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Carpe diem por RLangdon

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Contempló por breves instantes su reflejo en la ventana antes de extraviarse mentalmente en la conversación que había tenido lugar minutos antes. 
 
Jack le necesitaba nuevamente. Quería que le ayudara a resolver otro caso y, técnicamente, le presionaba para ello. 
 
¿Y cómo podía Will Graham negarse ante semejante petición, tan sutilmente cargada de tintes altruistas? 
 
Se trataba de otro asesino en serie, naturalmente. El informe policial reposaba sobre la mesa del comedor. Y Will apenas había echado un fugaz vistazo antes de que sus alarmas internas se encendieran. 
 
Lentamente apartó su rostro de la ventana. Su aliento había empañado el reflejo y, a su vez, la visión tan nítida que tenía del exterior. Su desequilibrado sentido de la moral le ponía constantemente en peligro. Y era, no obstante, el exceso de empatía, lo que le orillaba a aceptar cualquier propuesta de parte de quien él consideraba un amigo. 
 
Pero los amigos no te usaban como cebo. Y era precisamente lo que dictaminaba Jack por segunda ocasión. 
 
Un señuelo humano. 
 
El escozor de su estomago, lo instó a desabrocharse la camisa para observar la marca de la cicatriz sobresaliente en su abdomen. 
 
Aceptar ser de ayuda en el caso, fuera, posiblemente, la acción más sencilla de llevar a cabo. Entre sus múltiples dudas surgía además otro acontecimiento inevitable. Si no podía hacerlo solo, tendría que pedir ayuda. 
 
Tendría que verlo de nuevo, tendría que enfrentarse cara a cara con él. 
 
¿Qué diría Molly? ¿Qué pensaría Willy? 
 
Y más importante.
 
¿Qué haría él...?
 
Un año de distanciamiento para hacer su vida, un montículo sólido y familiar, monótono pero estable. Y de pronto, Will sentía, que el más leve soplo bastaría para derribar todo lo que tan arduamente había construido.
 
Pero había vidas en peligro. Familias enteras que morirían si se rehusaba a colaborar. 
 
¿No habían sido esas las palabras exactas de Jack? 
 
Al negarse, estaría dándole la espalda a vidas inocentes. 
 
Sólo por ello, Will había aceptado. Y su mente no dejaba de dar vueltas desde que los resquicios internos que apelaban a su buena voluntad, lo orillaron una vez más a aceptar ponerse en peligro por causa ajena.
**
 
Para cuando terminó de hacer las maletas, Willy aún le observaba tímidamente desde el alfeizar de la puerta. Su mirada, inquieta y curiosa, iba de un extremo a otro de la recamara, siguiendo sus movimientos cuál espectador de un torneo de ping pong.
 
Suspirando, Will le invitó a sentarse a su lado en la cama. La fuerte discusión con Molly había sido inevitable. Y ella llevaba posiblemente la razón. Era su esposa, tenía derecho a opinar al respecto. Conocía parte de la historia, y además, odiaba a Jack con todas sus fuerzas. 
 
A pesar de todo, Will habría querido despedirse en buenos términos. Ella estaba molesta y la comprendía, no obstante, le había hecho la promesa de regresar sano y salvo en cuanto lograran resolver ese caso. Quizá después pudieran irse de vacaciones al Caribe. De momento era menester reintegrarse a las actividades de su vida pasada. A Will le gustaba referirse así a los eventos que habían tenido lugar un año antes. Después de todo, se sentía diferente ahora. Había logrado bloquear a Hannibal de su mente para poder convertirse en un individuo más acorde a su entorno. En resumidas cuentas, se había reformado. Y esperaba seguir así por mucho más tiempo.
 
— ¿Te irás muchos días?
 
Forzadamente, Will sonrió. 
 
—Sólo el necesario, campeón— alborotó el cabello del niño antes de agregar. —Dos...tres semanas, como máximo.
 
Resultaba increíble lo bien que se había acoplado al rol de padrastro. Quería a Willy como si fuera su propio hijo, y sin embargo, en más de una ocasión, se notaba a sí mismo distante en aquella relación. Era como si le costara asimilar que verdaderamente eran una familia. 
 
Notó la vacilación en el rostro del pequeño. 
 
— ¿Regresarás?
 
Will separó lentamente los labios. Habría preferido responder a cualquier otra pregunta, pero no a esa. Se trataba de un caso delicado. Y su vida nunca estaba segura cuando tenía que ponerse en medio de situaciones envueltas en muerte. 
 
—Lo haré— por un momento, le asustó la simpleza con la que la mentira brotó de su boca. No estaba ni siquiera un poco convencido de ello, pero aquellos dotes actorales prevalecían desde sus encuentros con Lecter. —Y cuando lo haga, iremos a montar a caballo.
 
Con alivio, vio como la sonrisa de satisfacción del niño se ensanchaba.
***
 
Cuando divisó el pórtico de su casa, supo que no había vuelta atrás. Volver a su antigua vivienda en Virginia, se sentía tan irreal como un sueño, y tan tétrico como una pesadilla. Estaba retornando a la espiral de caos y destrucción que casi termina con su vida. 
 
Y sin embargo, estando allí, de pie, a pocos metros de su casa, se sentía terriblemente confundido. Como si su vida en California formara parte de la bruma mental que le acompañaba en todo momento y, no existiera realmente. Él mismo se sentía como un ornamento más camuflado en el paisaje. 
 
Al entrar a la casa, reparó rápidamente en la nota de la nevera. Era la caligrafía de Jack, aunque no estaba firmada. Un escueto párrafo para avisarle sobre la visita de Alana esa misma noche. Ella le proporcionaría más datos sobre el hada de los dientes. 
**
 
Caminó lentamente por el corredor, cuidando de no pisar el rastro de sangre seca que trazaba una trayectoria irregular que iba desde uno de los dormitorios, hasta el salón principal. 
 
Más salpicaduras carmesí a sus costados. Linóleo y paredes por igual. 
 
En la cama del matrimonio Leeds se extendía una gruesa mancha sobre la hendidura dejada por uno de los cuerpos. El de Charles Leeds, según los datos del forense. 
 
Will vagó por la recamara de los niños antes de enfocarse nuevamente en el salón, dónde terminaba el camino de sangre. Se forzó a maquinar. En sus pensamientos poco a poco se reconstruía la sangrienta escena en base a la información visual que había recopilado. 
 
No entendía por qué el hada de los dientes se había tomado la molestia de trasladar los cuerpos a la sala. A no ser, que intentara hacer algo con ellos. 
 
Pero ¿Qué? 
 
¿Para qué tomarse la molestia de dejarles juntos si ya estaban sin vida?
 
¿Y los espejos rotos de las habitaciones?
 
Sabía por el informe que el asesino incrustó trozos de vidrio en los ojos de las victimas. Debía ser su manera de hacerles ver algo. Quería simular que aún vivían.
 
Will se imaginó a sí mismo rodeado de los cuerpos. Entonces obtuvo la respuesta. 
 
El hada de los dientes buscaba un público. 
 
El asesino era lo suficientemente inteligente para emplear guantes de látex en todo momento. No obstante, en el informe figuraba un rastro de talco en el cuerpo de la señora Leeds. 
 
—Te quitaste los guantes para tocarla— murmuró para sí mismo. Si lograban encontrar al menos una huella en el cuerpo...
 
Tendría que llamar a Jack lo antes posible.
***
 
Eran las 11:25 de la noche cuando se reunió con Jack en la oficina. Había leído el informe policial y forense al menos diez veces para extraer lo más relevante del caso. Y así todo, disponían de tan pocas pistas que se hallaban prácticamente a oscuras.
 
—No— sentenció firmemente, dejando la carpeta sobre el escritorio de caoba, evitando deliberadamente la mirada penetrante del otro. 
 
Sabía de antemano lo que Jack iba a sugerir, lo que quería que hiciera. 
 
—Los únicos datos que poseemos del hada de los dientes no van a llevarnos a su captura— las duras palabras de Jack rompieron el silencio. —Calzado número once. Tipo de sangre AB positivo. Muestra de rugas palatinas irregulares— enumeró, cansado. —Le gusta matar cuando hay luna llena. Un mes de diferencia entre el asesinato de Birmingham y el de Atlanta. Familia Leeds y familia Jacobi. Muertes similares pero no idénticas. Ambas familias tenían tres niños y una mascota...¿A quién vamos a arrestar con estos datos, Will?
 
El interpelado apoyó las palmas sobre el escritorio, pensativo. 
 
—Debe haber otra manera— pero no la había. Y él lo sabía mejor que nadie. 
 
Jack le devolvió la carpeta, anexando un papel más encima de ella. 
 
—Tenemos solamente tres semanas antes de la próxima luna llena, Will. Si queremos capturarlo, no quedan más alternativas.
 
En silencio, Will tomó la carpeta. Sobre ella se hallaba el pase de visita para el hospital psiquiátrico de Baltimore.
 

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