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Memories por RLangdon

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Despues de haber conducido por casi una hora, debido al embotellamiento propio de la época, Sasuke detuvo el vehículo en la cochera. Notó, por el rabillo del ojo, que su acompañante se removía incomodo en el asiento del copiloto y casi sintió deseos de abrazarlo.
 
Casi...
 
Pero se contuvo. Bajó del coche y tras abrirle la puerta, esperó pacientemente a que el pequeño tambien bajara para guiarlo a la entrada de la mansión .
 
Con cada paso avanzado, Sasuke se percató de que Naruto parecía más y más impresionado, lo vio boquear varias veces como un pez mientras observaba los enormes jardines de derecha a izquierda. Lo oyó susurrar algo en torno a la guarida de las hadas y gnomos, pero, aunque quería sacarlo de la burda ensoñación, no lo hizo. Si el niño era feliz imaginando un sinfin de falacias provenientes de cuentos de hadas, lo mejor era permitirle soñar un rato, hacerle creer, de ser preciso, que efectivamente se hallaban en un palacio, que él era el principe de hielo y que, en cualquier momento, divisaría al funesto ogro que gritaría rabioso a los cuatro vientos que qué hacía ese chiquillo en su hogar.
 
Sasuke se permitió sonreir sutilmente ante la idea. Aunque no tenía nada de hilarante en realidad. Su padre lo haría picadillo tan pronto viera el par de "regalitos" que había llevado a casa.
 
-Llegamos- anunció, haciendose a un lado para que Naruto entrara primero y se familiarizara con el entorno.
 
Naruto, vacilante, dio un paso al frente. Luego se volteó para mirar una vez más los jardines que habían dejado atras. Tsunade había dicho que acompañara al joven a su casa y que evaluara por sí mismo el lugar. Si quería, inclusive podía pasar la noche allí y dar su veredicto al día siguiente. Pero lo cierto es que estaba mucho, muy nervioso, a pesar de que le emocionaba la idea de encajar dentro de una familia, tenía sus dudas al respecto.
 
-Adelante.
 
Entró, sintiendose aún mas intimidado al reparar en la fina arquitectura, propia del castillo de un rey.
 
En apenas dos horas, Sasuke se encargó de mostrarle hacia donde conducía cada corredor y qué había detras de cada puerta. Tambien le advirtió que no debía hacer mucho ruido si llegaba a jugar cerca de la oficina o el estudio y que tuviera cuidado al subir y bajar las escaleras.
 
Las reglas eran sencillas de acatar, pero asi y todo, Naruto las anotó en su libretita por si llegaba a olvidarse de algo. Despues de abandonar la gran pieza amueblada que sería su recamara (él decidiría si temporal o permanentemente), volvieron al comedor para tomar la merienda que consistió en carne de ternera con salsa y queso roquefort que a Naruto dejó encantado.
 
-¿Por qué no hay árbol?- preguntó tras haber terminado su vaso de refresco. Sasuke se encogió de hombros y le instó a que mirara en derredor para que se diera cuenta de la ausencia de todo adorno u objeto festivo.
 
-Si decides quedarte, podrás elegir el decorado de tu habitación. Tendrás total libertad de pasear por los jardines y me haré cargo de solventar tus estudios.
 
Naruto escuchó con atención, su semblante contradictorio dio a entender su indesición.
 
-¿Qué pasará con la abuela y mis amigos?
 
-Podrás visitarlos cada fin de semana- respondió el Uchiha en tanto adoptaba una pose más seria. -Puedo llevarte y recogerte siempre y cuando no sea en el horario de mis deberes.
 
Naruto volvió a mirar en derredor, de derecha a izquiera y viceversa. El sitio era acogedor, aunque algo frio y sobrio.
 
-Yo...- pero antes de que Naruto diera su aprobación, el estruendo de la puerta al azotarse, los interrumpió.
 
-¡Sasuke!
 
Y Sasuke entornó los ojos en evidente tedio. Ya se esperaba algo asi.
 
-¿Es...?- de un salto, Naruto abandonó su lugar en la mesa, sus ojos brillaron en un inconmesurable arranque de gozo al ver la silueta imponente de traje rojo que llevaba una pequeña jaula en una mano. -¡Santa!
 
Sasuke no tuvo tiempo de reaccionar hasta que fue tarde. El pequeño iluso había corrido para adherirse como sanguijuela a una de las piernas de Fugaku, quien sorprendido, trató de atar los cabos faltantes para aquella mala jugada. No era su día, definitivamente no lo era. Primero le estropeaban su costoso traje de levita blanco en la tintoreria por el futil error de un empleado amateur que mezcló unos calcetines rojos con sus valiosisimas prendas. Posterior a ello, Fugaku se había enfrentado a la terrible ventisca de finales del mes que le cubrió el cabello de una fina capa de escarcha. Por si fuera poco, al llegar a la mansión, un individuo extraño se acercó a él para entregarle un "paquete especial" que Sasuke había hecho el día anterior. Y ahora esto...
 
-Santa, muchas gracias por los regalos, dattebayo- Naruto esbozó una sonrisa angelical que dejó poco menos que estupefacto al mayor. -Quería dejarte galletas de mantequilla y leche tibia, pero perdí mi diente y solo quedaban dos galletas de nuez.
 
Apoyado en el barandal de las escaleras, Sasuke confrontó la severa mirada de Fugaku, pidiendole (sin nececidad de palabras) que aguardara hasta que estuvieran a solas para explicarle.
 
Fugaku, pese a mostrarse ofuscado, irritado y esceptico, no dijo nada más. Solo colocó la jaula sobre la alfombra, al lado del pequeño que no tardó en agacharse para curiosear de qué se trataba.
 
-¡Un zorrito de verdad!- la felicidad se desbordó en menos de un minuto. Naruto dio vueltas, saltos, rió y festejó como solo un niño sabe hacerlo, contagiando con su dicha a los allí presentes que contemplaban tan reluciente luz llenar de dicha cada recoveco de la casa.
 
Cuando se hubo cansado, Naruto se puso de rodillas y abrió la jaula para dejar salir a su nueva mascota que lo recibió con efusivas lamidas en el mentón.
 
El pequeño no paraba de reír. Y su alegría se acrecentó mucho más al notar la placa que el zorrito llevaba en el cuello.
 
-¿Kurama?
 
Sasuke no pudo evitar ruborizarse cuando Fugaku arqueó una ceja a la expectativa de una respuesta verosimil para semejante suceso.
**
 
Eran cerca de las once de la noche cuando Sasuke escuchó al intruso escabullirse en su habitación. Fugaku casi había sufrido un colapso nervioso al enterarse de los tramites de adopción, sin embargo, y tras haber oído al pequeño adulandolo una y otra vez por los obsequios, Fugaku había cambiado de parecer.
 
La casa es demasiado grande. Había dicho cuando Naruto le preguntó si podía quedarse.
 
A todas luces se trataba de una afirmación, aunque el patriarca Uchiha no lo repetiría si se le daba la oportunidad de recapacitar.
 
-¿Naruto?- tallandose los parpados y aun somnoliento, Sasuke se apoyó en la cabecera de la cama. El pequeño entró sin previo aviso, dejando a Kurama sobre la alfombra para ir a sentarse en una orilla del colchón.
 
-Kurama tiene miedo- dijo mientras jugueteaba ansioso con el borde de las sabanas. Sasuke se sonrió ante la excusa. Debió imaginarlo, Naruto no se quedaría solo en una habitación, por más lujosa que esta fuera, porque estaba acostumbrado a dormir en compañía de alguien. En el orfelinato había estado rodeado de niños, por lo tanto no era de sorprender que temiera pasar la noche solo en un lugar todavía desconocido.
 
-Puedes dormir aqui hasta que te habitues a tu recamara- hizo a un lado el edredón para que se acostara, pero Naruto siguió en su sitio, mirandolo fijamente y con cierto reproche. -¿Ahora que pasa?- inquirió, serio, encendiendo la luz para ver la hoja que el pequeño llevaba entre las manos.
 
-Tsunade obachan me dijo que te lo diera- le extendió el papel. Sasuke lo tomó y leyó en silencio, bufando poco despues de concluida la lectura. Era una lista, la lista de cuidados para antes de la siesta.
 
-Son las once de la noche- replicó, apuntando el reloj junto a la comoda.
 
-No podré dormir si no cumplo con mis deberes- se quejó Naruto, reprimiendo un puchero que, Sasuke encontró encantador.
 
-Esta bien- se levantó muy a su pesar para realizar la enmienda. Lo primero fue ir al comedor para servir un vaso de leche tibia que Naruto bebió en apenas tres tragos. Luego, Sasuke tuvo que volver a subir para preparar la bañera. Acomodó una muda de ropa sobre la silla, dispuso un juego de toallas junto a la tina y esperó a que el agua rebasara la línea que enmarcaba los tres cuartos de capacidad para añadir un poco de jabón y perfume.
 
Naruto se había quedado mirando cada detalle con inusitado interes. Esta sería la primera vez que tomaba un baño de esa forma y no en una regadera.
 
Cuando Sasuke terminó de templar el agua, Naruto se acercó a él para tironearlo suavemente de la playera en un intento frustrado por tener su atención. Sasuke dejó la botella de champu en el borde de la tina y observó los brillantes zafiros azules con un atisbo de embeleso.
 
-¿De verdad puedo quedarme en este lugar a vivir?
 
-Tanto como lo desees- le alborotó el cabello y se dispuso a sentarse en el banquillo para leerle el cuento. Aunque ambos ya habían vivido uno. Porque, la historia de sus vidas, comenzaría a partir de ese momento.
 

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