Prólogo
Más allá de la ventana el mar se mecía violento golpeando las orillas rocosas de Portorosso. Alberto echó una ojeada y vio la isla donde paso tanto tiempo solo. Una figura de piedra solitaria siendo azotada por las fuertes aguas en medio de la oscuridad. En algún momento se sintió como aquella isla, pero cuando Luca llegó trajo el verano a su vida, así fue, al menos hasta que partió en el expreso a Génova, ahora un año después de eso volvía a sentirse como aquella isla.
Esa noche estaba envuelto en las mantas de su cama, tal como en las últimas noches que no había podido conciliar el sueño. Las cartas que Luca había enviado se desbordaban del cajón. Para Alberto el cajón convirtió en un símbolo de felicidad y tristezas, el no sabía leer, Massimo era quien siempre lo hacía, pero le avergonzaba pedirle que le releyera alguna cuando necesitaba escuchar las palabras de su amigo, así que en cada ocasión estaba muy atento cuando se las leían, pero la mayor parte del contenido lo había olvidado. En el suelo estaba la carta más reciente y la más corta, las palabras escritas se grabaron en su cabeza como si hubiese sido tallado en roca.
“Llegaré en una semana, espero verte pronto Atte: Luca”
Esas palabras habían rondado su cabeza por seis largos días, pero habían parecido seis vidas. Alberto se cubrió los ojos con el brazo y dio un largo suspiro sintiendo una gran fatiga y desconcierto ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? Los primeros meses no hubo ningún problema, pero todo había empezado cuando su cola se había vuelto de un sutil tono naranja. No se lo había dicho a nadie y no pensaba hacerlo, el solo supuso que era el cansancio y pronto retomaría su color natural.
Un peso le agobio los hombros, un peso que no había sentido hace tiempo ¿Y si Luca lo dejaba también por no ser listó? Recordaba las muchas cosas que menciono en las cartas, cosas que no entendía, sin duda durante ese año Luca se habría llenado de toda clase de información en cambio el no era capaz de leer. El pensamiento de Luca dejándolo de lado se envolvió en su mente. Alberto tomo la almohada y la presionó contra su cara entonces grito tan alto como pudo hasta que se quedó sin aire.
—Luca— Murmuro para si mismo solo para sentir esa calidades familiar. Su amigo, su primer amigo, su sueño de verano.
Ha sido un año, pensó mientras rozaba con el dedo la rugosa superficie de la hoja de papel. Con la yema del dedo trazo cada una de las letras tratando de imaginar la cara de Luca al escribirlo. Se quedó divagando sobre el día que partió en el tren ¿Había cometido un error al no ir con el? Solo había sido otro de sus gestos estúpidos por intentar verse genial ¿Por qué demonios convenció a los padres de Luca para dejarlo ir?
—Por que era su sueño —Le susurró lo más profundo de su menté.
Movió la mano y el vació que le lleno al alejarse de la hoja penetró más allá que cualquier otro día.
El haría hecho lo que fuese por Luca solo por verlo feliz aún que eso le costará su cordura, la noche continuo hasta que el cansancio lo derrotó y por fin pudo quedarse dormido.