El regalo de Grecia
By SakuraChan
Dedicado especialmente a Aura-hime
Capítulo 01: El regalo de los griegos.
Ya habían pasado siete años desde que el Faraón Shaka, ascendiera al trono de Egipto. Y hace veinte años que Egipto era provincia de Grecia.
La familia del faraón, era por decirlo de forma suave, extraña. Sus miembros, todos de cabellos color rubio y ojos azules, se decían que descendían del dios Ra. El Faraón Shaka tenía el cabello largo, era muy alto y tenía la tez blanca, lo que acrecentaban los rumores de su descendencia de Ra. Su esposa, era su hermana Tyalu, ya que los habían casado entre la misma familia para no perder la descendencia divina. Esta mujer, blanca y rubia como su hermano, era hermosa. Se decía que sus ojos hechizaban a quienes los miraran fijamente. El carácter del faraón y de su esposa diferían en algunos aspectos. Ambos poseían la misma frialdad y orgullo, pero, mientras la reina era un poco más tierna, el rey nunca mostro un poco de ternura, ni siquiera con su madre. Quizás se debía a que Tyalu era mayor que su hermano en 7 años y esta diferencia marcaba una madurez distinta. Shaka había ascendido al trono a la edad de 14 años, ya que su padre había muerto de una misteriosa enfermedad. El Egipto actual era prospero, lleno de plantaciones, si hubiera sido autónoma, sería un rico imperio, lamentablemente sus cosechas se iban para Grecia, y ellos sólo veían el 10% de todo lo cultivado. Por esa razón, la mayoría de los egipcios odiaban a los griegos. De esto no se escapaban ni el faraón ni su esposa, quienes profesaban un profundo rencor hacia el imperio que los había subyugado. Pese a todo, Alexander le tenía estima al faraón Shaka. Lo encontraba un hombre extremadamente inteligente y bello, por lo que este seguía siendo faraón. Alexander habría tratado de entrar a la familia del faraón, pero debido a sus estrictas reglas no se lo habían permitido. En razón a esto, los sacerdotes no encontraron raro que un barco venido desde Grecia trajese un regalo del emperador Alexander Magnus hacia el faraón.
Un mensajero venía con el obsequio. El regalo fue bajado en una litera, finamente labrada y adornada con las más exquisitas telas persas de color rojo y dorado. Más atrás seguían vasijas llenas de joyas de oro y jarrones de cerámica que contaban las batallas de Alexander. Todo esto era transportado por hermosos jóvenes griegos de bellos cuerpos y cabellos del color del trigo. Entraron al palacio imperial de Tebas, donde residía el faraón Shaka. Nueve muchachas de blancos brazos y blondas cabelleras, vestidas con túnicas griegas se apresuraron a escoltar la litera. Ya frente al faraón, el mensajero se inclinó ante este.
- Mis respetos, faraón, el emperador Alexander le envía un presente, joyas, vasijas y una reciente adquisición- dijo en griego el hombre.
El faraón solo hizo una mueca de asentimiento mientras la reina Tyalu ordenaba a fuerte voz.
- El faraón desea que descubran la litera- expresó.
Las jóvenes se aprestaron a cumplir la orden del faraón frente a una señal que les hizo el mensajero. En la litera, un joven que no parecía ni griego ni egipcio, yacía sentado. Su cuerpo, cubierto por una túnica de seda y adornado con esplendidas joyas, hacía notar que era hombre, más su larga cabellera lila espolvoreada con oro, daría a entender otra cosa. Sus ojos eran de un verde solo comparado a la esmeralda que portaba en su pecho. El faraón lo miró unos segundos más, se sorprendió. El muchacho no tenía cejas, en su lugar, sólo había un par de puntos.
- Pero que…-alcanzó a susurrar la reina, antes de ser interrumpida.
- ¿Qué significa esto?- preguntó en griego el faraón.
- Este muchacho es un atlante, es el último superviviente que se ha encontrado de su raza. Habla un griego antiguo, pero es entendible. El emperador consideró que un regalo tan excepcional solo podía tenerlo usted, faraón.
La reina lo contempló unos segundos y apartó la vista con enfado. Miró sus antebrazos, la piel de ellos parecía oscura al lado de la de ese jovencito. Se apretó el labio con indignación.
El faraón ordenó a uno de los guardias que llevara al joven atlante a una habitación de huéspedes, ya se le asignaría una. El pelilila miraba asombrado y un poco asustado todo aquello. No entendía nada, solo que había sido arrancado de los brazos de su padre y luego lo habían llevado por múltiples lugares. Se había presentado ante muchas personas y a duras penas entendía lo que ellos decían. Lo único que había entendido, que ahora era un regalo de ese sujeto rubio. Y al parecer no era del agrado de la bella mujer que estaba al lado de aquel hombre. Esto iba a ser muy difícil.
Cuando fue arrojado dentro de una habitación, ricamente decorada con pinturas y estatuas, se aproximó a la ventana. Esperaría al anochecer para ver su futuro en las estrellas. Al cabo de un rato, entró un egipcio. Le murmuró algo que el atlante no entendió, pero cuando el egipcio señalo la comida que traía en una bandeja, el joven no pudo dejar de sonreírle y agradecerle en su idioma natal.
- Milo- dijo indicándose
- Mu- le respondió el pelilila y se fijó en la apariencia, tenía el cabello azul, una tez trigueña, ojos azules y muy traviesos.
Milo le hizo una mímica cruzándose los brazos sobre el pecho, simbolizando al faraón, para luego indicarle con los dedos que caminaba y terminó señalando a Mu. El joven señaló a Milo y luego señaló su propio corazón, sonriendo. El peliazul sonrió y se retiró con una reverencia.
Al parecer no sería tan malo, y, si aprendía el idioma, tendría un nuevo amigo.
Ya cerca del atardecer, el faraón entró en los aposentos del atlante.
Continuará….