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Que raro es... por jaguar_et_quetzal

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Notas del fanfic:

¿Quién es Saito? Nadie realmente, un personaje que inventé pero que, ha pesar de ser él el narrador, mo tiene mayor relevancia que ser un medio (personalmente no simpatizo con los personajes inventados y procuro evitarlos).

En fin, espero que le resulte gracioso a alguien.

Notas del capitulo:

El primer fic que escribo en primera persona. No me convenció del todo pero ya me estaba tardando en terminarlo (más o menos 2 semanas por sólo 6 hojas de word..................por eso ya no escribo fics largos!!!)

   Procuro ser una persona atenta, una persona gentil; de vez en cuando ayudo a cargar las bolsas de las ancianitas y cedo mi asiento a las féminas preñadas. Por eso es que hace poco, al encontrarme con mucho tiempo libre por las vacaciones, comencé a pensar en mi amigo Akihito, el pobre ha pasado mucho en su vida, viviendo sólo, con un empleo irregular por ser independiente y con uno que otro problema con gente peligrosa (Yakuzas, para ser más exacto) por su misma actividad. Así que me dije a mí mismo: Saito, debes pasar más tiempo con tu amigo. Ese es el propósito que me hice, y siempre cumplo mis propósitos.   

   Pues bien, Akihito es muy agradable y recuerdo que las salidas en grupo o las visitas en su casa la pasábamos siempre genial, así que pasar tiempo con él consideré que no representaría un sacrificio de ningún modo, sino todo lo contrario; pero debo reconocer que al estar mucho tiempo con él, uno comienza a notar cosas extrañas en su conducta; él es un poco…o a veces se comporta….bueno, está mal hablar así de las demás personas (y yo, ante todo, soy una persona gentil), así que para justificarme debo explicar y ejemplificar a qué me refiero.  

    Efectivamente, los primeros días todo fue genial, Akihito es un tipo con el que se puede hablar libremente y reír de manera franca, así que la pasamos muy bien; comimos curry en el mejor local callejero y bebimos cerveza fría en su casa, mientras recordábamos viejas anécdotas de poca suerte. No obstante el tercer día (mi propósito era verlo prácticamente a diario, como si me hubiese mudado de vacaciones a su casa), que paseábamos por el centro comercial de Kichijyouji, sucedió la primera cosa extraña.  

-Vamos a la zona de deportes –le pedí- quiero ver unos tenis para caminar en montaña.   

  Él asintió complaciente mientras escuchaba acerca de mis aventuras extreme en el Monte Fuji.   

  Repentinamente, frenó su marcha y comenzó a volver su cabeza a un lado y a otro. 

-¿He? ¿Qué pasa?- le pregunté. 

-No, no es nada –respondió y siguió caminando, sólo que un poco más rápido y de vez en cuando volteaba a ambos lados, como si buscara a algo o a alguien. Yo no tenía idea de qué podía ser, así que me limité a acelerar mi propio paso para alcanzarle. 

   Dos días después de eso –yo ya no recordaba lo del centro comercial por lo trivial que había resultado- nos dirigíamos a Tokio para pasear nuevamente. Antes que nada es importante aclarar que Akihito había aprobado esta especie de plan vacacional y de hecho resolvió ajustar sus horarios de trabajo para tener siempre la tarde libre y uno o dos días entre semana completamente disponibles además del fin de semana. Pues bien, nos hallábamos en la estación de tren a pocos metros de acceso al andén cuando Akihito volvió a pararse en seco, su cara mostró un poco de preocupación e inmediatamente volteó a verme.

 -Entremos ahí- me dijo, jalándome de la muñeca hacia una tienda de comestibles y souvenirs.  

-¿Qué pasa? –pregunté sin tratar de sonar demasiado entrometido. 

-Nada, nada, me pareció que sería bueno comprar algo de comer para el camino, unas frituras. 

-Quizá se trate de una chica a la que no quiere ver- pensé, tal vez tenía una de esas fans locas con quien sólo sales un día y creen que son tu pareja de por vida; y es que, hay que reconocer que Akihito no es mal parecido, aunque no me toca a mí decir algo como eso.   

   Entonces miré disimuladamente hacia fuera de la tienda, pero no divisé ninguna chica que se acercara a esta; estaba una pareja de personas mayores, una pareja joven, un hombre que miraba ansiosamente su reloj y balanceaba su portafolio (pobre hombre, ¡trabajar en domingo!) y otro más que fumaba tranquilamente cerca de los torniquetes, pero nadie que cumpliera con la idea que me había planteado, quizá entramos justo a tiempo y ella había perdido la pista. 

  En realidad nunca tuve ocasión de comprobar esa hipótesis, Akihito no quiso mencionar nada más sobre ello y de manera intencionadamente distraída cambiaba el tema; además, no parecía que hubiese algo importante que discutir sobre eso, de hecho el resto del día –el viaje y la estancia en Tokio- fue tan divertido como los días anteriores.

    De acuerdo, hasta ahora, nada de lo que he dicho es lo suficientemente raro como para sostener mi juicio, de hecho, y como ya mencioné, en aquellos momentos yo tampoco lo consideré demasiado singular. La razón por la que lo recuerdo es debido a que situaciones semejantes comenzaron a ser más frecuentes, de manera tal que en cada salida Akihito echaba un vistazo por encima de su espalda al menos 3 veces. 

   Que uno revise a su alrededor cuando va por la calle es un buen ejercicio de precaución dada la situación actual de nuestra sociedad, yo mismo he llegado a dar un par de ojeadas a callejones oscuros y solitarios antes de cruzar por ellos, pero jamás imagine que Akihito mantuviera una cautela tan grande (o quizá estaba presenciando el desarrollo de una) que vislumbrara tintes paranoicos. Tres semanas después, las salidas eran experiencias memorables pero no en un sentido positivo; a veces se detenía bruscamente y cambiaba de dirección, a veces se metía en los locales alegando que le urgía usar el sanitario (en una estética y en una tienda de mascotas, me pareció que era muy improbable solucionar su problema) y a veces se disculpaba, argumentando que había olvidado algo, y entonces regresábamos en marcha redoblada. Yo sinceramente no sabía que pensar, por más que meditaba y observaba el entorno, no encontré razón para su conducta; si acaso, lo único  semejante en algunas ocasiones fue la pasada de algún auto bastante elegante, envidia de cualquiera, pero esto no lo había tomado en cuenta más allá del hecho de que yo, entonces, pensaba que quisiera uno así algún día (y ni siquiera estaba seguro de que fuese el mismo, eran autos grandes, lujosos y sólo eso me importaba). Pero fue entonces cuando, en una de las últimas salidas, pasó una de las situaciones más peculiares. 

-¿A dónde iremos hoy? –pregunté. Para aquellos momentos mi pregunta sonaba mucho menos entusiasta que al principio de las vacaciones, y para ser sincero, era más para saber que ruta probablemente terminaríamos ‘no’ siguiendo (regresaríamos, cambiaríamos de destino o quizá andaríamos sin uno; como para desesperarse, pero yo, como persona gentil que soy, me observé bastante condescendiente con Akihito y sus nacientes locuras). 

-Lo siento en verdad –respondió él apenado, quizá había alcanzado a percibir la connotación que se escapó en el tono de mi pregunta- creo que no nos hemos divertido mucho en estos días, pero….-agitó su cabeza y entonces formó una sonrisa que no le veía desde hace tiempo- nada, nada ¡hoy la pasaremos muy bien!

     Así, salimos con la intención de ir a patinar al sur de la ciudad en un deportivo público acoplado para ello.     Calles tranquilas, casas pequeñas, patios arreglados con la típica saturación de ornamentos propia de quienes no tienen mayor conocimiento en ello que el sentido común casero (y un poco falto de buen gusto….. pero yo no soy quien para criticarles); en fin, era una zona agradable como para andar. Yo le comentaba a Takaba de las ventajas de contar con una membresía en un gimnasio privado, pero él sólo hacía hincapié en lo costoso que podía resultar y que prefería acudir a los públicos, aún cuando tuviera que compartir con media ciudad.

    Una vez más sucedió. Akihito frenó repentinamente su marcha y abrió los ojos como un venado sorprendido a mitad de la carretera. 

  Yo le vi desde un metro adelante, ¡qué molesto es darse cuenta que dejan a uno hablando sólo! 

-Akihito ¿qué pasa? –cuestioné en un tono, ejem, ligeramente molesto. 

   Pero Akihito no respondió, miró hacia un lado y otro en busca de algo, como tantos otros días atrás había hecho, pero era un vecindario bastante tradicional y sólo había casas en la acera de enfrente y una jardinera a nuestro lado después de más y más casas. Me miró con mayor ansiedad de la común y caminó hacia mí.

 -Ahí –señaló hacia el jardincito mientras tiraba de mi manga como instándome a meternos tras los arbustos, pero yo no tenía intención de hacer algo como eso, el ridículo que causaríamos si alguien nos veía.

 -¿Qué? Oye, una cosa es entrar a una tienda de cosméticos a solicitar el baño -aún no entiendo como se lo prestaron- y otra meternos a un jardincillo. 

  Sin embargo Akihito, con cierta desesperación ya reflejada en su cara, hizo caso omiso a mi réplica y me jaló de tal manera que ambos caímos tras los arbolitos aplastando unos tulipanes, o algo así, de paso.

 -Oye pero ¿qué te pasa? ¿Estás loco? –me arrepentí un poco de mi expresión, no es propio de las personas amables, como yo, hacer patente un problema o discapacidad de los demás. No obstante él ni siquiera me había escuchado, lanzó un rápido vistazo por encima de los arbustos y las gladiolas como un conejo que revisa el área antes de salir de la madriguera.  

        Yo me incorporé de inmediato tratando de recuperar compostura y dignidad cuando vi pasar una limusina negra. No sabía que en barrios tan modestos como estos también circulaban autos de ese tipo. Al volver la vista hacia Akihito noté que murmuraba algo, pero sin mirarme o dirigirse a mí; la curiosidad me ganó más que el temor por la reacción de alguien que definitivamente ha comenzado a perder el juicio, se lanza de cabeza sobre las plantas y habla sólo, así que me incliné para escucharle.

 -¿Cómo lo hace? ¿Cómo lo hace? ¿Cómo….? – repetía una y otra vez, su cara era reflejo de contrariedad absoluta, la mía de profunda pena.

 -Akihito –lo llamé, utilizando un tono calmoso y tranquilizador- es mejor que regresemos a tu departamento- dije con el mayor cuidado posible. Una vez allí hablaría a la institución adecuada y si se alteraba demasiado quizá a la policía………. ¿la policía?  

  ¡Por supuesto! ¿Cómo no lo había pensado antes? ¡Ahora todo encajaba! 

-Akihito –volví a llamarle, esta vez de forma seria y con expresión alarmada; le tomé de los hombros para que volteara a verme- dime la verdad ¿Tienes nuevamente problemas con los Yakusas? –interrogué. 

-¿Eh? –me miró, retomando así la atención en la realidad- ¿los Yakusas?...........si, ¡si!, claro,  eso es, la verdad no quería mencionártelo porque no quería involucrarte pero ya no hay forma de negarlo. 

   Yo ladeé la cabeza de un lado a otro desaprobando la situación, luego, le palmeé la cabeza en un gesto casi paternal, la verdad es que no estaba tan molesto pues me sentía satisfecho por mi gran astucia al darme cuenta de lo que realmente estaba pasando. 

-Ahh! –suspiré- ay! Akihito, debiste decírmelo o, mejor aún, debiste haber evitado tener conflictos con esas personas –le reprendí suavemente. 

-Si, claro, claro –me respondió.   

Esa fue la última salida que tuvimos. No, no crean que nos peleamos o algo semejante. Hablamos claramente y él consideró que lo mejor era suspender las salidas, hasta que arreglara su problema; yo fui amable con su petición, de forma tal que cumplí con el propósito que me había hecho. Pero….me siento un poco preocupado, en realidad, la última vez que le vi no fue esa. La última ocasión fue tres días después, yo me dirigía a comprar aquellos tenis que no había tenido oportunidad de adquirir cuando divisé a Akihito media cuadra más adelante, el punto más importante es que se encontraba precisamente frente a una limusina negra, con la puerta abierta, y parecía hablar –o discutir- con alguien. Estaba a punto de subirse cuando le llamé; al escucharme (porque estoy seguro que me escuchó, dado que volteó su rostro en mi dirección), la expresión de su rostro, antes decidida y airada, se volvió nerviosa e incluso, si mi vista y la memoria no me falla (y nunca lo hace), pude observar su cara enrojecerse de forma violenta; por un momento hizo el ademán de arrepentirse, pero un brazo firme -y elegantemente ataviado en lo poco que pude apreciar por la rapidez- lo atrajo firmemente al interior. Esa fue realmente la última vez que lo vi. 

  Ahora no dejo de preguntarme por su situación, porque, aunque siempre ha salido bien librado, no puede esperar siempre contar con esa suerte. Me apena, me apena mucho.

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Epilogo.   

 Akihito se ladeó para caer sobre el colchón y su cabeza sobre la mullida almohada de plumas de ganso. Se sentía totalmente exhausto y un tanto adolorido (vaya bestia que podía resultar aquel hombre de cuidada apariencia); lo peor, no obstante, es que vislumbraba recelosamente que aquello no había terminado (puesto que casi siempre superaba los límites de su conciencia y resistencia).   

 Llevó únicamente su mirada a la izquierda, donde se encontraba el culpable de sus tribulaciones, con los ojos cerrados y una sonrisa de satisfacción instalada en su rostro (¿o era de perversa maldad?). 

-Dime cómo lo hiciste –dijo, la orden brotó de todo su ser, que no podía tolerar un minuto más sin saber la respuesta, la cual lo había atormentado desde que se dio cuenta de lo que sucedía. 

-¿Hacer qué? –preguntó casi inocentemente, cosa que molestó a Takaba.

 -¡No te hagas el desentendido! –Pronunció molesto- Sabes que me refiero a cómo es que averiguabas dónde estaba.   

 Las cejas de Asami se elevaron sin abrir sus ojos, parecía que la recién iniciada conversación le resultaba divertida (aunque, desde su parecer, prefería escuchar los lujuriosos gemidos que escapaban de los deseables labios de Akihito mientras lo hacia suyo a antojo y frenesí). 

-Mejor dime tú, cómo es que lograste anticiparme.

 -¿Anticiparte? –preguntó confundido.

 -Si no fuese por ese conocido tuyo, que estuvo contigo en estos días –un deje de molestia se asomó en estas últimas palabras, enmarcada por una fugaz expresión seria-, habría pensado que me estaba equivocando.  

  Así que Saito, que no entraba en las tiendas, o se quedaba al nivel de la puerta, había delatado su posición a pesar de que él hizo lo posible por ocultarse. 

-Yo…-lo meditó un poco, la verdad es que no tenía una respuesta sensata para ello y realmente había comenzado a anticiparse, entrando en dónde podía o cambiando de dirección por la calle sin que hubiese visto a ese imperioso hombre de peligrosos negociosos. ¿Sexto sentido? ¿Sentido de la conservación? ¿¡Sentido arácnido del peligro!? No lo sabía, ni podía explicarlo, pero lo presintió, en cada una de las ocasiones-. No sé…..   

 Un detector de ‘Asamis’ contra el sistema detector de Asami, un ejemplo claro de coevolución. 

-Pero tú ¿me mandas a vigilar? –cuestionó con ansiedad, levantando el torso y sujetando el brazo del empresario para denotar la vehemencia de su pregunta. 

  ¡Ah! que dedos tan suaves, aún a través del agarre con intento de presión. El contacto con su piel despertó de nuevo el interés del dueño del Club Shion, pero no precisamente por responder a la pregunta, él jamás admitiría que lo mantenía observado.

    Abrió los ojos, sus pupilas llevaban ese brillo de deseo que resultaba un mal presagio para el joven fotógrafo. 

   Akihito se dio cuenta, retiró su mano como si hubiese tocado una hornilla encendida y sonrió nervioso ¿qué demonios había hecho? 

-No, mejor déjalo así, yo ya me retiro. 

-Tu no vas a ninguna parte –dijo tranquilo, pero de manera firme, Asami.  

  Ciertamente no hubo espacio para más preguntas, y quizá aquel chico, Saito, había tenido razón en sentir pena por Akihito, pues era muy probable que al día siguiente éste padeciera patentes consecuencias de la peligrosa relación con entes de traje en corte recto y limusinas negras. 

FIN  

Notas finales:

La idea nació de una historieta que leí en la niñez, de una chica que tenía un 'sexto sentido' cuando a su novio le pedían una cita o algo parecido, de forma que siempre llegaba a interrumpir (vaya manera de retomarla).

 

En fin. Espero que lo hayan disfrutado.

 

Saludos!!!


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