Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Conexiones por 1827kratSN

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

 

Había sido muy hermoso, tanto como para no merecerlo. En eso había pensado durante meses, imaginando qué cosa horrible le depararía el futuro como para darle tanta dicha momentánea.

Pero le dijeron que era paranoia suya.

Se dejó llevar por las recomendaciones de los demás.

Dejó de pensarlo y lo disfrutó en silencio.

Sonriendo cada mañana cuando recibía un mensaje de buenos días junto a palabras para planear una tarde juntos, o simplemente escribirse fuera de horario laboral para saber de la vida del otro.

Meses y meses en esa dinámica sana que cualquier pareja debería tener.

—Te he cedido mi corazón.

Le dijeron aquello cuando cumplían su segundo aniversario, y se lo repitieron varias veces más mientras transcurrían los últimos meses para completar el tercero.

Planearon una vida juntos.

Respetando los deseos del uno por esperar al momento correcto para comprometerse, pero presentándose a la familia ajena para volver su relación algo más estable.

Fue muy feliz.

 

—Respetaré a mi pareja destinada de por vida.

 

Reborn tomó la mano de Tsuna y la besó con ternura, como pocas veces aplicó.

Un gesto de respeto y devoción no propio del azabache alfa.

Tsunayoshi no tuvo que escuchar explicación muy amplia, le bastó ver la marca de la clavícula en Reborn… Aquel bello sol que antes era apenas la mitad de un arte abstracto, ahora era un sol pleno con color y forma.

 

Lo había encontrado.

 

—¿Por eso renuncias a mí así de fácil?

Escupió aquella pregunta con odio, soportando las ganas de llorar que afloraron después de la caricia en su muñeca.

—Son mis convicciones.

La mirada sin culpa del que consideró el amor de su vida se tatuó en su memoria y generó un ardor insoportable que nació desde su estómago y se expandió hasta sus dedos.

—Es una lástima que tus convicciones sean más fuertes que el supuesto amor que me profesabas, Reborn

—Lo lamento...

No lo lamentaba, porque no había duda en esa mirada negruzca.

—Claro que lo lamentarás —sus palabras se agravaron—. Toda tu vida.

 

Alejó sus manos de la ajena, lo miró con desprecio y rabia. Se derramó en lágrimas que le impidieron maldecirlo y desearle la muerte. Se escapó entre sollozos, sin mirar atrás, ahogándose en miseria.

Deseando jamás volver a ver esa maldita cara otra vez.

.

Abrió sus ojos ante lo que se negó hace años

Y solo por venganza, tomó en sus manos el cargo manchado de sangre que le arañaba los tobillos desde su nacimiento.

Solo por el deseo de que Reborn se arrepintiera de lo que acaba de hacer.

Solo… eso.

—Padre…

—Nunca vendrías aquí si no fuera por alguna buena razón.

—No te va a gustar en parte —le sonrió sin ganas—. Pero de seguro después el abuelo y tú hacen una fiesta.

—Si eso tiene que ver con el dolor en tu mirada, no me gustará para nada.

 

Se dejó envolver en brazos de su padre y sollozó un poquito más de lo que había hecho en esas semanas. Pero tomó un respiro, se dejó mimar por su madre, bebió vino añejo y le explicó su decisión a su abuelo.

Y a pesar de que inicialmente la familia se negó a que tomara el rol heredado bajo esas convicciones, terminaron por aceptarlo, porque era el único descendiente directo de esa casta, y pocas opciones adicionales tenían.

 

Y sinceramente Tsunayoshi no quería darle gusto a su primo alcohólico y maniaco.

.

.

.

Tsuna estaba sentado sobre su escritorio, con las piernas cruzadas, sonriendo con satisfacción, y observando atentamente como el idiota que se atrevió a subestimarlo limpiaba la alfombra.

El vino que osó manchar su traje no se quitaría con facilidad, menos ante las manos inexpertas de un imbécil mimado, pero Tsuna no lo dejaría ir hasta que la alfombra que también fue afectada estuviera impecable.

No importaba si le tomaba días, tenía que terminar.

No importaba si ya le rompió dos dedos de la diestra, y le lesionó la rodilla para que le doliera el estar arrodillado y restregando las fibras. No importaba si no había comido nada y apenas se le daba agua. No importaba nada.

Desde hace mucho que dejó importarle el dolor ajeno.


—Señor Tsunahoshi —la voz de su amigo resonó con suavidad.

—Dime, Hayato.

—La esposa del idiota vino a buscarlo —miró a quien se sobresaltó, pero no miró hacia arriba y siguió restregando.

—¡¿Llamaste a mi esposa?! —preguntó aun agachado.

—¿Te di permiso de hablar?

Hayato hizo que el idiota golpeara la frente en el piso, y restregara la mejilla entre la espuma del detergente que se usó. Lo apretó con firmeza hasta asegurarse que el atrevido se quejase de dolor.

—Lo siento —susurró, pero no lo soltaron.

—Iré a hablar con tu esposa —el castaño se levantó con calma y se arregló el traje—. Tienes cinco minutos para terminar de limpiar porque la traeré hasta aquí… Y si no quieres ser humillado, más te vale que todo esté limpio.

 

Pero era una exigencia absurda, la mancha no se quitaría tan fácil, y eso es lo que esperaba el castaño. Humillar a su oponente era una satisfacción casi sublime para el jefe.

Tal vez por eso lo conocían como el demonio de Vongola.

O a veces lo llamaban el cielo carmesí.

Pero por respeto lo llamaban el décimo jefe de la mafia más poderosa.

Su nombre no era pronunciado por temor a que el líder se ofendiera y decidiera castigarlos, por eso pocos sabían la verdadera identidad de aquella hermosa y letal flor… y por esa misma razón siempre había idiotas que intentaban menospreciar al omega que se les presentaba como la voz de Vongola.

Era una trampa peligrosa.

—¿Eres el jefe de la mafia más poderosa?

Aquella frase por poco lo hace reía, pero el ardor en su pecho solo lo mantuvo centrado en aquella imagen frente a sí.

—Eso dicen los demás —Tsuna sorbió ruidosamente su té, porque recordaba que era una acción que molestaba a los demás.

—Tú no... —esa voz se suavizó—. Tu alma no está hecha para este mundo.

—Tal vez... —elevó su mirada hacia su invitado—. Pero una ruptura amorosa cambia a cualquiera.

 

Porque ante él tenía a la mano derecha de una mafia que se estaba extinguiendo. Porque los Leone Alato fueron los más grandes en su época, pero poco a poco se vieron opacados por la Vongola y otras jóvenes promesas.

 

—Tsuna, deja de hablar como si fuese una broma.

—Pero para mí lo es —sonrió sin inmutarse por la reprimenda de ese azabache—. En fin —ondeó su mano en señal de que no seguiría el tema—. Eres el subordinado de alguien que quiere formar una alianza, ¿verdad? Hablemos de eso.

Reborn se tragó todas las preguntas que rondaban su mente y se concentró en lo principal.

—Mi jefe le brindará...

—No. No me interesa—le interrumpió mientras jugaba con su taza—. Dile a tu jefe que no tendrá mi protección y que es tu culpa.

—No puedes hacer esto.

Tsuna lo miró divertido y se inclinó hacia adelante un poquito.

—Te dije que te ibas a arrepentir toda tu vida, Reborn.

 

Entonó cada palabra con diversión, sonriendo cuan dulcemente hacía hace años, ladeando su cabeza en actitud infantil, y elevando sus dedos en señal de que sus escoltas abrieran la puerta.

Vio en silencio como aquel azabache prepotente, que seguramente quería hacerle frente, era escoltado hacia la salida por su gente.

Fue tan divertido verlo y despedirse ondeando su mano.

Fue aún más divertido espiarlo por la ventana y verlo abrir la puerta del auto con violencia.

Fue tan satisfactorio reírse en privacidad mientras apretaba los puños y dejaba que la felicidad le rodeara cada fibra de su ser.

Quería verlo sufrir.

Quería destrozarlo por dentro.

Quería que le rogase perdón o que le pidiese ayuda.

Quería ver caer a Reborn.

Lo deseaba tanto.

Le obsesionaba.

.

.

.


—No entiendo por qué siendo usted tan guapo, no se ha casado todavía.

Ese comentario era más común de lo que debería ser, pero en esta ocasión Tsuna no lo sintió como un ataque o como un intento por denigrarlo debido a su casta.

Tsuna sonrió hacia aquel joven de ojos verdes, instándolo a seguir con la plática y dando a entender a todos los demás presentes que no tenía intención de atacarlos.

Disfrutó su vino dando un pequeño espacio de tiempo para tensar el ambiente.

—No tengo razón exacta, pero tu esposo seguramente sabe algo... Dile a Reborn que te cuente.

 

Admiró a ese omega tan bonito, y agradeció la idea que le dio Enma hace días.

Quiso tomar la mano de aquel hombre, pero no pudo hacerlo.

Porque la puerta se abrió de golpe, estrepitosamente, tanto como para hacer que todos se pusieran alerta. Pero solo era un azabache que ingresó agitado.

Reborn llegó allí lo más rápido que pudo después de que su compañero dijera que su jefe y su esposo fueron solicitados por el jefe de Vongola para charlar.

Debía tener en cuenta la fama tan pesada que tenía el castaño

Y debía tener cuidado porque él lo lastimó en el pasado.

 

—Reborn —el jefe aliado miró mal a su subordinado—. ¡¿Qué es esa forma de entrar?!

—Jefe, mis disculpas... —jadeó agitado— pero me preocupé por... mi esposo.

Sabía que sus dos últimas palabras serían la espina que reventaría aquella atmósfera tan delicada, pero no tuvo opción. No podía denominar a Daniel de otra forma.

Tsuna sonrió, con gentileza, ocultando el repudio a esas palabras pronunciadas por su exprometido.

—Reborn, ¿por qué te preocupas tanto?

Las miradas se posaron en su persona y él ondeó su mano para restarle importancia.

—Tu jefe, el señor Francesco, me ha hablado de todas las cualidades de tu esposo, y me dio curiosidad comprobar todo eso —tomó la mano de aquel muchacho pelirrojo y la apretó con amabilidad—. Eres un tesoro invaluable, tu jefe tenía razón.

.

.

.

Debía darle tiempo, porque el silencio y la calma solo eran crueles con quienes tenían pesares, pecados y arrepentimientos.

Lo sabía.

Su padre se lo enseñó,

Su abuelo se lo recalcó.

Su primo solía reírse porque eso funcionaba tan bien en las mentes débiles.

 

Hayato limpió sus manos con un pañuelo, y solo cuando estuvo impecable miró a su jefe.

—Tsuna, últimamente te has vuelto caprichoso —le habló con familiaridad porque eran amigos de años, y mientras estuvieran en privacidad, podían darse esos pequeños momentos informales.

—No te gusta golpear a los idiotas?

—... Bueno sí, es divertido... —miró al hombre inconsciente en el suelo—. Pero me refiero a que tus acciones son casi infantiles.

—¡Oye!

—Yo también creo eso, Tsuna —Takeshi rio mientras asomaba su cabeza por la puerta e ingresaba—. ¿Es por Reborn?

Pero antes de que se acercara más, Hayato le golpeó el estómago con tanta fuerza que no pudo seguir hablando.

—Quiero lastimarlo un poquito. ¿Es eso algo malo?

—No —el azabache jadeó—. Pero es...

—Infantil.

—No lo digas así, ¡idiota! —y un nuevo castigo que lo hizo reír.

—Ya sé... —Tsuna hizo una mueca—. Pero solo será un tiempo

—¿Y luego qué? —el albino miró a su amigo y jefe.

—No sé... —se miró las manos—. Tal vez lo asesine

 

Hayato y Takeshi se miraron entre sí, pero negaron, porque sabían que Tsuna no lo haría.

No era su estilo.

Seguramente Reborn seguiría vivo hasta que la vejez le carcomiera la vida marchita que él mismo se buscó.
.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).