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Una Nueva Vida por Islander

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Notas del fanfic:

Mi primer Fanfic de este género.

Las guerras habían terminado. Después de lo que pareció un serie interminable de luchas imposibles, finalmente reinaba la paz. Hades volvía a estar sellado, al igual que Poseidón, aunque este último al final, parecía haber dejado a un lado sus ambiciones. Artemisa y Apolo habían sido calmados y la ira de Zeus apaciguada. Todo parecía haberse resuelto al fin.
Pero un gran logro como este no podía pasar sin una merecida recompensa para aquellos que sacrificaron sus vidas por la causa del bien y de la justicia. Por voluntad del mismísimo Zeus, orgulloso del indomable corazón de su hija Atenea, se había hecho realidad el más profundo deseo de esta; recompensar el sacrificio de sus leales caballeros. Aquellos que mostraron una fidelidad incondicional, y aquellos que por circunstancias del destino se había separado del camino a seguir por unos momentos, aunque finalmente habían vuelto a la senda correcta. Todos ellos merecían una segunda oportunidad y una recompensar diga de sus actos. Esa era la única suplica de la diosa de la sabiduría y la guerra, y su padre se lo concedió.
Todos los caballeros de la orden de Atenea habían vuelto a la vida, incluso los caballeros de oro habían sido liberados de su purgatorio por destruir el muro de los lamentos. El santuario volvía a rebosar vida.
Después de los reencuentros, las lágrimas, las disculpas, las risas y las celebraciones, llego el momento de que su diosa se dirigiera a ellos.
todos los caballeros se reunieron en la entrada del imponente templo del Patriarca. Los caballeros de bronces en primera fila, acompañados de los de oro y seguidos de los de plata.
Saori Kido, les brindo la más sincera de su sonrisa, su más profundo agradecimiento y el gran amor que sentía hacia ellos. Después de un emotivo discurso en el que la joven a veces se veía colapsada por las lágrimas y sus palabras atropelladas por la emoción, que también sus caballeros experimentaban, les comunicó algo que les pilló a todos por sorpresa.

-Mis valientes caballeros -comenzó a decir acongojada-. No creo que una persona pueda dar más de lo que me habéis dado, tanto a mí como al resto del mundo, y yo no me atrevería a pediros más. La guerra santa a terminado, más el mundo nunca estará libre de amenazas -cayó un momento, observando a sus leales, que ahora la miraban con gesto más serio-. Ya sea dentro de cien años o de cien días el sello de Hades podría romperse, o quizá alguna otra deidad decida imponer su poder sobre este mundo. No es mentiré, mis queridos amigos, por muy triste que resulte nunca estaremos libres de guerras ni de enemigos, no ahora, al menos. Pero... Aún con esto, de lo que si tengo certeza, es de que merecéis algo mejor -muchos caballeros la miraban sin entender-. Mi deber me obliga a deciros que el Santuario debe permanecer abierto y que nuevos caballeros deben ser entrenados para lo que nos pueda deparar el futuro. Pero mi corazón ahora os dice que sois libres -otro instante de silencio, ahora se escuchó algún que otro murmullo entre las filas de caballeros-. Si alguno de vosotros desea vivir una vida normal es libre de abandonar el templo y hacer lo que desee, yo misma pondré todos los medios a mi alcance para que no le falte de nada. Pero si en algún momento se precisa de su ayuda, yo misma le informaré -se detuvo y sonrió. Todos se vieron a sorprendidos y hasta emocionados por aquella sonrisa tan llena de cariño-. Pero solo será una petición, aquel que no deseé luchar no tendrá que hacerlo -nadie podía creer lo que estaban escuchando-. Os pido que no os sintáis ofendidos por lo que os estoy diciendo -continuó, ahora con algunas lágrimas en los ojos-. Solo quiero pagaros lo que habéis hecho.

Los caballeros la observaban, se veía muy vulnerable, como si ya no supiese que decir, pero una voz rompió el silencio, hablando firmemente.

-Yo hice un juramento. Prometí proteger al mundo y defender los ideales de nuestra orden. Yo, por propia voluntad escogí esta vida, así a sido a siempre y así seguirá siendo. Sirviéndoos a vos, Atenea.

Toda atención estaba ahora fija en el caballero de Pegaso. Todos los presentes sonrieron ¿Quien sino el más leal y temperamental de los caballeros de Atenea podría haber dicho algo así? ¿Quien más que Seiya podía contagiar su fe ciega a todos cuantos le rodeaban?
Sin decir una palabra más, Seiya se llevo un puño al pecho, como gesto de su firme devoción y de su inquebrantable decisión. Con una sonrisa de medio lado en los labios, Ikky le imitó, seguido de Siryu, de Hyoga y de Shun. Y no paso mucho tiempo hasta que Mu, con una sonrisa hiciera el mismo gesto, seguido de un Saga lleno de orgullo y del resto de los caballeros de oro. Casi al mismo tiempo, los caballeros de Plata compartieron aquel gesto, ninguno de ellos huiría, habían hecho un juramento de por vida y estaban orgullosos de ello. Orgullosos de la causa a la que servían y de la persona que la encarnaba, su diosa.
Saori se llevó una mano a la boca, tratando, en vano, de contener su llanto y su emoción. No se creía merecedora de tal devoción por parte de sus caballeros.

-No sé qué decir... -Dijo intentando sobreponerse-. Salvo gracias.

-No tienes que darlas, Atenea -dijo Seiya con su habitual ánimo-. Es un honor poder servirte.

Atenea le dedico una enrome sonrisa bañada de lágrimas mientras en lugar rompía en aplausos. Puedo que la paz no durase mucho tiempo, pero por el momento iban a celebrar su victoria.
La diosa les invitó a pasar al templo del Patriarca, donde había dispuesto una impresionante fiesta, donde la comida y la bebida parecían no terminar. Después del banquete y ya más animados, los caballeros comenzaron a hablar entre ellos, y algunos de ellos, como Seiya y Aldebaran, a bailar al son de la música, ofreciendo un cómico espectáculo a los presentes.
Aunque había alguien que no reía. Saga, con una copa de oro de vino en la mano, observaba el espectáculo impertérrito. Solo reaccionó cuando vio a Mu acercarse.

-¿Te lo ha dicho? -Preguntó con su habitual y tranquilo tono. Aunque más que una pregunta sonó como una afirmación.

-Si -contestó Saga-. Tú eras su alumno, no me sorprende que hayas sido el primero al que se lo comunicó. Lo que me sorprende es que no te eligiese a ti.

-Tú estuviste en ese cargo mucho más tiempo, eres el más preparado.

-Pareces olvidar como conseguí ese cargo y lo que hice el tiempo que lo ocupe -dijo manteniendo su imperturbable porte.

-Recuerda que todo lo que ocurrió a quedado aclarado, volvemos a ser hermanos y debemos confiar los unos en los otros, además -dio un trago a su copa de vino y miró a Saga hasta que este le devolvió la mirada-. Al margen de lo que pudiera pasar tu siempre fuiste el caballero más preparado. El más poderoso, sabio y digno de confianza. La propia Atenea nos ha dado otra oportunidad a todos, deberías dártela a ti mismo.

Mu volvió de nuevo su atención a la fiesta, viendo como Seiya trataba de arrastrar a la pista de baile a un Shun que en vano trataba de resistirse.

-Mu... -le llamó Saga, que no había dejado de mirarle, dos lagrimas asomaban por sus ojos-. Porqué a mi despues de lo que hice. De lo que le hice. Tú eras su alumno, y junto con Dhoko, su persona más cercana. Tú, Shaka y Aiolos son los más preparados y los que de verdad lo merecen.

Mu volvió a fijar su mirada en él, parecía tranquilo y sonreía.

-Saga, es su decisión, y la de Atenea ¿Qué más pruebas necesitas? Tienes la confianza de todos nosotros, salvo la tuya -le puso una tranquilizadora mano sobre el hombro-. Cree en ti y en lo que puedes hacer.  Y si tanto te pesa el pasado, lucha por mejorar el futuro, todos estamos contigo.

Saga colocó su mano sobre la de Mu y la apretó con delicadeza, como agradeciendo aquel gesto.
Shaka, Milo y Aioria, que buscaban con la mirada a Mu desde que se separó de ellos le vieron hablando con Saga, y vieron como este parecía estar llorando, asique se acercaron para ver qué pasaba.

-¿Qué ocurre? -Preguntó Aioria algo preocupado.

Saga se seco rápidamente las lágrimas con la mano.

-Nada -dijo con una sonrisa forzada que no convenció a nadie.

-No sabes mentir, Saga -dijo Milo, algo turbado.

-Seguramente os enterareis mañana pero no veo inconveniente en contároslo -dijo Mu.

Los tres caballeros de oro escucharon con atención lo que Mu les decía, y fue como si les echasen por encima un cubo de agua fría.

-Entonces... Shion... -Comenzó a decir Milo tratando de contener las lágrimas.

-Si -respondió Mu con su solemne tranquilidad-. Agradece que también se le haya dado una nueva oportunidad, pero dice que su tiempo ya ha pasado, que ya fué el Patriarca el tiempo que tuvo que serlo y que su destino quedó sellado antes de la última guerra Santa. Dice que su labor en este mundo ya ha terminado y que ahora nos toca a nosotros proseguirla.

Aioria apretada con fuerza la copa de oro que sostenía.

-No puedo creerlo... -decía con los dientes apretados mientras trataba, al igual que el resto de sus compañeros, de contener las lágrimas.

-Mañana podremos despedirnos de él -concluyó Mu con la mirada gacha.

Hubo un instante de silencio entre ellos, casi ni eran conscientes del barullo de la fiesta a su alrededor.

-Yo no merezco ser Patriarca -dijo Saga, rompiendo el silencio-. Ni siquiera estoy seguro de si merezco seguir siendo un caballero.

-Saga -habló Shaka, captando su atención-. Creo que Mu ya te ha dicho lo que todos pensamos. Todos te consideramos como el único que puede liderarnos y tienes nuestra total confianza y apoyo. Hazlo, por favor, por nosotros y por el mundo.

Todos asintieron y Saga sintió las lágrimas volver a brotar.

-Os prometo que no os fallaré. Os prometo que haré que os sintáis orgullosos de mí.

Todos sonrieron.

-¡Así se habla! -Saltó Milo dándole una fuerte palmada en la espalda que casi le hizo perder el equilibrio al caballero de Géminis.

-¡Eso es! -Le siguió Aioria dándole un similar golpetazo en el otro costado, consiguiendo esta vez que casi cayera de no ser porque sus dos compañeros le agarraron.

Los cuatro se echaron a reír.

 

Habían pasado dos meses. La paz reinaba en el mundo y la tranquilidad en el santuario. A excepción de los entrenamientos que se llevaban a cabo todas las mañanas en el Coliseo, los caballeros no tenían mucho más que hacer. Saori trataba de estar allí cada vez que le era posible, pero estaba muy ocupada con la fundación, enfocada a ayudar a las víctimas de los desastres que causó Poseidón. Julián Solo y Sorrento se habían prestado a ayudarla.
En el Santuario, el único que parecía verdaderamente ocupado era Saga, ahora con sus labores como Patriarca. Preparando el Santuario para el futuro entrenamiento de las nuevas generaciones. Aunque ese no era el tema que verdaderamente le mantenía preocupado. Ya hacía tiempo que Saori y él lo habían hablado. Había algo que se cernía sobre ellos, podían sentir el asomo de un nuevo e inminente peligro. Seguramente muchos caballeros lo habrían notado también. Pero por el momento lo único que podían hacer era esperar y estar alerta.
En el sexto templo, Shaka, trataba de mantener su mente ocupada. Desde el día en el que habían vuelto, y a excepción los entrenamientos, no había hecho nada, y esa falta de actividad y de ocupaciones le habían llevado a empezar a pensar en muchas cosas en las  que jamás había pensado. Incluso una persona como él podía llegar a tener inquietudes. Después de todo, y aunque fuese el más cercano a los dioses, seguía siendo humano, y joven. Había vivido, al igual que sus compañeros, una vida llena de responsabilidades, de luchas y de constante preocupación. Ni él, ni ninguno de sus compañeros habían tenido una verdadera vida, ninguno de ellos había tenido una juventud de verdad.
Ahora que por el momento la paz reinaba en el mundo y que por ello podían bajar la guardia aunque fuese por un corto espacio de tiempo, no era de extrañar que un montón de preguntas, de dudas e inquietudes, asaltara las mentes de los jóvenes caballeros.
Durante esos dos meses, tras los entrenamientos matinales, la verdad es que Shaka no había hecho mucho más. Las tardes eran largas y tediosas y durante la noche resultaba difícil poder conciliar el sueño.
De vez en cuando solía pasar alguna tarde yendo al templo de Mu a conversar con él, o bien él iba al suyo. Solían reunirse con ellos también Milo, y los ahora inseparables hermanos, Aioria y Aiolos, reunidos de nuevo después de tanto tiempo.
Alguna noche también se reunían y bajaban al pueblo para conversar en algún bar tranquilo, en estas situaciones solían reunirse todos, aunque Saga no muy a menudo, alegando que estaba muy ocupado o que no se sentía con ganas. Solían hablar diversos temas, pero muy pocas veces de las batallas pasadas. Había algunos recuerdos que resultaban muy dolorosos.
Una de las inquietudes que más atenazaba a Shaka era el saber más sobre lo sucedido en el Santuario durante el periplo de reinado de Saga, atrapado en ese momento en su locura.
Quería hablar con aquellos conocedores de lo que ocurría pero que se negaron a revelarlo, traicionándoles así a todos. Pero después de que todo hubiese vuelto a la normalidad no creyó oportuno sacar a relucir ese tema, y menos en medio de todos. Lo mejor sería hablar con ellos a solas.
No había ningún tipo de malicia en las intenciones de Shaka, tan solo curiosidad, seguramente fruto de su inquietud y de las recientes dudas y cuestiones que atacaban su mente ahora que se veía exento de sus responsabilidades.
Con un largo suspiro, Shaka se levantó del sofá en el que se hallaba sentado. Le parecía increíble las cosas que se le estaban pasando por la cabeza. Ahora comprendía mejor el deseo de Saori de darles una vida normal. Ellos jamás habían vivido, y por ello ahora sentía tantas cosas y tenía tantas dudas. La vida era increíble, de eso no cabía duda. Y tal vez ya fuese hora de ir empezando a vivir, aunque solo fuese un poco.
Con una sonrisa caminó hasta la salida de su templo. Daría una vuelta por el pueblo y así se entretendría un rato. Tal vez visitase la biblioteca.
 Iba a coger su chaqueta, pero ahora que había dejado de dar vueltas a su cabeza se dio cuanta del calor que hacía. El verano ya estaba llegando. Encogiéndose de hombros y con una sonrisa en la boca, a causa de su torpe despiste, salió.
Comenzó a bajar las escalinatas hacia el templo de Leo. Decidió hacer notar su cosmos para que sus compañeros supiesen que se trataba de él y así evitar el tener que ir anunciándose templo a templo. Era una costumbre que habían cogido entre ellos. Igualmente, cada vez que atravesaba uno de ellos, Shaka saludaba en voz alta, y siempre era respondido por el guardián de cada templo desde algún lugar de este.
Atravesó finalmente en templo de Aries y llego a la entrada del Santuario, sorprendido de ver a alguien a allí en ese momento. Se trataba de Afrodita. Estaba de espaldas a él y no parecía haber notado su presencia. Estaba distraído observando algo que había en el suelo.

-Buenas tardes, Afrodita -saludó Shaka en voz alta para captar su atención.

Afrodita se volvió rapidamente.

-Oh, Shaka -dijo sorprendido el guardián del último templo. La verdad es que ni lo había sentido llegar-. No me di cuenta de que estabas aquí, estaba distraído.

-¿Y qué es lo que te distrae? -Quiso saber el caballero de Virgo, que se acercó a él con una sonrisa.

-Esto- Contestó Afrodita señalando unas flores que crecían junto al muro que rodeaba al Santuario.

-Vaya... La primavera nos trae hermosos regalos. Son violetas ¿no?

El caballero de Piscis asintió.

-La verdad es que no me había fijado en que estaban creciendo hasta hoy. Creo que casi nunca he advertido mucho detalle fuera de mi templo -miró las violetas con algo de tristeza-. Ni siquiera de las cosas que más me gustan...

Shaka hizo un gesto de compresión.

-Creo que eso nos ha pasado a todos.

-Es muy triste... -murmuro Afrodita sin dejar de mirar las flores, pero Shaka lo oyó.

-Sí, lo es.

Observó un momento a un melancólico Afrofita que no apartaba la vista de aquellas flores cuando cayó en la cuenta de el porqué estaba allí. Lo que no sabía era porque lo estaba su compañero.

-¿Que hacías aquí Afrodita?

El aludido se volvió de nuevo hacia él, mirándolo como si no hubiese entendido la pregunta. Entonces cayó en la cuenta.

-Es verdad -dijo, sorprendido de su despiste-. Me dirigía al pueblo, pero me detuve cuando vi las flores. No sé qué me pasa últimamente pero estoy muy distraído.

- A mí me pasa lo mismo -admitió Shaka-. ¿Ibas al pueblo por alguna razón?

-La verdad es que no. Estaba muy aburrido asique decidí ir a dar una vuelta por allí. Nada más.

-Vaya. Yo iba a hacer lo mismo...

-¿En serio?

-Si ¿Porqué no vamos juntos? Así podríamos hablar y pasar un poco el tiempo.

- Me parece bien -contestó Afrodita con una sonrisa.

Y juntos salieron del santuario en dirección al pueblo.

 

Notas finales:

Disculpad las faltas que os hayáis encontrado, no me funcionaba el corrector.


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