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Invisible por Arisa

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Notas del fanfic:

Hola a todos, muchas gracias por leer. Este es mi primer original y espero sea de su agrado.

Notas del capitulo: Este primer capítulo nos sitúa en la situación actual del protegonista y nos va mostrando los personajes de esta historia. A partir de próximos capítulos será relatado en primera persona. Anticipo menos de 4 capítulos.
Invisible.

Estaba muy ilusionado, ¿sería que por fin hallaba a la persona que había esperado tan pacientemente? ¿Podía afirmar que estaba en verdad enamorado? ¿Podría asumir lo que significaba aquello?

- Ian… hey, Ian… ¡¡IAN!!.- Giró la cabeza mostrándose molesto ante el chico a su lado, quien acaba de intentar romperle el tímpano.
- ¡Ah! ¡No era necesario gritarme así!.- Se quejó.
- Claro… ¿hace cuánto crees que te he estado hablando? ¿Siquiera tienes idea de qué te decía? ¡¡NO!!.- Reclamó.- Me conseguiré un megáfono, ya verás, no pienso dejar que me empieces a ignorar sólo porque estás enamorado.- Le respondió el chico a su lado, a lo que Ian se sonrojó algo, le miró incrédulo, y respondió como resorte.
- Efrén, ¿d-de qué hablas?
- Yaaa… ¡y ahora te haces el desentendido!.- Le miró negando con su cabeza.- Recapitulemos: primero, no me saludas; segundo, no me escuchas; tercero: ¡mientes!
- …sólo estoy… cansado, no dormí bien…- Intentó evadirlo.
- Dime, ¿quién es?.- Preguntó curioso el otro.

Ian le miró fijamente, intentando reafirmar con su mirada su mentirilla, pero los ojos color grafito que le miraban de vuelta eran imposibles de evadir y no les podía mentir mucho, vaya desventaja.

Efrén era su amigo, el mejor, aunque no era con el que mas hablara, eso debido a la atareada vida de “chico popular” del otro. Y es que Efrén era realmente guapo, tenía un cabello liso perfecto, muy brillante, de un color negro intenso, una estatura envidiable y unos impactantes ojos plateados. Con tales atributos lograba el record de que al menos 10 chicas pudieran coquetearle abiertamente en una fiesta cualquiera (y todas muy lindas) y otras cuantas más discretamente. Al menos no se le podía llamar poncio*, “con una a la vez”, lo que tampoco quería decir que fuera de parejas estables.
Del propio colegio se podía hacer una gran lista de nombres de personas que gustaban de él.

Efrén no sólo era una cara bonita, era excelente en matemáticas, física, química y bastante bueno en biología, además de siempre destacar en deporte. Respecto a su personalidad, era muy variante, pero en general sabía mantener la calma cuando se debía, ser serio cuando se necesitaba y disfrutar cuando se podía. Tenía algo de misterioso, un poco de romántico, bastante sencillo, una indiscutida sensualidad y lo de galán nato.

Cuando Ian pensaba en todo aquello, encontraba fundamento sólido a tanta popularidad entre las chicas (y chicos, ya que según rumores, más de una vez algún hombre le insinuó algo). Y entonces se preguntaba, ¿cómo demonios se habían hecho amigos, si eran tan condenadamente distintos?

Ian era un chico 100% normal, típico, común en lo que apariencia respecta, él mismo al describirse decía eso. No podía decir que se encontrara a si mismo una persona en verdad FEA -aunque no llegaba a pensar eso de nadie-, pero no tenía la autoestima y confianza necesaria para estar conforme con lo que era, hablando de aspectos físicos, (todo esto según él mismo).
Tenía el pelo de un color chocolate que a veces resplandecía más claro, estatura media y ojos cafés. En verdad no le agradaban sus ojos, no era que tuvieran algo malo, sino que… ¡Tenía una debilidad innegable ante los ojos de color! Adoraba los ojos de color verde, azul, o cualquier tono “claro”. Simplemente le habían parecido hermosos, entonces sus ojos marrones lo decepcionaban mucho.
Además, era fácilmente catalogado como “cerebrito” o “perno”, ya que tenía un excelente promedio, destacando tanto en la rama humanista como en la científica, aunque aseguraba que los números no le gustaban nada. No era nada conocido en el colegio, sólo de vista por las veces en que nombraban alumnos “destacados”.

Tenía unos cuantos amigos, quienes no alcanzaban a entenderle del todo, mucho menos sus demás compañeros. Porque sí, debía admitirlo, tenía una personalidad muy indefinible. Aparentaba muchas veces cosas que no sentía ni era y nadie parecía percibir que era muy “susceptible” a cualquier comentario o mirada, detallista a morir, filosófico y a veces incluso dulce, siendo estas últimas dos facetas casi desconocidas por los demás, pues ante ellos jamás podía mostrarse así. La primera, porque a nadie le interesaba realmente pensar profundamente sobre algo y la segunda porque nadie le daba la suficiente confianza como para mostrar lo sensible que podía llegar a ser.

Y aún así, el chico a su lado, le permitía ser mucho más de lo que era con ninguna otra persona… mentirle resultaba un sacrificio, un esfuerzo sobrehumano.

- Vale, lo acepto. ¡Pero ni pienses que te diré quién!.- Le miró con ojos entrecerrados, mientras el otro solo parpadeó.
- Humn…¿quién será?.- Se preguntaba más a si mismo.- Mi única pista es que debe tener ojos de color.
- …- Ian posó su vista sobre el cuaderno en sus manos, tenía un discurso de inglés que dar e intentaba repasarlo.
- ¿Lillien? ¿Magdalena? ¿Annie? ¿Susana?.- Nada, el castaño ni levantó la vista.
- ¿La presumida de Alejandra?
- Ni pensarlo.- Le miró de reojo seriamente.
- Judith, Marta, Elizabeth…- Nada, ninguna reacción.- Entonces… ¿un chico?

Ian se tensó, se giró a mirarlo con cara espantada. Cualquiera diría que le estaba dando a entender un “tú estás loco”. Pero por otra parte podía ser una reacción ante ser descubierto…

- Vamos no es tan malo, no tendré asco si me dices que es un chico.- Ian no dejaba de miarle con esa extraña cara.- Tengo amigos que son bi, y mientras tú no te las des de niñita rosa enamorada, nada cambiará entre nosotros.

Pasaban los segundos lentamente, mientras el de ojos cafés no cambiaba de gesto, hasta el momento en que, suavemente, se estampó su propia mano en la cara y susurró un leve “Esto sólo podía pasarme a mí…”.

- Jeje, soy todo un experto.- Le molestó Efrén.- Veamos… ¿Julián?
- Nunca.
- ¿Roberto?
- No.
- ¿Martín?
- Jamás.
- ¿Batman? (Apelativo de un compañero)
- ¡NO!
- …no lo creo… ¿¡Félix!?
- ¡¡CÁLLATE!!.- Su amigo le miró impresionado, con la boca abierta casi llegándole al piso.- Cierra esa boca, te entrará una mosca.- Le dijo molesto ante tal reacción.
- Te… te gusta… ¡el intento de rubio!.- Parecía estar realmente “shockeado” ante la declaración.
- No le digas así, ni siquiera le conoces.- Le regañó ligeramente Ian.
- Tal vez, pero…- Le miró fijamente a los ojos, sin recriminar nada, sólo intentando quizás advertirle.
- ¡Lo sé! No me lo digas. Somos de mundos casi diferentes, él ni siquiera debe recordar cómo me llamo y jamás en su vida me hablaría por algo que no fuera del colegio. Lo sé… y no pienso hacer nada para cambiar eso.- Anunció, en el fondo bastante deprimido ante la idea.
- No pensaba decir algo así.- Comentó, algo culpable.
- En fin, ¿qué importa? Tampoco estoy seguro que en verdad sienta algo por él y soy más bien realista… nada va a cambiar.
- Pero si así fuese, nunca haber encontrado alguien de carne y hueso a quien amar, y cuando te lo encuentras, nada resulta como imaginaste.- Lo pensó un momento.- ¿Sabes? Te entiendo, eso nos pasa a todos.
- ¿A ti?.- Preguntó, entre incrédulo y sarcástico.- Vamos… tu mueves un dedo y tienes ya un harén instalado al lado, con carpa y todo.
- Jajaja…- Efrén rió un poco, para luego mirarle seria y fijamente, dejando entrever una melancolía dolorosa en sus ojos plata.- No me va lo de la poligamia.- Y entonces sonrió de esa forma tan dulcemente atractiva que desconcertó a Ian.
- A ver… ¿me estás dando a entender que existe alguien en este mundo que no se ha enamorado de ti?.- Preguntó, exagerando intencionalmente.- ¡Dios!
- Estoy seguro, ni siquiera se le ha pasado por la cabeza verme de ese modo.- Aseguró el pelinegro sin mostrar ninguna emoción aparentemente.
- …wow. Simplemente WOW. ¿Quién podría? ¿Le conozco?.- Interrogó en verdad interesado.
- No lo creo. Va en la universidad.
- ¿Y cómo se llama?
- ¡No te diré!.- Le miró receloso.- ¡…después me la quitas!

Ian puso los ojos en blanco. Sí, claro, él seguro conquistaría a alguien quien había ignorado a Efrén.

- Me voy.- Anunció su amigo.- Tengo una terrible prueba de mate que dar.
- La terrible matemática, ohhh… morirás.- Ironizó.- Apuesto que ni siquiera revisaste el cuaderno y te sacarás la mejor nota.
- Claro, soy un genio, ¿no?
- ¿Ya necesitas tu medicina?
- Jeje. Nos vemos.
- Chao.

Ya no le vería, hasta el día siguiente al menos. Sus numerosas pretendientes y amigos populares lo alejarían del chico normal que era él -al menos no era catalogado de “anormal”, aunque al parecer los otros no hacían gran diferencia sólo por esa a -.

Caminó en dirección a su aula, de la cual provenía una gran bulla. Dentro, todos conversaban de a grupitos, algunos tenían armado un gran jaleo y otros simplemente intentaban concentrarse en el discurso que tendrían que dar, siéndoles una misión imposible. Mientras guardaba el cuaderno, alguien se acercó a él.

- Ian, ¿cómo se pronuncia esta palabra?.- El dedo indicaba una palabra en inglés. El castaño alzó la vista y allí estaba él: Félix Alba.

Era guapo, guapo, ¡guapo! Tenía los ojos de color verde intenso, cabello castaño claro, casi rubio, una sonrisa hermosa que escondía algo y, en general, un rostro armónico y endemoniadamente atractivo.

- Emn… “divélopment”, se supone.- Le sonrió muy sumisamente, a lo que el otro chico se la respondió más abiertamente.
- Gracias.- Y se fue.

No podía asegurar que realmente lo conociera como conocía a otras personas, de lo poco que sabía de él, aparentaba ser una persona bastante pacífica, no por ello dejando de ser un gran líder, como se le conocía.
Ese chico sabía perfectamente hacerte cambiar de opinión sin llegar a turbarse, en palabras más feas, tenía talento para manipular muy bien a la gente. Tenía ideas fijas, que nadie le hacía cambiar y lograba hacerte ver cosas que antes no habrías considerado. Era buen alumno y el presidente de la directiva del curso, pero no por eso dejaba de ser popular, fiestero y buena onda.

Al igual que Efrén, Félix debía haber salido ya con muchas personas, pero todas ellas del mismo estilo suyo. Era por eso que Ian no lograba concebir la idea de siquiera llegar a hacerse su amigo. Las veces que le hablaba, siempre era para comparar resultados o algo que tuviera que ver con las materias, o simplemente cuestiones del curso.

Ian estaba algo confundido, en verdad no estaba seguro de que lo que sintiera por ese chico fuera amor o algo así, pues si bien era cierto que lo encontraba en extremo atractivo y casi perfecto, nunca había podido tener una conversación normal o por simple gusto con él. Tenía muy presente que fuesen verdaderos o no sus sentimientos hacia Félix, no podía más que imaginar, sólo imaginar. Sabía muy bien que esperando algo de él sólo perdería tiempo, pero era casi imposible no ilusionarse y ponerse a imaginar un “¿y que pasaría si…?”.

- Por cierto Ian, casi lo olvidaba…-El chico, luego de avanzar un poco, se había vuelto nuevamente.- ¿Te parece si hacemos el trabajo de Filosofía juntos?.- ¿Qué era eso? ¿Una luz divina concedía un milagro, una oportunidad irrepetible? ¿Sus plegarías y deseos habían sido escuchados?
- Eh… creo que sí. Estaría bien.- Respondió, sin pensarlo mucho.
- Perfecto.- Ian se quedó pensando unos segundos.

¿Podía ser esa una oportunidad de conocerlo más íntimamente, poder hacerse su amigo? Sonrió para si mismo, la vida daba sorpresas. Una extraña felicidad le invadió y no le dejó tranquilo el resto del día. Incluso dio su discurso de inglés sin los nervios que siempre le carcomían por dentro, ya que no estaba presente del todo en el planeta Tierra.

Al día siguiente.

- ¿Algún avance? Te vi hablando con él en el recreo anterior.- Efrén le habló cerca del oído y de imprevisto, así que antes de responder, dio un pequeño saltito hacia atrás y se giró a verlo sorprendido, para luego cambiar su expresión por una molesta.
- ¡Siempre intentas asustarme!.- El otro sólo rió un poco.- No, sólo nos poníamos de acuerdo para un trabajo.
- Humn…¿de qué?
- Filosofía.
- ¿Trabajo en casa?
- Así es.
- ¿En la suya?
- …sí.
- Eso podría considerarse una oportunidad, ¿no?
- Nada de ilusiones, y tú no me hables como si fueras cupido.
- No tengo nada en contra de tus gustos, pero...- Efrén se apoyó en el barandal y miró al patio, observando a los niños de cursos inferiores correr y jugar.- ...ese chico no me parece una buena persona. Yo que tú tendría cuidado.
- ¿Cuidado de qué?.- Preguntó irónico Ian.- ¿de que me viole? Vamos, como si se le pasara por la mente algo como eso.
- ¿Por qué no? Tú no sabes.
- Si se imagina algo así, no es conmigo.

Se quedaron en silencio un rato. El de ojos plateados no podía decir todo lo que quería, y es que ver a Ian enamorado de una persona como Félix no era algo de su total agrado. El conocía al castaño mejor que cualquiera de ese colegio y sabía qué tan sensible podía llegar a ser, por mucho que demostrara lo contrario con su forma de ser. Félix no tenía ninguna capacidad de empatía, así que bien podría hacerlo sufrir con una facilidad inesperada.

- ¿Y tu enamorada? Vamos, dime al menos su nombre.
- ¿Enamorada?
- Sí, porque ayer dijiste… “me la podrías quitar”, por lo que supongo que es chica, ¿no?
- Jeje. Bueno, es muy linda.
- Eso no me dice nada…- Reclamó.
- Es linda, inteligente y no tiene idea de que estoy perdidamente enamorado de ella.- Oír hablar a Efrén de ese modo, incluso utilizando expresiones como “perdidamente enamorado” era algo extrañísimo, sin duda nunca antes había hablado de alguien con tanto amor y delicadeza. Inesperadamente, eso removió una serie de sentimientos encontrados en Ian.

¿Celos? Probablemente sí, pero sólo porque existía una persona que había conseguido despertar sentimientos tan profundos en alguien más que ni siquiera lo sabía. Ya hubiese deseado él tener a alguien que le quisiera así.

- …así que perdidamente enamorado…
- Estoy destinado a quedarme solo, triste y abandonado.- Dramatizó, exagerando.
- Jaja, sí, seguro. Con el club de fans que tienes no creo que dures mucho solito.

El timbre sonó y ambos tuvieron que despedirse. Efrén estaba en el otro curso, el A. Ian se quedó pensando un poco en su amigo. Era extraño poder compartir sus pensamientos y sentimientos con él, ya que eran tan diferentes. Aún no entendía cómo habían pasado del odio a la amistad, porque sí, en un principio se llevaban muy mal.

Flashback.

Era el año en que cumpliría los 17 y en su curso habían varios compañeros nuevos, también en el curso de al lado.

Entre todos los nuevos, destacaban dos. Uno era un castaño claro de nombre Félix; éste ya traía su fama de chico popular del otro colegio y se había integrado con rapidez al curso y al grupito de chicos con estilo. El otro era un chico de pelo azabache y ojos plateados, algo más fuera de lo común que el otro. Tenía una actitud un poco más arisca, lo que al mismo tiempo lo hacía más interesante. Ian se sentía incómodo en presencia de ambos.

Tomaba una actitud de alejamiento frente ellos y siempre guardaba silencio, ¿la razón? No quería quedar como idiota. No trataba mucho con gente así, por lo que no tenía conocimiento de cómo comportarse. Sin embargo, hablaba aunque fuese un poco con Félix. Al menos él le pedía ayuda con inglés, el cual era el único ramo en que estaba un poco atrasado.

Pero con Efrén era diferente, pues sólo compartían clase de educación física y electivo de biología con el curso A.

Un día, el profesor de química le llamó para que fuese al otro curso al día siguiente, pidiéndole que fuese con su cuaderno del año pasado. El de ojos cafés pensó que sería cualquier cosa, quizás se lo tendría que prestar a un alumno del otro año, o algo así.

Cuando aquel miércoles entró al aula del A, sólo quedaban unos pocos alumnos en el salón. Se acercó al profesor y éste, al ver que ya había llegado, llamó al alumno a quien debía pasarle el cuaderno.

- Efrén, acércate un poco, por favor.- Ian se sorprendió.
- Dígame.
- Dices que esta materia no te la pasaron de este modo en el otro colegio, ¿no?.- El profesor mostró unas hojas.
- Sí. - Bien, entonces llévate el cuaderno de Ian. Se lo prestas, ¿cierto?
- Claro.- Respondió el de ojos marrones.
- Está todo muy ordenado y no tendrás problemas con la letra. Cópialo y estúdialo, que es necesario para comprender bien la materia de este año. Luego se lo devuelves, ¿bien?
- Sí.- El de ojos plateados miró seriamente al castaño, quien prefirió no mirarle fijamente devuelta.

El profesor salió entonces de la sala e Ian se arrepintió de no haber salido junto a él.

- Te lo devolveré en pocos días.- Habló Efrén, aunque con un tono muy serio y distante.
- No te preocupes por el tiempo, no lo necesito... Chao.- Y ahora sí salió rápido, sin mirar al chico antes.

Esos ojos plateados lograban inquietarlo de una forma extraña.

Pronto Ian pudo comprender por qué el aire misterioso del pelinegro y fue descubriendo cosas de él en la clase de ed. física que compartían, ya que todos comentaban cosas de Efrén. Resultaba ser un genio de las matemáticas, la física y la química. Además, luego se supo lo bien que jugaba fútbol, así que todos los equipos lo querían con ellos. Como la segunda parte de la clase era prácticamente libre, Ian, siendo pésimo en deportes, prefirió no involucrarse. Constató de lejos que todo lo que decían del de ojos plateados era cierto.

En tan poco tiempo comenzó a desarrollar una especie de “admiración” hacia él. Las actitudes que tenía Efrén eran intrigantes y le parecían bastante geniales. Era también un “cerebrito”, pero al mismo tiempo “popular”, un combinado especial, como para embriagar a cualquiera.

Así, también prefería ser de bajo perfil cuando lo tenía cerca. Se sentía algo torpe con él cerca, por lo que incluso a veces parecía que lo ignorara. Se mantenía callado y distante, lo mismo que con Félix, pero con éste último algo más de comunicación había.
Por su parte, por mucho que Ian intentara pasar completamente desapercibido y ser un inmobiliario más del salón, los profesores siempre terminaban destacando sus trabajos o cosas así. Así que incluso los nuevos ya lo conocían como el buen alumno que era.

Dos días después, habiendo finalizado la clase de electivo de biología que compartían, sólo quedaban ellos en el salón. Ian se quedaba pues prefería terminar la última pregunta del cuestionario antes de irse y así no llevar ninguna tarea.

- Tu cuaderno.- Efrén le extendía su cuaderno.- Gracias.- Dijo escuetamente.
- De nada.- Le miró de reojo y tomó el cuaderno, luego continuo escribiendo ante lo que el pelinegro endureció aún más los rasgos de su rostro.
- ¿Sabes? Eres bastante insoportable.
- ¿Perdón?.- Ian alzó la vista con el entrecejo fruncido, ¿a qué venía eso?
- Que no me caes bien, eso dije. ¿Por qué no me miras cuando te hablo? ¿Acaso soy demasiada poca cosa como para que me respondas una mirada?
- No tienes idea de lo que dices, tú no sabes nada.- Respondió molesto, qué podía saber sobre él.
- Entonces dímelo tú, ¿por qué si paso por tu lado simplemente me ignoras como si no estuviera ahí?
- ¿No serás tú el egocéntrico que quiere tener la atención de todos?
- No me interesa ser centro de mesa, pero no hay modo de que tolere a gente como tú.
- No me conoces, no hables como si lo supieras todo sobre mí.
- ¿Y qué más necesito para probar que eres demasiado altanero como para tratar con gente que no sea tan inteligente, ordenada y perfecta como tú?.- Comentó harto, ironizando la última parte. Ian se levantó de su asiento irritado ya a su tope.
- ¡En todo lo que dices estás equivocado!.- Subió el tono de voz, apoyando las manos en la mesa. Luego bufó enojado, mientras presurosamente guardaba todo en su mochila, para salir ya del lugar.

No tenía miedo, pero le dolía bastante lo que el otro le decía, sin siquiera conocerle. ¿Por qué sería que todo el mundo lo tomaba por creído, cuando en realidad era tímido? Nunca había hecho ninguna distinción por el hecho de ser “inteligente” con nadie, nunca se había considerado a si mismo perfecto. ¡El nunca podría ser presumido!

- Si estoy equivocado, demuéstramelo.
- No tengo por qué demostrarle nada a nadie.- Finalizó y salió del aula enojadísimo.

El castaño sólo hubiese deseado poder ser amigo de alguien quien le parecía tan genial como lo era Efrén, pero le daba algo de temor acercársele, más aún, ¿de qué hablarle?
No era su culpa ser demasiado susceptible y tan exageradamente tímido, no obstante, tampoco permitía que lo pisoteasen. Así, era demasiado fácil crearse una imagen de él que no correspondía a su verdadera personalidad..

Aún extrañado por la reacción del pelinegro, Ian comenzó a pensar qué pasaría de allí en adelante. ¿Seguiría con la misma hostilidad por todo el año? ¿Y qué hacer si el chico lo provocaba? No podrían terminar a golpes ¿o sí? Eso lo aterraba, sabiendo lo débil que era en ese aspecto. ¿Cómo debía comportarse a partir de entonces?

Fin Flashback.
Notas finales: Bueno, es una historia muy predecible, pero espero les guste -^^- Y perdonen mi pésimo sentido del humor u.uII Poe eso no agregaré muchos chistes -_-U

Agradecería sus comentarios. Adiós, Arisa.

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