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Educando a una bestia por Black_Puppy

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Notas del capitulo:

Bienvenidos pequeños, espero que éste capítulo sea de su agrado. 

 

Disfruten de la lectura.

El invierno llegó con prisa, la nieve caía desde el cielo con paciencia y hermosura, el viento frío  hacía temblar a la gente que salía a disfrutar de ésta estación. Todos estarían encantados admirando los adornos navideños por las calles si no fuera por que la felicidad no era compartida en partes iguales. 
Corriendo con prisa por las mismas calles, un niño abrazaba firmemente una bolsa con pan duro en su interior. Eso había sido lo único que había conseguido con dos monedas se cobre además de la lástima del panadero ante un niño de ropas andrajosas con sólo una bufanda de colores castaños para no sufrir frío. 
Al llegar a su hogar, el sudor frío caía de su frente y su respiración era agitada, respirando aire helado por su boca. Entrando a paso lento y calmando su agitación, dejó la bolsa sobre una mesa astillada y desgastada acercándose a una mujer que sólo portaba un vestido castaño junto una fina manta de un mismo color pero más oscuro.
 
— Madre, ya estoy de vuelta, compré un poco de pan — Avisó sonriendo y avanzando hasta aquélla mujer que no respondía.
 
De pronto, sus cabellos azabaches fueron sujetados y estirados con fuerza, sin poder defenderse sólo pudo soltar un grito acallado por una bofetada. Cayendo al piso, su pequeña mano se dirigió hasta su mejilla lastimada que resaltaba con un rojo vivo.
 
 
— Te dije que no te fueras, pequeño bastardo, ¿piensas que soy idiota?... ¿crees qué no sé que quieres dejarme igual que el hijo de puta de tu padre? — Los ojos de la mujer eran de un ámbar dulce pero éstos estaban inyectados en ira contra ése inocente niño.
 
 
— Mamá...  sólo quería que comieras algo... hace dos días que no haces más que beber o morder tus dedos — Respondía con voz temblorosa y ojos llorosos el pequeño niño poniéndose de pie con sus piernas lastimadas, temblorosas y rojizas por el frío.
 
Como si no se hubiera tratado de ella, aquélla mujer envolvió con sus brazos el cuerpo de su hijo con repentina culpa.
 
— Mi amor, lo siento, mamá no quiso golpearte... comamos ¿sí? — Se disculpaba tratando de evitar el tema. Esta no era la primera vez que lo hacía.
 
Su madre tenía cambios de temperamento, esta vez había tenido suerte ya que veces anteriores le habían arrojado un jarrón en la cabeza, de milagro seguía vivo ya que había perdido bastante sangre. A pesar de su corta edad, sabía que su madre estaba enferma luego de que su padre los abandonara al sentirlos una carga, no podía cuidar de su esposa o su hijo... lo más fácil es desaparecer como si nunca nada hubiera pasado. 
Así era su vida desde que tenía memoria, no era normal y no era la mejor pero por lo menos tenía una madre que, a pesar de sus varios intentos  suicidas y acciones violentas hacia él, todavía quería un poco.
Esto se repitió hasta que, al volver de "recoger" manzanas, en sus ojos se reflejaban las feroces llamar que arrasaban con su pequeña casa, lo que hizo a su corazón acelerarse fueron las carcajadas de su madre dentro.
 
— ¿Mamá?— La llamó en voz baja, de sus ojos ámbar las pupilas felinas se afilaban al estar en shock.
 
Los vecinos que conocían al pequeño llegaron corriendo en su ayuda, arrojando agua entre todos hasta apagar el intenso fuego que resaltaba entre la nieve. Lo único que quedaba eran maderas quemadas y mojadas, escombros y el cuerpo quemado de una mujer en el centro de la casa.
 
No recordaba cuanto tiempo había pasado arrodillado en la nieve, no sentía sus pies, no podía reaccionar. Una mano en su hombro lo hizo salir de su trance, un hombre de cabellos rubios y ojos como el caramelo lo miraban fijamente.
 
— Te congelaras si te quedas aquí — Habló primero el hombre desconocido.
 
— Mi hogar fue quemado y mi madre está muerta... no tengo donde ir — La voz del niño era baja y sin emoción.
 
— ¿No estás triste? — La mirada del hombre se dirigió hasta la casa en ruinas.
 
— No... Debería estarlo, pero no lo estoy — Negó con la cabeza levantándose con dificultad, aferrándose a la pierna de su contrario.
 
— Entiendo, ¿Quieres venir conmigo?— Preguntó amablemente devolviendo sus ojos al pequeño.
 
— ¿Quién eres?— Su voz y su rostro demostraron desconfianza libremente, no era una oferta que se recibiera de gente normal todos los días.
 
— Mi nombre es Allen Kane, Elias — Sonrió revolviendo los cabellos del pequeño que lo miraba sin entender.
 
— ¿Cómo sabes mi nombre? — Haciendo un gesto de fastidio volvió a preguntar rápidamente.
 
 — Tu madre fué una amiga muy cercana, ella me pidió que cuidara de ti si algo se presentaba... si vienes conmigo puedo responder a todas tus preguntas, yo cuidaré de ti desde ahora— Afirmó ofreciendo su mano cubierta por unos guantes negros ligeramente gruesas.
 
Observado la mano de Kane, tímidamente la sujetó sintiendo una calidez que provocaba unas inmensas ganas de llorar. Así, los dos tomados de la mano se dirigieron hasta un carruaje con el sello de la casa Kane.
Notas finales:

Tengan un buen día, tarde o noche mis pequeños y los espero en el siguiente capítulo de "Educando a una bestia".

 

Puppy se retira por el momento, hasta pronto pequeños.


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