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CUMPLIR EL CONTRATO (AkaFuri) por ReinaAmazona

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Furihata apretó sus manos juntas con fuerza y miró nuevamente hacia la entrada del café. Sentía como si el mundo entero de repente estuviera al revés. Kuroko había fijado la hora y el lugar de encuentro desde la semana pasada, pero tal vez no había suficiente tiempo para que Furihata pudiera calmar sus nervios. 
 
Esa mañana había llegado una hora antes de lo acordado y claramente los nervios lo estaban devorando. Después de todo, el encuentro de hoy era muy importante e iba a marcar el inicio de una nueva etapa en su vida. Había soñando con esto desde hace ya un tiempo y solo eso ya lo tenía al borde de un ataque epiléptico. Aunque la cosa era que también había otra razón para su deplorable estado. Una razón que hacía que esto fuera aún más cárdiaco de lo que ya era. 
 
Ahí, en ese mismo lugar y en ese mismo día, Furihata iba a hablar cara a cara ni más ni menos que con el mismísimo Akashi Seijuro. Sí, el mismisísimo, el emperador psicótico, ex capitán de la generación milagrosa y su terror absoluto en los días de instituto. 
 
Lo que era ¡absolutamente una locura!
 
A pesar de que ellos tenían amigos en común, asistieron a las reuniones que organizaban los miembros del equipo y llegaron a hablar fuera de la cancha un par de veces, realmente ellos no eran amigos. Tal vez apenas conocidos. De hecho el nombre de Akashi aún le paraba el corazón cada vez que lo escuchaba salir de los labios de Kuroko, y no precisamente porque fuera agradable.
 
El fantasma y la generación milagrosa, contando también a Kagami, aún eran muy cercanos en estos tiempos. Todavía tenían partidos amistosos y Furihata envidiaba un poco ese lazo de amistad que compartían ya que él había perdido el contacto con los miembros del club de Seirin casi por completo. Sin embargo, todos ellos aún se reunían a pesar de que algunos tenían que viajar mucho al extranjero por sus trabajos y no se veían durante meses. Uno de los que viajaban mucho era Akashi. 
 
Con lo hablador que se había vuelto Kuroko en los últimos años, Furihata se enteró que apenas terminando la universidad el capitán de la generación milagrosa tuvo que ocupar el lugar de su padre en la empresa de los Akashi, convirtiéndose así en la cabeza de su familia. Tenían mucha influencia a nivel global y Akashi se hacía cargo de la administración de cada una de las sucursales que tenían alrededor del mundo. Él solito y sin ayuda de nadie. Por lo que no solía darse mucho tiempo libre. Aunque hace una semana había regresado de América para quedarse durante un mes o dos en Japón. Sin duda era oportunidad perfecta para llevar a cabo este disparate. 
 
Furihata no era una persona ambiciosa en realidad. Sus padres querían que asistiera a la universidad y le pagaron dos años de carrera para convertirse en todo un contador profesional, pero Furihata se dio cuenta muy tarde de que ese no era el trabajo de sus sueños y lo dejó. Se sintió muy mal por sus padres pero ellos aceptaron su decisión y le dieron su apoyo hasta que finalmente encontró un trabajo y un hogar con Kuroko. 
 
Su amigo había sacado un titulo como educador y se convirtió en maestro. Ahora ambos trabajaban en un kínder, vivían juntos y Kuroko perseguía su sueño como un escritor independiente. Con su sueldo podía ayudar un poco a sus padres sin quedar en la ruina total, puesto que la pequeña institución no era precisamente para niños comunes. Aparte Kuroko le pagaba también por hacer la corrección y limpieza de sus escritos. Ambos habían logrado que funcionara así y todo iba de maravilla. Claro, hasta que Furihata comenzó a sentir un vacio en su vida. 
 
Kuroko pensó que él se refería a que se sentía muy solo emocionalmente y que quizá necesitaba buscar una pareja y casarse. Pero no, eso absolutamente no iba suceder ni en un millón de años. Los planes de Furihata se enfocaban en una meta más complicada e impredecible.
 
La campanilla del café tintineó asustándolo, casi sacándolo de su propia piel. Y, efectivamente, su única esperanza de llenar aquel vacío emocional que sentía acababa de cruzar la puerta.
 
Akashi Seijuro entró como el hombre seguro que siempre había sido, solo que ahora ya no se veía como un elegante estudiante prodigio, sino como todo un hombre maduro de negocios, con suficiente poder monetario para comprar éste y cientos de lugares como este si quisiera. Él parecía un poco más alto y más fornido de lo que recordaba, su mirada era más intensa también y su piel más pálida. Literalmente era el mismo Akashi pero mejorado, algo así como la versión actualizada y Furihata apenas podía creerlo.
 
Una mesera casi derramó el café caliente sobre los clientes y lo mismo pasó con otras mujeres y hombres que al instante ignoraron a sus citas solo para obtener una mirada del impresionante hombre. El recepcionista fue el único que actuó profesionalmente a pesar de que también se le caía la baba solo con verlo. 
 
Es que era simplemente impresionante.
 
Akashi y el hombre intercambiaron un par de palabras y luego el recepcionista señaló en su dirección. Furihata trató de actuar normal, lo más natural posible, pero sus nervios lo traicionaron horriblemente y comenzó a temblar cuando Akashi fue a mirarlo desde la distancia. El castaño se maldijo a sí mismo una y mil veces en ese instante. 
 
Akashi iba a pensar que parecía tan patético como en sus épocas de Instituto, y no es que fuera una mentira, pero Dios, era tan humillante. Comparado con Akashi, Furihata no había cambiado absolutamente nada en todos esos años de distanciamiento, excepto porque su cabello ahora era un poco más largo y su vida pasó de patética a súper patética. Akashi por el contrario siempre había destacado y él solo era nada. 
 
Oh demonios, ¿en qué había estado pensado cuando le pidió a Kuroko que citara a Akashi en este lugar? ¿Estaba loco? Él tenía que salir de aquí pronto.
 
—Kouki. 
 
¡Demasiado tarde! 
 
Furihata sufrió un sobresalto. Akashi de alguna manera se había teletransportado hasta la mesa y ya estaba parado junto a él. El ex capitán de la generación milagrosa lo miró desde arriba con un cierto grado de curiosidad, pero su expresión no dejaba nada qué decir al respecto. ¿Pensaba que era un tonto? Furihata seguro que sentía como uno y no dudaba que Akashi pensara igual.
 
—Ha pasado mucho tiempo —Akashi agregó de forma educada mientras tomaba asiento.
 
Furihata apenas pudo asentir como todo un tonto. Seguía petrificado. Genial, sigue así idiota. Furihata solo quería morir ahí mismo.
 
—Veo que sigues siendo tan tímido como antes. Para ser honesto estoy sorprendido de que me hayas citado, aunque fue Kuroko quien se puso en contacto conmigo.
 
No se estaba burlando pero la observación fue una patada directo en el estómago para Furihata. Ni siquiera era capaz de acordar una miserable reunión. Tan patético. 
 
Ambos estaban sentados uno frente al otro y ninguno dijo absolutamente nada. Pasaron dos largos e incómodos minutos y todavía nada. Akashi no parecía preocupado pero Furihata sabía que él debía tomar la iniciativa en esto. Él había sido quien armó todo este circo en primer lugar, pero su boca simplemente se negó a decir cualquier cosa. Furihata sólo estaba ahí sentado rígidamente en su silla mirando cualquier cosa menos a Akashi, y sintiéndose como el ser humano más patético del mundo. 
 
Akashi, como antes, no parecía ni siquiera un poco incómodo con la atmosfera. De dedicó a mirar la carta tranquilamente y pidió un café negro sin azúcar y un trozo de pastel de fresas para acompañarlo. Furihata solo pidió un vaso con agua y solo porque la camarera se lo ofreció cortésmente.
 
—¿No pediras nada para comer? —preguntó Akashi serenamente
 
—A-Así estoy bien —Respondió con agonía. 
 
¿Akashi estaba ciego? Este encuentro estaba resultando ser un verdadero desastre y si intentaba comer algo seguro iba vomitar. Prefiero guardar la poca dignidad que aún me queda, gracias. Pensó.
 
Akashi se le quedó mirando fijamente durante unos segundos hasta que finalmente asintió y se encogió de hombros. Con un suspiro habló.
 
—Cuándo le pregunté a  Tetsuya el motivo de la cita me dijo que tenías algo muy importante qué decirme. Para ser sincero no puedo imaginarme de qué se trata.
 
Furihata asintió de forma tensa.
 
—So-Sobre eso... Es que, yo… 
 
¡Estoy completamente arrepentido por haberte citado hoy, fue un error! Perdóname y finjamos que nunca pasó. Comamos pastel. 
 
¡Furihata no podía decir eso! Akashi se había tomado la molestia de venir a ver qué es lo que quería, incluso aunque fingía no saber que seguro se trataba de una tontería. Furihata no podía decirle que simplemente estaba arrepentido por hacerle perder su tiempo y que se fuera. Pero tampoco tenía el valor para seguir adelante con el plan y hablar con él claramente. Furihata cerró los ojos con fuerza, tratando de evitar la inevitable realidad.
 
Tonto, tonto, tonto.
 
—Realmente Kouki, no sé cómo podría serte de ayuda.
 
¿El tipo estaba de broma o solo quería ser sarcástico? Se ahogaba en dinero e influencias por todo el mundo. Si quisiera, Akashi Seijuro podría acabar con la pobreza de un país entero. Pero eso no era de lo que había venido a hablar con él, y tampoco era de la importancia de Furihata lo que el hombre hiciera o no con su fortuna. Él no había ido a pedirle dinero, un trabajo o a estafarlo. Lo que había ido a discutir con él era algo que tal vez podría no significar nada para Akashi pero para Furihata representaba el mundo entero, y era mucho más valioso que todas esas cosas materiales. 
 
Furihata apretó con fuerza las manos y trató de concentrarse en su más grande deseo. Tal vez así encontraría el valor para hablar. 
 
—Quiero un bebé.
 
—¿Quieres un bebé?
 
Furihata se cubrió la boca de golpe, pero ya era demasiado tarde. Lo había dicho en voz alta, lo suficientemente claro y ya no había vuelta atrás. Akashi vaciló ligeramente en su postura imperturbable. Parecía desconcertado y sorprendido, incluso incómodo. Toda una hazaña sin duda. 
 
Se aclaró la garganta.
 
—Ya veo —dijo simplemente.
 
—¡No-No es lo que piensas! —intentó aclarar rápidamente. 
 
Ya no podía volver atrás. Furihata sabía que ya no podía evitar que esas palabras salieran de su boca, ahora lo único que tenía qué hacer era aclararlo todo para que esto no terminara en un horrible malentendido. No es que no lo fuera ya. Akashi evidentemente ya estaba malinterpretando sus palabras y tenía una idea completamente equivocada del asunto. Se tragó el nudo que tenía en la garganta y continuó.
 
—Lo que yo quise decir en realidad es que quiero tener una familia.
 
—¿Y querías contármelo? 
 
Sus palabras no fueron crueles o duras, había auténtica duda y confusión en su voz, pero se sintieron como un golpe real y Furihata lo resintió en lo profundo de su alma. Tal vez esto había sido un error.
 
—No realmente —respondió con desilusión—. Solo creí que podrías ayudarme.
 
Akashi no dijo nada por unos segundos. Se recargó en su silla y observó a Furihata detenidamente. Ni siquiera cuando la camarera trajo sus órdenes y casi le restregó descaradamente sus pechos en la cara apartó la mirada. Furihata solo se sintió peor a cada segundo.
 
—No estoy interesado en tener una pareja o una familia en este momento —respondió Akashi después de tomar su taza de café y darle un buen trago amargo—. Tampoco estoy interesado en mantener cualquier tipo de relación con otro hombre.
 
—Kuroko me lo advirtió desde el principio. Pero no es lo que estan pensando ustedes, Akashi-san. Eso no podría estar menos alejado de la verdad.
 
Kuroko había malinterpretado pero después de escuchar detalladamente su plan entendió que tampoco estaba buscando una relación ni compromisos complicados. Furihata no quería algo tan complicado. Lo que él quería no incluía nada de eso.
 
—No estoy pidiéndote que seas mi pareja ni que tengas una familia conmigo —aclaró lo más firmemente posible.
 
Akashi frunció el ceño.
 
—¿De qué se trata entonces?
 
Su garganta se sentía seca como un desierto al intentar hablar. Tomó el vaso de agua y de un solo trago lo terminó. Fue refrescante y lo ayudó un poco a recuperar el valor que iba a necesitar para desnudar su vergonzosa vida a Akashi. No quería, pero era necesario.
 
—La cosa es... —Rió incómodo y sin poder mirarlo a la cara—. Yo no soy lo que alguien llamaría un amante excepcional —Comentó con vergüenza—. A mis veintiséis años todavía soy virgen, y antes de que diga algo quiero aclarar que ha sido mi voluntad que sea así. 
 
—No creo haber conocido a nadie que hubiera decidido eso por voluntad propia antes. Aunque no lo critico. Es tu decisión y tu cuerpo. Yo respeto eso.
 
—Gracias. No me siento orgulloso ni nada pero espero quedarme así hasta la muerte. Sin embargo, como ya sabrá, no estoy haciéndome más joven y soy hijo único. Mis padres anhelan un nieto y yo a alguien a quién dedicarle el esfuerzo de mi vida. Todo en mi vida es aburrido y patético, buscar una pareja y casarme no es una opción. Pero deseo que todo lo que pueda lograr, por pequeño que sea, pueda ayudar a hacer a alguien feliz y estoy seguro de que un bebé podría traerme esperanza también.
 
—¿Por qué quieres permanecer virgen hasta la muerte?
 
Furihata abrió la boca para responder y luego la cerró otra vez. No sabía qué responder. Él estaba preparado para ser cuestionado por Akashi en todo, menos en eso. La pregunta lo tomó con la guardia baja. Hasta ahora nadie nadie había tenido interés en su inexistente vida sexual, a parte de su madre, y no estaba seguro si quería hablar sobre ello con Akashi. PERO tampoco era un secreto nacional ni planeaba llevárselo a la tumba, asi que decidió ser sincero. Kuroko siempre decía que Akashi odiaba las mentiras y si quería recibir su ayuda ese sería un buen primer paso para conseguir su confianza. Tomó una profunda respiración y soltó todo.
 
—Siendo totalmente honesto, creo que buscar una pareja es molesto y complicado... y da algo de miedo —confesó con vacilación.
 
—¿Por qué no buscar relaciones superficiales? —sugirió Akashi, casual—. Ya sabes, solo para calentar tu cama y satisfacer tus necesidades sexuales. 
 
Akashi dejó a un lado el pastel y el café y puso los codos sobre la mesa y juntó las manos para mirar a Furihata con una curiosidad absoluta. Él no estaba muy cómodo con la atención o las preguntas pero siguió hablando. 
 
—Como dije, no soy un amante excepcional y mi etiqueta de virgen no ayuda mucho para atraer amantes —Furihata miró fijamente la mesa, avergonzado de su baja autoestima, pero también resignado a que no podía hacer nada para deshacerse de ella—. La verdad es que no tengo confianza en mí mismo y prefiero ahorrarme la vergüenza de ser rechazado.
 
Triste pero era la verdad. Furihata no confiaba en su apariencia en absoluto y sus terribles habilidades de coqueteo estaban fuera de discusión. Cuando se trataba de amor Furihata era una torpe tortuga bebé tratando de llegar al mar. Simplemente no era su destino. Suspiró. 
 
—Es por eso que quiero y prefiero tener un bebé sin compromisos. No quiero tener nada qué ver con nadie en ese aspecto.
 
Akashi ladeó la cabeza y se inclinó sobre la mesa para ver algo en las piernas de Furihata. Furihata no sabía qué, ahí no había nada. Regresó a su lugar pareciendo pensativo. 
 
—Te hiciste la cirugía ¿cierto?
 
Eso era obvio, de lo contrario Furihata no estaría hablando con Akashi en este momento sino con una mujer. Él ya tenía todo planeado desde antes que se le ocurriera la idea de pedir su ayuda. Fue complicado y costoso, pero Furihata se realizó la cirugía para tener un útero funcional y quedar embarazado desde hace un año. 
 
El método había sido la novedad por años y todos hablaban de los grandioso resultados. Por supuesto, el proceso había sido doloroso y angustiante, además de muy costoso, pero gracias a todos esos sacrificios ahora ya estaba preparado para traer vida al mundo. Solo hacía falta convencer al que donaría la otra mitad de los genes a su bebé y estaría todo listo.
 
—Pensé que las clínicas ofrecían servicios de calidad en los bancos de esperma.
 
—Oh, lo hacen, pero yo no quise aceptar la oferta y el descuento que venían con la cirugía —Era vergonzoso admitir que la clínica ofrecía ofertas especiales y descuentos con los tratamientos, pero asi funcionaba esto y no había más qué decir—. No quiero tener el hijo de un desconocido. Si hubiera escogido alguien de la lista, la clínica no me habría proporcionado ninguna información personal del donante, solo algunos de sus rasgos fisicos como color de piel y ojos. No sabría nada de esa persona y no quiero que mi hijo herede la voluntad de un hombre que ni siquiera conozco.
 
Podía sonar como una completa tontería pero era una preocupación real para Furihata, y no quería correr ningún riesgo.
 
—Y tú quieres que yo sea el donante para la fase final del tratamiento.
 
Akashi no sonaba molesto, eso ya era algo, pero su rostro tampoco mostró ninguna emoción en absoluto.
 
—S-Sí —respondió. 
 
No había ninguna razón para mentir o balbucear a estas alturas. Solo quedaba la pura y única verdad. 
 
—¿Por qué yo? —Cuestionó Akashi. Lucía verdaderamente interesado en ese detalle— En mi opinión da igual quién sea el donante. Todas las personas son únicas en el mundo y no porque sus padres sean buenos o malos el bebé debe serlo también. Cada quién escoge su camino, los padres solo les muestran a sus hijos lo que es bueno y lo que es malo y ellos mismos toman su decisión.
 
Eso era cierto, pero no era tan simple como pensar así. En este mundo no solo bastaba eso. Al menos así lo  había experimentado Furihata y sabía que era verdad
 
—Creo que eres una persona increíble Akashi-san —Furihata reunió su mirada con la de Akashi y no la apartó. El hombre tenía que ver lo serio que estaba siendo con esta discusión—. Sé, y creo, que si tú eres el donante mi hijo tendrá por lo menos una oportunidad —Él no tendrá que pasar por todo lo que yo tuve que pasar. Agregó para sí mismo.
 
Akashi no dijo nada al respecto, miró a Furihata como tratando de encontrar la mentira detrás de lo que decía, pero no iba a encontrar tal cosa porque él estaba diciendo la verdad.
 
—¿No pensaste en nadie más?
 
Furihata abrió la boca para responder y rápidamente la cerró, frunciendo el ceño. Vaya, es cierto. Cuando la idea de buscar un donante de esperma se le vino a la cabeza la única persona en la que pensó y en la que se mantuvo pensando hasta ahora fue siempre Akashi. Furihata se dio cuenta de repente de que no tenía un plan B de respaldo. 
 
—Fuiste mi primera opción —Respondió. Y la única.
 
Furihata palidecio. Dios, ni siquiera había pensado en lo que haría si Akashi no aceptaba. Akashi no preguntó más, solo se quedó ahí sentado mirando a Furihata como si nada. Su mirada pesada y calculadora. Casi podía ver las ideas saltando en su cabeza y se preguntó si pensaba que era un completo tonto o un loco de remate por creer que él aceptaría semejante cosa.
 
Supuso que sería una reacción natural ya que, en efecto, no es algo que alguien estuviera listo para escuchar durante la cena. El mismo Furihata también tendría dudas si estuviera en los zapatos de Akashi. ¿Cómo pude creer que sería diferente? No quería aceptarlo, pero tristemente el rechazo y un plan B parecían inminentes.
 
—Bien.
 
—¿Qué? —Furihata parpadeó confundido. 
 
—Dije que está bien. Seré tu donante. 
 
Oh. Él realmente aceptó. Furihata no podía manejar el shock que lo golpeó y se quedó de piedra. ¡Akashi aceptó! 
 
—Pero será bajo mis condiciones —dijo Akashi rápidamente—. Tendremos que ver a mi abogado primero y firmar un contrato. Quiero discutir los aspectos legales que estoy y no estoy dispuesto a aceptar de esto y también quiero dejar claro que te cederé todos los derechos sobre el bebé, tanto en palabra como en papel, y que nadie debe enterarse de que yo soy el padre donante. ¿Es aceptable para ti Kouki?
 
Furihata asintió lentamente, su cabeza aún estaba procesando todo.
 
—Kuroko lo sabe —Dijo en automático, recordando que el pequeño fantasma fue quien los ayudó a reunirse en primer lugar.
 
Akashi asintió.
 
—No creo que sea un problema. Hablarémos con Kuroko y le pedirémos que no diga nada. 
 
—Bien, está bien. Perfecto.
 
—Entonces tenemos un acuerdo —Akashi dejó un par de billetes sobre la mesa y se puso de pie—. Mi abogado irá a tu casa para discutir los diferentes aspectos del contrato y fijaremos una fecha para ir a la clínica juntos. Espera mi llamada y a mi chofer para recogerte en una semana.
 
 
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