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Sorpresa (Drarry fanfic) por LalaDigon

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Notas del capitulo:

ligero Drapple

Por definición, casi podría decirse que Draco odia las sorpresas. Las odia, punto. No hay vueltas y está seguro que no hay forma de que una "sorpresa" sea positiva, no a la larga. Puede parecerlo, puede hacerte creer que lo será pero nunca vio que al final todo termine en algo bueno. Al menos no para él. 

La vida se encargó con creces de demostrarle que era una mierda caprichosa y que lo detestaba. A veces suponía que si la "suerte" existía, venía en cada quien por un limitado cupo de tiempo y la de Draco se agotó al cumplir los once. 

Potter era el ejemplo perfecto de que él tenía la razón y estaba bien con eso. Básicamente, Draco estaba bien con cualquier cosa que le diera la razón, asi esto implicara cosas malas para él. 

Entonces, ahí estaba, esa maldita dándole la patada en la cara. Porque el sabía que no era bueno en muchas cosas, pero era bueno escondiendo las importantes. Draco casi tenía hecho un arte. No por nada el mundo podía señalarlo como némesis de Potter y el mismísimo Voldemort no notó la verdad que se escondía en el fondo de su mente.

Pero claro que Draco y su incompatibilidad con la buena suerte hacían que del único par de ojos que no podía esconderse fueran los de ese bueno para nada. ¿Ven? Un tipo sin nada, nada de suerte. 

Sin embargo, Draco quiere creer que hay algo más. No puede ser solo mala suerte que Potter lo pillara en su curioso, nada reprochable y mundano placer gastronómico. Después de todo, ¿no tenían todos una comida favorita? Sí, Draco empuja levente ese nivel, sí, a Draco quizá le gusta a él un poco más que al promedio. Pero sin dudas cualquiera que necesitara un café para arrancar el día era su equivalente en cafeína o el que después de cada comida, ocupaba comer un dulce. Draco no tenía mayores aficiones, pero que Potter lo atrapara, que Potter lo viera y pudiera haberlo notado, no podía ser solo cosa de la suerte. 

Es que Draco no podía decir así como así que aquello era una casual sorpresa que le deparaba su destino, o un golpe de buena suerte para Potter. No, porque a él esas cosas le jodían, siempre se le venían en contra y aprendió a que no le gustará en lo absoluto que lo sorprendieran de esa forma tan extraña. 

Nada. 

Claro qué, siendo realmente honestos, la mirada de Potter sobre él mientras recorre con los labios la suave y carnosa superficie, bastan para que él dude un poco. Pero se mantiene firme, siente que doblegarse con tal facilidad sería estúpido. Más la sorpresa lo retiene bajo su yugo y Draco solo puede retorcerse, protestar y pelear en vano contra aquel contra aquel ataque (porque eso es lo que es) repentino y salido de ninguna parte. 

¡Él —repasando a la carrera sus actos de la última semana— no había hecho nada! Ni había actuado de forma anormal. Él solo continuaba la cíclica monotonía de su vida, yendo dónde se le decía y estudiando para las asignaturas que debía estudiar. Trataba bien, respondía bien y en el gran comedor comía de forma normal. 

No fue evidente, no se expuso a ojos de nadie o él sabía sería motivo para humillaciones diarias. Pero ese cuatro ojos lo vio, se dio cuenta. Quien sabe cómo, pero lo hizo. ¿Se habrá sorprendido? Asco sin dudas no le dio, caso contrario, no estarían en esas juntos. 

Había peores, él sabía. Gente que tenía morbosos gusto por quemar al otro, no iba él a soportar muchas vueltas por un gusto pequeño y simple.

La mirada verde se funde en él, en su cuerpo, en la forma que sus ojos desorbitados no se despegan de la boca que a pocos centímetros se abre y se cierra sobre la fruta.  

Draco se estremece, la corbata del infeliz sobre su regazo jala más fuerte de sus manos y gime sin control. La sonrisa arrogante aflora en el rostro rival aflora y Draco lo insultaría si pudiera.

—¿Qué Malfoy, nervioso? —pregunta viéndolo fijo, limpiando burdamente el líquido que se escurría por su barbilla con el dorso de la mano. 

Se traga su segundo insulto, sin llegar a responder. Potter coge otro pedazo de esa manzana que tal parsimoniosamente corto en el gran comedor, con esa puta y maldita mirada verde sobre él. Abusando completamente de la fachada que tenían montada de: La guerra terminó, ya no somos enemigos. 

Potter le atacó por sorpresa en el comedor, cogiendo esa maldita y jugosa manzana verde que el muy cabrón acarició como si intentará determinar si estaba en su punto antes de darle un brusco corte que la partió a la mitad y a él lo hizo saltar. 

Bueno no era necesariamente una fachada, ellos realmente así empezaron, o lo intentaron y un pequeño encuentro sin querer se convirtió en una serie de pullas y de algún modo se empezaron a sentir cómodos el uno con el otro. 

Tampoco parecía quedarles más remedio, entre ellos eran los únicos que no se la pasaban el día fastidiandose. Increíblemente. Ni Draco quería o le interesaba un autógrafo, ni Potter buscaba con la mirada curiosa e insoportablemente juzgadora su marca. 

No, Draco sólo recordaba estar burlándose uno al otro, distendidos en las gradas del solitario campo de Quidditch y de alguna forma sus burlas se volvieron más hirientes, más punzantes, más cizañosas. Para cuando Draco supo que se había excedido, ya se burlaba de Potter por ser un virgen mojigato. 

Si bueno, duros momentos. Las palabras —como siempre— dieron paso a empujones, los empujones a intentos de golpes y de alguna forma que ninguno de los dos quiso refrescarle al otro —Draco al menos con miedo atroz de reconocer que él dio el paso y seguro que Potter igual de asustado que él— terminaron besándose. 

Ahora, que si eso fue: Ten un beso para que se te quite lo amargo y veas como se siente, o un Ven que te voy a demostrar que sí se hacerlo; ni él ni Potter apostaban a favor o en contra de ellos. 

Se sentía tan putamente bien hacerlo, que no le terminó importando si él fue el idiotao si Potter el inconsciente. La sorpresa de aquel extraño y beneficioso acto rápidamente se catalogó como algo aceptable y Draco disfrutaba del pase libre que Hogwarts le dio. 

Ese que cuando terminara el colegio iba a caducar, y por eso una parte de él quería abofetearse pues cuando la suerte se acabará, aquella mierda podía costarle caro. No sabía decir —ya no almenos— en que contexto peor le irá. Una parte de él antaño se hubiera reído de sus dudas, pero si buena parte de él siempre supo que el riesgo social era enorme, otra parte de Draco empezaba a creer que su maldita vida personal saldría escaldada una vez que el curso terminará.

Porque si algo tenía claro, es que Draco no podía meterle mano al sagrado Elegido si todo el mundo sabía aquello —luego de la sorpresa de su vida que se iban a llevar— se iba a armar un desastre épico. Estaba seguro que el que un Mortífago tenga una relación con Potter era en contra de alguna ley o algo. 

Y ahí iba, el maldito Potter, frente a los ojos de todos, frente a todo el colegio, cómo si nadie más que él importará tres rábanos, el muy bastardo solo se quedó allí, viéndolo tanto y tan intensamente que mientras algunos de sus compañeros se preguntaban sorprendidos qué había entre ellos y si estallaría una pelea inminente o no, al mismo Draco se le olvidó ligeramente su nombre. 

Y ese que se maldito lo volvía más idiota de lo que en regular era. Porque que te guste Potter ponía en duda tu coeficiente, pero que encima te dejes pillar por todo el colegio solo porque ese par de ojos suyos no te soltaban mientras con morbosa burla cortaba más y más manza en gajos perfectamente calculados...

Por suerte muchos pensaron que aquello solo era un duelo de miradas y una batalla silenciosa de voluntades, nadie más que él notó el llamado indiscreto que le dio con toda esa humanidad suya invitándolo a seguirlo con un guiño al salir del gran comedor, cargando obviamente la maldita fruta.

Los dientes de ese hijo de su… se clavaron en el prolijo gajo cortado con un arte que sabía bien solo estaba perfeccionado para perturbarlo a él que gustaba de hacer exactamente le mismo ritual cada malnacida comida y Draco inspira bruscamente escuchando como la cerda esa succiona con fuerza suficiente para que su polla se sienta engañada. 

No sabe qué carajos tragó ese maldito, pero actuaba de una forma antinatural. No era que Potter fuera callado y tímido, no realmente cuando tomaba coraje, era bastante decidido. Lento pero decidido. Aunque, sí podía admitir, que era muy común y corriente. No hacía grandes cosas, pero las que hacía las hacía más que bien y solo por eso —se mentía sin pudor alguno— Draco le aguantaba la monotonía. 

Ahora, esa noche, tras las espesas cortinas de la cama dosel en el cuarto de los idiotas esos y bajo los concienzudos hechizos silenciadores, Potter lo tenía desnudo, transpirando y viendo doble. Solían hacerlo en su alcoba cuando querían una cama, porque Draco dormía solo y esa capa mágina les permitía entrar sin llamar para nada la atención, pero Don Sorpresas esa noche lo atrapó tras las puertas del comedor, le metió la lengua hasta la garganta, se acercó a su oído y mientras balanceó el tarro con trozos jugosos y suculentos de manzanas, susurró en su oído que esa noche iba a ir a la torre de Gryffindor. Draco estaba seguro que —con perdón de esta— hubiera podido vender a su madre con tal de tener más de ese Potter salvaje que le mordió el labio inferior y gimió sobre él en un lugar tan indiscreto y público. 

Y así llegó, escondido bajo ninguna capa, sintiendo que le ardía la piel de tanta adrenalina que se acumuló en su interior cuando el maldito demente lo empujó dentro del retrato y lo tiró sobre el sillon de la gran sala y se le subio en el regazo para besarlo y frotarse duramente contra él. Draco iba a morir, señores del ministerio, no se preocupen, Potter les ahorra el problema y lo mata de un infarto. Draco salio de su estupor cuando el arrebato de deseo lo hizo mecerse con fuerza sobre Potter y patear una mesa cerca y voltearla. 

Sacándolselo de encima, respirando como podía, con la cabeza dando vueltas y muerta, le informó que se iba a ir a su alcoba y bien él podía seguirlo o Draco bien iba a disfutar de una paja… que señores, de campeonato sería esa. 

Potter le sonrio, se irguió riendose de él, llamandolo gallina y Draco pese a la sorpresa que parecía no tener fin, solo se encogió de hombros, arrancandole una mirada fastidiada. Draco no iba a ir a hacer una reunion familiar a Azkaban por ese lindo culito de Potter, asi lo apuntaran con una varita. 

El Gryffindor habrá visto en su mirada que aquello no era negociable; pero Draco no era exactamente el mago más poderoso, asi que un par de besos, un par de promesas sucias y Draco subió mansamente las escaleras, Draco entró en el cuarto con demasiadas y peligrosas camas y terminó metido tras las cortinas de una, poniendo quien sabe qué cantidad de hechizos silenciadores, mientras Potter lo desnudaba y lo tumbaba en la cama, se subía sobre él y le ataba las manos al cabecero Draco solo se entregó a la locura que se le venía encima.

Locura que terminó con ese maldito montado en su regazo, meciéndose, haciendo que Draco gima y gruña por la fuerza con la que se sentaba sobre su miembro, mientras mordía esa bendita manzana como si de una polla se tratara. 

—¿Quieres? —susurra muy agusto con la idea de enfermarlo, haciendo que suelte un gemido gutural. 

El maldito entiende al instante que Draco tiene una debilidad inerete al buen gusto —según su humilde opinión— por las manzanas verdes y que no puede vivir un puñetero día de su vida si no come una o dos como poco. No tiene idea de cuando pasó, no recuerda, solo sabe que las ama con tal fuerza que podría morir solo comiendolas. Ahora, ¿que a Draco se le ocurrió comer manzanas mientras follaba?, sin dudas, había lugares donde uno iba y te servian sobre una persona, no manzanas, menus completos, Draco no era un fetichista degenerado, Draco solo poseía un exquisito paladar y la manzana verde definía el buen gustos. 

Cómo puñeteras mierdas es que Potter se dio cuenta de eso, era la mayor de las mayores incertidumbres de su vida. La gente común para esos menesteres usaba chocolate o natilla montanda. Fresas, asquerosas fresas, helados o dulces por el estilo. Se sentía extrañamente íntimo que el maldito se hubiera dado cuenta que Draco no hubiera valorado nada de eso, había algo completamente animal que se derpetaba dentro suyo de saber que Potter lo estudió lo suficiente para no salirle con una mierda corriente y común. 

El maldito sujeta sus hombros y se inclina sobre su rostro con la manza en la boca, listo para convidarle y Draco, decidido a qué cobrará venganza, quizá no ese día o mañana, pero sin dudas averiguaría cuál que la maldita perdición de ese estúpido cuatro ojos, cara rajada; abre la boca y coge el pedazo de manzana con los dientes. 

Soltando una maldición amortiguada por la comida en su boca, Draco disfrutó del dulce y ácido jugo que saturó completamente sus papilas gustativas; arrastrando una ola de orgasmico placer a su cuerpo. Sus caderas aumentaron la intensidad mientras parte la fría superficie ligeramente dura y más del delicioso jugo de derrama por su garganta.

Potter sin interesarle nada un maldito demonio si tragó o no, empuja la lengua dentro de su boca. 

Draco gime y niega. Afirma los pies al colchón y por más que los músculos de sus brazos se quejaran, jala con fuerza de sus manos, completamente y desesperado apurándose, clavándose más hondo en él. 

—Ah… joder sí, sí Malfoy —gruñe el maldito con ese delicioso y afrodisíaco gusto a manzana en la boca— La próxima vez que te escuché decirle a Parkinson que no te diviertes lo suficiente, recuerda esto. —le espeta antes de aferrar bruscamente su cabello y echarle hacia atrás la cabeza, para poder besarlo más profundamente.

Draco sonríe saboreando la fruta, chupa el mentón por dónde el jugo se regó cuando el bastardo empezó a comer sobre él y se empuja más adentro de su cuerpo, gimiendo al unísono. 

Él no hablaba con Pansy de su vida sexual por que no le interesaba que ella estuviera al tando de algo así y —por sobre todas las cosas de ese mundo— por no querer morir. Ella sin dudas lo ahogaría antes de que pudiera terminar de decir algo.

Draco solo hablaba de ese maldito año escolar que lo forzaron a cursar para ahorrarle una estadía en el piso de los Malfoy en Azkaban, dónde lo único positivo que había pasado, era ese maldito morocho sangre sucia que ahora volvió a alzarse sobre él para coger otro trozo de manzana y dárselo de comer con su propia boca. 

No sé quejaba, el hijo de puta follaba de puta madre y solo Merlín sabía lo bien que se sentía tirarse así de salvajemente como Potter lo montaba, al enemigo; por no mencionar —contra su buen nombre de hombre despreocupado frío y sin corazón que decía ser— lo bien que se sentía iba vez que se corrían, que Potter no se fuera o lo echara y solo se recostara a su lado y acariciara las marcas que él mismo le dejó en el pasado, con la punta de sus dedos. 

Ni hablar de que al despertar, podía sentir como este aún dormido lo abrazaba y lo relajado y agradable que era tenerlo babeando su hombro. Maldito y molestamente adorable cuarto ojos al que Draco no sabía cómo mierda pedirle que ya no se separaran. 

—Joder, me vengo —gruñe al sentir que Potter empiez a fallar en sus movientos, masturbándose con rapidez. 

Draco jadea pesadamente, se enloquece de solo verlo y siente que pierde el habla por completo cuando el maldito apura el ritmo, cuando el bastardo gime más fuerte, haciendo que ese trasero suyo lo coma entero y suene duramente contra sus caderas, elevando a lo imposible la excitación de Draco con el saber que ambos están rodeados de todos los inútiles que Harry llama amigos. Porque eso sonó hace rato cuando entraron, sonó tan claro que si Potter no se hubiera reído de él por frenar completamente  su merced bajo esas cortinas, hubiera tenido un ataque de pánico. 

Potter o le tenía mucha fe a sus hechizos silenciadores o era un jodido depravado, porque solo saltaba con más fuerza, se masturbaba más duramente, lo miraba y gemía haciendo que los pies de Draco se contraigan.  

La mano sobre del miembro se mueve con más fuerza, los ojos verdes se graban en él y Draco abre la boca para dejar que Potter lo alimente con la mano que aprieta el tazón de manzanas. 

Lo ve gemir y contorsionarse cuando le chupa la punta de los dedos y, mientas Draco mastica y chupa, Potter se deja caer una vez más arranacándole un gemido largo al verlo venirse sobre su pecho. 

Se queda tendido viéndolo a los ojos, sintiendo como su interior lo aprieta y lo empuja a su propio orgasmo. Potter sigue rezongando mientras termina de masajear su erección y antes de que Draco consiga venirse, el hijo de su maldita madre que se retuerce de placer, coge otro pedazo de manzana y levanta un poco de semen en ella. 

Draco ni tiempo a gemir tiene, ni tiempo a sentirse sorpredido por su morbosa y enloquecedora jugada. Potter le hace comer la manzana y Draco se rinde a la inmundicia y degenera perversión, mientras Potter se baja de su regazo y se zampa su erección. Se viene con tal fuerza al sentir su húmedo y cálido interior que siente su orgullo morir entre los gemidos y embistes que suelta. 

Potter se limpia otra vez el mentón. Draco está lleno y famélico a la vez. Con un susurro bajo rompe la corbata y cogiendo del pescuezo al maldito, lo hace girar en la cama, y termina sobre él. 

Agarra los pedazos de manzana, los reparte por su cuerpo en pequeños trozos de un bocado y sonríe al sentir como el bastardo se estremece bajo su lengua, cuando la arrastra por su cuerpo en busca de comida. 

Se vengará, claro que lo hará. 

Mientras devora y succiona su piel, mientras rasguña con la capa de sus dientes la linea oscura de sus bellos Draco siente el molesto y lejano tirón de que en verdad, en maldita verdad, necesita una forma de hacer de aquello algo permanente, porque cuando alza la vista, cuando Potter lo desafía con la mirada a ver que iba a hacer ahora, siente que ya no puede jugar a los enemigos y nada más. 

Claro que Draco no es un maldito Hufflepuff, asi que no hace algo cursi como decirle que… que… bueno, no le dice nada. Draco solo se limita a separar sus piernas, a masajear duramente su erección y a dejarse caer sobre ella, arrancandole un jadeo sorprendido y un brillo feroz de los ojos.

Nunca lo habían hecho así, a él no le daba fe el niñito Dorado y bastante virgen, pero ya estaba cansado de fingir que la porquería que sea que tenían, no era algo que se sentía muy perversamente real dentro de él. 

Harry lo tumba en la cama y gime empujandose contra él. Harry. Harry siempre ese maldito bueno para nada que nunca en su maldita vida iba a ser capaz de dejar que él fuera, para variar, el que hacía las cosas bien, porque mientras Draco apretaba sus labios para no hacer nada ridiculo que acarreara más verguenza a su apellido, Potter se corrió gimiendo en su oído que lo amaba, dejandolo petrificado y con ganas de ahogarlo por robarle la maldita oportunidad. 

Tragando con fuerza, respirando como podía Draco se dijo que estaba bien. Hubiera sido muy predecible. Confirmación que le daba que Potter lo hubiera hecho, tipo predecible y corriente por demás. Draco se estiró y lo beso, hundió la mano en su espesa y revuelta cabellera, lo vio a los ojos y lo besó duramente, fingiendo que las palabras no le iban a atravesar los labios, contiendas. 

Iba a vengarse de ese bueno para nada, iba a hacerlo, iba a conseguir averiguar su sucio secreto y cuando Potter creyera que Draco no podía sorprenderlo más, Draco iba a confesarle que tambien lo amaba. 


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