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The True Murderous Intent (Edited) por urumelii

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Notas del fanfic:

Esta es la historia que hice algunos años pero corregida y aumentada, tiene nuevos personajes y va en otra dirección. :D 

Notas del capitulo:

No me había dado cuenta que no lo había subido aquí, esta es la versión editada, un poco parecido a lo que hice con Between Angels & Insects. No borré la version anterior por si quieren leerla, aunque muchas cosas cambiaron :D 

Era una noche de verano, el cielo estaba despejado y las estrellas podían verse con claridad, aquella era una ventaja de vivir fuera de una ciudad. Aoi Shiroyama vivía una vida muy sencilla, tenía un trabajo en una escuela primaria como profesor de educación física, tenía un pequeño departamento que había heredado de su madre y una novia maravillosa que lo había acompañado durante dos años de su vida, quien trabajaba en la misma escuela. 


Aoi incluso había planeado proponerle matrimonio próximamente, se sentía feliz a su lado y estaba casi seguro que no había otra persona en el mundo que entendiera su carácter, su extraño sentido del humor o su personalidad introvertida como lo hacía Ayu. La maestra siempre le mostraba una sonrisa cuando él estaba a punto de estallar en ira por alguna cuestión, su paciencia era tan infinita como la que tenía cuando enseñaba a los niños. 


Se podría decir que Aoi era feliz con esa vida sencilla, aunque a veces sintiera que tenía una doble vida. Cargaba con un secreto que jamás se había atrevido a revelarle a Ayu, ¿qué pensaría la bonita chica si supiera que su novio era capaz de matar a una persona usando solo las manos? No que lo hubiera hecho, pero podía si era necesario. Tampoco era que fuera un psicópata, sólo que Aoi tenía una responsabilidad que se negaba a cargar a cuestas y que sólo cumplía por una promesa a su madre, aún si solo lo hacía superficialmente y sin el afán de continuar con un legado del que se rehusaba a formar parte. 


Era una historia muy larga para contarle a Ayu, una historia que le dolía por mucho que quisiera negarlo y en algunas ocasiones lo asustaba, le asustaba la manera en la que su cuerpo se movía a gran velocidad cuando entrenaba o la manera en la que sus ojos parecían leer a su oponente como un libro para niños. Aunque practicara, entrenara y tratara de mantenerse en forma, jamás libraría un combate que fuera en serio. 


Por eso en esa noche, cuando sintió que alguien los seguía al salir del cine decidió ignorarlo, si se trataba de un asaltante podría lidiar con él con facilidad. Ayu y él entraron a una calle desierta camino a su departamento, caminaban agarrados de la mano, sonriendo y charlando como cualquier viernes después de una cita. Aoi había decidido que ese fin de semana sería el gran momento para preguntarle a su novia si quería pasar el resto de sus días con él, tenía todo perfectamente planeado.


—Que mala película —se quejó Aoi como por cuarta vez mas entretenido que enojado.


Ella rió—. Lo que pasa es que como te crees muy macho, esas películas son muy cursis para ti —se burló acomodando su cabello castaño detrás de su oreja.


—No me creo muy macho, soy muy macho —respondió con seguridad. Sin embargo la presencia que había sentido con anterioridad se hizo más fuerte, estaba seguro que había alguien detrás de ellos. Volteó disimuladamente pero no vio a nadie.


Ayu soltó una carcajada distrayéndolo—. Te amo por eso —aseguró.


El agarre de sus manos se hizo más fuerte—. Yo también te amo —Aoi le dio un beso en la mejilla.


Su instinto lo alertó en el segundo que una persona que parecía haber salido de la nada se encontró frente a ellos, para Aoi había sido más que obvio que el chico había saltado del techo para interceptarlos. El pelinegro se colocó frente a su novia para protegerla, se habían detenido en el momento en que el otro había aparecido. 


El chico sonreía de lado, tenía los brazos cruzados sobre su pecho, vestía completamente de negro pero su camisa sin mangas revelaba sus brazos marcados por ejercicio, su cabello rubio estaba peinado despreocupadamente y como un gran distintivo, tenía una banda que le cruzaba a mitad de la cara y cubría su nariz por completo. Miraba a Aoi con recelo e incluso un poco de burla.


—¿Necesitas algo? —preguntó Aoi con seriedad, sintió a Ayu temblar detrás de él sin entender lo que ocurría.


El chico rubio amplió su sonrisa—. Yuu Shiroyama, quedas formalmente invitado a “Guren” dentro de tres años —dijo con suficiencia. 


 Aoi bufó—. Gracias —fue todo lo que dijo. Tomó a Ayu de la mano y la jaló para seguir caminando pero el rubio les bloqueó el paso.


—Necesito saber tu respuesta —parpadeó rápidamente.


—No —contestó tajantemente.


El otro suspiró descruzando los brazos—. De acuerdo. Pero, ¿estás consciente que en el torneo podrás tener la oportunidad de vengar a tu padre? —su tono no varió ni un poco.


—¿De qué habla? —Fue Ayu la que preguntó—. ¿Por qué te está diciendo Yuu? Su nombre es Aoi —dijo con seguridad. 


Aoi suspiró ignorando lo que Ayu había dicho—. No me interesa participar. No me interesa vengar a nadie, mi padre se buscó esa muerte solo; no voy a hacer nada para seguir sus pasos buscando una venganza estúpida. Así que gracias, pero me largo —caminó nuevamente, el otro chico le permitió el paso. Sin embargo, a los pocos metros otra persona apareció en la calle haciéndolos parar nuevamente.


—Vaya —sonrió siniestramente el recién llegado—. Resultaste ser mas orgulloso que tu padre, Yuu.  Quién lo diría, que no estés interesado en participar —estaba ahí parado sin moverse, solo con esa sonrisa grabada en el rostro.


Por supuesto que Aoi sabía quién era. Había crecido con ese rostro en su cabeza, su padre siempre hablaba de él, al menos lo poco que podía recordarlo. Su madre lo había criado para alejarse de ese hombre, de todo lo que tuviera con él y Aoi planeaba cumplirlo, no entrenaba para entrar a torneos absurdos o perseguir al asesino de su padre. Lo hacía por su madre y planeaba permanecer de esa forma.  


—Yoshiki —pronunció Aoi con absoluto odio.


El mencionado asintió—. Verás Yuu, tengo un problema. Necesito que entres al torneo, no solo porque quiero que intentes tomar venganza, sino porque hay demasiado dinero en juego, ¿entiendes? Eres el hijo de Hide, por supuesto que a la gente le da curiosidad saber cómo peleas. ¿Tienes idea de cuántas apuestas ya hay a tu favor?  —explicó tranquilamente.


—Que lástima me da tu caso —dijo con sarcasmo—. No me interesan sus torneos. No voy a ir a pelearme solo para demostrar que mi técnica es mejor, no hay caso en matarse los unos a los otros —quiso seguir caminando pero Yoshiki volvió a bloquearles el paso.


—Es más que eso Yuu. Estoy especialmente interesado en ti, porque tengo que saldar unas cuentas con los Shiroyama y resulta que eres el único con vida que puede pagar el precio. 


Aoi sintió la mano de Ayu apretar con fuerza su camisa, estaba aterrada y confundida—. ¿Por qué sigue llamándote Yuu? —le dijo con la voz temblando. 


Yoshiki ladeó la cabeza—. ¿Es tu novia, Yuu? —Se burló—. ¿Qué no le has contado tu historia? ¿Tu linaje? ¿No le has hablado de tu padre?


—Ayu, escóndete —Aoi le advirtió a su novia, haciendo que la chica se separara de él. Alzó los brazos en posición de pelear—. Quieres saldar cuentas, hazlo de una vez —le dijo ignorando sus comentarios.


Yoshiki se echó a reír—. No me interesa pelear aquí contigo, donde nadie nos puede ver. Pelar conmigo, Yuu Shiroyama, es un privilegio que no te has ganado —fijó la vista en la pequeña chica que se había quedado paralizada detrás de Aoi—. No quieres entrar a Guren para defender tu linaje, entonces te daré motivos para que lo hagas —sonrió.


—No te atrevas a tocarla —advirtió entredientes.


—Reita —ordenó con simpleza. 


Aoi era rápido, pero no era tan rápido como el chico rubio, quien se movió en menos de dos segundos detrás de Ayu. El pelinegro alcanzó a escuchar un grito ahogado antes de girar y el sonido de su cuello al quebrarse. Miró con horror como el cuerpo sin vida de su novia caía al piso sin ningún cuidado, a los pies de un chico sonriente. Aoi había peleado, lo hacía mejor que cualquiera que conociera, se había defendido de delincuentes y oponentes; había entrenado arduamente para no olvidar la técnica que su madre le había enseñado; sin embargo jamás había presenciado la muerte hasta esa noche. 


Jamás olvidaría esos ojos vacíos, ni la presión en su pecho cuando su corazón se rompió en mil pedazos al ver a Ayu tendida en esa fría calle. No se atrevió a moverse, estaba congelado en ese lugar. Por un instante, el mundo enmudeció a su alrededor, un zumbido en su oído fue todo lo que parecía tener sentido a su alrededor, hasta que la voz de Yoshiki lo despertó de su horrible trance. 


—¿Seguirás sin tomar venganza? —la burla de Yoshiki fue como otro terrible golpe hacia su pecho.


Se lanzó contra el tal Reita, pero para el rubio fue fácil esquivarlo saltando sobre su cabeza, Aoi estaba demasiado cegado por sus sentimientos como para pensar claramente, el otro chico era mucho más hábil que él, más rápido.


—Entra al torneo y toma venganza de Reita. Si llegas a matarlo, pelearas conmigo, la persona que ordenó el asesinato de tu novia. Matarás dos pájaros de un tiro —Yoshiki sonrió—. Tienes tres años para entrenar, para poner en alto el nombre de los Shiroyama. Hoy no podrías matar ni a una mosca. 


Después de esto, el pelinegro se quedó solo en la calle. Se acercó a duras penas al cuerpo de Ayu, aunque él no había recibido ningún golpe, el dolor de la pérdida era suficiente para hacerlo sentir mareado y deshecho. Cayó de rodillas junto a Ayu, no supo en qué momento las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas a medida que una promesa se formaba en su cabeza. 


Yoshiki pagaría por haberle hecho aquello a la persona que más amaba. 


 


***


Tres años después


 


Faltaba un mes para que el torneo “Guren” diera comienzo. Tan sólo un mes y ese día que ansiaba con desesperación por fin llegaría. 


La vida de Aoi había cambiado radicalmente desde aquella noche cuando Yoshiki se había presentado y había asesinado a Ayu. Había renunciado a su trabajo, abandonado su pequeña ciudad y su departamento, había dejado atrás su tranquilidad para entrenar en Tokio. Tuvo que dedicarse a las artes marciales aceptando la ayuda de un anciano que conocía a su padre, quien le ofreció un lugar donde vivir, entrenar  y qué comer a cambio de tareas básicas. 


Cerró los puños al recordar esa noche, más que dolido, estaba furioso. El recuerdo de Ayu le quemaba en el pecho, grabada en su corazón como la impotencia de no haber podido defenderla del animal de Reita. Aún pensaba en ella, como un amargo y dulce recuerdo de lo que había sido su vida, la tranquilidad, la sencillez que Yoshiki le había robado por algo tan burdo como su apellido. Ni siquiera había tenido la oportunidad de contarle la verdad a Ayu, su expresión de confusión al no entender por qué alguien desconocido le decía Yuu y no Aoi, era un recuerdo que aún lo mantenía despierto por las noches. 


Y ahí estaba, después de tres años preparándose para lo que sería el torneo más importante de su vida. Un torneo donde podría perder la vida pero que no descansaría hasta lograr su cometido: matar a Yoshiki y a Reita. Para lograrlo tenía que ganar, por lo que para él, morir no era una opción. 


Se encontraba en el mismo dojo donde había entrenado los últimos años, mirando a la pared tratando de respirar acompasadamente. Inclinó la cabeza hacia la izquierda, una bala pasó del lado derecho dando directo contra la pared y provocando un gran estruendo al chocar.


—Necesitarás más que eso para matarme —Aoi sonrió con los ojos cerrados. 


—Me gusta que todo el tiempo estés alerta. La verdad sería triste que te matara solo porque estás distraído  —le dijo una voz ronca desde la puerta. 


—No tengo tiempo para distraerme Ruki, te lo he dicho mil veces —se giró para ver a su amigo. 


Un rubio bajito con lentes de contacto color azul y cara de psicópata. Vestía el tradicional kimono de artes marciales  de tres kamons con pantalón hakama. Ruki odiaba la moda occidental, era muy tradicionalista en la forma en la que vestía, en la que hablaba en algunas ocasiones y nada para pelear. Uno pensaría que al ver a Ruki, este siempre traería una espada colgada en la cintura, sin embargo el rubio estaba armado de los pies a la cabeza con armas de fuego que eran invisibles para el ojo común. 


Ruki suspiró recargándose en la puerta—. Eres un amargado. Espero que aprendas a divertirte una vez que hayas matado a ese hombre —chasqueó la lengua—. Si es que logras vencerme, claro —dijo en tono burlón.


—Enano del mal, para que lo sepas, sí sé divertirme, solo no me gustan las distracciones. Y por favor, es tan fácil vencerte —siguió bromeando. 


Probablemente la única persona con la que se permitía sonreír era con Ruki, desde aquella noche todo le resultaba terriblemente difícil, todo menos entrenar.


—Quisieras Aoi —Ruki se acercó y miró con desprecio la katana que Aoi llevaba en la cintura—. No entiendo porque insistes en cargar con ese vejestorio, sabes que si los demás usan armas de fuego estarás en una gran desventaja —lo dijo con verdadera preocupación.


—Me puedo defender perfectamente de ese tipo de armas, bien lo sabes —lo tranquilizó—. Mejor, en lugar de que estés como madre preocupada, vamos a comer algo —se encaminaron a la salida.


Ruki y Aoi eran amigos desde hacía dos años. Se conocieron en una pelea de un bar, donde irónicamente terminaron del mismo bando en contra de un grupo de hooligans que estaban muy molestos después de que Ruki insultara al equipo de futbol local. Al final, fue Aoi quien tuvo que quitarles a Ruki de encima, pues la habilidad incomparable del mas bajo casi hace que los mate a todos. 


A diferencia del pelinegro, Ruki no perdonaba la vida de ninguno de sus oponentes. Al principio Aoi no podía dejar de mirar al rubio como si fuera un psicopata, y lo era, pero irónicamente había sido ese chico quien lo había sacado de su depresión y lo había ayudado a entrenar cuando los descubrieron que eran participantes de Guren; aunque sus razones no podrían ser más diferentes. 


Ruki buscaba el dinero y la fama que el torneo conllevaba, estaba dispuesto a dar la vida con tal de obtenerlo, pero Aoi estaba muy seguro que Ruki tenía grandes posibilidades de avanzar en el dichoso torneo. Lo único que le preocupaba era si tenían que enfrentarse, pues ninguno de los dos se dejaría ganar.


 


-x-


 


Uruha se miraba fijamente al espejo, traía puesto un hermoso kimono cuyo diseño había amado desde el principio, un elaborado tocado adornaba su peinado y el sutil maquillaje resaltaba facciones que no sabía podía sacar provecho. Se miraba sorprendido, se veía tan femenino que hasta él mismo pensaba que era una mujer; aunque el solo pensamiento le provocaba náuseas, tenía que admitir que los sirvientes habían hecho un gran trabajo en transformarlo para ocultar todo signo de que en realidad era un chico.


Estaba sentado en el enorme banco del tocador de su habitación, repasando una y otra vez cada detalle de su rostro cuando la puerta detrás de él se abrió. Sin embargo no hizo por moverse, se quedó impasible viendo su reflejo, no quería ver a la persona que había entrado, quería pensar que tal vez si lo ignoraba, este se iría.


—Te ves precioso —dijo la voz de su padre mientras ponía la mano sobre su hombro. Uruha trató de ocultar el temblor que aquello le ocasionó pero no lo logró—. Tranquilo, solo quería ver como te habían dejado. Te ves espectacular, tan parecido —sonrió acariciándole una mejilla.


—No entiendo porque tengo que aparentar que soy mujer —se volvió a quejar.


Yoshiki apretó el agarre en su hombro casi al punto de hacerle daño—. Te lo he dicho miles de veces Uruha, no quiero que entres a Guren, si descubren que eres hombre obligatoriamente tienes que entrar por…


—Ser el hijo del organizador —completó fastidiado—. Odio que no tengas la confianza de que puedo ganar —dijo realmente dolido.


—¿Realmente crees que podrías ganar? Digo, te he visto pelear y sé que lo haces muy bien, pero, ¿y si te llegaras a enfrentar a Reita? O, ¿a mi? No podrías vencernos. Yo sería incapaz de matarte, pero tendría que dejarte herido. Tampoco quiero exponerte a que alguien más lo intente —lo abrazó por detrás—. Eres demasiado hermoso, demasiado preciado e importante —besó su cuello, logrando otro temblor por parte del menor.


—Papá, me acaban de arreglar —dijo esperanzado en detener las acciones de Yoshiki.


—Sólo porque no quiero arruinar tu bonito peinado —le lamió la oreja—. Después, ya veremos —advirtió incorporándose y caminando de nuevo hacia la puerta—. Recuerda que es por tu bien Uruha, y sabes lo que podría pasarte si desobedeces mis órdenes. Juega bien tu papel y serás recompensado —su semblante cambió a uno aterrador. Después de esto salió dando un portazo.


Uruha suspiró aliviado dejándose caer sobre el tocador importándole muy poco si se despeinaba, había logrado escapar de la tortura por al menos unas horas. Sintió un terrible vacío en el estómago, odiaba a su padre, lo odiaba más que a nadie en el mundo, su solo pensamiento le provocaba asco y una tristeza infinita. Así como odiaba a Yoshiki, le tenía un miedo profundo; había visto en incontables ocasiones de lo que su padre era capaz y también lo había experimentado en carne propia. Quería escapar, pero le daba más miedo fracasar y las represalías que podía haber en su contra.


Alguna vez lo había intentado, Yoshiki encontró su paradero en menos de una hora y después de eso, no pudo caminar en una semana debido al castigo. De verdad creyó que moriría, absolutamente no estaba dispuesto a pasar por eso de nuevo. Estaba condenado y ya se había resignado.


La puerta se volvió a abrir—. Comida —esta vez era su guardaespaldas, el chico que lo había acompañado desde que eran niños. Uno de las pocas personas que valían la pena en esa horrible vida—. Demonios, de verdad pareces mujer —dijo sorprendido.


Uruha hizo una mueca levantando la cara—. Lo odio —negó.


—Te ves lindo —depositó la bandeja sobre una pequeña mesa y cruzó los brazos.


—No digas tonterías Reita, debería entrar a Guren en lugar de estar haciendo estas ridiculeces —señaló el kimono floreado.


—Se preocupa por ti, es obvio que prefiere que te disfraces a que tengas que pelear. Además no sabe lo que en realidad puedes hacer, pensé que no querías que lo descubriera. 


—Solo quiere a alguien con quien coger —dijo amargamente mirándose de nuevo en el espejo, maldiciendo su aspecto.


Reita frunció el ceño—. No hables así, es tu padre —lo regañó.


—Algún día Rei, te darás cuenta la clase de maldito que es mi padre y dejaras de defenderlo —lo miró entrecerrando los ojos—. Sobretodo dejarás de  matar por él —sus ojos brillaron.


El rubio negó con la cabeza llevándose una fresa a la boca—. Tu padre hace las cosas que tiene que hacer y me siento orgulloso de ser parte de una causa tan grande como la suya. Daría mi vida por él si lo necesitase —había absoluta seguridad en su voz.


Uruha lo miró con desdén, tal vez Reita era su mejor amigo pero el apoyo incondicional que le profesaba a su padre lo hacía sentir peor. A veces pensaba que él era el que estaba mal, en medio de todos los sirvientes que le habían jurado lealtad a su padre y lo veían como poco menos que un dios. A veces pensaba que tal vez se merecía todas las cosas que su padre le hacía por haber nacido con ese aspecto, sin embargo los pensamientos de culpa se desvanecían cada que Yoshiki le ponía una mano encima; era imposible que alguien que se decía buena persona fuera capaz de hacerle eso a su propio hijo. 


Yoshiki era temido y amado, y Uruha entendía muy bien por qué. Era precisamente por eso que no comprendía como Reita podía hablar asi de él, cuando había visto y hecho cosas atroces en su nombre, matado, torturado y quién sabe qué otras cosas horribles.


Uruha negó con la cabeza—. No le veo lo noble a querer apoderarse de Japón de la manera menos legal y confiable. No voy a seguir discutiendo contigo, nunca llegamos a nada —suspiró.


El otro sonrió dándole una palmada en la espalda al otro—. ¿Vas a venir a entrenar? —preguntó finalmente.


—No puedo —advirtió Uruha—. Si me despeino será mi fin y papá vendrá esta noche, ni loco podría volver a poner mi cabello como está sin ayuda —señaló el elaborado tocado.


Reita sonrió—. De acuerdo, suerte —le guiñó un ojo y salió de la habitación.


¿Cómo su amigo permitía que Yoshiki le hiciera esas cosas? De la misma forma que él lo permitía. Se quedó mirando a la puerta pensando lo espantosa que era su vida, miró la cena, el espejo; jamás podría salir de ahí. Estaba atrapado.


 


-x-


 


Aoi no estaba seguro dónde estaba, solo que habían pasado más de dos horas que habían salido de Tokio. La civilización había quedado varios kilómetros atrás y eran pocas las luces que alcanzaban a ver en el trayecto. Se habían bajado del camión que los había llevado hasta un sendero en completa oscuridad, donde personas vestidas de negro y antorchas los esperaban. 


Caminaron varios minutos uno detrás de otro, no estaba solo, había cerca de veinte personas más, todos eran sus enemigos, sus oponentes antes de poder llegar a Yoshiki. No había nerviosismo en su cabeza, tenía absoluta confianza en si mismo, sabía de lo que era capaz, sabía que sería capaz de matar a Reita y a Yoshiki, nada se interpondría en su camino, nada.


—Aoi, despierta —Ruki lo llamó en voz baja mientras el sendero se convertía en un largo camino de piedra, que dirigía a la dichosa mansión donde se llevaría a cabo el torneo.


A Guren solo se podía entrar con invitación. Se debía ser el heredero de un arte marcial reconocida en Japón o tener una fama extraordinaria, en cuanto a asesinatos o técnica se tratara. Así era como Ruki había sido invitado, el rubio era mercenario, el mejor de Japón según se advertía; a diferencia de Aoi, él no cargaba con un apellido que defender y aunque no fuera la razón por la que el pelinegro participaba, sabía que varios ahí reconocerían el nombre de Shiroyama en cuánto lo escucharan y estarían pendientes de todo lo que hiciera durante el torneo. 


Llegaron por fin a un enorme jardín vacío, no tenía ninguna decoración ni bancas en donde sentarse, sólo dos largas antorchas para iluminar el recibidor de la enorme casa. Los guías permanecieron con sus debidas antorchas y se colocaron a cada lado de la entrada. Los demás se colocaron en una hilera  horizontal en absoluto silencio, donde Aoi fue capaz de distinguir una especie de trono o una enorme silla posada sobre una plataforma frente a lo que debía ser la puerta trasera, el sendero los había llevado por la parte de atrás de la casa. Llovía ligeramente pero quien estaba sentado permanecía debajo del techo sin que el agua lo molestara.


Yoshiki sonrió al ver a todos sus invitados, a su izquierda estaba Reita, Aoi lo identificó de inmediato gracias a la venda de su nariz. A la derecha de Yoshiki había una chica, Aoi pensó que era realmente hermosa, pero apartó el pensamiento enfocándose en las reacciones de la chica, quien lucía bastante incómoda en la situación. No recordaba que ese hombre tuviera hijos, su madre jamás se lo había dicho, deseó que fuera la hija y no la esposa, pues la castaña debía tener su edad, demasiado joven aun.


—Bienvenidos —dijo Yoshiki desde su improvisado trono—. Primero, gracias por aceptar la invitación, afortunadamente todos nuestros invitados accedieron de inmediato, lo cual me hace muy feliz —Aoi cerró los puños, el maldito cinismo del hombre iba a terminar por desquiciarlo—. Como saben, Guren es un torneo que solo es realizable cada veinte años, en lo que esperamos que las nuevas generaciones sean capaces de competir, por lo cual siempre han sido muy especiales. Guren se ha realizado desde tiempos ancestrales, como una necesidad de las familias de Japón para saber quienes son los mas poderosos y más capaces, recordemos que de este torneo salieron shogunes y capitanes de ejércitos; historias de los mas poderosos samurai han salido de aquí. Ahora, tal vez ya no estemos en tiempos de guerra y nuestra necesidad de saber quienes son capaces de ir a la batalla son mínimas, pero es una tradición que nos gusta conservar, por eso como ganador del último Guren, estoy muy orgulloso de ser su anfitrión esta vez —sonrió nostálgicamente—. Mi casa es su casa. Han habido torneos que se han extendido por varios meses, debido a los arduos entrenamientos que sus participantes necesitan, por lo que son libres de usar las habitaciones como ustedes gusten. La selección de peleas es en dos días y la primera de estas será la próxima semana. Las horas de la comida son estrictas, pero los horarios de entrenamiento no, les recuerdo que no pueden salir de la propiedad o perderán de inmediato, se tiene prohibido pelear a menos que sea una pelea del torneo, las querellas representan descalificación automática, así como el asesinato fuera de una pelea de torneo. Tendremos público especial para ver las peleas y si son perdedores que han sobrevivido pueden permanecer en las instalaciones para ser espectadores de los demás enfrentamientos. Las reglas oficiales se dirán durante la inauguración del torneo, por ahora pueden dedicarse a conocerse entre ustedes y a entrenar; se les darán las asignaciones de sus habitaciones en cuanto yo haya terminado. Y por último, mi hija —señaló a la chica a su derecha quien permanecía con la vista clavada en el suelo—. Está fuera de los límites de cualquier competidor, no se pueden acercar a ella, a menos que sea absolutamente necesario. Lo único que les pido es un poco de respeto hacia su persona —la castaña asintió tímidamente—. Sin mas que decirles, mis sirvientes les mostraran sus habitaciones, por ahora todos son amigos, ojala tengan la iniciativa de conocerse y llevarse bien —se levantó—. Recuerden, al final solo quedara uno, quien luchara conmigo por el título de Guren —su mirada ensombreció pero volvió a sonreír de inmediato—. Bienvenidos —la mayoría asintió.


Aoi no quitó su vista de aquel hombre, excepto cuando se desviaba a ver a la hija de Yoshiki, cuando esto ocurría de inmediato se regañaba y se devolvía a mirar a su objetivo. No pasó mucho antes de que ambos se perdieran de vista en el largo pasillo.


Lo condujeron a su habitación, no llevaba consigo un gran equipaje, solo las cosas que necesitaba para su entrenamiento y varios cambios de ropa. Una fotografía de Ayu y un libro para entretenerse, no necesitaba mucho cuando su único objetivo era ganar ese torneo. La habitación no era la gran cosa, paredes vacías con una pequeña mesa con un silla que fungía como escritorio, una cama matrimonial y un armario para colocar su equipaje. El baño se encontraba al final del pasillo y el comedor un piso más abajo.


Se echó en la cama con verdadero cansancio, era bastante comoda para ser tan simple. Cerró los ojos suspirando profundamente, por fin había llegado, por fin podría vengarse. Por fin podría vivir en paz. 


 


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