Cuidando a Near.
Sin ti no tengo una mano para sostener.
Un fuerte estornudo se escuchó por el lugar, deteniendo el trabajo de cuatro personas que miraron disimuladamente el centro de la habitación, en dónde estaba Near, quien tenía una mueca de desagrado y frustración al ver que su estornudo mandó a volar el enorme castillo que hizo con cartas. Near suspiró y se limpió la nariz con la manga de su camisa blanca, volviendo a construir su castillo sin ninguna expresión en particular, cómo siempre, lo único diferente en él fue que tenía la nariz ligeramente roja y el rostro más distante de lo normal. Además de que respiraba por sus labios rosados ligeramente entreabiertos, seguramente por tener la nariz tapada.
Rester, Gevanni y Halle lanzaron una mirada acongojada a Mello, quien los miró de vuelta y suspiró resignado al ver sus miradas suplicantes. No tenía que pensarlo mucho para saber que ellos querían que hiciera algo con respecto a Near.
Mello cerró los ojos, preparándose mentalmente para lo que iba a hacer. Le tomó cerca de dos minutos de preparación mental y luego se levantó de su silla, caminando hacia donde estaba Near, quien seguía jugando torpemente con sus juguetes.
Otro estornudo se escuchó, más escandaloso que el anterior.
Near arrugó la nariz, viendo como su castillo volvía a desmoronarse.
Ya iba siendo la cuarta vez que tiraba aquella torre de cartas, que le tomó tiempo armar, por culpa de su estornudo.
—Enano.
—Mello, ¿hay algún problema? —preguntó pasivamente el más joven, mirando de reojo a su igual.
Mello contuvo una mueca de asco al ver un enorme moco chorrear de la pequeña nariz de Near, balanceándose de lado a lado.
—Si, la verdad si lo hay —dijo, arrodillándose en el suelo y sacando un pañuelo de su bolsillo. Agarró el delicado mentón de Near y volteó su rostro hacia él para limpiar suavemente su nariz.
—Oh, ¿en qué puedo ayudarte? —Near lo miró, con interés, permitiendo que Mello lo tocara y lo ayudara, encontrando agradable aquella sensación.
—Near, es suficiente —Mello lo soltó una vez que se aseguró que lo limpió bien—. Estás enfermo y tienes que hacer reposo.
—No estoy enfermo —se quejó Near, muy seguro, pero toda firmeza en su mirada desapareció cuando volvió a estornudar.
—Salud —susurró Mello, quien por suerte alcanzó a retroceder antes de que Near le salpicara su saliva o, aún peor, cualquier líquido de su nariz.
—Gracias —Near se sorbió los mocos, haciendo un gesto de asco—. Bueno, tal vez si estoy un poco enfermo. Solo un poco.
Todos vieron como Mello soltaba un nuevo y largo suspiro, tomando en brazos a Near momentos después, cargandolo como si fueran una pareja de recién casados.
Near no dijo nada, se dejó hacer, apoyando la cabeza en el pecho del rubio mientras cerraba los ojos. Ante eso, los agentes suspiraron de alivio. Near podía ser muy berrinchudo y testarudo si quería, y el único que lograba hacer que recapacitara y obedeciera, era Mello.
—Mello se siente muy cálido…
—Si, si, disfrutalo mientras puedas —murmuró Mello, alegrando a los agentes al escuchar lo dulce y suave que se volvió su voz para el genio peliblanco, cómo llevaba sucediendo hace varios meses atrás.
—Eso haré —tarareo Near, jugando con los sedosos mechones dorados de Mello.
Los miembros del SPK no pudieron evitar mirar embelesados aquel momento tan dulce que estaba ocurriendo entre los dos chicos.
Los jóvenes de hoy en día eran tan tiernos y adorables, pensaron.
A ellos les gustaba mucho ver ese tipo de interacciones entre ambos genios. Si bien era cierto que al principio a Rester y a Gevanni les costó confiar en Mello y aceptarlo, luego fueron sintiéndose admirados por la capacidad del chico, por su esfuerzo y su empeño para resolver casos. Además de que era cómodo hablar de las investigaciones con él porque los escuchaba y les explicaba las cosas de forma clara y sencilla. Y Halle jamás tuvo problemas con Mello, a pesar de las cosas que pasaron, cómo ser llevada al cuartel con el arma de Mello apuntando a su cabeza. Pero todo eso quedó en el pasado, y ahora trabajaban para Mello y Near, y no podían sentirse más a gusto con aquel trabajo.
Y también, en secreto, ya iban haciendo todos los preparativos necesarios para una enorme boda entre los dos genios, sospechaban seriamente que era cuestión de tiempo para que uno de los dos se pida matrimonio.
Mientras tanto, Mello llevo cargando a Near por todo el pasillo hasta llegar a su habitación.
Se las ingenió para abrir la puerta sin bajar a Near, llevándolo hasta su cama para acostarlo y cubrirlo con las mantas más cómodas y suaves que tenía.
—Quédate aquí mientras traigo tu medicina —pidió Mello una vez que se aseguró que Near estaba cómodo y bien abrigado.
Near lo miró, agarrando la mano de Mello para presionar un suave beso en el dorso de ella.
—Tus besos son la única medicina que necesito.
Mello golpeó suavemente la nariz de Near.
—Por razones como esas vas a terminar muriendo —Mello apartó el cabello blanco de Near y depositó un suave beso en su frente descubierta, alegrandose de no sentir la zona caliente.
Near frunció los labios, mirando a Mello con ojos débiles y los cachetes inflados, una imagen bastante tierna y apetecible para el joven rubio.
—No es el tipo de beso que quería —se quejó, aunque ciertamente aquel tierno beso le dejó una cálida sensación en el pecho, aliviando su dolor.
Mello lo miró con sus brillantes ojos azules, sintiendo su corazón ablandarse al verlo con sus mejillas coloreadas de un modo que lucían como dos cerezas maduras, además de tener aquellos enormes ojos grises mirándolo de forma suplicante.
—Ya habrá tiempo para besos, Near…
Mello desabrochó los botones de la camisa del más pequeño, bajo la atenta mirada de este, abriéndola para dejar al descubierto su pecho blanco.
—Mello comprenderá que no estoy en condición para tener sexo en estos momentos —mencionó Near de forma inocente.
Mello rodó los ojos.
—Bien que te gustaría, pervertido —dijo Mello, sacando un pequeño pote de color azul de la mesita de luz.
Near sonrió débilmente, sintiéndose a gusto cuando la mano de Mello recorrió su cuello y pecho, esparciendo el mentol que lo hizo sentir mejor.
Mello terminó y guardó aquel ungüento, mirando atentamente como Near se veía más aliviado y relajado.
—Te ves muy lindo —comentó Mello, acariciando dulcemente la mejilla roja del más joven.
Near arqueo una ceja, mirándolo.
—Siempre me veo lindo, Mello.
Mello se rió un poco, dejando a Near encantado por lo dulce de su risa.
—Aunque en estos momentos me siento horrible… —susurró el más joven, con una vocecita tan dulce y lastimera que Mello sintió su corazón apretarse de dolor al verlo en ese estado, sabiendo lo frágil y delicado que era Near para soportar un resfriado—. Tal vez con un beso me sienta mejor… —pidió mirándolo con sus ojos plateados, que se veían más grandes de lo normal, llenos de lágrimas no derramadas y con un infantil puchero, poniendo una carita de cachorro mojado.
En esos momentos Mello deseo llenarlo de besos y apapachos, pero no podía ceder tan fácilmente.
—Te daré un beso si tomas tu medicina —negoció, mirándolo divertido y ayudándolo a sentarse en la cama.
Near hizo una mueca de desagrado. No le gustaba para nada enfermarse y tener que tomar medicina. El sabor era bastante horrible.
Mello salió por unos momentos y luego volvió con la medicina, colocando la cantidad requerida en una cuchara.
—Aquí. Toma —dijo Mello, acercando la cuchara a los labios del más joven.
Near abrió mínimamente la boca y dejó pasar aquel líquido repugnante, tragándolo con esfuerzo.
Tenía la intención de quejarse, cuando de forma sorpresiva Mello presionó un beso en los cálidos labios del más joven, haciendo que el corazón de Near palpitara con fuerza y que sintiera miles de mariposas revoloteando en su estómago.
Mello le sonrió tranquilamente y Near sonrió feliz. Podría tomarse toda la botella de medicina si eso hacía que tuviera más de los dulces besos de Mello.
Near volvió a acostarse en la cama con ayuda de Mello y este lo cubrió de vuelta con las mantas, presionando un beso más en sus labios, provocando un hormigueo agradable en el estómago de Near.
—Descansa, bebé.
Near lo miró con dulzura y obedientemente cerró los ojos para poder dormir un poco.
Mello sonrió y luego se marchó, cerrando con cuidado la puerta y volviendo a caminar hacia su lugar de trabajo.
Los agentes voltearon a verlo y le preguntaron por el estado de Near. Mello los tranquilizó y les dijo que se encontraba bien, que ahora mismo estaba durmiendo.
Todos volvieron a su trabajo y, con la guía de Mello, terminaron resolviendo cinco casos en tiempo récord.
Pero la calma y la tranquilidad del lugar se interrumpió cuando un enfermo Near entró a la habitación a pasos tambaleantes.
—Rester —llamó Near, luciendo desaliñado, con los ojos llorosos y la nariz roja y sus mejillas teñidas de rosa—, necesito que envíes el archivo del caso del asesino conocido como el destripador a mi laptop.
Rester miró a Mello, quien ya se levantó de su silla y caminó hacia la pequeña y delicada figura de Near.
—Nada de trabajo mientras estás enfermo —ordenó, cargando nuevamente a Near pero está vez como un costal de papas en el hombro.
—¿No puede estar en discusión? —preguntó Near con una vocecita ligeramente afónica, enrollando un mechón de su cabello blanco en su dedo.
—Absolutamente no —Mello soltó un suspiro.
—Oh.
Y eso fue lo único que dijo Near, dejándose llevar nuevamente por Mello.
Mello llegó a la habitación y dejó a Near recostado en los almohadones de su cama, cubriéndolo con algunas mantas y acercando su mano al más joven para acariciar suavemente su cabello blanco y esponjoso. Pudo ver algunos pañuelos usados que fueron arrojados descuidadamente al piso y también unos tantos en la cama. Suspiró y comenzó a recogerlos para tirarlos a la papelera.
Near se acurrucó en su cama y cerró los ojos, soltando un pequeño suspiro de alivio.
Mello lo miró con ternura, Near era demasiado bonito con sus mejillas anormalmente encendidas y por la forma tan adorable en la cual estaba acostado de lado, con sus delicados dedos blancos cubriendo parcialmente sus tentadores y afelpados labios rojos.
Near enfermo era como una enternecedora tentación. Ay, ¿en qué estaba pensando?
Mello apartó los ojos de su novio, intentando controlar el sonrojo de su rostro. Pensaba volver con los demás, hasta que sintió que alguien tiraba de su camiseta negra.
—Mello… —llamó Near con su dulce voz ligeramente cortada—, duerme conmigo, por favor —murmuró Near, mirando a Mello con sus bonitos ojos cristalizados.
Mello no pudo resistirse a la imagen desvalida de Near, con sus mejillas sonrojadas, nariz roja y sus ojos brillando, y con su cabello blanco cayéndole de forma encantadora en su tierno rostro.
Decidió dejar el trabajo en manos de los demás y mejor meterse debajo de las cálidas mantas junto a Near.
Ni bien Mello se acostó, Near se acurrucó contra su pecho, hundiendo la cara en ese lugar, relajándose al sentir el reconfortante aroma de su novio.
—Eres tan necesitado cuando estás enfermo, ¿lo sabías? —susurró Mello, acariciando con ternura su cabeza.
Near ronroneó cuando sintió los dedos de Mello acariciar suavemente sus cabellos rizados, haciendo que una sonrisa hermosa apareciera en su rostro.
—Mello —susurró Near, todavía con una amplia sonrisa.
—¿Mh?
—Gracias.
Near se movió y estiró el cuello para besar a Mello, presionando lo más suave que pudo sus labios contra los de él.
Mello sonrió plácidamente y besó su rostro, comenzando por su pequeña nariz, luego sus sonrojadas mejillas, sus párpados y por último sus apetecibles y llamativos labios.
Al inicio fue un beso bastante tierno e inocente, pero luego Mello presionó sus labios con más fuerza contra los de Near, decidiendo explorar como siempre lo hizo la pequeña cavidad rosa del más joven, jugando con la lengua contraria mientras se perdía en aquella agradable sensación de besar a Near.
Near gimió suavemente y agarró la ropa de Mello, perdiéndose en aquel beso caliente mientras sentía las manos del rubio recorrer su cuerpo.
Un gemido más fuerte se escuchó de Near cuando Mello empezó a besar, chupar y morder sus labios, dejándolos más rojos e hinchados de lo que ya estaban.
Se fueron besando con más ímpetu, compartiendo su saliva mientras hacían pequeñas pausas para respirar y luego volver a sellar sus labios juntos, embriagándose del sabor del otro.
Lentamente separaron sus bocas, con un fino hilo de saliva uniéndolos.
—Duerme, niño —susurró Mello de forma jadeante.
—No soy un niño… —dijo Near, repartiendo pequeños besos húmedos por el cuello y pecho de Mello.
—Pareces uno por tus manías.
—¿Eso que dice de ti, Mello?
—No dice nada, cállate.
Near se rió suavemente, haciéndose un ovillo cerca de Mello.
—Mello.
—¿Qué?
—Te amo —soltó Near mientras se acercaba más al rubio, con una sonrisa muy dulce en sus labios.
Mello sonrió, rodeando posesivamente la pequeña cintura de Near con sus brazos, atrayéndolo más cerca de su cuerpo.
—También te amo, Near, mucho.
La habitación quedó en silencio luego de esas palabras, un silencio agradable y cómodo, con Near disfrutando de la sensación de los brazos de Mello alrededor suyo, llenándolo con su calor y haciéndolo sentir muy seguro y agradablemente cálido.
Aunque a Near no le gustaba estar enfermo, le encantaba toda la atención que le daba Mello. Su atención y su amor.
Era el paraíso.
Sintiéndose a punto de caer en un sueño profundo y confortable, Near se acercó más a aquel calor ajeno con un pequeño suspiro escapándose de sus labios.
Near sintió los párpados pesados y no evitó que se cerraran, cayendo en un mundo de sueños por la respiración lenta y suave de Mello, junto a los tranquilizadores latidos de su corazón que lo relajaron inmensamente.
Ambos permanecieron abrazados, aferrándose al otro con fuerza y teniendo las piernas entrelazadas, pensando que eran verdaderamente afortunados al tenerse y estar juntos, sintiendo aquella felicidad eterna que solo te otorgaba el verdadero amor.
Eres la melodía perfecta.
La única armonía que quiero oír.
The end.