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Indigno por Herr

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Notas del fanfic:

No tengo idea de cómo funciona ese mundo de ángeles y demonios, así que sólo lo escribí sin mucho contexto. Cuidado con eso.

Notas del capitulo:

 

Todos los derechos reservados a sus respectivos autores.

Había escuchado de ese ser, no sólo en el infierno, donde se le veía como un mensajero difícil de manipular, pero fácil de enfurecer. También escuchó de él en el cielo, cuando a sus ojos era su ejemplo a seguir, su inspiración a obtener algo similar, porque él estaba muchos rangos abajo y no tenía ninguna relevancia. Lo admiró secretamente, aunque casi todos lo admiraban por su comportamiento intachable, pero sabía que su admiración era la mayor de todas. Por eso tenerlo ahora enfrente le creaba un dilema.


 


Lo estaba apuntando con su flecha y el ser más hermoso a sus ojos, sólo mantenía el brazo en posición para atacarlo, sabía que no podía lastimarlo, pues fácilmente podía cortar la flecha que le lanzaría. Pero el detalle estaba en que no quería lastimarlo. Si una de las flechas daba en el blanco, toda la pureza que había en el ángel sería consumida por el veneno que su arma inyectaba. No quería corromperlo, deseaba seguir espiándolo cada que se enteraba que hacía presencia en la tierra. No podía poner un sólo dedo en ese ser divino, no en el ser que amaba.


 


No entendía cómo es que no le había cortado la cabeza ya, ni porque sólo estaba ahí observándolo. Era inferior a él, inclusive podría devolverle el ataque y técnicamente moriría a mano propia. Pero no, sólo lo tenía enfrente sin hacerle daño. De ser un mortal seguro estaría excitado, pues se sentía tan intimidado por tenerlo cerca, que sólo afirmaba la dominación que ese bello ser impondría sobre su miserable cuerpo.


 


Cuando notó que el azabache se movió, relajando la postura, la mano que sostenía el arco le tembló. Lo vio cerrar los ojos y negar levemente con la cabeza, tuvo que morderse el labio para evitar que este igual temblara.


 


—No siento alguna intención asesina de tu parte —la voz profunda con la que le habló, sólo le hizo sentir un tirón en su zona baja, aunque no hubiera órgano alguno. —¿Qué haces siguiéndome, si no es para asesinarme? —. La mirada seria que le dedicó sólo confirmó lo perfecto que era.


 


Relajó el brazo y tiró el arco lejos, al igual que la flecha con la que se atrevió a apuntarle. El Cid muy extrañado por la acción, volvió a ponerse en guardia.


 


 —¡Habla ya, bestia! —. El desprecio en su voz era palpable.


 


—Acaba con mi vida, he tenido el descaro de apuntar al ser divido que el creador mandó para cuidar de los humanos —se tiró de rodillas al suelo húmedo del claro del bosque donde se encontraban. Sabía que ese sitio había sido elegido por el ángel para evitar que algún humano los viera. —Ruego ser castigado por interrumpir su trabajo y apartarlo del camino que le han indicado. Por favor, este ser profano suplica que sea usted quien lo ejecute —pegó la frente al piso y de estar justo frente a él, seguro lamería los perfectos pies que seguro tenía.


 


Alzó la mirada y sólo se encontró con una mirada de asco, de desprecio, una mirada que no podía soportar. Por ello, lágrimas empezaron a salir de los ojos del demonio que se humillaba frente al ángel, frente al amor que había estado ocultando por milenios. No podía continuar viviendo al saber que lo consideraba igual que a los demás que se rebelaron contra el creador, porque él había hecho todo eso para que se le diera mayor reconocimiento a ese ser intachable, que su rango aumentara y fuera respetado por todos.


 


—¡Mátame! ¡Quítame este sufrimiento! —intentó ponerse de pie, pero sus piernas temblorosas sólo lo hicieron caer de cara. —No soporto este castigo, no quiero seguir viviendo sabiendo que usted me ha mirado como a los demás —golpeó la tierra con desesperación.


 


—Tu sentencia ha sido dictada y en el segundo regreso serás juzgado. Nadie más tiene el derecho de hacerlo —. Y lo vio irse, dejándolo con un dolor terrible, uno que no sintió ni cuando lo arrojaron a la tierra y lo llamaron demonio.


 


Rápidamente buscó la flecha, notó sus manos llenas de tierra, pero poco le importó, porque él era un ser sucio que no merecía seguir viviendo. Al encontrar su arco rápidamente invocó una flecha nueva con la que intentó tomar su vida, pero lo único que logró fue hacer una herida que no cerraría nunca. Sólo le recordaría y provocaría el dolor una y otra vez.

Notas finales:

Gracias por leer, espero que haya sido de tu agrado y fácil de leer. Cualquier queja, comentario o sugerencia, es muy bienvenido. ¡Gracias!


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