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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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Notas del fanfic:

Nas~ Nuevo fic que empecé a escribir en mayo, terminé en julio, y pasé todo agosto beteando. 165k que suenan a poco con sus 29 capítulos, pero díganme eso cuando lleguen al punto final y compartan conmigo un suspiro de alivio.

El título viene de la canción Liar de One Ok Rock, muy recomendada. Lo mismo las otras dos citas que pertenecen ambas a 5 Seconds of Summer y fueron siempre una inspiración cuando perdía el rumbo junto con Katsuki.

 

Advertencias: El bullying es siempre un tema complicado de abordar. Empecé fuerte con la muerte de Mineta, y es el detonante para lo que viene a ser un 3º año de preparatoria bastante caótico para Katsuki, así que advertidas están que no va a ser la típica trama de romance donde todo se resuelve en el primer capítulo. Esto es un slow burn en toda regla, así que si no les gusta sufrir en la espera, están a tiempo de dar media vuelta y huir. Salvo por un par de escenas violentas, la historia se centra en la parte psicológica de Katsuki para superar su pasado y hacer las paces con su presente, y como todo camino de recuperación, ni es lineal ni está libre de contratiempos.

 

Este fic fue también un experimento de escritura, porque quería probarme a mí misma que podía mantener varias tramas simultáneas a la de la pareja principal, e intenté que los personajes secundarios también tuvieran por turnos su momento de brillar. Si lo conseguí, genial; si no, prometo mejorar en mi siguiente historia.

 

Por último, sepan que cualquier duda, queja y/o sugerencia serán siempre bien recibidas en la sección de comentarios.

Esta historia se publica simultáneamente en AO3, Slasheaven y Amor-Yaoi, así que de donde quiera que me lea, graxie por acompañarme en esta aventura :)

Can I have a second chance?

Can I have another dance?

Can I start another life with you?

5 Seconds of Summer - Lonely Heart

 

I hope you think of me high

I hope you think of me highly

When you're with someone else

I know your friends all lie

I know your friends don't like me

They want you for themselves

5 Seconds of Summer - High

 

1.- Respetos (a los que se van y a los que se quedan).

 

La noticia del suicidio de Minoru Mineta se confirmó a primera hora de la mañana durante la ceremonia de inicio de curso y provocó que durante la formación se perdiera todo rastro de decoro. Aquel habría sido su tercer año de preparatoria, del mismo modo en que lo era para Katsuki Bakugou y sus amigos, pero ya no más.

Aturdido en su propio silencio mientras hacía inventario de los puntos clave y en común que había tenido con Mineta desde la infancia, Katsuki se perdió al sonido de voces cuchicheando sin parar a su alrededor y el de los profesores a través del megáfono pidiendo orden en el gimnasio.

De hecho, Katsuki poco tenía que ver con Mineta por lo menos desde finalizada la secundaria. Ese había sido el último año que compartieran curso y aula de clases, y aunque después habían estado en la misma preparatoria a lo largo de los 2 años siguientes, Katsuki había mantenido su distancia y Mineta la suya.

Los recuerdos y los remordimientos que venían engranados a ellos eran un constante lastre del que Katsuki prefería separarse, por lo que hasta el semestre pasado su modus operandi habitual cuando se encontraba con Mineta en los pasillos de la escuela era mirar en otra dirección y fingir que no lo veía, igual que haría con una aparición de la que apenas tuviera noción de su existencia. A él y a su ocasional labio partido, un párpado hinchado, y más veces que no su mochila mojada o sus zapatos embarrados con lodo que iban a juego con su expresión compungida y cada vez más resignada.

En un pasado no muy remoto, Katsuki había pertenecido al mismo grupo de amigos que tomaban por pasatiempo acosar a Mineta y provocarle tanto sufrimiento como era posible sin a cambio conseguir horas de detención o un castigo, pero él se había detenido apenas entrar a Aldera. Esos días habían quedado en el olvido, junto a otras memorias que Katsuki prefería no tener que desenterrar del trastero de su interior porque venían acompañadas de eventos y personas con quienes se había acostumbrado a tener como compañeros fantasmas de su corazón.

Mientras los profesores pedían guardar silencio y evocaban a Mineta como un alumno ejemplar que había tenido un trágico e inesperado final, Katsuki permaneció rígido en su posición y haciendo oídos sordos de aquellas palabras vacuas que de nada servían. Minoru Mineta había tomado su vida, y el que lo hiciera justo la noche antes de volver a sus clases hablaba bastante de la atmósfera a la que tenía que enfrentarse día a día. Si la muerte había sido su escapatoria, entonces ni el director ni ninguno de los profesores que en esos momentos se mostraban de lo más afligidos sobre el escenario tenían derecho a exhortar al resto de los alumnos a dirigirse con ellos en caso de cualquier necesidad. Mineta lo había hecho en incontables ocasiones, y su resultado había sido de lo más fútil.

—Pobre Mineta —dijo una chica al lado de Katsuki a su compañera del otro lado—. Nadie merecía un final así. Ni siquiera él.

Y manteniendo una expresión pétrea que no dejaba entrever ninguno de sus pensamientos, Katsuki rumió aquellas palabras sin parar.

 

Para la hora del almuerzo, el único tema de conversación no era otro más que el de Mineta Minoru y su suicidio.

El alumnado se separó en varios bloques bien definidos. Algunos comentaban con morbosidad cuál habría sido su método de elección, y sin importar cuál fuera su opinión (colgado, sobredosis, inhalación de carbón o cortándose las venas), tachándolo de cobarde sin parar. Otros se enfocaban más el recuerdo de aquel compañero más bajito de la media y que en sus ratos más alegres podía ser un poco pervertido llevando revistas sucias a compartir en clase; “qué asco, no lo echaré de menos y puedo apostar que no seré la única”, gruñó una chica de la clase de Katsuki, y éste se hundió más en su asiento. Un grupo todavía más pequeño de alumnos reaccionó a la noticia con llanto y abundantes lágrimas; se les tachó de buscar llamar la atención y se les envió a la enfermería para recomponerse, y por un segundo consideró Katsuki unirse a ellos y escaquearse de todo aquello.

Incluso si el profesorado intentó mantener una pantalla de orden al declarar las clases del día obligatorias porque “una tragedia de esta magnitud no puede empañar los logros académicos de sus alumnos, y estoy seguro que el joven Mineta así lo habría considerado también de estar aquí”, pocos eran en verdad los que prestaban atención en clase. Por debajo de los pupitres las conversaciones vía Line fluían sin parar.

Katsuki consultó una sola vez el chat de la clase y se sintió asqueado por el tipo de comentarios insensibles y memes de mal gusto que compartían sin parar y a los que replicaban con stickers irónicos que hablaban de una crueldad inusitada.

Con una creciente jaqueca con la que no se sentía de ánimos para lidiar, Katsuki se planteó muy en serio recoger sus cosas y marcharse durante la hora del almuerzo. Bastaría con echarse la mochila al hombro y saltarse la verja trasera para alcanzar la tan preciada libertad, pero antes de que pudiera ponerse manos en acción, Kirishima, Ashido y Sero se acercaron a su pupitre y lo arrinconaron.

—Mineta era amigo tuyo, ¿correcto? —Preguntó Kirishima con su habitual preocupación cuando Katsuki no era su explosivo yo.

—No.

—Pero habían estado juntos en la primaria y secundaria —dijo Mina, y aprovechando que el asiento frente a él estaba vacío, se sentó ahí—. Se lo escuché mencionar a unas chicas en el baño.

«¿Y qué más te contaron?», pensó Katsuki preguntar, pero la lengua se le había pegado al paladar.

Dentro de él convergían 3 diferentes Katsuki Bakugou: Uno había sido el crío que se perdió a los 7 años cuando Mineta entro a su vida; otro había sido él hasta los 15 durante el verano previo a su entrada a la preparatoria; el último era su yo actual, que todavía no se sentía como una segunda piel sin importar cuánto se esforzara.

Katsuki se había separado no sólo de su yo más terrible de 2 años atrás, sino también del grupo que amigos que lo rodeaba por ese entonces. Él había cortado todo tipo de comunicación con esos individuos, consciente de que un verdadero cambio provenía no sólo de sus buenas intenciones, sino también de un cambio de entorno y personas.

Su entrada a Aldera había sido la excusa perfecta cuando él quedó en el grupo A y sus amigos anteriores y Mineta en el B. Había hechos nuevos amigos, mejores amigos de los que se creía merecedor, y por la mayor parte habían conseguido librarse de su anterior ser ignorando que todavía existía en su interior, pero al parecer su suerte se había terminado.

—Tienes cara de estarlo pasando mal —dijo Kirishima al sentarse de cuclillas al lado de su pupitre y con terquedad buscar sus ojos—. ¿Por qué no salimos a tomar aire fresco?

A regañadientes accedió Katsuki a unirse a sus amigos en el exterior, a la sombra de un árbol, pero con la espalda recargada en el tronco y un nudo a la altura del pecho, se encontró incapaz de comer el bentou que había preparado en la mañana para almorzar ese día.

—Mineta y yo nunca fuimos amigos —dijo Katsuki luego de un profundo silencio—, pero teníamos un amigo en común. Esa era nuestra única conexión.

—Es justo si te sientes triste o lo que ha hecho te afecta de manera especial, Bakugou —dijo Ashido, que sentada de piernas cruzadas en el césped se inclinó para ponerle una mano en la pierna—. A todos nos ha afectado la noticia de Mineta.

—No es tristeza. Es... —«Culpa, siento mucha culpa», pensó Katsuki, y se forzó a mantener la vista fija en un pequeño brote de diente de león en el que antes no había reparado.

Su visión le llevó a Izuku Midoriya, a Deku... La única persona en la que justo no quería pensar en esos momentos, y la manera tierna (ahora podía apreciarlo así) con la que cogía cuanto diente de león aparecía en su camino y se lo extendía a Katsuki anunciando que su cabello era similar a ese y pidiendo que soplara para pedir un deseo.

Katsuki ya ni siquiera podía recordar la última vez que Deku había hecho algo así. Debían de haber sido un par de críos, antes de que... Previo a que todo cambiara entre ellos. A un tiempo posterior a Mineta, cuando sólo eran ellos dos y la felicidad les estaba dada.

—No es nada —gruñó Katsuki al final, forzándose a apartar la vista del estúpido diente de león y a llevarse a la boca un poco de arroz de su bentou.

Nada. Nada. Nada. Lo negaría hasta que fuera real, pero con el ceño fruncido y los hombros hundidos, pasó por alto las miradas que sus amigos intercambiaron entre sí y que eran de reconocimiento hacia algunos de sus variados y oscuros estados de ánimo.

—Si necesitas a alguien con quien hablar... —Empezó Kirishima, sólo para ser cortado de manera abrupta por Katsuki.

—¡Y una mierda!

—Vale, vale —mostró Kirishima las palmas de las manos—. Era una simple sugerencia.

Y de momento quedó en eso.

 

Katsuki no había hecho plan alguno por asistir al velatorio de Mineta. La mañana del mismo día se lo escuchó comentar primero a sus padres durante el desayuno, luego a dos profesores al pasar por su oficina para entregar unos impresos, y por último a un par de chicos en el baño mientras orinaba.

—Es una vergüenza —dijo uno.

—Nadie que se preste irá —secundó el otro.

Una vez que se marcharon y haciendo tiempo frente al lavamanos mientras se lavaba a consciencia, Katsuki hizo un recuento de la información con la que contaba. El velorio sería en la tarde a eso de las 5, y aunque no era precisamente un evento al que se hubiera invitado a cada alumno de Aldera, bien podía presentarse ahí cualquiera que quisiera dar su respeto al difunto y a la familia.

En una primera instancia, Katsuki desechó la posibilidad de acudir ahí con su uniforme y quemar incienso porque no le correspondía. ¿Qué sentido tenía? Él nunca había sido amigo de Mineta; Deku lo había sido, y Katsuki sólo lo recordaba porque era un tercero en discordia cuya mera presencia había sido el catalizador de peores y más terribles situaciones.

Así que no, no iría al velorio. Que Minoru Mineta se jodiera. Si se marchaba al otro mundo sólo rodeado de su familia, era su culpa por ser un perdedor sin talento cuyo único interés era comprar a escondidas revistas para adultos y sentarse al pie de las escaleras durante el almuerzo para verles las bragas a las chicas que subían y bajaban por ahí.

Katsuki no iría al velorio, y eso era definitivo.

 

—Pensé que habías dicho que Mineta no era amigo tuyo —comentó Kirishima horas más tarde, él y Katsuki caminando hacia un domicilio que sólo éste último conocía.

—Y no lo es. Es sólo que... —«Tengo que ir», pensó Katsuki, pero encorvó más la espalda y apretó con fuerza las manos embutidas en los bolsillos de su pantalón.

—Esto te ha afectado más de lo que dejas entrever —continuó Kirishima—. No eres tan discreto como te crees.

—Cállate.

—Sólo intento ser honesto contigo.

—¿Sí? Pues no me importa, así que puedes guardártelo.

—En ese caso, supongo que no te importara si yo me quedo aquí y te espero a que vuelvas. —Una pausa, en donde Katsuki apretó tanto la mandíbula que era un milagro el que sus molares no se hubieran convertido en polvo por la fricción—. Eso mismo pensé.

—Sabía que invitarte había sido un error.

—Erm, de hecho... —Se rascó Kirishima una esquina de la nariz—. Yo tenía planeado venir.

—¿Uh?

—Conocí a Mineta en primer año, cuando los dos estábamos en el club de pesas. No estaba hecho para el deporte, pero debo reconocerle el semestre que estuvo en el club y se esforzó. Es una lástima que su único interés se centraba en poder defenderse de sus acosadores...

—No sabía nada de eso —gruñó Katsuki, y para mal eso sirvió para que Kirishima entrara en detalles de los cuales prefería no tener noción.

—Seh... ¿Conoces a la pandilla del grupo B?

—Shigaraki es su líder.

—Exacto. Y tenía predilección por los más débiles que él, aunque eso no es tan complicado considerando la clase de individuos con los que se junta. Al parecer Mineta los conocía de muchos años atrás.

—Ya, como cualquiera. —«Yo incluido.»

Después de todo, era historia antigua que se remontaba hasta su niñez. Aquel era el club de amigos que había comenzado con Katsuki y Deku en el jardín de niños y que se expandido al entrar a la primaria y conocer a Shigaraki. De hecho, la relación de Katsuki con éste no había sido significativa hasta la secundaria, cuando juntos habían estado en el grupo de kendo los tres años y juntos se habían dedicado a aterrorizar a unos cuantos alumnos, entre ellos Deku y Mineta.

—Al parecer, abiertamente Shigaraki nunca le hizo nada a Mineta por lo cual pudieran suspenderlo. Pero se cuenta que Mineta estaba obligado a entregarlo cierto dinero por protección cada semana, y eso sólo para evitar las palizas de otros. Cuando no podía pagar, entonces debía aceptar un castigo.

—¿Cómo diablos te enteraste de todo eso?

Kirishima giró la cabeza hacia Katsuki y le dedicó una mirada de pena. —Todos estaban al tanto en la escuela. Pensé que tú también.

—La vida del estúpido de Mineta no me importaba, ¿ok? En lo absoluto.

Y hasta cierto punto era cierto. Katsuki prefería mirar en otra dirección cuando sus caminos coincidían en el pasillo, y hasta podía considerar que su suicidio era una especie de bendición disfrazada si olvidaba que a cambio de ese pequeño deseo él podía moverse a sus anchas sin tener que estar alerta de uno de sus peores recordatorios, pero... Convencerse de ello era imposible. Más cuando estaba por asistir a su velorio y había requerido de Kirishima para reunir valor y no huir de último momento en la dirección opuesta.

—Si ese fuera el caso, no estaríamos yendo a su velorio —dijo Kirishima, llegando al fondo del asunto, y sólo porque seguía en el club de pesas y podía regresarle el derechazo si le apetecía, fue que Katsuki no le plantó un puñetazo en pleno rostro por confrontarlo así.

—¿Sabes qué? Olvídalo —masculló Katsuki, dando media vuelta—. Me largo. Ya no pienso ir.

—Hey —le sujetó Kirishima por el hombro y Katsuki se lo sacudió de encima, pero si de una virtud disfrazada de defecto contaba éste era de no saber cuándo no meterse en los asuntos de los demás.

Así había comenzado su amistad. Kirishima ni siquiera estaba cerca del asiento de Katsuki, pero un buen día sin más se había sentado con él a la hora del almuerzo para preguntarle por un llavero de All Might que éste tenía prendido del cierre de su mochila y... El resto se podía considerar historia. Katsuki se había esforzado en apartar a Kirishima y al grupo de amigos con los que éste ya contaba de antemano, pero había sido en balde. Él no tomaba un ‘no’ por respuesta si era insincero, y la verdad es que Katsuki había estado muy solo aquel primer año en Aldera.

Incluso si le pesaba reconocerlo y ni en un millón de años se pronunciaría a su favor, Katsuki consideraba a Kirishima también un amigo, y fue por ello que no se quitó de encima su mano una segunda vez.

—Este es nuestro tercer año de conocernos —dijo Kirishima con voz cansada—. ¿Cuándo aprenderás a ser honesto con las cosas que te lastiman?

En un gesto enfurruñado que para nada coincidía con la edad mental de Katsuki, éste se cruzó de brazos e hizo un puchero.

—Vamos —dijo Kirishima al cabo de unos segundos—. Será mejor que nos apresuremos.

Sin más charla que agitara las aguas profundas de Katsuki, no tardaron demasiado en llegar al hogar de los Mineta y ser uno de los pocos alumnos de Aldera que estaba presentes esa tarde.

Katsuki no reconoció a casi nadie en la entrada, si acaso porque una vasta mayoría de compañeros no significaban nada para él y eran sólo extras a los que ignoraba día tras día. Ahí estaban un par de chicas que habían llorado el primer día de clases durante la ceremonia de bienvenida, aunque Katsuki no pudo evitar preguntarse qué tan honestas eran si apenas el semestre pasado habían acudido a la dirección enfurecidas para reportar a Mineta cuando éste intentó colarse al vestidor de mujeres bajo el pretexto de estar de visita y sólo querer tomar un par de fotografías.

Mineta realmente había sido un chico pervertido y desagradable, ¿pero justificaba eso su muerte? A Katsuki se le hizo un nudo en la boca del estómago. Para él Mineta no había sido nunca nada más que un perdedor, un extra sin sentido que sólo era un desperdicio del que se podía prescindir, pero tanto como estar de acuerdo con lo ocurrido... No, eso no. Ni siquiera él era tan frío.

—Ahí está Kaminari —dijo Kirishima, y Katsuki aprovechó la distracción para parpadear repetidas veces y deshacerse del picor que sentía en los ojos.

A diferencia de otros compañeros que charlaban y actuaban como si estar ahí presentes fuera una especie de lavado de consciencia que los eximiera de mantener el decoro, Kaminari estaba con la que podrían fácilmente suponer que era la madre de Mineta y lloraba. De manera abierta lloraba y era justo el espectáculo que Katsuki quería evitar, pero al dar un paso atrás para huir, Kirishima le sujetó del brazo con la misma fuerza que una prensa hidráulica.

—No —le dijo en voz baja—, es demasiado tarde. Sería una descortesía marcharnos sin antes presentar nuestros respetos.

Con la boca seca, Katsuki siguió a Kirishima hasta donde se encontraban Kaminari y la madre de Mineta, y esperaron por su turno para hablar con ella y ofrecer sus condolencias. Kirishima se portó a la altura, inclinando la cabeza y expresando su pesar con las palabras adecuadas, pero Katsuki no fue capaz. No como era debido al menos. Al intentar hablar, la voz se le quebró, y aquella mujercita que guardaba tanto parecido con el hijo del que se había despedido apenas un par de días atrás le dedicó una sonrisa trémula.

—Eres el hijo de los Bakugou —lo reconoció sin problemas—. Agradezco el que vinieras.

—Yo... —Katsuki perdió momentáneamente la capacidad del habla, pero la mujer no se lo echó en cara.

—Eres un buen chico —le elogió tomando sus manos y dándole unas palmaditas—. Estoy segura que Minoru se alegraría de tenerte aquí.

Katsuki asintió una vez antes de agachar la cabeza, y Kirishima se encargó de apartarlos a ambos para dejar que otras personas presentaran sus condolencias.

—Ven, vamos a ofrecer incienso —dijo Kirishima, y Katsuki le siguió como autómata a través de los diversos ritos mientras su mente se alejaba de su cuerpo físico.

Sólo entonces captó Katsuki la gravedad de lo que había ocurrido, y el nudo que desde el lunes atenazaba su pecho como un segundo corazón palpitando dolorosamente sobre su tráquea amenazó con abrirse en flor y desbordarse en forma de llanto.

Katsuki sentía pena por sí mismo y no por Mineta. El muy bastardo había sido siempre un perdedor, y se había aferrado a ello con uñas y dientes. Katsuki siempre lo había detestado, incluso en primaria, cuando se convirtió en el primer chico de su clase por interesarse en el sexo y molestar a las chicas, pero sobre todo porque haber nacido con el papel de víctima perfecta estampado a mitad de la frente y por lo tanto tener el privilegio de contar con la ayuda incondicional de Deku. El número de palizas que Deku se había llevado junto a Mineta por intentar defenderlo era considerable, y Katsuki a ratos se preguntaba cómo se habría desenvuelto todo si jamás lo hubieran conocido.

—Ten —le tendió Kirishima un pañuelo una vez que ofrecieron el incienso y ocuparon un par de asientos en las filas traseras. Katsuki estuvo a punto de rechazarlo, pero entonces una gruesa lágrima rodó de su mejilla y cayó en el dorso de su mano.

—Te mataré si le cuentas a alguien —gruñó Katsuki al arrebatarle a Kirishima el pañuelo y limpiarse con frustración el rostro.

—Lo que tú digas.

Katsuki consiguió mantenerse ecuánime durante el rito funerario y cumplir con lo que marcaba la tradición. Tenía práctica luego de haber perdido a ambos pares de abuelos en la última década, pero los sentimientos de cada ocasión habían sido distintos, y esta vez no era la excepción.

Pocos lloraron por Minoru Mineta además de sus padres, pero Katsuki se encontró en ese grupo mientras el sacerdote recitaba el último Sutra y marcaba el final de la ceremonia.

—Esto ha sido sumamente deprimente —comentó Kirishima cuando él y Katsuki se dirigían a la salida de la casa y no eran los únicos.

Una docena de alumnos de su escuela estaban desperdigados adentro de la casa, y el número era mayor en el jardín frontal y en la calle. Katsuki se encontró reconociendo el uniforme inconfundible de Aldera con su gakuran negro y extrema formalidad tan acorde para el funeral, y por lo mismo también destacaban sobre el resto aquellos que vestían diferente con prendas de otra escuela.

«Ese es el uniforme de la preparatoria U.A.», reconoció Katsuki sin problemas la combinación de pantalón oscuro y chaqueta gris.

Técnicamente, aquellos eran sus rivales por simple afición. Si bien en Musutafu había varias escuelas preparatorias, en su secundaria los alumnos tenían dos caminos a su disposición: Aldera, donde el énfasis se encontraba en actividades extraescolares deportivas y musicales, o U.A., para quienes preferían centrar sus estudios en las ciencias.

En opinión de Katsuki, ambas preparatorias eran buenas y dependía más bien del interés que uno tuviera a posteriori de la graduación. Él por su parte había entrado con intenciones de ingresar al equipo de kendo, pero su interés por el deporte mermó hasta desaparecer también el verano previo a su ingreso, por lo que una vez en Aldera se había unido a clases de música y ahora tocaba la batería con compañeros de su clase en una banda amateur.

De buenas a primeras, Katsuki supuso que los alumnos de U.A. eran conocidos de Mineta a cuyos oídos había llegado la noticia del lamentable fallecimiento de éste y también venían a presentar sus respetos, pero ni en un millón de años esperaba encontrarse con una cara conocida.

—¿Los reconoces? —Preguntó Kirishima, siguiendo la línea de visión de Katsuki—. ¿Iban contigo y Mineta en la secundaria?

A Katsuki le bastó un vistazo a aquel matojo de cabello verde esponjado en la coronilla de su ocupante para reacomodar sus órganos internos en un segundo. De pronto la opresión que sentía en el pecho y que le había acompañado desde el inicio de semana era ahora un peso inamovible en la base del estómago. Una onda de sudor frío le bajó por la espalda, y por segunda vez en esa tarde, Katsuki se preparó para la inevitabilidad del llanto que borboteaba en su garganta y le escocía los ojos.

Era Deku. Y a la vez no lo era.

El mismo Deku a quien tenía años sin ver a pesar de la relativa cercanía entre su casa y su bloque de departamentos. Con el uniforme de U.A., y diferente a la vez que igual.

Ambos habían alcanzado casi en su totalidad la estatura con la que contarían en la vida adulta, y no era una sorpresa que Deku continuara siendo más bajo que Katsuki a juzgar por la chica que le acompañaba y a la que no sobrepasaba por demasiados centímetros. Pero Deku estaba diferente. Su corte de cabello era más moderno, una porción de su nuca estaba rasurada casi al ras y la parte superior se ondeaba con estilo. Su figura también parecía haber sufrido cambios; no se veía delgado y débil como en la secundaria, sino que llenaba de manera agradable su uniforme, y su apostura revelaba seguridad.

Katsuki permaneció atento a la figura de su espalda, y contuvo el aliento cuando se giró unos grados y pudo apreciar la línea de su mandíbula, ya sin la redondez propia de la infancia.

Aquella era una versión de Deku que Katsuki reconocía sin problemas, pero que era tan distinta que no conseguía procesar su existencia.

—¿Son amigos tuyos? —Insistió Kirishima por una respuesta al repentino mutismo de Katsuki, y éste encogió un hombro con desgana.

—Creo que no. Yo no los llamaría así...

—¿Prefieres marcharte sin saludar? Aunque eso no es muy masculino que digamos...

Katsuki pensó que sería lo mejor, pero sus pies decidieron por cuenta propia que no podía actuar con tanta cobardía y comenzaron a moverse por cuenta propia.

En un acto que sería decisivo, Katsuki caminó hasta donde se encontraba Deku y se posicionó detrás de él con intenciones de al menos... ¿Qué? ¿Decir “hola” y preguntar “¿cómo has estado?” igual que si el tiempo no hubiera transcurrido? ¿O sería mejor el enfrentamiento directo y actuar como si nada? De sobra estaba fingir un “oh, qué casualidad encontrarnos aquí” porque Katsuki no era tan cínico para fingir que su conexión con Mineta era como mínimo vergonzosa, pero las palabras para actuar con naturalidad y desenvolverse con confianza no existían más en su interior, y no le quedó de otra más que abrir repetidas veces la boca y fallar en la vocalización de cualquier sílaba en cada intento suyo.

—Uhm, ¿Deku, lo conoces? —Inquirió la chica que acompañaba a Deku y también portaba el uniforme de U.A. A Katsuki le resultó fastidiosa en el acto con su cara redonda y gesto despreocupado, pero sobre todo por la familiaridad con la que llamaba Deku a Deku.

Nadie salvo él tenía permiso de llamarlo así, y Katsuki apretó los puños con fuerza a lo que él consideraba una grave afrenta.

Por supuesto, aquel erróneo sentimiento de indignación desapareció apenas Deku miró por encima de su hombro y lo reconoció en el acto. Katsuki vio reflejado en sus ojos un atisbo de pánico, pero sólo duró un segundo y nadie más que él pudo apreciarlo. Por el resto, aquel no era Deku, sino Izuku Midoriya el que endureció sus facciones y se limitó a parpadear.

—¿Qué haces aquí, Bakugou? —Preguntó Izuku, y su voz era más grave de lo que Katsuki recordaba. No en balde había transcurrido el tiempo y ellos dos cruzado la adolescencia hasta casi ser adultos.

—Vine a presentar mis respetos y-...

—No, en serio —le interrumpió Izuku con sequedad—. ¿Qué pretendes viniendo? ¿Querías tener una última risa a costa de Mineta? ¿O es una especie de reto entre tú y Shigaraki? ¿Dónde está él?

—Yo ya no tengo nada que ver Shigaraki y su pandilla —replicó Katsuki acalorado, e Izuku sacudió la cabeza de lado a lado con escepticismo.

—¿Su pandilla? Más bien la tuya.

—Sabes bien que no es cierto y-...

—¿Deku? —Interrumpió Cara Redonda su intercambio de palabras tocando a Izuku por el brazo; a su alrededor, otros asistentes del funeral les miraban con curiosidad a la espera de que la pelea estallara—. Estamos siendo groseros.

—Cierto —se recobró Izuku en el acto, y con una exhalación permitió que el enojo ardiente que segundos atrás lo poseía abandonara su cuerpo.

Por unos instantes pudo reconocer Katsuki al Deku de siempre; sonriente y de ánimo ligero, listo para llamarlo por su apodo de la infancia en lugar de aquella estúpida formalidad del apellido. Ellos dos se conocían casi desde el nacimiento porque sus madres eran amigas de muchos años atrás, y jamás habían tenido necesidad de falsas modestias. Hasta ahora.

—Me disculpo por mi grosería —dijo Izuku al mirar a Katsuki directamente a los ojos—. Y si me permites...

Amagando dar una abrupta media vuelta y retirarse, Katsuki encontró intolerable la mera idea de que era así de fácil permitirle a Izuku entrar y salir de su vida. Sin planearlo, estiró la mano, y alcanzó a sujetar la muñeca de Izuku y apreciar el leve estremecimiento con el que volvió a establecerse entre ellos un contacto físico.

—No, por favor —musitó Izuku, los ojos entrecerrados y el labio inferior oculto bajo un gesto que era casi de dolor. Con un tirón, Izuku consiguió soltarse, y ayudado por la chica que le hacía compañía, emprendió la huida.

Aquella era la segunda vez, pero sólo Katsuki estaba al tanto de ello.

—¿Qué diablos fue eso? —Preguntó Kirishima, que se había mantenido al margen durante aquella interacción, pero que ahora no podía controlar el asombro de ver a su amigo actuar así por primera vez en los casi 3 años que tenía de conocerlo—. ¿Esos dos quiénes eran? ¿Son amigos tuyos?

—No conozco a la Cara Redonda —masculló Katsuki, la vista fija en sus espaldas mientras se alejaban hasta la esquina y desaparecían—, pero el otro es...

¿Qué, un amigo de infancia? Katsuki no se sentía con derecho de llamarlo así porque el término sólo aplicaba a un corto periodo de sus vidas durante el jardín de infancia. En primaria podía haberse considerado como tal, aunque no había derecho con la cantidad de moretones y raspones que Katsuki le había provocado. Y en secundaria su amistad había estado hecha trizas; Katsuki había sido más su atormentador que cualquier otra cosa, y durante los últimos meses de su tercer año... Bueno, nunca habían conseguido ponerse de acuerdo, y Katsuki había llegado desde mucho tiempo atrás a la conclusión de que ahí había radicado el punto de quiebre para Deku.

El punto de partida para volverse Izuku y darle la espalda como había hecho ahora y sin mediar ninguna clase de consecuencias.

—¿Y bien? —Presionó Kirishima, pero Katsuki sacudió la cabeza.

—Vámonos —pidió en cambio.

—¿Terminaste aquí?

—Eso creo.

—Bien, colega. Lo que tú prefieras —dijo Kirishima, pasándole un brazo por los hombros—. En marcha.

 

Después de separarse de Kirishima en la estación, Katsuki creyó que podría dar vuelta de página a aquel capítulo de su vida y seguir adelante.

Sin embargo, incluso después de la cena y de darse un baño no conseguía sacudirse de encima un horrible peso que le arrastraba con cada paso y hacía dificultoso acciones tan simples como levantar los hombros y mantener la cabeza en alto.

Su madre comentó durante su tiempo en la sala y viendo un programa semanal de comedia que tenía un aspecto espantoso, y Katsuki intentó apartarse de su mano cuando Mitsuki le tocó la frente y declaró sentirlo un poco caliente.

—No es nada.

—Podría ser fiebre —dijo Masaru, igual de preocupado que su esposa por su hijo, pero Katsuki chasqueó la lengua con impaciencia.

—Sólo estoy cansado.

—Entonces deberías acostarte temprano. Es época de resfriados, aunque un tonto como tú seguro que es casi inmune a los virus —dijo Mitsuki, y Katsuki guardó silencio porque no quería discutir.

Para bien o para mal, él y su madre eran demasiado parecidos en cuanto a la personalidad como para tener una relación exenta de roces. A Katsuki a ratos le sacaba de sus casillas la manera entrometida con la que su madre quería imponer orden sobre su vida, y que de paso tenía un sexto sentido que parecía informarle dónde clavar el dedo en la herida y provocar más dolor.

—Por cierto, recibimos una llamada de la escuela —cambió Mitsuki de tema, y sus facciones usualmente joviales se tornaron serias—. Yamada-sensei me contó lo de Minoru Mineta...

—No hay nada por contar que valga la pena —gruñó Katsuki—. Mineta era un inútil pervertido que-...

—¡Katsuki! —Le reprendió Masaru, doblando el periódico que leía antes y mostrándose escandalizado por la elección de palabras de su hijo.

—Pero es cierto —gruñó éste con inconformidad—. Puedes preguntarle a cualquiera. Mineta era la clase de chico que siempre intentaba espiar en los vestuarios de las chicas y escondía revistas porno en los libros durante la clase.

Mitsuki y Masaru intercambiaron una mirada.

—Sin embargo, no es justo hacer mención de eso dadas las trágicas circunstancias —dijo Mitsuki en un tono sosegado que para nada era lo que Katsuki esperaba de ella.

Katsuki podía lidiar con su madre cuando ella era ruidosa y abrasiva de la misma forma que lo era él, pero no cuando adoptaba un verdadero papel de madre y le hacía notar todas esas áreas suyas que tanto le incomodaban.

—Da igual, estoy harto de toda esta monserga —gruñó Katsuki al ponerse en pie, y con las manos en los bolsillos de sus pantalones deportivos subió las escaleras a su dormitorio en amplias y ruidosas zancadas.

—¡Katsuki!

—¡Tenemos que hablar, jovencito!

De nada sirvieron los gritos de sus padres, porque Katsuki azotó la puerta de su recámara, y dejándose caer de cara al colchón, intentó por todos los medios vaciar su mente y olvidar (sin éxito) aquella terrible semana que todavía no terminaba pero ya se contaba entre las peores de su vida.

Poco sabía él que lo verdaderamente peor todavía estaba por venir.

 

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Notas finales:

Y empezamos fuerte. Que Mineta es la víctima, pero no va a ser un mártir a ojos de nadie.
Es miércoles, así que el siguiente capítulo estará el viernes (con al menos 1 comentario en alguna de las páginas donde actualizo) o en exactamente 1 semana (si no es el caso). En cualquier caso, actualizaré :)
Graxie por leer~!


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