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Don Thatch Tenorio por Elbaf

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Notas del fanfic:

En esta historia, Izo aún no se ha unido a la tripulación, a pesar de que Ace ya es comandante. 

Marshall D. Teach ni existe, ni existirá. 

Las edades me las saco de la manga porque dan más coherencia a la historia y a lo que quiero que se desarrolle en ella.

Edades de los principales personajes:

Marco: 32

Ace: 19

Thatch: 30

Izo: 20

Haruta: 12

Shirohige: 65

Importante: 

El teatro kabuki es un tipo de teatro japonés muy popular, propio de las clases bajas (al estilo de los corrales de comedias españoles de los siglos XVI y XVII). Surge a principios del siglo XVII y perdura hasta la actualidad. En sus funciones, que duran varias horas, los espectadores comen, beben, hablan, ríen y, se divierten, convirtiéndolo en un género que dista mucho del serio y silencioso teatro que conocemos. 

Es importante saber que este género fue creado por una mujer y, en el inicio, eran las mujeres las que interpretaban todos los papeles en el escenario. Sin embargo, dado el carácter de las interpretaciones (danzas, y bailes sugerentes), se acabó expulsando a las mujeres del teatro kabuki para, según el shogunato Tokugawa, evitar problemas de moralidad, aunque es probable que hubiera motivos políticos tras esta decisión. Pero no es menos cierto que, en ocasiones, estas actrices también ejercían la prostitución. 

Por este motivo, hombres jóvenes, en ocasiones demasiado, eran los encargados de interpretar los personajes femeninos (el nombre de este papel era onnagata u oyama). Sin embargo, esto no libró al teatro kabuki de los problemas, puesto que las reyertas en las actuaciones eran bastante comunes, sobre todo cuando algún espectador requería la compañía de alguno de estos jóvenes actores, especialmente los considerados más atractivos. Por este motivo, se terminó prohibiendo, también, la participación de hombres jóvenes y solo podían ejercer como actores de kabuki hombres maduros.

En la historia japonesa, el teatro kabuki tuvo su período de máximo esplendor durante el período Edo (1603-1868), cuyas principales características se pueden ver a la perfección en el país de Wano.

 

En esta historia, Izo es uno de esos onnagata, en el período anterior a la prohibición de actuar a hombres jóvenes.

Notas del capitulo:

Aquí vuelvo con otra ida de cabeza.

Adoro la pareja de Izou y Thatch y, desde que estudié el período Edo siempre pensé en una historia de estas características.

Espero que os guste ^^

Os ailoviu.

<3

Marco el Fénix se encontraba apoyado en una de las barandillas del Moby Dick, con expresión distante, perdido en sus pensamientos. Miraba al mar, reflexivo, intentando calcular el tiempo que les quedaría para llegar a Wano. Había estado un par de veces antes, pero todas fueron períodos muy cortos y él era demasiado joven, por lo que apenas recordaba cosas.

Llevaban ya una temporada larga en alta mar y el cansancio empezaba a hacer mella en la tripulación. Necesitaban tocar tierra, divertirse un poco y desfogarse lo suficiente para aguantar otros pocos meses de travesía. Si no, Marco no quería ni imaginar el caos que podría desatarse en el barco. No habría motines, por supuesto que no, pero los nervios estarían siempre a flor de piel y las discusiones por tonterías fácilmente podrían terminar en peleas serias.

Y solo pensar en ello le daba una pereza tremenda, porque era su trabajo evitar que eso sucediera.

Pero, antes de que pudiera parase a pensar en lo que le tocaría aguantar si las cosas se salían de madre, un torbellino de pecas se le tiró encima, saltando sobre su espalda.

- Marcooooooooooooooooooooooooo – gritaba en su oído, haciéndole fruncir el ceño.

- ¿Qué diablos te pica ahora, Ace? – aunque su tono podría parecer molesto, todos en la tripulación sabían que, si había alguien en el mundo con el que Marco no podía realmente enfadarse nunca, ese era Ace.

- ¿¡No lo has escuchado!? – preguntó sorprendido. Marco alzó una ceja a modo de respuesta - ¡El vigía ha avistado tierra! Oyaji ha dicho que desembarcaremos esta misma tarde. ¿No estás emocionado? – mientras hablaba, seguía abrazado a su espalda, como si fuera un koala. Marco suspiró, aliviado.

- Esa es una buena noticia, sin duda. Me alegro de verte tan animado – “más incluso de lo habitual”, pensó con una sonrisa – Entonces deberemos comenzar a prepararnos… si me sueltas, claro.

Ace le soltó a regañadientes y le dedicó una sonrisa llena de felicidad. El sol le daba en el rostro e iluminaba aún más su gesto, dándole un aspecto infantil y adorable. Marco se sorprendió a sí mismo imitándole, mientras le revolvía el pelo, justo antes de que el chico saliera corriendo buscando a Haruta, su compañera habitual de travesuras.

- ¿Cuándo narices se lo vas a decir? – preguntó un hombre con un tupé exageradamente grande, mientras se acercaba a él – Es el único en todo el barco que no se ha dado cuenta. Es más, es el único en todo el barco que no se ha dado cuenta de lo que sentís ninguno de los dos. – Marco suspiró, rodando los ojos.

- Y así va a seguir siendo, ¿sí? No quiero que haya situaciones incómodas entre nosotros…

- La única situación incómoda se dará cuando el pobre no pueda caminar el trozo que hay de tu camarote al comedor – esquivó un puñetazo de su amigo, mientras se reía – Vamos, Marco, si sigues así te va a terminar por estallar… Es por tu propia salud, ¿no eras el médico del barco? Deberías saber mejor que nadie que la abstinencia no es buena…

- ¿Y qué hay de la tuya, Thatch? Que yo sepa hace ya unos cuantos meses que no te comes un rosco… - preguntó apoyando la espalda y los codos en la barandilla, sonriendo.

- Eso es diferente. Yo estoy esperando a la mujer de mi vida, ¿sabes? – Marco soltó una risa y rodó los ojos, divertido – Cuando la encuentre la invitaré a venir con nosotros.

- Lo que nos faltaba, tenerte enamorado en el barco. Como si no fueras suficientemente insoportable de normal.

Thatch hizo una mueca y ambos rompieron a reír. Juntos, se dirigieron a organizar el desembarco de esa tarde cuando, Marco, observó el calendario, dándose cuenta de que era 5 de abril, es decir, la víspera del cumpleaños de su padre. De modo que decidió reunir a todos los comandantes en secreto, para preparar algo.

Después de un rato, cuando todos se hubieron librado de sus quehaceres, al fin se habían reunido en el camarote del primer comandante, casi sin espacio. Tras un rato, con una paciencia infinita y tras mandarles callar hasta en cinco ocasiones, logró que las miradas de todos sus hermanos se posaran sobre él.

- Bien, chicos. Os he reu…

- ¡Yo soy chica! – dijo Haruta, con un puchero. Marco suspiró.

-  Bien… chicos y chica – la aludida le sonrió con cariño y él no pudo evitar devolverle el gesto – Os he reunido para recordaros qué día es hoy… - todos le miran expectantes hasta que Vista alza la voz.

-  Martes – Marco quiso golpearle muy fuerte.

- Sí, es Martes, pero no me refiero a eso. Me refiero a que mañana es una fecha señalada para todos nosotros…

- ¿Los miércoles son una fecha señalada para nosotros? – dijo Foosa extrañado, mientras exhalaba el humo del puro que llevaba en la boca. Marco se sobó el puente de la nariz.

- No, no lo son… Pero mañana es un miércoles especial – respondió, intentando mantener la calma.

- ¡¿Ya es Navidad?! – preguntó Namur con los ojitos brillantes.

- No, no es Navidad aún, estamos en abril… - dijo ya con un tic nervioso en la ceja.

- ¡¡SAN VALENTÍN!! – gritó Ace llevándose las manos a la cabeza, asustado, sobresaltando a todos los demás - ¡¡Y yo no tengo mi regalo!!

- ¡¡San Valentín es en febrero, Ace!! – gritó Marco, desesperado – ¡Y tú ya compraste tu regalo!

Ace miró hacia el escritorio de Marco donde había muñequito con un montón de ojos saltones sujetando un cartel que ponía “solo tengo ojos para ti”. Sonrió de nuevo, recuperando la calma y volvió a mirar al rubio.

- Thatch me ayudó a escogerlo – dijo alegre, mientras el hombre del tupé trataba de pasar desapercibido.

- Ya hablaremos tú y yo luego – gruñó Marco en dirección a su amigo – No, no es Navidad, ni San Valentín… Mañana es 6 de abril… - todos le miraron sin entender. Marco quiso apuñalarlos ahí mismo - ¡¡El cumpleaños de Oyaji!!

Y se desató el caos.

Todos gritaban al mismo tiempo, se interrumpían y no había forma humana de saber qué narices estaban diciendo. Al final, con un silbido, Marco consiguió hacerlos callar.

- El plan es el siguiente: esta tarde, cuando desembarquemos iremos a buscar un regalo para Oyaji, los pondremos en común y escogeremos el que más nos guste para entregárselo en el desayuno de mañana, ¿de acuerdo?

Todos asintieron y siguieron con sus cosas, preparando el desembarco. Por suerte, Shirohige tenía la costumbre de quedarse en el barco la mayor parte del tiempo cuando llegaban a una isla, por lo que no les costaría mucho encontrar algo adecuado para él, sin que pudiera sospechar nada.

De modo, que unas cuantas horas después, justo antes de la cena, estaban todos en el camarote de Marco, de nuevo, poniendo en común las cosas que habían comprado para su padre. Porque, aunque el plan era solo mirar, y comprar después, todos habían decidido que su regalo era imposible de superar y ya lo habían comprado. Incluido Marco.

Quien, en ese preciso momento, quería asesinar a todos los comandantes que se encontraban frente a él.

- De verdad… ¿estas cosas son vuestras mejores ideas? – dijo tratando de mantener la calma, sin mucho éxito. Ace asintió, contento.

- A Oyaji le gusta mucho el sake. Así que he comprado trescientas veintisiete botellas del mejor sake de Wano. ¡No hay mejor regalo para él que ese!

- ¡Y lo puede acompañar de mis sardinas! – dijo alegre Namur, que apestaba a pescado que tiraba para atrás.

- ¡De postre se puede comer el kibi dango que he escogido para él! – decía una animada Haruta. Marco sospechaba que ni siquiera Oyaji podría comerse quinientos kilos de sardinas y casi una tonelada de kibi dango, por mucho sake que tuviera para acompañar.

- ¡El sake se lo puede beber en esta taza gigante! ¿Veis? Pone: “papá, guapetón, te queremos un montón”. Es perfecta para Oyaji – decía alegre Blenheim, comandante de la novena división.

- Y se lo puede tomar todo en este sillón de babuino gigante que es perfecto para su tamaño – comentaba orgulloso Vista.

- ¿Cómo diablos y dónde demonios encontraste una cosa tan…? – le preguntó Marco sin saber cómo acabar la frase.

- ¿Genial, espectacular, impresionante, maravillosa?

- Fea… - aventuró a decir Ace. Marco soltó una risita. El sillón era eso, como mínimo.

- Bueno, a ver qué tenéis los demás… - dijo después el rubio, pensando que nada podría ser peor que esas ideas.

Pero qué equivocado estaba…

- ¡Yo le he comprado un dispensador de calzoncillos! – gritó orgulloso Blamenco, comandante de la sexta división.

- ¡No me jodas! – gritó Vista – ¡Es un regalo espantoso!

- Oye, que dispensa calzoncillos limpios – contraatacó Blamenco – Y no eres el más apropiado para decir que algo es espantoso con la cosa esa que has comprado tú.

Iban a seguir discutiendo, cuando alguien intervino, enseñando su regalo con orgullo.

- ¡Yo le he comprado un peine para el bigote! – exclamó Rakuyo, comandante de la séptima división – Los dos tenemos bigote y a veces puede ser un poco molesto cuando se enreda, así que un peine para el bigote le vendrá genial.

- ¡Podría usarlo también para peinarse el pelo de esta gorra con pelo! – dijo Jozu, enseñando… bueno, enseñando una gorra con pelo – Como Oyaji no tiene pelo, pero hace años sí lo tenía, pues he pensado que quizá esto le guste.

- ¿Le has comprado una peluca? – dijo Thatch, con los ojos como platos.

- ¡Claro que no, hombre! ¿Ves? – dijo poniéndoselo – Es un gorro, pero con pelo.

Ace y Haruta estaban tirados en la cama de Marco, partiéndose de la risa, mientras el dueño del camarote trataba, sin mucho éxito de aguantarse las ganas de empezar a repartir hostias.

- Decidme que alguien le ha comprado algo normal, por favor… - murmuró Marco, perdiendo toda esperanza.

- ¡Yo le he comprado un calendario de gatitos! – dijo Atmos, comandante de la decimotercera división. Cuando todos le miraron atónitos, él se encogió de hombros – Los gatitos son lindos. A todo el mundo le gustan los gatitos.

- Yo tengo el mejor regalo de todos – comenzó Fossa, sacando algo de una bolsa grande. Ace quiso hablar, pero volvió a romper a reír tanto que casi se ahoga de la tos.

- ¿Qué es eso, Fossa? – dijo a gritos Haruta, en el mismo estado que Ace.

- Es una sartén-espada – Fossa sostenía en sus manos una sartén… solo hasta la mitad, el mango era uno de una espada, aunque una muy bonita.

- ¿Y para qué demonios quiere Oyaji una sartén-espada? – gritó Marco.

- ¡Para ser el comandante de la primera división eres un poco limitado, Marco! – respondió Fossa – A la par que cocina, puede liarse a tortas. ¿No lo ves? Imagina que Oyaji se está haciendo unos huevos fritos y, de pronto, nos intentan abordar. No tiene que ir a por el bisento, puede atacar con la sartén-espada.

Marco quiso gritarle que hacía años que Oyaji no cocinaba y que, antes que liarse a sartenazos, tenía otras cosas mucho más eficientes a la hora de pelear. Pero prefirió no decir nada. Aún quedaban unos cuantos regalos.

- Curiel, ¿qué tienes tú? – dijo ya desesperado, rogando porque alguno de ellos tuviera una mínima cosa decente que ofrecer.

- ¡Unos calcetines con capa!

Ace y Haruta estaban llorando a lágrima viva. Marco no sabía si tirarlos a todos por la borda o directamente saltar él.

- ¡Woah! – dijo Kingdew – Eso hará juego con mis zapatillas-mopa.

- ¿Zapatillas-mopa? – preguntó Curiel - ¿Para qué quiere Oyaji unas zapatillas-mopa?

- Siempre se está quejando de que dejamos la cubierta sucia – murmuró encogiéndose de hombros – con esas zapatillas la irá limpiando solo con andar.

- ¡Las puede usar al mismo tiempo que mi regalo! – se exaltó Speed Jiru enseñando una cosa verde en su mano – ¡Le he comprado una chorrimanguera!

- ¿Qué mierda es eso de la chorrimanguera? – preguntó Thatch, examinando el objeto de cerca – Es como una manguera normal… pero… rara – Speed Jiru se encogió de hombros.

- En la etiqueta pone: Chorrimanguera. Riega la ciudad o riega la pradera. Y pensé que sería práctico.

- ¡ESTO ES UN BARCO, UN BARCO! – rugió Marco - ¡No necesita que nadie lo riegue!

- ¿Y si a Oyaji le da por plantar amapolas? – preguntó alguien, que, entre tantas voces ya era prácticamente imposible de reconocer. Marco ya se había rendido. Eran sus hermanos y los quería. Pero eran idiotas. Mucho. Aunque… aún faltaba alguien. Alguien que, quizá y solo quizá, había tenido una buena idea por una santa vez.

- Thatch… - comenzó Marco, inseguro – Dime que tú sí que has comprado algo decente.

- ¡Por supuesto! Mira – le extendió una bolsa. Marco la abrió y le miró con ganas de asesinarle fuerte.

- Thatch. Esto es una corbata.

- ¡Exacto!

- Le regalas lo mismo todos los años.

- ¡Y siempre le encantan, es un regalo seguro, Marco!

- Thatch… Oyaji… NUNCA. LLEVA. CORBATA.

- ¡¡Porque son tan bonitas que no quiere que se pierdan o se rompan!!

Y estaban a punto de liarse a tortas, cuando Ace le dio un golpecito a Marco en el hombro.

- Te quejas de nuestros regalos, señor comandante de la Primera División, pero aún no nos has enseñado el tuyo…

Marco se puso algo nervioso y se mordió el labio, mirando hacia la puerta que daba al baño de su camarote. Todos siguieron la dirección de sus ojos, pero nadie hizo nada. Fue Ace quien se levantó y abrió la puerta, dejando salir a un cachorrito blanco, con un bigote muy parecido al del propio Shirohige. Se lanzó a los brazos del pecoso que lo recibió con cariño. Thatch se acercó a Marco.

- ¿Has… adoptado un perro… para Oyaji? – murmuró muy, muy despacio.

- Se… se llama Stefan – dijo avergonzado – Pensé que se parecía a él y… Como a veces está solo cuando desembarcamos o algo así, yo… - Thatch le sonrió con cariño y, aunque sabía que Marco lo detestaba, le revolvió el pelo.

- Le va a encantar, Marco…

Sin embargo, como era evidente, ninguno se quedó del todo convencido de que fueran a ser regalos dignos de su padre, por lo que encargaron a Marco y a Thatch que salieran por la isla, buscando algo más decente.

Mientras paseaban, mirando tiendas, a ambos les llamó la atención un local grande, en mitad de la plaza principal del lugar, con las sílabas: KA BU KI sobre la puerta. Los dos se quedaron mirando el lugar, dudando.

- ¿Alguna vez has estado en una representación kabuki? – le preguntó Thatch a su amigo. Él negó - ¿Y si le regalamos un buen kimono a Oyaji, uno de esos elegantes y bonitos y le invitamos a ver la representación? – a Marco se le iluminaron los ojos.

- Oye, pues… No es una mala idea. Si los regalos no son de su agrado… - comenzó a decir, pero fue interrumpido por las palabras de Thatch.

- Marco. Sabes que le regalemos lo que le regalemos a Oyaji le va a encantar. Nos quiere lo suficiente como para pasar por alto nuestro pésimo gusto al escogerlos.

- Lo sé, pero… Siento que nada es suficiente, ¿sabes?

- Por eso, le llevaremos un kimono de esos de infarto, compraremos entradas para todos y mañana vendremos aquí a pasar una tarde en familia viendo una obra kabuki.

- Para una vez que dices algo con sentido, amigo mío…

- Y luego nos iremos a una taberna a conquistar a todas las mujeres de este lugar.

- Ya me parecía a mí que estabas siendo demasiado normal, Thatch…

El hombre del tupé rio a gusto, mientras pasaba el brazo por los hombros de Marco y los dos se encaminaban a buscar un kimono lo suficientemente bonito para su padre. Después comprarían las entradas y, al día siguiente, pasarían un buen día en el teatro.

O, al menos, ese había sido el plan inicial.


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