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EL AMOR EN TIEMPOS DE COVID por juda

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Tomás llegó corriendo al edificio, ni siquiera observó el ascensor, pasó como bala hacia las escaleras y subió de dos en dos los escalones. En minutos estuvo en el tercer piso e ingresó a su departamento con tanta velocidad que la puerta se estrelló contra la pared y la madre pegó un alarido.

-PERDÓN! -gritó mientras ingresaba a su habitación, se sacaba la corbata, se abría el primer botón de la camisa, peinaba un poco su cabello colorado y revoltoso, y ponía la mano a centímetros de la boca para tirar aliento. Estaba por escapar corriendo cuando se detuvo y volvió a repetir el acto: el aliento le hedía a cheetos de queso.

MIERDA!

Le había dicho a Raul que no comiera esa porquería delante de él porque se tentaba. Se pegó parchazos en los bolsillos del pantalón buscando un caramelo, un chicle, un chupetín, cianuro, lo que sea!!... pero nada. Miró la hora en el celular y luego corrió hacia la ventana: ÉL ESTABA DEL OTRO LADO DE LA AVENIDA INTENTANDO CRUZAR!

FUCK

Corrió al baño, agarró el dentífrico y se tiró un poco en la boca.

Su madre le decía algo sobre que no había pan y que tenía que comprarlo, que la basura no salía sola y que el cuarto bla bla bla bla.

-YA VUELVO MA! -chilló y salió disparando por las escaleras mientras hacía cara de asco cuando la lengua le comenzaba a arder ante el contacto prolongado con la pasta dental. Llegó a la planta baja, de reojo lo vio conversando con el conserje que limpiaba la vereda, escupió el dentífrico en una maceta, pasó como bólido hacia un rincón de la entrada al edificio y se escondió detrás de un sofá.

Se puso la mano en el pecho intentado calmarse. Inhalaba y exhalaba haciendo todo lo posible para que las pulsaciones se redujeran.

-Hasta luego -gritó el pelinegro e ingresó al edificio, se paró frente al ascensor y lo llamó.

Tomás rodeó el sofá con sigilo y se paró en la entrada del edificio en el momento justo en el que llegaba el ascensor y se abría la puerta.

-Iván!! -gritó Tomás, e Iván que había ingresado y estaba a punto de oprimir el cinco, lo vio y lo esperó sonriente.

-Tommy! pensé que hoy tampoco te vería!

Tomás sonrió y entró al ascensor, se acomodó su mochila negra al hombro mientras arrugaba un poco el entrecejo

Iván rió ante el gesto.

-Es que casi todos los días nos encontramos aquí y ayer no te vi.

"Oh! es que la vieja de inglés me tuvo hasta tarde dándome lata con lo de ser responsable"

-Oh! es que ayer me quedé haciendo horas extras en la oficina. Tenía problemas con una cuenta bancaria. ¿Cómo fue tu día? -preguntó con el corazón metido entre alguna costilla, casi le da un infarto cuando se dio cuenta de que su presencia no pasaba desapercibida para el pelinegro.

-Estresante. Con todas las noticias que llegan de Europa, la gente está entrando en pánico. En mi turno atendimos a 130 pacientes que aseguraban tener el virus y solo eran resfríos. Estoy cansado.

Iván era médico y esa semana le tocaba estar en el triaje del hospital evaluando la prioridad de atención de acuerdo a la urgencia del caso. Lo malo es que todos los pacientes llegaban aduciendo estar a un paso de la muerte, y lidiar con el malestar que les provocaba cuando no eran elegidos para ser asistidos en el momento... era doblemente estresante.

Tomás le vio el rostro pálido y se puso tenso porque estaba por dar un paso importante.

Iván se había mudado al edificio hacía un mes y medio. Cuando Tomás lo vio cruzar en la planta baja con sus valijas, decidió que se había enamorado perdidamente. Subió corriendo a su departamento y le mandó un whatsapp a Raul contándole la nueva.

Por supuesto que Raul se le cagó de risa, Tomás solía enamorarse de esa manera al menos una vez a la semana... pero el pelirrojo sentía que ésta vez era diferente.

-Se te nota cansado. Ya comiste?

-No. Y no creo que lo haga. Quiero llegar a casa, desnudarme y darme una ducha larga.

A Tomás se le cortó la respiración cuando el hombre habló del desnudo. ¿Sería una indirecta? Sonrió de costado porque no sabía que más hacer. Iván tenía 31 años (se lo había preguntado una vez que compartieron el ascensor) y para los 17 de Tomás, Iván era un hombre mayor, e intentaba comportarse de la misma manera.

-Tengo ramen en casa. Estaba por cocinar para mi, si quieres puedo llevarlo y cocinar en tu casa -le dijo rápido. Sin darse demasiado tiempo a pensar.

Iván volteó y lo miró, el ascensor se había abierto en el tercero y Tomás le sonrió esperando una respuesta.

El pelinegro le miró la camisa semi abierta y el pantalón gris.

-Tomy... cuantos años tienes? la verdad!

Tomás abrió un poco más de lo normal los ojos y el ritmo cardíaco le cambio, intentó que no se le notara.

-23.

-Tomy... no pareces de 23.

-Lo sé, la gente me lo dice siempre, pero no puedo hacer nada al respecto.

Iván arrugó el entrecejo mirándolo de nuevo.

Cuando lo conoció imaginó que tendría entre 19 y 20 años, 21 como mucho... pero no 23! No aparentaba 23. Se desenvolvía y hablaba como alguien grande... pero aparentaba ser mucho menor.

Un niño condenadamente hermoso, pero niño al fin.

El ascensor se cerró y siguió subiendo hasta el quinto, Tomas aun seguía adentro.

Iván bajó el rostro y se miró las zapatillas.

-La semana pasada te vi en la panadería de la esquina.

-Si?

-Si. Estabas con una señora mayor que te besuqueaba los mofletes.

Tomas supo que si no se moría durante los diez segundos siguientes, tal vez no lo haría nunca. Inhaló, exhaló.

-Te hubieses acercado. Era mi madre. Vivo con ella. Ya sé! dirás que soy grande para vivir con mis padres, pero es que aun no me he independizado del todo económicamente. Lo poco que hago en esa oficina va para los gastos de la comida. -estaba repitiendo casi todo lo que escuchaba decir a su padre en el almuerzo.

Iván volvió a mirarlo entero.

La puerta del ascensor se abrió en el quinto.

Iván salió pero Tomás no. El pelinegro volteó cuando no lo vio a su lado y al encontrarlo en el rincón del ascensor... sonrió.

-Ok. Comamos ramen juntos.

-Te veo en unos minutos, iré a buscarlo a mi casa -le contestó con una sonrisa amplia que a Jungkook le voló la tapa de los sesos.

Bajó del ascensor en el tercero intentando mantener la calma, sacó el celular y le envió un audio a su amigo.

"Si mi ma te habla, estoy en tu casa comiendo contigo."

Entró a su departamento con sigilo, cerró la puerta despacio prestando atención a los ruidos: escuchaba a su madre acomodar algo en el comedor así que pasó raudo hacia la cocina, abrió la alacena, robó dos bolsas de ramen y estaba por salir cuando escuchó los pasos de su madre.

Miró hacia todos lados, hizo un paso hacia la izquierda, luego a la derecha sin saber por donde escapar y en un acto suicida, metió la panza, se abrió la cintura del pantalón del lado trasero y se metió los fideos. Haciendo esfuerzo, los puso uno en cada cachete.

Cuando su madre entró a la cocina Tomas estaba como estatua parado en el centro.

Ella también quedó inmóvil y lo miró con el ceño arrugado.

-No te escuché entrar.

-Acabo de hacerlo.

-A donde te fuiste?

-A entregarle una tarea a Raul. Me espera a bajo.

-No se la diste?

-Es que es mucha tarea y decidimos hacerla después de comer.

-Oh! -dijo la mujer sonriente mientras se dirigía a la olla que hervía -ok, pondré más verduras. No lo dejes esperando afuera, hace frío, que entre.

-No mamá. Iré a comer a su casa.

-Tomy no me compraste el pan! -recriminó la mujer girando hacia el muchachito que aun seguía duro como la estatua más cute.

-Má! El Raul se va a congelar abajo, me está esperando!! Si se le congelan los cachetes después se puede morir de neumonía porque el 90% de su cuerpo es cachete.

Ella largó una risita aguda y se tapó la boca en el acto.

-TOMY! -lo regañó intentado no seguir riendo.

Tomas elevó el labio superior en una sonrisa amplia y ella negó feliz: tenía el hijo más hermoso del mundo mundial.

-Está bien, ve. Pero abrígate y no regreses tarde.

-OK MA! GRACIAS -chilló feliz, saliendo de la cocina dando saltitos, retrocediendo de esa manera sin darle la espalda en ningún momento y ella largó una carcajada porque su hijo se estaba haciendo el payaso.

Cuando estuvo en la sala tomó el abrigo que había dejado en un sofá, se lo puso y recién ahí sacó los fideos del culo.

Subió corriendo al quinto, llegó al departamento de Ivan, tocó el timbre y escuchó la voz de ese hombre que lo dejaba en saturno cada vez que se le aparecía. No dejaba de pensarlo, no dejaba de soñarlo, no dejaba de pajearse imaginándolo en escenas donde el hombre le hacía bailes eróticos solo para él!!!

-PASA TOMY!

Abrió la puerta y los paquetes le temblaron un poco en la mano: Ivan estaba ingresando el baño.

-Puse a calentar agua para los fideos, necesitarás ayuda?

-Pfffff. Es fideo, quien no sabe hacerlos? -le respondió intentando mirarlo a los ojos, la cara dura, el pecho pétreo. Si alguien lo golpeaba con un martillito, Tomas habría sonado a hueco.

El pelinegro sonrió y el niño le miró las arruguitas a los costados de los ojos.

-Ok tomy... gracias.

Giró y entró al baño.

El pelirrojo escuchó la ducha y luego la voz del hombre que cantaba.

Le costó unos buenos minutos poder dar un paso adelante.

De ver todos los días a su vecino con la ropa informal o el guadapolvo blanco de médico, había pasado a verlo en slip... y era un slip pequeño.

Cuando reaccionó se llevó la mano al pecho y se tocó su lado izquierdo para constatar que el corazón aun le latía.

-Santa madre de dios -gimió y caminó endurecido para preparar el almuerzo.


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