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La Deidad de las Montañas por DarkPledge

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Notas del fanfic:

Esta historia también se estará publicando en Ao3 bajo el nombre The Deity of the Mountains. 

Hace quinientos años atrás, se dice que en las cordilleras más profundas de esta región habitaba un temible demonio. Quienes aseguran haberlo visto lo describen como una criatura despiadada, con la apariencia de un perro gigante, cuyo tamaño podía fácilmente alcanzar el de una montaña. De pelaje blanco como la nieve y ojos rojos, tan rojos como la sangre fresca. Si esos ojos rojos te miraban podían paralizar cada músculo de tu cuerpo, ante la intensa sensación de muerte que transmitían.

Muchos dicen que se trataba de una bestia poseedora de una ira incontenible, no discriminaba entre humanos o demonios a la hora de masacrar a quienes merodearan sus terrenos. Se cree que algunas aldeas incluso abandonaron sus construcciones para buscar un nuevo hogar lo más lejos posible de él, aquellos que escucharan su rugido se verían envueltos por un terror y desesperanza capaces de llevarlos a la locura.

 

Nadie nunca supo el nombre de la criatura, y nadie nunca necesitó saberlo. Su sola mención era augurio de tragedias y desgracias, todo ser vivo simplemente anhelaba jamás contar con la mala fortuna de verse en su camino.

Este demonio no acostumbraba a dejar sus tierras para atacar aldeas en busca de alimento, y se dice que múltiples guerreros y ejércitos se internaron en lo profundo de las montañas, queriendo obtener su cabeza como un trofeo muy preciado. Ningún hombre jamás regresó, hasta los exterminadores más experimentados especulaban que el demonio era capaz de devorar docenas de humanos con una sola mordida.

 

Durante cientos de años los habitantes de esta región permanecieron en una silenciosa tregua con el demonio, temerosos y precavidos, pero al parecer él no tenía intenciones de iniciar una masiva matanza mientras no fuese provocado. No se podía ignorar la existencia de una criatura así, pero las personas aprendieron a vivir con ese miedo siempre latente.

 

Hasta que años más tarde, una princesa moribunda se atrevió a ir en su búsqueda a las montañas. Hay quienes afirman que había sido maldita hasta perder la cordura, y otros dicen que sólo fue movida por la desesperación, ya que su castillo se había visto envuelto por las guerras y todos fueron asesinados, incluido su primer hijo tras pocos días de nacer.

Al parecer ella tenía la creencia de que el demonio podría revivirlo y que, además, dejarlo a su cuidado sería la opción de vida más segura que el bebé llegaría a tener. Nadie sabe si en verdad el demonio devoró a la princesa y dejó el cuerpo del niño para ser comido por carroñeros, pero la teoría que más ha cobrado fuerza a través del tiempo, es que él finalmente le concedió compasión. Dicen que vertió de su propia sangre en la boca del bebé y lo trajo de regreso de la muerte, permitiendo que la madre pudiera descansar en paz al saber que su hijo tendría un futuro.

 

Desde entonces, convencidos por aquel acto de benevolencia, los habitantes de esta región comenzaron a ver a la criatura como una deidad. A los pies de las montañas se construyó un templo donde lo veneran con ofrendas y oraciones, pidiendo protección para la vida de los niños, y también dando gracias por la vida de aquel niño que fue salvado.

 

 

— Si no me equivoco, han pasado ya doscientos años desde tales sucesos.

 

La mujer mayor finalizó su relato, una varilla gruesa y larga era utilizada para remover las brasas de la fogata, intentando así evitar que las débiles llamas se extinguieran.

El silencio que se presentó le hizo suponer que Rin ya había caído dormida, durante todo el trascurso de la historia la niña no había interrumpido en absoluto, algo que no era muy común si se consideraba su habitual entusiasmo conversacional. Kaede volteó hacia la chica con el fin de comprobar si sus sospechas eran ciertas, por el contrario, Rin le regresó la mirada mientras lucía pensativa, con sus pequeñas manos todavía aferrándose en los bordes del futón que la cubría.

 

— Pero anciana Kaede, no entiendo… —la niña murmuró— Si aquel demonio era tan malo, ¿por qué las personas comenzaron a verlo como una deidad? Dijiste que nadie sabe lo que realmente pasó.

 

Nuevamente las brasas fueron removidas de un lado a otro, Kaede permaneció en silencio cuando analizaba la pregunta.

Cada noche, la pequeña de ocho años le pediría una historia antes de dormir. La anciana sacerdotisa no tenía problemas en acceder, tenía muchas para contar, pero a Rin parecía gustarle en particular aquella historia referente a la deidad de las montañas, al perro demonio que había alimentado con su sangre a un bebé para traerlo de vuelta a la vida.

Y cada vez que Kaede la mencionaba, Rin tenía nuevas preguntas.

 

— Exacto, nadie sabe lo que realmente pasó. —Kaede concedió— Pero supongo que las personas necesitan algo en qué creer, prefieren determinar que aquel demonio ahora es una deidad que protege esta región, en lugar de continuar viviendo amenazados por su existencia. Quizás, eso logra traer algo de paz a sus espíritus.

 

Rin volvió a sumirse en un silencio pensativo, la anciana aprovechó el momento para apartar la varilla con la cual avivaba la fogata, siendo su intención claramente dar por terminada la charla y colocarse de pie.

Iría a comprobar las velas e inciensos en el santuario antes de regresar a la cabaña a descansar, esperaba que Rin ya estuviese durmiendo para entonces.

 

— Anciana Kaede.

 

La mujer detuvo sus pasos a medio camino, encontrándose ya a poco de cruzar la estera de mimbre que protegía la entrada.

 

— En estos doscientos años, ¿el demonio ha vuelto a salvar a otros niños?

 

Kaede meditó en la pregunta, sin sorprenderse por aquella inagotable curiosidad de Rin. La pequeña siempre conseguía realizar cuestionamientos que de una u otra forma maravillaban a Kaede por su astucia, y otra cosa que también llamaba la atención de la anciana, era la manera en que los ojos de Rin parecían brillar cada vez que ambas abordaban la historia del demonio en las montañas.

 

— Jamás he sabido de alguien que pueda asegurarlo. Desde que se le considera una deidad, los dominios de la criatura son sagrados y nadie ha intentado atravesar más allá del templo en donde se le venera. Imagino que temen romper con la tregua y consideran que es mejor no provocar nuevamente su ira.

— Ya veo…

 

Rin lucía un poco desanimada ante la respuesta, pero lejos de ahondar más en el tema, con una sonrisa y un rápido “buenas noches” se dio media vuelta en el futón, dispuesta a finalmente dormir.

 

Kaede abandonó la cabaña a los pocos segundos, sus lentos pasos se dirigieron hacia las escaleras de roca que la llevarían hasta lo alto de la colina tras la aldea, donde se hallaba el santuario. El resto de los aldeanos se encontraban ya en sus cabañas, la quietud ayudaba a que los sentidos de la anciana analizaran los alrededores en busca de posibles peligros, por fortuna sólo se escuchaba el ulular nocturno del viento entre los árboles y los grillos entonando sus vibrantes cantos.

El santuario estaba igualmente tranquilo, con la llama de las velas oscilando y el incienso humeando por toda la habitación. Kaede forzó con cuidado sus envejecidas articulaciones hasta arrodillarse frente al pequeño altar, sus palmas se juntaron a la altura de su rostro y comenzó entre murmullos a recitar oraciones de protección, de prosperidad.

 

La noche se percibía tranquila, tras salir de la concentración de sus rezos se detuvo a divagar en el hecho de que, en los últimos días, la aldea no había sido atacada por criaturas malignas de ningún tipo. Incluso, si intentaba abarcar un rango de tiempo más amplio, jamás se habían visto azotados por alguna desgracia realmente lamentable.

De manera inconsciente sus pensamientos vagaron hacia la historia anteriormente relatada, hacia la leyenda de la deidad de las montañas. Era cierto que la aldea donde residían no se encontraba demasiado alejada de los terrenos sagrados de aquella supuesta bestia, tal vez dos o tres horas de caminata hasta el templo dedicado a él.

 

¿Podría ser que la criatura realmente era un símbolo de protección? Kaede no estaba segura, lo más probable es que la fuerte popularidad de ese demonio era suficiente para mantener lejos a seres de menor poder.

 

Con cuidado volvió a colocarse de pie, una última reverencia hacia el altar fue su despedida para anunciar que finalmente se retiraría a por descanso. Kaede estaba girando en dirección hacia la salida cuando alcanzó a vislumbrar por el rabillo del ojo como las flamas de las velas se agitaban de forma violenta, tal como si una repentina ventisca dentro del santuario las hiciera flaquear, hasta que se apagaron por completo.

 

En las afueras del santuario, todo tipo de sonido se detuvo súbitamente.

 

Kaede se forzó a apresurar sus pasos hasta las puertas del lugar. En el exterior, la noche parecía haberse tornado más inquietante a causa del absoluto silencio. Desde lo alto de la colina podía observar como algunos aldeanos, probablemente también alertados por el inesperado cambio, habían salido de sus cabañas y miraban hacia los alrededores con cierto temor.

Todos percibían aquella radical sensación de amenaza, como si el peligro se hubiera alzado desde cada centímetro de tierra hasta convertirse en un zumbido ensordecedor.

 

La anciana dirigió su atención hacia lo alto de las montañas, movida casi por una corazonada y a la vez un temor muy oculto en su interior. Sintió que la respiración se le cortaba a media garganta cuando apreció cómo turbulentas nubes negras comenzaron a reunirse en las cumbres más elevadas, hasta hace segundos atrás la luz de la luna delineaba con claridad cada silueta de las cordilleras, pero ahora con aquellas nubes negras cubriendo el cielo, la noche rápidamente se había vuelto lúgubre y aterradora.

 

De repente, un inmenso poder estalló hasta expandirse como ondas por todo el aire, la cima de las montañas siendo aparentemente su lugar de procedencia. El estruendo de un rugido atronador se escuchó a lo lejos, el sonido se propagó de tal manera que Kaede sintió como si cada árbol, cabaña y estructura se cimbrara ante su intensidad.

 

No puede ser.

 

Kaede actuó por puro instinto, enseguida recuperó la movilidad de su cuerpo previamente paralizado, y se echó a correr escaleras abajo, de regreso hacia el centro de la aldea. No se detuvo a considerar el dolor con el que sus viejas extremidades le reclamaron por la acción, tampoco se detuvo a considerar el riesgo de tropezar y acabar el tramo de escalones a fuerza de caída.

 

El corazón le retumbaba en rápidos latidos de advertencia. No hubo nuevos rugidos que rompieran el silencio de la noche, pero las nubes oscuras continuaban arremolinándose sobre las montañas, la crepitante sensación de amenaza todavía se cernía sobre la aldea y parecía ir extendiéndose más allá por los campos de arroz, por los bosques, por cada rincón de la región.

 

¿Será que la ira del demonio por fin ha sido despertada? 

Notas finales:

Este capítulo es más que nada introductivo, en el próximo se develará gran parte de la trama.

 

¡Nos vemos pronto!


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