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El hollow por Khira

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Notas del fanfic:

Relato ganador del segundo premio del 2º Concurso de Fanfiction de Slash Fever'08

 

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Notas del capitulo: Lo subo tarde, sí... es que creía que ya lo había publicado ¬¬UUU
 

El hollow

 

por Khira

 

El concierto dado por Tokio Hotel en la sala Roseland de Nueva York, el último de su tercera gira estadounidense, había sido un éxito. Ahora era el turno de relajarse y disfrutar de un par de merecidos días de descanso.

No era la primera vez que el grupo alemán actuaba en la Gran Manzana, pero sus cuatro integrantes (Bill, Tom, Georg y Gustav) nunca habían visitado la ciudad en vísperas de Halloween, y estaban muy asombrados de la importancia que daban sus habitantes a la señalada fecha. Todas las discotecas y demás locales similares celebrarían la Noche de Difuntos con una fiesta especial, y ninguno se sorprendió demasiado cuando David Jost, uno de sus productores que siempre viajaba con ellos, les anunció que habían sido invitados a una de las más importantes.

La mañana del 31 de octubre amaneció sombría. Como siempre, Bill Kaulitz tardó más de lo debido en levantarse, y luego tuvo que arreglarse en pocos minutos. Se dio una ducha rápida y se vistió con unos vaqueros y una camisa negra. Luego se maquilló un poco los ojos con sombra oscura y por último eligió un par de complementos: un collar con un cuerno de plata y una pulsera ancha de púas.

Tras echarse un último vistazo de aprobación en el espejo, el cantante salió al pasillo y se detuvo frente a la habitación de Tom, que normalmente era la contigua, ya que estaba seguro de que él también había remoloneado hasta el último momento. Tocó con los nudillos y esperó a que su hermano gemelo respondiera.

-¡Un momento! -se escuchó la voz del guitarrista tras la madera.

Bill apoyó un hombro en el marco de la puerta y echó un vistazo a su alrededor. El pasillo estaba desierto, y se entretuvo observando los extraños cuadros que colgaban de sus paredes. La decoración del hotel le parecía un poco hortera, pero de momento allí les habían tratado muy bien, y eso era lo importante.

 La puerta se abrió por fin y Tom apareció tras ella, vestido con unos vaqueros anchos, una enorme camiseta verde que le llegaba hasta las rodillas y una gorra del mismo color, con un turbante negro debajo que sujetaba sus larguísimas rastas. Asomó la cabeza y miró a ambos lados del pasillo.

-¿A quién buscas? -preguntó Bill.

-¿Está David por aquí? -preguntó Tom a su vez.

-Yo no le he visto.

Entonces Tom hizo un gesto con la mano hacia atrás y Bill comprendió a qué se debía la cautela de su hermano. Una chica morena, muy guapa, salió al pasillo detrás de él. Tenía el pelo largo y liso y los ojos castaños, y las mejillas cubiertas de un intenso rubor. Vestía camiseta y falda negras. Miró a Bill avergonzada y tartamudeó un incómodo "hola".

Bill la miró una vez, tratando de ignorar el habitual pero no por ello menos molesto latigazo que sacudía su corazón cada vez que veía a su hermano con una chica. Luego le miró a él.

-¿Y ésta? -le espetó. La chica seguramente no entendía el alemán, pero seguro que había notado el tono despectivo de la pregunta.

-¿Qué pasa con ella? -inquirió Tom mientras empezaba a avanzar por el pasillo, seguido de ambos.

-¿De dónde la has sacado?

-Consiguió colarse en el hall del hotel. La vi, y bueno... ya sabes.

-Ya. ¿Y? ¿Te la vas a traer a desayunar?

-Claro que no. Ahora me deshago de ella.

Tom se detuvo frente a uno de los dos ascensores que había al final del pasillo y le indicó el otro a la chica.

-Te tienes que ir ya -le dijo en inglés.

La muchacha miró a Tom con tristeza, y Bill no pudo evitar sentir pena por ella y las demás chicas que su hermano se llevaba a la cama, la mayoría clónicas. Él sólo se divertía, pero ellas, aunque su amor fuera inicialmente platónico, siempre esperaban más.

-Está bien. Adiós... -se despidió.

-Adiós -dijo Tom, y se metió sin más en el ascensor con Bill.

Ninguno de los dos hermanos dijo nada durante el corto trayecto hasta la planta donde estaba el comedor del hotel. Luego se dirigieron hasta allí igualmente en silencio.

Nada más entrar, visualizaron enseguida a Georg y a Gustav, sentados en una mesa en el extremo derecho de la sala, junto a un gran ventanal desde el cual se podía disfrutar de una vista impresionante de Manhattan. Natalie y Silke, estilista y asistente del staff respectivamente, estaban sentadas cerca, y les saludaron con un gesto cuando se aproximaron.

Bill se sentó junto a Gustav y Tom junto a Georg.

-Buenos días -saludaron los gemelos a la vez.

-Buenos días. ¿Qué tal habéis dormido? -preguntó Gustav.

-Bastante bien -contestó Bill, y miró a su hermano.

-Bien, supongo.

Bill puso los ojos en blanco y después observó todo lo que había sobre la mesa hasta que localizó su objetivo.

-¿Me pasas el café? -le preguntó a Georg.

El bajista no se movió, concentrado en su taza de café con leche. Es más, ni siquiera le miró. No parecía estar de muy buen humor.

-¿Qué le pasa a éste? -preguntó Bill, señalándole con la barbilla.

Gustav se encogió de hombros.

-Lo mismo de ayer, supongo.

-Oh, vamos... -Bill se dirigió de nuevo a Georg-. ¿Aún estás enfadado por eso? Pero si era una broma...

Georg dejó la taza vacía frente a él con un golpe seco.

-Pues ya me he cansado de estas bromas sobre el escenario. A las fans no les importa cuándo voy o dejo de ir al baño. Estoy harto, ¿vale?

Bill se mordió un labio, apenado. No le gustaba que se molestaran con él.

-Vale... -murmuró.

En ese momento apareció David, sonriendo radiante.

-¿Qué tal, chicos? ¿Ya habéis recuperado energías? -Sin esperar a que ninguno le respondiera, el productor continuó hablando-: Espero que sí, porque esta noche nos espera una gran fiesta. Ah, por cierto, ¿os he dicho que es de disfraces?

Bill casi se atragantó con un bollo.

-¿Cómo? ¿De disfraces?

-Así es. Natalie se encargará de conseguir unos cuantos y podréis elegir.

Tom miró divertido a su hermano.

-Bill no necesita disfraz -le dijo con una amplia sonrisa-. Con unos colmillos de pega, va servido.

-Ja, ja, muy gracioso -masculló el aludido, aparentando sentirse ofendido.

Pero en realidad a Bill le encantaba que su hermano le sonriera así, no importaba lo que le dijera.

 

 

David no había exagerado al hablarles de la magnitud del evento. El local donde se celebraba la fiesta, situado en un ático y dividido en dos plantas, era enorme, y parecía que medio Manhattan estaba ahí metido. La música estaba altísima y las luces casi cegaban. Bill sorteó con algo de dificultad a un grupo de modelos borrachas disfrazadas de conejitas de playboy y regresó junto a sus compañeros con su bebida medio derramada.

            -¿Qué te has pedido? -preguntó Tom a gritos para hacerse oír. Había sustituido su habitual gorra por un pañuelo anudado en la nuca, e iba vestido con una camisa blanca de lino desabrochada y un cinturón con una espada de pega. Bill pensó que nunca había visto a un pirata tan sexy.

            -Tequila con... no me acuerdo.

            Tom rió.

            -Claro, lo importante es el tequila, ¿no?

            -Ey, que yo no soy tan borrachuzo como tú.

            -Habló el que lleva pimplados tres combinados.

            No replicó. Era cierto que esa noche estaba bebiendo más de lo habitual. Quizá para olvidar la imagen de esa chica morena saliendo de la habitación de su hermano...

            -¿Y Georg? -preguntó al no verle con su disfraz de esqueleto por los alrededores.

            -Ni idea -respondió Tom-. Creo que se ha ligado a una rubia de bote.

            Bill se preguntó si el bajista aún estaría enfadado con él. Apenas habían hablado en todo el día.

            -Yo que creía que la gracia de disfrazarse en Halloween era hacerlo de un personaje terrorífico... -comentó Gustav mirando el grupo de conejitas que Bill había tenido que sortear para pasar-. Ésas no dan mucho miedo...

            -Tú tampoco das mucho miedo vestido de cowboy -se burló Tom.

            Gustav dio un sorbo a su bebida, tan sereno como siempre.

            -No, supongo que no -dijo lacónico.

            -¿Y yo? -preguntó Bill riendo, quien al final tal y como había insinuado su hermano se había disfrazado de vampiro, agitando sus largas y esmaltadas uñas frente a él.

            Tom le miró unos instantes.

            -Es que, te lo he dicho, no hay mucha diferencia...

            Bill suspiró, frustrado. De pronto algo llamó su atención. Al fondo de la sala, solo en un rincón, había alguien disfrazado con una careta blanca inexpresiva y una capa negra con capucha que le cubría todo el cuerpo. No era un disfraz muy elaborado ni tampoco terrorífico, sin embargo la inexpresividad de la careta le producía escalofríos. Bill se dio cuenta de que se trataba de un disfraz de hollow, un espíritu maligno.

            -Ése sí que da miedo -dijo en voz alta.

            -¿Quién? -preguntaron Tom y Gustav a la vez.

            -Ése. -Bill señaló disimuladamente con su vaso-. El del fondo, el que lleva una careta blanca.

            Tom y Gustav voltearon a mirar.

            -No veo a nadie con una careta blanca -dijo Gustav.

            -Yo tampoco -dijo el de rastas.

            -Pero si le estáis mirando. Allí, al fondo, junto a la columna. El que está entre Superman y Freddy Krueger. Es un hollow.

            Gustav negó con la cabeza.

            -No veo a nadie junto a la columna.

            Bill empezaba a ponerse nervioso. Se frotó el puente de la nariz y miró su bebida. A ver si había bebido demasiado y empezaba a tener visiones...

            Levantó la vista y empezó a creer que se trataba de eso al no ver ya al hollow.

            -Se ha ido... -murmuró.

            -¿Cómo? -preguntó Tom, que al hablar tan bajo no le había oído.

            -Que voy al baño.

            El cantante dejó su bebida en la mesa alta y redonda que tenían al lado y se encaminó hacia los servicios.

            Al igual que el resto de la discoteca, los baños estaban repletos. Aunque sólo tenía ganas de orinar, por pudor Bill hizo cola para entrar en una cabina en lugar de usar los urinarios. Después se limpió las manos en uno de los lavabos. Cogió una toalla de papel para secarse, y mientras lo hacía contempló su imagen en el espejo. Tom tenía razón; aparte del fondo de maquillaje excesivamente blanco y la capa negra, no vestía muy diferente a lo habitual. Además hacía rato que se había quitado los colmillos de pega por incómodos.

            El reflejo de alguien a sus espaldas le hizo desviar la vista.

            La sangre se le congeló en las venas al ver de nuevo al hollow, plantado en medio de la estancia.

            Nervioso, Bill se dio la vuelta y lo contempló cara a cara. El hollow no se movió. Bill tragó saliva y sin darle la espalda dio un par de pasos hacia la salida. Se chocó con alguien y del susto dio un grito a la vez que daba un salto hacia un lado.

            -¡Bill! -exclamó Tom, mirándole extrañado-. ¿Qué ocurre?

            -¿Q-qué haces aquí? -balbuceó Bill.

            -También me han entrado ganas de mear. ¿Qué pasa? ¿Por qué has gritado?

            -Es que... -Bill miró de nuevo al centro y descubrió que el hollow ya no estaba. Su rostro palideció bajo el maquillaje.

            -Bill, ¿te encuentras bien? -inquirió su hermano, preocupado.

            -La... la verdad es que no... -musitó el cantante.

            -¿Qué te pasa?

            -Necesito... un poco de aire...

            -Claro, salgamos a la terraza un rato.

            La terraza de la discoteca estaba situada en la planta superior. Tom agarró a Bill de un brazo y le acompañó hasta allí sin soltarle. La vista era aún más impresionante que desde el comedor del hotel. El aire frío azotó con fuerza en sus rostros.

            -¿Mejor? -preguntó Tom.

            -Sí... -respondió Bill sin mucha convicción.

            -¿Pero qué te pasa? -insistió el guitarrista-. Pareces asustado por algo...

            Bill miró a su hermano con el rostro contraído.

            -Es una tontería... No importa...

            -No será una tontería si te tiene así de inquieto.

            -Es que... es él. -Bill respiró hondo antes de continuar-: Es el tipo del disfraz de hollow que os he dicho antes.

            -¿Ése que no hemos alcanzado a ver?

            -Sí... Le he vuelto a ver en el baño.

            Tom alzó las cejas, confundido.

            -¿Y? ¿Qué ha pasado? ¿Te ha hecho algo?

            -No, no... Pero me ha dado la impresión de que me estaba siguiendo...

            La expresión escéptica de Tom hizo comprender a Bill que estaba cometiendo un error.

            -Déjalo, ya te lo he dicho, es una tontería... -musitó desviando la vista hacia el paisaje nocturno.

            Permanecieron en silencio unos minutos. El aire era cada vez más frío y Bill empezó a temblar.

            -Mejor te traigo tu chaqueta. Como te resfríes, David te mata primero a ti y luego a mí de rebote.

            -No, espera...

            -Es un momento, enseguida vuelvo.

            Y antes de que pudiera replicar, Tom volvió a entrar en el local, dejando a Bill solo en la terraza. El cantante suspiró y apoyó los brazos en la barandilla, mirando hacia el vacío que se extendía a sus pies.

La letra de una de sus canciones le vino a la mente y empezó a tararearla en voz baja.

-Über den Dächern, ist es so kalt und so still. Ich schweig Deinen Namen, weil Du ihn jetzt, nicht hören willst... (Sobre los tejados hace mucho frío y está todo en silencio. Callo tu nombre porque tú ahora no lo quieres escuchar...)

Al cabo de unos minutos notó movimiento a sus espaldas y se volvió esperando ver a su hermano.

Pero no era Tom el que estaba en medio de la terraza. Era el maldito hollow.

El muchacho trató de controlar su temor. Que Tom y Gustav no le hubieran visto a tiempo no significaba que fuera una alucinación. Y si lo era, no tenía por qué temerle.

Pero no era una alucinación. Bill se fijó en su sombra, proyectada lateralmente por uno de los focos que iluminaban la terraza. Su mente no habría sido tan perfeccionista. Era alguien de carne y hueso con un simple y estúpido disfraz que se estaba haciendo el gracioso.

-¿Qué demonios quieres? -le preguntó Bill enfadado, intentando que no le temblara la voz-. ¿Por qué me sigues?

El hollow no respondió. El viento hacía ondear su capa, pero aparte de eso no había movimiento en él.

-Si me sigues molestando tendré que llamar a uno de mis guardaespaldas. Y todos tienen muy mala leche, te aviso.

El hollow seguía sin inmutarse.

Bill ya se estaba planteando volver al interior cuando alguien salió a la terraza. Esta vez tampoco se trataba de su hermano, sino de Gustav.

-¡Ey, Bill! ¿Qué haces aquí?

Gustav cruzó la terraza en dirección a Bill, rozando prácticamente al hollow en su camino, pero no le miró. Bill se inquietó de nuevo.

-Necesitaba tomar un poco el aire, pero me estoy congelando y Tom ha ido a por mi chaqueta -explicó el cantante sin apartar la vista de su acosador.

-Pues yo me he encontrado con la loca esa que ganó el premio el otro día y ya no sabía cómo deshacerme de ella... -empezó a explicar Gustav, pero Bill le interrumpió.

-Éste es el tipo que os decía antes -le dijo señalando ya sin disimulo al hollow, que seguía en la misma posición-. Me está siguiendo a todas partes. ¡Sí, lo digo por ti, estúpido!

Gustav paseó la vista por la terraza y luego la posó de nuevo en Bill, confundido.

-Bill, ¿a quién le hablas?

Un intenso escalofrío recorrió la columna vertebral del cantante. El muchacho miró a Gustav, después al hollow, y luego otra vez al batería.

-¿Tú no ves a este tipo? -preguntó señalándole de nuevo con el dedo.

Gustav repitió su gesto anterior.

-Bill, no hay nadie en esta terraza aparte de ti y de mí.

Aquello ya era demasiado. El corazón de Bill empezó a latir muy deprisa. El miedo embotaba sus sentidos, impidiéndole pensar con claridad.

Sólo estaba seguro de una cosa: necesitaba perder de vista al espectro, ya. Y ante la atónita mirada de Gustav, echó a correr en dirección al interior del local.

Tras entrar se tomó un segundo para orientarse y luego siguió corriendo hacia donde creía recordar que estaba la salida. Ni siquiera pensó en cómo llegaría solo de vuelta al hotel, sólo quería escapar de ese lugar cuanto antes. Se entretuvo sorteando decenas de personas, disfrazadas de los más diversos personajes: faraones egipcios y emperadores romanos, héroes de cómic, brujas y demonios... Y a cada paso que daba el corazón de Bill se aceleraba un poco más, temiendo toparse otra vez con el hollow.

Sin embargo, fue a Tom a quien distinguió entre la multitud. Enormemente aliviado, el cantante se echó en sus brazos y le abrazó con inusitada fuerza.

-¡Bill! -exclamó Tom-. ¿Qué te pasa?

El cantante enterró el rostro en el cuello de su hermano.

-Tom, vámonos de aquí, por favor...

-¿Pero qué sucede?

-No me encuentro bien... Veo... cosas...

-¿Cosas?

-Da igual... Sólo vámonos... Por favor, Tomi...

            Tom no se hizo más de rogar.

 

 

Media hora después, dos guardaespaldas dejaron a los gemelos Kaulitz frente a la puerta de sus habitaciones. Bill se dirigió a Tom:

            -Déjame dormir esta noche contigo.

            Tom parpadeó un par de veces, aturdido.

            -¿Cómo?

            -Por favor, Tom... A mí también me parece absurdo, ¿vale? Pero te aseguro que lo necesito. Vamos, las camas son dobles...

            Tom se abstuvo de decir que la idea no le parecía absurda en absoluto, sino más bien... tentadora. Demasiado tentadora. Pero no le quedó más remedio que acceder.

           

 

Aquella noche, ninguno de los hermanos Kaulitz era capaz de dormir. Bill porque no podía quitarse de la cabeza al aterrador hollow, y Tom porque la imagen de su hermano, tumbado a su lado en camiseta y calzoncillos, le impedía cerrar siquiera los ojos. La luz de la luna se filtraba a través de la ventana, bañando su esbelto cuerpo y dotándole de una mayor sensualidad.

            Tom se mordió un labio, angustiado, sintiendo que su cuerpo reaccionaba contra su voluntad.

            En un momento dado, Bill se incorporó en la cama, sediento. Buscó con la mirada y encontró una botella de agua encima de la mesilla de noche del lado de su hermano. Se inclinó sobre él, pero calculó más la distancia y tuvo que apoyarse en su vientre para no caer hacia delante, notando algo del todo imprevisto.

            Ambos jóvenes dieron un salto en la cama.

            -¿Q-qué haces? -tartamudeó Tom.

            -¡Nada! Sólo iba a coger la botella de agua. ¡¿Q-qué haces tú empalmado?! -chilló Bill.

            Se hizo un silencio incómodo.

            Tom tragó saliva un par de veces. Tras deliberar consigo mismo unos segundos, decidió aprovechar la oportunidad y lanzarse a la piscina.

            -¿Te molesta? -preguntó intentando sonar seductor.

            -¿Que si me molesta...? -preguntó a su vez Bill sin entender nada.

            -Si te molesta... que me empalme por tu culpa.

            Bill se quedó sin respiración.

            -¿Por mi culpa? -repitió en un susurro.

            Tom se acercó más a su hermano. Se inclinó sobre él y colocó sus labios junto a su oído.

            -Sí... Por tu culpa.

            Siguiendo un impulso Tom agarró la mano de Bill y la llevó a su propia entrepierna. Por un momento temió que Bill reaccionara negativamente, pero en lugar de eso su hermano empezó a acariciarle. Tom gimió quedamente.

            -¿Y todas esas chicas...? -inquirió Bill, aún no convencido.

            -¿Es que no te has fijado? Todas se parecen a ti...

            Bill hizo memoria, y poco a poco una sonrisa traviesa se formó en sus labios.

 

 

Unos días después, los integrantes de Tokio Hotel disfrutaban de un copioso desayuno ya en su propia casa en Hamburgo.

            Georg y Gustav aprovecharon que Bill terminó el primero y regresó a su habitación para hablar seriamente con Tom.

            -Creo que nos pasamos un poco con Bill -dijo Georg en voz baja.

            -¿A mí qué me cuentas? La idea fue tuya -dijo Tom en el mismo tono.

            -Sí, pero vosotros me ayudasteis a montar todo el paripé -se defendió el bajista.

            -Porque es cierto que Bill se pasa a veces con sus bromas en el escenario. Se merecía este pequeño escarmiento.

            -¿Pequeño? Está acojonado.

            -No es para tanto.

            -¿Que no es para tanto? ¡Pero si lleva cinco noches durmiendo contigo! -intervino Gustav.

            «Y yo quiero que sean más...», pensó el guitarrista, pero por supuesto no lo dijo en voz alta. Si sus compañeros se enteraban de lo que hacían él y su hermano además de dormir, se escandalizarían.

            -Vale, es cierto que está asustado. Pero precisamente por eso aún no le podemos decir nada. Se enfadaría mucho. Mejor esperar unos días hasta que se le pase, y entonces le contamos que su hollow acosador era Georg disfrazado, y se reirá.

            Georg y Gustav se miraron.

            -Bueno... -accedieron a regañadientes.

            «Sólo un par de noches más... -se prometió Tom a sí mismo mientras removía absorto su café-, sólo un par más y se lo contaremos...»

«Luego habrá que buscar otra excusa para meterlo en mi cama...»


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