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Suspiro por Lince

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Notas del capitulo:

Al fin, la actualización, luego de poder darme un descanso del trabajo que estaba llevando. Inicio este lunes en uno nuevo que pinta mejorar, así que lo celebro. Espero les guste este nuevo capitulo. ¿Ya ves, niña? Te dije que la tendría este viernes y tu que no me tienes fé.

Disfrútenlo. 

"Recuerdo que el club de Leones se encontraba algo activo esa noche. Familias enteras y bien ataviadas ingresaban poco a poco al salón principal en donde varias mesas dispuestas esperaban ser llenadas y salpicadas de charlas anecdóticas y superfluas que poco me interesaban. Dentro de mí, algo rabiaba molesto, deseando salir de aquel sitio con todas mis fuerzas a hacer algo más productivo como dormir o preparar bien mi portapliegos para el día siguiente. Mi idealismo integracionista se rehusaba rotundamente a permitir que me sumergiese nuevamente en ese mundo de verdades a medias que desde hacía años me incomodaba y no dejaba de asfixiarme y fastidiarme. Suspiré y me revisé inseguramente los tirantes del vestido celeste que llevaba puesto para complacer a mi madre. Irónicamente, nunca he soportado que la gente me mire, salvo cuando estoy tocando, por alguna razón que tal vez algún día descubra yendo a la terapia que llevo años postergando. Me acomodé el cabello, intenté amoldar un poco a mis pies esos zapatos de tacón y comencé a pasear un poco por el edificio. Cuando la incomodidad me hizo pensar que debía detenerme, me apoyé aburridamente en el barandal de la escalinata blanca de decorados victorianos y comencé a repasar la estructura del club. De pronto me encontré, como siempre, divagando y sacando a la arquitecta obsesionada que llevaba dentro. Si me tratara de un personaje de historietas, sin duda alguna habría sacado mágicamente mis anteojos de algún sitio y habría comenzado a estudiar molduras o alguna tontería que nadie más nota más que la gente que se apasiona estúpidamente con algo como yo.

En eso estaba, viendo a la nada, cuando sentí un toquecito sobre mi hombro. Me giré solo para encontrarme de frente con el hijo de los Zambrano, sonriéndome amablemente. Su mirada me daba a entender que quería invitarme a bailar, pero a mi solo se me ocurrió disculparme y escurrirme de la invitación dirigiéndome a la mesa de los bocadillos. Era un chico lindo, pero no era de mi tipo. No son de mi tipo los muchachos del Tec. Tomé un plato pequeño y miré esas charolas llenas de opciones pequeñas, y deliciosamente caras, deseando que algún día en esos lugares pusieran alimentos más sustanciosos. Acerqué la mano a un canapé y fue entonces que rocé tus dedos morenos y nerviosos. Levanté la mirada, sorprendida, solo para toparme con la tuya que me miraba casi con la misma estupefacción con la que yo lo hacía en ese momento.

¿Cómo la suerte nos jugaba esas pasadas tan interesantes?"

 

2

La diva desconocida

 

Laura abrió los ojos esa mañana muy a su pesar. El ruido proveniente de la cocina entre platos que chocaban con el fregadero y voces que discutían le había estado taladrando la cabeza los últimos cinco minutos sin darle cuartel. Normalmente habría podido simplemente ignorarlo y seguir durmiendo hasta el mediodía; sin embargo en ese preciso momento sonaba como si un estadio lleno de gente le saltara encima del cerebro y tenía que admitir que la increíble sensación de pesadez de su cuerpo y las horribles nauseas que le sacudían el estómago ante el menor movimiento seguían siendo aún más poderosas que esa migraña insignificante. La joven abrió y cerró la boca varías veces pasando saliva. La sentía tan seca y era tan asqueroso que por un momento se sintió más enferma de lo que en realidad estaba. Ladeó la cabeza y miró su despertador. ¡No podía ser tan temprano! ¿Acaso se habían vuelto locos?

De pronto recordó que la noche anterior le había pasado, se había emborrachado pese a todas sus promesas para sí misma de nunca hacer ese ridículo; pero eso no era todo, no conforme con estar tambaleándose por ahí, ebria, había montado ese numerito de damisela en desgracia con Dan, ¡con Dan! Ok, es cierto, si nadie hubiera llegado habría sido más horrible, ¿pero por qué Dan? Por un momento lo del tipo no le pareció tan malo comparado con la vergüenza que sentía en aquel momento que hacía la malvada retrospectiva en su mente.

 

-Dios mío, pensará que soy una perfecta idiota.

 

De pronto sintió que las tripas le ardían del coraje y luego que se le deslizaban por quien sabe donde por el miedo de pensarlo. ¿Qué había pasado después? ¿Por qué ya no recordaba nada aparte de eso?

Se pasó la mano por la adolorida cabeza y se toqueteó los labios con los dedos. La realidad era tan diferente a lo que ella imaginó sería su primera impresión con la castaña, que parecía simplemente una broma muy pero muy mala. Miró al pie de su cama cuando notó algo raro y se estiró para levantar lo que parecía una chaqueta de cuero para nada parecido a lo que ella tuviera en su guardarropa o hubiera llevado la noche anterior al bar.

 

-¿Es... la de Dan?

 

La sostuvo entre sus manos, intentando hacer memoria. Cuando salió del Clandestino ya no llevaba puesta su chamarra. Sin duda se había quedado en aquel sillón donde había estado dormitando. Acercó su cara al forro y respiró ligeramente para percibir su aroma. Olía mucho a perfume y a pesar de que ella no era muy afecta a esas cosas, aquella fragancia le pareció simplemente deliciosa. Era ese olor suave y fresco combinado con el propio de la castaña. ¿Así se sentiría tener entre los brazos a aquella guitarrista? De pronto Laura cayó en la cuenta de algo y soltó la prenda, enfurruñándose. ¿Tendría Dan por costumbre regalar sus chaquetas cada que rescataba a alguna chica pasada de copas en las tocadas a las que se le ocurría asistir? Frunció el entrecejo. No sería raro si en verdad podía darse el lujo de gastar dinero así como así, o bueno, tal vez solo era una chica muy amable y muy rara.

 

-Y de todas formas, salí de nuevo sin algún dato importante sobre ella...

 

Laura miró la chaqueta de cuero decepcionadamente hasta que le pasó esa fugaz idea por la mente.

 

-Bueno, ella es una chica, ¿no? Y no llevaba bolso. Si es como yo, debe ponerse todo encima de la chaqueta.

 

La pequeña, dudó un momento, sintiendo aquello algo impertinente e invasivo, pero luego mandó todo al diablo y metió las manos en cada bolsa que encontró. Al principio creyó que todo lo que había conseguido había sido una envoltura de milky way, cosa que decía que a la castaña le gustaba el chocolate y ese en particular; aunque no le fuera de gran ayuda realmente; sin embargo, en los bolsillos interiores el resultado fue distinto. En uno encontró un examen doblado de lo que parecía francés de módulo avanzado, y en el otro una invitación a un ciclo de conferencias. El papel lucía un pegaso en una esquina junto con el solemne escudo de la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Laura estaba aún en preparatoria, cierto; pero era casi obligatorio para un estudiante de la U.A.N.L. conocer los animales representativos de las futuras alma maters. Ella sabía que el animal de la facultad de su hermana era la lechuza por ser de ciencias químicas, el castor era de ingeniería civil y en la facultad de Javo era el tucán. El pegaso no era otro más que el animal representativo de la facultad de...

 

-Arquitectura...

 

Laura parpadeó varias veces como no creyéndoselo del todo. ¿Arquitecta? ¿Dan? No, no iba con ella para nada. En el mundo estudiantil, los arquitectos tenían cierta fama y para nada iba con alguien como Dan. Está bien, generalizar no era bueno, y así se hacen los prejuicios, pero, de todas las carreras que pudo haber relacionado con aquella guitarrista, arquitectura habría sido de las últimas, sino era que la última. Decidió darle una ojeada a ese examen para despejar sus dudas. La letra era caligráfica, estilizada y limpia, casi como si hubiera sido dibujada en lugar de escrita, ok, tal vez si era esa su carrera después de todo. ¿Significaría eso que Dan era de esas personas todas meticulosas y pulcras en todo lo que hacía? Se estremeció un poco al mirar de reojo su cuarto desordenado. Volvió la vista al papel que tenía en la mano y siguió mirándolo todo. Le había ido bien en esa prueba según parecía, solo le marcaban 2 errores al usar un símbolo. No sabía qué tan bueno o malo era eso, pero de todas formas le parecía algo muy loable dado que a ella no se le daban los idiomas y su inglés era aún muy básico para su gusto.

 

-¿Porqué lo habrá guardado así como si fuera la poca cosa?

 

Miró el examen arrugado y frunció el entrecejo. Pareciera como si no le importara demasiado. Laura mataría porque su madre viera algo así por parte suya y sin embargo Dan...

 

-Tal vez como parece perfecta solo quiera lo que es perfecto...

 

El pensamiento la desanimó un poco. Ella no era perfecta, distaba mucho de ser siquiera aceptable según sus propios estándares y eso le enojaba. No podía creer que de un objeto inanimado hubiera logrado sacar más cosas que de la propia Dan. ¿Qué acaso era tan mala para socializar con la gente? Sonrió tristemente para sí misma al darse cuenta.

 

-Parece que siempre es así...

 

-¿Laura, estás despierta? Ven un momento, por favor.

 

La pequeña se desvió de sus propias deliberaciones cuando escuchó el llamado materno desde el pasillo. No sonaba atemorizante, así que no percibió peligro en acudir a aquella voz. Sacudió la cabeza y se acomodó un poco el cabello antes de salir de la cama.

 

-Ya voy, madre.

 

Así descalza caminó despacio hasta que decidió asomarse por la cocina. Ahí estaban su madre, una mujer, aparentemente frágil, amable, de 46 años que trabajaba la mayor parte del tiempo en un banco casi al otro lado de la ciudad con el fin de que nada faltara en aquella casa; y su hermana, una chica muy guapa, de cabellera larga y suave y ojos amarillos de felino, tenía casi 20, y ya estaba por graduarse con honores para el deleite familiar. Ambas permanecían en silencio mirándola seriamente. A Laura no le quedaba duda de haber sido el motivo de la discusión que había estado escuchando minutos atrás. Como siempre dando problemas esa oveja descarriada. No se la iba a acabar en un buen rato si no hacía algo al respecto, por lo que decidió hacer la primera movida.

 

-Lo siento mucho...

 

Laura apretó los dientes cuando la bofetada materna la tomó desprevenida. Tanto por el hecho de recibir el golpe, como por haber sido engañada por aquella mujer de tramposa apariencia tranquila y dulce. La pequeña se echó hacia atrás y no dijo nada. No era necesario, su mirada lo decía todo. No pudo evitarlo, sus ojos solo reflejaban rabia e indignación, a pesar de que sabía que se lo merecía. Odiaba que la reprendieran de esa forma, pero también odiaba tener que dar explicaciones sobre lo que hacía, así que era preferible.

 

-No voy a decírselo a tu padre, pero más te vale que te comportes.

 

-Lo sé, perdona. -susurró Laura en lo que se frotaba la mejilla y salía de ahí con toda la intención de salir también de la casa.

 

Ya había alcanzado la reja de la entrada cuando su hermana le habló desde la puerta.

-No voy a mentirte, también lo he hecho Laura; pero nunca sin precauciones. Fue tonto ir sola en ese plan.

 

Laura apretó los puños sin voltear a mirarla.

 

-No era ese mi plan.

 

-¿Entonces cuál era? -soltó la hermana con las manos en la cintura.

 

-Mmm... No importa.

 

Laura abrió la puerta y se alejó caminando a paso rápido. Necesitaba distraerse, aunque su cuerpo le insistiera que lo mejor era tomar líquidos, una aspirina y una siesta de 3 horas.

***

Eran las 8 de la mañana y Daniela se descubrió a sí misma interrumpiendo su sueño, exactamente como lo había hecho sin faltar alrededor de 5 veces por noche desde que estudiaba la secundaria. Sabía que eso no era muy saludable y que tal vez debería haberse atendido antes o tomar pastillas; pero simplemente lo atañía a que pensaba demasiado en cosas inútiles y a que ya había hecho eso por demasiado tiempo como para saber cómo detenerlo a aquellas alturas de todas formas.

Cruzó los brazos tras de su cuello, y miró las sombras que se dibujaban en el techo de su habitación. Era en momentos así en los que permitía que sus ideas flotaran solas y reflexionara con ellas hasta que el sueño volviera a apoderarse de su cansado cuerpo, que parecía nunca querer detenerse.

 

-¿Por qué hiciste algo tan imprudente, Dan?

 

Sus pensamientos se habían posado en los sucesos de aquella madrugada, en la chica que había ayudado en el Clandestino. Aún no tenía idea de por qué había hecho algo como eso y de esa forma; pero al mismo tiempo, era como si sus acciones se hubieran tratado de la cosa más obvia, natural y correcta del mundo.

 

-Creo que si tienes la maldición de la familia después de todo...

 

Del lado de su padre, Daniela se sabía una larga línea familiar de hombres irascibles, impulsivos y con un alto sentido de la posesividad que ella se juró jamás desarrollaría por el bien de sus relaciones románticas futuras. De todas formas, era tan raro saberse de esa forma hasta con las mujeres. Lo era con Ludi y con Andrea la hermana de Mario, y con toda aquella que le significara algo incluyendo las perfectas extrañas que le simpatizaban ligeramente. Era posesiva, y muy celosa por alguna razón, aunque sabía que era cavernaria esa forma de actuar, era algo que simplemente le salía natural. Como respirar o ser una nerda sin remedio.

 

-No creo que hubiera sido tan malo...

 

Laura Esparza, así decía en su credencial de elector que se llamaba. ¿Qué haría ahí sola en el Barrio Antiguo?, ¿Se habría peleado con su novio o algo así? ¿Y porqué le seguía pareciendo conocida de algún lugar?

 

-Morena, cabello corto, ojos lindos... ¿de qué escuela será?

 

Parecía conocerla de algún modo... aunque también podía ser por lo del grupo. No era raro que hasta gente de la udem fuera a las tocadas del Barrio; aunque era poco probable. La mente de la castaña se convirtió en una maraña de preguntas y posibilidades hasta que volvió a adormecerse...

Abrió los ojos muy a fuerza al percibir los rayos de luz que comenzaban a filtrarse por la ventana. "Malditos inconscientes", se dijo la guitarrista al darse la vuelta y apretujar la cara contra la almohada. Movió la cabeza hacia su izquierda para ver la hora en el despertador. Ya eran las 10:00 a.m. Dan suspiró y relajó los hombros sintiéndose más cansada de lo que había estado al recostarse en la madrugada. Le dolían las sienes, el cuello. Esas molestias de las que culpan siempre al estress. Su fiel compañero de vida. Percibió las manos de su madre, sacudiéndola para que dejase la comodidad de su cama.

 

-Daniela, hija, el desayuno. Tu padre no va a esperarte mucho.

 

Dan gruñó algo que sonó a un "ya voy" y se quedó recostada de lado mientras su madre meneaba la cabeza y bajaba las escaleras. Esa era la primera llamada. Su padre tenía algo con los desayunos dominicales, y era preciso bajar a hacerlo como "Dios mandaba", lo que quería decir obviamente, no en pijama; eso si la trajera, claro. Hasta ese momento Dan se dio cuenta que llevaba puesta la ropa que había llevado a la tocada de la noche. Dormir en sus fachas de malviviente y con esos ojos cargados de delineador negro por llegar hasta las tantas con ese grupo de vagos con los que le gustaba hacer ruido no era la mejor forma de mantenerse en la gracia de sus conservadores y serios padres, y sin embargo, ambos habían encontrado la manera de sobrellevarse. Los progenitores la aguantaban por lo dedicada que era la castaña con su carrera y sus estudios, y Dan porque ellos a cambio, la dejaban en paz siempre y cuando se cuadrara en las cosas necesarias, como la familia, la iglesia, sus amigos y accediera a tocar el piano si se lo pedían en alguna reunión en donde quisieran presumirla.

 

-No tengo más remedio, supongo...

 

Como pudo, se enderezó y comenzó a desvestirse en lo que sacaba de su armario unos pantalones rayados y un suéter delgado. Se metió a su baño para lavarse la cara y cepillarse. Se recogió el cabello en una coleta que la hacía parecer una chiquilla de secundaria y como toque final se colocó sus gafas de montura cuadrada encima de la nariz recta. La Dan simplona que era correcta había aparecido ahí como por arte de magia.

 

-Si te ríes como una idiota te ahogaré un día, Dan. -se murmuró entre dientes.

 

Luego de ponerse un par de zapatillas, bajó las escaleras y se dirigió a la cocina en donde su madre estaba a la mitad de la elaboración del desayuno. Su familia, como todos los vecinos de por ahí, tenían una empleada doméstica, pero los fines de semana se los dejaban libres; además estaba el hecho de que a su padre no le gustaba otra comida más que la de su esposa. Eso algunos podrían considerarlo romántico, pero Dan sabía que era posesivo y ningún argumento la haría cambiar de opinión. Era genético. Sabía que un día ella también lo sería.

Se acercó con su madre para ayudarla con el pan tostado antes de que su padre llegara y la riñera por no hacer algo. El era un hombre bueno, pero muy malhumorado. Era dueño de una constructora, que estaba muy acostumbrado a dar órdenes y de muy mala manera además; razón por la cual en la casa era común que estallaran peleas cuando Dan no se sentía con la paciencia suficiente como para doblegarse ante él del todo. La castaña miró a su madre canturrear mientras le daba la vuelta a un par de huevos. No comprendía cómo una persona tan tranquila y gentil había terminado con alguien con un carácter tan horrible como el de su padre.

Para cuando el señor Garza entró a la casa con el diario bajo el brazo y se sentó a la mesa, la señora Garza ya le había servido una humeante taza de café y un par de tostadas con mantequilla. Dan no dijo nada y se sentó en su lugar, prefiriendo pasar desapercibida si el periódico representaba para su padre una distracción lo suficientemente buena como para no fijarse en ella; pero entonces, el hombre se atusó el bigote y le habló con voz seca desde detrás del diario.

 

-Espero que recuerdes que en la noche tenemos compromiso.

 

Dan se metió una tostada a la boca.

 

-Ya lo sé.

 

-Si no has terminado la tarea, sabes que te rendiría más el tiempo si lo ocuparas en cosas productivas.

 

-Como digas...

 

-Dany terminó sus planos ayer por la mañana, amor. Por favor, no vayan a comenzar los dos tan temprano.

 

-Muy bien, pero solo me parece pertinente recordarle que debería de evaluar mejor sus prioridades...

 

-Voy a llevar a Loki a caminar, ¿ok?

 

Dan se levantó de la mesa y enfiló hacia la parte trasera de la casa ante la mirada dura de su padre, que volvió a meter la nariz dentro del periódico y solo resopló antes de llevarse su taza de café negro a la boca. Siempre era lo mismo cada que se veían. Discutir sobre el futuro como si el señor Garza fuera el dueño y soberano. Dan estaba tan fastidiada de todo ese asunto. A veces, ni sabía por qué se erizaba tanto si era obvio que terminaría dedicándose a su profesión y heredando la compañía como su padre tanto lo anhelaba; sin embargo, le molestaba hacerlo de esa forma, quería sentir que al menos si era lo más adecuado para ella, saber que lo hacía por decisión propia, con sus propios méritos. Eso era lo que divagaba cuando un quejido la sacó de sus pensamientos. Ahí estaba el perro labrador de la familia de 4 años, mirándola con curiosidad mientras su cola peluda se sacudía de un lado hacia otro. Dan le sonrió y descolgó la correa que colgaba de un ganchillo justo a su lado.

 

-Ven chico, perdámonos de aquí por un rato.

 

***

 

-Tengo hambre.

 

-Ya sé que tienes hambre, pero es mejor que primero te tomes algo para el estómago.

 

Javier se pasaba la mano por la barbilla una y otra vez en lo que revolvía en el botiquín del baño y chasqueaba la lengua cada que leía el nombre raro de algún medicamento que no le sonaba. Laura llevaba casi quince minutos con la cara hundida en la almohada de su alcoba, con una resaca que habría sido la mar de divertida de grabar si no supiera que en eso se jugaba la salud de sus flacuchos dedos de diseñador. Ambos vivían bastante cerca y era muy común ver a uno en la casa del otro todo el tiempo. Siempre se habían tratado como hermanos y aún cuando el único intento del muchacho el año anterior por entablar una relación de noviazgo con la morena hubiera resultado en un triste rechazo solo por tener la forma anatómica incorrecta, de alguna forma eso los había unido. Claro que al principio había sido muy raro para él hablar de mujeres con su mejor amiga; pero una vez sin tapujos Laura era tan expresiva cuando una chica le llamaba la atención, que Javo terminó haciéndose a la idea de que tendría como fiel compañero de juergas a ese lindo amigo suyo de apariencia femenina que se molestaba cada que le recordaban lo bien que se veía cuando se vestía como una niña.

 

-Veamos, parece que aquí está.

 

Javo sacó una caja de masticables y se la lanzó a Laura, quien se metió una a la boca mientras retomaba la mención de su estómago vacío y agonizante.

 

-Creo que hay pizza en el refri, déjame ver. -el chico se perdió por el pasillo en lo que Laura se acomodó de lado y se dedicó a distraerse con el cuarto de su amigo. -¿Así que estuvo interesante anoche, eh? -se escuchó a lo lejos

 

-Yo no diría que interesante. -gruñó ella.

 

Pasó la vista por todas las curiosidades que tenía Javier en su habitación. Había figuras armadas y displays diversos hechos con alambres de metal o madera y piezas de cartón y aluminio, que Javo había usado el semestre anterior en su clase de estructuración gráfica. En las paredes había posters y recortes geniales sacados sin duda de revistas de arte, de videojuegos y de impresiones que él mismo había diseñado. El era fanático de hacer stickers y cada que se levantaba con ganas de ser ácido e impertinente, diseñaba un autoadherible que luego ponía de moda en la facultad hasta que se le ocurría otro nuevo. Desde hacía años era muy común verlo con la nariz pegada en el monitor de su computadora haciendo sus cosas raras de diseño y para colmo siendo muy bueno en ello. Es cierto que tenía la apariencia de ser alguien poco serio y hasta algo desobligado; y sin embargo, sus notas y sus proyectos eran muy destacados. Cuando no estaba diseñando, estaba leyendo algún libro de diseño o filosofía; dibujando en las superficies más insospechadas, arrastrando a Laura a una exposición a la cineteca, o asistiendo a alguna costosa conferencia como la de la noche anterior. Laura no sabía a ciencia cierta qué tipo de diseñador sería alguien como su amigo cuando terminara de cursar los nueve semestres de los que constaba esa carrera; pero no le quedaba la menor duda de que sería uno bastante creativo y famoso. Así mismo ella se detenía a pensar a menudo si algún día se vería tan enfrascada definiendo su personalidad como lo hacían todos cuando elegían la profesión a la que le dedicarían toda la vida, como lo veía con Javo o con su hermana.

La computadora de Javier hizo un ruido como de aviso y una ventana apareció mostrando un mensaje.

 

-Ya se terminó tu descarga, ¿Qué andas bajando, pequeño pervertido?

 

El flacucho entró a la habitación con un plato con trozos de pizza y una soda de lata.

 

-La suite creativa, por supuesto.

 

-¿Pero que no fue el lanzamiento ayer?

 

-Exaaaaacto.

 

-Así que te divertiste en tu conferencia.

 

-Pues sí. Ya sabes que cuando los diseñadores nos reunimos es para sentirnos menos raros, casi nos sentimos gente... -fingió que se limpiaba una lágrima. -y es que, pensar cuánto ha crecido el pequeño photoshop. Si lo recuerdo cuando era la pequeña versión 5.5. Ahí estaba su pequeña paleta de filtros y su novedosa forma de enmascarar, y pensar que ahora ya puede seleccionar cosas él sólito. Siento que cuando menos me lo espere, un día se fugará con After Effects y se me irá de las manos para tener pequeñas sub-aplicaciones...

 

-Ah, ahí vas. Tienes esa cara rara otra vez, Javier.

 

-Je, je, je, bueno, bueno. Entonces mejor cuéntame que pasó ayer.

 

-Pues, si hablé con ella, un poco.

 

-¿Ah sí?

 

-Pues sí. Mmm, y es amable; aunque algo callada para ser la vocalista de un grupo como ese.

 

Laura le dio un trago a su refresco desviando la mirada y recordando como la castaña se había soltado a palabrotas con el tío del que la había librado. Había sido interesante verla así, aunque sonara morboso repasar de esa forma su situación anterior. Javo la miraba de reojo desde su silla frente a la computadora.

 

-¿Entonces ella te embriagó?

 

-¡Qué!, ¡Claro que no!, -soltó la morena casi ahogándose con la soda. -No seas estúpido, lo hice yo sola... No me di cuenta en realidad, creo que estaba muy nerviosa como para notarlo hasta que valí madre.

 

-¿Y cómo te regresaste? No me digas que tu hermana tuvo que ir por ti. Sabes que yo hubiera podido ir a recogerte sin problemas y ahorrarte el chasco.

 

La pequeña prefirió enfocar su atención en el trozo de pizza que sostenía entre las manos.

 

-Bueno, es que Dan fue la que me llevó a mi casa... -susurró dibujando en su rostro una leve sonrisa.

 

Javo soltó una risotada y pataleó fuerte con los pies en el piso.

 

-¡No manches! ¿Neta?, ¿Laura, cómo te pueden pasar esas cosas tan estúpidas?

 

Laura se encogió de hombros mordiendo un trozo de peperoni.

 

-Pues no sé. El chiste fue que así pasó y además resulta que Dan si está en ciudad universitaria.

 

-¿Ah sí? -inquirió el chico con interés ante el hecho de que Laura hubiera superado sus canales de información.

 

-Sip. En arquitectura, de hecho.

 

-No es cierto.

 

-Sí.

 

-Claro que no.

 

-Te digo que sí.

 

-Pruébalo.

 

-No.

 

-¡Exijo pruebas!

 

-Ah, no estés chingando.

 

-¡Dame la pizza!

 

-¡No!

 

El teléfono inalámbrico de Javo se encargó de distraerlo de su intento por quitarle el plato de las manos a la morena, quién aprovechó para llevarse otro trozo antes de que sucediera otra cosa que impidiera que llenara apropiadamente su estómago. Ella se rió por lo bajo en lo que Javo le hacía señas inapropiadas en lo que se iba caminando hacía la sala para tomar la llamada por si eran sus padres avisando la hora a la que volverían de su viaje a Mc Allen. Confiaba en que lo hicieran antes de salir para recordarles que no olvidaran su caja de cervezas de raíz y las galletas de queso que tanto le gustaban y lo mantenían despierto cuando se quedaba diseñando hasta las tantas de la madrugada.

 

-Era tu hermana. -soltó el larguirucho cuando volvió a entrar a la habitación y dejó el teléfono tirado sobre la cama. -Para recordarte que debes estar en tu casa antes de las 5:00 p.m. por lo de la salida que van a tener en la noche.

 

Laura resopló y se dejó caer sobre la almohada.

 

-No esa cosa de la iglesia...

 

-Me temo que luego de lo de ayer no te la van a perdonar tan fácil. Pero puedes considerarlo como una penitencia, ¿no?

 

-Déjame encontrar algo afilado y yo te daré tu penitencia, grandísimo animal...

 

***

 

-¿Ludi y si vamos ese día a ver una película?

 

Dan estaba sentada en una banca del parque, sosteniendo su celular junto a su oreja mientras Loki se entretenía mordisqueando el pasto y asustando a las aves que veía lo suficientemente distraídas. La castaña tenía por costumbre siempre cargar con su teléfono por ahí para platicar con su amiga cada que se le ocurría salirse con la excusa de sacar al perro o ir a comprar algo.

 

-¿Pero cae en inicio de semana, no? ¿No que estás muy ocupada, Dan? ¿No tienes encima esa cosa del promedio para librar la tesis?

 

-Pues sí, pero de todas formas ya me estoy resignando a no lograr el puntaje necesario. El arquitecto Martínez ya lleva mucho rato haciéndomela de tos por mis retardos y si me sigue estresando así, sé que no voy a aguantar. Además tengo a papá cada vez más necio con lo de mis cosas con la banda y tengo mi tarjeta de mmcinemas suplicando ser usada...

 

El labrador fue corriendo hacia su dueña y se sentó a su lado para recibir algo de atención. Dan le rascó debajo de la barbilla en lo que esperaba la respuesta de la tecladista.

 

-Pues no sé, me parece que no está bien dejarte hacerlo así.

 

-¿Qué? ¿por qué?

 

-¿De un día para otro pareces haberte acordado de todo, te doblas, amenazas con tirar la toalla y encima me haces caso?

 

-Tal vez me estas domando. -soltó Dan en tono coqueto.

 

-Ah, no seas idiota...

 

-Bueno, no lo sé. Sé que es repentino y raro; pero todo esto ha sido tan pesado que en serio me está enfermando. Si tienes razón en lo que piensas y me dijiste ayer. No ha sido del todo por mí. O sea, si lo quiero, pero de alguna forma conforme se acerca la fecha solo se vuelve más duro... Mira... Tal vez para entonces ya haya cambiado de opinión, pero al menos dime que irías conmigo si esa noche me dieran ganas de ir al cine a ver cualquier cosa... aunque esté mal, aunque no lo entiendas... por favor...

 

Ludi pareció resoplar apaciblemente del otro lado de la línea.

 

-Sí lo haría, Dany. No te dejaría sola.

 

Dan suspiró aliviadamente abrazando con fuerza a Loki, quien le gimió con tristeza y le lamió la mano a su silenciosa dueña, como si supiera que algo la había hecho sentir mal de pronto.

 

-Gracias...

 

-Oye, tranquila. Es bueno que lo estés aceptando.

 

-No me gustaría hacerlo...

 

-Dan...

 

-Oye, te llamo en la noche, ¿sí? -soltó la castaña cambiando prontamente de tema. -Hoy tengo lo de mis padres.

 

-¿Lo del retiro? -preguntó Ludi haciendo memoria.

 

Un mes antes, los padres de Dan se habían inscrito al retiro matrimonial de la iglesia del vecindario. En donde convivieron con otras parejas que afrontaban distintas problemáticas y entre todos transformaron mágicamente sus vidas, renaciendo como personas nuevas gracias al poder de la oración, sus pensamientos positivos y el aislamiento de la vida cotidiana. Logrando con ello, apreciarse y aceptarse como los seres humanos católicos que eran. Claro que para Dan, ese cambio fue perceptible durante solo una semana en lo que los progenitores cayeron en los hábitos de siempre y las cosas volvieron a la normalidad inevitablemente dada la naturaleza inherente de sus padres y su nula visita a una buena terapia psicológica que reforzara la verdadera idea de su tratamiento eclesiástico milagroso. Aún a pesar de la poca efectividad del asunto y tal vez porque el grupo parroquial ya había visto ese tipo de cosas antes. El domingo anterior se había anunciado como aviso que se llevaría a cabo una fiesta en conmemoración a aquel retiro, extendiendo la invitación a su vez a los miembros de la familia de las parejas involucradas. La idea por demás había sido detestada por Dan; pero la verdad era que ya había tenido bastantes discusiones con su padre como para encima anotarse otra metiéndose en el terreno religioso por lo cual seguro la desheredaría. En lugar de eso, la castaña prefirió no hacer problema y hacer puntos positivos que la ayudaran a contrarrestar los negativos hechos y por venir.

 

-Sí... Bueno, -divagó Dan con algo de resentimiento. -Te llamo cuando me desocupe de eso. Nos vemos de todas formas.

 

-Claro, cuídate...

 

Dan terminó la llamada antes de que Ludi pudiera escucharla mascullar sobre el humillante y ridículo asunto en el que iba a meterse pacíficamente. La chica de piercings apoyó los codos sobre las rodillas desde donde estaba sentada en su cama y suspiró. Sabía que la guitarrista no haría lo que le había dicho y que conforme los días pasaran daría esa impresión de superación admirable. Una Dan impasible, enfocada, dedicada y brillante. Lograría su promedio, haría lo que tenía que hacer y todo haciéndolo parecer como lo más fácil del mundo. Seguiría siendo genial con la banda, una idealista gruñona enfadada siempre con las personas tontas y una buena amiga; aunque ella supiera que por dentro el panorama sería distinto.

 

-Me pregunto qué pensaría él de todo esto...

 

I see a red door and I want it painted black
No colors anymore I want them to turn black

Dan tarareaba mientras caminaba por uno de los senderos del amplio parque, siendo acompañada por un resignado Loki quién tenía que aguantar el jaloneo que su dueña le proporcionaba con la correa cada que de improvisto ella acercaba sus manos a su cuerpo y simulaba estar tocando los arreglos de dicha canción de los Rolling Stones en una guitarra imaginaria con profundo gozo. Era normal. La castaña solía apasionarse fácilmente con aquellas cosas en las que desembocaban su energía y su sentir. La música era una de esas válvulas de escape que le permitían mantener su espíritu, naturalmente violento, en calma; aunque esa válvula abarcara generalmente rock y demás derivados de sonidos fuertes.

 

I see the girls walk by dressed in their summer clothes
I have to turn my head until my darkness goes

 

Dan subió de un salto a una banca y soltó la correa de Loki poniendo toda su atención a su preciosa guitarra invisible, moviendo su pie al compás de la canción marcando el ritmo en lo que el labrador se sentaba y la observaba como su único y confundido espectador.

 

I see a line of cars and they`re all painted black
With flowers and my love both never to come back


I see people turn their heads and quickly look away...

 

-¡Eh, Dan!

 

-¡PUT... aargh! -soltó la castaña al casi caerse de su escenario improvisado y perder toda su autoimaginada gloria.

 

Dan se tambaleó ya en el suelo y se ajustó las gafas para visualizar bien a la persona que lo había llamado. Un chico rubio de lentes oscuros corría hacia ella sonriéndole abiertamente. La castaña se quitó los anteojos, cruzó los brazos y desvió la mirada notando como se le ponían rojas las mejillas.

 

-Painted black, ¿eh? -le dijo con sorna el muchacho mientras la imitaba mímicamente.

-Ah, maldita sea, ¿qué quieres, Raúl? -Dan rechinó los dientes para sí misma, jurándose que en el próximo ensayo del grupo se vengaría y con creces por el pequeño momento de gozo que el rubio se estaba atreviendo a disfrutar a su costa. Ella no pasaba nunca un oso con nadie cuando era Dan, pero Daniela era diferente. Su dolor de cabeza personal.

 

El chico se encogió de hombros y se guardó las manos en los bolsillos de los pantalones negros que llevaba.

 

-También andaba paseando por aquí. -respondió con simpleza.

 

-¿Corriendo directo hacia mí, idiota? -gruñó la castaña. Detestando el hecho de que la persona con quien peor se llevaba (en cuanto a ser pesado públicamente) viviera en la colonia contraria a la suya. Lo bastante calle arriba como para irse en coche, pero a la distancia pertinente como para tener ese parque en común con Dan.

 

Raúl se sonrió y le hizo a Dan la seña de que no se veía nada atemorizante con la coleta que llevaba. La castaña la deshizo en un movimiento y lo miró desafiante, sintiéndose Dan casi por completo.

 

-Solo iba al seven a comprar botana. -soltó casualmente el chico cuando sintió peligro. Desvió la mirada. -En la tarde va a caerme Mario a la casa para jugar Fifa y... ah, bueno, te vi y se me ocurrió que a lo mejor te gustaría...

 

-No me gustan los juegos de soccer. -lo cortó Dan recogiendo la correa de Loki del suelo. -además, las reuniones de videojuegos de hombres me parecen muy raras.

 

-Pero también vamos a poner el Guitar hero...

 

Dan frunció el entrecejo. Usar el videojuego que mejor se le daba como gancho. Eso era verdaderamente jugar sucio. Sintió perfectamente que le temblaba la ceja en lo que se inclinaba fingiendo que se aseguraba que Loki estuviera bien sujeto a la cadena. Nada le gustaba más que humillar a dos tipos grandotes y creídos en una competencia de guitarras (aunque fuera en simulación), pero estaba decidida.

 

-No puedo. Tengo que revisar todavía unas cosas de mis planos y acomodar un reporte de materiales que tengo a la mitad; pero de todas formas gracias por invitarme.

 

-¿Segura?

 

-Pudiste decírmelo el viernes si eso hubieras querido hacer realmente. Estábamos todos.

 

-Ah...

 

Dan lo miró titubear de reojo de forma valorativa.

 

-Sí, eso pensé... -susurró. -Bueno, nos vemos luego, eh. Diviértanse, y me saludas a Mario.

 

La castaña dio un primer paso firme y se alejó en silencio en compañía del labrador que trotaba a su lado, cosa con la que logró dejar a Raúl con la boca abierta casi por medio minuto. A Dan, en realidad el sentimiento de culpa le duró escasos segundos solamente. Tenía sus razones. Eran mejor las cosas así. Definitivamente mejores. La castaña sonrió maliciosamente mientras andaba camino a su casa. Así era ella y nada la haría cambiar. Nada.

 

Durante el transcurso del día. Dan mitigó la frustración de su decisión dedicándose de lleno al resto de sus deberes, el aseo de su habitación y otros espacios de la casa y la visualización de una película francesa que una compañera de su curso de idiomas le había prestado la tarde anterior. Para las 7:00 pm en punto ya había cerrado oficialmente su portapliegos y carpetas, preparado todas sus cosas para la semana siguiente, escuchado dos álbumes de música y ya se hallaba bañada y arreglada para el evento que le esperaba más tarde. Se paró enfrente de su espejo mirándose ataviada en un vestido celeste de tirantes sobre el cual colocó un suéter delgado tanto para abrigarse del descenso de la temperatura que se daba siempre por las noches, así como para disimular un poco su escote, el cual no podía negar que le incomodaba un poco. Se maquilló de una forma totalmente diferente a como acostumbraba hacerlo cuando se preparaba para un concierto y suspiró apesadumbrada. No entendía como podía ser tan difícil fingir ser alguien que no era cuando lo hacía prácticamente todos los días. Estaba aplicándose brillo sobre el lápiz labial cuando su padre subió las escaleras vestido con un elegante traje gris oscuro. Su mirada se tornó radiante y satisfecha al verla tan presentable.

 

-¿Nos vamos, señorita? -inquirió el hombre extendiéndole el antebrazo flexionado.

 

Dan lo miró de arriba a abajo como pensándoselo.

 

-Claro, caballero, pero sea educado. -soltó al final rodeándolo con las manos.

 

Ambos descendieron las escaleras de un renovado y extraño buen humor y se reunieron con la señora Garza en el Mercedes Benz clase s familiar. El motor se puso en funcionamiento, las luces se encendieron y enfilaron rumbo a la famosa reunión que los esperaba.

 

 

***

 

 

-Ah, me siento tan fuera de lugar...

 

Laura se hacía el cabello para atrás en lo que su madre le daba un manotazo para que dejara de ejecutar ese tic suyo y su hermana se reía por lo bajo ante la veloz reprimenda. Apenas descendían del auto y la sensación ya era una muy poderosa. El club de Leones de San Pedro era algo que una chica como ella no había visto nunca. Sabía que sus padres se movían diariamente en esas esferas debido a sus empleos y estaban bastante acostumbrados. Su hermana también parecía bastante tranquila pues era muy popular y contaba con bastantes amigos del tecnológico y la udem; pero Laura tragó saliva. Ella era una persona más sencilla, con amigos normales de su misma clase social. No era que se considerara pobre, ni mucho menos; pero tampoco podía evitar la sensación de reconocimiento de estar parada en el municipio más próspero del estado. Viendo pasar a todas esas personas que demostraban en sus actitudes haber sido tal cuales eran toda la vida se sintió apesadumbrada. Si tan solo Javier hubiera podido estar con ella todo habría sido diferente. Habrían bromeado y reído ellos solos en su pequeño círculo sin notar a los demás extraños y los habrían excluido deliberadamente de su privada diversión. Eso hubiera sido perfecto, pero su amigo no estaba. Era una cosa de familia y eso significaría que tendría que apañárselas sola para salir viva de ahí.

 

-¿Cómo puede pagar la iglesia una fiesta aquí? -murmuró Laura por lo bajo.

 

-Probablemente no lo hizo. -le respondió su hermana con sencillez. -De haberlo hecho, la fiesta habría sido en la misma parroquia, ¿no crees?

 

Laura miró a su hermana con incredulidad.

 

-Estas cosas se manejan por contactos. No es de extrañar que algún miembro del grupo conociera o fuera algo del dueño de este lugar. Otro conociera al de la comida, otro al de la música y así. Para cuando menos te lo esperas, toda la fiesta ya está armada. Aunque parezca que no hay beneficio, realmente esta gente no pierde porque se promociona, aunque sea con personas como nosotros. -Le sonrió perspicazmente. -¿O acaso no recordarás con impresión tu visita divina a este sitio?

 

Laura se mordió el labio y dejó que su hermana la adelantara. Cómo odiaba darle gusto con sus expresiones faciales tan evidentes, pero ya le tocaría ser más perspicaz que ella en algo y entonces también se regodearía. Al menos eso era lo que esperaba.

Suspiró y con las manos arregló las arrugas inexistentes de su perfectamente planchada blusa formal de la cual solo tenía abrochados 3 botones, la blusita sin mangas que llevaba debajo también parecía verse bien, aunque ella insistiera en verle una o dos manchas; para ese entonces su paranoia también había alcanzado sus pantalones de vestir negros en lo que ella los miraba como si definitivamente hubiera escogido ponerse encima el peor par de su guardarropa. Sacudió la cabeza. Eran un montón de tonterías. Debía tomárselo con calma. Nadie iba a fijarse en ella de todas maneras. No lo esperaba, ni lo necesitaba tampoco. Solo debía estar ahí y esperar a que de pronto llegara el momento de marcharse. Nada más. Podía pegarse con su hermana y ser una espectadora del montón. Eso sí que podía hacerlo.

 

-Muy bien. Allá vamos.

 

Como si hubiera estado a punto de lanzarse cabeza arriba a interior de una piscina, así Laura tomó aire antes de subir por completo la escalinata y entrar de lleno al salón principal. Había ya dentro unas 30 parejas con sus respectivas familias cada quién en lo suyo, toda la gente esparcida aquí y por allá en grupos pequeños. Algunos conversaban amenamente sentados a la mesa. Otros permanecían de pie cerca de alguna ventana fumando un cigarrillo durante el diálogo. Los niños jugueteaban peligrosamente por entre las decoraciones interiores, y quienes eran un poco más desinhibidos bailaban en la pista de baile al ritmo de la música del grupo en vivo que tocaba animadamente y distraía de esa manera a la concurrencia. Luego de distinguir inmediatamente a sus padres, quienes estaban sentados ya en una mesa entablando conversación con una pareja que evidentemente parecían conocer, prefirió buscar a su hermana y apegarse a su plan de quedarse con ella toda la noche. No tardó en encontrarla realmente. Se hallaba en un rincón cercano a la pista charlando con unas chicas y chicos de su edad como si hubiera ido a la escuela todos los días con ellos. Laura meneó la cabeza, sin saber cómo era posible que ella no pudiera hacer algo tan simple como eso. Al verla, su hermana le hizo una seña para que se acercara al grupo.

 

-Miren, ella es mi hermana, Laura, está estudiando en la prepa 7. -puntualizó. -Laura, ellos son Marcos, Jessica, Roberto, Cristal e Ivonne. -completó, señalando con un movimiento de la cabeza a cada una de las personas que nombraba.

 

-Hey, que bien. -le dijo la nombrada Jessica, una chica de marcados bucles que le sonreía amablemente. -¿A qué club perteneces?

 

Laura adoptó una expresión de sorpresa y se encogió de hombros.

 

-Ah, a ninguno... -jugó un poco con sus dedos y se pasó la mano por el cabello en lo que continuaba. -No encontré uno que me llamara realmente la atención. Fue una lástima.

 

La chica la miró incrédulamente. Como si no pudiera concebir que la preparatoria pública que contaba con más clubes y actividades fuera tomada por una con pocas opciones. Los chicos se rieron cordialmente, como tomándoselo a broma y luego el llamado Marcos comenzó a relatar una historia relacionada con un abrelatas asesino sucedida en el campus del Tecnológico de Monterrey durante una de las reuniones del club de robótica. Laura se dedicó entonces a observar en silencio como los demás compartían opiniones y su hermana hacía gala de sus dones de buena conversadora. Hasta a ella que la conocía a la perfección, le parecía alguien interesante cuando la escuchaba hablar de esa manera. Fue entonces que pasada media hora, sintió que la golpeaban en el costado con el codo.

 

-Ve a traer bocadillos para las dos, Laura, anda. -Le susurró su hermana por lo bajo.

 

-¿Qué, por qué yo? -le replicó indignada.

 

-Porque no estás haciendo nada de todos modos. -soltó la hermana enérgicamente. -Ándale, y asegúrate de traer empanadas rellenas, me dijeron que están en el segundo piso.

 

-Pero...

 

La mirada infalible de su hermana fue suficiente para que los pies de Laura se movieran solos y la llevaran lejos de aquella terrible presencia.

 

-Ah, ya, vale...

 

Alejándose del grupito en el que su hermana siguió siendo el centro. Laura enfiló en dirección contraria, caminando directamente a las escaleras del blanco salón. Subiendo a paso lento y de mala gana, apenas logró esquivar a una joven preciosa que se encontraba al final del trayecto y que parecía mirar distraídamente algo en el barandal. Sonrió un poco al verla caminar deliberadamente al lado contrario de su vista al corredor donde a un joven muy atractivo le fue negada una invitación a la pista del baile del primer piso. Laura tomó un platito desde donde estaba, ya en la mesa de los bocadillos escogiendo las empanadas que quería su hermana, cuando notó una sombra proyectándose sobre ella, un perfume por demás conocido para sus sentidos y unos largos dedos claros que rozaron con los suyos de manera absorta.

 

-¿Mmm?, ah, disculpa... -se excusó la recién llegada con voz amable.

 

-No... no es posible... -jadeó Laura para sí misma al mirarla de lleno.

 

El plato casi se le resbaló de las manos cuando la impresión la dejó boquiabierta mirando incrédula la visión que tenía delante suyo. Esa chica de larga cabellera castaña, de apariencia desenfadada y elegante, hermosa y grácil sobre todo para sus ojos. Se veía diferente, más joven, inocente y frágil de cierta manera, pero no cabía duda, era Dan. No pudo evitar que las palabras se formaran en su boca, tenía que asegurarse que no estaba imaginándolo.

 

-¿Dan?

 

La castaña arqueó las cejas al parecer salir de sus propios pensamientos y notar a la morena que la miraba con estupefacción. Su propio corazón dio un salto sin comprender la razón y le devolvió una mirada igual de confusa a su expectante interlocutora. Su cerebro de momento le indicaba algo tarde que quería dibujar una sonrisa en su rostro, por lo que su expresión fue un tanto extraña. Al final la voz le salió de la garganta.

 

-Ah... Laura, ¿verdad? -inquirió Dan sonriendo al fin. -pero qué curioso encontrarte aquí... ¿Cómo seguiste?

 

Laura se dobló un poco en su sitio como si de pronto le hubiera dolido el estómago. Oh, Dios mio, se dijo, ¿por qué me tiene que pasar esto? ¿Cómo rayos me veo?

 

-Eeeeeh, bien, gracias... Tuve que venir por mis padres. -alcanzó a pronunciar con un hilo nervioso de voz.

 

Dan giró los ojos y tamborileó con los dedos sobre su plato.

 

-Te entiendo. A veces es mejor tenerlos contentos.

 

-Supongo.

 

-¿Te fue tan mal? -inquirió la castaña arqueando las cejas mientras valoraba un panecillo ante la escueta respuesta de la morena.

 

-Eeeh... aah, no, no tanto. -titubeó ella. -Solo lo decía.

 

-Ah.

 

Laura miró a Dan escoger silenciosamente de entre los canapés tratando de no mirarle el escote pero era ciertamente difícil dado que nunca la había visto vestida de una forma semejante y el hecho de que no se le ocurriera nada de qué hablar no la ayudaba para nada a distraerse. En ese instante se preguntó porque no era apta para llenar el vació de una conversación como su hermana, o lo suficientemente interesante como para distraer a la castaña que se moría por conocer de esos simples bocadillos. Desvió la mirada a sus zapatos y casi tiró todo al suelo cuando al levantarla se encontró de lleno con la de Dan que la miraba con fijeza.

 

-¿Te conozco de alguna parte? -le soltó sin vacilación.

 

-¿Aaaah?...

 

Los ojos de Laura recorrieron los alrededores en lo que ella se encogía de hombros. ¿Qué clase de pregunta era aquella? Resopló por un segundo preguntándose si Dan tampoco era buena para hablar con los demás; pero la determinación que notaba en su mirada le indicaba que la razón parecía ser una muy diferente. Abrió la boca finalmente para responderle.

 

-No lo creo. Te he visto muchas veces... -colocó un bocadillo en su plato. -Tú sabes, en las tocadas, pero no... No creo que nos hayamos visto de otra forma. Soy olvidable.

 

Dan frunció el entrecejo como si forzando sus ojos fuera capaz de ver claramente lo que quería.

 

-No creo... -susurró. -bueno, supongo que un día lo recordaré

 

-Eh, sí. -respondió Laura dudosa de lo que quería decir la guitarrista.

 

La pequeña hubiera continuado observándola de no recordar que tenía en las manos el encargo de su hermana, razón por la que comenzó a dirigirse hacia la escalera ante la ceja alzada de una Dan que la miraba con extrañeza y que increíblemente caminó hasta ella como no queriendo perderla de vista. La siguió hasta que vio claramente que Laura enfilaría hacia el grupo de mecatrónicos del Tec que conversaban con otra chica muy parecida a la morena.

 

-Hay menos ruido y gente en el segundo piso. -le dijo Dan a la pequeña con total normalidad. -Si a tus amigos les parece, podemos ir todos allá.

 

Laura la miró de reojo con una expresión de sobresalto, luego dirigió la vista al grupo, luego a su plato de bocadillos y finalmente a Dan antes de responderle con igual calma que la castaña.

 

-No, está bien. Solo voy a entregarles esto. Te aseguro que no me extrañarán para nada.

 

Dan pareció sonreírse y asintió levemente caminando aún junto a la morena. Laura al principio creyó que era su imaginación, pero los chicos del grupo al que se dirigían parecían algo inquietos conforme las veían acercarse. Cuando el presentimiento fue más que evidente, no pudo evitar sonreír suficientemente para sí misma. Hasta ellos mismos reconocían a alguien como Dan. De hecho su idea no fue tan equivocada, dos de ellos la saludaron y le agradecieron amablemente su ayuda en la puesta del congreso del mes anterior en lo que una de las chicas la presentaba con la hermana de Laura a quién saludo con cordialidad. Ya iban a hacerle preguntas y reclamarle por aislarse siempre cuando Dan se disculpó con ellos y les dijo que ya había prometido a la pequeña morena aburrirla con detalles arquitectónicos de los frisos del segundo piso, por lo que tendrían que disculparlas a ambas por un rato. Ante la evidente decepción de perder de la conversación a alguien como Dan, la pequeña hizo entrega de su encargo de una forma bastante entusiasta y luego se reunió con la guitarrista sin poderse creer lo embustera que era y buena improvisando. Los jóvenes las dejaron marchar pero le recordaron a la castaña que luego debían verse para tomar algo en alguna otra ocasión. Dan les dijo que se lo pensaría y les sonrió antes de volverse y enfilar de nueva cuenta al piso superior del edificio a lado de la morena que se sonreía por lo bajo.

 

-Que curioso que se conocieran.

 

-Ah, sí. Son un grupo simpático. Les di la mano con el diseño de unos stands para un evento que estaban organizando hace poco. No es lo mío, pero salimos todos del apuro y a mí me sirvió de práctica.

 

-¿Eres de arquitectura, verdad?

 

-¿Mmm?, pues si, -respondió la castaña encogiéndose de hombros. -¿Se me nota tanto? -soltó, refiriéndose a lo que todos se pensaban de los arquitectos.

 

Laura negó con la cabeza varias veces.

 

-Encontré un papel en tu chamarra que decía algo así. Espero no te moleste que haya revisado.

 

Dan pareció hacer memoria y luego hizo una mueca de entendimiento.

 

-Ya veo. -luego se sonrió dirigiéndose a la morena. -No importa. Aunque lo parezca, no consumo drogas, así que tendrás que comprarlas tu misma.

 

-¡Qué!

 

Dan soltó una carcajada ante la reacción de la pequeña y le tendió su propio plato de bocadillos en lo que ella se llevaba un "dedo de reina" a la boca.

 

-¿Tú estás en la prepa, verdad?

 

-¿Cómo lo...?

 

-Tu ID era muy buena, pero tu madre me dijo que eras menor. No te preocupes, no se la mostré. -añadió de inmediato cuando Laura jadeó asustada. Dan dejó su plato en una mesa y apoyó los codos en el alfeizar de la ventana. -¿Entonces, tienes quince?

 

-Dieciséis. -gruñó Laura por respuesta al situarse a su lado.

 

-Es un buen número. -le dijo Dan inclinándose un poco hacia ella. -A esa edad las cosas se sienten con mayor intensidad.

 

Laura sintió de pronto que su cara ardía aunque el fresco de la noche era delicioso. Miró de reojo a la castaña que parecía absorta en sus pensamientos o en la vista del paisaje nocturno.

 

-¿Siempre quisiste estudiar arquitectura?

 

Dan la miró de nuevo antes de sonreírle.

 

-Parece muy raro en alguien como yo, ¿verdad? -se desperezó como si fuera un gato y comenzó a andar por el corredor mientras Laura la acompañaba. -No siempre quise ser arquitecta. Tenía en realidad otras pasiones que me movían más, pero curiosamente resulté muy buena en esto. -puntualizó mientras acariciaba con la mano un león de escayola que formaba parte de un panel en la pared. -Para cuando me di cuenta, yo ya estaba enamorada de mi profesión, y había sido un proceso que no había querido aceptar al principio. Es curioso, ¿no?, pero sabes, el hecho de convertir algo cotidiano en un sinfín de posibilidades me atrae mucho... No sabría cómo explicarlo en realidad, pero sentirlo es increíble.

 

Laura percibió un brillo en la mirada de Dan que le causó la sensación de quererlo apreciar por siempre.

 

-Me gustaría encontrar algo así para mí. -susurró la morena admirando el friso que tenían delante. -pero aún no sé qué es lo que quiero.

 

-Bueno, es normal. -le dijo Dan comprensivamente. -No todos saben al instante lo que serán. Yo recuerdo haber pasado noches enteras llorando en mi cama los primeros semestres porque no estaba segura de haber hecho lo correcto.

 

-¿En serio?

 

-Sí. -afirmó Dan volviendo a caminar por el corredor.

 

-¿Y cuándo estuviste segura? -inquirió la pequeña, interesada.

 

Dan se sonrió como recordando algo y miró a Laura antes de contestar.

 

-A veces, ocurren cosas en nuestras vidas que nos ayudan a tomar decisiones importantes.

 

La morena reflejó en su cara que no parecía conforme con esa respuesta tan vaga, pero la castaña se sonrió satisfecha. Al llegar al final del pasillo Dan pegó el oído a una fina puerta de madera que conducía a otra sala del edificio, se sintió aliviada de sentirla vacía y más que nada, abierta. Accionó la manija y dejó al descubierto un saloncito vacío, en el que habían unas cuantas sillas, una mesa sin decoración y un piano de cola en un rincón de lo que parecía ser un pequeño escenario.

 

-En estos salones se hacen eventos pequeños. Es muy raro que los usen, pero al menos no se percibe el ruido del exterior.

 

Laura asintió algo nerviosa de encontrarse a solas con la castaña, pero prefirió no pensar en eso y tomar asiento en una de las sillas en lo que Dan caminaba hacia el piano y levantaba la tapa para cerciorarse de su sonido.

 

-Parece que sí está afinado. -pronunció ella luego de recorrer un par de veces las teclas. Apartó un poco el asiento y se sentó en el, colocando los pies en los pedales y ambas manos en el aire en lo que se pensaba qué era lo que podía interpretar. Pareció dar con algo en su mente y apartándose el cabello del hombro comenzó a mover sus manos en los que una entrada acompasada y corta se producía. La castaña tomó aire cuando la letra pasó a sus labios. Laura movía lentamente su cabeza, más que dispuesta a escucharla.

 

"I count the cases piled up high
For the 1:15.
For platform and for passerby

It's the same routine.
I'm ranting while I'm raving,
There's nothing here worth saving.

Dan marcó las notas con más fuerza preparando la entrada al coro y una parte más intensa de la canción en la que su voz dominó a su espectadora por completo.


Tell me now, what more do you need?
Take me to Walter Reed tonight.
Baby I've lost the will for fighting
Over everything.


Well there's a few things I gotta say
And make no mistake, I'm mad...
'Cause every good thing I've had
Abandoned me.

El ritmo volvió a ser pausado y tranquilo al igual que la voz de Dan. La castaña meneaba la cabeza y deslizaba los dedos en el instrumento con suavidad y precisión. Laura no sabía si la interpretación de esa melodía era complicada o no, pero no le importaba mucho. Le gustaba lo que escuchaba. Eso era más parecido a la Dan que conocía y sin embargo era al mismo tiempo diferente. Agradablemente diferente.

All I want to do is hide.
It's graduation day
And everything I learned inside
Didn't seem to pay.
I've had my fill of palm trees
And lighting up Grauman's Chinese.

Tell me now, what more do you need?
Take me to Walter Reed tonight.
Baby I've lost the will for fighting
Over everything
And there's a few things I gotta say.
Make no mistake, I'm mad.
'Cause every good thing I had
Abandoned me.

A sad... and lonesome me.

I'm the walking wounded
And I'd say it to your face
But I can't find my place.


Laura arqueó las cejas. ¿Era ese otro mensaje en clave de la castaña? Podían ser solo coincidencias, ¿pero qué significarían de todas formas? La miró intrigada mientras el piano seguía sonando.


So tell me now, what more do you need?
Take me to Walter Reed tonight.
Baby I've lost the will for fighting
Over everything
And there's a few things I gotta say.
Make no mistake, I'm mad
'Cause every good thing I had
Abandoned me.

A sad... and lonesome me.
A sad... and lonesome me.
A sad... and lonesome me.

Dan marcó el fin en tres acordes y suspiró en lo que Laura le aplaudía animadamente y caminaba hacia ella. La castaña se pasó una mano por el antebrazo apenadamente, mientras se levantaba y hacía una pequeña reverencia en señal de agradecimiento.

-Ah, que mal me sale. -dijo a manera de disculpa por los errores que solo ella notó. -Bueno es una buena canción de todas formas. Me hace recordar cuando me quitaban el almuerzo en el jardín de infantes. -añadió la castaña en son de broma, volviendo a tomar su lugar en el asiento y corriéndose un poco para hacerle espacio a la morena. Laura se sentó con ella, mientras se preguntaba si habría algo de cierto en aquel comentario de Dan. Iba a preguntárselo pero la miró sonreír de una forma tan sincera que de pronto se emocionó al estar tan cerca suyo.

 

-Creo que he escuchado esa canción. -susurró mientras jugaba con una tecla para distraer esos sentimientos suyos.

 

-Es Walter Reed, de Michael Penn. -informó Dan. -La escuché hace como 2 semanas en un capítulo de Doctor House y me gustó.

 

Laura sonrió ante la mención de uno de sus programas favoritos.

 

-Je, también me gusta. -le susurró.

 

-¿Ah sí?

 

-Ajá...

 

Dan se colocó la mano en el mentón como haciendo memoria.

 

-¿Sabías que Walter Reed fue un cirujano y bacteriólogo que descubrió las causas de la fiebre amarilla, cosa con la que se pudo erradicar la enfermedad que azotaba a Cuba en ese entonces?

 

-¿Ah si?

 

-Sí, Ahora hay un centro médico en Washington que lleva su nombre.

 

-Vaya.

 

La castaña se sonrió y giró los ojos.

 

-Perdona, tiendo a guardar datos inútiles en la cabeza para cuando deba aburrir a alguien.

 

Laura se rió y negó con la cabeza.

 

-A mí también me gusta hacer eso. Creo que es inconsciente. -pronunció la pequeña todavía jugando con las teclas que tenía enfrente.

 

El aire casi se le congeló en los pulmones cuando las manos de Dan se posaron sobre las suyas y sus dedos separaron los propios colocándolos en el acorde de sol.

 

-Tienes unas manos que parecen hábiles. Tus dedos son largos y fuertes. Podrías tocar muy bien el piano. ¿Lo has hecho alguna vez?

 

Laura negó con la cabeza con el rostro casi morado por la falta de oxígeno.

 

-Bueno, no creo ser una buena maestra, pero podría enseñarte. Aunque tal vez preferirías ser cirujana. -soltó riéndose luego de liberar las manos de la morena y tocar ella un pequeño arreglo en su lado del piano.

 

-Creo que todo es posible. -suspiró al fin la pequeña, sintiéndose más aliviada.

 

-Es cierto. -sonrió Dan.

 

Lo que restó de la noche lo pasaron hablando y jugando con el piano ahí sentadas una junto a la otra. Resultaron tener muchas cosas en común y algunos gustos y rarezas similares. Laura no habría comprendido nunca lo genial de tal simpleza de haberlo imaginado antes, pero Dan había tenido razón al decirlo minutos atrás. Sentir algo que no se puede explicar había resultado infinitamente mucho mejor que darlo todo por anticipado. Cuando la castaña le informó al fin a la morena que tal vez ya era buena hora de volver cada una con sus respectivos familiares, Laura no pudo evitar decepcionarse; pero de cualquier manera, acompañó a la guitarrista de nueva cuenta a la planta baja del Club, del que definitivamente no guardaría mejor recuerdo que de ese pequeño salón desolado del piso superior en el que al fin había logrado conocerla un poco como quería.

 

-De haber sabido que te vería aquí, hubiera traído tu chaqueta. -le dijo Laura apenadamente.

 

-No te preocupes, puedes quedártela. -contestó Dan.

 

-Mmm, no. En serio creo que es mejor devolvértela.

 

-Bueno, podríamos vernos un día de estos. -soltó la castaña con simpleza.

 

-¿Ah sí? -inquirió Laura incrédula.

 

-¿Por qué no?

 

Dan metió la mano en el bolsillo de su suéter y sacó un delgado teléfono móvil que le extendió a la morena.

 

-Anota tu número y nos ponemos de acuerdo un día de estos.

 

Laura completamente sorprendida, tomó el aparato entre sus manos mientras caía en la cuenta e ingresaba su teléfono y datos en la memoria del celular de la castaña. Cuando hubo terminado se lo devolvió, evitando por muy poco el impulso de pellizcarse.

 

-Ya está. -se dijo Dan al guardarlo nuevamente. -Entonces, nos estaremos viendo pronto, ¿está bien? -susurró extendiéndole la mano y besándole la mejilla en señal de despedida. -La he pasado muy bien contigo. Ha sido un placer conocerte.

 

-Lo mismo digo.

 

-Adiós.

 

Dan se alejó y se reunió con sus padres quienes estaban hablando con 2 parejas en la puerta, despidiéndose también. Con una última señal hacia la morena la castaña se despidió y se perdió de vista, segundos más tarde.

 

-¿Cómo pueden pasar estas cosas? -se dijo.

 

Un sonido llamó su atención desde el bolsillo de su pantalón y se sorprendió al sacar el móvil. Tenía un nuevo mensaje de texto. Una sonrisa surcó su rostro sin que pudiera hacer nada para evitar que fuera notorio.

 

Ya tienes mi número. Nos vemos. Dan

 

Laura apretó el teléfono en su mano y se preguntó qué cosas serían las que se vendrían de ahí en adelante que sus deseos parecían haber sido escuchados por algo o alguien, aunque no fuera creyente en nada más que en la suerte. Sea lo que fuere. Estaba encantada y dispuesta a averiguarlo.

"Mientras iba viajando en el asiento trasero del auto, yo seguía mirando la pantalla de mi celular. Me parecía tan increíble todo lo que había acontecido en tan poco tiempo. Pude verte en una de las formas que tanto quería, y aunque solo fue una de tantas. Las oportunidades de verte en otras se habían presentado y no pensaba dejarlas pasar. Eras como había pensado y tal vez un poco más. Aún con todo lo que todavía quería saber de ti y atesorar. Mi corazón se sentía tan grande que podría haber caído muerta en ese instante solo por el peso que implicaba en mi pecho. Era un sentimiento muy fuerte. Algo que no había sentido con anterioridad. Me gustaba y mucho, y mientras recargaba mi cabeza contra el cristal de mi portezuela no dejaba de preguntarme si remotamente, en alguna de mis múltiples fantasías sería posible que tu pudieras sentir lo mismo..."


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