Subaru cierra los ojos: por unos segundos se sintió solo.
Pero Hokuto no va a volver más, y tampoco Seishiro, el Seishiro que él amó.
Lo han abandonado para siempre, se dice, ya no le queda más que aguardar a que el tiempo se complete y que se decida lo que ocurrirá con ambos.
Subaru gira sobre sí perturbado, el águila que revolotea por sobre el techo, chilla.
Aquella mirada impar le sonríe y el vacío aparece otra vez en su estómago.
Se debate entre su amor y el odio, pero Subaru es egoísta: siempre prefiere el amor.
-Es un sueño, duerme
Sí, Subaru a veces piensa eso, mientras se acurruca desnudo entre las sábanas, aspirando el aroma a sangre y pétalos que emana del asesino, Subaru vuelve a cerrar los ojos, perdonándose uno de esos tantos arrebatos.
Él también desearía que fuese un sueño, un sueño del cual nunca tuviese que despertar, pero Subaru dejó ya de tener sueños…los objetos no merecen soñar.
Y aquel objeto no sueña, no desde el día en que se rompió.