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Un agujero es un agujero. por SYRY

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Notas del fanfic:

Vuelvo a la categoría que me dio la vida. Con un reto de una comunidad de livejournal y con unas ganas tremendas de escribir. Porque, ya lo haga bien o mal, me encanta. Con o sin bloqueos de escritora. Ésto es lo que soy.

Notas del capitulo:  

Secretos que matan.

 

Autora: Syry.

Reto: Homofobia.

Fandom: Slam Dunk.

Pairing: Hisashi Mitsui-Ryota Miyagi

Rating: T+, M, NC-18

Avisos: Slash. Sexo/ lemon/ variantes... entre chicos. Vocabulario ofensivo, semi-violación. Mención a drogas. Es un fic dramático (o intento de) sin final feliz.

Resumen: Él no era un marica, para nada. Simplemente estaba muy caliente aquella noche y, al fin y al cabo, un ‘agujero' es un ‘agujero'

*Corregidos los errores, gracias a Utena.

Gracias por leer.

 

 

Aquella noche, el entrenamiento terminó más tarde de lo habitual. Mitsui se quedó con Rukawa jugando un uno contra uno. Era algo común  los últimos meses. No tenía prisa en irse a casa -su madre, como siempre, no estaría- así que se tomó su tiempo en la ducha. No quedaba ya nadie -no se oía el rebotar del balón, Kaede se había duchado y marchado hacía escasos minutos- cuando empezó a masturbarse.

 

En su casa nunca lo hacía. Ahí, rara vez. Era algo que consideraba denigrante -¿Diecisiete años, virgen, y pajero? No, gracias- pero a veces su cuerpo le gritaba por sexo y se quedaba así, solo, bajo el agua. Esperaba la soledad y empezaba a tocarse -febrilmente, casi con vergüenza-.

 

No se da cuenta de cuándo entra él. Su perseguidor en sombras, testigo mudo de sus escasas masturbaciones. Esta vez no se queda mirándole: siente un impulso, una necesidad. Entra a las duchas, le aparta la mano, pone la suya sobre su pene, masturbándole fuerte, duro, sexual. Muerde su cuello, coge con ansias sus nalgas y empieza a follar su culo con dos dedos. El pene del admirador arde, palpita contra la espalda de aquel que es más bajo.

 

Ryota gira como puede la cara, entre jadeos de placer y no da crédito a lo que ve: tras él, Mitsui le está embistiendo la espalda, le está follando con sus dedos, le está tocando ahí, en su pene -firme, dura, rítmicamente-. Apoya la frente en los azulejos, abre más las piernas: no sabe qué hace, sólo sabe que lo que sea que esté tocando Mitsui allá dentro se siente mortalmente bien. Se deja llevar.

 

Y le parte en dos. Se mete de una en él y quema, y arde, y le gusta. Se lo hace así: fuerte, sin piedad, rápido. Farfulla cosas sin sentido en su hombro y jadea silenciosamente. Nunca deja de tocarle. Y el mundo estalla en color. Él se corre, intensamente, en su interior, y el líquido escuece en su despellejada entrada. Ryota eyacula en la mano de Mitsui, en constantes chorros blanquecinos.

 

Sale de él, se enjuaga  con un poco de agua -no usa jabón- y sale sin decir nada. Se viste y se va, sin volver a mirarle. Ryota está agotado y dolorido, así que tarda bastante más en poder terminar de ducharse. Cuando lo hace, se encamina a casa pensando en qué acaba de pasar. No lo tiene nada claro, está muy confuso y sólo sabe una cosa: No le ha desagradado para nada hacerlo con un chico. Sobre todo si éste es Mitsui.

 

*

**

*

 

 

 

Se levantó, sintiendo un calambre recorrer su espalda. Recordó lo pasado la noche anterior y se sonrojó, sacudiendo la cabeza. Va al instituto y busca -frenéticamente, sin descanso- el cabello azulado de Mitsui -Hisashi, se corrige-. Lo ve, junto a Hanamichi. A unos pocos pasos, Rukawa. Se acerca y saluda a los dos con la mano y al chico silencioso con un gesto de cabeza.

 

-Hola, Hisashi -y en sus ojos una sonrisa. Anhelando otra. Sólo recibe una mirada de furia y unos labios apretados.

 

-No me llames así, maricón. No te tomes esas confianzas, yo no soy un enfermo como tú -sonríe, sí, con crueldad. Se mofa con la mirada del más bajo y sigue hablando con Sakuragi. Hanamichi le mira, contrariado. No comprende qué hace Mitsui, pero nada le importa a éste último. Se gira.

 

-¿Sabes? Anoche vi como Ryota se pajeaba. Estaba tan cachondo que dejó que yo se la metiera -se rió con crueldad, alzando la voz y llamando la atención de unos cuantos que pasaban por allí-.

 

-Mitsui... -llamó Ryota, con voz débil.

 

-¿Lo negarás? Eres un cobarde de mierda. No aceptas que te mueres porque te la metan, por comer pollas...

 

-¡Michi! ¡Te estás pasando! -le gritó Hanamichi. Al principio se había reído, creyendo que era broma. Pero esto ya se estaba saliendo de la mofa y se estaba convirtiendo en una humillación en toda norma.

 

-Yo... -cerró los ojos y echó a correr, oyendo la voz de Sakuragi llamándole y las risas de Hisashi de fondo. "Esto no está pasando" se dijo. Una y otra vez. Pero sí, estaba sucediendo. Sí había pasado.

 

 

*

**

*

 

Hisashi seguía riendo tras haber perdido de vista al enano ese. ¿Qué se creía? ¿Qué por haber tenido un calentón se iba a convertir en un marica e iba a comprarle una casa y un perro? ¡Pobre! No le caía mal, pero desde luego, se había montado una película muy rara. Él no era un desviado.

 

-Hisashi, te has pasado. -le soltó Hanamichi. Le miró raro y giró el rostro-. Además, si has... -se sonrojó. En eso era aún un niño-. Si has hecho eso con él es porque te gusta.

 

-No. Estaba cachondo y él se la estaba meneando. Un agujero es un agujero, una vez no me hace marica. Pero si te la dejas meter y jadeas como él lo hizo, te convierte en un maricón total. -alzó las cejas, como si hubiese contado una verdad universal y entonces sonó el timbre. Se despidió con la mano y se fue.

 

Kaede se acercó a Hanamichi y le rozó la mano, sacándolo de su ensimismamiento.

 

-No le hagas caso -susurró. Y fue a su clase, seguido de cerca por Sakuragi, quien estaba pensativo y confuso. Tenía que hablar con Ryota.

 

*

**

*

 

-Estabas aquí -murmuró. Se sentó junto a él y calló. Le miró extrañado. ¿Qué hacía Rukawa junto a él?

 

-Sí. ¿Necesitas algo? -preguntó.

 

-¿Vendrás hoy a la práctica?

 

-No. Seguramente, no. -y empezó a columpiarse. Desde el otro columpio, Kaede le miró impasible.

 

-No debes dejar que te afecte -esperó una respuesta que, evidentemente, no llegó-. Me voy. -se levantó y se fue.

 

Suspiró tranquilo. No quería contárselo a nadie y, mucho menos, a alguien que no sabe si quiera lo que es una relación -una vocecita le recordó que él tampoco-. Un rato después, fue Sakuragi quien llegó.

 

-¿Tú también? Joder.

 

-¿También? Bueno. Es igual. Oye, venía a decirte que pases de Michi. Seguro que anoche se emborrachó o le dejó alguna chica, muejeje, ¿Lo imaginas? -vio que Ryota no reía y esperó-. ¿Es verdad?

 

-No tengo que contarte nada.

 

-Vine porque estaba preocupado por ti -le susurró. Miyagi le miró mal y se puso en pié, enfadado.

 

-Por mí puedes irte al infierno. -gritó, furioso, sobrepasado por sus sentimientos.

 

-Bien. Vale. Eres un imbécil, Ryota. -se giró, y le dio uno de sus cabezazos. Se fue refunfuñando y dando patadas a los árboles.

 

Miyagi le vio irse y se enfadó consigo mismo. Hanamichi no tenía la culpa. Con quien tenía que hablar era...

 

-Hisashi.

 

*

**

*

 

 

Le vio delante de la puerta del gimnasio y le paró. -Tenemos que hablar -susurró.

 

-No tenemos nada de qué hablar. -iba a seguir su camino pero una garra de hierro se lo impidió.

 

-Te equivocas. Quiero saber qué coño te pasa. -le dijo.

 

-¿Qué, quieres que te lo haga de nuevo? -le preguntó con sorna.

 

-No. Aunque lo más triste de todo es que lo volvería a hacer -sus palabras se reflejaron en una sonrisa acongojada. Suspiró y se lo pidió de nuevo.

 

-No tengo nada que hablar contigo -volvió a decir, remarcando una a una todas las palabras.

 

-¡Por qué! ¿Por qué no? Sólo... -un puño se clavó en su barriga. Cayó de rodillas, apretándose el estómago con sus brazos.

 

-¡Déjame en paz, nenita, me tienes harto! ¡No te vuelvas a acercar a mí a no ser que sea en una cancha de baloncesto, imbécil! -y entró. Miyagi resistió las ganas de llorar y, como pudo, se puso en pié y se fue a trompicones hacia un árbol cercano pero bastante oculto de miradas ajenas.

 

Apoyó la cabeza en las rodillas y lloró. Lloró como hacía... tiempo -demasiado- que no se permitía: aulló, gritó y jadeó. Lanzó puñetazos al suelo y luego, tras darse cuenta de que parecía una reina del drama se calmó. Suspiró. Secó con furia las lágrimas y se dijo a sí mismo que no pasaba nada. Que todo saldría bien.

 

Nunca le fue tan fácil creerse una mentira. 

 

 

Fin

Notas finales:

¿Salvan un gatito?

Si quieren leer algo más de mí:

 http://princess_syry.livejournal.com


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