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El escondite por starsdust

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Notas del fanfic:

Un fic bien simple, para el cumpleaños de Milo que es hoy, 8 de noviembre XD

A su alrededor todo era húmedo y tenebroso. La tarde estaba a punto de convertirse en noche. La tensión era inevitable dadas las circunstancias, pero no se dejaría ganar por ella, no perdería ante el enemigo; resistiría hasta las últimas consecuencias, hasta el límite fijado: hasta que se pusiera el sol. Una vez que la oscuridad terminara de cubrir el lugar, la victoria sería suya. Y el momento se acercaba.


―¡Te encontré! ―gritó una voz desde sus espaldas.


―¡¿Qué? ―Milo se dio la vuelta, frustrado. Aiolia rió complacido.


―¡Perdiste!


―¡Je! Como si este estúpido juego fuera importante ―dijo Milo cruzándose de brazos―. Eso no quita que sea más fuerte que tú.


―Ah, ¿quieres probar? ―preguntó Aiolia a modo de desafío. Milo avanzó hacia él, dispuesto a hacerle sentir la fuerza de sus puños, Aiolia se preparó a recibirlo.


―¡Ya verás, imbécil!


―¡Oigan! ―Aiolia y Milo congelaron sus movimientos instantáneamente, al escuchar al recién llegado. Se trataba de Camus, que a pesar de tener la misma edad que ellos actuaba muchas veces como un adulto, imponiendo respeto.


―Hola, Camus ―saludó Milo con una sonrisa. La noche había por terminado de cubrirlos de repente, pero la luna brillaba con intensidad.


―El sol se ha puesto al fin… ―comentó Camus, mirando hacia el cielo estrellado―. ¿Saben lo que eso significa? ―Aiolia y Milo negaron con la cabeza y esperaron en silencio la respuesta de Camus, quien parecía a punto de explicar algo de suma importancia―. No me encontraron antes de la hora acordada... ustedes pierden y yo gano.


Los otros dos lanzaron una exclamación de sorpresa y desilusión.


―¿Otra vez? ―protestó Aiolia. Se había centrado tanto en el objetivo de encontrar a Milo que había olvidado por completo de que Camus también estaba jugando con ellos.


―Un día encontraré el lugar en que se esconde Camus ―declaró Milo.


―Lo cual me hace recordar que no considero este lugar que elegiste apropiado para usar de escondite. Creo que es irrespetuoso para con los caídos ―dijo Camus mirando a Milo con cierta severidad.


Estaban en el cementerio, donde descansaban los restos de los guerreros de las antiguas generaciones. Milo respetaba mucho las palabras de Camus, y reflexionó un momento sobre ellas, aunque no se le ocurrió una razón por la que a los muertos debiera molestarles. Él de seguro no tendría problema.


―¿Irrespetuoso…?


―Bueno, puede ser. A mí me molestaría… que un idiota como tú se escondiera tras mi tumba ―rió Aiolia―. Quizás también le molestaría a… "Dégel de Acuario" ―agregó, leyendo el nombre grabado sobre la lápida detrás de la que Milo se había escondido.


―No se dice "Deguel"… es "Dégel", con una g especial, y además se acentúa en la última sílaba ―intervino Camus, corrigiendo la pronunciación.


―¡¿Me llamó "idiota"? ―gritó Milo, demasiado concentrado en su enojo con Aiolia como para prestarle atención a otra cosa. Esta vez fue la llegada de alguien más lo que detuvo el enfrentamiento inminente.


―¡Aiolia, Milo!


Era la voz de Saga, que se acercaba junto con Aioros. A pesar del tono fuerte que había usado, su voz era amable, y los dos mayores contenían una sonrisa divertida.


―¡Hermano! ―dijo Aiolia con alegría, corriendo hacia Aioros. Milo también pareció olvidar su disgusto y fue a su vez hacia Saga, que lo tomó en brazos.


―Creo que ya fue suficiente por hoy, es hora de volver, ¿de acuerdo? ―preguntó Aioros.


―¡Sí! ―respondió Aiolia. Milo lo miró desde las alturas, haciéndole sentir que no había olvidado la discusión y que la seguiría en cuanto tuviera ocasión. Antes de continuar su camino con Aiolia, Aioros se dirigió a Milo mirándolo con ternura.


―A propósito, Milo, no te había visto hoy. Feliz cumpleaños.


―¿Me vas a regalar algo?


Aioros sonrió y puso una mano sobre la cabeza del pequeño, que se apoyaba sobre el hombro de Saga.


―Tienes siete años ahora… creo que hay algo importante que recibirás muy pronto.


Los hermanos se alejaron del camposanto, y antes de ponerse él mismo en marcha, Saga le ofreció una mano a Camus, que la tomó luego de meditarlo un buen rato.


―Lo que yo quiero es que Camus me diga el lugar donde siempre se esconde… ―refunfuñó Milo.


―Ese no es el objetivo del juego ―respondió Camus con seriedad.


Saga sonrió al escuchar la discusión, aunque no podía evitar experimentar una sensación de incomodidad cada vez que los veía comportarse como los niños que eran. Sabía que se avecinaban tiempos difíciles donde su actuación sería la clave para conseguir la paz, pero utilizarlos de esa manera se sentía equivocado. Más tarde, cuando estaba ya solo en su templo, Aioros apareció inesperadamente ante él portando un semblante un poco entristecido. Cuando habló quedó en evidencia que había estado pensando en lo mismo que él.


―Pronto se completará la entrega de las armaduras doradas ―susurró Aioros―. Pero no son más que niños…


Saga estiró su mano para callar a Aioros poniendo un dedo sobre sus labios.


―Entonces hagamos lo único que podemos hacer, guiarlos por el camino correcto para que se vuelvan fuertes y sobrevivan.


Aioros asintió, cerrando los ojos para sentir la caricia de la brisa de la noche. Saga contempló embelesado el rostro del arquero suavemente iluminado por la luna, pero de repente se vio sorprendido por un extraño sentimiento que surgió desde sus entrañas, haciéndose paso entre el amor y el respeto que sentía por su compañero de armas: repulsión.


oOo


Desde el techo del templo de Escorpio, Milo buscó a Antares en el cielo nocturno. La encontró brillando con una fuerza inusitada para la época del año y le dedicó una sonrisa cómplice, agradeciéndole su gesto. El santuario se había estado volviendo un lugar cada vez más extraño en los últimos tiempos, pero su templo era un territorio donde él era su propio rey.


―¿Milo? ―preguntó una voz desde abajo.


Milo se acercó a la cornisa y vio a Camus parado en las escalinatas, mirando a su alrededor en busca de la fuente de su cosmos. El escorpiano saltó desde el techo para aterrizar frente a su compañero con destreza. Camus dejó ver su sonrisa, un gesto que él conocía bien, pero que muchos nunca habían visto. A pesar de que Milo había tenido la esperanza de verlo ese día, ésta se había ido desvaneciendo a medida que las horas pasaban, y ahora no terminaba de creer su suerte. Se abrazaron estrechamente, y antes de apartarse un poco sus labios se unieron en un beso suave.


―Volviste ―murmuró Milo, sin soltarse del todo de Camus. Lanzándole una mirada provocadora, lo tomó de un brazo queriendo arrastrarlo hacia su templo. Llevaba semanas esperando por él y no quería desaprovechar el momento, pero Camus tiró hacia el lado contrario, dándose la vuelta.


―Sígueme ―dijo el acuariano en voz baja, comenzando a descender las escaleras. Milo fue tras él, y poco tiempo después de atravesar las casas que había en su camino, se encontraron en el cementerio.


Durante el recorrido, Camus le había contado sobre los progresos de su discípulo, y Milo sobre las novedades del santuario, ante muchas de las cuales Camus había fruncido el ceño. Milo sabía que si hubieran estado en Siberia, adonde solía escaparse cada vez que le asignaban una misión en el extranjero, Camus hubiera expresado más abiertamente su disconformidad, pero estando donde estaban no lo creía conveniente, teniendo en cuenta sus sospechas.


―¿Por qué estamos aquí? ―preguntó Milo con curiosidad. Estaban ahora en los límites del cementerio, y a cierta distancia se podía ver una serie de viejas mazmorras en ruinas. Conocía bien los alrededores del santuario, y aquel lugar no era la excepción.


―Porque quiero mostrarte algo. ―Caminando entre las rocas, Camus terminó por mover una piedra de lugar, dejando al descubierto un pasadizo que descendía hacia un subsuelo. Milo dio un respingo.


―¿Y esto?


―¿Vienes? ―preguntó Camus.


―¡¿Qué clase de pregunta es esa? ―exclamó Milo arqueando las cejas y abriéndose paso al interior antes que Camus, sin pensarlo dos veces. Camus sonrió meneando la cabeza y entró tras él.


―¿Recuerdas cuando jugábamos a las escondidas de niños, Milo? Nunca fueron capaces de encontrarme ―Milo lo recordaba bien; siempre había querido conocer el escondite de Camus―. Aquí era donde me escondía. Al parecer todos se han olvidado de este pasadizo secreto. Termina en una de las celdas.


―Así que era aquí… ―dijo Milo, sintiéndose ridículamente feliz por conocer al fin la respuesta a esa vieja pregunta―. ¿Por qué me lo dices justo ahora? Me hubiera servido más saberlo unos cuantos años antes ―agregó en un tono de cariñoso reproche.


―Porque quizás no tenga oportunidad de hacerlo más adelante.


Milo lo miró con seriedad. Las palabras le habían producido un escalofrío.


―¿De qué hablas?


―Ya no volveré a Siberia. Hyoga está listo ―explicó Camus, pidiéndole con un gesto a Milo que lo dejara terminar de hablar―. Pero el santuario… la oscuridad se lo está devorando, ¿puedes sentirlo? Se vienen tiempos difíciles.


―¿Pero no es eso para lo que nos hemos estado preparando por todos estos años? ―preguntó Milo. Camus sonrió, asintiendo con cierta melancolía, y abrió sus brazos para Milo, que se acercó buscando refugio en ellos―. Además estamos juntos, ¿no?


―Feliz cumpleaños, Milo ―le susurró Camus al oído con su delicioso acento francés, sin querer demorar más lo que Milo estaba esperando escuchar desde un principio. Milo buscó sus labios, sin poder ocultar su alegría.


La luz de la luna brillaba con fuerza y se colaba a través de la estrecha entrada. Las armaduras quedaron pronto a un lado, reflejando contra sus cuerpos el resplandor de las estrellas.


El aire de la noche era frío, pero Camus envolvió a Milo en su abrazo y penetró en él con amabilidad, llenándolo de calor, haciéndole olvidar todo lo que le rodeaba, como lo había hecho antes en Siberia, donde el frío azotaba sin piedad. El lugar donde sus cuerpos se unían estaba más allá de cualquier espacio físico, más allá del frío y del calor, más allá del tiempo y del espacio.


Fin.

Notas finales:

El pasadizo secreto es una referencia a Lost Canvas (este pasadizo se usa para que alguien pueda escapar de una prisión donde lo encierran). También es referencia a LC la mención a Dégel, el santo de Acuario en el siglo XVIII.


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