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Confesiones... por Yakaylex2

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Notas del fanfic:

Serie: El increíble mundo de Gumball

Fanfic relacionado: No

Pareja: Gumball x Darwin.

Notas del capitulo:

El increíble mundo de Gumball… y todos los nombres y personajes utilizados, son propiedad de sus respectivos autores (el gran Ben Bocquelet y anexos). Fanfic sin ánimo de lucro. Hecho por una fan para fans.

Comedor de la casa Watterson

- Mamá, papá, Anais. - Los tres voltearon a verlo de inmediato, pues el tono que usaba era demasiado serio para no tomarlo en cuenta. Suspiró una vez para controlarse. - Soy gay y estoy enamorado de Darwin.

Nicole dio un respingo, algo típico en una madre tan aprensiva como ella. Anais solo se encogió de hombros y siguió comiendo como si nada. Después de todo ella ya lo sospechaba desde hace años. Richard se levantó de su asiento y saltó tres veces de felicidad. Siempre había deseado que sus hijos se quedaran juntos. Sin importar que fueran hermanos adoptivos.

- Muy bien, Gumball. - La sonrisa en sus labios no desaparecía. - ¿Y ya le dijiste a Darwin? – Gumball negó con la cabeza.  – Entonces ha llegado la hora de hacerlo.

- ¿Es enserio, Richard? - La voz de Nicole se escuchó crispada. - ¿Es todo lo que vas a decir? – Richard asintió con gesto grave.

-Tienes razón, cariño. - Con calma se dirigió a su hijo mayor y colocó la mano en su hombro. - Hijo, si Darwin te corresponde no queremos besos enfrente de tu hermanita. - Gumball asintió feliz y se retiró.

- No era eso a lo que me refería, Richard. – Dijo Nicole enojada.

- Lo sé, cariño. Pero no vamos a hacer una tormenta en un vaso de agua.

- Si pero, ¿y las  implicaciones? - Nicole tenía la mala costumbre de preocuparse por hechos futuros. – Además, ¿cómo pudo ocurrir?

-Era inevitable que ocurriera. – La voz de Anais se escuchaba firme. – Pasan las veinticuatro horas del día juntos, se complementan entre ellos y son químicamente compatibles. Sé que hemos sido educados como hermanos pero todos sabemos que en realidad Darwin no lo es. – La pequeña los miró con la sabiduría pintada en el rostro. – No va a pasar nada mientras no demuestren en público su amor. Aunque conociendo a Gumball creo que va a ser difícil. – Los dos adultos asintieron. La pequeña tenía razón en todo lo que decía, no por nada era considerada el genio de la familia.

Ático de la casa Watterson

Darwin se encontraba observando el cielo nocturno. Lo tranquilizaba de una manera que nadie podía entenderlo. Y dadas sus últimas reflexiones, necesitaba de ese consuelo. Estaba enamorado de Gumball, de eso no había duda. Tantos años juntos, todo lo que conocía a su hermano. Quería dejar de sentir eso pero no podía hacerlo. Había intentado transferir sus sentimientos a alguien más pero no había funcionado.

- Lo mejor sería irme.  – Dijo en voz alta.

- ¿A dónde? – Preguntó una voz a su espalda, mientras lo rodeaba con sus brazos.

- Muy lejos, Gumball. – Podía sentir su corazón latir fuertemente. – A donde nadie me conozca.

- ¿Por qué, viejo? – En la voz de Gumball se escuchaba tristeza. Darwin suspiró.

- Porque me he enamorado de alguien prohibido para mí. Así que tengo que poner tierra de por medio. – Su voz comenzó a quebrarse. – No quiero lastimar a nadie.

- ¿Y si me llevas contigo? – Los brazos de Gumball lo estrecharon con más fuerza. – Yo también me he enamorado de alguien prohibido para mí.

- ¿Sí? – Darwin sintió que su corazón se empequeñecía.

- Si, y ya se los he dicho a mis padres. – Darwin estaba petrificado por la sorpresa. No había vuelta atrás. Mamá les advirtió que solo quería conocer el nombre de la persona que realmente amaran, no quería que le estuvieran presentando noviecillas nuevas cada semana.

- Yo… Me alegro. – Dijo tristemente.

- ¿No quieres saber quién es la afortunada persona? – Le dijo Gumball. – Está aquí. Puedo presentártela. – Decir que un cuchillo se clavó directamente en el corazón de Darwin era poco. Asintió una vez y Gumball lo soltó.  Darwin se dio la vuelta, justo para quedar de frente a su hermano. – Pero debes cerrar los ojos.

- Claro. – Darwin hizo exactamente lo que Gumball le había pedido. De pronto sintió unos tibios labios sobre los suyos, un beso tierno y cálido. Abrió los ojos de inmediato y pudo ver que Gumball lo miraba a su vez. - ¿Qué… qué haces? – Le preguntó asustado.

- Te quiero, Darwin. – Gumball trató de verse lo más serio posible. -  Estoy enamorado de ti.

- Pe… Pero… Nuestros padres…

- Mamá se asustó un poco pero a papá le dio gusto. Anais ya sabes como es. – Gumball se encogió de hombros. – Así que por favor no digas nada de marcharte, ¿ok? – Darwin asintió. - ¿Y de quien te enamoraste? – Darwin lo miró con el rostro decepcionado.

- ¿Tú de quien crees, viejo? – Le dio un puñetazo amistoso en el hombro. – A veces eres un poco distraído.

- No, es solo que quería que lo dijeras por lo claro. – Gumball le sonrió. Por toda respuesta, Darwin se colgó a su cuello mientras levantaba el rostro justo para quedar bajo sus labios. Los besó con delicadeza mientras este le correspondía de la misma manera.

- Me enamoré de ti, Gumball.

- Asunto concluido entonces, hermano.  – Le sonrió. – Bueno, creo que tengo que dejar de llamarte así.

- No me incomoda. Es la verdad. – Reflexionó un poco. – Al menos ante los demás.

- Perfecto. – Lo tomo de la mano. – Vamos a cenar entonces, que dejé mi plato servido en el comedor. – Darwin asintió. – Solo una cosa más. Papá me advirtió que no quería besos frente a Anais y…

- No me molestan en absoluto, Gumball. – La voz de la niña se escuchó desde la puerta.

- ¡Anais! – Gritaron ambos mientras se soltaban de la mano.

- ¡Oh, vamos chicos! Es momento de las confesiones, así que ¿desde cuándo creen que sé lo que sienten ambos? – Los dos la miraron incrédulos. – No me molesta que vayan de la mano, se abracen o se besen. Pero eso sí, - les advirtió con una mirada furiosa. – Nada de sexo en la habitación porque yo allí duermo.

- Cla… Claro… - Dijeron ambos chicos, con el rostro teñido de carmín. A esa pequeña nada se le escapaba.

- Perfecto, vamos a cenar entonces. – Dijo Anais mientras los tomaba a ambos de las manos.

Al parecer, todo saldría bien.

Notas finales:

¡Hola amigos! Lo sé, lo sé. Soy un fraude haciendo retos. Ya va acabar el año y no he podido subir los 31 relatos decembrinos. Les pido disculpas pero esta vez han pasado más eventos que de costumbre que me han hecho prácticamente estar asilada de la computadora y el internet. Pero voy a tratar de ponerme al corriente, ¿ok? ¡Aunque lo veo muy complicado!

Espero que les haya gustado y ya saben que cualquier comentario –físico o mental – es bienvenido. ¡Nos vemos!


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