Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Temprano en la mañana. por Abyss

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Esta historia esta basada en el Radamanthys de uno de los gaiden de LC, ese en el que sale Europa, creo que era el Gaiden de Hasgard.

Bueno, en todo caso, apesar de eso es muy probable que esto sea mitologicamente incorrecto asi que mucho no importa (??)

Publicada tambien en un foro de Saint Seiya, por su servidora Kaus Dreamer, Harpy San Valentine para todos.

¡Disfruten :D!

NOTA: Lo de los huevos va en serio :v

Es muy temprano por la mañana cuando el ruido lo despierta, tarda sus minutos en despertar por completo y desperezarse, sin tomarse un momento en preocuparse por su apariencia porque, a fin de cuentas, no hay nadie importante a quien vaya a ver por la mañana, esta a poco de ser mayor de edad y sus padres finalmente le han dado su propio espacio, un pequeño palacio alejado del principal, aunque conectados por un bien adornado y cuidado camino, no es tan grande como el lugar principal, pero es cómodo y tiene la privacidad que tanto necesitaba, sobre todo por las mañanas.
No hay ni necesita sirvientes a su alrededor, ellos son solo un estorbo para la privacidad que venia pidiendo desde tiempo atrás, es lo suficiente independiente como para cuidar de sí mismo, a pesar de que estudiar y entrenar lo hace en compañía, con maestros capacitados, hacerse cargo de su propia comida es una rutina simple y sencilla que no tiene ninguna clase de problema en realizar, lo mismo cuando debe de limpiar el lugar por si mismo, no lo ve como actividades que lo bajan del pedestal donde esta, simplemente son tareas que lo ayudan a tener disciplina… Y a mantener un lugar libre de ojos curiosos que no lo dejan aprovechar sus mañanas y otras dos o tres horas distintas del día.

Porque puede que no allá sirvientes, pero no esta realmente solo en aquel lugar.

Ahí, retozando en la gran fuente que adorna su pequeño palacio, se encuentra el regalo de Zeus, lavando sus alas como todas las mañanas, acicalando las plumas que se han torcido durante la noche mientras duerme en sus propias almohadas, a su lado, antes de saltar a la orilla de la fuente para pararse, sacudiendo el exceso de agua y regalándole una vista exquisita, como todas las mañanas, haciéndolo sentir un tirón en su entrepierna conforme veía que bajaba de la fuente y terminaba de acicalarse.

Valentine ha crecido como debería, con una dieta estricta para mantener una figura decente que le permitiera volar sin problema, con una educación suave para, mínimo, con el cerebro de pájaro que tenía, pudiera aprender algunas cosas necesarias, como cuando comer, donde dormir, no alejarse de casa, quien era su dueño. Y finalmente un sano entrenamiento, ese que le permitía tener alas y muslos fuertes, junto a un vientre marcado que no era totalmente necesario, pero a que él le encantaba tener así para poder acariciar durante las tardes de ocio.

Pero aun no era de tarde, era temprano por la mañana, el momento ideal para iniciar la buena rutina, sobre todo ahora que el primer baño del día estaba realizado.

Y Valentine también lo esperaba, estaba ahí, de pie, con las dos patas sobre la arena que rodea calculadoramente la fuente construida con el tamaño necesario para que su harpía pueda bañarse, con ambas alas ligeramente extendida, brillando con los primeros rayos del sol de la mañana, de un tono rojizo exótico, muy distinto al pálido que tuvo durante la niñez de ambos, según la poca información que había logrado obtener, el cambio en el color de las plumas indicaba madurez.

Y mira que había madurado tan bien.

—Graa.

—Si, ven aquí, Valentine.

Es demasiado normal acercarse a la harpía y tocarla para caricias nada inocentes, tocar sus plumas levemente como suelen gustarle antes de dejarlas en paz, ya que podría maltratarlas, y tienen la privacidad suficiente como para besarse fuera de las cuatro paredes del pequeño palacio, disfrutando del sol matinal mientras empiezan con su propia rutina del día a día.

Las garras al final de las alas se acomodan en sus hombros, se clavan en el mismo lugar que las marcas del día de ayer que, a estas alturas, sanan con mas velocidad que al principio, las piernas se abren para darle espacio y finalmente la harpía brinca para que sus piernas rodearan sus caderas en un impulso, mismo que recibe con gusto mientras mantiene sus labios capturados en deseosos besos que no parecen terminar, antes de empezar a hincarse en el día, sonriendo ya que era hora del segundo baño, un baño de arena.

Ha pasado varios años a su lado, día tras día observándolo y aun cuando no comprende por completo cual es la forma correcta en que su hermosa ave debe bañarse en arena, poco le importa cuando ella misma se acomoda, soltando sus hombros tras sentir la fina y cálida arena en su espalda cuando es depositado en el suelo, retozando ligeramente sobre su lugar, pero sin soltarlo de la cadera, blandiendo sus alas contra el suelo para llenarlas de la arena bajo su cuerpo.

Y tan hermoso como todas las mañas, también es infinitamente erótico, porque hace todo eso mientras lo mira fijamente, con los ojos entreabiertos al igual que su boca, sonriendo de una forma casi imperceptible, llamándolo, atrayéndolo, probablemente retándolo como todos los días a que lo deje tan sucio como para tener que darse un segundo baño de ambas formas.

¿Cuándo se había vuelto su harpía tan inteligente?

Decide, como todas las mañanas, el no darle mas vueltas al asunto mientras simplemente acepta la invitación, tomándose su tiempo para degustar su cuello, lejos de sus labios, mientras su mano diestra se encarga de subir lentamente por uno de sus muslos, dirigiéndose hacia su vientre recubierto por una especie de capa de pluma pequeña, la parte que normalmente siempre quedaba mas húmeda y tardaba su tiempo en secarse, aun así, él no tenía por qué esperar, por lo que sonriente, antes de tomarse su tiempo para bajar su rostro desde su cuelo hacia su pecho, pasando su mejilla por esa pequeña parte emplumada en medio de pecho, escuchando los supuestos suspiros de la harpía bajo su cuerpo, antes de sus labios buscaran el pezón mas cercano para jugar con él, entreteniéndose mientras su mano sigue bajando, ignorando el ya semi erecto miembro de su harpía mientras usa el dedo índice para introducirlo entre las plumas, en ese punto que ya se sabia de memoria y que de forma inmediata le daba como recompensa un grito bien merecido de placer.

Suelta el pezón de inmediato antes de alejarse, sintiendo la calidez y el movimiento constante en su interior, por lo que sonríe, antes de sacar su dedo y prepararse de manera inmediata, alineando su pene sin pensárselo dos veces, antes de empezar a empujar sin preparación alguna, porque sabe que no es algo que necesita al momento y, como todos los días, esta seguro que a Valentine le gusta de esa forma, los gritos sin sentido que suela es todo lo que necesita para saber que le gusta, las piernas que lo envuelven lo empujan de forma desesperada, un pedido que no tarda en terminar de cumplir cuando se enfunda totalmente en su interior, gruñendo ante la estrechez, acomodando las manos a ambos lados de su cuerpo, sintiendo la arena acomodarse entre sus dedos mientras espera un pequeño momento antes de moverse, justo cuando Valentine le muestra los dientes y le gruñe enojado, porque paciencia es lo que no tiene, aunque tampoco es como si el fuera a quedarse mucho tiempo admirándolo, por mas que le gustara, la estrechez lo esta matando, moverse es una necesidad si no quiere morir de formas horribles e innecesarias.

Y así lo hace, no es tierno ni se toma mas tiempo para que se acostumbre, golpea con fuerza apenas y sale poco más allá de la mitad, arrancando un gruñido de placer de su querida harpía, quien simplemente se vuelve a retorcer contra la arena, con las alas alzando un poco de polvo que ya hace mucho tiempo dejo de molestarle.
No pasa mucho tiempo cuando escucha un grito distinto a los demás y su propio pene, el cual siempre intenta ir más allá, aunque eso signifique romper a Valentine en dos, parece golpear contra algo en su interior, el descubrimiento llama su atención, le hace dar pequeñas embestidas sin mucha fuerza como hace unos segundos, lo que le trae sonidos desesperados de parte de su harpía, cuyas piernas finalmente sueltan su cadera y se mueven sin sentido a sus lados.

Tan hermoso, desesperado, es su mascota perfecta.

Sonríe con gusto mientras la cabeza de su pene se frota contra aquella obstrucción, antes de sostener los muslos bien formados para tener a Valentine en su lugar, sintiendo las paredes internas succionándolo con fuerza, gruñendo cuando la sensación de ser empujado hacia fuerza viene lentamente, lo que le emociona y le incita a seguir golpeando en su interior, negándose por completo a salir de su interior, respirando con fuerzas mientras mira como el ave se convierte en un desastre total, dejando salir una pequeña risa irónica ante el pecho ya manchado de liquido blanco, el primer orgasmo que ni siquiera había notado el momento en que llego, su mirada perdida no hacia mas que incitarlo a continuar, encantado por la manera en que sus garras se crispaban conforme seguía embistiendo sin retirarse por completo, excitado por seguir rozando la cabeza de su pene contra aquella obstrucción, que mas que molestia es tan solo otra forma de recibir agradable placer.

Pero entonces sale, cuando ve que los ojos de Valentine no son capaces de enfocar bien y de su garganta sale un aletargado grito de un tono mas bajo de lo normal, maravillado, se queda observando como la cloaca, oculta entre las plumas, sigue ejerciendo fuerza hasta que algo blanco comienza a asomarse, abriendo aun mas su ya preparada entrada, intentando empujar el huevo que desde hace unos minutos había intentado salir pero no se lo había permitido por seguir disfrutando de los movimientos de sus paredes internas.

La vista es alucinante y le calienta, porque todo el cuerpo se mueve en perfecta armonía para sacar el huevo sin fertilizar de su interior, su vientre sube y baja igual que su pecho, mientras sus piernas empujan la arena con sus garras enterrándose en ella, intentando conseguir de donde agarrarse mientras el huevo sigue intentando salir, empujando constantemente.
Como todas las mañanas, se acomoda de forma que puede rozar las plumas del vientre, con la mirada fija en el rostro lleno de placer de Valentine mientras empieza a masturbarse, consciente de que mucho no le faltaba para llegar a su propio orgasmo, por lo que solo basto un poco mas para correrse encima de las plumas que mayormente ocultaban la parte inferior de su cuerpo, el momento justo en que pudo escuchar como Valentine relajaba parte de su cuerpo, lo que le llevo a mirar hacia abajo para ver como el huevo había caído contra la arena y no mucho después, un segundo lo acompaño, el cual salió sin un cuerpo que opusiera tanta resistencia como el primero, con el de cabello rosa casi inconsciente contra la arena.

Las mañanas siempre eran tan buenas.

—¿Qué pasa Valentine? ¿Ya no tienes fuerza? Ahora tendrás que darte otros dos baños de nuevo.

Acaricio su vientre por un momento, esparciendo el semen pegajoso sin siquiera importar el manchar las plumas más pequeñas, disfrutando de la vista mientras intentaba regular su propia respiración, tomándose un momento antes de arreglar sus pantalones y recoger en brazos a Valentine, dejando los huevos en el suelo antes de dirigirse al interior del lugar, después de todo, no es como si esta fuera la primera vez que disfrutaba la mañana de esta manera.

Eso sin contar lo bien que sabían esos huevos, una lastima que Valentine siempre se negara a comerlos.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).