Preocupaciones innecesarias por Wingless

Introdujo las llaves e intentó entrar lo más silenciosamente que pudo, porque ya era tarde, y como había avisado que no llegaría dudaba mucho que Katou estuviese despierto. Katou solo le esperaba -a pesar de que él insistía que no era necesario- despierto cuando avisaba que llegaba tarde. Esta vez, solo logró regresar a casa porque las grabaciones acordadas se habían cancelado, al igual que el viaje.

Tan pronto cerró la puerta, la oscuridad le envolvió. Encontró, como era esperado, solo oscuridad y silencio, ambos agradables y tranquilizadores, acompañados de ese aroma de hogar que tanto añoraba cuando sentía el cansancio envolviendo su cuerpo de forma tan insistente. Se quitó los zapatos y la chaqueta, un suspiro mudo escapando de su garganta, sus ojos acostumbrándose a la falta de luz. No tardó en avanzar sin más hacia su habitación compartida, curiosidad y un tanto de ansiedad apretándole el pecho; solo comprobaría si el rubio estaba durmiendo, bien tapado -Katou tenía una manía de destaparse de tanto que se movía- y abrigado, solo un vistazo antes de decidir arreglarse él mismo para dormir.

Avanzó a tientas. Para su fortuna, la luz de la luna que se colaba entre las cortinas iluminaba bien a su pareja. No pudo evitar que una sonrisa cargada de ternura tomara sus labios con plena libertad al observar el rostro relajado de Katou, sus facciones tan hermosas como siempre en una expresión de placidez. Parecía que dormía bien. El pelinegro llevó una de sus manos a tomar la sábana, ya a la altura de la cintura del otro hombre, para subirla y así poder cubrirle hasta los hombros, llevando la misma por míseros segundos a tocar la piel levemente más tostada en una caricia tenue y con una última mirada y sonrisa, decidió levantarse para acomodarse a dormir en su propia cama.

Escuchó un quejido.

Antes de siquiera levantarse de su posición, giró el rostro y sus orbes oscuras observaron la nueva expresión de Katou. Ya nada quedaba de aquella paz, sino ahora, el entrecejo del menor se arrugaba suavemente, como si algo le estuviese molestando o inquietando, acompañado de aquellos labios generalmente sonrientes apretándose en una expresión completamente distinta a la anterior.

¿Una pesadilla?

-I...waki...-san...

Aquello fue más que suficiente para estrujarle el corazón. Ya ni siquiera era capaz de reprocharse mentalmente lo blando que se había puesto, sino que toda su atención se posaba, inamovible y exclusiva sobre Katou. Debía ser una pesadilla.

-Iwaki...-san... no...-

Su instinto le empujó a no dudarlo un segundo más, y se acomodó sin más al lado de la figura durmiente, acostándose y rodeando con brazos firmes y fuertes al joven de ojos miel, quién no tardó en acomodarse, aún dormido, entre los brazos cálidos, apoyándose y encajando perfectamente contra el pecho del mayor con naturalidad.

-Shhh... está bien, Katou,- Sabía perfectamente que el rubio no le escucharía, mas eso no evitó que las palabras escaparan de sus labios.

Quizás con qué estaría soñando. Su voz sonaba ahogada, ansiosa... cargada de impaciencia. No debía ser nada bueno, pero esperaba que de alguna forma, pudiese aliviar el tormento que Katou parecía sufrir. Este mismo tormento lograba angustiarle de una manera desesperante.

-Iwa...ki-san, no... Ahí no...-

Su sangre se heló, y su cuerpo se tensó, como también todo el tren de pensamientos trágicos y angustiados que hasta el momento estaban cruzando su cabeza. Un gemido logró sacarle de su estupor momentáneo, solo para lograr que sus mejillas se tiñieran de un tono carmesí abruptamente, tan abrupto como el movimiento de aquellas manos que tan bien conocía y que mucho mejor parecían conocer su cuerpo con total perfección, bajando libres y decididas por espalda, donde previamente descansaban, para recorrer sus partes bajas. Tampoco podía pasar demasiado por alto aquella dureza que creciente, sentía contra su muslo.

¿Pesadilla? ¡Eso no era una pesadilla!

Si bien gran parte del tiempo lograba sentirse tan o más avergonzado que ahora, ahora, además de verguenza, se sentía como un estúpido, preocupándose innecesariamente cuando ya debía saber más que bien que lo único que podía pasar por la cabeza de Katou, además de estupideces y niñerías, era eso.

Sin tardar, sintió un tic nervioso en uno de sus ojos, una de sus manos tratando de librarse del toque más que atrevido e invasivo, mientras que la otra se elevó para golpear ya con firmeza la cabeza del rubio. -¡Idiota!- Exclamó, levantándose de la cama con una expresión contrariada, logrando que su amante se despertara de sobresalto, ya quejándose por inercia, debatiéndose entra la excitación por ver a Iwaki y la confusión por el golpe recibido.

-¿Iwaki-san? ¡Iwaki-san, te extrañé, vuelve, ven a dormir conmigo!

-¡Olvídalo y sigue soñando!- No podía evitarlo, mientras sentía su rostro arder de verguenza.

Y él preocupándose por pesadillas... Ahora sabía que la mayoría de sus preocupaciones no merecían el crédito que les daba.