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SongFics por Yushurija

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Fuego de infierno- Frollo 

 

James x Severus

 

 

 

Beata María,

 

tú sabes que hombre recto soy.

 

Que orgulloso lucho contra el mal...

 

Beata María,

 

Tú sabes que muy puro soy.

 

No como el vulgo débil y banal...

 

Amaba a su esposa. Nunca le sería infiel. Adoraba a su hijo. Era su alumno natural. Respetaba a su mejor amigo. No le mentiría. Jamás haría ninguna de aquellas cosas, pero estaba cayendo en sus encantos. Sus malditos ojos negros brillantes. Ese cabello oscuro que se movía como fuego. Con la túnica larga que le dejaba imaginar qué había debajo de ella. Cada vez que veía a su amigo tomarlo de la cintura, podía notar lo fina que era. Se había obsesionado tanto con él que llegó al extremo de usar su capa de invisibilidad para espiar cuando la pareja hacía el amor. Maldita tentación.

 

Entonces, María,

 

di porque su danza veo,

 

Y sus ojos como llamas son.

 

Lo veo, lo siento,

 

Su pelo negro tiene sol,

 

Me quema y así pierdo la razón

 

Cada noche. Cada vez que se bañaba. Cuando lo veía y se iba. Siempre desgarraba las mangas de su camisa blanca, negra, gris, todas acababan igual. Se abrazaba y contenía sus deseos más bajos de obligarlo hacerlo suyo. Cuando lo veía, cuando le hablaba, sentía su piel enchinarse. Era como si pudiera tocarlo. No aguantaba más. Estaba por explotar. Los labios rosas eran su perdición, deseaba besarlo. Reclamarlo.

 

Cual fuego de infierno,

 

Me quema el corazón.

 

Impuro deseo,

 

Maldita tentación

 

"¡James, para!" escuchaba sus gritos. Nadie lo oiría. Se había acercado a él como normalmente lo haría y susurró un hechizo para dejarlo dormido. Ahora estaba en una cama dentro de casa de los gritos. Le había amarrado las manos en la espalda, cubierto los ojos y amordazado. Con desesperación le quitó la ropa para comenzar a lamer su piel. Severus había despertado cuando tenía dos dedos dentro de sí. Estaba flojo y estirado. Después de haberlos espiado sabía que Sirius no era pequeño y delgado. Agradeció aquello, porque ya no tenía que esperar. El pelinegro lloraba y gritaba. James se movía incesantemente. Le lastimaba.

 

Mi culpa no es,

 

si me embrujó.

 

Fu el gitano quien la llama encendió.

 

Mi culpa no es,

 

si he actuado mal.

 

Pues es más fuerte el demonio que el mortal

 

James empezaba a desesperarse por los gritos. Llevó ambas manos al rostro lloroso de Severus, quien seguía vendado, y le tapó la boca y nariz. Los jadeos y gemidos ahogados lo excitaron más. Mientras más fuerte embestía, la sangre salía a mares, Severus comenzaba a desesperarse y él ejercía más presión. Finalmente se corrió y dejó de oprimir. Cayó sobre el cuerpo de Severus, pero al contrario del suyo, que se hallaba caliente y sudoroso, el del otro comenzaba a enfriarse.

 

Protégeme, María

 

De este su hechizo cruel.

 

Sino su fuego a matarme va.

 

Destruye a Severus,

 

Que pruebe el fuego de Luzbel

 

O deja que sea mío y mío será.

 

James se asustó. Trató de despertarlo cacheteándolo levemente. No despertaba. Le quitó el vendaje y vio los ojos negros que antes brillaban, ahora apagados. Varias lágrimas estaban arremolinadas alrededor de sus ojos y otras más caían. La venda estaba empapada. En la cama se apreciaban las sábanas rojas. No, no quería eso. Fue cuando se dio cuenta que lo asfixió. No fue el desangrado. Fue la presión que ejerció cuando le tapó la nariz y la boca.

 

Hay fuego de infierno.

 

Gitano, escogerás.

 

O a mí o a la hoguera.

 

Sé mío o arderás.

 

Nadie lo encontraría nunca. Se había deshecho del cuerpo de una forma que nunca lo hallara. Le dolió ver a su esposa lamentándose la desaparición de Severus. Pero le dolió más ver a su amigo destrozado, pues no solo había perdido a su pareja. Severus esperaba un hijo suyo. Lo lamentaba, pero no iría a Azkaban por algo que no fue su culpa. Porque no lo era ¿Cierto? Fue Severus quien lo tentó. Fue Severus quien no se callaba. Fue Severus quien comenzó a sangrar. Sí, él era inocente.

 

Ten piedad de él...

 

Y ten piedad de mí...

 

Él mía será...

 

O a arder va...

 

Habían pasado más de cincuenta años desde que asesinó a Severus. Sirius ya había muerto hace apenas dos años. Ahora, él estaba por morir. Se hallaba en cama. Su hijo estaba a su lado. Era todo un auror. Le había informado que después de todos esos años, al fin habían encontrado los restos de Severus. Fue cuando supo que debía confesar su pecado. Con un además le dijo a Harry que se acercara. Su vida empezaba a esfumarse. Lo sentía. Harry se acercó a su padre que apenas podía hablar. "Yo lo maté". 


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