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Tesoros por Kitana

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Notas del fanfic:

Bueno, ummm este es un original, algo que hace muuuuchoooo no me atrevia a hacer jajajaja, y bueno, no tengo muchas esperanzas con él, para que es más que la verdad, pero en fin, aqui esta la primera entrega y quizás sea la última.

Era media noche, la luna estaba semioculta por un enorme conjunto de nubes de tormenta. No había mucho que hacer esa noche excepto esperar, y si había algo que Julien Arhendorff detestaba hacer era precisamente esperar. Se maldijo a sí mismo por no haber tomado un abrigo más grueso que el que llevaba. El frío le calaba hasta los huesos y la lluvia ya amenazaba con caer. Escuchó pasos acercándose, una sonrisa de medio lado se dibujó en esos labios que por momentos parecían ser solo una línea dividiendo ese rostro casi perfecto.

- Veo que ha llegado temprano Arhendorff - dijo el hombre que se aproximaba a paso lento.

- No he llegado temprano, usted es quien ha llegado tarde - murmuró Julien con cierta molestia.

- Bien, sé que es hombre de pocas palabras, así que iré al punto, tengo una proposición que hacerle.

- ¿Qué clase de proposición?

- Requiero de sus servicios para "recolectar" ciertos objetos. La paga será buena, y en realidad no estaría haciendo nada ilegal, así que, ¿cuál es su respuesta?

- ¿Qué clase de objetos?- inquirió Julien con cierto interés.

- Tenga paciencia, Arhendorf, antes debe acompañarme y pasar una pequeña prueba - dijo el hombre con una sonrisa que hizo desconfiar a Julien.

- Eso no era parte del trato...

- Lo sé, pero si usted no es capaz de pasar la prueba entonces no podrá conseguir el trabajo. ¿Acepta o no?

- Está bien, hagámoslo, pero le advierto que esto le costará - murmuró Julien antes de encender un cigarrillo.

- Sígame - en silencio y con cierta desconfianza Julien siguió a su posible empleador. El hombre le guió hasta un edificio que parecía abandonado. Dentro ya los esperaban.

 

No fue difícil para Julien descubrir las tres presencias que estaban ahí, no supo a ciencia cierta que clase de seres eran los que se ocultaban en las penumbras, pero si supo que eran tremendamente poderosos.

- Señores, no demoremos más las cosas, Arhendorf, acérquese - dijo su guía. Un poco confundido, Julien obedeció. No confiaba en aquella gente, podía notar que eran poderosos, pero al ignorar de donde provenía tal poder optó por mantenerse calmado y alerta, no iba a arriesgarse por nada.

 

Se sentó frente a la mesa que había en el lugar, su guía no tardó en aparecer trayendo consigo un libro que a todas luces debía tener varios siglos de antigüedad.

- Lea - le ordenó una voz femenina proviniendo de las sombras. Julien extrajo de sus bolsillos un par de guantes que procedió a colocarse antes de tocar siquiera el libro, aún a sabiendas de que probablemente no serviría de nada ya que el libro emitía una especie de emanación que no pudo identificar - ¿Qué espera? Lea de una vez - le insistió la voz.

- Demonios - murmuró al sentir que la superficie del libro aumentaba su temperatura. Sin amedrentarse, Julien levantó cuidadosamente la cubierta y pasó las hojas, era una clase de antiguo idioma, algo semejante a hebreo, pero probablemente más antiguo. Le tomó algunos segundos traducir un poco de lo que había en las páginas y comenzó a leer - "Se dice de él que era tan poderoso que los mismos dioses le temían, junto a sus siete generales asoló pueblos y ciudades. Nada hubo en la tierra capaz de frenar su cólera..."

- Suficiente - ordenó la voz, Julien notó un matiz más relajado en aquella voz en extremo dominante - Santiago, dale instrucciones - ordenó aquella voz.

- Como usted ordene, señora - dijo el guía, Julien procesaba a toda velocidad la información que había logrado obtener. Se dijo que lo mejor sería que en cuanto terminara ese trabajo desapareciera por un tiempo. Esa gente le pareció peligrosa y demasiado misteriosa.

 

Escuchó pasos saliendo de la habitación. Santiago le sonreía con satisfacción

- Bien, Arhendorff, está usted oficialmente contratado por madame Tressor, tome el libro y sígame - le dijo, un poco contrariado, Julien se puso de pie y con cierto titubeo que apenas pudo disimular, se hizo del libro aquel. Al sostenerlo en ambas manos sintió que toda esa energía era francamente amenazante.

- Esta cosa esta asquerosamente protegida - murmuró Julien al notar el creciente ardor en sus manos.

- En efecto, no creí que lo había logrado romper por completo. El libro contiene demasiados secretos que solo le serán revelados a quien posea el conocimiento necesario - dijo Santiago -. No supuse que fuera tan hábil, Arhendorff - Julien lo miró, así que sabían de sus "dones"-. No se sorprenda, madame Tressor es tremendamente selectiva cuando contrata a alguien. Basta conocer su historial para descubrir porque usted ha tenido éxito donde otros han fracasado - dijo Santiago sin detenerse. Pasaron a una biblioteca bastante polvorienta -. Aquí encontrará lo necesario para romper por completo la protección del libro - dijo Santiago y le dejó solo -. Y por cierto, si no lo logra no podrá encontrar los objetos que necesitamos que recolecte para nosotros - dijo aquel hombre antes de retirarse.

 

Julien no tardó en darse cuenta de que estaba encerrado. Aquello no estaba siendo nada grato. Se apresuró a romper la protección del libro usando un viejo conjuro que había aprendido siendo niño. Su abuela era experta en esa clase de conjuros y lo había obligado a aprenderlos. Julien echaba mano de ese conocimiento cada vez que se enfrentaba a situaciones semejantes. Poco o nada era lo que había olvidado al respecto. La protección era fuerte, no le pasó desapercibido y lo atribuyo a un ser muy poderoso o a que alguien había ofrendado su vida para sellar ese libro. Aun a pesar de su desconfianza, se dispuso a estudiar a fondo el texto, tenía que descifrarlo si es que quería salir de ahí.

 

Madame Tressor se encontraba en otra habitación esperando el resultado de la intervención de Julien.

- ¿Qué opinas, Madeleine? - le preguntó un joven de largos cabellos negros mientras agitaba despreocupadamente un poco de vino frente a sus ojos.

- Es mejor de lo que esperaba... y será fácil de manipular.

- Oh vamos, ¿acaso la gran madame Tressor está pecando de ingenuidad? No olvides quienes fueron su padre y su madre, ese muchacho no es presa fácil y tú lo sabes.

- A él todo eso del linaje le tiene sin cuidado, lo único que le importa es el dinero, no será difícil mantenerlo quieto y cooperativo - una cruel sonrisa se dibujó en los ajados labios de la mujer.

- Ah... desearía que fuera tan simple, desearía de verdad que él fuera tan simple... pero no lo es Madeleine.

- Cállate, Ethienne - dijo la mujer, con dificultad se incorporó de su asiento ayudándose de un bastón -. Él no estaría aquí si tú hubieras hecho lo que te pedí - Ethienne le miró con detenimiento, ¿de verdad estaba convencida de que las cosas serían tan fáciles? Él sabía que no lo eran, que en gran medida dependían de lo que Julien Arhendorff decidiera hacer con el libro que Santiago le había entregado. ¿Qué pasaría si el muchacho lograba descifrar aquello que él había apenas podido vislumbrar? Sin duda los resultados no serían del todo buenos.

 

Mientras tanto, Julien decidió que ya era suficiente esperar, hurgó en su bolsillo y encontró lo que buscaba, una diminuta ganzúa que sin duda le sería útil para salir de ahí. No fue difícil hacerlo, al salir al pasillo se encontró con que Santiago se encontraba ahí esperándolo.

- Debo decirle que estoy sorprendido, es digno de su reputación, Arhendorff.

- Basta de charla, ¿puedo irme ahora o es que esperan que consiga los objetos por arte de magia?

- Y además tiene sentido del humor... bien, váyase. Le duplicaremos la cifra prometida. El depósito en su banco ya está siendo realizado - Julien murmuró una ofensiva maldición y se dirigió a la salida llevándose consigo el libro que le habían proporcionado. Hecho una furia sumergió las manos en los bolsillos y salió del lugar no sin antes hacerle sentir su enfado a los ocupantes de la casa. La temperatura descendió aún más y en las ventanas se notó que la humedad se condensaba formando diminutas líneas de escarcha.

 

- ¡Ja! Apuesto a que no sabías que él podía hacer esto. - dijo Ethienne pasando su dedo sobre la superficie congelada de una ventana.

- Déjate de payasadas, Ethienne... - murmuro el anciano que había estado hasta el momento en silencio.

- Lo lamento, padre. - dijo el joven y fue a sentarse en un rincón de la habitación.

- Esta es una situación delicada, y lo sabes, no podemos actuar a la ligera. Ese muchacho es más poderoso que tú, ¿te diste cuenta?

- Sí... pero eso no significa nada, apuesto a que no tiene el conocimiento que yo tengo.

- Yo no estaría tan seguro, él pudo leer el libro sin siquiera haber roto el sello, ¿estás consciente de lo que eso significa?

- Que seguramente será él quien logre despertarlo, ¿no es verdad?

- En efecto. Y tú tienes que estar preparado para cuando ese momento llegue. Quiero que mañana vuelvas a casa y te prepares como si tu vida dependiera de ello... porque para nuestra mala fortuna, así es. ¿Lo has entendido Ethienne?

- Sí, padre. - murmuró el muchacho, bajo la expectante mirada del anciano, se colocó un enorme abrigo y abandonó el lugar.

 

Media hora después, Julien se encontraba a unos metros de llegar a su departamento, aún furioso por los desplantes de aquella extraña gente. Sonrió burlón al aplicar el calificativo extraña, ¿quién era el para decir que otros eran extraños siendo él como era?

 

Decidió dormir, ya por la mañana se encargaría de procesar y poner en orden todo lo que hasta ese momento sabía, lo cual a su parecer no era mucho. Además tenía que traducir el libro, al parecer no iba a ser fácil, por lo que había podido leer hasta el momento de llegar a casa, aquel libro estaba escrito en una extraña mezcla de varias lenguas antiguas que no iba a ser tan fácil de descifrar. Por lo que había podido descifrar era una especie de crónica que relataba las andanzas de un ser al que nadie se atrevía a llamar por su nombre, el texto se refería a él con diversos sobrenombres, El Oscuro, El hijo de la niebla, La feroz bestia llegada del oriente, El vigilante de la Puerta a la oscuridad, El guardián del Perverso saber... pero no aparecía por ningún sitio su nombre real. Julien no sabía a que criatura podía referirse ese texto, se dijo que no tenía importancia, a él lo único que le interesaba era recolectar las claves necesarias para dar con los objetos que esa gente quería poseer. Lo demás, como de costumbre, no era de su incumbencia.

 

Se metió a la cama y casi de inmediato cayó presa del cansancio y el sueño.

 

El amanecer llegó muy pronto a juicio de Julien, había tenido una pésima noche, demasiadas pesadillas con esa mujer de nuevo metiéndose en sus sueños e impidiéndole descansar. Le intrigaba la forma desesperada en la que la mujer le pedía no buscar algo llamado "Los Siete Tesoros de Akai".

 

Llovía a cántaros. Decidió que aquella era una mañana perfecta para quedarse en casa y dedicarle todo su tiempo al condenado libro aquel. Se preparó una gran dosis de café y entonces se sentó en su escritorio a contemplar las amarillentas páginas del libro. Se forzó a trabajar rápido, fuera lo que fuera aquello no quería dedicarle más tiempo que el necesario, tenía otras ofertas en puerta y no pretendía desperdiciarlas solo por estar atado a esa gente tan extraña.

 

Anotó cuanto iba traduciendo. Finalmente llegó a la parte en la que el libro daba las indicaciones detalladas de cómo encontrar los llamados "Siete Tesoros de Akai". Dedujo que justamente esas cosas eran lo que sus empleadores buscaban. Le pareció curioso que la mujer de sus pesadillas los hubiera mencionado.

 

No le dio importancia y siguió adelante, anotó cada detalle que iba descubriendo para así no olvidar nada. Eran referencias a antiguas ciudades, las más recientes se remontaban al siglo XII de la era cristiana, aquella iba a ser una tarea bastante complicada.

 

Le tomó todo el día pero finalmente consiguió ubicar los siete tesoros alrededor del mundo. El primero se encontraba en Okaido, Japón, según pudo descifrar en la traducción se trataba de un collar que había sido propiedad de una mujer tan hermosa como ninguna otra en el mundo.

 

El segundo de esos tesoros era una lanza, de acuerdo con su traducción la encontraría justamente en la Franja de Gaza, en medio del conflicto entre palestinos e israelíes. No sería fácil, pero estaba decidido a hacerlo.

 

Una perla del tamaño de una nuez era el tercer tesoro, consideró que la descripción de la pieza debía ser exagerada, ¿quién había visto una perla de ese tamaño? De acuerdo con el libro, esa perla se encontraba en Irak. Tampoco ahí la tendría fácil, puesto que también era una zona de guerra.

 

El cuarto tesoro era un arco, lo encontraría en Bulgaria, una zona en la que él debía tener especial cuidado dadas sus anteriores experiencias.  El quinto tesoro era una espada, situada por el libro en la India, específicamente cerca del Ganges. El sexto tesoro se encontraba en Egipto, pensó que difícilmente lo encontraría intacto, se trataba de un espejo. El séptimo y último tesoro se hallaba en México, era un corazón tallado en jade.

 

Al día siguiente le llamó Santiago. El hombre quería saber que tanto había avanzado en la traducción.

- Su libro está traducido casi por completo, en realidad me enfoque en las partes útiles y dejé de lado las historias. Tengo la ubicación exacta de cada una de las piezas que pretende recolectar, no será fácil, y le costará.

- No se preocupe Arhendorff, se le pagará el precio justo por sus servicios.

- Eso espero... bien, en cuanto haya realizado los arreglos necesarios partiré a México, se supone que ahí esta el último tesoro.

- Espere, Arhendorff, debe comenzar por el primero y continuar en el orden en que el libro los enlista, ¿me ha comprendido? - dijo Santiago en tono autoritario.

- Está bien, ¿y que quiere que haga en cuanto tenga el primer artefacto?

- En cuanto lo consiga, comuníquese conmigo y le diré que es exactamente lo que debe hacer - Julien iba a añadir algo, pero su interlocutor había cortado ya la comunicación. Daba igual, mientras le pagaran no tenía importancia por donde querían que empezara.

 

Necesitaría ayuda para llegar a Gaza e Irak, tendría que cobrar algunos favores y prometer otros tantos para poder llegar hasta sus objetivos, pero lo haría.

 

Una semana más tarde estaba camino a Japón, disfrazado de turista. No iba a ser nada fácil hacerse con esa cosa, el collar se encontraba en un templo bajo el cuidado de una familia de sacerdotes, dada la historia del mismo, la gente seguía creyendo que el collar poseía poderes extraordinarios.

 

Arribó a aquel templo, mezclándose entre la gente que ahí acudía. No iba a ser fácil pasar desapercibido.

 

- ¿Desea un amuleto? - le preguntó una adolescente en perfecto ingles.

- No, no gracias - dijo e intentó apartarla. Ella no se lo permitió.

- No te lo llevaras - murmuró antes de desaparecer.

 

Julien sonrió de lado, así que tenía competencia, ciertamente no era parte del plan, pero le daba sabor al asunto.

 

Se mezcló entre los turistas, pasando todo lo desapercibido que un occidental podía hacerlo en un templo budista de Japón. Se hacía el tonto tomando fotografías de todo lo que se cruzaba en su camino mientras murmuraba viejas fórmulas de protección en latín y unas cuantas en chino. No tenía idea de a qué se enfrentaba, pero desde que llegara al templo, había sentido que algo,  más allá de lo humano, fluía en ese lugar.

 

Luego de un rato de deambular por el lugar y hacerse con dos o tres recuerdos que reforzaran su papel de turista, Julien dio con aquello que buscaba. El primero de los objetos de los que debía apoderarse parecía sonreírle. Prendido al cuello de una antigua estatua de la diosa Amaterasu, se encontraba el precioso collar, manufacturado con el más fino de los jades, la diosa parecía invitarle a tomar el objeto, mientras que algo o alguien parecía gritarle que se apartara, que no tenía derecho a turbar su sueño. Con una sonrisa cínica en los labios, empuñó su cámara fotográfica e hizo algunas tomas de la estatua, pensando que no iba a ser tan fácil como se imaginara hacerse con el collar.


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