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El idiota de las rosas grises. por LeliUechan

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Notas del fanfic:

A RyuuMatsumoto, mi mayor referente. 

Notas del capitulo:

... 

 


«When love is a gun,
Separating me from you»

El aterrizaje transcurrió normalmente. Una vez en tierra solo le quedaba esperar la orden para bajar del avión. Esas pequeñas esperas tendían a sacarlo de quicio. Siempre tuvo esa enorme impaciencia picándole en los hombros. Pero esta vez, más que ansioso, se encontraba visiblemente molesto, una molestia totalmente nueva para él, prácticamente derretía la ventanilla con la vista fija en ella.

Se sentía distinto.

Tal vez era porque su cabello rubio, normalmente del todo excesivo en cuanto a largo y alocado, ahora caía con inesperada madurez, llegando siquiera a rozar sus hombros, como si después de tantos años siendo un "sin norte" necesitara convertirse en un hombre formal. Quizás porque sus ojos profundos, siempre cargados en el pasado de suave vivacidad se veían de repente ahogados en un gesto melancólico muchísimo más que impropio en el precioso muchacho. Pero lo más posible es que fuese porque esa nieve que oteaba a través del doble vidrio de la ventanilla no era la propia de Alemania, que había sido por tres largos y tristes años su hogar, sino la de Finlandia.

Ni el desbordante encanto femenino de los carnavales muniqueses, ni las carrozas de las fiestas de la cerveza lograron en momento alguno secar su extenso caudal de añoranzas. Había dejado detrás alguien demasiado importante para él. Todos esos efímeros muelles a la felicidad acababan truncados por un raro sabor a culpa. Por más que se repitiera que merecía la paz mental que él mismo se negaba, continuaba obligándose a un papel victimista.

Vivía con el pudo haber sido por bandera, el eje de su vida era en todo momento aquella persona que se agigantaba en él a medida que su corazón se contraía. Una autoflagelación continua y sin contención alguna. Nutría un presente lamentable con excusas de que el pasado fue y no podía cambiarse. Era sin duda un cobarde perfecto.

Se congeló el mundo para que no te olvidara, se estancó mi vida, mi carrera y me ahogué en tu recuerdo interminable.


Tras la separación de aquella banda que fue por mucho tiempo lo más importante en su vida, su álbum de recuerdos, su mejor y peor medicina, se encontró perdido ¿Qué hacer? ni él mismo lo sabía. ¿Qué era eso tan oscuro que veía frente a él? Oh, claro, era su futuro siendo tragado por un gran agujero negro.

Amaba todo lo que había logrado hasta el momento como guitarrista, adoraba vivir de su talento y encima ser reconocido por él. Se había hecho de un nombre, conseguir otro puesto no le costaría la gran cosa, pero tampoco estaba seguro de querer hacerlo. Simplemente no sería lo mismo.

Y cierto es, no lo sería.

En su vida no había estimado a muchas personas, mucho menos respetado u obedecido, no era de aquellos que bajara la cabeza ni rendían pleitesías. Pero como toda regla tiene su excepción y nadie elige la siguiente tirada, apareció para él una persona a la que respetar, una de rizos negros y raros ojos claros.

Ville le ayudó a acoplarse a esa banda ya hecha, ayuda que perduró en un fuerte hermanamiento. Demasiadas veces le sacó las castañas del fuego como si tuviera nuestro guitarra diez años, porque a Aaron le gustaban las cosas bien hechas, incluso si era cagarla. Él si la cagaba, la cagaba pero bien.

Fueron dos años bastante movidos para el rubio, los mejores de su vida profesional si se puede añadir. Era muy diferente a lo que había vivido hasta el momento como guitarra, la banda poseía una dinámica bastante única y eso lo motivaba. Cada vez salía al escenario con más ganas de comerse el mundo, y aunque los conciertos y giras amenazaron alguna vez con colapsarlo se sentía alguien totalmente nuevo, notaba que había avanzado como persona y el orgullo le llenaba. Todo el tiempo libre que tuvo acababa pegado al vocalista, le resultaba una persona sumamente interesante. Sin notarlo ese interés ahondaba más y más. Ville era muy meticuloso en lo que hacía y esa capacidad de concentración le fascinaba como pocas cosas, por más que le preguntó cuál era su secreto para ese estado de nirvana tampoco entendió las repetidas explicaciones del pelinegro. Hablaba de tal forma que acababas más ocupado en escucharlo que en procesar lo que decía. No por nada es el vocal, pensaba Aaron, pero ese era el problema, pensaba demasiado sobré él. Ya era consciente de ello y aunque le parecía algo curioso no creyó que tuviera más importancia. Pero claro que sí la tenía.

Del guitarrista surgió, poco a poco y con el tiempo, más que respeto, más que amistad y más que cariño. Se conocían bien el uno al otro para el no tanto tiempo que habían compartido. Aprendió mucho de ese hombre que algún año le sacaba y con la cercanía se hicieron uno a la medida del otro. No había camino viable para ninguno aparte del contrario, era algo casi inminente... o eso llegó a creer en su pequeño mundo.

Nunca supo si así era, o si llegó en algún momento a cruzar la línea de la amistad para su vocalista. Porque recordemos que Aaron era mejor cobarde que retador. La idea de ser homosexual no le simpatizaba lo más mínimo, ya la simple palabra tenía un peso increíble. Algo así no ocurría de un día para otro, pensaba él, pero a los dos minutos se veía enganchado hasta las trancas casi suplicando por la compañía del moreno con cualquier excusa. Al menos gracias a esas excusas habían surgido un par de buenas ideas para la banda... no iban a ser muy tontas mis excusas después de todo, concluía triunfal el guitarra.

Pero igual que ocurrió lo bueno, ocurrió lo malo, fuerte y repentino, como una tormenta en medio de un mar en calma. ¿Y ahora? Ahora que no quedaba banda, que no quedaba vínculo... que no quedaban excusas.

La semana siguiente al suceso la pasó en casa encerrado, más borracho y deprimido de lo que había recordado estar alguna vez. Tirado en el sofá se discutía que sería lo siguiente, más bien lo organizaba, si algo tenía claro es que, fuera cual fuese su decisión, iba a empezar con una mudanza y mientras más lejos mejor. Tenía que poner espacio y sobre todo tiempo entre ambos o él mismo volvería a caer en aquello. Sabía que no era tan fuerte como para resistirse, más cuando durante ese círculo vicioso de alcohol y resacas se sumergía en sus recuerdos como un colmillo lo haría entre sus carnes, desgarrador. Notó la presencia del moreno en sí mismo, jugando con su cordura tal como las pesadillas juegan con las nubes grises y terminan por quebrarlas.

Desde luego no estaba dispuesto a apostar por algo que podía ser perfectamente cariño mal entendido, le daba miedo estar sin querer amplificando sus propios sentimientos y confundiéndolos con amor o atracción, lo que le asustaba no era para nada el rechazo.

¿Quedarse y probar suerte o alejarse y ver si todo se disipaba mágicamente? Según su razonamiento tenía menos que perder en la segunda, más ahora que nada le unía a Finlandia.

Quizá su idea de que el tiempo lo cura todo y el infierno del pasado, en el pasado quedaba fue lo que le envalentonó a su locura.

Pocas semanas después, de finés solo le quedaba el acento, con dicha tierra no compartía ningún bien material o parecido. Departamento, automóvil, todo sin excepciones había pasado a otras manos, ahora en las propias solo había unas maletas, un estuche de guitarra y un pasaje que emplearía horas después camino a Múnich. Alemania le pareció bien, si se adaptaría o no aún no lo sabía pero le daría una oportunidad.

Había dejado una última cosa por hacer, siquiera le parecía buena idea pero algo resonante en su mente le decía que era una de sus mejores malas ideas. Cerró de un golpe la puerta de la que a dentro de algunas horas dejaría de ser su casa y salió disparado, después de todo qué disparate iba a ser peor que dejar toda tu vida a un lado como él lo estaba haciendo.

Expuesto a la noche y a sus demonios, se exprimía las neuronas cara a cara con la puerta de para quien fue su mano derecha, aquel que una vez acarició su corazón, pero dejando tales marcas cual si lo hubiese descarnado entre sus dientes. Devanaba sus sesos hasta que una terrible ansiedad lo obligó solamente a actuar.

Dispuesto a irse de una vez y para siempre, dejó en la pequeña alfombra de entrada el primer y último regalo que daría a su extraño amor: Un ramo de rosas.

Quisiera decir que las flores eran rojas, celestes o simplemente blancas, pero no, eran grises, como una maldición con pétalos atados a una pequeña sentencia de muerte. No llevaban una nota, una tarjeta con poesía o algún cliché por el estilo, solo la mella de un sentimiento dejado en el más triste anonimato, pero la mella fue tan fuerte que sacó chispas e hizo arder todo el lugar como si de simple papel estuviésemos hablando.

Nunca había sentido al mundo temblar como si la vida misma comenzara una cuenta atrás, pero en esos instantes, llorando en el taxi cargado de maletas, todo tras él se volvía escombros.

Quizás todo lo que hemos vivido juntos no ha sido más que un mal acierto...


Aún no se hacía a la idea de que aquello era una mudanza y no un viaje como tantos otros. En Múnich le devoró el tedio y la monotonía. Él mismo se percataba de cuanta vitalidad iba dejando atrás en el camino, cuando caes en la rutina tiendes a pensar menos porque haces lo que haces, te pierdes sin darte cuenta. De repente ese muchacho brillante se convirtió en adicto a las conversaciones cortas y las pocas explicaciones, al café frío y cenas de lata, a dormir demasiado y vegetar despierto. Su curiosidad se apagó junto a su sentido de superación y con ello su esencia se perdió por completo. De estrella emergente a profesor particular de guitarra, entre otras cosas, porque así no tendría que salir de casa cada día. Se había hundido. Tal vez ese mítico hilo rojo que une a dos personas predestinadas, ahora roto, se había enredado dentro de sus venas y logró paralizarle el corazón.

Aunque de manera esporádica siguió al tanto del nuevo rumbo que tomo la carrera de Ville. Al igual que él, a este tampoco le había seducido la idea ligarse a otro grupo, se había vuelto solista. Le iba de maravilla y Aaron se alegraba en el alma, estaba tan orgulloso como si ese éxito le perteneciera a él. Por otro lado, la profesional fue toda la información que tuvo sobre él, indagar más sería hostigarse innecesariamente y consciente era que no estaba en posición de echar leña al fuego.

Para evitar tentaciones cerró sus redes sociales en un inicio aunque con el tiempo y con tal de ocupar la mente creo unas nuevas. No tenía nada que mostrar así que se limitaba a consumir. Hubo una cuenta que captó toda su atención, un señor de unos sesenta años que, al cómo podía, compartía con el mundo sus interpretaciones de canto. Mal hechas, con una calidad sonido desastrosas y sin editar, pero ahí estaba ese señor, casi cada día cantando para él. Este hombre tiene mejor espíritu que yo, se planteó muchas veces. Y sí, eso fue sin duda lo que llamó su atención y le llevó posteriormente a imitarlo.

No llego a ser la gran cosa, siquiera un proyecto de mediano éxito, pero llenaba sus días, le hacía ilusión por algún motivo que no se había planteado aún. Algunas veces solo tocaba a guitarra cualquier canción, siempre sin mostrar su rostro, otras compartía pequeños consejos o clases cortas. No le tomaba mucho tiempo, pero empezó invertir más energía en ello sin darse cuenta. Pasaba más horas de las necesarias perfeccionando su contenido, creó un pequeño mural que usaría de fondo y lo que antes era tiempo desperdiciado ahora eran horas de trabajo. Su esencia, sus ganas de comerse el mundo estaban regresando...

Estaba volviendo a descubrirse a sí mismo luego de casi tres años postrado a la angustia y al desapego. Rememoró, luego de mucho, las cosas buenas sin echarse a llorar, viéndolo todo más desde la nostalgia que desde el añoro y de entre todo ese amasijo de recuerdos surgió tanto una revelación como una duda. En primera, sus sentimientos por el pelinegro eran lo ultimo real que quedaba sobre él a estas alturas y lo segundo... ¿cómo habría sido todo? De un momento a otro le costó horrores figurarse de cuan imbécil fue para salir huyendo como si el demonio le pisara los talones. Una visita a Finlandia iba pareciendo cada vez mejor idea.

De la mochila sacó un abrigo oscuro, al tiempo que se recolocaba el denso gorro color mostaza, al salir del avión el frío sería demasiado incluso dentro el aeropuerto. Dada la señal, abandonó la nave y se dirigió directo a la puerta principal donde tomar un taxi a su hotel. Encendió su móvil viendo el panel de notificaciones:
« ¿Ya en camino?»

«Sí, aunque no llegaré a la presentación»

Respondió con ansia a la vez que ponía su equipaje dentro el vehículo.

«OK, entonces te veré directamente en el hotel. No te duermas, es bueno verte después de tantísimo»

El rubio sonrió por el comentario, sin duda era un buen comienzo. Antes de subir al taxi se dignó a guardar el móvil en la mochila, junto a ese pase para la próxima interpretación de Ville Valo a la que sin duda ya no le daría tiempo llegar.

« ¿Sabes qué? el de las rosas en tu puerta fui yo»

Escribió divertido sin llegar a enviarlo y no pudo evitar echarse a reír por lo bajo. Borró el mensaje con una sonrisa.

Ya habrá tiempo de contarle en persona la historia del idiota de las rosas grises...

Notas finales:

Gracias por leer. 


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