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Vida doméstica por Eira Baker

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Notas del fanfic:

Holiwis, ¿cómo están? Escribí este fic rápidamente porque quería dar una noticia... Yo en total tengo que escribir veintisiete fics que serán de puro lemooon y mucho salseo u.u todo eso para que el Meronia no se quede atrás, y pensaba escribir primero esos y luego finalmente escribir fics que sean cortos y que no traten precisamente de eso... Pero luego decidí que voy a escribir un fic largo de mucho lemon y a la par voy a subir un fic que sea como los que a mí me gustan :3 así que ya saben uwu será como el Yin y el Yang jajajaja con suerte mañana subiré ese fic con mucho salseo ;w; 

Notas del capitulo:

Tengo sueño jajajaj ;w; ¿que hago subiendo un fic a las 2:09 AM? Lo que me pone feliz es que finalmente no hay advertencias, sean libres de leer sin culpa jajaja 

 

Vida doméstica.

 

—Nate, tienes que lavar los platos —avisó Mihael mientras estaba pasando la aspiradora en el piso de la sala de estar. 

 

Nate giró por el suelo alfombrado, quedando boca arriba e inflando un poco sus mejillas rosadas. 

 

—¿Es necesario? 

 

Mihael suspiró, mirando a su pequeño esposo que estaba recostado sobre la alfombra con todos sus juguetes desparramados a su alrededor. 

 

—Si, Nate. Los platos no pueden quedarse así —le respondió calmadamente, volviendo su atención a lo que estaba haciendo. 

 

Nate frunció ligeramente el ceño, algo disgustado con la idea de lavar platos, justo en el momento más interesante de su juego, en donde el capitán estaba por ganarle al monstruo marino que había secuestrado a su enamorado. 

 

—¿Puedo hacerlo más tarde? Estoy jugando —preguntó dulcemente, con sus ojos grisáceos brillando con esperanza, ansiando escuchar que Mihael le dijera que sí. 

 

—No —dice firme Mihael mientras se acerca hacia Nate—. Siempre te consiento y nunca haces lo que se supone que tienes que hacer —lo mira seriamente—. No será así está vez. 

 

Nate gruñe molesto. Por el tono de seriedad de su esposo sabía que no iba a poder salirse con la suya. 

 

—Está bien —habló Nate con resignación, dirigiendo su mirada hacia su enfurruñado esposo que luego suavizó su expresión ante sus palabras. 

 

Mihael se inclinó y besó a Nate con suavidad en los labios. 

 

—Gracias —susurró el rubio, sonriéndole con amor. 

 

Nate sonrió un poco, cuando Mihael sonreía se veía tan radiante y atractivo. Le gustaba mucho verlo sonreír y, sintiéndose motivado por aquella sonrisa preciosa, finalmente se levantó de su lugar. 

 

Mihael no pudo evitar bajar la mirada y ver lo hermosas que se veían las piernas de Nate. Agradece que ese día hiciera calor y que Nate hubiera decidido usar pantalones cortos de pijama. Se veía tan hermoso y abrazable, con sus mechones blancos alborotados, dándole un aire travieso y sensual.

 

Mientras Mihael devoraba con sus ojos a su esposo, Nate echo un vistazo a la enorme pila de platos sucios que había en la cocina y casi le da algo. 

 

El más pequeño se gira rápidamente hacia Mihael, haciendo que sufriera un sobresalto y que rápidamente desviará la mirada, teniendo un bonito sonrojo en sus mejillas. Nate mira fijamente a su esposo, admirando por un momento lo apuesto que se veía usando un delantal azul oscuro, con su cabello rubio recogido; dejando caer algunos mechones en sus mejillas rosadas. 

 

Oh, ¿Mihael estaba sonrojado? Nate tuvo que controlar sus deseos de saltar todo enamorado encima de su esposo, pero era tan difícil, quería tanto morderlo, tocarlo y besuquearlo. 

 

Nate tosió delicadamente para alejar malos pensamientos y luego volvió a concentrarse. 

 

—¿Cómo se juntó tanto si sólo somos dos personas viviendo en esta casa? —se quejó el más bajito, señalando exasperado todo lo que le tocaba lavar. 

 

Mihael se recompuso y luego se encargó de recoger los juguetes de Nate. 

 

—No lo sé, tal vez porque cierta personita decidió posponer su deber y dejar que se fuera acumulando —explicó tranquilamente sin mirar a Nate, intentando hacer desaparecer su sonrojo. 

 

Nate se podría decir que era algo perezoso y vago para realizar tareas domésticas. Sabía lo que quería hacer y lo que no. Y ciertamente lavar platos le resultaba una tarea súper aburrida y además eterna. 

 

—Me niego —dijo Nate mientras se cruzaba de brazos, bastante obstinado en no hacerlo—. No quiero lavar los platos. 

 

—Mira, Nate... —Mihael dejó los juguetes y volteó a mirarlo, cruzándose de brazos al igual que su esposo—, cómo no me laves todos esos platos ya mismo, dormirás en el sofá… tú verás qué decides. 

 

Nate refunfuñó, haciendo muecas y pensando que realmente no podría seguir jugando con sus juguetes. 

 

—L me advirtió que no me casara —dice Nate con pesar, viéndose todo acongojado. 

 

Mihael lo miró con incredulidad. 

 

—Pues te jodes, porque fuiste tú quien me propuso matrimonio —le recordó, poniéndose de pie y señalandolo con su dedo. 

 

Nate se alzó de hombros, con una pequeña sonrisa en sus labios.

 

—Si, es cierto, y la verdad no me arrepiento —respondió con simpleza, mirando intensamente a su esposo—. Te sigo amando como hace quince años, Mihael… incluso creo que más. 

 

Mihael sintió su corazón palpitar cómo loco y miró a cualquier lado menos al rostro de Nate. Sabía que si lo miraba terminaría cediendo a lo que él quisiera. 

 

—Yo también te amo, Nate… Pero aún así tienes que lavar los platos —terminó diciendo, dándole la espalda. 

 

En ese momento Nate pensó: "maldita sea", pero no desistió de su plan y se dirigió hacia Mihael, envolviendo la cintura de este con sus delgados brazos, besándolo suavemente en su cuello. 

 

Mihael se estremece y lo mira de reojo. 

 

—¿Qué se supone que quieres lograr? —preguntó Mihael, mirándolo atentamente. 

 

—Solo quiero abrazarte —tarareo, tomándose unos momentos para oler el agradable aroma de Mihael, ¿siempre fue tan embriagante? —, ¿no puedo hacerlo? 

 

—Nate, ponte a lavar los platos —se quejó, intentando liberarse del agarre—. Si no lo haces, las cucarachas van a invadir nuestra casa. Ve a lavar los platos —repitió molesto. 

 

Nate no le prestó atención y lo abrazó más fuerte. 

 

—Podría hacer algo más interesante con mis manos en lugar de lavar... —susurra juguetón, deslizando su mano hacia la entrepierna de Mihael y parándose de puntillas para morder traviesamente el lóbulo de la oreja de su esposo—. ¿Sabes? Ahora que lo pienso… nunca hemos tenido sexo en la cocina… 

 

Mihael se sonroja profundamente, atragantándose con su saliva y tosiendo torpemente. 

 

—¡No vamos a tener sexo en la cocina! —gritó una vez que controlo su tos, con pequeñas lágrimas formadas en las esquinas de sus ojos. 

 

—Piensalo por un momento… podrías empujarme sobre la encimera y hacerme todo lo que quisieras… —siguió hablando de forma sensual, soplándole en el oído y provocando que Mihael se estremeciera. 

 

Usando todo el autocontrol que no sabía que tenía para no caer, Mihael se soltó y se alejó de su tentador esposo. 

 

—No intentes librarte de tu deber con sexo, Nate —dice firme, retrocediendo—. No vamos a tener nada de sexo hasta que hayas lavado los platos. 

 

—¿Lo dices enserio?—Nate se ríe incrédulo, jugando con un mechón de su cabello blanco.

 

—Jamás he sido más serio en mi puta vida —responde Mihael. 

 

—¿Y si me pongo un traje de maid y me tiro chocolate encima? 

 

Mihael se rió un poco, pero tuvo que admitir que esa imagen se le hizo tentadora. 

 

—¿Qué intento de seducción es ese? —preguntó burlón, haciendo que Nate lo golpeara en el hombro y lo mirara ofendido. 

 

—¿Entonces no te gusta la idea? ¿Tenerme vestido así para ti? —susurra con una voz endemoniadamente dulce y seductora, tirando de la ropa a Mihael para rozar sus labios contra los suyos. 

 

Antes de que Nate pudiera besarlo como le gustaría, Mihael vuelve a apartarse, quedándose a una buena distancia alejado de él. 

 

—Ni siquiera lo pienses, pervertido. 

 

Nate entrecerró los ojos, realmente había esperado que Mihael desistiera de su idea y mejor pasarán a hacer cosas más interesantes en la cama matrimonial que tenían. 

 

—Mihael —gimió Nate, intentando acercarse al mayor pero este retrocede, mirándolo con advertencia, pero a Nate le vale esa mirada y sigue avanzando paso a paso hacia su esposo. 

 

Siguieron así hasta que Mihael levantó una silla, aferrándose a ella y colocándola frente a su cuerpo como una forma de que su caliente esposo no se le acercara.

 

Nate realmente quería reír en ese momento. Mihael se veía tan hermoso y gracioso abrazando la silla. 

 

—Bien, bien, no me acerco —le sonríe suavemente y alza las manos, cómo forma de hacerle ver que se rindió y que no le haría nada. 

 

Mihael lo miró con desconfianza pero lentamente bajó la silla y la dejó en su lugar. Antes de que siquiera pudiera decir algo o verlo venir, Nate se le acercó rápido; lo abrazó y sus labios se cernían justo sobre los suyos, haciéndolo estremecer y gemir en medio del beso cuando sintió la húmeda lengua de Nate entrar en su boca, recorriendo el interior de su cavidad con posesión. Mihael sintió un cosquilleo en su estómago y terminó correspondiendo el beso de su esposo, envolviendo la pequeña cintura de Nate con sus brazos, atrayéndolo más a su cuerpo y besándolo con más intensidad. 

 

Nate sintió sus mejillas enrojecer junto a un calor abrumador acumulándose en su estómago, haciéndolo envolver el cuello de Mihael con sus brazos y profundizando aún más el beso. 

 

Se separaban por unos momentos para tomar un poco de aire y luego volvían a besarse, perdiéndose en el dulce y adictivo sabor de la boca del otro. 

 

—Mmm —Nate gimió suavemente al sentir las manos de Mihael apretando su trasero, separándose un poco de sus deliciosos labios—. ¿Si logré seducirte? —pregunto curvando sus labios hacia arriba en una sonrisa traviesa. 

 

—Con trampa —se quejó el rubio, aprisionando a Nate con más fuerza. 

 

—Tal vez… ¿Entonces…? —preguntó esperanzado. 

 

Mihael suspiró profundamente. 

 

—Nate, no puedo creer que tengas veinticinco años y que aun sigas haciendo todo lo posible para no hacer las tareas del hogar…

 

—Pero te gusta que lo haga —dijo Nate, todavía sonriendo traviesamente —. Puedo sentir tu erección contra mi, Mihael —tarareo suavemente, divertido. 

 

Mihael se puso aún más rojo e hizo un dulce chillido que a Nate le gustó. 

 

—Cállate, al menos yo si me encargo de mantener todo limpio y ordenado. 

 

Sin querer avergonzar más a Mihael, Nate sonrió con dulzura y se puso de puntillas para darle un beso suave en los labios. 

 

—Está bien, por ti lavaré los platos —dice finalmente, volviéndolo a besar con suavidad y soltándolo. 

 

Mihael gruñe y agarra a Nate del brazo antes de que se aleje, volviéndolo abrazar efusivamente, no queriendo que se alejara de su lado. El más alto se inclina y besa los labios suaves y cálidos de su bonito esposo, haciendo que el corazón de Nate palpitara con fuerza y que sus mejillas se tiñeran de un bonito color carmesí. 

 

Nate le devuelve el beso una vez más, moviendo sus labios delicadamente contra los suyos y disfrutando del momento. 

 

Luego de un rato se separaron pero se quedaron cerca, apoyando sus frentes y sintiendo la respiración acelerada del contrario. 

 

—Está bien. Tu ganas está vez —dice Mihael, resignado. 

 

Los ojos de Nate brillaron de emoción. 

 

—¿Si vamos a tener sexo en la cocina? 

 

—¡Mierda, no! 

 

The end.

Notas finales:

Uuufff creo que este fic realmente tiene muchas faltas de ortografía T//T perdón! Pero es difícil corregir algo cuando uno tiene mucho sueño ;-; ¡Mañana sin falta el fic largo con lemon! 

Gracias por leer. 


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