaban, pero estaba acostumbrado a aquel dolor, y no podía permitirse rendirse en aquel momento. Debía pelear por su gente, porque si bien él no era más que un simple extranjero, su vida ahora era aquella, Noruega y ahora Vestfold eran su hogar y aquellos guerreros que a veces le demostraban odio eran su familia.

Tenía que pelear y vencer a todos los enemigos junto con Sigurd.

Acabó con los guerreros a su paso, cada uno caían al suelo, podía escuchar los gritos de odio hacia él. Muchos de los presentes sabían de él, pues era el único asiático en las tropas de Harald, siempre resaltando por lo obvio.

—Maldito Aoi —gritó uno de los hombres que corría hacia él con su gran hacha. El colosal hombre logró desestabilizarlo y tirarle el casco. Aoi lo miró con odio —, te voy a matar, maldito hijo de perra —seguía bramando el guerrero. Yuu se rio de sus palabras haciéndolo enfurecer aún más.

Varios hombres llegaron de nuevo a rodearlo, esquivó a cuantos pudo y agradeció la aparición de Axe para ayudarlo con los que iban llegando.

—Hombre todos te odian —le gritó su compañero.

—Eso es lo que me mantiene vivo —se burló el pelinegro. Se separó de su compañero y buscó entre los escombros su casco, agachó su vista mientras pateaba los demás que yacían en el piso, abriéndose paso entre los cuerpos sin vida — ¡Lo tengo! —gritó triunfante por su hallazgo. Pero cuando quiso levantarse sintió el filo de una espada en su garganta. Se sintió un idiota, había bajado la guardia y ahora moriría ahí como todo un estúpido.

Cuando el hombre lo volteó hacia sí mismo se quedó sin aliento.

— ¿Yuu?

—Akira…

— ¿Cómo no lo pensé? —Soltó con la mirada llena de decepción —, ¿una asiática desde Rusia?, sí, claro —soltó una carcajada al finalizar la oración —, tú fuiste el maldito que dio aviso de nuestra llegada, ¿no es asi? —Reita lo tomó por los brazos y lo sacudió con coraje, Aoi aún no salía del shock —, ¡contesta, maldita sea! —gritó harto de no obtener respuesta.

—Era mi deber —atinó a susurrar, de pronto un enojo pareció poseerlo y se sacudió del agarre de Akira hasta librarse de sus manos —. Tú habrías hecho lo mismo, hacer lo posible para asegurar la victoria de tus hombres.

—Lo sé maldita sea, lo sé… —se separó de él y apreció al hombre delante de él. Ya no quedaba nada de la delicada mujer que conoció en el campamento, ahora solo veía a un guerrero, su rostro estaba manchado de tierra, sudor y sangre. Sus ojos coloreados por un antifaz negro le daban un aspecto más salvaje, al igual que sus cabellos enmarañados a causa de la lucha. Jaló aire al darse cuenta de que aun en esas pintas Yuu movía todo en él.

—Si lo sabes entonces no te atrevas a juzgarme —exigió Aoi tratando de recomponerse —, aquí no somos más que enemigos Akira, simplemente eso, asi que déjame ir antes de que sea capaz de arrebatarte la vida —gritó molesto.

—Yo también podría matarte —espetó el rubio.

Aoi lo sabía, sabía que Reita podía matarlo, que el hombre fornido delante de él podía terminar con su vida en cualquier momento y él  no se sentía con las fuerzas para detenerlo.

Lo miró detenidamente, Akira portaba su armadura pero no su casco por lo que podía ver su rostro, su cabello largo y rubio lo hacían resaltar, una pizca de gracia lo inundo al imaginarlo tinturando su cabello. No era fácil obtener los medios para hacerlo y sin embargo ahí estaba él, con los mechones de cabello amarillo trenzado y desarreglado sobre su cabeza, la pintura negra y blanca adornar su rostro, una línea horizontal cruzaba por su rostro de oreja a oreja pasando por su nariz. Sus rasgos se veían salvajes, sensuales a su parecer. Sus músculos resaltaban bajo la tela que dejaba visible su armadura. Pero todo aquello se quedaba atrás si tenía en cuenta su mirada, esa mirada llena de enojo que le dedicaba, con esos ojos grisáceos a la luz del sol, negros en la oscuridad de la noche.

Estaba perdido…

—Atrévete entonces —la voz de Akira lo sacó de sus complicados pensamientos. Lo pensó, realmente pasó por su mente el terminar con la vida de aquel guerrero, pero tan pronto llegó el pensamiento, tan pronto asi lo desechó.

—No quiero ser yo el que termine con la vida del que una vez me salvó de la muerte —soltó agachando la mirada.

Akira no se esperaba aquello. Apretó los dientes hasta sentirlos rechinar dentro de su boca, que desde minutos atrás sentía tan seca como los desiertos de Odaoahraun.

—Eres un idiota —ambos lo eran, pues solo a ellos se les ocurría tener semejante pelea en medio de una guerra. Akira se acercó a Yuu y llevó su mano a su mejilla, lo miró casi con un sentimiento de anhelo. Acarició la parte superior y se acercó a él. Aoi no pudo retroceder, su cuerpo no se lo permitió. Soltó un suspiro cuando los labios del otro tocaron los suyos. Tan suaves, tan apetecibles. Contestó el beso aun sabiendo que lo que hacía era una locura.

Se separaron cuando se quedaron sin aire, nadie había a su alrededor para separarlos, los guerreros vivos ya estaban en el castillo tratando de entrar.

Ninguno se atrevió a decir algo, fue Akira el que se separó y corrió hacia el castillo en donde los esperaba Einar.

El tiempo se detuvo por unos instantes para Aoi, su respiración acelerada le enviaba oleadas de escalofríos a lo largo de su cuerpo, sintió enfermarse. Tenían que ganar esa guerra, proteger sus tierras, matar a Einar. Y sin embargo no había cabida en su cabeza para el pensamiento de ver a Akira muerto.

Corrió hacia el castillo y comenzó a pelear con los guerreros que lo atacaban, no sabía a ciencia cierta porqué luchaba en ese preciso momento, si por su rey o por mantener a salvo a Akira. Pero no podía darse el lujo de perder, cuando el momento llegara, sabría qué hacer.

Las espadas chocaban unas con otras, los gritos de muerte se escuchaban a lo ancho de los jardines del castillo, dentro del cual tenían al rey protegiéndolo de todo lo que se llevaba a cabo a fuera. Los cuerpos caían uno a uno, pocos eran los sobrevivientes de los tres clanes. Todos estaban cansados y aun asi no podían detenerse. Los hombres de Einar parecían no tener fin.

Aoi visualizó a Sigurd cerca de las puertas del castillo, peleaba con Einar aun, parecía que ninguno sabía lo que era el cansancio o el dolor, sus cuerpos tenían ya varias raspaduras, cortadas y puñaladas en piernas y brazos. Pero eso no los pararía.

El guerrero corrió hacia él para ayudarlo, pero antes de poder hacerlo otro se interpuso. Lo lanzó al suelo de un empujón llamando asi la intención de ambos jefes.

— ¡Aoi! —gritó su jefe apenas lo hubo reconocido, aventó con fuerza el cuerpo de Einar lejos de él para poder ayudarlo.

Einar abrió los ojos sorprendido al descubrir en su rostro a la asiática del campamento. Se carcajeo al darse cuenta de los hechos. Aquel maldito se había hecho pasar por una mujer para obtener información, ese era el porqué de haber interceptado a sus hombres en la costa. Apretó los dientes al recordar la escena de sus drakkar incendiados.

—Asi que todo esto es tu maldita culpa —dijo desde detrás de Sigurd —, quién diría que entre las tropas del famoso Sigurd, hijo de Olaf había un ergi al que le gustaba vestirse de mujer —se carcajeó de nuevo. Sus guerreros no sabían a que se refería pues ellos apenas habían llegado a Eik, sin embargo Sigurd y Aoi lo miraron con odio ante sus palabras.

—Cállate, maldito —el jefe de Aoi lo miró con odio y se volteó rápidamente hacia él para atacarlo, pero antes siquiera de poder asestar el golpe, una espada le atravesó desde el hombro.

— ¡Sigurd! —gritó Aoi atónito por lo sucedido. Su jefe cayó al piso, jalando aire ante tan terrible dolor. Aoi no podía creer lo que pasaba.

Subió la mirada al guerrero que había atacado a su líder, sorprendiéndose al ver a Akira parado frente a él, con su mirada llena de odio, sin embargo él no había atacado a su jefe, sino el otro guerrero.

— ¡Mátalo! —ordenó Einar a Akira, refiriéndose a Yuu que yacía en el suelo junto al cuerpo sin vida de Sigurd — ¡Mátalo, maldita sea! —gritó colérico, pero Akira no hizo caso. El líder vikingo ardió en rabia, estaba furioso, no porque Akira no obedeciera sus órdenes, sino porque sabía que no lo hacía por tratarse de aquel maldito muchacho.

El guerrero que hasta ahora había sido ignorado tomó su espada y la dirigió a Aoi para matarlo, pero antes siquiera de que pudiera hacerlo Akira le cortó la cabeza con su espada.

La sangre manchó el rostro de Aoi, y Reita odio  la imagen que aquello le mostraba. No quería ver nunca a Aoi bañado en sangre, al menos no en la propia.

—Eres un traidor —le gritó Einar colérico —, ¿cómo te atreves a traicionarme a mí que te crie como si fueras mi propio hijo, que te lo di todo para poder sobrevivir en este maldito mundo de sangre? —los gritos llenaban de dolor a Akira, porque sabía que estaba traicionando no solo a su jefe, sino prácticamente a su patria, pues al igual que Aoi, su patria ya no era Japón que era de donde provenían, sino eran de ahí en donde fueron criados y entrenados para defender y matar a todo aquel que se interpusiera e su camino.

—Sé que no me ves con los ojos de un padre —susurró de pronto Akira, sorprendiendo tanto a Einar como Aoi —, todos estos años no me has visto con esos ojos —siguió diciendo aun con la cabeza agachada.

—Si lo sabes por qué haz permanecido a mi lado —exigió saber.

—Porque yo si te veo como a un padre —confesó. Aquello llenó de furia a Einar quien a pesar de ser un ávido guerrero sintió como su corazón se estrujaba bajo su armadura. Quien diría que el hermano de Ingólfur, el tan temible Einar podría ser humillado por unos simples extranjeros recogidos de entre los esclavos.

Einar miró lleno de furia a Aoi, sintiéndose mierda ante las palabras de Akira. Tomó con fuerza la empuñadura de su arma y la levantó, no permitiría que Akira fuera de alguien más, antes muerto que verlo junto a él.

—Si no eres mío, mucho menos de éste— Aoi creyó que la espada iría dirigida a él, pero tembló de pánico al ver que Einar apuntaba hacia Akira. Con las pocas fuerzas que le quedaban en ese momento, tomó la espada de Sigurd que yacía junto a su cuerpo sangrante y se impulsó para atestar el acero en el pecho del otro hombre.

Einar lo miró con sorpresa y pánico, con dolor y pesar. Sentía el escozor del acero abriéndose paso por su carne hasta tocar aquello que le avisó que la vida se le iba de las manos, asi como Akira cuando había conocido a Yuu.

El rubio miró la escena con gran sorpresa, jadeó cuando vio el cuerpo de Einar caer sin vida a sus pies, muy dentro de él sintió que una parte de sí mismo se iba con su maestro. Con aquel que lo había criado desde que llegó de Japón en el knarr de esclavos.

Los pocos hombres de Einar fueron aprendidos por los soldados del rey, serian ejecutados como castigo ante su rebeldía.

Aoi se puso de pie en cuanto vio a uno de sus compañeros tomar a Akira, no podía permitir que se lo llevaran.

—Él no es de los hombres de Einar —se apresuró a decir, tratando de detener al guerrero que se llevaba a Akira.

— ¿A qué te refieres? —preguntó el guerrero, confundido, aquel chico llevaba las armaduras y símbolos del clan de Einar.

—Es un infiltrado, con su ayuda pude matar a Einar —respondió Aoi, rogando a todos los dioses de los que tenia conocimiento para que aquel hombre le creyera.

—Ya decia yo que no eras tan magnifico como Sigurd decia, como para hacerlo todo tú solo —dijo soltando al rubio. Aoi suspiró aliviado, todo habia sido mas facil de lo que creyó.

—Estoy agradecido con cada uno de ustedes por poner en riesgo su vida a favor de este pais. Porque el dia de hoy no lucharon sólo por mí y mi casa, pelearon por su tierra, por sus compañeros y familias, por sus hogares. Lucharon por su sangre, cada uno de ustedes merece ir al Valhalla y gozar de las bendiciones de los dioses, gracias.

Todos levantaron sus copas, brindando y silvando felices por la victoria, levantando agradecimientos a Odin y a Tyr por haberlos mantenido con vida aquel dia, todos menos uno de ellos que escuchaba el discurso desde el pasillo.

 

—¿Qué haces aquí parado? —preguntó Aoi a Akira que recargado en la pared miraba el gran techo del castillo. Se podian apreciar las pinturas de los dioses en todo su largo.

—No soy uno de ustedes, si el dia de hoy estoy vivo solo es gracias a ti, pues por mis manos pasaron las vidas de muchos de tus compañeros —Akira sentia vergüenza de estar ahí parado.

—Tú salvaste mi vida, al final tus acciones ayudaron a mi pueblo —dijo con seriedad Aoi —, eso perdona todo lo que hoy hiciste.

—Gracias —respondió con un nudo en la garganta.

—No agradezcas nada, mi vida ahora es tuya —aquellas palabras hicieron a Akira levantar el rostro sorprendido, pues habia percatado el tono con el que el pelinegro las habia dicho.

—Yuu…

—Callate y vamonos —Aoi lo tomó de la muñeca y lo condujo fuera del castillo.

Con la muerte de Sigurd, Aoi había sido elegido para tomar su lugar, y aunque muchos odiaban aquella decisión no podían negar que las habilidades guerreras de éste eran únicas, siendo su clan el único en toda Noruega en ser liderado por un extranjero japonés.

 

*/*/*/*

 

—Yuu… —gimió Akira sobre los labios de su amante. Se sentía tan dichoso de poder estar junto a él. Si bien ambos aún se sentías confundidos por ser ergi, trataban de aprovechar cada momento libre para estar juntos.

—Aki… Ahhh… —Aoi gimió su nombre al sentir sus manos acariciar su cuerpo desnudo.

Sentirse y darse placer ahora era una de las tantas tareas que llevaban a cabo, durante el día, la noche, cuando sus cuerpos llenos de deseo asi lo quisieran.

Lentamente las manos de Akira se pasearon por la pálida piel del pelinegro, lamía su cuello y mordisqueaba sus clavículas enviándole oleadas de placer. Aoi mantenía sus manos sobre los hombros ajenos, apretando y rasguñando la piel bajo sus uñas.

El sudor recorría sus cuerpos y se mezclaba asi como sus salivas al entregarse a tan fogosos besos.

Sus lenguas danzaban inquietas entre sus bocas, los dientes de Aoi siempre más traviesos buscando morder los labios del rubio sobre él.

—Te amo Yuu, te amo tanto —apenas lograba decir entre jadeos. Las manos de Aoi bajaron hasta sus nalgas y las apretó con fuerza, haciendo que sus miembros chocasen impacientes.

—También te amo, muchísimo mi amor —decía sonrojándose al instante. A veces le daba un poco de bochorno decir palabras tan melosas. Ambos eran guerreros de gran estirpe, y sin embargo cuando se amaban como en ese momento, se olvidaban del mundo a su alrededor.

Pronto Akira tomó sus piernas y las posiciono por encima de su pecho preparado para invadir su interior, Yuu mordió sus labios llenos de placer, sintió como poco a poco su amante se abría paso entre sus paredes ya dilatadas por los previos mimos.

Gimió fuerte cuando lo sintió hasta al fondo, ambos jalaron y lo soltaron en cuanto el vaivén empezó, primero lento y profundo para después tornarse rápido, pero siempre certero.

Akira apretaba con fuerza los muslos de Yuu y empujaba con fuerza deseando sentir más de él, el pelinegro sentía quedarse sin aire debajo del cuerpo de Akira. Ambos siempre dándolo todo de sí.

—Aki…ra me ven…go —decía entre jadeos entrecortados.

—Yo también Yuu… —en ese momento Akira soltó una de las piernas de Aoi, sin dejar de embestir. Tomó su mano izquierda y con sus labios dejo caer un anillo de plata sobre su dedo.

Ambos llegaron al orgasmo, agotados y sudorosos.

— ¿Qué es esto? —preguntó Aoi mirando el anillo en su dedo.

—La promesa de que siempre estaré a tu lado amándote —susurró Akira sobre sus labios, besándolo intensamente.

Las lágrimas del pelinegro se hicieron presentes, estaba demasiado feliz en ese momento. Lleno de júbilo y alegría.

—Más te vale cumplir esa promesa —susurró Aoi con la voz entrecortada —, porque yo también te la hago.

—Por siempre —respondió con una sonrisa y besó de nueva cuenta sus labios.

 

Ya bañados y vestidos se sentaron a la mesa para almorzar, aquel día Akira había cocinado.

—Las raíces de tu cabello empiezan a ser negras —dijo de pronto Aoi mientras se llevaba a la boca un pedazo de carne.

—Tal vez lo deje de nuevo negro —comentó sin prestar demasiada atención al tema.

—No —dijo de pronto Aoi llamando la atención de su pareja.

— ¿No? —preguntó confundido.

—Recuerda que los vikingos las preferimos rubias —dijo con gracia. Akira soltó una carcajada ante tales palabras.

 

 

 

Notas finales:

Gracias a los que hayan leido.

Feliz año nuevo a tod@s, espero sean muy felices.

 

Andy, espero te haya gustado.

 

Besos y abrazos.

 

Sayo~

 

 

 

Kira...


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