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Recuerda por instantes, los ojos del mocoso. Dos bolas verdes sobresaliendo de un rostro de infante aún, una semillita en pleno crecimiento que se niega a ceder en la búsqueda de la tierra de la cual la habían arrancado prematuramente.
La guadaña gruñe y Frau piensa que el mal humor aún no ha pasado y que se va a quedar así hasta que el maldito crío regrese, o reciba a cambio algo de ''comer''.
Capella se remueve a un lado, esconde las manos, y murmura frases inentendibles entre sollozos, quizás recordando, piensa él, los latigazos del hombre calvo. El pequeño esclavo no termina por creer que no deberá nunca más agacharse a limpiar zapatos, trabajar duro para recibir comida.
Mira la luna, y está seguro de que el crío debe haberse ganado ya el boleto, realmente posee esa fastidiosa habilidad, de adentrarse en las personas y cambiarlas.
Frau piensa, tratando de conciliar el sueño, que cuando llegue el momento en que la oscuridad lo consuma, y entonces la guadaña no pueda aguantar su hambre ya...
En ese entonces...
-No voy a comérmelo, che
La colilla del cigarrillo va a parar al suelo.
-Al menos no por ahora- pero claro, no habla de ''esa'' clase de apetito.
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Recuerda por instantes, los ojos del mocoso. Dos bolas verdes sobresaliendo de un rostro de infante aún, una semillita en pleno crecimiento que se niega a ceder en la búsqueda de la tierra de la cual la habían arrancado prematuramente.
La guadaña gruñe y Frau piensa que el mal humor aún no ha pasado y que se va a quedar así hasta que el maldito crío regrese, o reciba a cambio algo de ''comer''.
Capella se remueve a un lado, esconde las manos, y murmura frases inentendibles entre sollozos, quizás recordando, piensa él, los latigazos del hombre calvo. El pequeño esclavo no termina por creer que no deberá nunca más agacharse a limpiar zapatos, trabajar duro para recibir comida.
Mira la luna, y está seguro de que el crío debe haberse ganado ya el boleto, realmente posee esa fastidiosa habilidad, de adentrarse en las personas y cambiarlas.
Frau piensa, tratando de conciliar el sueño, que cuando llegue el momento en que la oscuridad lo consuma, y entonces la guadaña no pueda aguantar su hambre ya...
En ese entonces...
-No voy a comérmelo, che
La colilla del cigarrillo va a parar al suelo.
-Al menos no por ahora- pero claro, no habla de ''esa'' clase de apetito.
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Recuerda por instantes, los ojos del mocoso. Dos bolas verdes sobresaliendo de un rostro de infante aún, una semillita en pleno crecimiento que se niega a ceder en la búsqueda de la tierra de la cual la habían arrancado prematuramente.
La guadaña gruñe y Frau piensa que el mal humor aún no ha pasado y que se va a quedar así hasta que el maldito crío regrese, o reciba a cambio algo de ''comer''.
Capella se remueve a un lado, esconde las manos, y murmura frases inentendibles entre sollozos, quizás recordando, piensa él, los latigazos del hombre calvo. El pequeño esclavo no termina por creer que no deberá nunca más agacharse a limpiar zapatos, trabajar duro para recibir comida.
Mira la luna, y está seguro de que el crío debe haberse ganado ya el boleto, realmente posee esa fastidiosa habilidad, de adentrarse en las personas y cambiarlas.
Frau piensa, tratando de conciliar el sueño, que cuando llegue el momento en que la oscuridad lo consuma, y entonces la guadaña no pueda aguantar su hambre ya...
En ese entonces...
-No voy a comérmelo, che
La colilla del cigarrillo va a parar al suelo.
-Al menos no por ahora- pero claro, no habla de ''esa'' clase de apetito.
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